lunes, 12 de octubre de 2015

Estado del alma en el momento de la muerte

                      
         
      CONFLITOS PSICOLÓGICOS

Cada mensaje psicografiado es antecedido por las explicaciones del médium Francisco Cándido Xavier sobre la reunión en la que ella fue obtenida y los motivos que la determinaron.
En nuestra reunión pública, entre los visitantes amigos que procedían de diversas ciudades, predominaban las preguntas sobre los conflictos psicológicos que están mereciendo largos estudios en todas partes. Los comentarios en torno del asunto eran los más animados. Cuando nuestras tareas tuvieron inicio El libro de los Espíritus nos ofreció la cuestión 202  y las explicaciones prosiguieron. Al final de las actividades programadas  nuestro querido Benefactor Emmanuel escribió la página “Conflictos Psicológicos.
¡Es tan fácil juzgar los conflictos sentimentales  que surgen en los otros!
Habitualmente, la opinión publica en la Tierra casi que hasta ahora, en asuntos de sexo, se restringía  a entender y aprobar  a los que se casaban y a extrañar o reprobar  a los que se mantenía en el celibato.
La evolución, sin embargo, descubrió las ciencias psicológicas de la actualidad y las ciencias psicológicas emprendieron el estudio de las complejidades del alma, casi hasta operar denudación
Y los problemas del sexo van sobrando en escala creciente.
Casados y solteros, jóvenes y adultos, cuando en luchas emocionales presentan disturbios afectivos e impulsos ambivalentes, insatisfacción y carencia de orden sentimental, dificultades a través de condiciones inversivas y diversos fenómenos  de la bisexualidad.
Siempre es valiosa la contribución de la psicología en socorro de cuantos se identifican en el mundo en situación paranormal, en los dominios del afecto, particularmente cuando enseña a los pacientes la conquista del auto aceptación.
Entretanto, sin los principios de la reencarnación, definiendo la posición de cada espíritu según las leyes de causa y efecto, cualquier tipo de asistencia a las víctimas  de desajustes psicológicos resultará incompleto.
En ese  sentido es preciso recordar que todas las lesiones afectivas que  hayamos impuesto a alguien repercuten sobre nosotros, creando lesiones consecuentes y análogas en nuestro campo espiritual:
-ese habrá traumatizado a almas  queridas con asaltos  de ingratitud y se corporifico de nuevo en el plano terrestre soportando  los llamados conflictos congénitos;
-aquel probablemente habrá precipitado corazones sensibles en despeñaderos del sentimiento y renació cargando frustraciones sexuales irreversibles para todo el curso de la propia existencia;
-otro persiguió criaturas hermanas del sexo opuesto, sumergiéndolas en el desespero y en la delincuencia y habrá vuelto a la tierra en condiciones inversas;
-otros habrán solicitado la propia internación en celdas morfológicas de formación contraria a sus impulsos íntimos, de modo a aislarse transitoriamente para el desempeño de tareas determinadas y no siempre toleran las pruebas y empeños de la propia elección;
-Y otros muchos aun, que impusieron suicidios y crímenes, traiciones y desordenes  a personas que les hipotecaban integral confianza, retornan a la experiencia física sufriendo tribulaciones complejas que varían conforme el grado de culpa  con que dilapidaron la armonía de sí mismos. 
Ante nuestros hermanos de humanidad con problemas sexuales, sepamos administrarles amor y esclarecimiento en vez de menosprecio o condenación.
Normalidad física no quiere decir en el mundo que nuestros débitos de las existencias pasadas queden extinguidos.
En razón de eso, muchas veces, es posible que mañana estemos rogando amparo  justamente  a aquellos a los cuales extendimos auxilio.
Cerrando nuestras anotaciones, recordemos  que Allan Kardec formulo la cuestión 202 , en el Libro de los Espíritus, preguntando  a la espiritualidad Superior en cuanto a la preferencia de los amigos desencarnados, ante el renacimiento en el mundo, para preguntar para que sector de la vida humana se inclinaban: si para el campo del trabajo del hombre o de la mujer. 
Y los mentores de la Codificación Kardeciana respondieron convincentes: -Eso, en esencia, no les importa. Vale si, para ellos, por encima de todo, la prueba que les compete experimentar.
“El hogar es el corazón del organismo social. En la casa comienza  nuestra misión en el mundo. Entre las paredes del templo familiar nos preparamos para la vida con todo; seremos allá fuera el proseguimiento de aquello que ya somos en la intimidad de nosotros mismos. (Sheila, Chico Xavier)
Pictografía de Francisco Cándido Xavier 
Libro: En la era del espíritu
Traducido por M. C. R
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              EL DESAFIO

