martes, 1 de marzo de 2022

Sueños premonitorios. Clarividencia- Presentimientos

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Educación para la muerte (2)

2.- El Deber en el hombre  (1)

3.- Padre amigo

4.- Sueños premonitorios. Clarividencia- Presentimientos




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     EDUCACIÓN PARA LA MUERTE ( 2 )

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    Las religiones de la muerte fallan en esta fase de transición, interpretando negativamente el fenómeno positivo y renovador que sustenta la juventud del mundo. Por esto Jesús enseñó que aquellos que se apegan a la propia vida la perderán, y los que la pierden, en verdad, la ganarán. La vida en abundancia de los Evangelios será la integración del hombre en la plenitud de su consciencia divina.

Las religiones nacieran de esta ansia existencial del hombre y debieron transformarse en escuelas de la Educación para la Muerte. No consiguieran este objetivo en virtud de la exigencia cuantitativa, consecuente de la fiebre del proselitismo. Quedaron en el plano de la trascendencia horizontal, imantadas al quehacer existencial.

Quien vio y entendió claramente este hecho fue Bergson, al señalar que la moral cerrada del individuo, que no se prende a la moral abierta de la sociedad, es la única que corresponde a la religión dinámica del homo sapiens.

La prueba de que el hombre sabe, intuitivamente, que la muerte no es el fin de su ser, de su personalidad y tampoco de su existencia, está en la procura desesperada de los medios de fuga a los cuales se entrega de oídos sordos a todas las advertencias.

El no quiere morir, aún cuando se tire del décimo piso de un edificio sobre la calzada. Solo quiere huir, escapar de cualquier manera a la presión de un mundo que nada más le ofrece que opresión, crímenes, atrocidades de toda especie.

Prepararse para la vida es educarse para la muerte. Porque la vida es una espera constante de la muerte. Todos sabemos que tendremos que morir y que la muerte puede sobrevenir en cualquier instante. Esta certeza absoluta e irrevocable no podrá ser colocada al margen de la vida. Quien se atreva a decir: “La muerte no importa, lo que importa es la vida”, no sabe lo que dice, habla con insensatez.

Pero también los que solo piensan en la muerte y se descuidan de la vida son insensatos. Nuestra muerte es nuestro rescate de la materia. No somos materiales, sino espirituales. Estamos en la materia porque ella es el campo e que fuimos plantados, como las simientes deben germinar, crecer, florecer y fructificar.

Cuando cumplimos toda la tarea, tengamos la edad que tuviéramos, la muerte nos viene a buscar para reintegrarnos en la condición espiritual. Basta este hecho, que es incontestable, para demostrarnos que nuestra vida de-pende nuestra muerte. Cada pensamiento, cada emoción, cada gesto y cada paso en la vida nos aproximan de la muerte. Y como no sabemos cual es la extensión del tiempo que nos fue marcado o concedido para prepararnos para la muerte, conviene que iniciemos cuanto antes nuestra preparación, a través de una educación según el concepto de existencia. Cuanto antes nos preparemos para la vida en términos de educación para la muer-te, más fácil y benigna se tornará nuestra muerte, a menos que pesen sobre ella compromisos agravantes de un pasado criminal.

La preparación para la vida comienza en la infancia y los padres son responsables por ella. El niño es el ser que se proyectó en la existencia, disparado como un proyectil que debe traspasarla del comienzo al fin, agujereando la barrera de la muerte para alcanzar la trascendencia. Viene al mundo con su maleta invisible, cargada de sus adquisiciones anteriores en las vidas sucesivas. Muchas veces la maleta es tan pesada que los padres casi no soportan cargarla y temen abrirla. Mas habrá siempre ayudantes invisibles que tornan la tarea más fácil de lo que parece a primera impresión. Sea como fuere, el huésped llegó para quedarse, pues pertenece a la familia y es generalmente en el seno de esta donde tiene los mayores compromisos, siempre recíprocos e inaplazable, intransferibles En su bagaje, incorpo-rada a su organismo físico y psíquico, podría haber miembros incompletos, destruidos, desgastados, no se sabe donde ni cuan-do, psiquismo descontrolado, mente descarrilada y muchas cosas más que la convivencia irá revelando. La carga más pesada será casi siempre el odio, aversión o antipatía a elementos de la familia, que se tornan a veces intolerables. Cabe a la familia luchar para corregir todos estos desarreglos, sin nunca desamparar al huerfanito, que, como enseñó Kardec, viene al mundo vestido con el ropaje de la inocencia.

