domingo, 10 de mayo de 2020

Matemática de la Reencarnación

     INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- Ellos vienen para ayudar
2.- Matemática de la Reencarnación
3.- Leyes Espirituales: Aspectos de la vida
4.- La indulgencia
5.- Las numerosas curaciones producidas por Jesús




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       ELLOS VIENEN PARA AYUDAR



    Día tras día existe una mayor presencia de naves extraterrestres, una mayor manifestación en nuestro plano de los auténticos hermanos venidos de otras dimensiones, consecuencia de que se aproxima la culminación de una labor perfectamente diseñada para esta época decisiva, y porque existe una mayor receptividad por parte de las personas que buscan respuestas y explicaciones lógicas ante los acontecimientos que estamos viviendo.

Hemos llegado a una madurez suficiente para aceptar de una manera natural el mensaje renovador que nos traen, un mensaje que no difiere en nada con el que la espiritualidad superior nos demanda desde hace mucho tiempo.

Desde el punto de vista global planetario, colaboran para contener las graves imprudencias de los intereses de algunos estados poderosos, de los círculos de poder que no respetan el medio ambiente y sólo miran por sus intereses económicos.

Sin olvidar las constantes amenazas de guerras y la mala utilización de energías como la nuclear, cuyo uso indebido puede provocar efectos devastadores. Todo ello complementado por un cambio climático irreversible cuyas consecuencias están siendo catastróficas.

Estos hermanos vienen para AYUDAR en las múltiples formas y en base al principio de solidaridad que la Ley de Fraternidad Cósmica invoca a diversos planos evolutivos. Siempre respetando nuestro libre albedrío. Lo han hecho en todas las épocas y lo van a seguir haciendo hasta la culminación total del proceso de cambio en el que estamos inmersos.


- Isabel García-

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Matemática de la Reencarnación




           