Divaldo Pereira Franco

El médium David procuró concentrarse, intentando entrar en sintonía con el Amigo desencarnado.
La mente desaliñada, repleta de clichés sensuales, le impedía mantener el pensamiento en una onda de equilibrio que le propiciase la dilatación del campo periespiritual, indispensable al fenómeno de la psicofonía y del comando del centro de los movimientos por parte del desencarnado. Las ideas vulgares cultivadas creaban un envoltorio de energía densa, negativa, que no permitía la exteriorización parcial del Espíritu encarnado y la captación de la que provenía del cirujano espiritual.

Del área genética del médium en búsqueda de armonización interior se percibían ondas oscuras, saturadas de bajo tenor vibratorio, traduciendo promiscuidad y cansancio de las células generadoras de vitalidad, que se debatían en una lucha tenaz contra los agentes psíquicos destructores que intentaban invadirlas, para desarticular su mitosis durante la profase (* ) dando inicio a procesos patológicos irreversibles.

Por otro lado, el Dr. Hermann se acercó al sensitivo y lo envolvió con vigorosas vibraciones que lo alcanzaron, rompiendo la camada sombría que le imposibilitaba el perfecto acoplamiento psíquico. El esfuerzo conjugado de ambos resultó en un buen fenómeno mediúmnico. No obstante, observamos que el receptor, en razón de las barreras a que su conducta censurable diera lugar, tuvo convulsiones, proyectando los ojos un poco fuera de las órbitas y tomó una postura diferente de la de su personalidad, demostrando, de ese modo el dominio del comunicante que le obnubiló casi totalmente el centro de la consciencia.

Abordando a los presentes con expresiones afectuosas, a pesar de su estilo rudo, solicitó que le fuese traído el primer paciente.
En ese momento, los trabajadores espirituales de la Casa, bajo el comando de Vicente, establecieron las defensas vibratorias hasta entonces no conseguidas en razón de la perturbación reinante en el recinto. Aprovechándose del momentáneo clima de expectativa general y de algunas mentes que sinceramente se concentraron en Dios y en las ideas superiores, esos laboriosos servidores distendieron telas magnéticas que circundaron la sala, en cuanto una lámpara proyectaba irradiaciones semejantes al láser, con potencial bactericida, responsable por la asepsia, anestesia y hemostasias en los pacientes durante la incursión quirúrgica.
Simultáneamente, otros Espíritus que habían sido médicos en la Tierra, se aproximaron al cirujano-jefe, responsabilizándose por diferentes especialidades, ya que el Dr. Hermann prefería operar las neoplasias, especialmente las de carácter maligno aún sin metástasis, lo que le permitía dar sueltas a su presunción, presentando ruidosos espectáculos que divertían a la asistencia y perturbaban a algunos facultativos invitados o que curiosos, concurrían para ver sus demostraciones. Lo que debería ser realizado con unción y respeto, con el falso pretexto de comprobar la inmortalidad del alma, se convertía en escenario para la exhibición teatral.

La primera paciente era portadora de una pequeña tumoración de mama (displacía), que la afligía sobremanera. Atemorizada por los resultados de la tomografía y del consejo médico para efectuar una cirugía menor, se consideraba engañada, recelando que se tratara de un cáncer, habiendo recurrido, por eso, al auxilio espiritual.

