jueves, 21 de mayo de 2015

Terapia de vidas anteriores


¿ Qué es la Terapia de Vidas anteriores ?

No se debe confundir con la terapia de la reencarnación.
Este sistema de terapia psicológica, se aplica con carácter experimental en algunas de las Universidades mas prestigiosas de todo el mundo, y con carácter terapeútico por algunos psicólogos y psiquiatras. Se tratan así problemas psíquicos o somáticos en pacientes que presentan complejos, traumas y deficiencias mentales, cuyas causas y orígenes no aparecen localizados en su actual existencia humana.
La Terapia de Vidas Anteriores, combina la Hipnosis con el Psicoanálisis, porque es una terapia de sugestión que con ayuda del psicoanálisis ataca directamente la raíz del problema. Se apoya en una técnica para rememorar emocionalmente las causas de traumas originados en el pasado. El paciente se mantiene consciente y proporciona sus informes por medio de una libre asociación de ideas y recuerdos.
Con ella se enfrentan con éxito problemas existenciales que repercuten en el Alma o Psicosoma, haciendo aflorar desde el Inconsciente, informaciones y datos que proporcionan al sujeto la clave para comprender y solucionar algunos problemas actuales.
No se trata solamente de un método hipnótico, sino mas bien es una técnica de terapia psicológica. Lo que se hace con este método, es reconstruir para vivenciarlos y obtener la curación, los traumas emocionales y los sufrimientos originados en existencias anteriores.
Al igual que la regresión hipnótica, también se diferencia del Hipnoanálisis en que este regresa al paciente solo hasta el momento de su nacimiento, pasando hasta por los hechos mas insignificantes de su vida actual, mientras estas terapias profundizan mas allá del recuerdo intrauterino.
Esta terapia trata los efectos, mientras que con la de regresión hipnótica y la de Vidas anteriores, atacan directamente a las causas.

- Jose Luis Martín-

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La terapia de vidas anteriores te permite dejar hacer cosas a las personas porque sí, y comenzar a hacer cosas con ellas porque tu quieres”.
- Morris Netherton -



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                                  Temor a la muerte

La vida a veces parece que está llegando al final, cuando nos faltan las energías, y nos encontramos mal, son muchos los que se asustan y temen que para ellos es el fin. Quien vive en la Costra terrestre tendrá siempre que enfrentarse con el cuerpo físico perecedero, en primer lugar.

Cielo e infierno, en esencia, son estados de la conciencia; y, si alguien actuó contra la Ley, estará dentro de sí mismo en proceso rectificador, tanto tiempo como sea necesario.

Hay que perder el temor a la muerte, porque solo muere el cuerpo físico, porque lo que más nos sorprende es el reencuentro de la vida. Al otro lado de la vida aprendemos que el organismo periespiritual que nos condiciona en materia más suave y más plástica, después del sepulcro, es fruto igualmente del proceso evolutivo. Es inútil suponer que la muerte física ofrece una solución pacífica a los espíritus en extremo desequilibrio, que entregan el cuerpo a los excesos pasionales.

No somos creaciones milagrosas, destinadas al adorno de un paraíso de cartón. Somos hijos de Dios y herederos de los siglos, conquistando valores, de experiencia en experiencia, de milenio en milenio. No hay favoritismo en el Templo Universal del Eterno, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el infinito. –Dios es el Padre amoroso y sabio que siempre convierte nuestras faltas en reme-dios amargos, que nos curen y fortalezcan.
En verdad, Dios creó el mundo, pero nosotros nos conservamos aún lejos de la obra completa. Los seres que habitan el universo transpiraron sudor por mucho tiempo, para hacerlo bello. Así es también la individualidad. Somos creación del Autor Divino, y debemos perfeccionarnos integral mente. El Padre Eterno estableció como Ley universal que la perfección sea obra de la cooperación entre Él y nosotros, sus hijos.

