lunes, 17 de octubre de 2011

El valor de la fe


Jesús nos señala en el capítulo X, vers. 32 y 33 de S.Mateo, el valor de la fe.

Quien le confiese y reconozca en su doctrina y enseñanza será reconocido y presentado por Él ante el Padre Celestial. Esto viene a significar que en el Más Allá recogeremos los frutos de nuestra valentía o cobardía a la hora de reconocer y defender nuestras creencias y nuestra fe en las enseñanzas de Jesús y en la doctrina espírita que profesamos como una prolongación y ampliación de esas enseñanzas.

Podemos relacionar esta invitación de Jesús para que seamos valientes en nuestra fé, con la parábola en la que decía que no escondiéramos la luz debajo del celemín. En ese caso la luz del conocimiento que se oculta o la fe que se niega, es un acto de cobardía, comodísmo o egoísmo, al no permitir con nuestra actitud que otros se beneficien de esta luz. Cuando la Fe se oculta y no se expone con valentía, sencillez y claridad cuando llega la ocasión, debido a miedos o temores a la incomprensión o al ridículo, estamos y seguimos ocultando esa Luz debajo del celemín de nuestra cobardía o inseguridad.

Debemos ser prudentes, no obstante, y no precipitarnos dejándonos llevar por un exceso de entusiasmo a la hora de hablar o de afirmar, pero tras un análisis rápido de las situaciones que se nos presenten para sacar a la luz nuestra Fe en el Evangelio de Jesús, así como en el conocimiento espiritual que tenemos a la luz del Espiritismo, deberemos elegir entre la opción cobarde del silencio o incluso la negación, o bien dar un paso al frente con valentía y firmeza, sin complejos ni temores y sabiendo que desde el Plano Espiritual nuestros amigos protectores no nos dejan solos nunca ante esas pruebas y disyuntivas.

En principio, al obrar así podremos dar una imagen de fanatismo religioso; no importa; lo importante es procurar estar abiertos al diálogo fraterno en una actitud de humildad , de serenidad y de paciencia y haciendo caso omiso a las posibles incomprensiones, recelos y hasta burlas en alguna ocasión, exponiendo con la mayor claridad nuestros fundamentos , y confirmando y reafirmando nuestra fe.

Debemos estar seguros y confiar siempre en el apoyo de nuestros mentores espirituales cuando llegan esos momentos de prueba y afirmación, no cayendo en las redes del orgullo o de la soberbia de creernos superiores a nadie, o autosuficientes en la fe, y no nos pase como a Simón Pedro el discípulo del Maestro Jesús, al cual este le vaticinó que le negaría ante los demás. Y así fue hasta tres veces, de modo que la amargura y remordimiento por su falta de valentía, fueron un castigo a su orgullo . Pedro recibió una dolorosa lección de humildad y tiempo tuvo mas tarde de afirmar públicamente a Jesús enseñando su doctrina durante muchos años hasta su muerte cruenta a manos de los soldados de Roma, a semejanza del Maestro. Así se redimió ante Jesús y ante el Padre por su debilidad al negar anteriormente al Maestro y a la enseñanza que este impartió a sus discípulos.

Hay que dar testimonio ante todo y en primer lugar mediante la fuerza del ejemplo; este siempre tiene que ir por delante, y después, si  llegue el caso, con la afirmación verbal de nuestra Fe en las enseñanzas de Jesús y su mensaje de Amor, recogidos en los Evangelios y en las enseñanzas de la Codificación Espírita.

- José Luis -
El proceso de encarnación y desencarnación no constituye un privilegio del hombre, sino que es consecuencia de una ley natural y general, que abarca todo lo que piensa, vive y es.- Gilberto Geley -


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