domingo, 12 de enero de 2014

LA CASA DEL PADRE





LAS MORADAS DE LA CASA DE MI PADRE


“No se turbe vuestro corazón. – Creéis en Dios, creed también en mí. Hay muchas moradas en la casa de mi Padre; si así no fuese, ya os lo habría dicho, pues me voy para preparaos el lugar. – Después que haya ido y que os haya preparado el lugar, volveré y os retiraré para mí, a fin de que donde yo esté, también, vosotros ahí estéis. (S. Juan, Cap. XIV, vv. 1 a 3).”


La casa del Padre es el Universo. Las diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen, a los Espíritus que en ellos encarnan moradas correspondientes al adelantamiento de los mismos Espíritus.


Independiente de la diversidad de los mundos, esas palabras de Jesús, también pueden referirse al estado venturoso o desgraciado, del Espíritu en la erraticidad, que significa el plano espiritual en que vive.


En el Evangelio Según el Espiritismo y en la enseñanza dada por los Espíritus, resulta que muy diferentes unas de las otras. Son las condiciones de los mundos en cuanto a su grado de adelantamiento o de inferioridad de sus habitantes.

Entre ellos hay los que son inferiores a la Tierra, física y moralmente; otros, de la misma categoría que el nuestro; y otros que le son más o menos superiores en todos los aspectos.

En los inferiores, la existencia es toda material, reinan soberanamente las pasiones, siendo casi nula la vida moral.

En los mundos más adelantados la vida es toda espiritual.

Así, podemos hacer esta clasificación:

Mundos primitivos, destinados a las primeras encarnaciones del alma humana; mundos de expiación y pruebas, donde domina el mal, la Tierra, todavía, está en esta categoría, razón de tanto sufrimiento; mundos de regeneración, en los cuales las almas que todavía tienen que expiar y extraen nuevas fuerzas, reposando de las fatigas de la lucha; mundos dichosos, donde el bien sobrepuja el mal y mundos celestes o divinos, habitaciones de Espíritus depurados, donde exclusivamente reina el bien.

Los Espíritus que encarnan en un mundo, no se encuentran presos a ellos indefinidamente, ni en él atraviesan todas las fases de progreso que les cumple realizar hasta alcanzar la perfección.

La Tierra con tantas miserias, tanta maldad y tantas pasiones groseras, pero, ya con algunas personas iluminadas será un mundo dichoso, empezando, ahora, por la regeneración, que significa, así, la transformación moral de encarnados y de los desencarnados.


Finalmente, con la llegada de la Doctrina Espírita, el día 18 de abril de 1857, inició la Era de Regeneración, llamada la Era del Espíritu, periodo este, que, ya sentimos algunos cambios en la humanidad no sólo por la comunicación espiritual con el mundo de los Espíritus, pero, también, con una nueva visión de la evolución y el intercambio con vidas en otras moradas en el Universo.

Pero, nosotros podemos apresurar este periodo con la vivencia del Amor que es un guía de Luz para la humanidad. Salve el Espiritismo. ¡Piense en esto!



Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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SENTIR ESPÍRITA


El espiritismo es una doctrina de vida, la cual se ha de llevar de la forma más seria posible es un estilo de vida, es algo que como personas nos enriquece y nos hace mejores seres humanos día con día. Es algo que se lleva con toda la mayor seriedad posible no es un juego, no es algo en lo cual se entra para experimentar y volver a salir es un caudaloso en el cual se puede navegar con serenidad, con tranquilidad y con amor en un rio donde podemos sumergirnos y adquirir conocimiento... Para las personas que entran a este mundo tengan presente que el fin primordial del espiritismo es buscar la perfección del ser es conectarnos directamente con esos seres que se encuentran en otros planos...es la demostración de que existe un mas allá donde están los seres que han desencarnado y se encuentran de nuevo en un proceso evolutivo y de aprendizaje para poder volver a este mundo terrenal.