La Educación para la Muerte solo podrá basarse en la Verdad Única, probada con exclusión total de las verdades fabricadas por los intereses humanos o por el comodismo de los que nada buscan y por esto nada saben.

La muerte no es un esqueleto, con su calavera de ojos agujereados y una guadaña siniestra en los hombros, como se la figuraran dibujantes y pintores de otros tiempos. Su imagen real, líricamente cantada por lo poeta Rabindranath Taggore, es la de una novia espiritual, coronada de flores, que nos recibe en los portales de la Eternidad para las nupcias del Infinito. Aquellos que así la conciben no le temerán nunca, ni desearán precipitar su llegada, pues saben que ella es la mensajera de la Sabiduría, que viene a buscarnos después de la labor fecunda y fiel en los campos de la Tierra.

Si consiguiéramos encarar a la muerte con esta comprensión y este lirismo puro, desprovisto de los excesos mundanos, sabremos también transmitir a los otros, y especialmente a quienes nos aman, la verdadera Educación para la Muerte

La Verdad, el Amor y la Justicia forman la tríada básica de esta nueva forma educacional que podría y debería salvar al mundo de su perdición en la locura de las ambiciones desmedidas.

No somos los herederos del Diablo, ese pobre ángel caído de las leyendas piadosas, que nos lanza en la impiedad. Somos hijos y herederos de Dios, la Consciencia Creadora que no nos edificó para la hipocresía, más si para la Verdad, la Justicia y el Amor.

La Psicología de la Muerte no quedará, ciertamente, restringida a los problemas específicos de la relación alma-cuerpo. La muerte nace de las entrañas de la vida; por esto, vida y muerte caminan juntas, de manos unidas, a lo largo de la existencia. Se acostumbra decir que comenzamos a morir desde que nacemos. Buda decía que la muerte nos visita 75 veces en cada una de nuestras respiraciones. La Psicología de la Muerte, por lo tanto, debería comenzar en la vida, pesquisando las diversas formas por las cuales las criaturas en general encaran la muerte, cómo la sienten en relación a sí mismas y en relación a los otros, qué influencias la muerte ejerce en la vida de las personas; cuáles son los sentimientos que determinan ciertas actitudes frente a la muerte; cómo se encara hoy el problema de las exigencias religiosas en la hora de la muerte y en los funerales; cuál es el efecto del terror de la muerte en el comportamiento de las criaturas en varias edades; cómo se podría cambiar todo esto en favor de condiciones mejores y así por delante.

La observación de Hei-deggard sobre nuestra tendencia de siempre hablar de la muerte como la de los demás y no la nuestra merecerá especial atención en las pesquisas. Vivimos en un mundo que solo conocemos por una cara, aunque sabemos que la otra cara nos espía. Conocemos la cara de la vida, siempre volcada hacia nosotros, pero nada o casi nada sabemos de la cara de la muerte. Qué efectos tendrá esta situación en nuestro psiquismo? Los hombres se matan por cosas mínimas. ¿Cuáles serían los impulsos reales que llevan a los hombres a esta situación brutal e inconsecuente? ¿Por qué la muerte parece no afectar a la mayoría de las criaturas, que viven sin preocuparse con ella?

Si la Psicología de la Muerte no se interesara por la vida, fracasará en su intento de esclarecer los problemas de la muerte y Solo podremos comprender la vida después de que comprendamos la muerte.

Todos moriremos, mas todos resucitaremos. Por esto no somos mortales, sino inmortales. Mortal es el cuerpo material de que nos servimos para – según las Filosofías Existencialistas, – proyectarnos en el plano existencial. En la Tierra, solo existimos cuando integramos la humanidad encarnada.

 

Extraído del libro de Herculano Pires “Educación para la muerte”


