viernes, 5 de diciembre de 2025

Si crees en Dios

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La gran transición

2.- Pensamientos y enfermedades

3.- Chispazos para meditar

4.-  Si crees en Dios

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     LA GRAN TRANSICIÓN




Se opera en la Tierra, en este largo periodo, la gran transición anunciada por las Escrituras y confirmada por el Espiritismo. El sufrido planeta experimenta convulsiones especiales, tanto en su estructura física como atmosférica, ajustando sus diversas capas tectónicas, concernientes a su constitución moral.
Todo esto porque los espíritus que lo habitan, que transitan en franjas de inferioridad, están siendo sustituidos por otros mas elevados que lo impulsaran por las veredas del progreso moral, dando lugar a una nueva era de paz y felicidad.

Los espíritus reincidentes en la perversidad, en los desmanes, en la sensualidad y vileza, están siendo enviados lentamente para mundos inferiores donde enfrentaran las consecuencias de sus actos innobles, así renovándose y predisponiéndose al retorno planetario, cuando recuperados y decididos al cumplimiento de las leyes de amor. Por otro lado, aquellos que permanecieron en las regiones inferiores están siendo traídos a la reencarnación para que disfruten de la oportunidad de trabajo y aprendizaje, modificando los hábitos infelices a los que se han sometido, pudiendo avanzar bajo la regencia de Dios. Caso se opongan a las exigencias de la evolución, también sufrirán un tipo de expurgo temporal para regiones primarias entre las razas atrasadas, teniendo la oportunidad de ser útiles y de sufrir los efectos dañinos de su rebeldía.

Concomitantemente, espíritus nobles que consiguieron superar los impedimentos que los retenían en la retaguardia, estarán llegando, a fin de promover el bien y ampliar los horizontes de la felicidad humana, trabajando infatigablemente en la reconstrucción de la sociedad, fiel a los designios divinos. De la misma forma, misioneros del amor y de la caridad, procedentes de otras esferas estarán revistiéndose de la indumentaria carnal, para volver mas amena esa fase de lucha iluminativa, proporcionando condiciones dignificantes, que estimulen el avance y la felicidad.

No serán apenas los cataclismos físicos que sacudirán el planeta, como resultado de la ley de destrucción, causante de estos fenómenos, como ocurre con el otoño que derriba el follaje de los ·árboles, a fin de que puedan enfrentar el invierno riguroso, renaciendo exuberantes con la llegada de la primavera, sino también los de naturaleza moral, social y humana que marcaran los días tormentosos, que ya se viven.

Los combates se presentan individuales y colectivos, amenazando destruir la vida con hecatombes inimaginables. La locura, proveniente del materialismo de los individuos, nos arroja a los abismos de la violencia y de la insensatez, ampliando el campo de la desesperación que se esparce en todas las direcciones.

Se destruyen los hogares, se desorganizan las relaciones afectivas, se desestructuran las instituciones, los centros de trabajo se convierten en áreas de competencia desleal, las calles del mundo se transforman en campos de luchas perversas, llevando cuesta abajo los sentimientos de solidaridad y de respeto, de amor y de caridad. La turbulencia vence a la paz, el conflicto domina al amor, la lucha desigual sustituye a la fraternidad. ... Sin embargo, estos acontecimientos son apenas el comienzo de la gran transición. La fatalidad de la existencia humana es la conquista del amor que proporciona plenitud. Hay, en todas partes, un destino inevitable, que expresa el orden universal y la presencia de una Conciencia Cósmica actuante.

La rebeldía que predomina en el comportamiento humano eligió la violencia como instrumento para conseguir el placer que no le llega de manera espontanea, generando lamentables consecuencias, que se colman en desaires continuos. Es inevitable la cosecha de la sementera por aquel que la originó, convirtiéndose rico de granos benditos o de abrojos venenosos. Como las leyes de la vida no pueden ser derogadas, toda objeción que se les hace se convierte en aflicción, impidiendo la conquista del bienestar. De la misma forma, como el progreso es inevitable, si no es conquistado a través del deber, lo será por los impositivos estructurales de los cuales se constituye. Por lo tanto, la mejor manera de compartir conscientemente la gran transición es a través de la conciencia de responsabilidad personal, realizando los cambios íntimos que se vuelvan propios para la armonía del conjunto.

Ninguna conquista exterior será lograda si no procede de los paisajes íntimos, en los cuales están instalados los hábitos. Los de naturaleza perniciosa, deben ser sustituidos por aquellos que son saludables, por lo tanto, propiciatorios de bienestar y de armonía emocional. En la mente está la clave para que sea operado el gran cambio. Cuando se tiene dominio sobre dicho cambio, los pensamientos pueden ser canalizados en sentido edificante, dando lugar a palabras correctas y a actos dignos. El individuo, que se renueva moralmente, contribuye de forma segura para las alteraciones que se vienen operando en el planeta.

