miércoles, 6 de mayo de 2020

En los días de dificultades

    
  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Diferencias entre Cristianismo y  Espiritismo
2.- En los días de dificultades
3.- Las pandemias: motivo de reflexión
4.- ¿Por qué es importante olvidar nuestras vidas pasadas?
   






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             Diferencias entre  Cristianismo y                                              Espiritismo

De entrada tengo que señalar que la principal diferencia que existe entre el Espiritismo y las religiones, precisamente es que el Espiritismo no es una religión, sino simplemente  una doctrina filosófica de consecuencias morales, y carece  del factor común en todas las religiones, como son los dogmas, rituales, sacerdocios, sacramentos, rituales, jerarquías, velas, inciensos, etc.
    Según las doctrinas de las iglesias cristianas, el demonio es una entidad real y existente, creada por Dios y condenada para toda la eternidad, dedicado a hacer y a promover permanente el mal entre los humanos para que se condenen para siempre en un infierno o castigo eterno, al igual que  él. La filosofía del Espiritismo y  la reencarnación nos dice en este punto, que si Dios hubiese creado a ese ser “ con el propósito de ser eternamente malo”, para destinarlo a una condenación eterna, permitiéndole además que hiciese que los humanos nos condenásemos también para siempre con su perniciosa influencia, no sería un Dios infinitamente bueno ni justo, sino infinitamente malvado, por lo que ese Ser no podría ser Dios, que por definición es el Bien Supremo; Dios no puede haber creado a un ser o a unos seres así, con las características que le han atribuido al legendario demonio;  y si es que cuando creó a los demonios y a los humanos no sabía que después los iba a tener que condenar para siempre, es porque no era infinitamente perfecto ni previsor, luego en ese caso  tampoco podría ser Dios. Sostener esta idea supone sostener la imágen de un dios menor, imperfecto  y tarado en sus atributos  en el cual es muy difícil de creer, porque Dios es la Perfección Absoluta.
 Para el Cristianismo la salvación se consigue a través de la filiación en sus iglesias y la participación en sus rituales, liturgias y sacramentos. La Iglesia Católica ha llegado a afirmar no  hace mucho tiempo,  que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, ignorando a las demás religiones e iglesias  cristianas y considerándose  como la única verdadera capaz de salvar a las almas de un castigo eterno, mientras que sin embargo, las tesis morales   espíritas, mantienen que  solamente fuera de la Caridad no hay salvación.
 Los males de la vida que afectan a los humanos, son para el Cristianismo oficial una intervención personal de Dios con cada uno ( ¡ que dios tan malo que se dedica a torturar a sus criaturas¡ ) y  así, “ a base de palos”,  controla y dirige a sus hijos para que  de modo obligado  vayan “por el buen camino” ( no existiría así el libre albedrío), al igual que un pastor cuida y dirige personalmente cada res de su  rebaño para que caminen en una misma  dirección . Con la parábola del “Buen Pastor”, puesta en boca de Jesús, este pone al ser humano en similitud a los animales de un rebaño de ganado que necesitan de un pastor para no extraviarse fuera del redil.  Sin embargo  parece poco probable que Jesús hablara de esto, cuando su verdadera misión era libertar al hombre enseñándole el camino del Padre. Mas bien  es probable que Jesús nos enseñase a ser pastores o responsables de nosotros mismos durante nuestro caminar evolutivo hacia Dios. Las distintas iglesias cristianas confunden a las  sumisas ovejas que viven en rebaño, con el ser humano, social por naturaleza pero con un libre albedrío que nos hace responsables de nuestras vidas y una capacidad de actuación muy superior al de las ovejas y demás animales.
         Nuestra relación con Dios  es  personal e intransferible, por lo que cada uno dirigiendo consciente  y libremente su vida y su evolución espiritual, siendo cada vez un poco mejores,  debemos de  ser ante Dios sacerdotes de nosotros  mismos, dando cada día ejemplo de virtud ante  la sociedad.
         La  doctrina espírita nos enseña que Dios ante todo respeta nuestra libertad para actuar bien o mal, y nuestro derecho de  equivocarnos para aprender, en el engranaje de las Leyes de Consecuencias y de la Reencarnación, dándonos, como exponente de Su Justicia, para nuestro aprendizaje y evolución espiritual,  tantas  oportunidades como  necesitemos cada uno.
    Dios no está con el palo amenazador levantado, pendiente de cada uno, imponiendo caprichosamente dolores para unos, mientras que a otros  otorga toda clase de dichas. Existen unas Leyes espirituales, naturales, perfectas y desgraciadamente bastante desconocidas por lo general,, que nos rigen permanentemente, y son sabias y justas, porque emanan de Dios  que es la Suprema Perfección, y actúan continuamente sobre todos y cada uno de nosotros, pero siempre respetando nuestra libertad para escoger la opción de cómo actuar o dejar de actuar, teniendo que responder todos  antes o después  de los actos u omisiones cometidos en uso de su libertad. Mediante ellas, podemos avanzar en nuestro progreso evolutivo, por el Amor o si no es así, entonces es el dolor corrector el que entra en escena.
        El Cristianismo sostiene que Jesús Cristo es el mismo Dios encarnado como ser humano; mientras que para el Espiritismo que sostiene la  idea de la evolución  mediante la reencarnación, Jesús es el más evolucionado y elevado Espíritu que ha encarnado alguna vez en  nuestro planeta,  al que dirige en su evolución global  hacia un destino superior, más perfecto y feliz, pero Jesús–Cristo  no es Dios, aún estando muy próximo a El.  Jesús de Nazaret nunca afirmó que Él fuese Dios, sino Hijo de Dios, y sin embargo para que sus seguidores comprendiesen  hasta donde llegaba su grado de  cercanía y unión con el  “Padre”, llegó a afirmar que quien lo veía a él era como si viese al  Padre que lo había enviado, indicando así  que su Ser era de la misma Esencia que el Padre, que es la Esencia del Amor otorgado por Dios a todos sus hijos cuando estos se sienten  hijos suyos e inmortales con El.
      El Cristianismo venera  “imágenes sagradas”, y siendo esta veneración muy respetable, por la reencarnación  y el Espiritismo  comprendemos que no es a las imágenes a quienes hay que venerar, sino  a las obras, enseñanzas y ejemplos que  nos legaron esos seres cuando pasaron por la Tierra y así mismo solamente se guarda el recuerdo de los Seres que partieron y que sabemos que algún día regresarán.

