INQUIIETUDES ESPÍRITAS
1.- Pensamientos y enfermedades
2.- Jesús de Nazaret, ¿ Fue el Espíritu de Verdad?
3.- Reencarnación: elemento esencial para la evolución
4.- Negar por negar
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No lo es, según Frank Montanez, sino que fue lo que dijeron los Espíritus en el Libro de Génesis, Escrito por Allan Kardec.
38. ¿Cuándo vendrá ese nuevo revelador? Es evidente que, si en la época en que Jesús hablaba, los hombres no se encontraban en estado de comprender las cosas que a Él le quedaban por decir, no sería en unos pocos años que podrían adquirir los conocimientos necesarios para ello.
A fin de que se comprendieran ciertas partes del Evangelio, con excepción de los preceptos de moral, se necesitaban conocimientos que sólo el progreso de las ciencias podría otorgar, y deberían ser obra del tiempo y tras muchas generaciones. Por consiguiente, si el nuevo Mesías hubiese venido poco tiempo después de Cristo, habría encontrado el terreno en las mismas condiciones, es decir, poco propicio, y no hubiera podido hacer más de lo que hizo Jesús. Ahora bien, desde aquella época hasta nuestros días, no se ha producido ninguna revelación importante que haya completado el Evangelio y elucidado sus partes ininteligibles, indicio seguro de que el Enviado aún no ha aparecido.
39. ¿Quién habrá de ser ese enviado? Al decir: “Rogaré a mi Padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús indicó claramente que ese Consolador no sería Él mismo, pues de lo contrario hubiese dicho: “Volveré para completar lo que les he enseñado”.
Y agrega: A fin de que permanezca eternamente con vosotros, y él estará en vosotros. Sería imposible que esta expresión se refiriera a una individualidad encarnada, puesto que no podría permanecer eternamente con nosotros, ni menos aún estar en nosotros; pero se comprende a la perfección si se refiere a una doctrina que, en efecto, cuando la hayamos asimilado podrá estar eternamente en nosotros. El Consolador es, pues, según el pensamiento de Jesús, la personificación de una doctrina soberanamente consoladora, inspirada por el Espíritu de Verdad.
Por Frank Montañez- Trabajo elaborado en base a La Génesis - Capítulo XVII
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REENCARNACIÓN: ELEMENTO ESENCIAL PARA LA EVOLUCIÓN
" Con la reencarnación, no podemos decir: ¡ qué culpa tengo yo de haber nacido en esta época fatal !. Esta época tu ayudaste a prepararla en una existencia anterior. Procura que el mundo de mañana sea mejor, más culto, más justo, porque tu has de volver por fuerza a él y cosecharás lo que hayas sembrado. Dentro de algunos siglos, quizás reposes a la sombra de la encina centenaria que hoy plantaste." - AMADO NERVO-
El espíritu va utilizando varios cuerpos a lo largo de una trayectoria progresiva; va alcanzando nuevos conocimientos y experiencias, a través de miles de vidas sucesivas. Así, el pasado y el presente están enlazados en una relación causal, cuya comprensión es indispensable para el perfeccionamiento del ser y para la construcción de su porvenir luminoso- La vida terrena no es más que un rápido episodio de un extenso drama en el que cada muerte es un entreacto, tal como lo es el sueño de cada noche. Entre la cuna y la tumba, el ser acumula nuevos materiales intelectuales y morales que incorpora a su espíritu y lleva al mundo invisible al trasponer las fronteras del más allá. La vida material es una escuela y como tal tiene sus grados, permitiendo al que se retrasa en el estudio, repetir el curso que ha perdido. La vida es corta, como es corto el año del curso escolar para adquirir todos los conocimientos. Llega la muerte y el ser, después de pasar un periodo en el espacio, vuelve a nacer de nuevo en un organismo adecuado a sus condiciones, a sus nuevas experiencias y en el ambiente que le corresponde, de acuerdo con su progreso y con la clase de vida que necesita para su perfeccionamiento.
El progreso espiritual adquirido en las pasadas existencias, no lo pierde el ser, aunque no recuerde en su conciencia cerebral los detalles de esas experiencias de vidas pasadas. La memoria inconsciente o subliminal guarda todos esos conocimientos que en los estados alterados de conciencia, como la inducción hipnótica profunda se ponen de manifiesto, demostrando que el ser humano posee reservas de facultades psíquicas superiores, que no emplea en su vida normal de forma explícita, pero si se muestran implícitamente en el conocimiento intuitivo o en circunstancias especiales que explican el talento precoz o las manifestaciones del genio creador en el arte o en la ciencia.
La reencarnación es el elemento esencial e indispensable, en el proceso de la evolución psíquica y espiritual del hombre. Nacer, morir y renacer, son los términos de una misma ecuación: La Vida.
"Pienso, luego existo", decía Descartes oponiéndose a las corrientes sensualistas que brotaron en el Renacimiento, y Platón, en los jardines de la Academia Ateniense, traspasando los límites de la investigación humana con la fuerza de la intuición superior del genio, había proclamado esta verdad, genuinamente reencarnacionista: " aprender es recordar", lo que equivaldría a decir: Pienso, luego existí .
No hay marcha atrás en la evolución. Los espíritus pueden permanecer estacionarios temporalmente, pero nunca retroceden. La reencarnación excluye el concepto erróneo de la metempsicosis o transmigración del alma de un ser humano a un animal.
La doctrina palingenésica se ha recordado a sí misma por su lógica y coherencia ante los grandes pensadores del mundo, desde la antigüedad hasta la era moderna.
