viernes, 13 de enero de 2017

Exposición de las diferentes mediumnidades


                                                                       
¿Cómo debiéramos afrontar la propia muerte si la sentimos llegar?

         Creo que cuando a todos nos llegue el momento de partir, si Dios permite, según nuestro particular estado de cuentas con la Ley de Consecuencias, que seamos conscientes del gran y trascendente momento al que nos vamos a enfrentar, debiéramos tratar de imitar el ejemplo que nos han dado siempre esos grandes Seres espirituales que de tarde en tarde han venido a este mundo con una elevada misión espiritual y humana, demostrando así su superior grado de evolución, ejemplificado con su vida de ayuda a la humanidad hasta su muerte.
           Esta clase de Seres, cuando se les acercó su hora, siempre afrontaron su circunstancia con serenidad y sin dramatizar, procurando tranquilizar a las personas de su alrededor y restando dramatismo a la situación, ofreciendo el ejemplo de su esperanza en el futuro, con naturalidad y hasta con una sonrisa tranquilizadora para los demás, mostrando así su confianza en la otra vida, en Dios y en su Justicia, con la satisfacción del deber cumplido, así como en la continuidad de la existencia después de la muerte. Recordemos al respecto los últimos momentos de Sócrates antes de beber la cicuta para cumplir su condena a muerte, o esos grandes ejemplos de los mártires cristianos antes de morir en el circo arrojados a las fieras.
         No obstante, el mejor ejemplo que nos han dejado estos elevados Seres, no ha sido el del momento de su muerte, sino el de su vida en el camino del bien, trabajando por su propia superación y ayudando y esforzándose siempre por los demás, forjando así un excelente bagaje de buenas obras como credencial para afrontar finalmente su paso a la otra vida, que así será mucho más fácil.
        Cuando nos llegue ese momento, es muy importante que podamos vivir con plenitud de consciencia esta experiencia única y normalmente irrepetible en cada existencia humana y que nos podamos sentir en paz y tranquilidad con nosotros mismos en nuestra conciencia, sabiéndonos perdonados por quien tenga algo que perdonarnos, y así mismo perdonando de corazón todo lo
que tengamos pendiente de perdonar a otros.
        Debemos rogar a Dios para que la muerte nos sorprenda en un buen momento  de nuestras vidas, donde  nos podamos sentir llenos de paz, de alegría, de armonía  y buen humor, porque cuando un Ser desencarna en medio de un acceso de amargura, ira u odio, es precisamente así como accede al mundo espiritual, por tanto debemos tener mucho cuidado en saber evitar esos malos momentos. No sabemos cuando nos tendremos que ir de este mundo, por lo que resulta preciso que estemos con el equipaje preparado, lleno del sentimiento del deber cumplido cada día.
        Esta paz y tranquilidad deseables cuando  se acerca el final de la vida,  la  podremos conseguir  en  la  medida  en  que  nos acompañen en nuestra conciencia las buenas acciones y las virtudes, y en que así mismo nos hayamos despojado antes de algunos defectos morales que nos perturban, pues estos acompañan al Ser más allá de la muerte y suelen regresar con él de nuevo  a esta vida.
        Finalmente comprendamos que es importante saber vivir bien nuestra vida espiritual para poder vivir bien nuestra propia muerte cuando llegue, sin temores y con la esperanza de quien regresa de nuevo a su hogar.

- Jose Luis Martín-


   “¿Acaso cuando dejáis una levita vieja y la tiráis, le hacéis honores, le lleváis flores o le cantáis  rezos?; ¿Por qué pues lo hacéis con vuestros cuerpos que no son sino la levita gastada que   después de utilizada en el papel de la vida, se deja para tomar otra?”
                                             Cayetano Arroyo ( Dialogos con Abul Beka)

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                       NO OS OLVIDEIS DEL PRÓJIMO 

