jueves, 26 de febrero de 2015

Lecciones espirituales que nos dan nuestras mascotas



¿  Puede reencarnar un espíritu en varias personas a la vez?

      Este   particular concepto sobre la reencarnación , es de origen budista, y nada tiene que ver con la realidad; solamente supone un dogma de fe dentro de esa religión, que es totalmente respetable, pero bajo este conocimiento espiritual basado en las enseñanzas de carácter elevado y profundo, dadas por los Espíritus Superiores en la Codificación que formó y clasificó Allan Kardec, plenas de lógica, razón y buen sentido, así como la experimentación y las experiencias y enseñanzas que se han ofrecido mediante los fenómenos de la mediumnidad repetidamente, este concepto por el que un espíritu “ se reparte” reencarnando al mismo tiempo, simultáneamente, en otras varias personalidades humanas, carece de todo sentido, pues a cada persona corresponde un espíritu y solo uno, que la anima mientras experimenta una existencia humana en el mundo terrenal.
Desde luego, es posible encontrar características, virtudes y defectos de un ser ya fallecido, en otras varias personas por separado y simultáneamente . Lógicamente esto no significa que estas personas sean todas a la vez, la reencarnación del espíritu del fallecido anteriormente. El Espíritu, con sus virtudes y sus defectos, es una unidad indivisible, y sus defectos , virtudes y cualidades los lleva en su totalidad consigo desde una personalidad humana anterior hasta su otra nueva personalidad que reencarna.
El Espíritu constituye una Unidad junto con su cuerpo astral, y solamente puede formar y ocupar en cada existencia humana un cuerpo físico al que da vida, y como tal ser humano se pueden manifiestar en él los distintos aspectos espirituales, positivos y negativos que porta el Ser procedentes de vidas anteriores.
Si en un ser humano, su Espíritu era uno en él, y del cual ese ser humano recibía sus atributos, tal como la inteligencia, la sensibilidad, el temperamento,las intuiciones, etc., lógicamente por esa unidad del Ser que en él se manifestaba, no cabe considerar sino como un concepto erróneo, el que después de la muerte de ese ser humano, esta unidad o entidad que lo alentaba, se divida y se reparta entre otros nuevos humanos al mismo tiempo.

Tengamos presente que los seres humanos en realidad no somos seres animales que vivimos una experiencia espiritual, sino que somos Espíritus libres e indivisibles que vivimos una experiencia humana en la materia y si así no fuese, los Espíritus de la Codificación se lo hubiesen advertido a Kardec o el mismo Jesús de Nazaret lo hubiese dicho a sus discípulos.
- Jose Luis Martín -

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La Centella Divina que está en nosotros es lo real, y nuestro cuerpo apenas un reflejo”.
                                 -C.Torres Pastorino-(Minutos de Sabiduría)-

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                 LA DESENCARNACIÓN