           De todos modos, es de justicia reconocer que el Cristianismo trajo al mundo la idea de una “Humanidad global ”, que en la antigüedad no se conocía en su sentido más amplio.
  En definitiva, tanto los conceptos cristianos religiosos como los conceptos espíritas, tratan de dos formas diferentes de ver y de interpretar la Vida y lo trascendente.  No afirmo  que el uno sea  superior o mejor que el otro; solamente lo será cuando la persona sepa vivir predispuesta para ayudar y sacrificarse  por los demás cuanto sea necesario, encontrando en ese  camino su propia satisfacción.
- Jose Luis Martín-


“No digáis: he encontrado el sendero del alma. Decid más bién: he encontrado el  alma  caminando por Mi sendero”.
                                             -    Khalil Gibran -



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En los días de dificultades…


Vivimos en el hogar Tierra, y cuando nos alcanza una pandemia, es el momento exacto de  demostrar quiénes somos. Si nos consideramos una sola y enorme familia que vive en hogares con diferentes banderas, lo demostramos ofreciendo nuestras manos desde lejos.
Las informaciones nos llegan y nos hacen conscientes de los grupos en riesgo, de las necesidades. La primera regla es cumplir con las pautas legales. Ninguno de nosotros puede considerarse una exclusividad, alguien que puede romper las barreras, no respetando las determinaciones.
La segunda regla se llama solidaridad, y en este punto, estamos demostrando cuánto podemos lograr sin estar juntos. Nuestra creatividad sugiere acciones. Y cuando se asocia a la buena voluntad genera noticias, como la del instructor de gimnasia que se subió a la terraza del edificio donde vive y ofreció una clase a los vecinos.

