Los espíritus no pueden guiar en las investigaciones científicas y los descubrimientos. La ciencia es obra del genio. No debe adquirirse sino por el trabajo, porque sólo por medio del trabajo es como el hombre adelanta en su camino. ¿Qué mérito habría si bastara preguntar a los espíritus,para saberlo todo? Cualquier imbécil podría ser sabio a poca costa. Lo mismo sucede con las invenciones y descubrimientos de la industria.
Cuando ha llegado el tiempo de un descubrimiento. los espíritus encargados de dirigir la marcha buscan al hombre capaz de conducirle a buen fin, y le inspiran las ideas necesarias para que tenga todo el mérito. Porque estas ideas es preciso que las elabore y las ponga en práctica. Así sucede también con todos los grandes trabajos de la inteligencia humana. Los espíritus no pueden hacer que se descubran los tesoros ocultos. Los espíritus superiores no se ocupan de estas cosas, pero los burlones indican a menudo tesoros que no existen, o pueden hacer ver uno en un paraje, que en realidad está en paraje opuesto. Y esto en utilidad del engañado, para demostrarle que la verdadera fortuna está en el trabajo. Si la Providencia destina riquezas ocultas a alguno, las encontrará naturalmente, y no de otro modo (El Libro de los Médiums. cap. XXVI).
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AMÁLIA DOMINGO SOLER
Su grandeza espiritual
Amalia Domingo Soler fue mujer dotada de inteligencia clara y sutíl. A esa inteligencia se unía una personalidad extraordinaria, de grandeza espiritual incomparable. Todo esto le dio en el campo de la literatura espírita, un lugar insustituible. Se puede decir que, de cierta forma, entre la lucida línea de damas espíritas de primera grandeza, tal como lo eran en Brasil Analía Franco y en Inglaterra Emma Hardinge Britten, esta considerada como la Primera Dama del Espiritismo- ninguna otra mujer pudo superarla.
La pluma, cogida entre los dedos débiles de Amalia, bajo la luz mortecina de su mirada de casi ciega, tiene el valor de un símbolo, y las líneas que ella fue trazando dolorosamente, apenas vienen despertando cerebros adormecidos a lo largo de los años, pero igualmente define toda una época histórica del Espiritismo, época que en la conservadora España, la mujer trataba, ¡nada menos! que pensar en salir de una letargia de siglos, en el transcurso de los cuales, por fuerza, no tenía el derecho de ser más que una sombra, un instrumento indefinido.
Huérfana y sola, Amalia arremetió contra férreos bastiones. y el único adjetivo que para ella podemos emplear, es el de "incomparable". Todo cuanto de bueno y bello sobre ella, ya se dijo y se dirá que en el futuro estará quien no lo merece, pero las generaciones espíritas sabrán reconocer debidamente, su porte moral, pues la historia de Amalia suaviza el corazón, consuela y despierta el ímpetu para la lucha, preparando para las grandes causas.
Sus "Memorias" no pretenden sujetar la grandeza de su figura escuálida y sufridora, comportando un fenómeno de gigantismo espiritual.
Amalia nació el día 10 de noviembre de 1835. A los 10 años ya escribía poesías. Siendo jovencita, perdió al único ser familiar que le quedaba: su propia madre. Para mantenerse, pasaba días y horas en la costura para una señorita rica y futíl que quería sus caprichos, pero se negaba a pagarlos debidamente. Fue entonces cuando remitió un poema al diario "El Criterio" y recibió del gran espírita español, el Bizconde Torres Solanot, un ejemplar de su obra "Preliminares del Espiritismo".
Su primer artículo espírita fue publicado en la primera página del núm,9 de "El Criterio", del año 1872 y se titulaba: "La Fe Espírita",pero fue el 4 de abril de 1874 cuando pasó a formar parte de los grandes propagadores espíritas, publicando un hermoso poema,"En memoria de Allan Kardec". Amalia no tenía recursos para comprar libros y fue el gran Fernández Colavida quien le remitió la colección completa de las obras de Kardec.
De ahí en adelante, completamente indiferente por el precio que debería pagar por la defensa de una idea nueva que debería arrojar por tierra las murallas del oscurantismo, mantuvo vivo el interés de una gran gama de lectores con sus artículos llenos de belleza y humanidad. Ella misma, en 1879, fundó un periódico, "La Luz del Porvenir", y su artículo de fondo "La idea de Dios", causó tal revuelo, que la revista fue condenada, por maniobra de los intereses religiosos dominantes, a 42 semanas de suspensión. Pero el 4 de junio del mismo año, hizo surgir en sustitución temporal y con la ayuda de su amigo J,Torrents, "El Eco de la Verdad", del que fueron publicados 26 números. Todavía "La Luz del Porvenir", volvería a circular el 11 de diciembre del mismo año.
Amalia tuvo la audacia de combatir y polemizar con los propios representantes de la Iglesia organizada. En mayo de 1884 el Padre Sallars pronunció en la catedral de Barcelona, una serie de sermones, versando sobre "el falso sobrenaturalismo de la secta de los espíritas".
Amalia rebatió su argumentación en 10 artículos magistrales. Pero en febrero de 1885, el Padre Fita volvió a la carga y Amalia le dio una magistral réplica desde las páginas de "El Diluvio", en 10 artículos tan lúcidos como nobles.
En diciembre de 1888, Amalia perdía a un bueno y fiel amigo, en el gran Colavida, director de la revista de "Estudios Psicológicos".
En la España de esa época, las mujeres no acompañaban los féretros al cementerio. Amalia rompió el tabú y pronunció junto a la tumba del viejo amigo, una brillante alocución en inspirados versos. Todo esto la hizo ser amada por unos y detestada por otros, haciendo de ella una de las mujeres más comentadas de Barcelona, a pesar de su pobreza y simplicidad.