El hombre consciente de las realidades de la vida considera la desencarnación como irrecusable invitación a la anticipada preparación del viaje que, inevitablemente, realizara.
 Cuidadosas estadísticas esclarecen que, en cada minuto, en la tierra, desencarnan 75 personas, en un  total aproximado de 40 millones anualmente...
 La barrera que oculta el Mundo Espiritual es muy frágil y se  rompe inconscientemente, sonando para cada conciencia el instante propicio del despertar más allá del cuerpo.
 Muchos, avisados sobre el Más Allá, desperdician excelentes ocasiones de crecimiento íntimo, abrigando la duda y la inseguridad en que se complacen, dementes e inquietos...
 ...Y despiertan más tarde, ligados a los hilos del pavor, en indescriptible  estado de perturbación.
 Muchos moribundos  que disponen de voz, antes del gran coma, preparan despedidas y profieren adioses, presentando las “últimas voluntades” con las cuales se vinculan, después de la partida, a los que tornaron cómplices al atenderlos, alargando la enfermedad en los tejidos sutiles del periespíritu y generando delicados procesos de obsesión pertinaz en los que quedaron.
 Algunos que no pudieron expresar sus pensamientos atormentados del lecho de agonías, se remuerden en los arrepentimientos y tartamudean mentalmente, sin embargo...
Otros, ante el mensaje aviso desencarnatorio se preparan apresuradamente, para despejar la mente sombreada de remordimientos, exponiendo los errores en que incidieron y ruegan perdón... mientras tanto, si recuperan la salud por impositivo de la continuidad de las luchas en la forma física, retornan a los viejos sitios donde se complacían, recomenzando, ávidos, el comercio con la locura a que se entregaron...
 Jesús, el Operario Incansable, llegando la hora del encuentro con Dios, no pronuncio en la Cruz, quejas o recriminaciones, lamentos o petitorios y estando tranquilo por la tarea bien cumplida “ entrego el Espíritu a las manos del Padre “, serenamente, inaugurando, luego, con su Resurrección  Gloriosa tras el Túmulo, la Era nueva del espíritu inmortal.
Él nos quiso decir, que vivamos correcta conducta ante la desencarnación, porque también nosotros, resucitaremos después de la muerte.
 El destino de casi todos en la Tierra es seguir arduo camino con los pies desgarrados por las piedras y las Azexas. Un Espíritu vestido de negro guía nuestros pasos, es el dolor, dolor santo, que debemos bendecir, pues solo él sacudiendo nuestro ser, le libera de las bajas inclinaciones y le hace apto para sentir lo que es verdaderamente noble y hermoso.
 Estas enseñanzas hacen perder a la muerte todo carácter espantoso; la deja reducida a una transformación necesaria, a una renovación. En realidad nada muere. La muerte no es más que aparente. Solo la forma exterior cambia; el principio de la vida – el alma – continúa en su unidad permanente, indestructible.
 Más Allá de la tumba, el alma, se recobra, ella  y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones: luces, aspiraciones, virtudes, potencias, con las que se enriqueció durante sus existencias terrenas. He aquí los bienes imperecederos de que nos habla el Evangelio cuando nos dice: “Ni los gusanos ni el moho los corroen y los ladrones no pueden arrebatárnoslo”. Estas son las únicas riquezas que nos es posible llevar con nosotros y utilizar en la vida del porvenir.
 El Cristianismo es la Religión de la Inmortalidad. Sin esta  no se comprende la Misión de Jesús, no se puede absolutamente comprender su pensamiento Intimo.La pérdida irreparable del Maestro consternaba el corazón de sus discípulos, cuando las potestades superiores rasgan el velo de la muerte y se aparece a Magdalena a descubrirle los misterios de la Vida del Más Allá en su pujanza.
  Seguido a esta aparición, se manifiesta, también el recién muerto, que, demostrando así el proseguimiento de su existencia, recomienda, a su mediadora, dar cuenta a sus discípulos, de aquella manifestación, para que también así ellos se aseguraran, porque, como ya les había dicho, el discípulo debe ser como el Maestro. La Resurrección es la vida, y la Vida se manifiesta en el hombre y al hombre.
 Jesús es la Vida porque se manifiesta vivo a los hombres para que los hombres comprendieran que el túmulo no es el fin: Jesús es la resurrección.
El espíritu vive, insistimos, la muerte no es más que una transformación para un estado mejor. No hay muerte, nadie se equivoque. Solo hay vida, donde quiera que se detenga el pensamiento.
 De la descomposición pestilencial de la materia surgen multiplicadas formas complejas de vida. Muere el gusano en histólisis de desagregación para surgir la mariposa en histogénesis admirable...
Muere el semen para formar el cuerpo... muere el cuerpo para que se libere el espíritu, que del se utiliza como de un vehículo en peregrinación purificadora.
La muerte constituye, un dolor muy grande, cuando arrebata al ser querido, retirándolo de la convivencia y de la ternura de los que lo aman...
