jueves, 1 de septiembre de 2016

CONSIDERACIÓN DEL ESPIRITISMO



    EL HOMBRE Y SU CEREBRO





Para transformas en un legitimo elemento de auxilio a los Espíritus sufridores, encarnados o no, no es imprescindible comprender la perversidad como locura, la rebeldía como ignorancia  y el desespero como enfermedad.

La ceguera del Espíritu es fruto de la espesa ignorancia en manifestaciones primarias  o de la obnubilación  de la razón en los estados de envilecimiento del ser.

El verbo gastado en el servicio del bien es cimiento divino  para realizaciones inmortales. Conversar, sirviendo a nuestros semejantes de modo sustancial, aumentará nuestro lucro. Después de la muerte, lo que hay de más sorprendente es el encuentro  de la vida. El organismo periespiritual que condiciona al espíritu en materia más suave y más plástica, después del sepulcro, es fruto igualmente  del proceso evolutivo. Como hijos de Dios  y herederos de los siglos, conquistamos  valores, de experiencia en experiencia, de milenio a milenio. No hay favoritismos  en el templo Universal de Dios, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el infinito. Somos creación del Autor Divino y debemos perfeccionarnos integralmente.  Dios estableció como ley Universal  que sea la perfección, obra del cooperativismo entre El y nosotros, sus hijos.

Desde la ameba  en la fría agua del mar, hasta el hombre, venimos luchando, aprendiendo y seleccionando  invariablemente. Las páginas de   la sabiduría hinduista son escritos  de ayer  y la Buena Nueva de Jesucristo  es materia de hoy, comparados a los milenios vividos por nosotros, en la jornada progresiva.

El hombre posee un cerebro que se divide en tres regiones  distintas. En la primera, están los impulsos automáticos, simbolizando el sumario vivo de los servicios  realizados; en la segunda situamos  las conquistas actuales, donde se yerguen y se consolidan las cualidades nobles  que se edifican; la tercera está las nociones superiores, indicando las culminaciones que tiene  que alcanzar. En la primera mora el habito  y el automatismo, en la segunda el esfuerzo y la voluntad y en la última demoran el ideal y la meta superior a ser alcanzada.

Estos departamentos son, el subconsciente el consciente  y el súper consciente. Como vemos, poseemos en nosotros mismos, el pasado, el presente y el futuro. Todo el campo nervioso de la criatura constituye  la representación  de las potencias periespirituales, lentamente conquistadas  por el ser, a través de milenios y milenios.

El cerebro es el órgano sagrado de manifestación de la mente, en tránsito de la animalidad primitiva hacia la espiritualidad humana.

El hombre actual representa la humanidad  victoriosa, emergiendo de la bestialidad primaria.

El hombre en su estado actual no tiene la suficiente luz para descender con provecho a todos los ángulos del abismo de los orígenes, tal facultad  la adquirirá  más tarde, cuando su alma esté limpia de todo resquicio de sombra. No hay total olvido  en la Corteza Terrestre, ni restauración inmediata  de la memoria  en las zonas de la existencia, que siguen , naturales, al campo de la actividad física, todos los hombres conservan tendencias  y facultades  que casi equivalen a efectivo recuerdo del pasado; y no todos, al atravesar el sepulcro, pueden readquirir, repentinamente, el patrimonio  de sus reminiscencias.  Quien se materializa, en el campo, de la materia densa, no puede volver  a encender, de pronto, la luz de la memoria.

Interpretando de una manera simple las tres regiones  de vida cerebral

Nervios, zona motora y lóbulos frontales, en el cuerpo carnal, traduciendo impulsividad, experiencia y nociones superiores del alma, constituyen campos de fijación de la mente encarnada  o desencarnada. La demora excesiva en uno de esos planos, con las acciones  que le son consecuentes, determina el destino del cosmos individual. La criatura estacionada en la región  de los impulsos se pierde en un laberinto de causas y efectos, desperdiciando tiempo y energía; quien se entrega de modo absoluto, al esfuerzo maquinal, sin consultar el pasado y sin organización de bases para el futuro, mecaniza la existencia, destituyéndola de luz edificante. Para que la mente prosiga en dirección de lo alto, es necesario que se equilibre, valiéndose de las conquistas pasadas, para orientar los servicios presentes, y amparándose, al mismo tiempo, en la esperanza que fluye, cristalina y bella, de la fuente superior de idealismo elevado; a través de esa fuente ella puede captar del plano divino las energías restauradoras, construyendo así el futuro edificante.

