martes, 21 de enero de 2014

UNA NUEVA ORIENTACIÓON


Una Nueva Orientación de mi Espíritu

Cosme Mariño

Voy a ocuparme  aquí de mi conversión al espiritismo, mis experiencias personales y muchos detalles que, aparentemente sin importancia, ha ido sin embargo fortaleciendo mis convicciones, victoriosas ya después de 40 años, de las vacilaciones e incertidumbres que naturalmente embargaron mi espíritu, al sufrir el choque rudo e inesperado de la luz deslumbradora, cuando vivía sumido en las tinieblas de la ignorancia y del error en que hoy viven la mayoría de los hombres que no aciertan a comprender esta hermosa verdad que los envuelve y los compenetra son tener conciencia de ella, nada más porque la incredulidad e ignorancia sobre la naturaleza del alma inmortal, no halla eco en sus corazones, que sólo tienen fe en la vida presente y limitan sus aspiraciones a todo cuanto es banal y transitorio.
Desearía que mis estudios y experiencias sobre esta gran verdad del espiritismo y la evolución progresiva que he impreso a mis ideas y sentimientos, pudiera servir de punto de partida a todos cuantos lean estas memorias, para que, como yo también, iniciaran una era personal, que llevara la paz a sus conciencias torturadas por la duda y les sirviera de palanca en la que se apoyaran para dar un poderoso vuelo hacia la espiritualidad que es la base de la ciencia, la filosofía y la religión del provenir.
Los estudios que hemos hecho los espiritualistas al abandonar el antiguo y gastado método de la fe ciega, para sustituirlo por la fe razonada y el método experimental, han tenido la virtud de desvanecer muchísimos errores en los que habíamos sinceramente creído y que en otro tiempo nos sirvieron de norte y guía de nuestra marcha incierta y formaron las costumbres y creencias que sustentábamos.
La adquisición más fundamental que hemos hecho, ha sido la convicción de que el objeto de la vida, tal como hasta ahora se lo ha considerado, es a todas luces falso; que las orientaciones, creencias y métodos empleados para cumplirlas debidamente, lo único que ha logrado es mantener nuestra ignorancia y hacernos desgraciados, a tal punto que, ha habido un momento, momento que desgraciadamente se ha hecho carne en algunos hombres pensadores, en que se ha llegado a creer que este mundo está mal hecho; que sus instituciones, sus anhelos, sus creencias, constituyen un absurdo; supuesto que todo es mentira, injusticia y egoísmo.
Los pesimistas, siguiendo a Schopenhauer, abundan en todas partes; es notorio que este pesimismo desolador, mata todos los entusiasmos, todos los anhelos generosos y coloca a muchos un arma en sus manos para librarse de una existencia tan inexplicable como absurda e injusta, y a otros más tímidos, los desorienta e inutiliza para el cumplimiento de los más fáciles deberes.
Y todo esto proviene del desconocimiento casi absoluto de las muchedumbres, del verdadero objeto y fin que el Hacedor se propone al concedernos estas existencias terrenales.
Estudiando el espiritismo, creo haber encontrado la clave, resolviendo
estos tres graves problemas: Qué es lo que somos? De dónde venimos?
Hacia dónde vamos?....