- Jon Aizpurúa- de su obra "Fundamentos del Espiritismo"
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NEGAR POR NEGAR
Negar una hipótesis, una concepción, una creencia, que el espíritu
humano no solo la ve lógica, sino también racional y justa, por cuanto
constituye el ideal más grande que el hombre pueda concebir, se transforma en rechazar la mayor suma de felicidad que le es dado alcanzar; negar una hipótesis,
bajo la cual, la humanidad ha marchado hacia su perfección y le ha servido de
guía y eficaz soporte moral en las luchas contra la ignorancia y el mal; negar
este concepto que cuando se ha eclipsado parcialmente para algún grupo de seres,
estos han perdido la brújula, resurgiendo la bestia humana con todas sus
concupiscencias, con toda la brutalidad de las pasiones y los deseos carnales; tal negación supone negarse a sí mismos su origen divino, su naturaleza inmortal.
Con negaciones no se crea nada que sirva al progreso de la
humanidad y cuando esas negaciones tienen por objeto destruir la base de la
moral, que es el freno indispensable y único que sujeta a la bestia que
pugna en nosotros, seres atrasados e imperfectos, por sobreponerse al
sentimiento del deber, del altruismo, de todo lo que constituye el medio de
nuestro progreso, entonces, esa doctrina materialista, esa hipótesis atea, debe
ser fervientemente combatida como contraria al progreso de la verdad y del
bien, como perniciosa para la estabilidad, el orden y la armonía que debe
siempre presidir a los grandes fines de la vida.
La historia nos demuestra que la humanidad, desde los tiempos más
remotos y aun en los pueblos más salvajes de todos los tiempos, siempre ha
venido a la Tierra con esa intuición de la idea de Dios, una idea fuertemente
arraigada que ha formado su sentimiento religioso. Esto ha sido demostrado
hasta la evidencia y los que quieran cerciorarse bien de ello, puede leer
la Historia de las Creencias, de Nicolai; obra laureada por la academia
francesa. Pero, ¿Por qué se ha negado a Dios?. Porque algunos hombres
inteligentes e ilustrados han preferido la negación a la afirmación.
Muchas son las causas de este error. Entre ellas repetiremos las
que ya hemos anotado sobre el concepto raquítico y ridículo de las religiones
positivas, haciendo un Dios antropomorfo, un fetiche, unido siempre a
nuestras miserias, haciéndolo partícipe de nuestras pequeñeces y egoísmos.
También señalaremos el temor que se le ha tenido y aun se le tiene; temor tanto
más fundado cuanto más vengativo e injusto se le representa. Podemos también
agregar el error procedente de nuestra ignorancia, el querer juzgar a Dios con
los pobres medios intelectuales de que disponemos, teniendo a la vista las
injusticias sociales, el mal triunfante, la virtud perseguida y mil
contradicciones aparentes que han inducido al hombre a negarle. Pero estas
negaciones han podido tener su razón de ser, antes de que el Espiritismo se
conociera, y cuando el hombre solo tenía como escudo su creencia, su fe ciega y
su intuición. Pero ahora que el Espiritismo nos da la razón de esas anomalías y
la clave para comprender la lógica y racionalmente la injusticia, la bondad y
la sabiduría de Dios, no es posible ya aceptar la tesis contraria, bajo ningún
motivo.
Las imperfecciones morales son causas muy poderosas que favorecen
el ateísmo y cuanto más inteligente es el hombre, cuando su inteligencia se
halla equilibrada con su sentido moral, más propenso es a las negaciones,
porque de este modo aumenta considerablemente el amor de sí mismo, y cuando no
se posee ese sentido íntimo de humildad que nos revela nuestra pequeñez, a
medida que más ahondamos en los secretos de la Naturaleza, cuando se exalta el
orgullo ante la posesión de conocimientos que colocan al ser un poco más arriba
de los demás, entonces se llega a concebir el pensamiento innoble de que el
hombre es el Dios de la -Creación. Si el hombre, -dice León Denis-, supiese
recogerse y estudiarse a sí mismo; si apartase de su alma toda la sombra que en la que acumulan las pasiones; si, desgarrando el espeso velo con que las han envuelto,
las preocupaciones, la ignorancia y los sofismas, Y descendiese al fondo de una vida
interior, completamente opuesta a la vida exterior. Por ella podría entrar en
relación con la Naturaleza entera, con el Universo, y con Dios, y esa vida le
proporcionaría, como un goce anticipado de la que le reserva el porvenir de
ultratumba y en los mundos superiores. También está allí el depósito misterioso,
donde todos los hechos de su vida, buenos o malos se inscriben; donde todo se
graba en caracteres indelebles, para reaparecer, con deslumbradora claridad a
la hora de la muerte.
Si hay en cada uno de nosotros fuentes recónditas, de donde
pueden brotar raudales de vida y amor; virtudes, potencias sin número. Allí, en
ese santuario íntimo, es donde debe buscar a Dios, que está en nosotros, o
cuando menos, hay un reflejo de Él. Y es evidente que lo que no existe no
podría ser reflejado. Las almas reflejan a Dios como las gotas de rocío
reflejan los rayos del sol: cada una según su grado de pureza.
Por esta refracción, por esta perfección interior y no por la
experiencia de los sentidos, los hombres de genio, los grandes misioneros y los
profetas, han conocido a Dios y sus leyes, y las han revelado a los
pueblos de la Tierra.
- Cosme Mariño- (tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº
22)
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