jueves, 3 de marzo de 2022

Cultura espírita

   INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Principios éticos y morales del Espiritismo

2.- El porvenir del Espiritismo

3.- El Suicidio

4.- Cultura espírita



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      Principios éticos y morales del Espiritismo

Comencemos por definir que la moral es, en general, la regla de buena conducta que distingue el bien del mal y está fundamentada en el acatamiento y observación de las leyes Divinas.

La ética es todo lo que es moralista o que estudia y observa las reglas de la moral. La moral es conciencia; la ética es acción coherente con arreglo a los dictados de la moral.

La ética y la moral que se desprenden del Espiritismo y de la reencarnación, que es uno de sus pilares fundamentales, tienen un carácter evolucionista, y sus principios se fundamentan en los conocimientos filosóficos sobre nuestro destino.

Estos principios éticos y morales constituyen un elemento en el que se integra la filosofía y la Ciencia de observación de donde proceden, y como máximo exponente, tenemos los mismos principios morales Cristianos en toda su pureza y en toda su esencia, libres de dogmatismos  y de interpretaciones religiosas previamente establecidas según las tradiciones y culturas de cada civilización. 

A la vez los principios éticos y morales que se desprenden del conocimiento de las Leyes Universales y Espirituales afectan al desarrollo de nuestra evolución espiritual. El conocimiento de los mismos nos lleva a deducir la necesidad de nuestro trabajo y esfuerzo personal para lograr esa evolución o mejora, así como la necesidad de cultivar las facultades intelectuales y afectivas.

Podemos observar que estos principios éticos y morales de la filosofía espírita se basan en la interpretación y comprensión de las enseñanzas de Jesús-Cristo y de otros grandes Avatares anteriores a Él, que también dejaron sus enseñanzas morales y sus ejemplos personales, y engloban, junto a otros conceptos, el conocimiento de la reencarnación que es el medio natural para la evolución del Ser espiritual.

Las cinco obras fundamentales de la Codificación espírita, están impregnadas de enseñanza moral y ética, pero en donde se centran mayormente estas enseñanzas es en "El Evangelio según el Espiritismo".

Estos principios están basados en la aceptación de la existencia de Dios y del Alma, así como de su inmortalidad.; asimismo se basan en el conocimiento profundo de las Leyes Morales,  particularmente la ley del Amor.

Asimismo al contemplar cómo se realiza  la Ley de Evolución a través de la reencarnación, también se deduce la lógica existencia de otros mundos habitados y los lazos de hermandad que nos deberán unir a ellos, independientemente de los diferentes niveles espirituales que podamos tener.

  Los principales pilares que basan la moral espírita nacida de la filosofía que encierra las enseñanzas de los Espíritus Superiores y que fueron transmitidas a Allan Kardec, provienen esencialmente de las enseñanzas del Evangelio de Jesús, circunscritas sintéticamente en la Ley del Amor y Caridad.

- Jose Luis Martín-

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EL PORVENIR DEL ESPIRITISMO

 

      En cuanto al porvenir del Espiritismo, los espíritus afirman unánimemente que el triunfo está cercano, a pesar de los obstáculos que se le oponen. Esta profecía les resulta fácil, en principio, porque la propagación es obra personal de ellos. Ayudando al movimiento o dirigiéndolo, saben bien lo que deben hacer. Y en segundo término, les basta abarcar un período de corta duración para ver en él a los poderosos auxiliares que Dios enviará y que no tardarán en manifestarse. 

  Sin necesidad de ser espíritus desencarnados, vosotros, espíritas, podéis transportaros con vuestra imaginación treinta años en el futuro para encontraros en medio de la generación que se eleva. Considerad, entonces, lo que sucede hoy, seguid la marcha progresiva y veréis agotarse en vano esfuerzos a quienes se creen convocados para destruir al movimiento. Los veréis desaparecer poco a poco de la escena, al lado del árbol que crece y cuyas raíces se extienden cada día un poco más.  