La ausencia del cuerpo no impide, la presencia del ser, desagregado en la forma, más, sin embargo, no destruido en la esencia.
Desencarnar es desembarazarse de la carne. Morir literalmente, significa cesar de vivir. Es un cambio de estado, la destrucción de una forma frágil que ya no proporciona a la vida las condiciones necesarias para su funcionamiento y su evolución.
 El rompimiento del lazo fluídico que lo unía al cuerpo es la causa de la extinción de la vida orgánica. Esa separación nunca es brusca. El fluido periespiritual poco a poco se desprende de todos los órganos, la separación solo es completa y absoluta cuando no reste ningún átomo del periespíritu unido a una sola molécula del cuerpo.
 Cuando comprendemos la vida futura, el temor de la muerte disminuye, aguardamos el fin con calma, resignados y serenamente. La certeza de la vida futura da otro curso a las ideas, otro hito al trabajo.
 La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de reanudar las relaciones que tuviésemos en la tierra, de no perder un solo fruto de nuestro trabajo, de engrandecernos incesantemente en inteligencia, perfección, nos da paciencia para esperar y coraje para soportar las fatigas transitorias de la vida terrestre.
 Él haber penetrado con el pensamiento en el mundo espiritual y haber hecho de la una idea lo más exacta posible, nos hace liberarnos del temor a la muerte.
 Somos viajeros de la Eternidad realizando nuestro propio progreso de etapa en etapa, las experiencias vividas en cada jornada carnal establecen los mecanismos de la evolución, con referencia a la próxima, facilitándonos un interminable desarrollo.
 Desde que fuimos creados, sufrimos las incesantes transformaciones que nos hacen surgir, rompiendo las mazmorras en que nos encarcelamos y crecemos buscando el destino eterno, que aun no nos es dado vislumbrar, por falta de recursos y aptitudes que nos capaciten al entendimiento, profundo.
 Morimos o desencarnamos conforme hemos vivido. Nuestros pensamientos y actos son los tejedores responsables por el desenlace final del Espíritu del cuerpo.
 El desprendimiento se verifica gradualmente y con una lentitud variable, según los individuos y las circunstancias de la muerte. Las ligaduras que unen el alma al cuerpo solo se rompen poco a poco, y tanto menos rápidamente cuanto más material y sensual fue la vida.
 En el momento de la muerte, el alma esta en confusión, necesita de algún tiempo para reconocerse. Esta como aturdida, en el estado de un hombre que sale de un profundo sueño y que se esfuerza en darse cuenta de su situación. La lucidez  de las ideas y la memoria de lo pasado le vuelven a medida que se borra la influencia de la materia de que acaba de desprenderse y que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
 El tiempo de la turbación que sigue a la muerte es muy variable; puede ser de algunas horas solamente, así como de muchos años. Es menos largo en aquellos, que cuando Vivian, se identificaron, con su estado futuro, porque comprendieron inmediatamente su situación, y más largo cuanto más apegados a la materia vivieron.
 La sensación que experimentan en el momento de la muerte es variable también. La turbación que sigue a la muerte nada tiene de penoso para el hombre de bien; es como la que acompaña a un despertar apacible. Para aquel cuya conciencia no es pura y que tuvo más afecto a la vida material, que a la espiritual es desasosegada y llena de angustias que aumentan a medida que se va reconociendo, porque entonces se apodera del, el miedo y una especie de terror en presencia de lo que ve y sobre todo de lo que presiente.
 En su nueva situación, el alma ve y oye lo que veía y oía antes de la muerte, pero ve y oye además cosas que se sustraían a la tosquedad de los órganos corporales; tiene sensaciones y percepciones que nos son desconocidas.
 Se dice muchas veces, que la vida futura no se sabe lo que en ella pasa, porque nadie ha vuelto para relatarlo. Esto es un error, porque precisamente los que están allí son los que vienen a darnos  sus instrucciones, y Dios le permite más que en otra época alguna, como advertencia ultima dada a la incredulidad y al materialismo.
 Conversemos sobre la desencarnación con nuestra familia, sin sentimientos ridículos y sin indiferencia. Todos somos conscientes  de que cada día nos estamos aproximando al ^más Allá.
 La desencarnación de los seres queridos, tanto hoy como mañana, nos encontrara frente a frente. Es considerable el dolor, el desencanto o incluso la sorpresa que se deberán abatir sobre los corazones.
 Nadie dudara del dolor  que muestran los que conducen al sepulcro el despojos de los que rompieron los grilletes de la carne, dirigiéndose al país de la Verdad, despidiéndose de los vínculos de la materia.
 Después de la muerte, los seres amados reciben, donde se encuentren vivos, los dardos de la rebelión negativa para ellos como también los recuerdos afables del amor.