La pobre temblaba, víctima que era de un acentuado desequilibrio nervioso y se le notaba el rostro y los ojos congestionados por efecto de las últimas noches mal dormidas y del llanto continuo.

Indicándole que se acostara sobre la mesa en la que se efectuaban las curaciones, ahora transformada en quirúrgica, el Dr. Hermann pidió a la auxiliar que le quitase la blusa y el sujetador, palpando la región afectada. De pronto se dio cuenta de que el problema no revestía ninguna gravedad, lo que le permitiría realizar una bella actuación quirúrgica.
Maniéndose de un instrumento cortante y sin desinfectarlo comenzó el trabajo, que se nos figuraba hábil y grotesco, en vista de la introducción de los dedos con el objetivo de separar los tejidos que envolvían el nódulo displásico. Ante el temor de la señora, la exhortaba rudamente, a la fe en Dios y en él, consiguiendo, en pocos minutos, extirpar el pequeño tumor. Exhibiéndolo, informó que se podía hacer el estudio patológico y se constataría la presencia de células cancerosas. Acto seguido, lo arrojó dentro de un recipiente reservado a la recepción de las piezas extraídas. Unió los bordes de la incisión, de la cual no brotaba sangre, colocó esparadrapo y envolvió con gasa la zona operada y sonriendo delante de la exclamación general, mandó a la paciente que se retirara, convocando a otro enfermo.

El nuevo paciente era portador de una catarata, que le amenazaba la visión del ojo izquierdo, tal la dimensión que había asumido. Asistido por un joven médico oftalmólogo desencarnado y miembro del equipo, hizo la remoción de la película opaca y colocó una almohadilla de algodón, sujetada por un esparadrapo al ojo, recomendando efectuar la curación tres días después.

Desfilaron casi ochenta pacientes, difiriendo en poco los problemas que los afligían. La mayoría cargaba perturbaciones psicosomáticas, en cuanto algunos otros, presentaban diversas enfermedades. No obstante, no fue realizada ninguna cirugía de gran porte o en órganos esenciales y de difícil acceso, pese a que tal incursión fuese posible. Eran solamente tentativas que provocaban más asombro que renovación moral, ayudando en la propaganda de los efectos.

El amigo Vicente, percibiendo mi perplejidad y los mudos interrogantes, vino en mi socorro con discreción y respeto.

-“Nuestro Dr. Hermann -dijo con cierta melancolía- podría realizar un trabajo precioso en favor del prójimo, imprimiendo dignidad al fenómeno mediúmnico y a la inmortalidad del alma. Moralmente afín con el instrumento que utiliza, cuando constata un grave problema de salud, que no puede resolver, apela a la información de que se trata de carma y el paciente debe recurrir a la Medicina terrenal, como si no lo fuesen todos los fenómenos afligentes que proceden del pasado remoto o cercano...
Ciertamente la función de la mediúmnidad no es la de promover curas, como arbitrariamente suponen y pretenden algunos desconocedores de la misión del Espiritismo en la Tierra. Si ellos estuvieran vinculados a la Doctrina, sería incomprensible tal comportamiento. Pero, en una Sociedad Espírita la tarea principal es la de la iluminación de la conciencia ante la realidad de la vida, sus fines, la mejor manera de actuar, preparando a los individuos para la liberación del yugo de la ignorancia, la gran generadora de innumerables males. A pesar de eso, el amor de Dios permite que nosotros también, los desencarnados, tratemos de auxiliar a las criaturas humanas, cuando están enfermas, sin entregarnos a la injustificable competición con los médicos terrenales, haciendo creer que todo podemos...”

