jueves, 1 de octubre de 2015

Olvido del pasado



Fuera de la caridad no hay 

salvación 

En lo que a mí respecta, estos principios no existen solamente en teoría, puesto que los llevo a la práctica: hago el bien tanto como me lo permite mi posición; presto servicios cuando puedo; los pobres nunca fueron expulsados de mi casa ni tratados con dureza; por el contrario, siempre fueron recibidos con la misma benevolencia, a cualquier hora; jamás me quejé de los pasos que he dado para realizar algún beneficio; padres de familia han salido de prisión gracias a mis esfuerzos. Por cierto, no me corresponde hacer el inventario del bien que he podido realizar; sin embargo, cuando pareciera que todo se olvida, considero que me es lícito traer a la memoria que mi conciencia me dice que nunca he hecho mal a nadie, que he practicado todo el bien que estuvo a mi alcance, y esto, lo repito, sin preocuparme de la opinión de nadie. En ese sentido, tengo tranquila mi conciencia, y la ingratitud con que me han pagado en más de una ocasión no será motivo para que yo deje de practicarlo. La ingratitud es una de las imperfecciones de la humanidad y, como ninguno de nosotros está exento de críticas, es preciso disculpar a los otros para que ellos también nos disculpen, a fin de que podamos decir como Jesucristo: Aquel que esté sin pecado, arroje la primera piedra. Continuaré, pues, haciendo todo el bien que me sea posible, incluso a mis enemigos, porque el odio no me ciega; siempre les tenderé las manos para sacarlos de un precipicio, en caso de que se me ofrezca la ocasión. Así entiendo la caridad cristiana, como una religión que nos prescribe retribuir el mal con el bien, y con mayor razón aún, que retribuyamos el bien con el bien. Pero nunca entendería que nos prescribiese retribuir el mal con el mal. 
(Pensamientos íntimos de Allan Kardec, registrados en un documento hallado entre sus papeles.)
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                                  TODOS LOS GEMIDOS TIENEN HISTORIA


   Muchos hemos sido sorprendidos por nuevas pruebas que han aparecido en nuestro mundo, unas veces es la enfermedad la que nos visita, otras es la pérdida de un ser querido, el cese en el trabajo, quizás fue un accidente, ¿hay tantas cosas que no esperamos y que aparecen en nuestro mundo cuando menos lo esperamos?

    Aun así todos sabemos que hemos de seguir luchando, estamos examinándonos en todas ellas, para ver si estamos capacitados para afrontarlas con valentía, si pese al dolor que nos causen somos capaces de resistir hasta el fin, obrando en ellas como es debido.

    La lucha aquí es contante, el trabajo incesante, pues hasta cuando dormimos y soñamos con el vecino, diciéndoles aquello que no nos atrevemos en estado de vigilia, hemos de rendir cuentas a Dios, pues el mal es mal aquí y allí, y nosotros somos el mismo, actuando durante el sueño en el mundo espiritual, como cuando actuamos en vigilia, en ambos estados y aunque sea en el del sueño hemos de dar cuenta de nuestra forma de comportarnos, todo lo que nos sucede son ensayos dentro de nuestra regeneración.

    “Recordad siempre que no hay gemido sin historia, ni buena acción sin recompensa. El Espíritu nunca está solo, al alma enferma le sucede lo que al hombre cuando sale de una enfermedad gravísima, que en la convalecencia está tan delicado, tan impertinente, tan caprichoso, tan exigente, que toda su familia tiene que mimarlo, acariciarlo y prestarle los más tiernos cuidados; y esto mismo exigen los espíritus cuando salen del caos de los desaciertos y comienzan su rehabilitación; entonces quieren el amor de la familia, la simpatía de los amigos, la consideración social, y como no han ganado lo que desean, como no lo merecen, no lo tienen.
Muchas veces culpamos al amigo por sus ingratitudes, olvidándonos, de que en el pasado nosotros actuamos con igual proceder, y que pese que en la actual existencia somos buenos y laboriosos ayudando siempre que se necesita de nuestra ayuda, recibiendo como el pago la ingratitud, no hemos de quejarnos, porque estamos recibiendo lo que dimos en el pasado, y solo por nuestros conocimientos ya deberíamos haber aprendido a asumirlo con naturalidad, sin enojarnos, sin dar quejas, porque no podemos pedir que nos quieran a la fuerza, ni al menos como a nosotros nos gustaría.

    Nuestra querida Amalia nos dice en uno de sus escritos que “La mayoría de los seres encarnados en la Tierra, sois enfermos convalecientes, y sólo en los espíritus encontraréis los médicos del alma que calmarán vuestra sed devoradora”.