El pensamiento es fuerza vital gravitando en el Universo. Es un imán poderoso, manteniendo su propia fuerza y atrae las ondas semejantes que en él se fijan o a las cuales se liga.

Por eso, debemos recordar a nuestros muertos con alegría y ternura, aunque nos parezca paranoico. La muerte no visita solo nuestro hogar. Pasa por todas las puertas, invariablemente.
 Si amamos conforme decimos, debemos atestiguarlo con nobleza y no por medio de la insensatez. Una memoria que inspira desesperación, realmente no fue útil ni noble. Solamente el amor verdadero inspira ánimo y confianza, alegría y esperanza.
 Si nos colocamos en el lugar de quien partió y consideramos la forma como nos sentiríamos si fuéramos la causa del infortunio de la  persona que diciendo amarnos, piensa en huir, en vengarse, en abandonar la vida...
 Reflexionaríamos mejor y transformaríamos el dolor en flores de alegría, conservando la certeza de que el mañana traerá nuestro reencuentro con aquel que amamos.
 En la familia Cristiana, que aprendió las lecciones de la resurrección y de la vida de ultratumba, las ideas de la miente no deberán promover ninguna ruina, en la vivencia común, por la comprensión de que la vida persiste exuberante más allá de los lazos carnales.
 El entendimiento de la muerte, que aprendemos a llamar – con el pensamiento espirita – la desencarnación, no hace más que dislocarnos de un sector para otro, o sea, de los tejidos de la densificada materia hacia la tejedura del Espíritu.
 En la vida familiar, aprendemos a tener respeto para los que se van, sin que el dolor se incline hacia el ridículo excesivo, de los disparates emocionales. Evitaremos, pasadas las horas de tensión emocional y de amargura comprensible, que el sufrir se vuelva elástico, por medio de las evocaciones torturantes e inconsolables.
 Cuando recordemos a los seres que partieron al más allá, busquemos los momentos de cariño, de trabajo, de alegrías, de amor, que con ellos hayamos convivido.
 Cada vida es un libro abierto, rico de experiencias y lecciones de las cuales se pueden retirar provechosas enseñanzas para la realización interior. Aun en las existencias humanas más oscuras fluye un manantial de alto valor, si sabemos evaluar las realizaciones y sufrimientos, las luchas y renuncias, los esfuerzos y los silencios vividos para la adquisición de la felicidad, según el parecer de la criatura.
 En un vetusto y noble hospital, había un paciente que llegaba a su fin, en el plano físico. En el pabellón de los indigentes, en un apartamento bien decorado, se debatía en las garras de la tuberculosis pulmonar, un señor de aproximadamente sesenta años.
 Había un buen ambiente, en la habitación, con una amplia ventana abierta en la dirección del bosque, en la montaña, por donde entraba la claridad del día, todo contrastaba terriblemente con la spicoesfera allí reinante, irrespirable, en la cual se movían Espíritus vicioso, ostentando mascaras de agresividad, con actitudes visiblemente hostiles. Confabulaban irónicos, y se referían al moribundo con animosidad no disimulada.
 El señor era propietario de inmenso latifundio próximo. Heredero de una inmensa fortuna y grandes propiedades de tierra, ha vivido inconforme, ingiriendo vibraciones de baja calidad, a las que se hace merecedor, en razón de su temperamento irascible y rudo.
 Internado casi cinco años, sin que la enfermedad pudiera ser vencida, pese a los cuidados de todos los que le asisten con el desvelo que su dinero puede comprar. Tirano domestico, torno en un continuo tormento la vida de la esposa y de los dos hijos, hoy adultos; hace ya bastante  tiempo. El enfermo, veía la indiferencia de los suyos, reaccionando con cólera y mortificándose por no poder descargar, con su réplica, la maldad del inconformismo sobre aquellos que padecieron su imposición familiar. Se rebelaba ante la proximidad de su muerte, por el hecho, de dejar el inmenso patrimonio que preservara y aumentara con ambición y avaricia.