Guardó silencio por breves minutos y luego prosiguió:

-“Los curados, cual ocurrió en los tiempos de Jesús, prosiguen como antes, con rarísimas excepciones, retornando cuando adquieren nuevas enfermedades y mandando a otros enfermos, que suceden en espectáculos lamentables. No tienen el cuidado de remover las causas morales de sus dolencias mediante la adopción de una conducta recta, de un trabajo de socorro fraterno, de educación personal, de modo que puedan entender los fundamentos de la vida y transformados interiormente, contribuyan en favor de una sociedad más justa y más feliz. Solamente cuando el hombre asuma sus culpas, de ellas rehabilitándose; sus responsabilidades, aplicándolas en una vivencia correcta; su conciencia, actuando con equilibrio, es que ocurrirá su integración plena en la vida, con salud y paz.
Utilizando los mecanismos escapistas a los que se aferra y escamoteando el deber, solo logra postergar el enfrentamiento con los problemas que genera, con los dolores que desencadena por tanto, consigo mismo. Nadie se evade, indefinidamente de su realidad.

Buscamos de auxiliar estas labores que fueron instaladas en nuestra Casa, a pesar nuestro, porque los necesitados aunque ignorando los problemas reales que los tipifican, son acreedores de compasión y amor, constituyéndonos una oportunidad para el entrenamiento de la paciencia y la caridad. Sin embargo, creemos que frente a la conducta del pobre médium, en breve esos servicios serán interrumpidos y entonces retornaremos a las bases del compromiso que quedó olvidado.”
Permanecimos en profundas reflexiones, constatando la excelencia y oportunidad de los argumentos del amigo, considerando, sobre todo, la transitoriedad del cuerpo, que siempre está sujeto a las alteraciones consecuentes de su estructura frágil y compleja, invariablemente víctima de la conducción irregular que le impone el Espíritu reencarnado.

El hombre-Espíritu es un ser eterno y sus experiencias en el cuerpo le constituyen una metodología para el aprendizaje de los valores elevados y la fijación de ellos en lo íntimo.
No pude permanecer en más amplias reflexiones porque, en ese momento, una agitación y gritería sin freno tomó cuenta del recinto pequeño.

Se trataba de una señora de parcos recursos económicos, visiblemente mediumnizadas, en largo proceso de obsesión que era traída a la fuerza por varios hombres, simples y ruidosos. El sudor les corría bañando sus cuerpos, traduciendo el esfuerzo de que se veían objeto. La aturdida, desgreñada, con los ojos un tanto fuera de las órbitas, las manos crispadas, la boca en un rictus de crueldad, pálida y anémica por la prolongada vampirización que padecía, cuando fue empujada en la dirección del Dr. Hermann, lanzó una carcajada burlona, diciendo:

-“Yo te conozco, charlatán - gritó con voz muy fuerte.

Percibí que los dos desencarnados, se vieron sin la necesidad del instrumento ocular de los médiums.
El cirujano se acercó y aplicó una ruidosa bofetada en el rostro de la obsesa, disculpándose:

-“Se trata de un episodio histérico y éste es el mejor recurso disponible en el momento.”
Noté que las personas estaban aterrorizadas, recelosas.

El obsesor, indiferente al golpe que la sensitiva sufrió, sin temerle, volvió a la carga, vociferando:

-“Vengo a desenmascararte y demostrar que tú no tienes fuerza para apartarme de aquí. Yo te conozco. Por eso, impedí que la trajeran antes y al aceptar ahora, resolví enfrentarte... Vamos, expúlsame, si puedes...

La situación era angustiante.

Irritado, el médico solicitó a una de las auxiliares que trajese determinado medicamento con alta dosis somnífera y mal disimulando su rebeldía, lo aplicó en el músculo de la enferma espiritual.

Contaba con los resultados favorables, lo que no sucedió, por cuanto el adversario se vanaglorió:

-“Yo consigo neutralizar la acción de la droga y ella no quedará entorpecida.”

Fue entonces que el aturdido cirujano impuso a los auxiliares:

-“Retiren está loca de aquí y manden internarla para ser sometida a la sonoterapia. Su alienación necesita de tratamiento prolongado, lo que no puede ser hecho en tales circunstancias, en este lugar.”