 En el ítem 6 se afirma que en la Tierra están encarnados una pequeña cantidad de los Espíritus vinculados a ella, así que no podemos deducir que todos los Espíritus terrenos estén en el mismo nivel evolutivo.
          La oradora Mirian Stela Dantas Patitucci nos ofrece interesante material sobre el tema en una de sus conferencias, “La Matemática de la Reencarnación”.
      Según Mirian, la Tierra cuenta con 30 mil millones de Espíritus a ella vinculados, de los cuales 6,5 mil millones están encarnados y 23,5 están desencarnados.
    Agrega que 4 mil millones de los encarnados se encuentran en dolorosos procesos de reeducación; 2 mil millones buscan la recuperación y 500 millones son misioneros en la tarea de ayudar en el progreso colectivo. Entre los desencarnados están 12 mil millones en luchas y sufrimientos, algunos incluso sin condiciones de reencarnar en el orbe terreno; 6 mil millones de Espíritus medianos en tareas regenerativas; 5,5 mil millones de Espíritus elevados, la mayoría ya liberados de la reencarnación.
       No vamos a profundizar en la posible exactitud de los números presentados por la investigadora y oradora, más bien queremos presentar un panorama que nos permita hacer una comparación entre el resultados de sus estudios, las palabras del fragmento del Evangelio en análisis y las observaciones de nuestro entorno.
     Según el Evangelio, la población desencarnada es de número superior a la encarnada y la situación de la Tierra está relacionada a la naturaleza de sus habitantes.
     Ante esas informaciones, la diversidad espiritual que observamos entre nosotros y las experiencias mediúmnicas vivenciadas en las Casas Espíritas, podemos notar que entre los Espíritus ligados a la Tierra hay aquellos muy endurecidos en el mal (encarnados actúan con maldad, desencarnados estimulan al mal); otros que sufren correcciones de errores pasados (encarnados pasan por expiaciones dolorosas, desencarnados se depuran en regiones menos felices); algunos que ya poseen la consciencia despierta para el bien, a pesar de sus imperfecciones (encarnados se esfuerzan por ser buenos, desencarnados asisten a los que están en la retaguardia); otros tantos que ya no son malos, pero que aun no son buenos (encarnados o desencarnados que no aprovechan las oportunidades de hacer el bien); y además, están las almas que ya lograron ascender a niveles espirituales más elevados, pueden estar encarnados en misiones o nos sirven de guías y mentores en las tareas edificantes. Y podemos deducir que la mayoría de nosotros aun estamos en niveles muy inferiores en la escala evolutiva, lo que clasifica la Tierra como un planeta de prueba y expiaciones, donde la maldad y el sufrimiento aun predominan.
         En realidad la Tierra es una escuela donde venimos a aprender nuevas enseñanzas y a repetir las experiencias no aprehendidas o no asimiladas. Algunos nos esforzamos más por comprender y concluir el aprendizaje más rápidamente. Otros estamos más preocupados por vivenciar las situaciones transitorias sin captarle el verdadero significado trascendental. Es que aun no podemos observarnos como Espíritus eternos y nos olvidamos que nuestra verdadera patria es el Mundo Espiritual.
            Por este motivo en la Tierra aun predominan las miserias, la maldad y el sufrimiento. Somos quienes hacemos nuestro pasaje por ella una experiencia difícil y quienes la convertimos en un lugar alejado de la realidad feliz con la cual soñamos.
            Es cierto que no podemos ignorar los compromisos asumidos por nuestras equívocos pasados, pero podemos trabajar por una futura encarnación más tranquila. En la pregunta 920 de “El Libro de los Espíritus”, Kardec pregunta si en la Tierra el hombre puede gozar de una felicidad completa y los Espíritus le contestan que “(…) depende de él dulcificar sus males y ser tan feliz como es posible en la Tierra.” Y en la respuesta siguiente le dicen que mayormente “el hombre es causante de su propia desdicha.” (Grifos nuestros).
            En respuesta a la pregunta 933, los Espíritus dicen que “con frecuencia sólo es infeliz el hombre por la importancia que da a las cosas del mundo” y sufre cuando no las alcanza. Eso porque nos olvidamos que lo que tenemos son préstamos de Dios, que nos lo otorga según las necesidades de la experiencia a ser vivenciada. Ni más, ni menos.  
            Emmanuel, en la respuesta a la pregunta 240 de “El Consolador”, nos dice que “si todo Espíritu tiene consigo la noción de la felicidad, es señal que ella existe y espera a las almas en alguna parte (…), sin embargo, la felicidad no puede existir, mientras (…) las criaturas humanas se encuentran intoxicadas”.
            Como nos orienta Joanna de Ângelis en “Jesús y el Evangelio a la Luz de la Psicología Profunda”, nuestra existencia “debe ser vivenciada con placer y emoción”, pero no con el placer del vicio, del crimen o de la vulgaridad, “sino de la conducta” moral elevada que “estimula el avance y compensa” las adversidades, tan comunes en un mundo de pruebas y expiaciones.
            La benefactora agrega que, aunque las lecciones de perfeccionamiento se ejecuten ante el sufrimiento, es posible cambiarlo a través del amor. Eso porque el mundo puede ser considerado por muchos como un pozo de tentaciones, culpas, discordias, vicios, delincuencias, incomprensiones, malicia, maldad, sin embargo, en realidad, la Tierra es la Creación amorosa de Dios, donde aprendemos y evolucionamos hacia Él. Y un día nuestro querido planeta también evolucionará, pues sabemos que transitamos en la condición de mundo de pruebas y expiaciones para alcanzar la condición de un mundo de regeneración, cuando el bien superará el mal.
            Sin embargo, ese cambio no se va a producir de un momento a otro, como un acto de magia. Para que la evolución se haga realidad debe comenzar en el mundo interior de cada uno de nosotros. El proceso es personal, íntimo e intransferible.
            La Tierra es una escuela de reparación y de fraternidad, donde la diversidad espiritual es inmensa. Ella nos ofrece las herramientas para nuestra corrección y muchas veces tales herramientas pueden ser el sufrimiento regenerador. Pero recordemos que la Tierra es nuestro domicilio temporario porque nuestra verdadera familia es la Humanidad. (Emmanuel, Derrotero)
            Un día volveremos a ella y nos cabe a nosotros elegir en qué condiciones queremos llegar. Cómo estudioso aplicado que sabe aprovechar la enseñanza sin quejas inútiles o cómo perezoso reiterativo que insiste en repetir las mismas experiencias y quedar estancado mientras el mundo sigue su paso hacia la evolución.