Las grabaciones del gesto están llenas de risas de fondo. Es posible ver cuánto se divierten los que están en los balcones, tratando de repetir las acciones del maestro voluntario. En medio del caos y de las incertidumbres sembradas por la propagación del virus, las personas confinadas en sus departamentos usan los balcones para aportar lo que tienen.
Una cantante lírica usa el balcón de su departamento para cantar un pasaje de La Traviata. Los vecinos, los transeúntes ocasionales que aún pasan por la calle, pueden escucharla, quizás incluso los residentes de los edificios más cercanos. Su voz es alegre y ella canta como si estuviera en el escenario. De hecho, lo está. Un escenario improvisado al aire libre. Espectacular. No se puede saber cuántos la escuchan. Lo importante es que ella difunde su esperanza en la voz que lanza al espacio. Junto a ella está el hijo, que también vibra, incluso marcando el compás con sus gestos infantiles, doblando las piernas, rítmicamente. Y ella los invita a cantar juntos. Las voces cercanas intentan acompañarla en el coro. Y no hay como evitar la risa, escuchándolas, puesto que algunas son totalmente desafinadas. ¿Qué importa? Al final, aplausos y más aplausos grabados finalizan la presentación.
Solidaridad. Ofrecer lo mejor que tenemos. Por eso, en Brasil y en el mundo, se repiten los actos de fraternidad. Los jóvenes se ofrecen, a través de las redes sociales o publicando avisos en las puertas del ascensor comunitario, para hacer compras,  o recoger medicamentos, especialmente para los ancianos. A alguien se le ocurre elaborar orientaciones específicas para adoptar personas de ese grupo de riesgo. Sugiere que se envíen mensajes por la mañana y por la noche, preguntando cómo están, si necesitan algo. El virus nos mantiene físicamente distantes unos de otros. Pero, si lo deseamos, podremos estar muy cerca. Programemos reuniones virtuales y oremos juntos, todos los que ya conformamos grupos de oración regulares en nuestro templo religioso. Ofrezcamos nuestra palabra a quien está distante y que sepamos que está solo. Organicemos grupos de lectura o de estudios virtualmente.
¡Cuánto puede ayudarnos la tecnología en este momento! Separados, pero unidos. Unidos en el amor, en la atención al otro. Sea nuestro abrazo virtual, el beso a distancia, el abrigo a través de la internet. Unámonos en las acciones preventivas, en los cuidados. Unámonos en la solidaridad. Todos somos hermanos.
Redacción del Momento Espírita.

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LAS PANDEMIAS: MOTIVO DE REFLEXIÓN