Jesús nos recomendó el amor a los enemigos y la oración por los que nos persiguen y calumnian. Llegará el día, en que el amor, la fraternidad y la comprensión, definiendo estados del espíritu serán tan importantes para la mente encarnada como el pan, el agua, el remedio; es cuestión de tiempo. Aunque a veces parezca lo contrario, la mente humana de manera general, asciende para el conocimiento superior, a pesar que, a veces, parezca lo contrario.

 - MERCHE- (Extraído del libro “En un Mundo Mayor” de Francisco Cándido Xavier)

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EN LA SENDA DE LA FELICIDAD 

Hablas comúnmente de la felicidad, como si te refirieses a la deidad remota, cuando ese filón de alegría se localiza ante tus pies. 
Felicidad, sin embargo, no es conquista fácil, prodigio de herencia, episodio social o ráfaga de la fortuna. 
Somos convidados por la vida a crearla en nosotros y por nosotros, como sucede con todas nuestras adquisiciones humanas. 
Plantas el maizal y el maizal te responde al cariño con el tesoro de la cosecha. 
Instalas la usina, junto de fuerzas determinadas de la naturaleza, y esa fuerza de la naturaleza te retribuye con vigorosas reservas de fuerzas. 
En el mismo sentido, la felicidad lanza las propias simientes en el camino de todos, especialmente entre aquellos que yacen atormentados por desengaños y lágrimas y, al poco tiempo, ella que te ofrece mieses valiosas de esperanza y ventura, tranquilidad y cooperación. 
Aquí, el prójimo en penuria te solicita sencilla porción de reconfortalecimiento; allí se te pide ligero auxilio a favor de madres y niños desamparados; más allá, hermanos enfermos desvalidos esperan de ti algunos minutos de atención y bondad, evaluados por ellos a la cuenta de apoyo celeste; adelante, las víctimas de las inquisiciones sociales mendigan tu simpatía y comprensión, en una mirada de ternura; más adelante, los caídos en el vicio y delincuencia te suplican apenas una palabra de coraje y de paz que les dulcifique el corazón; y, por todas partes, amigos y adversarios, muchas veces, aguardan de ti sólo una frase de entendimiento y generosidad, fe y bendición, que los auxilie a caminar. 
Abre tu propia alma a la influencia de Cristo que jamás se negó a crear el bien en los demás y para los demás y, un día, escucharás de espíritu jubiloso, al despedirte de nuestros hermanos de la Tierra: 
- " ¡Bendito seas, corazón amigo! El mundo quedó mejor y más feliz porque viviste!". 

Emmanuel

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MUNDOS SUPERIORES Y MUNDOS INFERIORES.

La clasificación de mundos inferiores y mundos superiores es más bien relativa que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están encima o debajo de él en la escala progresiva.
En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios;
tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones, los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a una vida más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el  hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La
muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de
espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
10. En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra, consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reúne a todos los hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
11. En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos
contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna
alegría el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto que no turban ni las angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido penas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
12. Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo más pronto posible, o languidecer durante siglos y siglos en lo más bajo de la humanidad.
(Resumen de la enseñanza de todos los espíritus superiores).