No podemos descansar en los procesos iluminativos, debemos purificar siempre, seleccionar tendencias y cribar conceptos, para no interrumpir la marcha. Todo el mal y bien practicados en la vida imponen cambios en nuestra imagen. El plano mental de cada uno de nosotros no es un contenido de la imaginación: es un almacén de fuerzas vivas, como el cuerpo físico que utilizamos, mientras estamos en la Costra Planetaria.
En la diversidad de nuestras experiencias, adquirimos, gradualmente, cualidades divinas, como son la energía y la ternura, la fortaleza y la humildad, el poder y la delicadeza, la inteligencia y el sentimiento, la iniciativa y la intuición, la sabiduría y el amor, hasta que logremos el supremo equilibrio en Dios.
Distribuyamos la bendición de la comprensión entre los hombres, extendamos una mano fuerte a todos los espíritus que se encuentran prisioneros de las sensaciones, haciéndoles sentir que los talleres del trabajo renovador permanecen abiertos a todos los hijos de Dios, perfeccionando sus sentimientos, sublimando sus impulsos y dilatando su capacidad espiritual.
Si hay períodos de florecimiento en los valles humanos, dentro de los cuales nos extasiamos en plena primavera de la naturaleza, se verifican existencias, aparentemente aisladas y desdichadas, en las culminaciones de la meditación y de la renuncia, bajo cuya luz nos preparamos para nuevas jornadas santificadoras.

No creas que el fatal pasaje del sepulcro nos abre las puertas a la libertad: nos sigue la Ley, a todas partes, y el supremo Señor, si bien ejerce la infinita compasión, no desprecia la justicia inquebrantable. La eterna Sabiduría nos da siempre el lugar donde podamos ser más útiles y más felices

A veces, nos privan de las sensaciones que deseamos, inhibiéndonos de usar la energía creadora del cuerpo físico, para buscar patrimonios más altos del ser, pero ni por eso, tales obstáculos nos deben impedir exteriorizar ese sublime sentimiento. Ignorarlo redundaría en extinguir el Universo. Lo que tortura la mente humana en esas ocasiones es la cárcel organizada por nosotros mismos, amurallados en el egoísmo feroz, no sabemos perder por algunos días, para ganar en la eternidad, ni ceder valores transitorios, para conquistar los dones definitivos de la vida.

La protección divina no conoce privilegios. La gracia celestial es como el fruto que siempre surge en el árbol del esfuerzo terrestre: allí donde haya colaboración digna del hombre, se encuentra el amparo de Dios. No es la confesión religiosa la que nos interesa en el sentido fundamental, sino la revelación de fe viva, la actitud positiva del alma en la jornada de elevación.
Agradezcamos a Dios todos estos conocimientos, y sirvámonos de ellos para nadar libremente en las aguas en que la vida nos sumerja, en la actuación de la fe positiva reside la fuerza reguladora de las pasiones, de los impulsos irresistibles de la animalidad de la que todos emergemos, en el proceso evolucionista que dirige nuestra existencia.

                 - Merchita-

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             LA   INDULGENCIA