Resueltos estos tres grandes problemas, con el criterio filosófico y científico del espiritismo, se pisa ya el terreno que tiene fatalmente que conducirnos a un rápido perfeccionamiento de nuestro sentido moral e intelectual, y desarrollados estos sentidos, quedan despejadas las incógnitas más aterradoras y mortificantes que limitan las percepciones espirituales del hombre; las dudas se sustituyen por una realidad que, si bien es relativa, basta para iniciar una segura orientación; el pasado, el presente y el porvenir forman los eslabones que unen nuestra actuación anterior con la presente y la que naturalmente vendrá dado el supuesto de que somos inmortales y las existencias terrestres representan etapas.
Misiones con sus correspondientes intermitencias y descanso y estudio para volver a seguir la marcha interrumpida, con mayores seguridades y mejores probabilidades de éxito, porque la experiencia que vamos adquiriendo en cada existencia interrumpida por la muerte, no se pierde jamás, y por lo tanto, el hombre cuando ha llegado al ocaso de su vida, avasallado por los errores cometidos, por las debilidades del carácter que tanto le han hecho sufrir, no  pueden exclamar como lo hace ahora: de qué me sirve la experiencia adquirida ya que no puedo empezar de nuevo la existencia?
Este raciocinio es uno de los tantos errores corrientes, originados en el falso concepto que se tiene de nuestra actuación en el mundo, del verdadero objeto y fin de nuestras existencias terrenales.
No, la experiencia adquirida en una existencia, no se pierde jamás, porque esta existencia será repetida tantas veces cuantas sean necesarias para el progreso del ser, para adquirir la sabiduría, y por lo mismo, desterrar del espíritu la ignorancia y la mentira; los errores y debilidades morales cometidos en una existencia, no tienen una sanción irrevocable, porque las existencias terrestres sirven de alambique o depurativo de las almas, y si hoy cometieron faltas y crímenes provenientes de las propias imperfecciones, el arrepentimiento y el dolor que experimentan al traspasar el umbral que separa este plano del más allá del sepulcro, los aleccionan para el porvenir, de manera que cuando vuelvan de nuevo a la vida material con sedimentos de progreso, ya sabrán esquivar los malos pasos, ya no incurrirán en las anteriores faltas, porque el arrepentimiento y el dolor sufrido al reconocerse culpables en el mundo, los preservarán de caer de nuevo, en el mundo material.
No recordarán ciertamente las causas y los detalles de esas faltas pero sí, una poderosa intuición, un profundo sentimiento de ser virtuosas contestará a las tentaciones y a las solicitaciones del mal para no caer como cayeron antes.
Y así, pues, véase cuan grande, razonada y hermosa es esta doctrina del espiritismo, cuando viene a revelar al mundo material la razón justa de nuestra existencia terrestre, el origen y el fin de su destino inmortal, y a explicar todas las anomalías y aparentes injusticias que han conducido al hombre a negar que la creación es la obra ordenada, justa, sabia, de una inteligencia suprema y a exclamar con Schopenhauer y su escuela: el mundo y todo cuanto en él existe es absurdo y la vida no vale la pena de ser vivida.
Las consideraciones que acabo de exponer no nacieron de golpe en mi espíritu, al abrazar el espiritismo. A medida que me he ido compenetrando de su realidad y el estudio y la observación me han permitido ir descubriendo los velos de la esfinge que ocultan la sabiduría bajo su mutismo desalentador, estas consideraciones me han asaltado como la consecuencia natural de la luz espiritual, con cuya ayuda he llegado a comprender la grandeza de la creación, sus leyes justas y admirables y el destino de los seres nacidos del amor divino para la realización de ese mismo amor, única ruta que conduce a la felicidad y la perfección.