No es necesario que el torbellino de los sufrimientos generales lo sensibilice, a fin de que pueda contribuir eficazmente con los espíritus que obran en favor de la gran transición. Disponiendo de las herramientas morales del ennoblecimiento, se vuelve cooperador eficiente, por trabajar junto a su prójimo por el cambio de convicción en torno a los objetivos existenciales, al mismo tiempo que se transforma en un ejemplo de alegría y felicidad para todos. 

El bien fascina a todos aquellos que lo observan y atrae a los que se encuentran distantes de su acción, ocurriendo lo mismo con la alegría y la salud. Son ellos los que proporcionan el mayor contagio de que se tenga noticia y no las manifestaciones aberrantes y desoladoras que parecen arrastrar a las multitudes. Así como escasean los ejemplos de jubilo, se multiplican los de desesperación, luego dejados atrás por los programas de sensibilización emocional para la plenitud.

La gran transición prosigue, y porque se hace necesaria, la única alternativa es examinar la manera como se presenta y cooperar para que las sombras que se densifican en el mundo sean disminuidas por el Sol de la inmortalidad. Ningún recelo debe ser cultivado, porque, aunque ocurra la muerte, este fenómeno natural es vehículo de la vida que se ha manifestado en otra dimensión.

La vida siempre responde conforme las indagaciones morales que le son dirigidas. Los cambios aguardados que se viene operando traen una contribución que no ha sido valorada, que es la erradicación del sufrimiento de los paisajes espirituales de la Tierra. En cuanto prospere el mal en el mundo, el ser humano será la victima preferida, por el egoísmo en que se retuerce, apenas por elección especial. El dolor momentáneo que lo hiere, lo invita, por otro lado, a la observancia de las necesidades imperiosas de seguir el caudal del amor rumbo al océano de la paz. Después de pasar el periodo de aflicción, llegará el de la armonía. Hasta entonces, que todas las inversiones sean de bondad y de ternura, de abnegación y de estricta confianza en Dios.

Joanna de Ângelis.

(Página psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, el día 30 de julio de 2006, en la ciudad de Rio de Janeiro)

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                                                                             PENSAMIENTOS Y ENFERMEDADES


La conciencia del ser humano se expande por todo su organismo por medio de las variadas expresiones de capacidad vibratoria de los elementos que lo constituyen.

De ese modo, operando en la armonía conjunta, cada célula es portadora de la condensación de la conciencia individual, en cuyas tramas delicadas se imprimen las necesidades evolutivas del ser humano.

Trabajadas por los comandos del periespiritu ellas resultan de la condensación de ondas específicas que conducen  los contenidos morales encargados de producir los órganos  y los diversos mecanismos constitutivos del individuo.

Por tanto, la célula es, en si misma, la materialización del molde energético por el modelo organizador biológico.

Cuando ocurre la separación molecular de cada una, por medio del fenómeno de la muerte física, no se  produce la aniquilación o la desintegración de aquel que la constituía, permaneciendo como parte integrante del conjunto ordenador.  Como consecuencia, cada una posee registros especiales que se encargan de sincronizarse en un conjunto armónico total. Ese tipo de registro puede ser considerado como una forma de conciencia embrionaria que conduce  y preserva informaciones sobre los acontecimientos de los cuales participa.

De esa forma, el periespiritu también está constituido por el conjunto  de esas conciencias celulares que forman  la conciencia global encargada de transmitir al espíritu las memorias, las conquistas y realizaciones de cada experiencia reencarnatoria y de todas ellas reunidas, siempre alteradas conforme a las transformaciones naturales de la etapa vivenciada.

Los pensamientos que se originan en el ser espiritual, a medida que se transfieren  hacia las áreas  de la sensación, de la emoción de la acción, imprimen sus contenidos  en las referidas  células de energía que los ejecutan  en la forma física, estableciendo los resultados conforme a la calidad de la onda mental.

Debido al tenor vibratorio de cada emisión pensante, la carga estimula a la conciencia celular que se siente más fortalecida, generando salud o se desarmoniza, produciendo la enfermedad. Aunque se desestructure la célula física, en el proceso de desorganización se libera la  de naturaleza energética, que influenciará a los futuros mecanismos de equilibrio o desajustes del ser humano.

Las enfermedades más graves son aquellas que se originan en el alma, expandiéndose por el organismo físico y transformándose  en procesos degenerativos, infecciosos, produciendo dolores o se exteriorizan  como conflictos que se convierten en trastornos psíquicos, cuya gravedad se encuentra en la razón de la causa productora.

