domingo, 29 de diciembre de 2013

RESPUESTAS MEDIANÍMICAS AL SUICIDIO

VERSOS EN RESPUESTA •  Francisco Cándido Xavier

Hemos recibido un mensaje en nuestra reunión pública, obtenida por nuestro amigo Cornelio Pires, hoy obrero de luz y de bondad en el mundo espiritual.
Hace días recibí una carta de un compañero que fue amigo personal de él en la Tierra, solicitando su opinión a respecto del suicido. Durante la reunión recordamos  el asunto, con vista a las tareas de la noche.
Hecha la oración inicial, El Libro de los Espíritus nos ofreció la cuestión 943. Al término de la reunión, nuestro amigo espiritual mencionado escribió las baladas  que titulo suicidio.
Nota – La cuestión 943 de El Libro de los espíritus es  lo siguiente:
Pregunta: ¿De dónde viene el disgusto por la vida que, sin posibles motivos se apodera de algunos individuos?
Respuesta: Efecto de la ociosidad, de la falta de fe y generalmente del fastidio. Para aquellos que ejercen sus facultades con un fin útil y según sus actitudes naturales, el trabajo nada tiene de árido y la vida pasa más rápidamente. Soportan sus vicisitudes con tanto más paciencia y resignación, cuanto más actúan teniendo en vista la felicidad más solida y durable que los espera.

SUICIDIO · Cornelio Pires

No piense en el suicidio
Ni aun mismo de broma…
Un acto de esos resulta
En el dolor de una vida entera.

Por pasión, hay quien se ahogó
 en un pozo de Guarerema.
Renació en prueba
Empantanado en enfisema    
  Se mató con cierto tiro  

 A la  niña Dilermanda             
Volvió con un cuerpo enfermo,
No habla, no ve, ni anda.

Puso fuego en los propios vestidos
Abusar del alcohol es suicidio
Doña Cesaría de Estevia…
Está de nuevo en la Tierra…
En un cuerpo que es llaga viva…

Se suicidó la hormiga
Maricota de la Trinidad…
Volvió… Más murió  de cáncer

A los cuatro meses de edad.


Luchó por Columbano
Para mostrar rebeldía…
muerte lenta es suicidio
De vuelta, trajo la dolencia
Llamada paraplejia.

  Se quemó con gasolina

Doña Lilia Dagele.
En otro cuerpo sufre sarna
Recordando el fuego en la piel.

 Tolera con paciencia
Cualquier problema o pesar.
No adelanta  el morir 
Lo que adelante es mejorar.






EL AUTOCASTIGO· J. Herculano Pires  (Hermano Saulo)

Dios no castiga al suicida, pues es el propio suicida quien se castiga. La noción de castigo divino es profundamente modificada por la enseñanza espirita. Considerándose  que el Universo es una estructura de leyes, una dinámica de acciones y reacciones en cadena, no podemos pensar en puniciones de tipo mitológico después de la muerte. Sumergido en esa red de causas y efectos, más dotado de libre albedrio que la razón le confiere, el hombre es semejante  al nadador que enfrenta el fatalismo en las corrientes de agua, disponiendo de medios para dominarlas.
Nadie es llevado en la corriente de la vida por la fuerza exclusiva de las circunstancias. La conciencia humana es soberana y dispone de la razón y de la voluntad para controlarse y dirigirse. Más allá de eso, el hombre está siempre  amparado por las fuerzas espirituales que gobiernan el flujo de las cosas. de ahí la recomendación de Jesús “Orad y vigilad” la Oración  es el pensamiento elevado a los planos superiores – la ligación del escafandrista de la carne con sus compañeros de la superficie – y la vigilancia es el control de las circunstancias que el debe ejercer sumergido material de la existencia.
El suicida  es el nadador asustado que se tira contra la roca o se abandona al  aborigen  de las aguas, renunciando a su deber de vencerlas por la fuerza de sus brazos y el poder de su coraje, bajo la protección espiritual que todos disponemos. La vida es un ejercicio para el desenvolvimiento de los  poderes del espíritu. Quien abandona el ejercicio por voluntad propia está renunciando  a su desenvolvimiento y sufre las consecuencias naturales de esa opción negativa. Nueva oportunidad le será concedida, más  ya con el peso de su fracaso anterior.
Cornelio Pires, el poeta paleto de Tiete, responde a la pregunta del amigo a través de ejemplos concretos que hablan más  que los argumentos. Cada uno de nuestras acciones provoca una reacción de la vida. el arte de vivir consiste en el control de nuestras acciones (mentales, emocionales o físicas) de manera  que nosotros mismos nos castigamos o nos premiamos. Más aun mismo en el auto castigo, no somos abandonados por Dios, que vela por nosotros en nuestra conciencia.

Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del jornal Diario de S. Paulo, en la década de 1970.
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ANALIZANDO LA HUMANIDAD

El  tiempo, como patrimonio divino del espíritu, renueva las inquietudes y angustias de cada siglo, en el sentido de aclarar el camino de las experiencias humanas. Pasan las razas y las generaciones, las lenguas y los pueblos, los países y las fronteras, las ciencias y las religiones. Un soplo divino hace moverse todas las cosas en ese torbellino maravilloso.
Las razas se sustituyen por las almas y las generaciones constituyen fases de su aprendizaje y provecho. Las lenguas son formas de expresión, dirigiéndose hacia la expresión única de la fraternidad y el amor, y los pueblos son los miembros dispersos de una gran familia trabajando para el establecimiento definitivo de su comunidad universal.
Las guerras han ensangrentado el camino de los pueblos en sus peregrinaciones incesantes hacia el conocimiento superior. Han caído los tronos de los reyes y se han con-vertido en polvo coronas
milenarias. Los príncipes del mundo han vuelto al teatro de su vanidad orgullosa, con la vestidura humilde de los esclavos y, en vano, los dicta-dores han instigado y todavía lo hacen, a los pueblos de la Tierra, para la matanza y la destrucción.
El determinismo del amor y del bien es la ley de todo el universo y el alma humana emerge de todas las catástrofes en busca de una vida mejor. Sólo Jesús no pasó, en el camino doloroso de las razas, señalando la desaparición de todas las fronteras para el abrazo amoroso universal. Él es la Luz del Principio y en Sus manos misericordiosas reposan los destinos del mundo. Su corazón magnánimo es la fuente de vida para toda la humanidad terrestre. Su mensaje de amor, en el Evangelio, es la eterna palabra de resurrección y justicia, de fraternidad y misericordia. Todas las cosas humanas pasarán y cambiarán. Sin embargo, Él, es la Luz de todas las vidas terrestres, inaccesible al tiempo y a la destrucción.
Sí, el mundo era un inmenso rebaño desgarrado. Cada pueblo hacía de la religión una nueva fuente de vanidad, resaltando que muchos cultos religiosos de Oriente derivaban hacia el terreno disoluto de la inmoralidad, pero Cristo venía a traer al mundo los fundamentos eternos de la verdad y el amor. Su palabra, mansa y generosa, reunía a todos los infortunados y a todos los pecadores. Escogió los ambientes más pobres y humildes para vivir la intensidad de sus enseñanzas sublimes, mostrando a los hombres que la verdad no necesitaba el escenario suntuoso de los areópagos, los foros o los templos para hacerse oír en su misteriosa belleza.
Sus sermones, en la plaza pública, se dirigían a los seres más desprotegidos y abandonados, como para demostrar que Su palabra venía a reunir a todas las criaturas en la misma vibración de fraternidad y en
el mismo camino luminoso del amor. Combatió pacíficamente todas las violencias oficiales del judaísmo, renovando la ley anti-gua con la doctrina del esclarecimiento, la tolerancia y el perdón.
De sus enseñanzas inolvidables se desprenden consecuencias para todas las áreas de la existencia planetaria, en el sentido de renovar los elementos sociales y políticos de la humanidad, mediante la transformación moral de los hombres dentro de una nueva era de justicia económica y concordia universal.
Puede parecer que las conquistas del verdadero Cristianismo todavía sean remotas, observando las doctrinas imperialistas de la actualidad, pero hay que reconocer que han transcurrido dos mil años desde la palabra divina.
Dos mil años en que los hombres se han destrozado en Su nombre, inventando banderas de separación y destrucción. Han incendiado y se han aniquilado en el nombre de Sus enseñanzas de perdón y amor, masacrando esperanzas en todos los corazones. De todas formas, el siglo presente debe señalar una transformación visceral en la vida humana. El dolor completará las obras generosas de la verdad cristiana, porque los hombres han rechazado el amor en su marcha hacia el progreso.
Esperemos la providencia de Aquel que guarda en Sus manos augustas y misericordiosas la dirección del mundo. “Bienaventurados los pacíficos, los que sufren, los humildes”.
El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo del mundo en este siglo de declive de su historia. Sólo él puede, en su aspecto de Cristianismo resucitado, salvar a las religiones que se apagan entre los choques de la fuerza y la ambición, del egoísmo y del dominio, señalando al hombre su verdadero camino.
El siglo que pasa efectuará la división de las ovejas del inmenso rebaño. Una tempestad de amargura barrerá toda la Tierra. Los hijos de la Jerusalén de todos los siglos deben llorar, contemplando esas lluvias de lágrimas y sangre que saldrán de las nubes pesadas de sus conciencias oscuras.
después de la tiniebla surgirá una nueva aurora. Luces consoladoras envolverán todo el orbe regenerado en el bautismo del sufrimiento. El hombre espiritual estará unido al hombre físico para su marcha gloriosa en lo ilimitado, y el Espiritismo habrá retirado de sus escombros materiales el alma divina de las religiones, que los hombres han pervertido, uniéndolas en el abrazo acogedor del Cristianismo restaurado. Trabajemos por Jesús, aunque nuestro lugar de trabajo esté situado en el desierto de las conciencias. Todos estamos llamados a la gran labor y nuestro deber más sublime es responder a la llamada del Escogido.
Recordemos la misericordia del Padre y oremos. La noche no tardará en venir, y en la profundidad de sus sombras compactas, no nos olvidemos de Jesús, cuya misericordia infinita, como siempre, será la claridad inmortal de la alborada futura, hecha de paz, fraternidad y redención.

-Merchita, basado en  el libro.”A Camino de la Luz” de Chico Xavier. 


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