La sufriente, fue literalmente arrastrada por hombres forzudos y conducida fuera del recinto, en cuanto su agresor espiritual profería una estruendosa carcajada...

Todos se encontraban desagradablemente sorprendidos.

Sin embargo, el Dr. Hermann, dando muestras de ser un hábil actor, pasó a desviar la preocupación de los presentes, provocando risas y colocando al lamentable incidente en un plano secundario.

Algún tiempo después, el espectáculo estaba terminado y las personas retornaron a sus hogares.

El Dr. Carneiro nos propuso, entonces, acompañar al médium.
Delante del inesperado desafío, de resultados infelices, me encontraba sorprendido.

En la primera oportunidad interrogué al sabio Mentor con respecto a lo acontecido:

-“Por qué el Dr. Hermann no consiguió acallar y apartar del recinto al atormentado obsesor que vino a perturbar?
-“Querido Miranda -me respondió, sereno- recordemos que nuestro médico no obstante sus respetables títulos como hábil cirujano y generoso trabajador, todavía no adquirió los requisitos honorables de la humildad y el amor, que son las credenciales del ser con fuerzas morales para tentativas de esa naturaleza.

Mencionemos que Jesús, después de retirar al Espíritu inmundo que atenazaba al joven, cuyo padre Le había solicitado ayuda al descender del Tabor, cuando fue interrogado por los discípulos sobre la razón por la cual El lo había logrado y ellos no, asintió con bondad: - Porque para esta clase de Espíritus son necesarios ayuno y oración, lo que hoy traducimos como conducta recta y comunión con Dios en actos de ennoblecimiento.

No dejamos de considerar los valores que adornan el carácter de nuestro amigo, no obstante la escalera del progreso moral se identifica por la infinidad de peldaños y rellanos, en los cuales se demoran todos aquellos que buscan la ascensión.

Extraído del libro de Divaldo Pereira Franco “Senderos de Liberación”

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Estado del alma en el momento de la muerte


Los Espíritus siempre nos han dicho que la separación entre el alma y el cuerpo no se efectúa instantáneamente; algunas veces comienza antes de la muerte real, durante la agonía; cuando la última pulsación se hace sentir, el desprendimiento todavía no es completo; se opera más o menos lentamente según las circunstancias, y hasta su total liberación el alma siente una turbación, una confusión que no le permite darse cuenta de su situación; se encuentra en el estado de una persona que se despierta y cuyas ideas son confusas. 

Este estado nada tiene de penoso para el hombre cuya conciencia es pura; sin entender bien lo que ve, está calmo y espera sin miedo el completo despertar; al contrario, es lleno de angustias y de terror para aquel que teme el futuro. Decimos que la duración de esa turbación es variable; es mucho menos larga en aquellos que, cuando encarnados, ya han elevado sus pensamientos y purificado su alma; dos o tres días le son suficientes, mientras que en otros es preciso a veces ocho días o más. Frecuentemente hemos asistido a ese momento solemne y siempre hemos visto lo mismo; por lo tanto, no es una teoría, sino el resultado de observaciones, ya que es el Espíritu quien habla y quien describe su propia situación. He aquí un ejemplo tanto más característico como interesante para el observador, puesto que no se trata más de un Espíritu invisible escribiendo a través de un médium, sino de un Espíritu que es visto y escuchado en presencia de su cuerpo, ya sea en la cámara mortuoria o en la iglesia durante el servicio fúnebre. 

El Sr. X... acababa de tener un ataque de apoplejía; algunas horas después de su muerte, el Sr. Adrien – uno de sus amigos – se encontraba en la cámara mortuoria con la esposa del difunto; vio nítidamente a éste, en Espíritu, pasearse de un lado a otro, mirar alternativamente a su cuerpo y a las personas presentes, y después sentarse en un sillón; tenía exactamente la misma apariencia que cuando encarnado; estaba vestido de la misma manera: redingote y pantalón negros; tenía las manos en los bolsillos y un aire de preocupación. 
Durante ese tiempo su mujer buscaba un papel en el escritorio; su marido la observó y dijo: Por más que busques no encontrarás nada. De ningún modo ella sospechaba de lo que ocurría, porque el Sr. X... solamente era visible para el Sr. Adrien. 