No seáis obstinado en el egoísmo. El os hará sufrir, con reflejos en el cuerpo físico, que padece con la concentración de elementos corrosivos. El prójimo, que Jesús tanto amaba, precisa de vosotros, tanto como necesitáis de él. Ese intercambio es la vida de todos nosotros, uniéndonos en la vida de Dios. No os olvidéis del prójimo a despecho de vuestras obligaciones, porque cuando no tratamos de amar a alguien, inventamos disculpas de toda clase y nos distanciamos de mil formas y a través de varios disfraces. Acordémonos de lo que dijo el Divino Maestro, reduciendo los diez mandamientos en apenas dos: Amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. El egoísmo, en forma de amor propio, nos induce a olvidar al prójimo, aquellos que conviven con nosotros en la gran jornada evolutiva. Si quisieres saber quien es vuestro prójimo, observaros a vosotros mismos porque él es vuestra continuación, que se extiende al infinito. Buscad dedicaros más a vuestros semejantes, dándoles más atención en lo que ellos representan, en lo que ellos dicen, hacen o escriben, porque podéis aprender mucho con los otros, a través del intercambio de experiencias. Seamos fieles a las leyes del Señor, comulgando con las leyes del amor y ambientándonos con el clima de la caridad, que el bienestar se allegará a nosotros, como fuerza divina, en la divina expresión de todas las cosas. ¿Ya observasteis mi hermano, lo mucho que vuestro prójimo os sirve? En todos los caminos, se perciben sus manos ayudándonos a ayudar, ayudándonos a servir, ayudándonos a comprender. Ese prójimo merece nuestro respeto, nuestra estima y nuestro amor. Todos juntos formaremos la gran corriente de vida que sustenta la gran esperanza por un mundo mejor. Aquel interés que tenéis en demasía por vosotros mismos, gastando todo el tiempo en causa propia, en el propio sustento, en vuestro abrigo, sin pensar en los otros, os llevará a las Revista “Horizonte de luz” 119 profundidades del orgullo y de la vanidad y os hace olvidar que existe más gente viviendo en el mismo mundo en que vivís. Salid de dentro de vosotros mismos, aunque sea por instantes y observad lo que sucede a vuestro alrededor; contemplad las dificultades de vuestros compañeros de jornada y ayudadlos dentro de vuestras posibilidades, comprendiéndolos con el discernimiento y confortándolos con el saber. No debéis acumular sabiduría en forma egoísta. No debéis desperdiciar las fuerzas que os sobran, ni debéis reprimir el don de amar y la gentileza conquistada. Ese acervo de luces es para ser usado a favor de vuestro prójimo, pues cuanto más donaréis, más tendréis en vuestro beneficio, de la Fuente Universal. Y quien se olvida de los compañeros, atrofia los valores del corazón, pasando a la condición de enfermo, por falta del intercambio de los tesoros divinos. Ajustaros a la ley, que ella se ajustará con vosotros, por el bien que debéis hacer. Sé que buscáis la salud, pues ella está donde permanece la armonía, aquella nacida del deber cumplido, de la alegría de ser útil a las criaturas de Dios. Trabajemos de manos dadas y esforcémonos para comprender a nuestro semejante en todos los instantes y Dios hará todo lo demás que esté fuera de nuestro alcance. Acordémonos de nuestro prójimo, así como cuidamos de nosotros mismos, en cuanto él está en nuestro camino y Jesús estará sonriendo dentro de nuestro corazón.
 LIBRO “SALUD” – ESPÍRITU MIRAMEZ

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                        DE DONDE NOS VINO EL MAL

Dios no creó el mal; estableció leyes y esas leyes son siempre buenas, porque Él 
es soberanamente bueno; aquél que las observara fielmente sería perfectamente feliz; pero los Espíritus, teniendo su libre albedrío no siempre las observaban y el mal resultó para ellos de su desobediencia.- Pues se puede afirmar entonces, que el bien es todo lo que está conforme con la ley de Dios y el mal todo lo que es contrario a esa misma ley.. 

El Espiritismo en su más simple expresión 
Allan Kardec 

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                                                            Humberto Campos  
                    POR AMOR A DIOS 