Articulo de Marina Silva


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             LEYES UNIVERSALES 

            ASPECTOS DE LA VIDA 


     Comenzaré esta exposición con los siguientes interrogantes: ¿Qué es la vida? ¿De dónde emana la Vida? ¿Hacia dónde va esa Vida? ¡Cuántas veces habremos hecho éstas y otras preguntas sin respuesta! Frente a ciertos fenómenos físicos y psíquicos que se suelen denominar “misterios de la vida”, ¿cuántas veces habremos divagado, sentido estas inquietantes interrogantes y otras más? 
     Aun cuando difícil resulta definir lo que es la Vida en su aspecto transcendente, podemos decir que, Vida es y está en todo cuanto existe en los múltiples aspectos, y es indestructible en sí misma, aún cuando lo sea en la forma o formas en que la Vida se manifiesta. Me refiero aquí a la Vida como esencia, como energía animadora de las formas. En las modalidades que conocemos, la Vida es energía, mas, la energía es manifestación de la Vida, es efecto no causa. Y donde hay Vida hay energía y viceversa. O sea que, donde hay energía existe Vida. Siendo que, como humanos sólo percibimos la Vida por su manifestación física en sus aspectos visibles. 
     La Vida en su origen, emana de Dios, de esa Energía Cósmica Creadora, que crea Vida de su propia esencia, para poblar el inconmensurable espacio cósmico, infinito en su extensión. Por ello, la Vida es una manifestación de Dios, y siendo que, todo lo que existe es una manifestación de Vida en sus diversos grados evolutivos y en un constante desarrollo, toda Vida manifestada en los planos físicos va hacia el objeto para el cual ha sido creada, llevando en su propia esencia la fuerza orientadora de su propio desarrollo y evolución, que va efectuando en el tiempo a través de las múltiples manifestaciones y mutaciones en constante desarrollo y transformismo, siempre ascendente; aunque no siempre perceptible a nuestros sentidos físicos. Y ya en su manifestación humana, la energía emanada de la Vida misma del propio Ser espiritual, que contiene en sí y es en sí mismo la Vida, impele a la personalidad (a nosotros mismos como personas) a una constante acción y a un constante ejercicio, para el desarrollo de las facultades recibidas de la Divinidad Creadora, a fin de capacitarnos para cada vez más amplias y mejores realizaciones. 
     Y ese constante ejercicio de las facultades espirituales y psíquicas, es indispensable para continuar ascendiendo, ascendiendo en ese ilimitado camino que conduce a la felicidad, felicidad que, en nuestra miopía psíquica no identificamos. De aquí, la necesidad de desarrollar esas facultades que en nosotros existen en estado potencial, mediante el ejercicio constante, cuya oportunidad nos proporcionan las vicisitudes diversas en las vidas humanas. Por ello, necesario es no rebelarse contra las vicisitudes adversas que la vida humana nos presenta, a fin de superarlas, porque, las dificultades de la vida humana, son oportunidades para desarrollar las facultades de la mente, especialmente la facultad intelectiva y volitiva (inteligencia y voluntad); y cuyas dificultades son al Espíritu lo que la gimnasia es al atleta. Porque, si nos rebelamos, no las superamos; y se repetirán hasta tanto  hayamos aprendido a superarlas. Y una vez aprendido a superarlas, dejarán de ser dificultades. 
     En los planos etéreos del espacio o dimensiones espirituales más allá de lo planetario, existe la Vida en sus aspectos superiores de una mayor energía y capacidad de manifestación, de mayor sabiduría y amor, mayor poder y abarcamiento; habitadas esas dimensiones por seres ya más evolucionados en los diversos aspectos, que están ya liberados de los planos físicos, actuando activamente en el progreso de las humanidades. 

El hombre como ser material.- 
    Aquellas personas que creen que al morir todo se termina, una gran sorpresa les espera. Ignorantes de su propia realidad existencial e imperecedera, la mayoría de los humanos limitan su vida a lo tangible, y buscando el placer van creando necesidades artificiales, terminando por convertirse imperceptiblemente en esclavos de las mismas. Alejados del verdadero camino de la Vida (la vida humana como realización), no disfrutan de las maravillas que ésta les ofrece. 
     El amor sentido y realizado, que es fuente inagotable de armonía y felicidad, es desalojado por el egoísmo y la ambición, que crean rivalidades y estados afectivos perturbadores de enconos y malquerencias, que envenenan las almas; y el hombre se vuelve contra el hombre, transformando su vida en un tormento. Una de las causas que llevan al ateísmo y al materialismo perturbador, es la pérdida de la fe en las religiones. Y esta pérdida de fe, se debe a que, en los tiempos en que vivimos, ya no se pueden admitir conceptos carentes de lógica.  El materialismo embrutece al ser humano. Y ese materialismo lo podemos ver en todas partes. Una gran parte de la humanidad piensa tan sólo en enriquecerse, y en el poder generalmente deseado para satisfacción de dominio. Otra parte busca la felicidad en los goces momentáneos, quiere olvidarlo todo y vivir nada más que el presente, avanzando a ciegas hacia el abismo, inconscientes de su responsabilidad. Y así, en su ceguera psíquica van creando causas de dolor futuro, por hacer oídos sordos a esas llamadas de su conciencia superior, que son la manifestación de su espíritu, que es la realidad existencial, y que sigue siendo en el tiempo y en el espacio.