Las pandemias: Motivo de reflexión

En estos momentos especiales surgen varias preguntas: ¿Por qué esta situación? ¿Cómo puede suceder que un virus originario de tan lejos, de la antigua civilización de China, se esté paseando por el mundo libremente? ¿Cómo puede causar tantas muertes? ¿Qué tendré que ver yo con ese virus que puede matarme, o hacerme su portador? ¿Qué puede haber hecho el género humano para merecer semejante castigo? Y lo más importante, ¿qué puedo hacer para que no se vuelva a repetir? Y aquí está el quid del asunto, ya que todos juntos podemos hacer… y mucho.
Como todos sabemos, el origen de las infecciones es uno muy concreto y su propagación otro asunto diferente, aunque ambos comparten paralelismos. En oposición, encontramos el vocablo salud, sanidad, cuyo significado se traduce en: cualidad de saludable o salubre; cualidad de lo que está sano, de lo que goza de buena salud. Es decir, que salud es la contraposición de la enfermedad. Y es que cuando el ser humano está sano, cuando está dichoso, cuando disfruta de buena salud y le es posible gozar de los bienes de la vida, hacer cuanto le plazca, es porque su cuerpo no le pone trabas ni limitaciones. No obstante, esa salud necesita ser cuidada; pero ¿cómo hacerlo?
Nos lo expresaban muy bien los antiguos clásicos: “Mens sana in corpore sano”
Los avances médicos enseñan que el ser humano, el hombre, no solo dispone de un cuerpo físico, formado por trillones de células que constituyen sistemas corporales: el sistema nervioso, simpático, linfático, etc.  Adicionalmente, el ser humano dispone de un cerebro, de un mecanismo que ha evolucionado con el tiempo, que le capacita para abordar el conocimiento. Cuenta, adicionalmente, con una mente donde radican pensamientos, sentimientos y emociones y, donde el cerebro ha pasado a ser un instrumento de transmisión de la aquella; cualidad que le diferencia del resto de seres vivos y que le permite disponer de un mecanismo transmisor de las órdenes recibidas de la mente.
Pero aún queda lo más relevante, trascendente, por encima de la mente está el alma del ser encarnado, el origen de las ideas, de las emociones, los estímulos y la acción. Así, la mente recibe los impulsos del alma, los asimila y traslada al cerebro, la máquina directora del cuerpo físico. Y en ese mecanismo energético-material no existen compartimentos estancos, todos forman parte de un todo. Se trata de un equipo perfectamente conjuntado en el que los engranajes necesitan mantenerse en condiciones óptimas, en condiciones saludables para realizar la labor que es su destino.
Todo está engranado a la perfección y esa unidad armoniza espíritu, mente y cuerpo. Descuidar cualquiera de ellos representa privar al conjunto de su trabajo en común. Algo así como un barco a la deriva; un barco donde todo funciona a la perfección, aunque con el timón averiado. Mientras ese timón defectuoso no sea reparado, el navío estará imposibilitado para maniobrar.
En definitiva, el mundo material y el espiritual caminan juntos, en perfecta interrelación, donde la parte material es apenas el instrumento de acción de la parte espiritual y donde una perfecta simbiosis entre ambas resulta imperativa. Y el espíritu necesita disponer de un cuerpo físico en condiciones para permitirle expresarse en el mundo de la materia. En caso contrario, se ve imposibilitado para cumplir sus objetivos, todos o parte de ellos.
¿Qué sucede cuando en un hogar se descuida la limpieza, cuando existe desorden, falta de higiene, suciedad y basura? Sencillo: los gérmenes que pululan allí encuentran el caldo de cultivo adecuado para crecer y multiplicarse; pues no podemos olvidar que dichos gérmenes conviven con los hombres y solo una bajada de defensas les permiten expandirse. Más pronto que tarde aparecerá en ese hogar un brote de infección, una enfermedad que atacará a sus moradores, en especial a los más débiles.
Con el cuerpo físico sucede lo mismo que con el hogar. Al descuidarse la higiene personal, la alimentación, el descanso; al prodigarse los hábitos malsanos y contrarios a la salud física y emocional, el cuerpo enferma, aparece el dolor y los síntomas avisan que algo camina mal.
Todo forma parte del ser que vive una experiencia en la carne. Entonces ¿qué le sucede a la mente cuando el individuo descuida sus emociones, pensamientos y actuaciones?; ¿cuando utiliza palabras malsonantes y modos vulgares?; ¿cuando le dominan las bajas pasiones?; ¿cuando pierde el control de sus pensamientos y emociones? Más pronto que tarde, la mente se enmaraña y aparecen los síntomas de las mentes perturbadas: odio, ira, rencor, pereza, celos; desajustes mentales que dan paso a la desilusión y a la frustración, para convertirse más tarde en depresión; en un estado de perturbación que conduce a la locura y, ¿por qué no?, al suicidio.
En estas condiciones el espíritu, el auténtico yo, esa entidad que llega a la Tierra con grandes expectativas de progreso, se siente asfixiado y, a menos que pida ayuda a elevados estamentos para enderezar su rumbo, poco o nada conseguirá. De poco servirá la planificación de una nueva experiencia en la carne para evolucionar personalmente, para conseguir las nuevas experiencias que debe afrontar.
