lunes, 7 de marzo de 2022

Dudas de la Justicia Divina

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Lo que dice el Espiritismo

2.- Causas actuales de las aflicciones

3.-  Deducciones filosóficas y morales de la Reencarnación

      Frase de Krisnamurti

4.- Dudas acerca de la Justicia Divina



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         LO QUE DICE EL ESPIRITISMO

                                                                      


    Escuchen un momento los pobres de espíritu y nobles de corazón que, desconociendo en absoluto esta hermosa y compleja Ciencia que se llama Espiritismo, la desprecian por sistema, creyéndola necia y pueril distracción, propia de ignorantes o desequilibrados.

  Nuestra doctrina, mostrando la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales de clases elevadas por el orgullo y la ignorancia, y claramente prueba, que nadie tiene derecho a más respeto ajeno, que aquel a que se haga acreedor  por la nobleza de su conducta.

  El nacimiento y la posición social, para el Espiritismo racional que nosotros defendemos, no son sino accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo se pueden adquirir y perder en cualquier fase de las encarnaciones terrestres.

  Enseña, pues, con testimonios positivos, la más verdadera y santa de las democracias y por consiguiente, es llegado el tiempo en que todos los velos deben rasgarse para dar paso a la consoladora Luz de la Verdad, a la Buena Nueva que Jesús prometió a la humanidad.

  El Espiritismo , aporta pruebas tangibles de la inmortalidad del alma, y por tanto, es preciso que, afrontando todos los sarcasmos y prejuicios, se decidan a estudiarlo atentamente cuantos se precien de hombres serios y sensatos.

  Los espíritus aferrados a sus concepciones tradicionales y rutinarias, llegará un día en que tendrán que abrir los ojos ante el deslumbrador foco de esta nueva Ciencia, que, apoyada sólidamente en hechos irrecusables, satisface el raciocinio.

  El Espiritismo, además, con la certeza que proporciona al hombre de la sucesión y multiplicidad de sus vidas, y de la efectiva responsabilidad de todos nuestros actos, por insignificantes que los creamos, viene a resolver, en el momento presente, otra porción de cuestiones.

  Las luchas sociales, que en nuestros días adquieren un carácter áspero y encarnizado, podrán suavizarse en gran escala, con el convencimiento espiritista de que la duración de una existencia no es más que un momento transitorio en la evolución eterna del Espíritu.

  Con menos orgullo en los de arriba y menos envidia en los de abajo, nacerá la armonía y la más franca solidaridad, al contacto de estas consoladoras doctrinas, cuya base es la tolerancia. Y acaso nos sea dado ver desaparecer las luchas fraticidas, abortos de la ignorancia, disipándose ante las máximas de amor y fraternidad, que son la radiante corona que ostenta el Espiritismo.

    - Revista Fraternidad Cristiana Espírita nº 48 -

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CAUSAS ACTUALES DE LAS AFLICCIONES

 

4. Las vicisitudes de la vida son de dos especies, o si se quiere, tienen dos orígenes muy diferentes que conviene distinguir: unas tienen su causa en la vida presente y otras fuera de ella.

Remontando al origen de los males terrestres, se reconocerá que muchos son la consecuencia natural del carácter y de la conducta de aquellos que los soportan.

¡Cuántos hombres caen por sus propias faltas! ¡Cuántos son víctimas de su imprevisión, de su orgullo y de su ambición! infelices los medios de ganarse la vida con su trabajo, como las deformidades, el idiotismo, la imbecilidad, etc.

Aquellos que nacen en semejantes condiciones, seguramente, nada hicieron en esta vida para merecer una suerte tan triste, sin compensación y que no podían evitar, impotentes para cambiar por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración pública.

¿Por qué, pues, seres tan infelices, mientras que a su lado, bajo un mismo techo, en la misma familia, otros son favorecidos bajo todos los aspectos?

¿Qué decir, en fin, de esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron de la vida más que el sufrimiento?

Problemas que ninguna filosofía pudo resolver aún, anomalías que ninguna religión pudo justificar y que serían la negación de la bondad, de la justicia y de la providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma sea creada al mismo tiempo que el cuerpo y que su suerte esté irrevocablemente fijada después de una estada de algunos instantes en la Tierra. ¿Qué hicieron esas almas que acaban de salir de las manos del Creador, para soportar tantas miserias en este mundo y merecer en el futuro, una recompensa o un castigo cualquiera, cuando no pudieron hacer ni bien ni mal?

Sin embargo, en virtud del axioma de que todo efecto tiene una causa, esas miserias son efectos que deben tener una causa; y desde que se admita un Dios justo, esa causa debe ser justa, luego precediendo siempre la causa al efecto y puesto que aquella no está en la vida actual, debe ser anterior a ella, es decir, pertenecer a una existencia precedente. Por otro lado, no pudiendo Dios castigar por el bien que se hizo, ni por el mal que no se hizo, si somos castigados, es porque hicimos mal; si no hicimos mal en esta vida, lo hicimos en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible evadirse y en que la lógica dice de que lado está la justicia de Dios.