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EL DEBER EN EL HOMBRE

Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación y contemplar al instante los infinitos bienes y comodidades que ofrece la tierra, para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios, y todo lo que le debemos amor, a su bondad y a su misericordia.
La ausencia del sentido del deber en cualquier ser humano resulta en la formación de un carácter débil e inmaduro. Lo mismo ocurre si el sentido del deber es flojo, muy impreciso o distorsionado. Ciertamente, la persona que hace caso omiso del deber, de responsabilidades y obligaciones, está propensa a hundirse bajo las presiones y exigencias de esta vida. Tal persona se expone a serios trastornos psicológicos, aun a la posible desintegración total de su personalidad. Además, tiende a verse envuelta en graves problemas sociales o económicos, fruto del incumplimiento de los deberes que, natural y lógicamente, le corresponden.
El hombre en la actualidad desprecia el deber, solemos ser criaturas orgullosas, amantes de la libertad. Defendemos ferozmente nuestra independencia individual y luchamos  con todas nuestras fuerzas para que nadie  nos ponga el odioso “yugo del deber”.
Este rechazo al deber obra en detrimento del hombre, pues hace mella  en los gobiernos, instituciones  educativas, profesiones de toda categoría,  empresas comerciales, vecindades y aun en iglesias es muy corriente escuchar decir “Es mi sagrado deber cumplir cabal y honestamente  mi rol… mi encomienda… mi trabajo” se escucha muy frecuentemente en los labios de políticos, educadores, empresarios, trabajadores sociales y ministros de Cristo”, sin embargo, “del dicho al hecho va largo trecho”. El deber no es fácil efectuarlo. Nos fastidia, nos cansa, nos hace sudar, nos roza donde nos duele. A veces nos atormenta. Pero si lo efectuamos voluntariamente porque comprendemos su función vital en la vida, se vuelve menos oneroso.
El deber tiene mucho que ver con el desarrollo de un carácter sano, integro y maduro. El amante de Dios  que procura su salvación eterna, toma voluntariamente para sí el “yugo del deber espiritual”  procurándolo llevar con menos agotamiento y dolor. “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:28-30)
La misma función que  hace  el armazón de acero en un edificio, la hace el deber en el carácter humano. Es la pieza estructural vital que da fuerza, sostiene el peso y hace posible soportar los embates de las tormentas grandes o pequeñas.
Si el hombre se casa, su deber es hacer perdurar su matrimonio contra viento y marea.
Quien procrea un hijo, su deber es proveer a la criatura en sus necesidades, atenderla en su existencia, en el aspecto,  material, emocional, intelectual, social, espiritual.
Quien compra un automóvil, casa, muebles o lo que sea, su deber  es pagar cualquier deuda contraída.
Quien acepta cualquier empleo, trabajo, posición o responsabilidad, su deber es cumplir de acuerdo  con las estipulaciones  del contracto.
Quien no cumple su deber hace caer sobre su propia cabeza una lluvia de críticas, denuncias, líos sociales, litigios legales. Su corazón sufre. Su cuerpo sufre. Sus seres queridos sufren. Y todo es por el incumplimiento del Deber.
En toda convivencia humana ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona. Esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Son derechos y deberes universales e inviolables y no pueden renunciarse.
Un sabio decía: "Las normas naturales y divinas, sobre las que descansa la justicia, no están consignadas en forma de derechos, sino en forma de deberes. No se nos ha dicho: ‘He aquí vuestras atribuciones, sino vuestras obligaciones’. Esta diferencia es capital. No es que el deber no comprenda el derecho o el derecho el deber. Yo no puedo tener un deber hacia vosotros sin que vosotros tengáis un derecho sobre mí. Y vosotros no tenéis un deber para conmigo sin que yo tenga un derecho sobre vosotros. Pero el derecho es la faz utilitaria y egoísta de esta relación, y el deber la faz abnegada y generosa.
Por eso es inmensa la diferencia que existe en construir la sociedad sobre el derecho y fundada sobre el deber. El deber es más estable y más fuerte que el derecho. Cualquiera puede ceder su derecho, pero nadie puede abdicar de su deber.
También enorme la desigualdad entre el Contrato Social y el Evangelio. El Contrato Social es el libro de los derechos del hombre. El Evangelio, el libro de sus deberes".

El deber de los conductores ha de ser bruñido con el acero en nuestra historia, como patriotas en la irredenta defensa de los intereses de la Nación, tanto internos como externos; luchadores y ejemplos de principios tanto materiales como morales, virtuosos para con nuestro pueblo; impulsores del progreso humano; constructores del edificio social y rectores del pensamiento nativo.

- Mercedes Cruz -



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                                 PADRE AMIGO

                                                          


Cuando llegué a este mundo, no sabía en verdad qué estaba haciendo aquí, hasta que me di cuenta que había alguien para orientarme en la jornada.
 
Un día, cuando tú me levantaste en tus brazos, y me pusiste por encima de tu cabeza, descubrí que tu objetivo era que yo percibiera el mundo desde un punto de vista mucho más amplio
 
Cuando empecé a intentar mis primeros pasos, con los músculos de las piernas aun débiles, tú me sostuviste tomándome de la mano, y entendí que no deseabas llevarme en la falda para siempre, sino que yo anduviera con mis propias piernas.
 