Al día siguiente, durante el servicio fúnebre el Sr. Adrien vio nuevamente a su amigo, en Espíritu, rondando el ataúd, pero no tenía más la vestimenta de la víspera; estaba cubierto con una especie de ropaje. Entre ellos se entabló la siguiente conversación. De paso, señalemos que de manera alguna el Sr. Adrien es sonámbulo; que en ese momento, como en el día anterior, estaba perfectamente despierto y que el Espíritu se le aparecía como si hubiera sido uno de los asistentes al entierro. 

– Preg. Dime una cosa, querido Espíritu, ¿qué sientes ahora? – Resp. Bien y sufrimiento. 

– Preg. No te he entendido. – Resp. Siento que estoy viviendo mi verdadera vida, y entretanto veo a mi cuerpo aquí, en este cajón; me palpo y no me siento, y sin embargo siento que vivo, que existo; ¿soy entonces dos seres? ¡Ah! Dejadme salir de esta noche; es una pesadilla. 

– Preg. ¿Has de permanecer por mucho tiempo así? – Resp. ¡Oh! No, gracias a Dios, amigo mío; siento que pronto me despertaré; sería horrible de otro modo; tengo las ideas confusas; todo es nebuloso; pienso en la gran división que acaba de hacerse... Todavía no comprendo nada. 

– Preg. ¿Qué efecto te produjo la muerte? – Resp. ¿La muerte? No estoy muerto, hijo mío, estás equivocado. Yo me levantaba y de repente fui sorprendido como por una nebulosidad que descendió sobre mis ojos; después me desperté, e imagínate mi extrañeza al verme, al sentirme vivo y al ver al lado, sobre la losa, a mi otro yo acostado. Mis ideas estaban confusas; anduve para restablecerme, pero no pude; vi a mi esposa llegar, velarme, lamentarse y yo me preguntaba el porqué. Yo la consolaba, le hablaba, pero ella no me respondía ni me comprendía; era esto lo que me torturaba y lo que dejaba a mi Espíritu más perturbado. Sólo tú me has hecho bien, porque me has escuchado y comprendido lo que quiero; tú me ayudas a ordenar mis ideas y me haces un gran bien; pero ¿por qué los otros no hacen lo mismo? He aquí lo que me tortura... El cerebro está oprimido ante este dolor... Iré a verla; quizás ahora me escuche... Hasta luego, querido amigo; llámame e iré a verte... Igualmente te haré una visita, amigo... He de sorprenderte... hasta luego. 

Enseguida el Sr. Adrien lo vio acercarse a su hijo que lloraba: se inclinó ante él, permaneció un momento en esta posición y partió rápidamente. Él no había sido escuchado, y sin duda pensaba haber producido un sonido; estoy persuadido – agrega el Sr. Adrien – que aquello que él decía llegaba al corazón del niño; os probaré esto. Lo he visto después: está más calmo. 

Nota – Este relato está de acuerdo con todo lo que ya habíamos observado sobre el fenómeno de la separación del alma; con circunstancias totalmente especiales confirma esa verdad de que después de la muerte el Espíritu aún está allí presente. No cree tener delante de sí un cuerpo inerte, mientras que ve y escucha todo lo que sucede a su alrededor, penetra el pensamiento de los asistentes, y entre éstos y él no hay sino la diferencia entre la visibilidad y la invisibilidad; las lágrimas hipócritas de ávidos herederos no pueden infundirle respeto. ¡Cuántas decepciones deben los Espíritus sentir en ese momento!

Allan Kardec - Diciembre de 1858

                                                                                                              
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Considerando el Miedo

 

Ninguna cosa se te figure terrible.
La vida son las experiencias victoriosas o no, que te enseñen adquisiciones para el equilibrio y la sabiduría.