 “Memorias de un hombre mediocre”
Libro II – Capítulo VII (Fragmento)
 Tomado de la revista “CONSTANCIA”
                                                           
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TODA DOLENCIA SERÁ SIEMPRE REFLEJO DEL ESTADO MENTAL DEL DOLIENTE.

En un caso raro ocurrido en Japón,
falló el sistema inmunológico de un bebé, que hace que las células cancerígenas de la madre, de 28 años, sean transferidas al niño, aún en el útero. Los investigadores detectaron que células de leucemia habían atravesado la placenta de la gestante y afectada la salud de su bebé. Por ese motivo, un equipo del Instituto de Investigación del cáncer, de la Universidad de Londres, trabajando junto a médicos japoneses, se han esforzado en presentar más pruebas, a fin de demostrar que el cáncer puede ser transmitido durante la gestación.
 Un mes después del nacimiento del bebé, la madre fue diagnosticada en estadio avanzado de leucemia y falleció. Cuando el bebé cumplió 11 meses de edad, fue llevado al hospital con la cara derecha del rostro hinchada. Exámenes demostraron que el niño tenía un tumor en su maxilar y el cáncer ya se había extendido por los pulmones. Los médicos japoneses sospecharon que había una relación con la leucemia que llevó a su madre a fallecer. Fueron examinados los genes de las células cancerosas del bebé y encontraron una mutación, o sea, un apagón en una región del DNA que controla la expresión de zona principal de histo-compatibilidad (1), que es responsable por la inmunidad del indivíduo. Ese fallo. para los médicos, impidió que el sistema inmunológico del bebé, se reconoce que las células de cáncer eran "invasoras" y, por eso. ellas no fueron destruidas.
Estas conclusiones fueron publicadas en un artículo de la revista Proceedings de la National Academy of Sciences, en el que  los pesquisadores explican como usaron la genética para demonstrar que las células del cáncer vinieron de la madre. Lo que hay de más inteligente y hay de más instigante del cáncer, es que, en tesis, él es parte de  nuestro propio cuerpo - una parte que decidió rebelarse contra el resto. Las células cancerosas se tornan "traicioneras" al sufrir mutaciones en su DNA. Varias de las mutaciones que llevan a un cáncer son bien  conocidas e están relacionadas con daños en genes responsables por la capacidad de las células de controlar su multiplicación.
En lo que se refiere al bebé en cuestión, considerando los mecanismos de la reencarnación, pudiéndose transmitir o no, células malignas maternas durante la gestación, e indiferentemente a la dolencia. se instalaría o no, pues toda patología siempre será  reflejo del estado mental del doliente. En el caso analizado, si hay complicidad entre la madre y el bebé, obviamente el camino de la existencia seguirá conforme a la Ley de Acción y Reacción. 
Si el bebé no trajese una deuda del pasado relacionada con el cáncer, por ejemplo, no ocurriría la transmisión de la célula cancerosa de la madre a la criatura, en la vida intrauterina, por eso aunque eventualmente ocurriese esa transmisión, las células enfermas no se desarollarían en el cuerpo del feto, pues no tendría tiempo para eso. ¡ Es la Justicia de la  Ley de Dios !, porque de las patologías humanas, el cáncer es el más fuertemente relacionado con los errores morales del pasado ( reciente o remoto).
El conocimiento espírita nos ayuda a transformar la carga mental de la culpa, incrustada en el periespíritu, es lo que nos posibilita mayor serenidad ante los desafíos de la dolencia. Eso influenciará en el sistema inmunológico. Los reflejos de los sentimientos y pensamientos negativos que alimentamos se vuelven sobre nosotros mismos, después de ser transformados en ondas mentales, alterando nuestras funciones orgánicas.
¿Todavía será creible que la carga mental positiva, por medio de un estado psicológico o emocional, tiene la capacidad de curar dolencias?. Para algunos, el hecho de que las personas con cáncer estén optimistas o pesimistas, con relación a la cura, no influencia directamente  en las posibilidades de sobrevivencia a la enfermedad. Evidentemente discordamos de esos argumentos, una vez que diversas pruebas registran que en el caso de dolencias graves, la mente puede influenciar el resultado de la recuperación.
Aunque consideramos la importancia de los médicos por la valiosa contribución de la ciencia
cuando no están apoyados en el cambio de comportamiento mental del doliente, solamente la buena relación médico-paciente, es limitado e insuficiente para atacar las causas de la dolencia y la angustia que esta origina. El paciente, al llegar al hospital, trae consigo, además de la enfermedad, su trayectoria de vida actual y pasada. Su estado emotivo es resultante de algunos vectores como la estructura de personalidad, interpretación y vivencia de acontecimientos, considerando aspectos de lo imaginario y lo real, además de otras variables de causas patogénicas.
Los espíritas saben que la materia mental es creación de energía que se exterioriza del Espíritu y se difunde por un flujo de partículas y ondas, como cualquier otra forma de propagación de la energía existente en el Universo. Pensar es un proceso de proyección de la materia mental y esa materia es instrumento sutil de la voluntad, actuando en las formaciones de materia física, generando las motivaciones de placer o disgusto, alegría o dolor, optimismo o desespero, salud o dolencias, que no se reducen efectivamente, a abstracciones, por representar turbillones de fuerzas en las que el alma crea sus propios estados de mentalización inductiva, atrayendo para sí misma, los agentes ( imponderables ) de luz o sombra, victoria o derrota, infortunio o felicidad, conforme conceptúa el Espiritismo.
En ese aspecto, el estado mental, fruto de las experiencias de la vida pasada y presente, deja de tener una dimensión intangible para consubstanciarse en la condición de materia en movimiento. Muchos pacientes, ante el diagnóstico de la dolencia, transforman el dolor en esperanza y despiertan en ellos, la voluntad de luchar por una vida mejor. Otros, no obstante, desisten y se entregan, admitiendo que están bajo una sentencia de muerte. Cada caso es un caso y a cada uno,la vida responde según sus merecimientos.
Por lo expuesto, urge que busquemos, por encima de todo, los hábitos saludables de la oración, la meditación y del trabajo, procurando enriquecernos de esperanza y de alegría, para nunca desanimarnos ante los desafíos de cualquier enfermedad, aunque bajo el guante de nuestros delitos del pasado "olvidado". Recordemos siempre que el Evngelio del Señor nos enseña que el pensamiento puro y operante, es fuerza que nos arroja de las sombras a la luz, del odio al amor, del dolor a la alegría.
Para todos  los males y cualquier dolencia, centremos nuestros pensamientos en Jesús, pues nuestro remedio es y será siempre, el Cristo. Ajustémonos al Evangelio Redentor, pues el Maestro de maestros es la meta de nuestra renovación..
Jorge Hessen
http://jorgehessen.net
jorgehessen@gmail.com