12. Los acontecimientos comunes de la vida privada son, generalmente, consecuencia de la manera de actuar de cada cual; éste triunfará con su capacidad, su prudencia, su perseverancia y su energía. Aquél, en el mismo caso, fallará en razón de su ineptitud. De manera que se puede decir que cada uno es artífice de su propio destino, el cual no está sujeto a ninguna regla ciega y fatal independiente de la persona. Conociendo el carácter de un individuo, se puede intuir con facilidad la suerte que le espera en el camino tomado.


13. Los acontecimientos que se relacionan con los intereses generales de la Humanidad se encuentran reglamentados por la Providencia. Cuando algo se halla en los designios de Dios, ha de cumplirse, ya sea de una manera o de otra. Los hombres ayudan a su ejecución, pero ninguno es  indispensable, ya que de lo contrario Dios estaría a merced de sus criaturas. Si quien está encargado de una misión comete errores, otro vendrá a reemplazarlo. No existe la misión fatal, obligatoria.


EL GÉNESIS -ALLAN KARDEC

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                     EL SUICIDIO


El deber de la conservación de la vida se opone el suicidio, pecado gravísimo, pero demasiado frecuente en nuestros días, por lo cual no estará por demás decir algunas palabras sobre él. [496]

Tesis

El suicidio se opone a la recta razón y a la ley natural.  La razón de esto es que el que se mata a sí mismo viola los derechos de Dios, obra contra la inclinación natural y su bien propio, y falta o peca contra la sociedad. Luego el suicidio se opone a la recta razón y a la ley natural.  

El suicida viola los derechos de Dios. Es una verdad innegable que el hombre recibe la vida de Dios, su autor y conservador, como lo es de todas las cosas finitas, a las cuales sacó de la nada por su libre y sola voluntad. Es igualmente cierto que el objeto e intención de Dios al comunicar la vida al hombre, no fue el que dispusiera de ella a su antojo, sino el que se sirviera de la misma como de medio, camino y preparación moral para llegar a su destino final, o sea a glorificar a Dios por medio de la unión inefable con el bien infinito, principio y fin último de la creación, y de una manera esencial, de los seres inteligentes. Luego el privarse voluntariamente de la vida por medio del suicidio, es usurpar el dominio y derechos de Dios sobre la misma. «La vida, escribe santo Tomás, es un don concedido por Dios al hombre y sujeto a la potestad del que mata y da la vida. De aquí es que el que se priva de la vida, peca contra Dios, así como el que mata el esclavo peca contra el dueño de éste.

Obra contra la naturaleza y contra su bien propio. Contra la naturaleza; porque la inclinación y propensión más enérgica y espontánea de la naturaleza, es la de conservar el ser y la vida, como lo demuestra la misma experiencia, no sólo en el hombre, sino en todos los seres. Contra su bien propio; porque para evitar un mal menor elige otro mayor, cual es la muerte respecto de los males de la vida, y sobre todo, porque para evitar un mal temporal se precipita en uno [497] eterno infinitamente superior a los males todos de la vida presente.  

Peca contra la sociedad. El hombre, como parte o miembro de la sociedad, de la cual recibe beneficios, se debe a ésta, y al disponer de su vida sin motivo racional, perjudica los derechos de ésta, y entre ellos el que tiene toda sociedad a que los particulares contribuyan a su conservación por medio de la fortaleza y sufrimiento en las adversidades. Añádase a esto, por un lado, el mal ejemplo, perjudicial a la sociedad, y por otro lado, el peligro de homicidio, inherente a la práctica del suicidio; porque el que llevado de la desesperación y por no tolerar los males se determina al suicidio, bien puede decirse que está en disposición y preparación habitual de ánimo para cometer homicidio, si considera esto como medio para librarse del mal que le induce al suicidio.

Como corolario general de las precedentes reflexiones puede decirse que, salvo el caso de perturbación completa de la razón, el suicidio apenas puede concebirse en un verdadero católico; porque no se concibe que el hombre de verdadera fe cristiana, especialmente si la conducta moral está en armonía con la creencia religiosa, elija un camino que sabe le conduce a los males y privaciones eternas, para librarse de males temporales y relativamente insignificantes. Este corolario se halla en armonía con la experiencia, la cual nos enseña que los casos de suicidio son rarísimos en los hombres de conducta verdaderamente cristiana.