      Dice antiguo proverbio que “la mortaja no tiene bolsillos”. La filosofía popular quiere decir que para los muertos terminaron todos los intereses. La mayoría de los hombres observa en la muerte el punto final de la vida. En esa concepción del último trance del cuerpo físico, los sentimientos más bellos que impulsan la personalidad desaparecen con el cadáver, en el banquete de los gusanos. 
      Comúnmente, las criaturas temen la gran transformación. En el lecho de los moribundos se verifica el duelo cruel, en el que la muerte es siempre el adversario victorioso. No prevalecen ahí los reglamentos alusivos a la edad de los contendientes, no prepondera el parecer de los médicos, ni el ritual de los sacerdotes. el enemigo invisible triunfa siempre, dejando a los testigos asustados los despojos de los vencidos, con el paso directo para el horno crematorio o para las estaciones subterráneas, donde los huesos del muerto reposaran, de acuerdo con las posibilidades financieras de la familia. Hay túmulos gloriosos, como los cenotafios distinguidos; y se multiplican en todas partes, las sepulturas humildes, a través de la cuales los hijos de los hombres adornan incesantemente el suelo, enriqueciéndolos de tierra fértil. 
      El alma del muerto, sin embargo, sigue su trayectoria. Imposible de extinguir en ella los sentimientos, las disposiciones interiores, las características, los afectos, que se espiritualizaron, vigorosamente, con el tiempo y con el auxilio del Divino Poder. Y porque las afinidades psíquicas son fatales como las leyes biológicas, los desencarnados frecuentemente gastan años para desatar los lazos que los prenden al mundo, cuando es preciso, de hecho, deshacerlos, en consonancia con los imperativos de la evolución espiritual. 
      Muchos de ellos, de los que ya atravesaron la corriente del Estige, desearían la liberación inmediata de todas las influencias terrestres. Entretanto, el alma es la sede viva del sentimiento y de modo alguno traer el corazón. Constreñidos a seguir a los vivos por la amorosa atracción que les vibra en el ser, demoran algún tiempo entre las sombras que se extienden del fondo de valle de la incertidumbre al monte luminoso de la decisión. 

      Existió un joven irlandés, de nombre Cornelius Magrath, que murió a los veintidós años, con la estatura de más de dos metros y medio. Habiendo despertado mucho interés en el Ciencia por su caso de gigantismo, pidió a los amigos y pago para que su cuerpo fuese tirado al mar, cuando la muerte le arrebatase la vida. Sin embargo, y a pesar de su deseo, la medicina Inglesa adquirió su esqueleto, que fue conservado atentamente en la Asociación de los Cirujanos de Londres, con el objetivo de estudio. 
      Ocurre lo mismo con algunos muertos de la Tierra, que suplican y pagan para que su alma sea arrojada en el océano del olvido, de forma a substraerse de la curiosidad de los vivos; más la redención exige lo contrario y el espíritu semi-liberado permanece, por tiempo indeterminado, en la vecindad de los hombres, atendiendo, muchas veces, a imposiciones extrañas a su propia voluntad. 
      En el cuadro de obligaciones de esa naturaleza, tenemos a un compañero que recibió la incumbencia de demorar algunos años entre los asociados terrenales, para soportar las dolorosas trepanaciones de los que hacen la cirugía de los estilos, con objetivo del esclarecimiento general. Sufría, bastante, en la sumisión para ese proceso de auxiliar a la Ciencia, porque no todos los cirujanos lo examinaban con la precisa asepsia espiritual, más obedecía, satisfecho, consciente de cooperar en la solución de grandes problemas del destino y de la muerte. En el desenvolvimiento de sus ministerios, todavía fue asaltado por el incoercible deseo de revelarse a los amigos de otro tiempo, encarcelados en la carne, y, para tanto, comenzó a escribirles paginas sentidas de cariño y anhelo, haciéndolo con el sentimiento de su corazón. Sus compañeros antiguos, sin embargo, no comprendieron sus nuevas disposiciones. Se unieron a los intransigentes cirujanos de la literatura y exigieron que el desencarnado viniese a atenderlos, tal como viviera en el mundo, lleno de las enfermedades e idiosincrasias oriundas de los varios agentes físicos que determinaban su organización psíquica defectuosa. Sensible y afectuoso, el entrego los pensamientos más nobles, sin embargo los amigos le reclamaron las vísceras más groseras; les trajo las ideas nuevas que le bañaban en su interior, entretanto, le quitaron las viejas formulas que, en otra época, le encarcelaban el ser; les dedico la más alta expresión de su vida espiritual, más le pidieron la revelación de la vida más baja, con la presentación de las propias válvulas enfermas que la tierra guardó para felicidad de el. 
      Algo preocupado, procuró esclarecimiento de los orientadores del servicio. Expuso su caso, comentó sus amarguras y presento sus razones. 
      Uno de ellos, sin embargo, el que dirigía el trabajo general, por el tesoro de amor y sabiduría que adquirió en el curso de los siglos, respondió con serenidad: 
      -Calle en su corazón, hijo mío, las angustias del hombre viejo. Vuelva a su campo de acción y satisfaga a la propia conciencia. Todo particularismo es cárcel. Acuérdese de que las dadivas del padre son comunes a todos nosotros, que las ideas no tiene nombre y de que el espíritu es universal. 
      Sin una palabra más. El compañero sonrió, intercambio el manto roto, calzó dos sandalias nuevas, volvió al servicio y, como aconteció al joven irlandés que prosiguió exhibiendo los huesos, por interés de la Ciencia, el continuó para esparcir las simientes de las ideas, por amor a Dios. 