El hombre, pues, no es castigado siempre o completamente castigado, en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del malo sólo es momentánea y si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La infelicidad que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser y el que sufre puede decir siempre: “Perdóname, Señor, porque he pecado”.

7. Los sufrimientos por causas anteriores, son, con frecuencia, como los de las faltas actuales, consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una injusticia distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que hizo sufrir a los otros; si fue duro e inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si fue orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si fue avaro, egoísta, o si hizo mal uso de su fortuna, podrá ser privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir con sus propios hijos, etc.

Así se explican, por la pluralidad de existencias y por el destino de la Tierra como mundo expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la infelicidad entre los buenos y malos en este mundo. Esa anomalía no existe en apariencia, porque se toma su punto de vista desde la vida presente; pero si uno se eleva con el pensamiento de manera que pueda abarcar una serie de existencias, se verá que cada uno recibe la parte que se merece, sin perjuicio de la que le es dada en el mundo de los Espíritus y que la justicia de Dios jamás es interrumpida.

El hombre nunca debe perder de vista que está en un mundo inferior, donde sólo es mantenido por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que si perteneciese a un mundo más elevado, eso no ocurriría y que de él depende no volver más a este mundo, trabajando por su perfeccionamiento.

8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a los Espíritus endurecidos o muy ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa, pero son elegidas libremente y aceptadas por los Espíritus arrepentidos, que quieren reparar el mal que hicieron e intentar hacerlo mejor. Tal como aquél que habiendo hecho mal su tarea, pide que se le permita empezarla de nuevo para no perder el beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por lo soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o expiaciones, son siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente y que sufren con una resignación muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen al hombre a revelarse contra Dios.

El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución, lo que es señal de progreso.

10. Los Espíritus no pueden aspirar a la felicidad perfecta sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada en los mundos felices. Lo mismo sucede a los pasajeros de un navío  infestado por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan purificado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida adelantan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura el enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decirse que tenía mucho que expiar y alegrarse de curar muy pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perderle los frutos con las lamentaciones, sin lo cual tendría que empezar de nuevo. asado que castigan y pruebas para el porvenir que preparan. Rindamos gracias a Dios que en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no lo condena irrevocablemente por la primera falta.

9. Entre tanto, no es necesario creer que todo sufrimiento soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; pero, pruebas o expiaciones, son siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente y que sufren con una resignación muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen al hombre a revelarse contra Dios.

El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución, lo que es señal de progreso.

 Tomado de El Evangelio Según el Espiritismo

 

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DEDUCCIONES FILOSÓFICAS Y MORALES DE LA REENCARNACIÓN

 

          La idea de  la reencarnación  del espíritu inmortal, aporta múltiples y profundas consecuencias filosóficas y morales, dando un sentido mas profundo de nuestra realidad individual  y existencial dentro del Universo, porque  por la reencarnación se cumple el propósito moral de nuestra existencia, cual es la evolución del Ser.

       La aceptación de este concepto fundamental,  nos lleva a  comprender la necesidad de llegar a amar a toda la Creación y sobretodo a nuestros semejantes, procurando ser cada vez más solidarios y altruistas, en coherencia con el conocimiento de la Divina ley del Amor y de la de las  consecuencias de nuestros actos durante la vida, pues por ella comprendemos  que el ayudar a los demás supone estar ayudándonos a nosotros mismos. Estos principios éticos nos  señalan que al ser naturalmente libres los espíritus humanos, podemos actuar siempre siendo  plenamente conscientes de nuestra íntima libertad para poder pensar y decidir, por  lo cual, cada individuo debería ser instruido sobre las consecuencias de sus actos, pero sin imposición alguna en aras del respeto a su libertad. Esta libertad de acción  viene a ser  utilizada  proporcionalmente  a su grado de desarrollo ético individual.

 De  la  idea de la reencarnación, también se puede deducir la gran importancia de poner en nuestras vidas los sagrados principios  evangélicos de la Caridad y de la Fraternidad humanas.

 La honradez en general de vida que  se plantea ante nuestras conciencias como una necesidad, se desprende del conocimiento de la reencarnación y de las demás leyes espirituales que la acompañan,  que son la esencia misma del sentido  moral que debe primar en cada ser humano.  La persona honrada y buena hace el bien por el bien mismo, sin buscar aprobación ni recompensa, ignorando odios y venganzas, y perdonando siempre; el honrado es afable con  todos y caritativo para con los más débiles;  la tolerancia y el respeto son la bandera  que   ondea  en  su corazón.