Hernan Vargas

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LA PAJA Y LA VIGA EN EL OJO


9. ¿Por qué veis una paja en el ojo de vuestro hermano y no veis una viga en vuestro ojo? ¿O cómo decís a vuestro hermano: Dejadme sacar la paja de vuestro ojo, si tenéis una viga en el vuestro? Hipócritas, sacad primero la viga de vuestro ojo, y entonces veréis como podréis sacar la paja del ojo de vuestro hermano. (San Mateo, cap. VII, v. 3, 4, 5).

10. Uno de los defectos de la Humanidad es ver el mal de otro antes de ver el que está en nosotros. Para juzgarse uno mismo, sería preciso poderse mirar en un espejo, transportarse de algún modo fuera de sí y considerarse como otra persona, preguntándose:

¿Qué pensaría si viese haciendo a otro lo que yo hago?
Incontestablemente, el orgullo es el que lleva al hombre a disimular sus propios defectos, tanto en lo moral como en lo físico. Este defecto es esencialmente contrario a la caridad, porque la verdadera caridad es modesta, sencilla e indulgente; la caridad orgullosa es un contrasentido, puesto que esos dos sentimientos se neutralizan uno al otro. En efecto, ¿cómo un hombre, bastante vano para creer en la importancia de su personalidad y en la supremacía de sus cualidades, puede tener al mismo tiempo bastante abnegación para hacer resaltar en otro el bien que podía eclipsarle, en lugar del mal que podría realzarle? Si el orgullo es el padre de muchos vicios, es también la negación de muchas virtudes; lo encontramos en el fondo como móvil de casi todas las acciones. Por esto Jesús se empeñó en combatirlo como el principal obstáculo al progreso.

-EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO-

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Gabriel Delanne-

ALMA Y TEORÍA CELULAR


Todo el que sabe mirar la Naturaleza con ojos filosóficos descubre que ella es la gran educadora, donde reside toda la verdad, y observando ve los secretos que permanecen velados para los ignorantes. Nada aparece súbitamente y en el estado perfecto, así lo dicen las leyes que rigen las múltiples evoluciones de la materia física o viva.

El sistema solar, nuestro planeta, los vegetales, los animales, el lenguaje, las artes, las ciencias, todo, lejos de haber brotado espontáneamente, es el resultado de una larga y gradual ascensión, desde las formas rudimentarias hasta las modalidades que en nuestros días conocemos.

En el alma humana, sucede lo mismo, vemos en la Tierra que pasa por fases de diversas manifestaciones, desde el salvaje hasta el genio de las naciones civilizadas.

El alma tanto en el ser humano como en el animal es indivisible, dado que los primeros fulgores del instinto son los signos reveladores de su acción. A partir de los animales simples como los zoófitos, ha adquirido sucesivamente el periespiritu, mediante transformaciones incesantes, sus propiedades funcionales.

La envoltura del alma es el “periespiritu”, tanto en los animales como en el hombre, individualiza al principio pensante por medio del fluido universal que lo constituye.
Este punto poco estudiado, ha sido corroborado y comprobado, con la intervención de mediúms videntes, que el alma animal no se destruye con la muerte.

Si el principio inteligente del animal sobrevive a la materia, si goza de individualidad, es posible aplicarle las mismas reglas que rigen al alma humana, explicándose así todo.

Por medio del Espiritismo se comprobó experimentalmente la necesidad de la reencarnación del alma humana; la ley de continuidad en los seres vivos, permite creer que el alma del animal está sometida a ese mismo proceso: de este modo el principio inteligente animaría sucesivamente organismos y más organismos cada vez más perfeccionados, a medida que fuera adquiriendo capacidad para dirigirlos.

El Espiritismo, no inventa nada, al proclamar la existencia del periespiritu, demuestra que tal órgano reproduce fluídicamente la forma corporal de los animales, que es permanente en medio del flujo perpetuo de las moléculas vivas y, consecuentemente que en él es donde radican los instintos y las modificaciones de la herencia. Por ser inmutable, pese a los incesantes cambios de que es testimonio el hombre contiene – digámoslo así - los estatutos y las leyes que dirigen la evolución del Ser; no se disgrega con la muerte, sino que se constituye la individualidad póstuma del principio intelectivo; tomando en registro todas las modificaciones que le proporciona las numerosas y sucesivas existencias, acabando por hacerse apto, después de haber recorrido toda la serie, no solo para organizar y dirigir organismos muy complicados, sino para hacerlo sin conocimiento del alma.