 El hombre como ser espiritual.- 
Y ahora, analicemos el hombre como ser espiritual. En un Universo donde todo expresa orden, causalidad, indestructibilidad; en el que todo es justicia perfecta; donde todo está ligado por una red de reacciones en un funcionamiento matemático del vasto organismo cósmico; en el que todo tiene una razón y una consecuencia lógica; resulta inaceptable la existencia del hombre como accidente, cual es el que todo termina con la muerte; como algunas seudo-ideologías sostienen. 
     Argumentos teológicos de milenios, por otro lado, obstruyeron y obstruyen todavía los canales de la inteligencia humana en cuanto a las realidades divinas. Pero, por ventura, ha llegado ya el momento de que la verdad sea conocida, de lo que dan prueba los descubrimientos y acontecimientos de los últimos tiempos, a través de los cuales vemos que la humanidad se encamina hacia la búsqueda de la Verdad, hacia la unidad espiritual y política. Pero, tanto en uno como en otro campo, el orgullo y el egoísmo humano, hacen todo el esfuerzo posible para detener ese avance. 

-Sebastián de Arauco-

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                                           LA INDULGENCIA

La indulgencia es uno de los sentimientos más elevados que puede ser desarrollado por los seres humanos.
   Se caracteriza por la compasión que se demuestra por el prójimo y por sus imperfecciones.
   Permite perdonar las ofensas que nos alcanzan.
   Al mismo tiempo, proporciona al ofensor la posibilidad de rehabilitarse por medio de acciones meritorias que le ayudan en la reconquista de sí mismo.
   Es la mensajera angelical que entona himnos de ternura a los oídos de aquellos que sufren.
   Si alguien se muestra un acusador cruel y rebelde, atacando a los demás con injurias y recriminaciones violentas, también él es merecedor de indulgencia.
  Tales disturbios de comportamiento expresan, en verdad, la etapa de inferioridad por la que transita infeliz.
   Si otro aplasta el débil que se encuentra bajo su dependencia, también este opresor demuestra estar necesitando de gran dosis de indulgencia.
   Su trastorno emocional, capaz de hacerlo complacer con esa clase de violencia, por cierto, está a punto de enloquecerlo.
   Si una persona se alegra con el sufrimiento de aquel que eligió como adversario, persiguiéndolo sin tregua, carece también de indulgencia.
   Esta bendición funcionará para el desequilibrado como bálsamo a apaciguar la aflicción en que se debate.
  Si la criatura es ingrata y soberbia, olvidándose de todo el bien que ha recibido, porque se encuentra momentáneamente en posición cómoda, también esta prueba es carecedora de la indulgencia.
  Esta virtud será el mejor recurso para que tal enfermedad moral estanca en el nacimiento.
  Si este otro es grosero y presumido, olvidado de las propias limitaciones, sólo la indulgencia hacia él será capaz de demostrarle la ruina moral en que se encuentra.
   Indulgencia hacia los demás, he aquí una de las más significativas invitaciones que nos dejó el Maestro Nazareno.
   Porque en el grado evolutivo en que nos encontramos, no hay quien no necesite recibirla durante la caminata terrestre.
   La indulgencia esparce la oportunidad de rehabilitación al ofensor, pero también pacifica el corazón del que la ofrece.
   Sin indulgencia la vida terrena pierde su significado y el ser humano se convierte en juguete de pasiones que desencadenan consecuencias nefastas.
  Gracias a la indulgencia el ser se edifica y se engrandece, atesorando paz y alegría de vivir.
  Indulgente para con las miserias humanas, Cristo vino a las criaturas para ayudarlas en el arduo camino del progreso.
Desde siempre soporta nuestras imperfecciones con amor y las comprende con misericordia.
Consciente de que la liberación del error y la ruptura de las esposas de los instintos agresivos son procesos lentos, Jesús jamás se irritó o desanimó.
En ningún momento demostró cansancio o perturbación.
En las ocasiones en que se mostraba enérgico, evitó la rispidez y la agresividad, tan comunes aún en nuestros actos cotidianos.
Además, el Maestro jamás necesitó la indulgencia de nadie.
Él tomó su cruz y la plantó en el monte de la adversidad humana, sin quejas, ni lamentaciones.
En el momento último, traicionado y abandonado, Él se mantuvo indulgente y compasivo.
Perdonó, de forma incondicional, la perversidad de aquellos que habían recibido de Él su inefable amor.
Sin cobro, ni lamentaciones, ejemplificando de modo incuestionable la virtud que nos concita a ejercer y conquistar.
Desde ahora y para siempre.