Esto nos lleva también a suponer que una de las causas principales del suicidio, debe ser la carencia de ideas y creencias religiosas, hipótesis que se halla comprobada hasta cierto punto por la experiencia y la estadística criminal de los pueblos (1). [498]

{(1) He aquí en confirmación de esto lo que escribe Debreyne sobre el suicidio: «Reina esta enfermedad particularmente en los [498] pueblos donde la fe y las convicciones religiosas son casi nulas, y no ejercen por consiguiente en la población sino poquísima influencia. La experiencia tiene probado que en todas las naciones el suicidio es más frecuente, a proporción que disminuye el sentimiento religioso...
La otra gran llaga de la sociedad, y acaso la más incurable, origen a la vez de un infinito número de males, es la ignorancia de la religión, y hasta de las primeras verdades religiosas y morales... En tal estado de degradación ignora su fin y su destino, ignora a Dios, se ignora a sí mismo, y en nada cree, porque todo lo ignora...

No creemos necesario detenernos en proponer las objeciones relativas a esta tesis; porque las consideraciones expuestas al demostrarla, contienen las ideas necesarias para la solución de los argumentos que en contra suelen proponerse. Únicamente añadiremos, como solución del argumento que presenta la muerte como mal menor que el cúmulo y persistencia de males que en circunstancias dadas rodean al hombre, que el mal físico, por grande que sea, siempre es de un orden inferior al mal moral, y el pecado lleva consigo, aparte del mal físico consistente en la privación de la vida, la malicia moral que envuelve por las razones arriba consignadas.

- Mercedes Cruz  -

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          Cultura Espírita

Por José Herculano Pires

La Cultura Espirita, como señaló Humberto Mariotti, filosofo  y poeta espirita argentino, es una realidad bibliográfica, edificada en el plano  de de pesquisas y estudios. Socialmente se reducía a una parte mínima del movimiento espirita  mundial, pues la mayoría de los espiritas la desconoce. Se comprende que eso acontece a consecuencia de las campañas deformadoras  y difamatorias de las Iglesias y de las Instituciones Científicas, especialmente  la Medicina, contra el Espiritismo.  Más gran parte de la culpa cabe a los propios espiritas cultos, que, en su mayoría, se muestran displicentes, por la acomodación indebida o prejuicio mental. Por otro lado, la vanidad y el pedantismo intelectual de muchos espiritas los apartan de las pesquisas sobre los más importantes aspectos de la doctrina, para entregarse  a elucubraciones personales gratuitas, dispersivas y no es raro absurdas. El deseo vanidoso de brillar a los ojos vacios del mundo llevó a muchos de ellos a querer adaptar el Espiritismo a las conquistas científicas modernas, en vez de mostrar la subordinación de esas conquistas al esquema doctrinario. Otros quisieron atrevidamente actualizar la doctrina  y otros aun se aventuraron a corregir a Kardec. Esas actitudes no dieron el  provecho personal que deseaban y sirvieron apenas para incentivar las mistificaciones.

Toda nueva cultura nace de la anterior. De las culturas anteriores nació la cultura moderna, cargada de contribuciones antiguas. Más el aceleramiento de la evolución cultural a partir de la II  Guerra Mundial hizo eclosionar  casi de sorpresa la Era Tecnológica. El materialismo antiguo  ha llegado su ápice y estallo para que las entrañas  de la materia revelasen su secreto. Y ese secreto confirmó la validad de la Cultura Espirita marginalizada en el plano biográfico. Comenzó así el desabrochar de una Nueva Civilización, que es la Civilización del Espíritu. “La finalidad de la Educación  - escribió Hubert -  es instalar en la Tierra, por la solidaridad de conciencias, la Republica de los Espíritus”. Esa fue la proclamación de la Nueva Era, hecha en la Francia de Kardec, en París  en su batalla por el Espiritismo.