Si no sabemos como están constituidos los seres vivos, es difícil comprender el papel de periespiritu y del sistema nervioso. Los médicos, los naturalistas y los filósofos hablan constantemente en sus escritos de las sustancias vivas, de moléculas orgánicas, de materia organizada, de tejidos, de órganos, etcétera; pero pocos dan una definición precisa de tales frases. En los animales superiores se advierte la carne, los huesos, los tendones, los nervios, los vasos, las membranas, etcétera. Se ha adquirido la certeza de que el organismo de un vegetal o animal cualquiera, proviene de la reunión, de la asociación de un número inmenso de células, y las partes diferentes del cuerpo animal o vegetal son debido a las modificaciones que las células sufren. En química, por descomposiciones sucesivas, los productos más complejos pueden siempre reducirse a los elementos primordiales, a los cuerpos simples de que están formados; en historia natural, la célula aparece como el residuo último de toda clase de residuos. La molécula orgánica, es el elemento anatómico por excelencia de que están formados todos los seres vivos.

La célula esta compuesta de tres partes: aunque varia en su forma, siempre se compone de tres partes 1ª) un núcleo solidó que está en el interior 2ª) un liquido que baña al núcleo, y la 3ª) una membrana que lo envuelve todo.

La parte esencial, la parte verdaderamente viva, es el líquido, al que se ha dado el nombre de protoplasma; de manera que este líquido gelatinoso es el que constituye realmente el fundamento de la vida orgánica. En tanto él vive en los millones de células que forman un cuerpo, el cuerpo vive también; cuando él muere en una parte cualquiera de las células que componen un miembro, el miembro muere; si se destruye, en fin, el protoplasma en la totalidad de las células, el cuerpo entero muere.

Si la teoría de la evolución es exacta, la vida debió principiar en la Tierra por la formación del protoplasma. Este hecho se verifica en nuestros días. Las exploraciones de los grandes fondos submarinos han dado a conocer una sustancia gelatinosa que parece ser la primera manifestación vital". Los notabilísimos trabajos de Haeckel respecto a tales seres rudimentarios, confirman plenamente las deducciones de Darwin y dan al transformismo una base seria.

El modo de reproducción de las células es muy simple: cuando a alcanzado cierto volumen, se producen una o muchas divisiones en su masa, se fracciona en dos o más partes, y cada una de ellas, se hace independiente, se nutre y crece como la célula, madre, hasta que llega el momento que a su vez da nacimientos a otras células semejantes. Algunas veces las células originarias de la primera nos e separan, sino que forman una serie de células asociadas, que dan nacimiento a su vez a otras y otras, también unidas, según el grado de vitalidad que posean. Esto es lo que acontece a los animales, vegetales y al hombre.

Aun en las asociaciones más complejas las células que constituyen un ser vivo no pierden por completo su independencia: cada una de ellas vive por su cuenta, y las diversas funciones fisiológicas del animal, no son otra cosa que la resultante de los actos cumplidos por un cierto grupo de células.

El objeto de todo organismo es vivir, y cada parte concurre a la consecución de este resultado en la esfera que le es propia. Se puede comparar el cuerpo vivo a una manufactura, cada órgano a un conjunto de obreros y cada obrero a una célula. Cada obrero tiene que efectuar un trabajo especial, pero uniendo las piezas elaboradas de este modo, se obtiene el objeto manufacturado.

"La comunidad, como el individuo, tiene su unidad abstracta y su existencia colectiva; es una reunión de individuos, frecuentemente en número inmenso, que no obstante puede ser considerada como un individuo solo, como un ser único, aunque compuesto. Y es así, no solamente para la abstracción más o menos racional, sino para la realidad, materialmente, lo mismo para nuestra inteligencia que para nuestros sentidos, porque está constituida como un ser organizado, de partes continuas y recíprocamente dependientes, todas ellas fragmentos de un mismo todo, aunque cada una por sí sea a su vez un todo más o menos bien circunscrito; todas ellas miembros de un mismo cuerpo, aunque cada una constituye un cuerpo organizado, un pequeño colectivo...