-Redacción del Momento Espírita sobre la base del Capítulo 34 del libro Lecciones para la felicidad. Por el Espíritu Joanna de Ángelis, psicografía De Divaldo Pereira Franco-

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LAS NUMEROSAS CURACIONES PRODUCIDAS POR JESÚS 

“Jesús iba por toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del reino y curando todas las dolencias y todas las enfermedades en medio del pueblo. Su reputación se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que estaban enfermos y afligidos por dolores y males diversos, los poseídos, los lunáticos, los paralíticos, y a todos los curaba. Lo acompañaba una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea, y del otro lado del Jordán.” (San Mateo, 4:23 a 25.)

*. De todos los hechos que dan testimonio del poder de Jesús, no cabe duda de que los más numerosos son las curaciones.
    Él quería probar de esa forma que el verdadero poder es aquel que hace el bien; aquel cuyo objetivo era ser útil, y no la satisfacción de la curiosidad de los indiferentes por medio de cosas extraordinarias.
     Al aliviar los padecimientos, las personas quedaban ligadas a Él por el corazón, y hacía prosélitos más numerosos y sinceros que si los maravillase con espectáculos para la vista. De ese modo se hacía amar, mientras que si se hubiese limitado a producir sorprendentes efectos materiales, como lo exigían los fariseos, la mayoría de las personas no habría visto en Él más que a un hechicero o un hábil prestidigitador, al que los desocupados buscarían para distraerse.
    Así, cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntan si Él era el Cristo, su respuesta no fue: “Yo soy”, como cualquier impostor hubiera podido responder. No les habla de prodigios ni de cosas maravillosas, y les responde simplemente:
Id y decid a Juan: los ciegos ven, los enfermos son curados,los sordos oyen, el Evangelio es anunciado a los pobres”. Es como si hubiese dicho: “Reconocedme por mis obras, juzgad al árbol por sus frutos”, porque era ese el verdadero carácter de su misión divina.
28. Del mismo modo, mediante el bien que hace, el espiritismo prueba su misión providencial. Cura los males físicos, pero cura sobre todo las dolencias morales, y son esos los mayores prodigios a través de los cuales se afianza. Sus más sinceros adeptos no son los que fueron tocados por la observación de fenómenos extraordinarios, sino los que recibieron consuelo para sus almas;
los que se liberaron de la tortura de la duda; aquellos a quienes devolvió el ánimo en las aflicciones, que recuperaron fuerzas mediante la certeza del porvenir que vino a mostrarles, mediante el conocimiento de su ser espiritual y su destino. Ellos son los de fe inquebrantable, porque sienten y comprenden.
     Quienes sólo ven en el espiritismo efectos materiales no pueden comprender su poder moral. Por eso los incrédulos, que apenas lo conocen a través de fenómenos cuya causa primera no admiten, consideran a los espíritas meros prestidigitadores y charlatanes.
     Por consiguiente, el espiritismo no triunfará sobre la incredulidad a través de prodigios, sino por la multiplicación de sus beneficios morales, puesto que si bien es cierto que los incrédulos no admiten los prodigios, también es cierto que conocen, como todas las personas, el sufrimiento y las aflicciones, y nadie rechaza el alivio y el consuelo.

EL GÉNESIS
ALLAN KARDEC
                                                       

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