Cuando, por vez primera, entré en casa jadeante, quejándome de mis amigos, tú me dijiste que era yo quien tendría que arreglar la divergencia, y comprendí que debería asumir la responsabilidad por mis propios actos.
 
Cuando traje a casa mis primeros deberes y tú te sentaste a mi lado, me orientaste, pero no me los hiciste, entendí que tú deseabas que el aprendizaje fuera una conquista mía.
 
Un día, en el que algunos objetos ajenos fueron a parar en mi mochila de la escuela, tú, sin ofenderme, me pediste que se los devolviera a su legítimo dueño, y comprendí que querías hacer de mí una persona honesta.
 
Cuando, un día, mis compañeros salieron de la clase e hice algunos  comentarios maliciosos sobre ellos, y tú me dijiste que no debemos hablar mal de las personas ausentes, aprendí las lecciones de la sinceridad y del respeto.
 
En los momentos difíciles, tú estabas siempre a mi lado para apoyarme, y en las horas alegres no me faltó tu abrazo para compartirlas.
 
Cuando aflojé ante el primer golpe de la vida, tú me hablaste de coraje...
 
Cuando vertí lágrimas provocadas por el primer sufrimiento, tú me hablaste de resignación...
 
Cuando quise escapar a los compromisos que se presentaban, tú me hablaste  de responsabilidad...
 
Cuando pensé en mentirle a un amigo, tú me hablaste de fidelidad...
 
Cuando sentí en mi alma el azote de los primeros vendavales, tú me hablaste de flexibilidad, y aprendí que para no romperse es necesario inclinarse, como hace una pequeña rama verde ante el embate de los golpes del viento.
 
Cuando tú presentiste en mis ojos la insinuación de la venganza, me hablaste del perdón...
 
Cuando soñé con salvar el mundo, en los ardientes días de la juventud, tú me enseñaste la moderación y el buen sentido.
 
Cuando quise someterme a los modismos de un grupo, tú me hablaste de libertad.
 
Cuando me iludí, pensando que el mundo era mío, tú me hablaste  del Creador del Universo...
 
Por eso, papá, tengo que decirte que tú siempre fuiste mi héroe, mi amigo, mi gran maestro, mi compañero de jornada...
 
Tu fuiste firme, cuando era firmeza que yo precisaba...
 
Fuiste tierno, cando era ternura que yo necesitaba...
 
Fuiste lúcido, cuando era lucidez que me hacía falta...
 
Cuando llegué a este mundo, no sabía en verdad qué estaba haciendo aquí, hasta que me di cuenta que había alguien para orientarme en la jornada...
 
Hoy, bueno..., hoy en día sé claramente lo que estoy haciendo aquí, porque tú, papá, hiciste mucho más que orientarme, caminaste a mi lado muchas veces, me acompañaste muy cerca otras tantas, y marchaste adelante muchas otras, dejando rastros de luz, como directrices seguras que yo pudiese seguir.
 
Actualmente, yo sé muy bien el papel que me cabe en la construcción de un mundo mejor, porque eso lo aprendí contigo, mi gran y admirado amigo...
 
Y cuando veo tantos jóvenes perdidos, sin rumbo y sin esperanza, vagando entre la violencia y la muerte, le pido a Dios que interceda por ellos, porque es muy posible que no hayan tenido la felicidad de contar con un padre como tú...
 
¡Qué Dios te bendiga, mi gran amigo!

( Tomado de " Momento de Reflexión")

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       Sueños premonitorios. Clarividencia.                            Presentimientos             

        

                         

 Los sueños, en sus distintas formas, no tienen más que un solo fin: la emancipación del alma. Ésta se desprende del cuerpo carnal durante el sueño y se traslada a un plano más o menos elevado del Universo, donde percibe, con sus propios sentidos, los seres y las cosas de ese plano. 

Se pueden dividir los sueños en tres categorías principales: En primer lugar, el sueño ordinario, puramente cerebral, simple repercusión de nuestra estructura física o de nuestras preocupaciones morales. Es también el reflejo de las impresiones e imágenes almacenadas durante el estado de vigilia; cuando no hay una orientación consciente, ni interviene la voluntad, éstas se desarrollan automáticamente o se reducen a escenas imprecisas sin relación entre ellas, pero que quedan grabadas en la memoria. 