Más para una que civilización se desenvuelva es necesaria la integración de los hombres en sus principios y presupuestos. Unos y otros se encuentran en los libros de Kardec, más si esos libros no fueran realmente estudiados, investigados en la profunda intimidad de los textos y transformados en pensamientos vivo en la realidad  social, la civilización no pasará de una utopía o de una deformación de la realidad soñada. Por más frágil y efímero que sea el hombre en su existencia, es él que da vida al presente y al futuro, es el demiurgo  que modela los mundos. Para construir la Civilización del Espíritu el hombre espirita necesita  que viva en si mismo, en su conciencia y en su carne, pues  en esta relación toma conciencia  con el mundo  que se realiza. Y para eso no bastan los libros, es necesario  el concurso de todos los medios de comunicación: la palabra, la imprenta, la radio, la televisión, y más aun, la practica intensiva y colectiva de los principios doctrinarios de manera correcta y fiel. Si el hombre espirita de hoy no comprendiera eso y duerme sobre los laureles literarios, la Civilización Espirita abortará  o será transformada en una simple caricatura precisan tomar conciencia con urgencia. O concuerdan con la gravedad del problema  o serán aplastados por el avance de los acontecimientos en el tiempo.

La idea cómoda de que Dios  hizo y nosotros   disfrutamos o soportamos  no tiene lugar en el Espiritismo. Por el contrario,  en esto se sabe que el hacer de Dios en el mundo humano se realiza a través de los hombres capaces de captar su voluntad  y la ejecuta. No hay milagros ni efectos mágicos  en la Naturaleza, donde la voluntad de Dios se cumple a través de los Espíritus, desde el control de las formas atómicas  hasta el crecimiento de los vegetales. Decía Talles de Mileto, el filosofo vidente,  que el mundo está lleno de dioses que trabajan en toda la Naturaleza, y dioses, para los griegos,  eran espíritus. Kardec repitió en otros términos y de manera más explícita y minuciosa  esa misma verdad. En el mundo humano  los Espíritus se encarnan, se hacen hombres  para modelarlo. Cada espíritu encarnado trae consigo su tarea y su responsabilidad espiritual e intransferible. El que no cumple  su deber, fracasa. No hay otra alternativa. El fracaso de la mayoría de los cristianos resultó  en falencia casi total del Cristianismo. El que se salvó fue lo poco que algunos hicieron.  Y a partir de ese poco, dos mil años después  de la predicación de Cristo y de su ejemplo de abnegación total, fue que Kardec partió para la arrancada espirita. El ejemplo de Francia es una advertencia a los brasileños. La hipnosis materialista observó los franceses  en lo inmediato y el Espiritismo casi se apago  en todos los campos eructados por Kardec, Denis, Flammarión, Delanne y tantos otros. La intensa  y conmovedora batalla  de León Denis, en Francia y en toda Europa, en los congresos  espiritas y espiritualistas de fines de siglo XIX y primer cuarto de nuestro siglo fue contra las infiltraciones de  doctrinas extrañas, de espiritualismos repelentes en el medio espirita. Fue gigantesco el esfuerzo del famoso Druida de Lorena, como Conan Doyle lo llamaba, para mostrar que el Espiritismo era una nueva concepción del hombre y de la vida, que no se podía confundir con las escuelas espiritualistas ancestrales, cargadas  de supersticiones y principios individualmente afirmados o provistos de tradiciones distantes, sin ninguna  base de criterio científico. Lo mismo acontece hoy entre nosotros, bajo la complacencia de instituciones representativas de la doctrina y el apoyo fanático de líderes carismáticos, ciegos espirituales y alucinados mentales  dirigiendo a multitud de ciegos.

Todos los intentos de corregir esa situación peligrosa se chocan con frialdad irresponsable de los que se dicen responsables por el desenvolvimiento doctrinario. Y la pasividad  de la masa espirita, anestesiada por el sueño de la salvación personal,  del valor mágico de la tolerancia bastarda, de la creencia ingenua del valor sobrenatural de las limosnas patéticas (el óbolo de la viuda dado por las cajas de cuentas  comunes en los bancos), va minando en silencio el legado de Kardec. El miedo al pecado que sale de la boca, de la pena o de las teclas – mientras se come  y bebe hasta hartar, se asemejan a migajas  al pobre y se duerme en la bienaventuranza de las largas digestiones – hace desaparecer  del medio espirita el dialogo del pasado reciente, sustituyendo el coro de los debates por el silencio místico de las bocas de serie. Nadie habla para no pecar y peca por no hablar, por no espantar por lo menos con un grito a las aves dañinas y aguaderas que destruyen la siembra.