No sufras, por tanto, por anticipación, no permitas que el fantasma del miedo te perturbe el discernimiento ante los cometidos útiles, o te asuste, generando perturbación y recelo injustificado.
Cuando tememos algo, nos dejamos dominar por fuerzas desconocidas de la personalidad, que instalan lamentables procesos de distonía nerviosa, avanzando para el desarreglo mental.
Los acontecimientos son conforme ocurren y como tal deben ser enfrentados.

El miedo agranda los contornos de los hechos, volviéndolos falsos y exagerando el significado.
Predispone mal, desgasta las fuerzas y conduce la situación perjudicial bajo cualquier aspecto que se considere.

Lo que se teme, raramente ocurre como se espera, incluso porque las interferencias Divinas siempre atenúan los dolores, hasta cuando no son solicitadas.
El miedo invalida la acción benéfica de la oración, esparce pesimismo, precipita en abismos.
Un hecho examinado bajo la constricción del miedo, no se caracteriza, un concepto suena falso, un socorro no alcanza con seguridad.
La persona con miedo, arremete o huye, exagera o se exime de la iniciativa feliz, se vuelve difícil de ser ayudada y contamina, muchas veces, otras menos robustas en la convicción interna, desesperándolas, también.
El miedo puede ser comparado a la sombra que altera y dificulta la visión real.
Es necesario combatirlo sistemáticamente, continuamente.
Dolencias, problemas, noticias, viajes, revoluciones, el porvenir no los temas.
Nunca serán conforme supones.

Una actitud calma, ayuda la aceptación de posición para cualquier hecho aguardado o que surge inesperadamente.
No son peores unas enfermedades que otras. Todas hacen sufrir, especialmente cuando se las teme y no se hace valiente para recibirlas con elevada posición de confianza en Dios.
Los problemas, constituyen recursos que la vida dispone para seleccionar los valores humanos, y elegir los verdaderos de los falsos luchadores.
Las noticias traen informes que, sean trágicos o benéficos, no modifican, sino, la estructura de una irrealidad que se va a vivir.
Los viajes tienen su final, y recelan accidentes, aguardándolos, exagerar cuidados, ciertamente no impiden que el hombre sea bien o mal exitoso.
Las revoluciones y guerras que alcanzan buenos y malos, están en relación a la violencia del propio hombre que, vencido por el egoísmo, explota agresividad, gracias a los sentimientos predominantes en su naturaleza animal.

Nadie puede prever lo imprevisto o evadirse a la necesaria coyuntura karmica para el acierto con las leyes superiores de la evolución.
Prudencia, sí, es medida cautelosa e impostergable, para evitar daños innecesarios.
Al final, en base al miedo, se debe considerar que lo peor que puede suceder a alguien, es la venida de la desencarnación. Si eso ocurre, no hay, aun, porqué temer, ya que morir es vivir.

El único cuidado que conviene examinar, es al respecto de la situación interior de cada uno delante de la conciencia, al prójimo, la vida y a Dios.
En base a eso, en vez del sistemático cultivo del miedo, una disposición de trabajo arduo y valiente, confianza en Dios, a fin de enfrentar bien y últimamente toda y cualquier cosa, hecho, circunstancias, desdicha...
Entrégarse al fervor del bien, expulsa del alma las artimañas de la inferioridad espiritual. Hace luz íntima y los recelos fundados se batirán en retirada.
La responsabilidad te dará motivos para preocupaciones, en cuanto el miedo minimizará tus probabilidades de éxito.
Jesús, culminando la tarea de construir en los tibios corazones humanos la ventura y la paz, apresurados por las notoriedades de la locura en ambos lados de la vida, inocente y pulcro, no temió ni se afligió, enseñando cómo debe ser la actitud de todos nosotros, en relación a lo que nos ocurre y que necesitamos para alcanzar la glorificación interior.


Libro: Leyes Morales de la Vida
Joanna de Ângelis & Divaldo P. Franco

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