Los sufrimientos en general y ciertas enfermedades en particular, al mismo tiempo que facilitan el desprendimiento del espíritu, aumentan más aún la incoherencia y la intensidad de los sueños. El espíritu que ve obstaculizada su expansión y es atraído a cada instante hacia el cuerpo, no puede elevarse, lo que crea un conflicto entre la materia y el principio espiritual, que se influyen mutuamente. Las sensaciones y las imágenes chocan y se confunden. 

En el primer grado de desprendimiento, el espíritu flota en la atmósfera sin alejarse mucho del cuerpo; se sumerge, por decirlo así, en el océano de pensamientos e imágenes que, por todas partes, circulan en el espacio. Se impregna de ellos y guarda impresiones confusas de sueños extraños e inexplicables. A veces, esos sueños, se mezclan con recuerdos de vidas anteriores, que son tan intensos como completo sea el desprendimiento, consiguiendo hacer vibrar las capas profundas de la memoria. Estos sueños, de infinita diversidad, según el grado de emancipación del alma, afectan a menudo al cerebro material, y por eso los recordamos al despertar. 

Después vienen los sueños profundos o sueños etéreos en los que el espíritu escapa de la vida física, se desprende de la materia, recorre la superficie de la tierra y la inmensidad en busca de sus seres amados, sus parientes, sus amigos, sus guías espirituales. A veces, va al encuentro de las almas humanas, desprendidas como él de la carne durante el sueño. Se establece entre ellos un intercambio de ideas y pensamientos cuyas sensaciones, raras veces afectan al cerebro físico, debido a su insuficiencia vibratoria. Dejan, sin embargo, su huella en la conciencia, en forma de intuiciones o presentimientos que influyen más de lo que creemos en la dirección de nuestra vida, inspirando nuestras decisiones y nuestros actos. De ahí el proverbio: «La noche trae consejo» 

En la Revue Spirite de 1866, p.172, Allan Kardec habla del desprendimiento del espíritu de una joven de Lyon, durante el sueño, y como se trasladó a París apareciendo en medio de una reunión espírita en la que se hallaba su madre. El médium, en estado de trance, se trasladó a Lyon, a petición de una señora presente, al apartamento de su hija, que describió con exactitud. La joven estaba dormida, su espíritu protegido por un guía espiritual; se acercó a su madre, que la vio y escuchó. —Para ella –dijo el guía al médium– esto es un sueño, del cual no conservará al despertar ningún recuerdo, pero sí el presentimiento del beneficio que puede aportar una creencia firme y pura. Pidió que se le dijera a su madre que si en su estado normal pudiese acordarse tan bien de sus encarnaciones precedentes como se acordaba en ese instante, no permanecería mucho tiempo en el estado sedentario en que se encontraba. Porque ahora veía claramente y podía avanzar sin indecisión, mientras que en el estado de vigilia tenemos los ojos cubiertos con una venda. —Gracias –dijo a los asistentes– por haberos ocupado de mí. Luego abrazó a su madre. El médium añadió al terminar: —Ahora es feliz en este sueño, del cual no se acordará, pero que dejará en ella una sensación saludable. 

   Algunas veces el alma, cuando está suficientemente depurada, guiada por los espíritus angelicales, logra llegar hasta esferas divinas, hasta el mundo donde los principios se generan. Desde allí, vuela en el tiempo y ve desarrollarse el pasado y el futuro. Si al volver a la envoltura humana conserva alguna evidencia de las sensaciones experimentadas, éstas podrán constituir lo que se llama el sueño profético

  En casos importantes, cuando el cerebro vibra de forma demasiado débil para poder guardar las sensaciones fuertes o sutiles percibidas por el espíritu, y éste quiere conservar al despertar el recuerdo de las instrucciones recibidas, crea, por su voluntad, gráficos, escenas figurativas e imágenes fluídicas adaptadas a la capacidad vibratoria del cerebro material y, por una acción sugestiva, las proyecta con fuerza en este órgano. En caso necesario, si es inexperto será ayudado por espíritus más adelantados y el sueño tendrá entonces, una forma alegórica

Hay sueños de este tipo que son famosos, por ejemplo, el sueño del Faraón interpretado por José(1). 

Muchas personas tienen sueños alegóricos. No siempre interpretan las impresiones recibidas directamente por el espíritu del durmiente, pero la mayoría de las veces las revelaciones proceden de las almas encargadas de cuidarnos. 