Al igual que los gérmenes pueden contaminar el hogar y se afirman en él, el mundo en que vivimos está saturado permanentemente de sentimientos, pensamientos y emociones descontroladas. El ambiente espiritual en el que se desenvuelve el ser humano es un constante océano de vibraciones, un torbellino que amenaza su equilibrio emocional, mental y espiritual.
Cuando el insigne Rabí curaba a las masas, les decía: “Anda, ve y no peques más”. Excelente y  terapéutica solución. Él vinculaba la salud corporal al equilibrio personal. Nunca olvidemos tan sabia recomendación.
El afán por las posesiones, el miedo a perderlas, el frenético sistema de vida en que se desenvuelve el ser humano; donde producir más y más a cada instante para mantener idéntico ritmo de consumo, le va desconectando de la fuente de equilibrio, de la energía que armoniza y equilibra el universo, del AMOR (en mayúsculas); el amor hacia la obra del ignoto Arquitecto Universal. Observaréis que vivimos en una civilización donde le hombre compite contra el hombre, país contra país, continente contra continente. ¿No será que el ser humano se equivoca en sus premisas? ¿No deberá apoyarse entre sí, en lugar de atacarse?
* (Nos enseñaron siempre a competir unos con otros; a luchar para que venciese el más fuerte o el más hábil, a semejanza de un continuo proceso de selección natural, del hombre contra el hombre. Hemos creado entre todos una sociedad de competición. ¿ No debiéramos más bien aprender, no a competir, sino a colaborar todos, sumando esfuerzos para lograr permanentemente objetivos en beneficio de todos ; no a pelear unos contra otros, sino a sumar siempre los esfuerzos de todos, aprendiendo a ayudarnos siempre unos a otros?. Desde luego si sustituyésemos nuestra sociedad terrestre, competitiva y egoísta, por una sociedad fraternal, colaboradora y solidaria, tal vez gozaríamos de un planeta muy diferente y por supuesto, mucho mejor que el que tenemos ahora, siendo un mundo más sano y equilibrado).
Así, ¿no estará saturado el aire, el ambiente, de miasmas mentales, de emociones insanas? Irremisiblemente acaba produciéndose un ataque al sistema inmunológico, donde dichos organismos se imantan a las miasmas mentales y medioambientales y donde los individuos más sensibles, los más débiles, mayores y enfermos, soportan con mayores dificultades su mayor virulencia.
Estos desequilibrios ambientales, mentales, emocionales, en una civilización donde todo es conseguible, ahora más que nunca en la historia de la humanidad, vienen a mostrar la falta de lo esencial, la ausencia de armonía y estabilidad hacia las leyes de la vida, especialmente hacia la ley del amor, la vacuna real contra todo patógeno que pulula en el ambiente psíquico del planeta y, por ende, por su ambiente físico.
Y nuevamente deseo traer esta reflexión: “Mens sana in corpore sano”.
Tristemente, las mentes de los humanos están paralizadas por el materialismo y la ausencia de amor y caridad. Mal negocio hacemos cuando el planeta, un planeta enfermo, exige tal catarsis. Nuestra amada Tierra está enferma. Si el hombre, el ser humano, es incapaz de cuidar su cuerpo, mente y espíritu, ¿cómo podrá hacerlo con el planeta?
Esta última reflexión me lleva a la pegunta 737 del Libro de los Espíritus: “¿Con qué objeto castiga Dios a la humanidad con calamidades destructoras?”. Vean, por favor, la respuesta del plano espiritual a semejante consulta: “Para que progrese más rápido. ¿No hemos dicho ya que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, que adquieren en cada nueva vida un grado más de perfección? Hay que ver el final para evaluar los resultados. Vosotros los juzgáis sólo desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis plagas debido al perjuicio que ocasionan. Pero tales trastornos son a menudo necesarios para acelerar el advenimiento de un orden de cosas mejor, trayendo en unos pocos años lo que hubiera requerido muchos siglos para producirse.”
Y complementando la consulta anterior, hace la siguiente pregunta número 738: “¿No podría valerse Dios, para la mejora de la humanidad, de otros medios que no fuesen calamidades destructoras?”. De nuevo les ruego atiendan la respuesta ofrecida por el plano espiritual: “Sí, y a diario los emplea, puesto que ha otorgado a cada cual los medios de progresar mediante el conocimiento del bien y del mal. El hombre es el que no los aprovecha. Es menester, pues, que se le castigue en su orgullo y se le haga sentir su fragilidad”.     
Todo ello va relacionado a la ley de consecuencias, ley de acción y reacción o ley del karma. Como el hombre piensa, actúa… eso recibe. No nos extrañemos pues si aparecen epidemias que se traducen más tarde en pandemias, pues el ser humano continúa tropezando siempre con la misma piedra. Y ¿cuántas piedras serán necesarias para variar su rumbo?