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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CONSIDERACIÓN DEL ESPIRITISMO
El Espiritismo, por unos considerado como peligroso, y como cosa pueril y vulgar por otros, no es conocido por la mayoría de gentes sino en sus aspectos más inferiores. Los más materiales fenómenos son los que atraen con mayor preferencia la atención y provocan juicios desfavorables. Semejante estado de cosas débese a los teóricos y vulgarizadores . Semejante estado de cosas débese a los teóricos y vulgarizadores que , viendo en el Espiritismo una ciencia puramente experimental, se olvidan o separan por sistema, algunas veces desdeñosamente, los medios de elevación mental indispensables para producir manifestaciones de veras imponentes . No se quiere tener en cuenta las diferencias muy considerables que existen entre el estado psíquico vibratorio de los experimentadores y el de los espíritus susceptibles de producir fenómenos de gran alcance, y nada se hace para atenuarlas. De ahí precisamente que escaseen las más elevadas manifestaciones, comparadas con la abundancia de hechos vulgares.
De esto resulta que numerosos críticos, sin conocer más que el aspecto inferior de la cuestión, nos acusan de que queremos levantar sobre hechos mezquinos una doctrina llena de grandes. Mejor familiarizados con el lado trascendental del Espiritismo, fácilmente reconocerían que no hemos exagerado nada, al contrario, verían que nos hemos quedado muy por debajo de la realidad.
Cuales quiera que sean las resistencias de los teóricos positivistas y antimisticos, forzados les será al fin no despreciar las indicaciones de hombres competentes, sin lo cual llegaría a convertirse el Espiritismo en una lastimosa ciencia llena de obscuridades y de peligros para los experimentadores.
El amor a la ciencia no basta, ha dicho el profesor Falcomer: se necesita también la ciencia del amor. En los fenómenos no se trata únicamente de elementos físicos, sino que intervienen también agentes espirituales, seres mortales que, como nosotros piensan, aman y sufren. En las profundidades invisibles se extiende la inmensa jerarquía de las almas, desde las más obscuras de las más radiantes: y depende de nosotros atraer las unas y alejar las otras.
El único medio consiste en crear en nosotros, con nuestro pensamiento y nuestros actos, un foco radiante de pureza y de luz. Toda comunión es obra del pensamiento, y el pensamiento es la esencia misma de la vida espiritual. Es una fuerza que vibra con una intensidad creciente, a medida que el alma sube desde el ser inferior al espíritu puro y desde el espíritu puro a Dios.
Las vibraciones del pensamiento se propagan a través del espacio y nos traen pensamientos y vibraciones similares . Si llegamos un día a comprender la naturaleza y la extensión de esta fuerza, no tendremos más que muy elevados y nobles pensamientos. Pero el hombres se desconoce a sí mismo como ignora los recursos inmensos de este pensamiento creador y fecundo que duerme en él y con ayuda del cual podría renovar el mundo.
En nuestra inconciencia y en nuestra debilidad, con frecuencia no atraemos hacia nosotros más que seres malos, cuyas sugestiones nos conturba. Así es como llega a alterarse la comunión espiritual, y se obscurece por culpa de nuestra inferioridad... Fluidos envenenados se extienden por el haz de la Tierra, y la lucha tremenda entre el bien y el mal se desarrolla en el mundo invisible lo mismo que en el mundo material.
La atracción entre los pensamientos y las almas es toda la ley de las manifestaciones psíquicas. Todo es afinidad y analogía en el mundo de lo invisible. Los que buscáis el secreto de las tinieblas elevad muy arriba vuestros pensamientos con el fin de atraeros a los genios inspiradores , a las fuerzas de lo bueno y de lo bello. Y elevadlos no tan sólo en los momentos de estudio y de experiencia, sino siempre, a todas las horas del día, como un ejercicio saludable y regenerador . No olvidéis que estos son los pensamientos que, lentamente afinan y depuran nuestro ser, engrandecen nuestras facultades, nos hacen aptos para sentir las más delicadas sensaciones, fuente de nuestra felicidad en el porvenir.
- Juan Manuel Ferrandez-

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     COMENCEMOS EN        
    NOSOTROS  MISMOS

Enseña la caridad dando a los demás algo de tí mismo, en forma de trabajo y cariño, y aquellos que te siguen los pasos, vendrán a tu encuentro ofreciendo al bien cuanto poseen.
 Difunde la humildad buscando la Voluntad Divina con olvido de tus caprichos humanos, y los compañeros de ideal, fortalecidos por tu ejemplo, se olvidarán de sí mismos, callando las manifestaciones de la vanidad y del orgullo.
 Propaga la fe soportando los reveses de tu propio camino, con valor moral y fortaleza infatigable, y quien te observe, crecerá en optimismo y confianza. 
Siembra paciencia, tolerando constructivamente a los que se hacen instrumentos de tu dolor en el mundo, auxiliando sin desánimo y amparando, sin reclamar, y los hermanos que te buscan movilizarán los impulsos de  revuelta que os fustigan en la lucha de cada día, transformándola en serena comprensión.
Planta la bondad cultivando con todos la tolerancia y la gentileza y tus asociados de ideaal encontrarán contigo la necesaria inspiración para el esfuerzo de extinguir la maldad. Extiende las nociones de servicio y de responsabilidad, actuando incesantemente en la religión del deber cumplido, y los amigos de tu círculo personal se avergonzarán por su ociosidad.
Las buenas obras comienzan en nosotros mismos. 
Educaremos, educándonos. 
No haremos la renovación del paisaje de nuestra vida, sin renovarnos.
Somos arquitectos de nuestra propia estancia y seremos conocidos por la influencia que proyectamos en aquellos que nos rodean.
Que el Espíritu de Cristo nos infunda la decisión de realizar el auto-mejoramiento, para que nos hagamos intérpretes del Espíritu de Cristo.
La caridad que salvará al mundo ha de regenerarnos primeramente.
Sigamos al encuentro del Maestro, amando, aprendiendo y sirviendo, y el Maestro, hoy o mañana, vendrá a nuestro encuentro , premiándonos la perseverancia con la luz de la resurección.
- Del libro  "Apostillas de la vida" (André Luiz)
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