 Estando gravemente enfermo y poco menos que desahuciado, obtuve yo mismo, en sentido figurado, el anuncio de mi curación. En mi sueño, recorría penosamente un camino cubierto de escombros; a medida que avanzaba, los obstáculos se amontonaban a mi paso. De repente, un riachuelo ancho y profundo, apareció ante mí; tuve que interrumpir la marcha. Lleno de ansiedad, me senté en el borde, pero, desde la otra orilla, una mano invisible dirigió hacia mí una tabla cuyo extremo cayó a mis pies. No tuve más que sujetarla, y así pude atravesar la corriente. Más allá, el camino estaba libre de obstáculos, y avancé con paso más firme por un alegre campo. He aquí el sentido de este sueño. 

  Supe algún tiempo después, por una mujer sumida en el sueño magnético, la causa de mi enfermedad causa bastante común, pero que ningún médico había podido descubrir, así como tampoco los medicamentos aplicables, recobré poco a poco la salud y pude emprender de nuevo mis trabajos. 

Se demuestra frecuentemente, en los sueños, el fenómeno de premonición, es decir, la facultad que tienen ciertos sensitivos de percibir en sueños las cosas futuras. Los ejemplos históricos abundan: Plutarco (Vida de J. César), hace memoria del sueño premonitorio de Calpurnia, la mujer de César. Ella vio por la noche la conjuración de Bruto y de Casio, el asesinato de César, e hizo todo lo posible para impedirle ir al Senado. 

Se puede ver también en la obra de Cicerón (De Divinatione, I, 27), el sueño de Simonide; en Valère Maxime (VII, I, 8), el sueño premonitorio de Atérius Rufus, y (VII, II, 4) el del rey Crésus, anunciándole la muerte de su hijo Athys.

 En sus Commentaires, Montluc refiere que un sueño le advirtió, la víspera del acontecimiento, de la muerte del rey Enrique II, atravesado por Montgomery con una lanza, en un torneo.

 Sully, en sus Mémoires (VII, 383) afirma que Enrique IV tenía el presentimiento de que sería asesinado en una carroza.

 Hechos más recientes, constatados la mayoría, pueden ser citados en apoyo de lo dicho: Abraham Lincoln soñó que estaba en completa calma, solo preocupado por sollozos; se levantó, recorrió varias habitaciones y finalmente, en medio de una, vio un catafalco sobre el cual estaba tendido un cuerpo vestido de negro, escoltado por soldados y rodeado por una multitud deshecha en llanto. —¿Quién ha muerto en la Casa Blanca?, preguntó Lincoln. —El presidente –contestó un soldado– ¡ha sido asesinado! En aquel momento, una prolongada aclamación de la multitud le despertó. Poco tiempo después, murió asesinado.

 En su libro Lo Desconocido y los Problemas psíquicos, Camille Flammarion menciona 76 sueños premonitorios, de los cuales dos son de su madre (pág. 505). La mayoría son totalmente auténticos. Uno de los más notables es el caso del Sr. Bérard, antiguo magistrado y diputado (pág. 512): Obligado por la fatiga, en el transcurso de una expedición, a pasar la noche en una miserable posada en medio de unas montañas boscosas, vio, en sueños, todos los detalles de un asesinato que había de cometerse tres años después en la misma habitación que él ocupaba, y cuya víctima fue el Sr. Victor Arnaud, abogado. Al recordar este sueño el Sr. Bérard descubrió a los asesinos. El Sr. Goron, antiguo jefe de seguridad, refiere igualmente este hecho en sus Memorias (t.II, pág. 338). 

Puede citarse también: El sueño de la mujer de un minero que vio romperse la cuerda de la jaula que servía para bajar a los obreros a los pozos de extracción. El hecho fue comprobado al día siguiente, y varios mineros salvaron la vida gracias a este sueño (pág.509). 

Una joven de la Charité (Niêvre), vio en sueños a un joven, que no conocía entonces, con quien se casó más adelante. Gracias a aquel sueño, llegó a ser la Sra. Émile de la Bédollière . 

Algunos reclutas ven en sueños los números que sacarán al día siguiente o algunos días después . 

Muchas personas ven en sueños ciudades, lugares, paisajes que visitaran después (págs. Por último, el Sr. Henri Horet, profesor de música en Estrasburgo, vio una noche, en sueños, salir cinco ataúdes de su casa. Poco después se produjo un escape de gas en el edificio y cinco personas perecieron asfixiadas . 

A los sueños etéreos puede añadirse el fenómeno del éxtasis o arrobamientos. Considerado por algunos sabios, poco competentes en materia de psiquismo, como un estado mórbido, el éxtasis es verdaderamente uno de los más bellos privilegios del alma amante y creyente que, en la exaltación de su fe, reuniendo todas sus energías, se desprende momentáneamente de las ligaduras carnales y se impulsa hacia las regiones donde lo Bello se prodiga en manifestaciones infinitas. 