Este planeta ya no admite esperas; está en pleno proceso de transición. El amor, la fraternidad, la comprensión, el respeto a los valores éticos y humanos −en general− deben reinar como norma de convivencia, como meta primordial para sus habitantes. Atrás deben quedar intereses económicos, financieros y materiales, todo en beneficio del bien común, de los intereses generales. El hombre debe aprender de sus errores del pasado.
Practicando la caridad, el desinterés, la bondad… en suma, el amor, y continuando el ejemplo de aquel insigne maestro de maestros, Jesús de Nazareth; de ese adalid incomprendido para muchos, el hombre podrá cambiar su rumbo, restablecer el equilibrio planetario. Desaparecerán entonces todas las pandemias y la enfermedad se convertirá en un triste recuerdo del pasado, ya que no tendrá cabida en el nuevo orden planetario.
Mientras el ser humano no cambie en su intimidad, nada cambiará, pues el detonante de estas enfermedades sociales no es material, sino espiritual; son enfermedades del espíritu. Y mejor que lavar cuerpo y manos, sanear corazón y pensamientos. Sucede que la enfermedad no está fuera del hombre, sino en su interior, dentro de él.
Merced al Covid19, muchas personas se van dando cuenta de que se va haciendo necesario un cambio de dirección, una corrección en los hábitos. Esta civilización necesita modificar su sistema de vida, adoptado por imposición, por la corriente general. Aunque vistas las consecuencias y calamidades sufridas, el ser humano está comenzando a reflexionar. Aunque ¿durante cuánto tiempo?
Se acepte o no, esto apenas ha comenzado, y detrás de una enfermedad física llegará la del cuerpo planetario, y después otra más, y otra… y otra.
“Solo por el amor será salvo el hombre”, aconsejaba Jesús de Nazareth.
Fermín Hernández Amor, Paz y Caridad.                                                            * (El contenido que figura en negrita, con asterisco, es de Jose L. Martín)
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    ¿PORQUÉ ES IMPORTANTE OLVIDAR NUESTRAS VIDAS PASADAS?
Si examinamos el olvido temporal del pasado, en el campo físico, es importante considerar cada existencia como un nivel de servicio mediante el cual el alma recupera, en el mundo, el aprendizaje que le corresponde.
Cuando surge ese período, entre la cuna que configura su comienzo y la tumba que demarca su fin, es apropiado admitir su carácter transitorio, no obstante se reconozca su relación con la vida eterna.
Por tal motivo, es necesario considerar las atribuciones de los recursos que la vida ofrece y su buen uso, así como se hace en las aplicaciones de la corriente eléctrica para resolver el problema de la carga y el de la conducción.
Con el comienzo de una nueva existencia corpórea para un determinado fin, la criatura humana recibe recursos cerebrales completamente nuevos en el terreno de las energías físicas. A los efectos de que se adormezca su memoria funciona la hipnosis natural como un elemento básico, tanto que en numerosas ocasiones entra en un profundo letargo mucho antes de introducirse en el refugio materno. En la mejor de las hipótesis, cuando disfruta de gran actividad mental en las esferas superiores, solamente es inducida a un sueño relativamente profundo mientras dure la vida fetal. En ambos casos se presenta la postración psíquica a lo largo de los primeros siete años del tierno instrumento fisiológico de los encarnados, tiempo en que se reaviva la experiencia terrestre.
Tenemos, por lo tanto, alrededor de tres mil días de sueño inducido o hipnosis terapéutica, que determina significativos cambios en el medio de manifestación del Espíritu, las cuales sumadas a las consecuencias de los fenómenos naturales de reducción del cuerpo espiritual dentro del refugio uterino, son el motivo para el entorpecimiento de los recuerdos del pasado, a fin de que se despeje la mente en beneficio de las nuevas conquistas. Como todo ese tiempo el niño está ocupado en aprovisionarse de nuevos conceptos y pensamientos acerca de sí mismo, es comprensible que en la adolescencia todos fluctúen, como quien ha estado hipnotizado durante largo tiempo con fines edificantes, hasta que despiertan gradualmente, en una situación transformada en que la vida les propone la continuidad del servicio requerido para la regeneración o la evolución clara y simple.
Eso es, en esencia lo que realmente sucede porque, poco a poco, el Espíritu reencarnado recupera su propia herencia en la estructura psicológica del destino. Reviendo su patrimonio de sus conquistas y las deudas que acumuló, que quedaron grabadas en su ser en forma de tendencias innatas, así como vuelve a encontrarse con las personas y las circunstancias, las simpatías y las aversiones, las ventajas y las dificultades con las cuales tenga afinidad o compromiso.
Se transforma entonces el escenario pero la obra continúa.
Los moldes sociales o domésticos son muchas veces diferentes, pero en el ámbito del trabajo y esfuerzos, la conciencia es la misma, con el deber de superarse gracias a la bendición de Dios, en dirección a la luz de la inmortalidad.
Página psicografiada por el médium Francisco Cândido Xavier, dictada por el Espíritu Emmanuel.
Extraída del libro «Religión de los Espíritus»
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