El semillero del odio, de los celos, de la envidia, de la ira y de otros anestésicos del espíritu, produce virus  psíquicos que atacan al organismo propio así como al de aquel que, desprevenido, inspiró la producción de esas ondas desvastadoras que la mente produce y dirige conforme a su estructura moral. Al mismo tiempo, ideoplastia  sustentadas por el pensamiento fijo en ideas perturbadoras  y agresivas, contribuyen para que surjan toxinas que invaden el organismo  desarticulándose  la contextura vibratoria, enfermándolo y trabajando para matar sus defensas y los factores inmunológicos.

La conducta mental expresa el nivel de evolución en que se encuentra cada ser, encargándose de producir bienestar o malestar, salud o enfermedad, alegría o tristeza, resultando siempre de la faja vibratoria en la que permanece.

Esas conductas esdrújulas, en las que muchos se complacen, se transfieren de una existencia hacia otra, debido a la memoria  y conciencia de la célula psíquica, que modelará la equivalente orgánica con la carga de energía que conduce. De esta forma, esa onda influenciará a la criatura desde su formación genética, alterándole su estructura de acuerdo con la calidad del mensaje  de que sea portadora.

Las enfermedades del alma tienen un carácter psíquico y se encuentran en los pliegues de lamente  desvariada, que se vincula  a los estados aberrantes del comportamiento, cuando podría ser dirigida hacia las aspiraciones  del equilibrio, de la razón, de la felicidad.

Los sentimiento viles abren campo  a su instalación, tornándose de difícil  diagnostico y deficiente  tratamiento, improbable de otorgar  resultados favorables a la salud.

Es por eso que, los desvaríos del sexo, los vicios de cualquier naturaleza, la irascibilidad, los estados pesimistas, se transforman en agentes  vivos que se encargan de actuar conforme la dirección que reciben  de la dinamo mental generadora de la cual proceden.

De la misma forma sucedería si fuesen cultivados otros sentimientos  y preservados los valores éticos promotores del ser, que se encargarían de corresponder a la fuente productora con ondas de bienestar, de esperanza, de armonía, de felicidad…

Los cromosomas que se implantan en la estructura física mediante el núcleo de la célula en que se establecen, se mantienen en el Espíritu debido al citoplasma  en el cual e fijan.

Son indestructibles, enviando sus mensajes a través del núcleo genético, al tiempo en que plasman las futuras formas  en todos los seres, en el plano físico o espiritual.

Cuanto más penetra  la investigación científica en la estructura de la forma, mejor verifica que la misma es una aglutinación de partículas cada vez menores hasta perderse en la energía que es el punto de partida hacia la materia.

Como el espíritu es energía pensante, principio inteligente del Universo, asimila las vibraciones más sutiles y las exterioriza mediante ondas mentales que toman cuerpo, tornándose parte integrante del conjunto en el que la vida física se manifiesta.

Al ser así, los vicios generadores de enfermedades del alma – que permanecen como depresión, tormentos íntimos, angustia, inseguridad y otros – cuando se produce la desencarnación del paciente, prosiguen imanados a los campos psíquicos en los cuales fueron generados, exigiendo un periodo correspondiente de cambio mental para ser diluidos y desaparecer.

El acontecimiento de la muerte biológica no facilita  la liberación de los hábitos perversos y enfermizos que fueron cobijados durante largo periodo de la existencia física. De la misma forma  que se fueron implantando lentamente y generando acondicionamientos que se transformaron  en procesos perturbadores, la readaptación al equilibrio y la reconstrucción de las estructuras energéticas afectadas exigen el tiempo correspondiente, durante el cual son recompuestos los campos vibratorios que fueron dañados.

Eso es comprensible, porque las descargas producidas por los sentimientos viles producen toxinas de alto tenor hormonal que modifican los códigos del ADN, fijando en ellos el tipo de onda  y su procedencia perturbadora. A medida que se repiten esas fijaciones a lo largo del tiempo, es mayor el daño causado a la estructura intima del mismo, imponiendo como proceso de reparación, desde el más allá, un cambio total de comportamiento, que se encarga de sustituir su doble hélice, que son los dos cordones entrelazados y formados por una sustancia química especifica.

Por ello las enfermedades del alma solo se podrán recuperar cuando hubiere una transformación estructural del pensamiento, que se encargará de reconstruir nuevas bases super sutiles, que se consustanciarán en los futuros códigos del ADN, restableciendo la conciencia individual de las células y finalmente, integrando la conciencia del ser en el conjunto de la armonía de la Conciencia Cósmica.

Extraído por Merchita del libro “Días Gloriosos” de Divaldo Pereira Franco
dictado por el Espíritu Juana de Angelis

                                                             
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    CHISPAZOS    PARA  MEDITAR


           


La felicidad no es de este mundo es un dicho muy conocido.

Eso corresponde a una realidad, pues es poco común que se conjugue en el mundo todo lo que se considera necesario para que alguien sea efectivamente feliz.