En el éxtasis, el cuerpo se insensibiliza; el alma, liberada de su prisión, concentra toda su fuerza vital, toda su facultad de ver, en un solo punto. Deja de pertenecer a este mundo y participa de la vida celestial. La felicidad de los extasiados, la alegría de la que gozan al contemplar las magnificencias del Más Allá, bastarían para demostrarnos la magnitud de los goces que nos reservan los mundos espirituales, si nuestras complicadas ideas no nos impidiesen con tanta frecuencia comprenderlas y presentirlas. 

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La clarividencia o adivinación es la facultada del alma de percibir, en estado de vigilia, los eventos pasados y futuros, tanto en el plano físico como en el intelectual. Este don se ejerce a través del tiempo y la distancia, independientemente de los recursos informativos humanos. La adivinación se ha practicado en todos los tiempos. En la antigüedad desempeñó un gran papel, y aunque haya habido alucinaciones, errores o supercherías, ya no es posible, después de las recientes demostraciones de la psicología trascendental, rechazar todos los hechos de este tipo atribuidos a los profetas, los oráculos y las sibilas. 

  Estas singulares manifestaciones reaparecen en la Edad Media. Jean Huss anunció en la hoguera la venida de Lutero. Juana de Arco, desde Domremy, predijo la liberación de Orleans y la consagración de Carlos VII. Anunció que sería herida en Orleans. Una carta escrita por el encargado de negocios de Brabante, el 22 de abril de 1429, quince días antes del acontecimiento, conservada en los archivos de Bruselas, contiene este texto: «Ella ha predicho que será herida por una flecha durante el asalto, pero que no morirá, que el rey será consagrado en Reims el verano próximo ». Profetizó su cautiverio y su muerte. En los fosos de Melun, sus «voces» la habían avisado que sería entregada a los ingleses antes del día de San Juan. Durante el proceso, anunció con siete años de antelación la expulsión total de los ingleses. 

  Después, durante esta vida maravillosa, hay profecías de un orden más secundario. En Chinon, la muerte de un soldado que se burlaba de ella, y que esa misma noche se ahogó en el Vienne; en Orleans, la muerte del capitán Glasdale; la liberación de Compiègne antes del día de San Martín en invierno, etc. 

Los casos de clarividencia son numerosos en nuestra época. Citaremos algunos. Los «Anales de las Ciencias Psíquicas» (1896, p.205), refieren que Lady A…, habiendo sido víctima de un robo en París, pudo descubrir a través de una vidente, al autor del delito, de quien estaba muy lejos de sospechar, con todo lujo de detalles. El culpable no era otro que Marchandon, uno de sus criados, que con sus buenos modales había conquistado la completa confianza de su señora y fue más tarde el asesino de la Sra. Cornet. 

  El presentimiento es la intuición, generalmente vaga y confusa, pero a veces también muy clara, de lo que debe suceder. J. de Maistre ha resaltado que «el hombre está informado naturalmente de todas las verdades útiles». Han habido soldados y oficiales que la mañana de un día de batalla han tenido el claro presentimiento de su próxima muerte.

  Una encuesta ha establecido que una religiosa de San Vicente de Paúl, el día anterior del incendio del Bazar de la Caridad, anunció que moriría allí quemada. Esta facultad se encuentra frecuentemente en ciertos países, por ejemplo, en las tierras altas de Escocia, Bretaña, Alemania e Italia. Pero a nuestro alrededor por todas partes, podemos encontrar presentimientos apoyados en testimonios auténticos. Son tan numerosos que consideramos es excesivo insistir. Citaremos solamente los dos casos siguientes: 

El coronel Collet en el Boletín de la Sociedad de Estudios psíquicos de Nancy (feb. 1902, pág. 6), cuenta que su suegro Sr. Vigneron, gran aficionado a la caza y la pesca, salía casi todos los días a gozar de sus placeres favoritos, sin que su esposa sintiera ninguna inquietud. Sin embargo, un día quiso impedirle que fuese a pescar, teniendo el presentimiento de que se ahogaría. Pero él no quiso hacer caso y por la noche, al volver, se burló de la puerilidad de sus temores. Pero al día siguiente confesó a su yerno, en secreto, que su barca había volcado, no había podido salir del agua y barro donde se hundió, solo gracias a una rama de sauce que pudo asir a tiempo. Había puesto a secar su ropa y la había limpiado antes de volver a su casa. 