La indulgencia, que consiste en perdonar y echar un velo sobre las faltas de nuestros semejantes, es uno de los mayores deberes que debemos observar siempre como verdaderos cristianos que queremos llegar a ser. La doctrina de nuestro maestro Jesús hace hincapié en ello en diversas formas: “No juzguéis y no seréis juzgados” “Perdona a tus enemigos ” “Devuelve bien por mal”, “No miréis la paja en el ojo ajeno ”, “Reconcíliate con tu adversario”, etc.., es decir que esta cuestión ocupa un lugar preferente en la lista de deberes y obligaciones que nos invita a practicar la doctrina del evangelio, y que también el espiritismo amplía y aclara consecuentemente.
Para practicar con éxito la indulgencia es necesario estar imbuido de un sentimiento de caridad y de piedad hacia el prójimo, y también ser consciente de que cuantas experiencias nos ocurren en la vida están destinadas a poner a prueba nuestros valores morales y la convicción que tenemos en la reforma interior que ha de ser una constante a lo largo de nuestra estancia en la Tierra.
Quien es consciente de que ha de aprovechar al máximo las experiencias y pruebas que la vida en la Tierra nos proporciona y se ha propuesto progresar al máximo poniendo en práctica los conocimientos espirituales, tiene en su haber como herramientas de trabajo todas las virtudes morales para aplicarlas en el momento necesario, que es cuando surge una necesidad determinada y cuando en nosotros se produce esa lucha interior en la cual hemos de vencer nuestros defectos y limitaciones para obrar lo más acorde a las enseñanzas que nuestro Maestro Jesús nos legó, con su ejemplo.
Soportar las faltas, ofensas, agravios, etc… no es sólo un deber, sino que además hemos de ser capaces de olvidarlos, para que en nosotros no haya ni un ápice de rencor, resentimiento o cualquier otro tipo de sentimiento negativo de aversión o rechazo hacia esa persona y no nos veamos imposibilitados de obrar hacia ella con nobleza de sentimientos y como lo haríamos con la debida naturalidad y con un sentimiento cristiano. Es más, la doctrina de nuestro Maestro Jesús nos habla de devolver bien por mal, lo cual nos está diciendo que hemos de ganarnos a esa persona para que comprenda que no le deseamos ningún mal y tenemos también el deber de hacerle comprender con toda benevolencia y delicadeza si ha incurrido en alguna falta hacia nosotros para que pueda reconocerlo y no repetirlo.
Si actuamos faltándoles de la misma forma que se nos pudo faltar a nosotros no hacemos más que echar más leña al fuego y en lugar de “reconciliamos con nuestro prójimo”, como se nos ha enseñado, nos alejamos de él, distanciándonos también del camino que se nos ha marcado para nuestro mejoramiento.
La indulgencia nos obliga a no practicar la maledicencia, a no practicar la crítica destructiva, a no deteriorar la imagen de una persona, al contrario hemos de aprender a saber guardamos de divulgar las faltas y defectos de los demás, paliándolas y empequeñeciéndolas, siendo esta una forma de demostrar la amistad que deseamos profesar y reprimiendo así el instinto que nos sale de destruir y de hacer daño a nuestros semejantes. Hemos de ver sus cosas buenas y positivas y procurar que estas las desarrolle aún más, dejando a Dios que el día de mañana le juzgue por sus obras negativas y pueda darle una existencia para que se regenere de todo ello.
Sólo Dios conoce los sentimientos de cada uno de nosotros y puede reprendemos para que nos corrijamos.
No ganamos nada divulgando a los cuatro vientos los defectos de los demás, sino que podemos llegar a herir y hundir a una persona. No, nuestro deber es siempre el de ayudar y esto lo haremos si nos es posible, haciéndole entender que está estancado en el camino del progreso debido a que no es consciente de sus faltas.
Otra cuestión es que una persona, en perjuicio de todo un conjunto, practique el mal en cualquiera de sus formas y esto no cause más que perjuicios propios y ajenos, entonces es justo que para evitar males mayores, quien esté dotado de autoridad moral pueda reprenderlo para hacerle comprender el error en su actitud y comportamiento y pueda corregirse, pero esto siempre ha de hacerse sin faltarle al respeto, con una sana intención y mostrándole un deseo sincero de ayuda.
Nuestro interés ha de ser siempre el de progresar, sin fijarnos en lo que hacen los demás, nuestro modelo ya sabemos cuál es y es ese el que hemos de ir comprendiendo mejor día a día y acercamos a él. Si hacemos sólo bien a quienes nos lo hacen a nosotros no hacemos nada, estamos demostrando un egoísmo. Es necesario que demostremos que somos capaces de elevamos por encima de nuestras limitaciones e imperfecciones y que somos capaces de devolver bien por mal, única manera de hacer que las relaciones entre las personas mejoren y que todos se avengan al bien y al respeto mutuo, tolerancia y convivencia en paz y en verdadera fraternidad.
Apliquemos siempre la máxima de ser indulgentes con los demás y severos con nosotros mismos y empezaremos a andar por el camino del progreso a pasos agigantados, a hacer el bien por doquier y a acostarnos todos los días con la conciencia tranquila de que no tenemos nada en contra de ninguno de nuestros semejantes.
Fermín Hernández Hernández
 Amor, paz y caridad
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REGRESIÓN DE LA 
MEMORIA

El olvido del pasado constituye la verdadera misericordia de Dios para con sus criaturas, por cuanto facilita el recomienzo en un nuevo cuerpo sin la carga de los recuerdos tormentosos resultantes de los hechos negativos perpetrados en existencias pasadas. Asimismo, favorece el olvido de las actividades ennoblecedoras y de los afectos especiales que han constituido la emulación para el propio progreso.