Nota
1 Compatibilidad de tejidos; grado de similitud de sus caracteres antigénicos, de que depende el no rechazo  de injertos y trasplantes de órganos.

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EL HOMBRE NO ES EXTRANJERO EN NINGUNA PARTE


  Exponer este tema para aquellos que no tienen un conocimiento filosófico o que no pertenecen a alguna escuela espiritual o metafísica  resulta  una tarea arduo difícil. Sin este conocimiento espiritual sería casi imposible comprender por qué el hombre no es  extranjero en ninguna parte.
    Nuestro planeta  se encuentra  dividido en diferentes continentes, países, razas, idiomas, culturas,  religiones, etc. Los pueblos están delimitados por fronteras que vienen a determinar un supuesto territorio sobre el cual se dice que existe soberanía; pero esta soberanía no es más que la consecuencia de los deseos de  poder y ambición en la que está sumergido el hombre. Cegado por el mundo de los sentidos centró sus intereses en obtener riquezas y beneficios materiales, olvidándose  de desarrollar la parte espiritual que lo conforma y obviando las  palabras del sabio Galileo: “Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
    Remitiéndonos a la historia, vemos cómo para obtener esa soberanía ha prevalecido el dominio del hombre por el hombre. A base de guerras, conquistas, exterminios y violaciones, muchas de ellas en nombre de Dios,  hemos producido todas estas divisiones étnicas, culturales  y territoriales; pero ¿Somos realmente diferentes por tener  diferentes culturas o creencias? ¿En qué nos diferenciamos los unos de los otros?
Parodiando a Hegel, ésta es una “diferencia que no es diferencia” porque el ser humano es un ser infinito-finito.  En el mundo de los sentidos nos vemos deslindados de nuestro prójimo; pero en realidad estamos unidos por un lazo indisoluble, común a todos los seres que habitan el infinito Universo.
   Si se tiene la oportunidad de conocer diferentes países,  uno  va poco a poco apropiándose de culturas y maneras de pensar distintas, aparentemente contradictorias,  pero cuando se analiza al ser humano, se llega a comprender que las necesidades del hombre, son iguales en todas partes; que sus sueños e inquietudes espirituales son los mismos, no importa lo distante de un país de otro, no importan las fronteras, las creencias religiosas o los aprendizajes culturales. En esencia, todos los seres humanos buscan y trata de alcanzar un estado óptimo de bienestar, que es lo que llamamos felicidad.
   Cuando el hombre ha experimentado lo suficiente y logra un nivel cognoscitivo superior, puede comprender la sabia sentencia de Jesús de Nazareth: “La casa de mi Padre tiene muchas moradas”; entonces entiende que en el mundo real no existen fronteras ni divisiones y que, como hombre, está en la necesidad de aprender y demostrar la vida a través de múltiples reencarnaciones y que en función de su plan de trabajo debe vivir no sólo en diferentes países de la tierra, sino también en distintos mundos del Universo, unas veces nacerá como blanco,  otras como negro o mestizo, como rico o pobre,  como hombre o mujer, según sea  su actuación en la tierra y según sea su programa.
     En cada existencia y de acuerdo con nuestro programa espiritual, escogemos la raza, el sexo, el país, los padres y circunstancias particulares que nos van a permitir desarrollar nuestro  plan de vida;  siempre en función de los compromisos y deudas contraídas  en existencias anteriores. Esta experiencia de vida trae como lógica consecuencia que el ser humano se desarrolle como ente corpóreo-espiritual  y alcance un grado elevado de conocimiento  que le permitirá reconocer en los demás  seres humanos a su hermano.
Para entonces ya su nivel de espiritualidad le  hará  comprender  las leyes universales que  lo llevarán a afirmar axiomáticamente  que el hombre no es extranjero en ninguna parte y  que su patria es  el Universo.
 Por: María Di Matteo


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