Por el Espíritu Hermano X – de Libro. Lázaro Redivivo, Médium: Francisco Cándido Xavier. 

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                         EXPOSICIÓN DE LAS DIFERENTES MEDIUMNIDADES 

2. Médiums sensitivos o impresionables 

164. Se designan así las personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una vaga impresión, una especie de rozamiento sobre todos los miembros, de lo cual no pueden darse cuenta. Esta variedad no tiene carácter bien marcado; todos los médiums son necesariamente impresionables; la impresionabilidad es antes una cualidad general que especial; es la facultad elemental indispensable para el desarrollo de todas las otras; difiere de la impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la que es preciso no confundirla; porque hay personas que no tienen los nervios delicados y que sienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, de la misma manera que otros muy 
irritables no lo sienten. 
Esta facultad se desenvuelve por la práctica, y puede adquirir tal sutileza que aquel que esté dotado de ella reconoce en la impresión que siente no solamente la naturaleza buena o mala del Espíritu que está a su lado, sino también su individualidad, como el ciego reconoce por cierto instinto la aproximación de tal o cual persona; viene a ser con relación a los Espíritus un verdadero sensitivo. Un buen Espíritu hace siempre una impresión dulce y 
agradable; la de un mal Espíritu al contrario, es penosa, ansiosa y desagradable; hay como un olor de impureza. 

3. Médiums auditivos 
165. Estos oyen la voz de los Espíritus; es como lo hemos dicho hablando de la pneumatofonía: algunas veces una voz íntima que se hace oír en el fuero interno; otras veces es una voz exterior clara y distinta como la de una persona viva. Los médiums 
auditivos pueden entrar de este modo en conversación con los Espíritus. Cuando tienen la costumbre de comunicar con ciertos Espíritus, los reconocen inmediatamente con el metal de la voz. 
Cuando uno no está dotado de esta facultad, se puede igualmente comunicar con un Espíritu a través de un médium auditivo que hace el oficio de intérprete. 
Esta facultad es muy agradable cuando el médium solo oye buenos Espíritus, o únicamente aquellos que llama; pero no es lo mismo cuando un Espíritu malo se encarniza en él y le hace oír a cada momento las cosas más desagradables y algunas veces las más inconvenientes. Es preciso entonces procurar desembarazarse de aquel por los medios que indicaremos en el capítulo de “La Obsesión”. 

4. Médiums parlantes 
166. Los médiums auditivos que no hacen más que transmitir lo que ellos oyen, no son propiamente hablando médiums parlantes; estos últimos muy a menudo no oyen nada; en ellos el Espíritu obra sobre los órganos de la palabra, como obra sobre la mano de los médiums escribientes. El Espíritu, queriendo comunicarse, se sirve del órgano que encuentra más flexible en el médium; a uno toma prestada la mano, a otro la palabra, a un 
tercero el oído. El médium parlante se expresa, generalmente, sin tener conciencia de lo que dice, y muchas veces dice cosas completamente fuera de sus ideas habituales, de sus conocimientos y aun del alcance de su inteligencia. Aunque esté enteramente despierto y en un estado normal, rara vez conserva el recuerdo de lo que ha dicho; digámoslo de una vez, la palabra es un instrumento del cual se sirve el Espíritu, y con el que puede entrar en 
comunicación una persona extraña, como puede hacerlo por mediación del médium auditivo. 
El papel pasivo del médium parlante no es siempre tan completo; los hay que tienen la intuición de lo que dicen en el mismo momento en que pronuncian las palabras. Volveremos a hablar sobre esta variedad, cuando tratemos de los médiums intuitivos. 