 No obstante, sus dolores no se terminaran, cuando cesen los movimientos físicos, las presencias espirituales que lo rodeaban, son de pésima procedencia y tenían motivos para hacerlo.
 Unos son adversarios personales de vivencias anteriores, otros fueron adquiridos en la actual encarnación, y otros, todavía proceden de simpatizantes y amigos de aquellos a quien él perjudicó más recientemente, que desean el exterminio del personaje odiado.
 Sembrador de males, recoge ahora los primeros frutos amargos de su plantación. A pesar de las plegarias de las religiosas que le cercan de desinteresado cariño, conociéndole las flaquezas y defectos morales, no lucia la paz ni se encontraba esperanza... la alucinación se apodero del, le hizo apartarse de Dios, de cualquier sentimiento religioso.
 El enfermo en agonía, debatiéndose en la campana de oxigeno, la mirada enloquecida, la disnea violenta. Dejaba ver un hilo de sangre viva que le escurría por la comisura de los labios. La tos impertinente, cansina, le obligaba a expeler chorretones sanguíneos que le hacían revolcarse en punzante aflicción. Una religiosa oraba, mientras que una experimentada enfermera le asistía aguardando el momento final, ya próximo.
 En razón de sus actitudes, nuestro enfermo pasó a sufrir el cerco de las entidades perversas que interferían en su comportamiento mental con las naturales reacciones psicológicas y humanas.
 Las personas pasaron a lanzarle, flechazos mentales, deseándole la ruina, la infelicidad, la muerte. A medida que los minutos pasaban, el agonizante, daba muestras de mayor sufrimiento, padeciendo estertores y emitiendo pensamientos de ira mal contenida contra todos y todo.
 El sudor abundante y el colapso periférico, con el entorpecimiento y el amoratar de las extremidades del cuerpo, denotaban que no podía más luchar, en cuanto que el Espíritu permanecía lucido, en la desbaratada fabrica mental, amarrándose a los despojos que se negaban al comando.
Uno de los más terribles obsesores que le afligía, le intentaba desgarrar del cuerpo. El desencarnante percibió que su hora había llegado y, aterrado bajo la asfixia, se debatía, intentando gritar, sin embargo, la tos ronca le venció con brutal hemoptisis, impidiéndole la respiración, victimándole definitivamente.
 Comenzaba para el enfermo, doloroso y prolongado periodo de reparación, en el cual el dolor desempeñará el papel que él no permitió fuese realizado por el amor. El tiempo, ese benefactor ignorado y paciente, se encargara de ajustar y poner en sus debidos lugares todo cuanto se encuentra en desconcierto y desequilibrio.
 Conforme vivimos, así desencarnamos experimentando las presencias espirituales con los cuales nos afinamos y atraemos, de la misma forma que los sentimientos cultivados se transforman en amarras constrictoras o en alas de liberación.
 La desencarnación es momento grave para todos los Espíritus que no practican el bien, felices aquellos que se dan cuenta de los deberes a ejecutar y se fatiguen en los esfuerzos por la edificación de la responsabilidad activa sin mecanismos exculpatorios o justificaciones livianas, destituidos de cualquier legitimidad...
 Es razonable que comprendamos la sustancia de los actos que practicamos diariamente. Aunque estemos obedeciendo a ciertos reglamentos del mundo, que nos compelen a determinadas actitudes, es imprescindible examinemos la cualidad de contribución personal en el mecanismo de las circunstancias, porque es de ley de Dios que toda sembradura se desenvuelva.
 El bien siembra la vida, el mal siembra la muerte. El primero es movimiento evolutivo en la escala ascendente hacia la Divinidad, el segundo es el estancamiento.