"Como la familia y la sociedad, la comunidad puede estar muy diversamente constituida. La fusión anatómica, y, por consecuencia, la solidaridad fisiológica de los individuos así reunidos, puede estar limitada a unos pocos puntos y a unas pocas funciones vitales, o extenderse a la casi totalidad de los órganos y de las funciones. Todos los grados intermedios pueden presentarse también, y se pasa por gradaciones insensibles de seres organizados en quienes las vidas colectivas permanecen aún casi independientes y los individuos claramente diferenciados, a otras en que los individuos son de más en más dependientes y mixtos, y tras éstas a otras en que todas las vidas se confunden en una vida común y las individualidades propiamente dichas desaparecen más o menos completamente en la individualidad colectiva".

Los animales superiores son estas individualidades colectivas, aunque sólo desde el punto de vista vital. Hemos visto ya que la fuerza vital es un principio y un efecto: un principio porque es necesario un ser vivo para comunicar la vida, y un efecto, porque una vez fecundado el germen, las leyes físicas y químicas se encargan del mantenimiento de la vida. Aquí no caben equívocos: la fuerza vital tiene existencia propia, puesto que cada ser puede reproducirse en un semejante suyo, y puesto que no se puede dar vida artificialmente a un compuesto inorgánico. Más todavía: suponiendo que se llegara, por ejemplo, a fabricar un músculo sensible de manera que produjese los mismo fenómenos que un músculo ordinario, el músculo fabricado no podría regenerarse, como acontece incesantemente en el organismo vivo. Luego, aunque el principio vital opere y se mantenga por medio de leyes naturales, no cabe ninguna duda de que es distinto de tales leyes. Aquel principio es una fuerza, una transformación especial de la energía; no goza de existencia sobrenatural, pero sí es el producto necesario de la evolución ascendente, el primer grado, no de la organización, pero sí del mantenimiento, de la reparación de la materia viva. Pueden hallarse indicios de este principio reparador hasta en la materia bruta: un cristal está capacitado para cicatrizar sus heridas. Pasteur ha puesto este hecho en evidencia (véase Comptes rendus, del 16 de mayo de 1881).

Si a un cristal roto en cualquiera de sus partes se le coloca en la disolución a que debe su origen, se observará que no solamente crece en todas sus caras, sino que se inicia un trabajo de reconstitución mucho más activo en la parte lesionada, hasta que el daño queda reparado; una vez conseguido esto, se restablece la simetría. Si se colora el agua madre con una sustancia violeta, por ejemplo, se verá distintamente el trabajo suplementario que se realiza para la reconstitución de la parte destruida.

El principio vital, por consiguiente, es una fuerza esencialmente organizadora y reparadora y, en los vegetales y los animales, él es quien repara las células destruidas por el uso, siguiendo un plan determinado. Podemos considerarle en cierto modo como el desenvolvimiento, el grado superior, la transformación exaltada de esa fuerza que en los cuerpos brutos conocemos por afinidad. Además, el fluido vital obra sobre las moléculas que produce el fantasma magnético. Si se niega la existencia de una fuerza vital, aunque invisible e imponderable, no es posible comprender cómo un cuerpo vivo conserva una forma fija, invariable, según la especie a que pertenezca, a pesar de la renovación incesante de las moléculas del cuerpo.

En tanto la vida es difusa, como en los animales inferiores; en tanto todas las células pueden vivir individualmente sin necesitarse unas a otras, el principio inteligente no se revela en ellas de un modo claro, puesto que en estos seres rudimentarios no se observa sino la irritabilidad, es decir, la reacción a una influencia externa sin sensibilidad apreciable; pero desde el momento en que el sistema nervioso aparece, se concentran en él las funciones animales, la comunidad viviente se transforma en individuo, y el principio inteligente toma a su cargo el gobierno del cuerpo, manifestando su presencia por los primeros fulgores del instinto.
Trabajo realizado por Merchita, extraído del libro Evolución Anímica de Gabriel Delanne

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