5. Médiums videntes 
167. Los médiums videntes están dotados de la facultad de ver a los Espíritus. Los hay que gozan de esta facultad en estado normal, estando enteramente despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un estado de sonambulismo, o próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente; casi siempre es efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, sin contradicción, de una especie de mediumnidad, pero no constituye, propiamente hablando, los médiums videntes. 
Hemos explicado este fenómeno en el capítulo VI, de las “Manifestaciones visuales”. 
El médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero en realidad es el alma que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede ver a los Espíritus como el que tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos. Espíritus que fueron ciegos nos 
han dicho que en vida tenían por el alma la percepción de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la negra oscuridad. 
168. Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus. 
Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo, aparecen ya sea para indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un 
servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando los médiums videntes. 
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones. 
169. Asistimos una noche a la presentación de la ópera Oberon con un médium vidente muy bueno. Había en el teatro gran número de localidades vacantes, muchas de las cuales estaban ocupadas por Espíritus que, según parecía, tomaban parte en el espectáculo; algunos iban al lado de ciertos espectadores y parecía que escuchaban su conversación. En las tablas pasaba otra escena; detrás de los actores había muchos espectadores de humor jovial que se divertían remedando e imitando sus gestos de una manera grotesca; otros, más formales, parecía que inspiraban a los cantores y hacían esfuerzos para darles energía. Uno de ellos estaba constantemente al lado de una de las principales cantatrices; 
nosotros le creímos intenciones un poco ligeras; habiéndole llamado después de la caída del telón, vino a nosotros y nos reprendió con alguna severidad por nuestro juicio temerario. Yo no soy lo que creéis, dijo; soy su guía y su espíritu protector; yo soy quien está encargado de dirigirla. Después de algunos minutos de una conversación muy grave nos dejó diciendo: Adiós; está en su camerino; es necesario que vaya a velar sobre ella. Evocamos en seguida al Espíritu de Weber, autor de la ópera, y le preguntamos lo que pensaba de la ejecución de su obra. “No es muy mala, contestó, pero es floja; los actores cantan, he aquí todo; no hay inspiración, Esperad, añadió, voy a darles un poco de fuego 
sagrado”. Entonces se le vio sobre la escena, cerniéndose encima de los actores; un efluvio parecía salir de él y derramarse sobre ellos; en este momento hubo en los mismos una recrudescencia visible de energía. 
170. He aquí otro hecho que prueba la influencia que los Espíritus ejercen sobre los hombres sin conocerlo éstos. 
Estábamos, como dicha noche, en una representación teatral con otro médium vidente. Habiendo entablado una conversación con un Espíritu espectador, éste nos dijo: ¿veis esas dos señoras solas en ese palco del primer piso? Pues bien; me empeño en hacerlas dejar el teatro. Dicho esto se le vio ir a colocarse en el palco en cuestión y hablar a las dos señoras: de repente éstas, que estaban muy atentas al espectáculo, se miraron; pareció que se consultaban, luego se fueron y no volvieron más. El Espíritu nos hizo entonces un gesto cómico para mostrarnos que había cumplido su palabra, pero no le volvimos a ver para pedirle más amplias explicaciones. 
Así es como diferentes veces hemos podido ser testigos del papel que hacen los Espíritus entre los vivos, les hemos observado en diferentes lugares de reunión: en el baile, en el concierto, en el sermón, en los funerales, en las bodas, etc., y por todas partes los hemos encontrado fomentado las malas pasiones, induciendo a la discordia, excitando las pendencias y regocijándose de sus proezas; otros, al contrario, combatiendo esta influencia perniciosa, pero rara vez se les escuchaba. 
171. La facultad de ver a los Espíritus puede, sin duda, desenvolverse, pero es una de aquellas cuyo desarrollo natural conviene esperar sin provocarlo, si no se quiere exponer a ser juguete de su imaginación. Cuando el germen de una facultad existe, se manifiesta por sí misma; en principio es necesario contentarse con las que Dios nos ha concedido, sin investigar lo imposible; porque entonces, queriendo tener demasiado, se arriesga el perder lo que se tiene. 
Cuando hemos dicho que los hechos de apariciones son frecuentes y espontáneos(número 107) no hemos querido decir que sean muy comunes; en cuanto a los médiums videntes 
propiamente dichos, son todavía más raros y hay mucho que desconfiar de aquellos que pretenden gozar de esa facultad; es prudente el no dar fe sino sobre pruebas positivas. No hablemos de aquellos que se hacen la ridícula ilusión de los Espíritus glóbulos que hemos descrito (número 108), sino de los que pretenden ver a los Espíritus de manera racional. Ciertas personas pueden, sin duda, engañarse de buena fe, pero otras pueden también simular esta facultad por amor propio o por interés. 
Particularmente en este caso es preciso tener cuenta del carácter, de la moralidad y de la sinceridad habitual; pero sobre todo en las circunstancias de detalle es como se puede encontrar la comprobación más cierta, porque las hay que no pueden dejar duda, como por ejemplo, la exactitud del retrato de los Espíritus que el médium jamás ha conocido vivos. El hecho siguiente se halla en esta categoría. 
Una señora viuda, cuyo marido se comunicaba frecuentemente con ella, se encontraba un día con un médium vidente que no la conocía, como tampoco a su familia; el médium 
le dijo: – Veo un Espíritu cerca de usted. - ¡Ah! Dijo también la señora, es sin duda mi marido, que no me deja casi nunca. – No, respondió el médium; es una mujer de cierta edad; va peinada de una manera singular, tiene una venda blanca en la frente. 
Con esta particularidad y otros detalles descriptivos, la señora reconoció sin equivocarse a su abuela, de la que no se acordaba ni remotamente en aquel momento. Si el médium hubiera querido simular esta facultad, le era fácil seguir el pensamiento de la señora, mientras que en lugar del marido con quien estaba preocupada, veía una mujer con un peinado particular del que no podía tener ninguna idea. Este hecho prueba también que la vista, en el médium, no era el reflejo de ningún pensamiento extraño. 
(Véase el número 102.) 