  El doctor Max Simón, en el Monde des Rêves (El Mundo de los Sueños), recuerda un hecho parecido: Un joven doctor alemán que volvía de visitar a sus padres, encontró a dos oficiales y acordaron tomar juntos la diligencia. En el momento de subir al vehículo, se sintió detenido por una fuerza desconocida. A pesar de las peticiones de los oficiales decidió finalmente no ir con ellos. A penas se pusieron en camino, la fuerza se disipó. El joven doctor aprovechó la primera ocasión para continuar su viaje. Al llegar a la orilla del Elba, vio mucha gente arremolinada. El vehículo había caído al río y los dos oficiales se habían ahogado. 

Finalmente, podemos leer en los Annales des Sciences Psychiques de agosto de 1905, el relato de un caso publicado en el Messagero, de Roma: Un tal Marino Tonelli, de 27 años, habitante de Rancidello (República de San Marino), volvía a casa en su vehículo, la noche del 13 de junio. Se estaba quedando dormido y se encontraba en un punto peligroso de la carretera llamado Coste di Borgo, cuando de repente una fuerte sacudida le despertó. Se encontró tendido en el campo, al fondo de un pequeño barranco donde acababa de pasar con su caballo y su carro. El Sr. Tonelli no resultó herido y comenzó, con la ayuda de muchas personas que llegaron corriendo, a rescatar el equipaje cuando vio, con gran asombro, aparecer a su madre. La pobre mujer, llorando emocionada, le besaba y le preguntaba si se había hecho daño. Ella añadió: –Yo te he visto ¿sabes?, no podía dormir; tu mujer y tus dos pequeños duermen desde hace tiempo, pero yo sentía una inquietud, un malestar inmenso, algo nuevo, que no podía explicarme. De pronto, he visto aparecer ante mí este camino, exactamente este lugar, con el barranco a un lado; he visto al vehículo volcar y a ti saliendo lanzado al campo; tú me llamabas pidiendo ayuda. Finalmente, yo sentí la necesidad irresistible de venir aquí, y sin despertar a nadie, resistiendo el miedo a la soledad, la oscuridad y el tiempo tormentoso, aquí estoy después de andar 4 kilómetros.

El corresponsal del Messagero termina diciendo: –Así son los hechos, tal es el relato exacto que he recogido de los labios todavía temblorosos por la emoción, de estas valientes personas. Según una entrevista hecha por el Sr. Francisci, la inquietud de la madre hizo que viera con algunas horas de antelación el accidente y éste sucedió tres cuartos de hora después de la visión, es decir, el tiempo necesario para recorrer a pie la distancia que separaba la casa de los Tonelli del lugar del accidente.

  La premonición y los presentimientos son difíciles de analizar desde el punto de vista científico. No son explicables más que en ciertos casos, cuando el acontecimiento presentido tiene precedentes, subjetivos u objetivos. Pero, en la mayoría de los casos, no hay nada, en los hechos anunciados, que se preste a la idea de sucesión o vinculación.

 ¿De dónde procede el poder de ciertas almas para leer en el futuro? Es una cuestión oscura y profunda que causa un vértigo abismal, y que no nos plantea más que desconcierto, porque instintivamente sentimos que es casi irresoluble para nuestra débil ciencia. 

Así como cada mundo que gira en el espacio se comunica, a través de la noche, con la gran familia de astros por las leyes del magnetismo universal, también el alma humana, centella emanada del hogar divino, puede estar en comunión la gran Alma eterna y recibir de ella instrucciones, inspiraciones, e iluminaciones repentinas. 

Los escépticos podrán reírse de esta explicación. Pero, ¿no es de nuestra elevación hacia Dios de donde dimanan las fuerzas vivas, las ayudas espirituales, todo cuanto nos hace más grandes y mejores? Cada uno de nosotros tiene en las profundidades de su ser una puerta abierta al infinito. 

  En estado de desprendimiento psíquico, sueño, éxtasis o trance, el alcance de nuestras percepciones puede ampliarse en proporciones incalculables; entramos en relación con una inmensa jerarquía de almas y de energías celestiales. 

Peldaño a peldaño, el espíritu puede remontarse hasta la causa de las causas, hasta la inteligencia divina, quien transforma el pasado, el presente y el futuro, fundiéndose en uno todo y que, del conjunto de hechos conocidos, sabe sacar todas las consecuencias.

 Escrito por Léon Denis. Publicado en su libro “En lo Invisible:


( Art. publicado anteriormente en Zona Espírita )

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