Solamente el bien puede conferir el galardón de la libertad suprema, representando la llave única susceptible de abrir las puertas sagradas del infinito al alma ansiosa.
 Tengamos, pues, suficiente cuidado en nosotros, cada día, porque el bien o el mal, habiendo sido sembrado crecerá junto a nosotros, de conformidad con las leyes que rigen la vida.
 Si la hora que vivimos en la tierra nos parece de sombra e inquietud, como aquellas que preceden a la muerte, debemos acordarnos de la ansiedad de las “mujeres piadosas de Jerusalén” en el camino del túmulo y no retrocedamos. La noche procede a la aurora y el día es más claro cuando la sombra es más densa.
 Cercado de problemas y vestido de enfermedades, confiemos aun. El problema es divisa a conquistar en el cofre de la oportunidad, como la enfermedad es el impuesto que la vida tributa al hombre.
 Dominados por la tensión o caídos en el desencanto hemos de reanimarnos y confiar, a pesar de ello. La tensión que nos conduce deberíamos conducirla nosotros y el desencanto que nos vence es nimbo que el viento de la confianza derrama y expulsa, dejando nuevamente claro el cielo de nuestra alma.
 Si la incomprensión y la impiedad forjan trampas peligrosas en las cuales has sido prendido, ora, espera y confía, así mismo. Quien viese al Maestro en la Cruz no diría que Él es el Gobernador Sublime de la Tierra. Mientras tanto en aquel lugar Su causa parecía inútil...
 ... y si por fin, la muerte, que vendrá un día, se acerca a nuestro domicilio carnal, rompiendo las paredes celulares que nos visten y el miedo, intenta adueñarse de los paneles de nuestra mente, no temamos, confiemos siempre. Luego, después, resplandecerá invencible la madrugada de luz y resurgiremos de las cenizas, siguiendo al Resurgido, por el camino hermoso y profundo de la Excelsa Galilea Espiritual... Anotemos las dificultades y engaños de hoy, hagamos una lista y comencemos, aún ahora, una cerrada campaña contra ellos, venciéndoles lenta y seguramente.
 No nos autosugestionemos de que no mejoraremos, antes de intentarlo o aún después de comenzar repitiendo la experiencia provechosa hasta el cansancio o más allá del agotamiento.
 A veces, la tentativa que no se hizo, sería exactamente la de la victoria...
Comencemos ahora, hagamos ánimo y prosigamos valerosos.
 Ignoramos cuando sonara el momento de la desencarnación, y cuando llegue no seamos uno de esos incansables muertos.
 La existencia en la Tierra es un libro que estamos escribiendo y cada día añadimos en él una página.
 Cada hora es una afirmación de nuestra personalidad, a través de las personas y de las actuaciones que nos buscan. No menospreciemos la oportunidad de crear epopeya de amor alrededor de nuestro nombre.
 Las buenas obras son frases de luz que dirigimos a la Humanidad entera.
 En cada respuesta a los demás, en cada gesto hacia los semejantes, en cada manifestación de nuestros puntos de vista y en cada demostración de nuestra alma, grabamos, con tinta perenne, la historia de nuestro pasaje.
 En las impresiones que producimos, se yergue el libro de nuestro testimonios.
 La muerte es la gran coleccionadora que recogerá las hojas esparcidas de nuestra biografía, grabada por nosotros mismos, en las vidas que nos rodean.
 No despreciemos la compañía de la indulgencia, a través de la senda que el Señor nos dio a trillar.
 Hagamos un área de amor alrededor del propio corazón, porque solo el amor es suficientemente fuerte y sabio para orientarnos en la escritura individual, convirtiéndonos en compendios de auxilio y esperanza para cuantos nos siguen los pasos.
 Vivamos con Jesús, en la intimidad del corazón, no nos alejemos de Él en las acciones de cada día y el libro de nuestra vida se convertirá en un poema de felicidad y en un tesoro de bendiciones.
 Trabajo de Merche  extraído de diversos libros espiritas.