La prensa espirita, que debía ser una llama, es un foco de infección, sembrando las mistificaciones de Roustaing, Ramatis y otros, o lloviendo  en mojado con la repetición cansativa de viejos  y golpes de eslogan, mientras las tierras secas se esterilizan abandonadas. El óbolo de la viuda no cae en los cofres del templo, más si en los desvanes del suelo rachado por la mayor sequia  en los corazones, como recordó Constancio Vigil.

Al margen de esa prensa parroquial, hecha para alimentar a la familia, los periódicos que surgen en condiciones  para mostrar al gran público la grandeza y el resplandor  de la Doctrina  mueren de inanición, mientras periódicos mistificadores, preparados  con los condimentos de la prensa sensacionalista y lisonjera, o temperados con discreción (cuanto más cerradas, más gustosas) son mantenidas por la renta de instituciones comerciales o por intereses marginales.

Las escuelas espiritas marcan el paso en el camino común. Los programas de radio son sofocados por adulteradores  y sustituidos por improvisaciones acomodadas. La televisión solo se abre para sensacionalismos destrozados. Los recursos financieros si son empleados en folletos de ahorro de caridad visible, que no invisible rinde  intereses y correcciones monetarias. Las iniciativas editoriales valientes mueren asfixiadas por el encaje, ante el desinterés  de un público apático. Los hospitales  Espiritas se transforman en organizaciones comunes, mantenidos por verbas oficiales de socorro a enfermos que pueden  cargarlas a sus cofres, la antigua y legitima caridad espirita  de años atrás, sustentada por algunos abnegados  que ya pasaron para el Más Allá, marchito como la flor  del sida  en pastos resecos. Restan  apenas, en ese paisaje desolador, algunos pequeños oasis sustentados por los últimos  y pobres abencerrajes (*) de una vieja estirpe desaparecida.

Es necesario que se diga todo eso, que se escriba y siembre esa verdad dolorosa, para que toque los corazones, con la esperanza  de una reacción que tal vez  no se verifique, más que por lo menos  intente despertar.  En la hora decisiva de la cosecha, helada por la indiferencia y los parásitos del comodismo amenazan las mínimas esperanzas de antiguos y cansados labradores.  A pesar de eso, los que aun  resisten  no pueden abandonar  sus puestos. Es necesario luchar, pues lo poco  que se pueda salvar podrá ser la garantía de mejores días. El hombre,  las generaciones humanas mueren en el tiempo, más el espíritu no. El tiempo es el campo de batalla en el que  los vencidos  caen para resucitar. ¿Quién podrá detener la evolución del  Espíritu en el tiempo?  La conciencia  humana madura  con el tiempo.  La esperanza  espirita no reposa en la fragilidad humana, más si en las potencialidades del espíritu, que se actualizan en el fuego de las experiencias existenciales. Corta el la vida, largo  es el tiempo,  y la Verdad  intemporal aguarda a todos  en impasible Limiar del eterno. El hombre es la centella oculta que nunca se apaga y volverá a encender la llama cuantas veces sea necesario, para que la serenidad, la coherencia y el amor lo   rescaten  en la duración de los siglos y de los milenios.

Todas las civilizaciones de la Tierra se desenvolverán, en una asombrosa sucesión de sombra y luz, para que un día –el Dia del Señor, del que hablan los antiguos hebreos – la Civilización del espíritu se instale en los planetas martirizados por las travesuras de la insensatez humana. Entonces tendremos el Nuevo Cielo la Nueva Tierra de la profecía milenaria. Los que no se tornen dignos de la promesa continuaran  a la espera y a la madurez en las estufas de los mundos inferiores, purgando los residuos de la animalidad. Esa es la ley inviolable de la Antropología Espirita. 

(*) Individuos que se muestran en extremada dedicación a una cosa; son los  verdaderos paladines de una idea.

Blog de los Espiritas

Traducido y aportado  por: Mercedes Cruz Reyes. 


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