  Los conceptos éticos y morales que se desprenden de la idea reencarnacionista  y de las demás leyes espirituales, tal como las presenta  el Espiritismo, podrían contribuir enormemente al progreso espiritual del Ser humano y por lo tanto de toda la sociedad humana, porque  la aceptación de la existencia del Espíritu y de su reencarnación, resultan un serio oponente a los conceptos materialistas y egoístas de la vida, que por sus nefastas consecuencias son  la mayor plaga que sufre la Humanidad porque entorpecen su avance espiritual y su felicidad.

  Por la reencarnación, podemos comprender como  evolucionamos de existencia en existencia humana,  haciendo del progreso espiritual  el objetivo  esencial  de  la vida, pudiendo  perfeccionarnos continuamente mediante nuestro  esfuerzo por adquirir cada vez una  mayor e ilimitada capacidad intelectual y moral, lo que nos abre un vastísimo horizonte de progreso moral y espiritual.

 Quien  tenga asumidos los principios éticos y morales que aporta el sentido espírita de la reencarnación, procurará  en vez de  imponer  castigos o venganzas  a los culpables  de cualquier delito, instruirlos para su reforma moral como enfermos del alma a los que se debe ayudar a sanar, removiendo sus conciencias y  previniendo sus acciones, porque comprenderá que la venganza y el castigo son inútiles para su mejoramiento y regeneración.  Además sabrá creer y confiar en los mecanismos de actuación de la Justicia Divina, porque comprenderá  como  cada mala acción lleva implícita en sí misma su propio castigo o corrección.

 El conocimiento espírita sobre las leyes de la reencarnación y la de Causa y Efecto, nos llevan a comprender la necesidad que todos tenemos de rechazar pensamientos y sentimientos  negativos de cualquier índole,  así como del esfuerzo por ayudar a los demás y de lo necesario e importante que es también mantener el cuerpo físico en buen estado, considerando que es un valiosísimo instrumento para  nuestra  evolución.

 Si la reencarnación fuese más comprendida y aceptada por la humanidad en general, dejaría de tener sentido en nuestro mundo la existencia de lacras como el  racismo, la xenofobia y todos los separatismos por diferencia de lenguas, culturas, credos, etc., incluidos también el machismo y el feminismo tan de moda actualmente.  Todos los separatismos aludiendo a diferencias humanas, no son sino especies mas o menos encubiertas de egoísmo.

 Al tener asumida la idea de la reencarnación, nadie podría despreciar a nadie por diferencias de la clase que sea , porque sería como despreciarse a sí mismo ya que en el pasado o en el futuro  cada uno podríamos ser o haber sido como lo que ahora nos diferencia.

 El conocimiento de las leyes que rigen la Vida, sobre todo el de la Reencarnación y  la Ley de Consecuencias, nos lleva a saber desprendernos de todo lo que nos empequeñece o rebaja moralmente, enseñándonos cómo debemos vivir en armonía con nosotros mismos, con la Naturaleza y con los demás, dedicándonos a realizar esfuerzos para crecer  espiritualmente cada vez más.

 Así, un día  llegaremos a comprender  la igualdad absoluta y la solidaridad que debe unir a los seres humanos a través de nuestras vidas colectivas, lo que supone una lucha contra el orgullo y el egoísmo que nos impiden esta unión.

 Cuando  comprendemos   y aceptamos esta ley junto a   las demás leyes cósmicas que  le  dan    forma  y  sentido,  aunque  a  veces  es  difícil,   llegamos  a sentir  una  mayor    benevolencia    y    comprensión    hacia    los    que  son     más    débiles o  imperfectos   moralmente ,   así  como hacia  los  que   a   veces  nos  causan  fastidio  con  sus pasiones  y  defectos humanos.

     La reencarnación también  nos lleva a comprender el por qué  debemos  asumir con ánimo y valor, el dolor o las circunstancias desfavorables de la vida así como las desigualdades e injusticias que podamos sufrir,  porque estas  no son caprichos  arbitrarios de  Dios o producto de la mala suerte, sino que las generaron nuestros propios actos en el pasado . Asimismo otras veces estas contrariedades constituyen por si mismas pruebas necesarias para nuestro progreso espiritual.

  También se comprende la necesidad de desarrollar la paciencia y la resignación ante los problemas de la vida, sabiendo que son pruebas que debemos asumir y superar para nuestra evolución espiritual, sabiendo que cada cosa llega en su momento adecuado  y cuando debe de llegar. En cualquier caso, sabemos que lo que nos sucede es  siempre para nuestro bien aunque a veces  venga disfrazado de mal.  Por eso debemos siempre aceptar todo lo que nos venga en la vida aunque no lo comprendamos,  sin pedir nada más y sin rebelarnos ante el dolor o ante las injusticias humanas que padezcamos,  porque  ya  sabemos que no son casualidades ni mala suerte,  sino que son  pruebas  necesarias  para el desarrollo de nuestro espíritu, y que en cualquier caso, siempre son para nuestro bien. Por supuesto esto no significa que no debamos luchar contra los problemas que nos surjan, contra la injusticia o contra el dolor y la enfermedad, pues a veces estas pruebas son precisamente para que nos sacudamos la indolencia, desarrollemos nuestra voluntad y nuestra inteligencia, y nos fortalezcamos en  el esfuerzo  por erradicarlas.