    La Tierra es un hospital de generaciones enfermas que están pasando la convalecencia. Sólo los espíritus de buena intención son los que pueden conseguir con sus sanos consejos nuestro alivio y regeneración.

   Nunca debemos sentirnos desafortunados, tenemos la dicha de conocer el Espiritismo, la Doctrina Consoladora, hemos debido al estudio del Espiritismo los goces más puros de nuestra vida. Hemos adquirido una profunda resignación y un íntimo convencimiento de que nadie tiene más de lo que se merece. Esta certidumbre es la verdadera, la única felicidad que puede tener el Espíritu en medio de su expiación.

    Nosotros, estudiando la Naturaleza, leyendo en ese libro que nunca tendrá fin, admirando la exactitud matemática que tienen sus leyes, trabajamos cuanto nos es posible en nuestro progreso, y cuando la soledad nos abruma, cuando el desaliento nos domina, miramos al cielo, vemos en él los resplandores de la eterna vida y decimos: ¡En la Creación todo es justo!

    Nada de lo que nos sucede es sin merecimiento, y frente al problema, intentamos asumirlo con naturalidad, poco a poco vamos creciendo, haciéndonos adultos, valorando todas las horas, sean de alegría o de tristeza, ellas son solo momentos que Dios nos concede para crecer y evolucionar, para experimentar en experiencias que aun no hemos asumido, y todo vale, hasta las horas que consideramos de las más amargas, y que nunca tenían que haber sucedido, esas también son importantes por eso hay que dar a Dios gracias por conocer cuál es nuestro deber y la función en esta vida, no somos barcos perdidos en el mar, vamos en Su búsqueda y Dios padre amoroso siempre nos espera.  

( Trabajo de Merchita, adaptado por Jose Luis Martín)

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               REENCARNACIÓN.




          EXPLICACIÓN DEL OLVIDO DEL PASADO.



El olvido del pasado que la Divina Misericordia nos ofrece, constituye una bendición; a fin de que no veamos en las personas con quienes convivimos como familiares o como amigos, un posible enemigo de vidas anteriores. Y esto es lo que significa el concepto del perdón. Muchos teólogos sostienen ya que el perdón no exime de la expiación.
Un nuevo cuerpo físico, es un gran auxilio para las almas torturadas por los remordimientos de un pasado tenebroso, de grandes errores o crímenes. Una vida nueva, es una inteligente manera de olvidar los sinsabores y volver a rehacer el trabajo interrumpido, sin la angustia del hastío. Es un renovarse semejante a un florido despertar, porque nuevos bríos nacen con la nueva vida.
¡Cuántas cosas quisiéramos borrar todos, aun de nuestra vida actual, que son otros tantos obstáculos para nuestra paz interior!
¿No vemos hoy, a la psicoterapia moderna, aplicando procedimientos hipnóticos y otros, para borrar de la memoria de algunos pacientes psicópatas torturados por recuerdos desagradables o dolorosos de su vida actual?
Meditemos sobre esto.
Recibimos un cuerpo nuevo con un cerebro virgen, en el cual se irá grabando lo que los sentidos físicos perciban, y a través del cual serán nuestros recuerdos, como humanos.
EN CADA EXISTENCIA TENEMOS UNA OPORTUNIDAD DE PROGRESO. ¡APROVECHÉMOSLA!
Ahora, veamos cómo se efectúa el fenómeno psíquico
del olvido de las vidas pasadas y del período o períodos de vida en el plano extrafísico, antes de cada renacimiento.
La memoria de la vida presente está en la mente del psicosoma o cuerpo fluídico del Espíritu, la cual conserva todo individuo al cruzar el umbral del Más Allá. Y la memoria de las demás vidas, está en la Mente Superior o Mente del Espíritu, conocida como la mente subconsciente en el campo de la psicología. Cuando el Espíritu reencarnante toma contacto con la materia, con la persona que va a ser su madre en la nueva vida (
la haya escogído o se le haya asignado), se verifica una contracción de las vibraciones magnéticas del psicosoma o alma, como fue explicado en el capítulo anterior, oscureciéndose todas las imágenes contenidas en el cerebro del psicosoma. Y una vez el Espíritu haya penetrado en el cuerpecito de la naciente criatura, su capacidad vibratoria queda de inmediato reducida a la de la materia, más lenta. Tal estado se acentúa más, a medida que el Ser se ve precisado a usar del nuevo cerebro físico que le aísla, durante su existencia humana, del fondo subconsciente donde están grabados sus recuerdos.
La personalidad anterior de ser espiritual, se borra para manifestarse la nueva, en el grado que haya desarrollado sus facultades mentales y anímicas, en sus pasadas vidas. Y esas facultades comienzan a manifestarse ya desde la infancia, según podemos apreciar en los niños de hoy.

Sebastián de Arauco.


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