6. Médiums sonámbulos 

172. El sonambulismo puede ser considerado como una variedad de la facultad mediúmnica, o por mejor decir son dos órdenes de fenómenos que se encuentran muy a menudo reunidos. 
El sonámbulo obra bajo la influencia de su propio Espíritu; es su alma que en los momentos de emancipación ve, oye y percibe fuera del límite de los sentidos; lo que expresa, lo toma de sí mismo; sus ideas son en general más ajustadas que en el estado normal; sus conocimientos más extensos, porque su alma es libre; es un palabra, vive con anticipación la vida de los Espíritus. El médium, al contrario, es el instrumento de una inteligencia extraña; es pasivo y lo que dice no proviene de él. En resumen, el sonámbulo expresa su propio pensamiento, y el médium expresa el de otro. 
Pero el Espíritu que se comunica a un médium ordinario puede igualmente hacerlo a un sonámbulo; a menudo también el estado de emancipación del alma, durante el sonambulismo, hace esta comunicación más fácil. Muchos sonámbulos ven perfectamente 
a los Espíritus y a los describen con tanta precisión como los médiums videntes; pueden conversar con ellos y transmitirnos sus pensamientos; lo que dicen fuera del círculo de sus 
conocimientos personales, les es muchas veces sugerido por otros espíritus. He aquí un ejemplo notable en que la doble acción del Espíritu del sonámbulo y del Espíritu extraño se revela de la manera menos equívoca. 
173. Uno de nuestros amigos tenía por sonámbulo un joven de catorce a quince años, de una inteligencia muy vulgar y de una instrucción extremadamente limitada. Sin embargo, en estado sonambúlico, ha dado pruebas de una lucidez extraordinaria y de gran perspicacia. Sobresalía en particular en el tratamiento de las enfermedades y ha hecho un gran número de curaciones considerables miradas como imposibles. Un día daba una consulta a un enfermo del cual describía el mal con una perfecta exactitud. 
– No basta esto, le dijo, se trata ahora de indicar el remedio. – Yo no puedo, mi ángel doctor no está aquí. – ¿Qué entendéis por vuestro ángel doctor? – el que me dicta los remedios. – ¿No sois vos quien veis los remedios? – ¡Oh! No, puesto que os digo que 
es mi ángel doctor quien me los dicta. 
Así es que en este sonámbulo la acción de ver el mal era hecha por su propio Espíritu, quien para esto no tenía necesidad de ninguna asistencia; pero la indicación de los remedios le era dada por otro; ese otro no estando allí, él no podía decir nada. 
Solo, no era más que sonámbulo; asistido de lo que llamaba su ángel doctor, era sonámbulo y médium. 
174. La lucidez de los sonámbulos es una facultad que depende del organismo, y que es del todo independiente de la voluntad, del adelantamiento y aun del estado moral del sujeto. 
Un sonámbulo puede, pues, ser muy lúcido y ser incapaz de resolver ciertas cuestiones si su Espíritu es poco avanzado. Aquel que habla por sí mismo puede, pues, decir cosas buenas o malas, justas o falsas, tener más o menos delicadeza y escrúpulos en sus 
procederes, según el grado de elevación o de inferioridad de su propio espíritu, entonces es cuando la asistencia de un Espíritu extraño puede suplir su insuficiencia; pero un sonámbulo puede ser asistido por un Espíritu mentiroso, ligero o aun malo, del mismo modo que los médiums; aquí es sobre todo donde las cualidades morales tienen gran influencia para atraer a los buenos Espíritus (Véase El libro de los Espíritus, “Sonambulismo”, número 452; y más adelante el capítulo sobre “La influencia moral del médium.”) 