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Mercy Ingaro


Cinco Lecciones Espirituales 
que podemos aprender de 
nuestras Mascotas

1. LAS CARICIAS Y LOS ABRAZOS SON BUENOS PARA NUESTRA SALUD
Podemos apreciar que el contacto físico es natural en nosotros al acariciar a nuestras mascotas. Nos agrada el dar como recibir caricias demostrando nuestro afecto. Incluso científicamente, se ha demostrado que un abrazo o cualquier demostración afectiva es sumamente beneficiosa para nuestra salud. Cada vez que brindamos una caricia, esto hace que aumenten los niveles de oxitocina y
serotonina. Hormonas muy eficaces en la curación de enfermedades, haciendo que bajen los niveles del estrés, la presión arterial; reduciendo la ansiedad, y puede incluso mejorar nuestra memoria.
Ese toque tierno hace que nos olvidemos de las ideas o pensamientos negativos, elevando nuestro estado de ánimo, creando una instantánea felicidad mental. Por lo tanto el acariciar a nuestras mascotas tiene muchos más beneficios para nuestras salud que para ellas mismas.
Las personas que no tienen mascotas deben de tratar de abrazar a otras personas, como sus hijos, pareja o amigos lo mas posible.

2. SOLO DEBE EXISTIR EL PRESENTE.
¿Cómo asimila el paso del tiempo nuestra mascota? Simplemente y absolutamente no lo hacen. Nuestras mascotas son fieles, por lo tanto suelen vivir en paz, no se preocupan por el futuro, ni
tampoco piensan en el pasado. Nuestras mascotas viven en el presente. Ellos observan lo que está ocurriendo a su alrededor y tienen dos opciones, o bien se entusiasman y tratan de participar, o deciden que lo que ocurre no tiene que ver con ellos y se retiran a descansar. Nosotros también podríamos hacer lo mismo. No tenemos que inmiscuirnos en todo lo que suceda en nuestro rededor. Si algo nos entusiasma, debemos de participar. Si no, debemos de relajamos e irnos a descansar, sin preocuparnos por lo que los demás hacen.
3. NO HAY NADA DE MALO EN TRATAR DE VIVIR NUESTRA VIDA CON SENCILLEZ.
Si somos capaces de disfrutar de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece, seriamos mucho mas felices. No se trata de lo que poseemos o lo que sabemos. Para aquellos de nosotros que tenemos perro como mascotas, sabemos que cuando nuestro perro se encuentra cansado el simplemente se acuesta a dormir, si lo sacamos a caminar él es realmente feliz. Por lo tanto si nosotros gozamos de buena salud, tenemos de comer, o salimos a dar un paseo debemos de aprender a disfrutar del momento. Disfrutando de las cosas simples y básicas nos ayuda a acercarnos a la esencia de la felicidad verdadera. 

Para mí la mayor alegría en la vida es poder disfrutar de una puesta de sol, ver caer la lluvia lentamente sobre la acera, compartir mi tiempo con mi familia y mis amistades queridas. Cuando conscientemente vivo esas cosas simples me siento llena de paz y felicidad interna.

4. NINGUNO DE NOSOTROS SOMOS PERFECTOS
Yo adoro a mi perro Rudy, para mi el es como parte de mi familia, pero aunque me cueste decirlo Rudy tiene sus imperfecciones también. El instruye que es mi inspiración para escribir esto, ya que, ahora mas que nunca, cada vez que me ve, se levanta y empieza a mover su colita. Me he dado cuenta de que mi "mentor espiritual" tiene sus imperfecciones al igual que el resto de nosotros: como cuando se apodera de mi almohada, exhibe malos modales, habla fuera de turno ... ¡y hasta babea cuando le gusta algo! Prestándole atención a Rudy, me enseño que nadie es perfecto, y el no es la excepción. Por lo tanto trato de no concentrarme en la negatividad ajena, tratando en vez de prestar atención de las buenas cualidades. (Aunque fallo en esto demasiado todavía)
5. JUGAR, JUGAR Y MAS JUGAR
Nuestras mascotas pasan varias horas al día jugando sin tener en cuenta del tiempo. Las demás horas
se la pasan descansando o meneando la cola a menudo sin aparente razón, solo porque se sienten felices.
Nosotros por lo regular cuando tenemos un problema, tomamos las cosas demasiado en serio, haciendo que perdamos nuestra paz y alegría interna. Si empezáramos a tomar nuestra vida y los problemas que podamos tener menos en serio, probablemente pasaríamos mas tiempo sonriendo.

He llegado a la conclusión que nuestras mascotas viven menos tiempo que nosotros, porque ellas nacieron sabiendo amar incondicionalmente, mientras que nosotros nos pasamos varias encarnaciones tratando de aprender como simplemente amar.
Una importante lección espiritual que podemos aprender de nuestras mascotas es tratar de pasar mas tiempo disfrutando y riéndonos más de la vida que escogimos vivir.
Juguemos el juego de juego
s!

Mercy Ingaro
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                                             NOS ENSEÑAN A AMAR A TODOS LOS SERES

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