 El conocimiento de la Reencarnación y las consecuencias morales que se desprenden de ella   así como  de las demás leyes espirituales que la acompañan, nos debe conducir al bien y a la virtud, escapando así del engranaje de la ley de Consecuencias por la que cada acción , buena o mala, genera una reacción particular del mismo signo. 

   Todo lo dicho hasta aquí se podría concretar  en:

 

·        Que tenemos el derecho y el deber de ser íntimamente libres y de gobernarnos a nosotros mismos y a nuestros actos, en cualquier área de actividad.

·        Que somos siempre responsables de las consecuencias de nuestras obras.

·         Que tenemos el derecho y el deber de  procurar ser felices y de hacer felices a los demás..

·        Que nuestros derechos   terminan allí en donde comienzan los derechos ajenos.

·          Que debemos respeto  y amor a los demás  tanto como  a nosotros  mismos.

·        Que tenemos  obligación de cuidar  de nuestras  facultades y nuestra salud.

·        Que debemos Amor a la Vida, a la Verdad y  a  la Libertad.

·         Que  la honradez total en la vida es algo básico y fundamental..

·        Que debemos guiarnos en la vida por un sentido ético y justo,rechazando   la  tentación  de beneficiarnos de  privilegios e injusticias.                         

·        Que debemos considerarnos como simples depositarios  y responsables por  las   riquezas que   tengamos, y   beneficiar  con ellas a quienes lo necesiten.

·        Que  debemos  dejar  siempre  una  puerta  abierta  al  arrepentimiento  y  no condenar    nunca   a  nadie.

·        Que debemos tratar a los demás como queremos ser tratados nosotros mismos.

·        Que debemos perdonar siempre de corazón  y  engrandecer  nuestro espíritu  devolviendo bien por mal.

·        Que podemos  disfrutar solamente de los placeres que no  perjudiquen  ni hagan mal a nadie  ni a nosotros mismos.

·        Que debemos amar la Naturaleza   respetando  sus  leyes  y  todos sus sistemas  ecológicos,   respetando  a los   seres que  la   habitan.

·        Que debemos aceptar en conciencia  que  cada día  que amanece , supone una  nueva   y  maravillosa  ocasión  de  hacer algo por los demás, o de reconciliarnos con ellos. 

·        Que cada día  es una nueva oportunidad , como un  regalo diario que se  nos hace para que  nos  podamos sentir  en  paz  y  felices, haciendo algo por los demás o por nuestro propio mejoramiento.

   El  conocimiento  y  aplicación   de   todos   estos   conceptos  espirituales, que son conceptos puramente cristianos, son un factor  determinante   para la   transformación de la  actual conciencia   planetaria a  fin de que podamos alcanzar en este mundo,  una  vida  mas  armónica   y  feliz, con sociedades humanas mas justas,  fraternas,  libres  y solidarias, en el  nuevo  Mundo de  Regeneración que un día no muy lejano será  este planeta.

 - Jose Luis Martín-

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“No desees hablar. Bien está hablar poco; mejor aún es callar del todo, a menos que estés perfectamente seguro de que lo que vas a decir es verdadero, bueno y útil. Antes de hablar, considera atentamente si lo que vas a decir reúne estas tres cualidades, si no es así, guarda silencio”.

                                                                       -Krishnamurti-


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     Dudas acerca de la Justicia Divina

   Conforme avanza el conocimiento, la neblina de las dudas se disipa y va dejando penetrar la luz de la Verdad.

   En el campo religioso, en cuanto a eventuales interpelaciones acerca de la Justicia Divina o del Consolador Prometido por Jesús, el Espiritismo nos quita todas las dudas inquietantes, al afirmarnos que Dios no concede privilegios a nadie ni en todas las instancias del Universo. 

   Como fuimos dotados por el Padre de inteligencia y libre albedrío, nos hicimos responsables por nuestras propias acciones.

    Por la ley de Causa y Efecto respondemos por el mal que practicamos, o alcanzamos méritos por el bien que hicimos a nuestro prójimo. 

   Así, podemos creer que Dios en su Misericordia Infinita jamás nos desampara. 

        Jesús nos sugiere su "yugo suave" cuando nos impone el deber de practicar el "amor y la caridad".

- Antonio Lima -
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