La remembranza de los acontecimientos dañinos acarrearía, sin dudas, una alta carga de sufrimiento derivado del remordimiento, que dificultaría la prosecución de los compromisos elevados. En consecuencia, podría convertirse en motivo de desánimo generador de estímulos perjudiciales para el abandono de los deberes o el miedo de enfrentar nuevos desafíos. Además, el recuerdo detallado de determinados hechos traería a la memoria la presencia de cómplices igualmente comprometidos u otras personas víctimas o aún responsables por los actos indecorosos, aumentando así la animosidad con relación a esos últimos.

Por otro lado, la rememoración de los momentos gloriosos, de los afectos especiales si, de una forma, pudiesen transformarse en emulación para la continuidad del esfuerzo, haría correr el riesgo de elecciones especiales en detrimento de nuevas vinculaciones afectivas, lo que disminuiría el círculo de crecimiento fraternal en la búsqueda de la inmensa familia universal.

Aún merece ser considerado que la carga de los recuerdos de la existencia actual constituye ya un grave compromiso. En el caso de que se adicionasen aquellas que provienen de experiencias pasadas, por cierto perturbarían el mecanismo homeostático o de equilibrio del individuo, en razón de no ser posible soportar la suma de emociones que superan su capacidad de resistencia fisiopsíquica.

El organismo humano es portador de un límite de energía apropiada para soportar emociones y sensaciones hasta cierto punto que, cuando es superado, se transforma en desajuste de sus sutiles equipos psíquicos, produciendo lecciones irreversibles. Por ésta razón, muchos seres interexistentes, que conviven simultáneamente en las dos esferas de la vida a material y la espiritual - cuando no son moralizados o no consiguen armonizar el comportamiento con la estructura psíquica, caen en alucinaciones, en distonías nerviosas y mentales de difícil recuperación durante la existencia.

El ser humano, a pesar de permanecer aún más en la faja fisiológica que en la psicológica, más en la sensación que en la emoción, ya viene granjeando valores que le posibilitan liberarse de algunas de las constricciones impuestas por los actos infelices de las reencarnaciones anteriores, que pesan en el orden íntimo, generando sufrimientos rudos, alteraciones afligentes y otros problemas en el área de las relaciones interpersonales, de los conflicots sexuales, de los desafíos económicos y financieros,
conduciéndolo a mayores descalabros cuando no a fracasos muy perturbadores.

Considerando que las Leyes Divinas son de justicia, pero también de amor, corresponde que sean restablecidos los códigos de honor que fueron quebrantados y sean recuperados los niveles de armonía que los actos desdichados produjeron.

La reparación de los errores es, por eso mismo, inevitable, no siendo necesario de forma inexorable que esa recuperación se dé exclusivamente a través del sufrimiento.

Jesús enseñó que el amor cubre a la multitud de los pecados y delante de la mujer equivocada que lavó sus pies en la casa de Simón dominada por la ternura y por el arrepentimiento de la insensata existencia que se permitía, la liberó de mayores sufrimientos, confortándola con la sugestión dignificante: -¡Por mucho amar, tus pecados te son perdonados!

Ciertamente no la liberó de las consecuencias de los actos insanos, porque esas vendrían naturalmente como resultado del mal uso del libre albedrío.

Le demostró que por medio del amor la criatura puede rehabilitarse de cualquier acción nefasta que se haya permitido, siempre que se empeñe en la rehabilitación, que es la gran meta de todo aquel que busca crecer y ser feliz.