Salud, juventud, belleza y dinero entran en esa ecuación.

Sin embargo, aun en la presencia de dichos factores objetivos, muchas veces la persona padece de tormentos íntimos.

Con frecuencia se percibe seres aparentemente privilegiados a reclamar de la vida.

Las consultas de los psicólogos y psiquiatras también son frecuentadas por quienes imaginaríamos felices y saciados.

Pero la mayoría de los seres humanos se debate con incontables problemas.

En los más variados planes de la existencia los dramas se suceden.

Dificultades financieras, de relaciones o de salud piden atención.

Delante de las decepciones naturales del mundo a veces las personas se rebelan.

Cuando son alcanzadas por experiencias dilacerantes se creen abandonadas por Dios.

Ese modo de sentir revela una comprensión muy restricta de la vida. Eso seria hasta razonable si todo se agotase en una única existencia material.

Delante de la vida que sigue magnificente más allá de la tumba, los problemas materiales disminuyen de importancia.

Frente a ese amplio contexto, dificultades no son tragedias, solo simples desafíos.

En cada hombre reside un Ángel en perspectiva.

Él es brindado con las experiencias necesarias para alcanzar su elevado potencial.

Los dolores, por más grandes que sean, siempre pasan.

Aun mismo una enfermedad incurable tiene su término.

Después de la muerte del cuerpo físico el Espíritu prosigue su jornada.

Si logró superar con dignidad el examen, resurge más fuerte y virtuoso.

En caso de que se haya permitido quejas y rebeldías tendrá que rehacer la lección.

Es conveniente tener eso en cuenta al enfrentar las crisis de la vida.

Dios es un Padre amoroso y bueno.

Él no Se alegra torturando a Sus hijos.

Los dolores del mundo poseen finalidades trascendentales.

La mayoría es provocada por los propios hombres con sus pasiones y errores.

Todos ellos constituyen desafíos.

Nadie debe cultivar el masoquismo y alegrarse por sufrir.

Es necesario luchar para salir de todas las dificultades y recuperar el bienestar.

Pero delante de situaciones ineluctables, cuando nada se puede hacer, es necesario pensar en la Divina Bondad.

Ella no se revela solamente cuando todo parece estar bajo un cielo azul, en las mesas hartas y en las sonrisas radiantes.

La Bondad de Dios también se manifiesta en el sufrimiento que torna el hombre más apto para comprender el dolor del semejante.

Ella está presente en las situaciones constrictoras que minan el orgullo, la vanidad y la indiferencia.

La vida en la Tierra es pasajera y destinada al perfeccionamiento del ser.

El vivir terrenal propicia el rescate de los errores del pasado y la preparación para las sublimes etapas de la vida inmortal.

En un mundo material y aun muy inferior los entrechoques y las decepciones son inevitables.

Solamente una fe viva en la Divina Bondad permite al hombre preservar su corazón libre de amarguras.

Piensa en eso.

- Equipo de Redacción de Momento Espírita-


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       SI CREES EN DIOS 


      Si crees en Dios, por más que te amenacen los anuncios del pesimismo, con relación a probables calamidades futuras, conservarás el corazón tranquilo, en la convicción de que la Sabiduría Divina sustenta y sustentará el equilibrio de la vida, por encima de toda perturbación. 

Si crees en Dios, en ningún lugar experimentarás soledad o tristeza, porque te verás en ligación constante con todo el Universo, reconociendo que lazos de amor y de esperanza te identifican con todas las criaturas. 

Si crees en Dios, nunca te perderás en el laberinto de la rebeldía o de la desesperación, ante los golpes e injurias que se te proyecten en el camino, por cuanto interpretarás a ofensores y delincuentes, en la condición de infelices, mucho más necesitados de bondad y protección que de hiel y censura. 

Si crees en Dios, vivirás en la Tierra sin adversarios, a la vez que, por más que se multipliquen en la senda aquéllos que te agredan o menosprecien, aceptarás a enemigos y opositores, a cuenta de hermanos nuestros, situados en diferentes puntos de vista. 

Si crees en Dios, jamás te faltarán confianza y trabajo, porque te levantarás, cada día, en la certeza de que dispones de oportunidades benditas de comunicación con los demás, disfrutando el privilegio   incesante de auxiliar y bendecir, entender y servir. 

Si crees en Dios, caminarás sin aflicción y sin miedo, en las veredas del mundo, por grandes que sean los peligros y riesgos que te obscurezcan el camino, por cuanto, aun frente a la muerte, reconocerás que permaneces con Dios, tanto como Dios está siempre contigo, más allá de pruebas y sombras, limitaciones y cambios, en plenitud de vida eterna. 

Enmanuel 
Francisco Candido Xavier 


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