7. Médiums curanderos 
175. Hablaremos ahora ligeramente de esta variedad de EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 193 médiums, porque este asunto exigiría explicaciones más extensas para nuestro cuadro; sabemos también que un médico, de nuestros amigos, se ha propuesto tratarlo en una obra especial respecto a la medicina intuitiva. Diremos solamente que esta especie de 
mediumnidad consiste principalmente en el don que ciertas personas poseen de curar con el simple tacto, con la mirada y aun con un ademán, sin ayuda de ningún medicamento. Sin duda nos dirán que esto no es otra cosa que el magnetismo. Es evidente que el fluido magnético hace en esto gran papel; pero cuando se examina este fenómeno con cuidado, se reconoce fácilmente que hay alguna otra cosa. La magnetización ordinaria es un verdadero tratamiento continuado, regular y metódico; pero hay una completa diferencia. Casi todos los magnetizadores son aptos para curar si saben conducirse convenientemente, mientras que en los médiums curanderos la facultad es espontánea y aun algunos la poseen sin haber oído jamás hablar de magnetismo. La intervención de un poder oculto, que constituye la mediumnidad, viene a ser evidente en ciertas circunstancias; sobre todo cuando se considera que la mayor para de las personas que podemos con razón calificar de médiums curanderos, acuden a la oración, que es una verdadera evocación. (Véase el número 131.) 
176. He aquí las respuestas que han dado los Espíritus a las siguientes preguntas que les hemos hecho con este objeto. 
1. Las personas dotadas de potencia magnética ¿se pueden considerar como formando una variedad de médiums? 
No lo podéis dudar. 
2. Sin embargo el médium es un intermediario entre los Espíritus y el hombre; luego el magnetizador tomando la fuerza de sí mismo, no parece ser el intermediario de ninguna potencia extraña? 
Esto es un error; la potencia magnética reside, sin duda, en el hombre, pero se aumenta con la acción de los Espíritus que llama en su ayuda. Si tú magnetizas con la mira de curar, por ejemplo, y evocas a un buen Espíritu que se interese por ti y por tu enfermo, aumenta tu fuerza y tu voluntad, dirige tu fluido y le da las cualidades necesarias. 
3. Sin embargo, ¿no hay muy buenos magnetizadores que no creen en los Espíritus? 
¿Piensas, acaso, que los Espíritus sólo obran sobre aquellos que creen en ellos? Los que magnetizan para hacer el bien son secundados por buenos Espíritus. Todo hombre que tiene el deseo del bien, los llama sin pensarlo; del mismo modo que cuando el deseo y las intenciones son malas, llama a los malos. 
4. El que teniendo la potencia creyese en la intervención de los Espíritus, ¿obraría más eficazmente? 
Haría cosas que miraríais como milagros. 
5. ¿Ciertas personas tienen verdaderamente el don de curar por el simple tacto, sin el empleo de los pases magnéticos? 
Seguramente; ¿no tenéis de eso numerosos ejemplos? 
6. En este caso, ¿hay acción magnética o solamente influencia de los Espíritus? 
Lo uno y lo otro. Estas personas son verdaderos médiums, puesto que obran bajo la influencia de lo Espíritus; pero esto no es decir que sean médiums escribientes como vosotros lo entendéis. 
7. ¿Ese poder puede transmitirse? 
El poder, no; pero sí el conocimiento de las cosas necesarias para ejercerlo si posee. Hay quien dudaría tener este poder, si no creía que se lo habían transmitido. 
8. ¿Pueden obtenerse curaciones con sólo la oración? 
Sí, algunas veces, si Dios lo permite; pero podría suceder que al enfermo le conviniese sufrir todavía, y entonces creéis que vuestra plegaria no es escuchada. 
9. ¿Hay para esto fórmulas de oraciones más eficaces las unas que las otras? 
La superstición solo puede dar una virtud a ciertas palabras y sólo los Espíritus ignorantes o mentirosos pueden concebir semejantes ideas prescribiendo fórmulas. Sin embargo puede 
acontecer que para personas poco ilustradas e incapaces de comprender las cosas puramente espirituales, el empleo de una fórmula contribuya a darles confianza; en este caso no es la fórmula la que es esficaz, sino la fe que se aumenta por idea adherida al empleo de la fórmula. 