Así, desde el inicio de la fenomenología mediúmnica y parapsicológica los investigadores de la psique humana, detectaron que en sus archivos actuales se encuentran los registros de los comportamientos pasados que, de cierto modo, están dictándole nuevos procedimientos o repeticiones de gravámenes que se esculpieron como agentes de perturbación.

En los procesos de amnesia o recuerdos espontáneos de vidas pasadas o aún mediante el concurso de la hipnosis, es posible revivir las experiencias olvidadas, a través de las cuales se puede explicar un sinnúmero de acontecimientos actuales.

Por otro lado, afirmados en las infinitas posibilidades de los archivos del inconsciente actual como del profundo, importantes psicoanalistas encontraron en los acontecimientos de la vida perinatal la causalidad de muchos traumas, fobias, complejos de inferioridad y superioridad, narcisismo, perturbando la conducta de sus pacientes. Por intermedio de los recursos hábiles para ese fin, vienen realizando incursiones exitosas, gracias a las cuales, liberan a muchos sufrientes de sus tormentosos estados del alma, limpiándolos de las marcas en ellos grabadas.

Cuando no son encontradas esas causas de desajuste en la fase actual ni en la infancia de los enfermos, fueron estimulados a retroceder la sonda de investigación y llegaron a los procesos más profundos de los registros, a los arquetipos colectivos, que son nada más que reminiscencias de otras reencarnaciones, encontrando allí los factores responsables por los disturbios que ahora los inquietan.

Identificando las causas trabajaron terapeúticamente en sus efectos y contribuyeron para que muchos otros sufrimientos enigmáticos cediesen lugar a la conscientización de las mismas, superándolas, por medio de la repetición de los hechos, bajo el auxilio y la orientación que demuestran ya haber tenido lugar y no deben proseguir más emitiendo ondas devastadoras sobre el psiquismo actual.

Es claro que en tales evocaciones bajo la hipnosis o inducción más suave, el paciente no recuerda plenamente la reencarnación anterior, sino que es orientado a encontrar el factor que detona el problema y que en él mismo se encuentra grabado.

A la propuesta desafiante el inconsciente responde con las matrices dañinas, facilitando revivir el mismo y la consecuente liberación de suscargas malévolas.

Es claro que el asunto recién está comenzando en esa área y mucho habrá que estudiarlo, a fin de penetrarlo bien, evitando que nuevos recuerdos aumenten la suma de lo que ya existe en el consciente, y correr el riesgo de producir desarmonía homeostática.

Además, no todos los pacientes que fueron objeto de recordaciones por tal proceso se liberarán de efectos perniciosos de los actos infelices, esto es porque se hacen necesarios el cambio de comportamiento para mejor, la alteración de los planos mentales identificando deberes olvidados o nuevamente quebrantados, que constituirán un recurso reparador, liberación de los resultantes cármicos.

La concientización de la responsabilidad del ser humano delante de la vida, es una valiosísima terapia para la conquista de la salud física y mental, sobre todo para la realización moral, cuyas preliminares de actividad no siempre feliz, se encuentran en los paneles de la mente profunda, en los cimientos del inconsciente espiritual.

No obstante, cualquier incursión en esos dominios, sin orientación competente y especializada, destituida de objetivos nobles, animada por la curiosidad o la frivolidad improcedente, siempre resulta desastrosa, esto es, en imprevisible fracaso muchas veces de sabor amargo.

El ser humano es la medida de sí mismo. Auto-conocerse penetrándose cada día con el esfuerzo para la identificación de su realidad actual como pasada, constituye el gran desafío que está aguardando una resolución firme y la dedicación continua de cada cual.

Toda inversión de amor y de interés por la auto-iluminación debe ser aplicada en favor del proceso evolutivo, de forma que no cese el anhelo por el crecimiento interior, por la ampliación de los recursos ético - morales e intelectuales, produciendo sin cesar para el bien y para la vida, en la cual indiscutiblemente se encuentra comprometido.

Juana De Angelis - Divaldo Franco
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