"La Luz del Porvenir" era enviada a los lugares más distantes, aliviando a los encarcelados, hospitalizados e infelices de todas clases. Los mensajes de Amalia tenían y tienen la virtud de llevar la esperanza a los corazones doloridos y desconsolados.
Sus obras tuvieron aceptación plena en las "Memorias del Padre Germán", todo un clásico en la bibliografía espírita; también entre ellas, sobresale: "El Espiritismo, refuntando los errores del Catolicismo Romano", publicado en 1890, es hoy una rareza. En esas páginas polémicas, Amalia, con seguridad impar y una serenidad admirable, contesta a las acusaciones del Obispo D. Vicente Manterola, que acababa de publicar : "El Satanismo, o sea la cátedra de Satanás, combatida desde la cátedra del Espíritu Santo- Refutación de los errores de la Escuela Espiritista".
En la época, había muchas voces varoniles dispuestas a hacer frente a aquellas acusaciones, sin embargo, a pesar de tantos hombres ilustres que defendían la Causa, entre ellos el gran Miguel Vives, habría de ser una mujer de aquellas que, con valentía y ardor, rebatiría todas las acusaciones insensatas a través de la propia imprenta.
Esta obra de Amalia, ese gesto de una mujer de apariencia débil, casi ciega, paupérrima, dotada de extraordinaria humildad, nos dice que no es preciso ser un gigante para mantener de pie un edificio, sino solamente, tener una voluntad inquebrantable.
La vida de Amalia estuvo toda ella, sembrada de espinas y de escollos. Desencarnó tuberculosa, después de haber adquirido una bronco-neumonía, a la una y media de la madrugada del día 29 de abril de 1909. Tenía 73 años de edad. Conforme a su deseo, su cuerpo fue depositado en un cajón muy simple, con vestiduras blancas. Los despojos de Amalia Fueron conducidos y enterrados el día 1 de mayo a las 10 de la mañana en el entonces denominado "cementerio libre" de Barcelona, en el que se encuentran también sepultados, entre otros espíritas insignes de la época, Fernandez Colavida, considerado como el Kardec español, a quien ella hubiese querido levantar un mausoleo. Su túmulo permaneció en el olvido hasta fechas mucho más recientes.
Wallace L.V. Rodrigues
Trabajo recopilado por Salvador Martín Morales-Presidente de la F.E.E. y publicado en el Anuario Espírita de 1969- Traducción de J.L.Martín
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UNO DE LOS ALECCIONADORES ESCRITOS DE AMALIA
Amalia Domingo Soler
Nuestro Espíritu no progresa dando el óbolo al mendigo, sino sufriendo en silencio por no poderle socorrer, y en este caso me hallaba yo.. ¡Cuánto sufría, cuando a mí llegaban seres pidiéndome auxilio y más cuando estaban en la creencia de que yo lo podía hacer, encontrándome completamente imposibilitada de darles nada, por ser yo tan pobre como ellos! ¡Cuánto sufría! Sufría más que ellos, porque ellos sufrían por su situación y yo sufría al pensar que estaban en la convicción de que yo podía hacerlo: y así pasé un infierno, sin que nadie lo comprendiera.. En cambio, cuando a mí se acercaba un rico con las atenciones que le merecía mi pluma, le contemplaba y me daba tanta lástima, que no me atrevía a pedirle nada, porque frente a frente de él me veía yo tan rica que todo mi afán era darle la riqueza de mi Espíritu, sin pensar que él me pudiera haber dado la felicidad material para recreo de mi cuerpo. Por toda respuesta les decía, que mi pluma daba mucho consuelo, pero que a mí no me daba ni lo más necesario para el sostenimiento de la vida, y entonces ellos, al igual que el que hace una limosna, me entregaban pequeñas cantidades para que pudiera continuar mi trabajo, cantidades que yo recibía con el rubor en el alma y que me hacían exclamar: -¡Padre mío! ¿Por qué no haces que yo pueda vivir de mi trabajo? ¡Cuán triste es trabajar mucho y que el trabajo no produzca para atender las más apremiantes necesidades de la vida! Al ver tantos desengaños es cuando llegué a convencerme de que mi misión era la de pedir limosna, y ahora es cuando veo clara la verdad de por qué, por más esfuerzos que hacía, siempre me encontraba en la misma situación precaria. Hay un adagio que dice: “Bien venido seas, mal, si vienes solo, porque no tenía yo bastante con lo que me pasaba, que venía a colmar mis desdichas la suerte de mi pobre “Luz del Porvenir”, que tuvo que desaparecer por falta de suscriptores, debido a que, por aquel entonces, en España los hombres estaban poco acostumbrados a leer. Y así iba yo cumpliendo mi misión, llegando a convencerme de que en esta existencia no podría complacer a los necesitados, que era lo que más apesadumbraba a mi Espíritu. ¡Qué triste es para el Espíritu el verse impotente de hacer su voluntad, y más cuando a uno se acerca todos los seres que sufren pensando encontrar alivio a sus penas! ¡Qué momentos más amargos se pasan, cuando uno se encuentra solo, con el recuerdo de los que sufren y no les ha podido socorrer! Esto mismo me sucedía a mí, porque no basta pertenecer a un ideal, cuando no se practica la caridad.. Cuando más abatida estaba, llegaba a mí el recuerdo de las comunicaciones, y entonces, como el que despierta de un letargo, me levantaba y daba gracias a Dios por tan grato recuerdo.
- Amalia Domingo Soler-
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