8. Médiums pneumatógrafos 
177. Se da este nombre a los médiums aptos para obtener la escritura directa, lo que no se permite a todos los médiums escribientes. Esta facultad es hasta ahora bastante rara; 
probablemente se desarrolla con el ejercicio; pero, como lo hemos dicho, su utilidad práctica se limita a una prueba patente de la intervención de una potencia oculta en las manifestaciones. Sólo la experiencia puede hacer conocer si se posee; se puede, pues, 
ensayar y además puede pedirse a un Espíritu protector por los otros medios de comunicación. Según la mayor o menor potencia del médium, se obtienen simples rasgos, signos, letras, palabras, frases y aun páginas enteras. Ordinariamente basta colocar una 
hoja de papel doblado en un paraje cualquiera, designado por el Espíritu, durante diez minutos o un cuarto de hora, algunas veces, más. La oración y el recogimiento son condiciones esenciales; por esto se puede mirar como imposible el obtener nada en una 
reunión de personas poco formales, o que no estuviesen animadas de sentimientos simpáticos y benévolos. (Véase la teoría de la escritura directa, capítulo VIII, “Laboratorio del mundo invisible” (números 127 y siguientes) y capítulo XII, “Pneumatografía”). 

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REQUISITOS PARA EL MÉDIUM SEGURO
A fin de tener en cuenta el logro del éxito en las realizaciones de las comunicaciones espirituales inteligentes,el médium que es aspirante al ministerio socorrista debe cumplir plenamente,como mínimo,con las siguientes condiciones:
EQUILIBRIO:Sin tener una perfecta armonía entre la mente y las emociones, difícilmente consiguen,los filtros psíquicos,transmitir el mensaje que proviene del Mundo Mayor.


CONDUCTA. Si la vida del intermediario no está basada en una conducta de austeridad moral,raramente logrará de los Espíritus,una sintonía con los Seres Elevados.


CONCENTRACIÓN:
Después de aprender la técnica para aislarse del mundo externo para oir interiormente,y sentir el mensaje que fluye a través de sus facultades mediúmnicas,el trabajador honesto,podrá conseguir registrarlo con fidelidad.


ORACIÓN: Sin ejercitar la cultura de la oración como clima de serenidad interior,le será muy difícil abandonar el círculo vicioso de las comunicaciones vulgares,para ascender y alcanzar la perfecta identificación con los instructores de la Vida Mejor.


DISPOSICIÓN.Sin estar apegado a la valoración de servicio en plena sintonía con el ideal espírita,es comprensible que se haga improbable la cosecha de resultados satisfactorios en el intercambio mediúmnico.


HUMILDAD:Al ser escaso el autoconocimiento,son bien pocas las posibilidades de que el médium,dispondrá para una completa asimilación del dictado espiritual,puesto que los temperamentos rebeldes e irascibles,la supremacía de la voluntad del propio instrumento,anula la interferencia de las mentes nobles desencarnadas.


AMOR:Al no estar,el espíritu encarnado,aclimatado a la comprensión de los deberes fraternos en nombre del amor que disculpa,del amor que perdona,del amor que edifica,se hace,invariablemente ,medianero de entidades perniciosas con las cuales tiene afinidad.


El ministerio del intercambio mediúmnico es,por sobre todas las cosas,una labor de perfeccionamiento personal,en el cual el encarnado es quien mas se beneficia.
Quien no pretende disciplinarse,no consigue ayudar a los que se debaten en la falta de docilidad bajo los latigazos de la frustración y del desequilibrio.
Aquel que se rehúsa a ascender por ésta o aquella razón,sincroniza mentalmente con los Espíritus rebeldes que lo martirizan y cuya compañía se les hace habitual.
la mediumnidad es una facultad psíquica que se puede considerar como un medio,instrumento o puente que permite el intercambio entre dos situaciones vibratorias. Aquel que no prepara éste "medio" convenientemente,jamás logra salir de si mismo,por encontrarse vencido,de tal forma,por el predominio de la personalidad en desaliño.
Ofrezcamos nuestras disposiciones a Jesus,el Amigo Todopoderoso,que supo transformarse en excelente Médium de Dios,dejando que la suprema voluntad del Padre se convirtiese en su propia voluntad,por amor a todos nosotros.
Si no somos capaces de mantener nuestra contribución mediúmnica en forma de testimonio de amor para nuestro prójimo,en la esfera física,no tendremos condición de abrir el alma en flor al sol de la misericordia divina,en beneficio de nuestros hermanos infelices del mundo espiritual,que esperan por nosotros.


INTERCAMBIO MEDIÚMNICO

( Enviado por Lídia Gómez )

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