lunes, 1 de diciembre de 2014

El notable caso de Gerard Croiset



                            EL  DINERO
           
   El dinero es algo que todos necesitamos en este mundo, ya que es el que nos permite adquirir las cosas materiales, pues las espirituales no tienen valor monetario.

El dinero no tiene nombre, sólo muestra un número y una serie, pero no es "apátrida", siempre tiene un propietario, detrás de cada moneda hay una persona.

Dejemos de hacer del dinero el chivo expiatorio de muchos males. El dinero no es basura, ni mancha; no es sucio ni limpio; nada que es necesario merece desprecio. El dinero, símbolo de los símbolos y medio de los medios, es absolutamente neutro. No es bueno ni malo. Su valor positivo o negativo depende del precio que se esté dispuesto a pagar por alcanzarlo y del modo y finalidad con el que se gasta o se invierte.
Huye de reprender a todos aquellos que transitan en la tierra bajo la cruz del dinero, al definirse, por fardo de aflicción.

No solamente los depósitos amonedados pueden ser convertidos en trabajo renovador y santificante. 

Todas las disponibilidades de la naturaleza son fuerzas neutras.

El oro y el vapor, la electricidad y el magnetismo no son malos y ni buenos en si mismos; el uso es el denominador común que  revela a los bienes  o los males  provenientes del control y de la orientación que les imprimimos.

Meditemos en las riquezas que nos facilitan a todas horas.

En la prueba individual es innecesario ir lejos para la justa demostración.

Oigamos la conciencia sobre el aprovechamiento  de todas las preciosas posibilidades del cuerpo que nos patentan la mente.

Delante de una escena sospechosa, observemos la conducta que distinguimos  a los ojos para que nos auxilien a fijar las imágenes edificantes, con el espontáneo desinterés por todos los ingredientes capaces de formar el vinagre de la injuria.

Escuchando esa o aquella noticia inusitada, reparemos la directriz  que imponemos  a los propios oídos, de modo que retengan lo mejor de las informaciones recogidas, a fin de que nuestra palabra se abstenga de todo lo que pueda constituir agravio a instituciones o personas.

Frente al trabajo, es preciso anotar que especie de comportamiento indicamos a nuestros implementos de manifestación, para que no nos dispongamos a engañar  los deberes que nos competen, con  flagrante prejuicio  de los otros.

En asuntos del sentimiento, será forzoso preguntar, en lo intimo, en cuanto al procedimiento que sugerimos a nuestros recursos de expresión afectiva, en nombre del amor, no vallamos a precipitar corazones sensibles  y  generosos en abismos de la criminalidad y desilusión.

Reflexionemos en los talentos divinos que nos bendicen en todas las esferas de la existencia y, deseando la felicidad  y victoria, a todos nuestros amigos que se mueven por el mundo, bajo el peso de la fortuna transitoria,  con difíciles problemas para resolver, anotemos con imparcialidad como empleamos, día a día, los créditos del tiempo y los tesoros de la vida, para que vengamos a saber con seguridad lo que estamos haciendo realmente de nosotros.

Cultivemos el amor y la humildad con incesante servicio, en auxilio a todos los que nos rodean y el Señor nos levantará el espíritu para las cimas de la vida, porque solamente la Infinita Sabiduría puede determinar  la verdadera elevación de alguien para la luz de la inmortalidad.

Es por eso que dinero es salud, cultura e inteligencia, tanto como los numerosos recursos que rodean al hombre en la tierra, se subordinan al trabajo, a fin de agigantarse en la producción de los beneficios que les corresponden.

Quien no pude donar algo de si mismo, en la buena voluntad, en la sonrisa o en la palabra sincera de bondad y encorajamiento, en balde extenderá las manos repletas de oro, porque solo el amor abre las puertas de la plenitud espiritual y siembra en la Tierra la luz de la verdadera caridad, que extingue el mal y disipa las tinieblas.

 Trabajo de Merchita
Extraído del Libro de La Esperanza  de Chico Xavier.

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     LA INFANCIA DEL ESPÍRITU


El Espíritu, se encarna, no nace, no crece, no envejece y no
muere con respecto a la carne.Es una centella cósmica  de la Llama Creadora, que es Dios;por lo tanto no nace ni es destruido. El Ego  espiritual desciende vibratoriamente al mundo carnal para desenvolver la conciencia y tener noción de sí mismo, pasando a existir como entidad emancipada, pero subordinada a las leyes del Creador, pues aunque sea un espíritu eterno y disponga de su libre albedrío, jamás se aísla del Todo. Su autoconocimiento lo adquiere mediante las deducciones de su mundo interior, que es la resultante de su contacto con el mundo exterior.

Nacer, crecer, envejecer y morir son simples etapas restringidas sobre la concepción del tiempo y el espacio que media entre la cuna y la tumba.

El espíritu se manifiesta temporalmente por medio de su equipo de carne, nervios y huesos, que es su instrumento de trabajo en el aprendizaje conciencial  en el ambiente del planeta...

Dios es el paño de fondo de la conciencia de todos los hombres, jamás el espíritu humano se desvincula de la Conciencia Cósmica que lo originó y le garantiza la existencia. En sus múltiples existencias físicas, aprende el concepto de pecado y la virtud del bien y del mal, de la salud y de la enfermedad, de lo cierto y lo herrado, de lo inferior y lo superior, de lo puro y lo impuro y de esa forma se prepara para apresurar los valores divinos latentes en sí mismo.

Para habitar en la carne, el espíritu debe reducir su periespíritu, que le da la configuración humana, hasta alcanzar la forma de un “feto” periespiritual, es decir, la condición ”pre infantil” que le ha de permitir el encaje en el “útero”  periespiritual de la futura madre encarnada, en la contraparte imponderable del útero físico.

No reduce su capacidad mental o capacidad astralina, que desenvolvió en otras existencias. Queda temporalmente restringido en su libertad de acción  durante el periodo, de encogimiento periespiritual, colocado en el vientre de la madre, donde debe materializarse para actuar en el mundo físico.

El espermatozoide, en su recorrido instintivo en dirección al ovario, es un detonador psíquico que en su esencia ectoplásmica
funciona ligando el mundo astral con el físico.

El molde periespiritual del encarnado, situado en el útero de la madre, incorpora gradualmente las sustancias físicas impuestas 
por el automatismo atómico y la contextura molecular propia de 
la tierra.

El hombre crece en apariencia corporal, hasta lograr la forma humana periespiritual, que ya existía en el Espacio antes de encarnar en el vientre femenino. El hombre adulto, que se manifiesta en el mundo físico, revela solamente él límite de la configuración periespiritual adquirida en las variadas vidas pasadas. Es porque el espíritu trae del más Allá su molde invisible, al cual se reduce en el útero y se rellena de sustancias físicas hasta un limite, lo que le impide crecer ininterrumpidamente en todos los sentidos, caso, contrario, si el hombre a los veinte años mide 1,60 a los cuarenta debería alcanzar 3,20 y así proporcionalmente. Sin embargo debido a la matriz, molde o “cartucho” periespiritual preexistente a la formación del cuerpo carnal, el hombre no sobrepasa en la materia la estatura que le es propia a su periespíritu y que tenía antes de nacer.

Un ejemplo lo tenemos en los globos de goma, que cuando son inflados con gas demuestran las más variadas y gigantescas figuras. Cuando se les deja escapar el gas, se reducen a una figura muy pequeña, aunque en esa reducción conserve las características fundamentales de su anterior configuración peculiar.

Existe una gran diferencia  en las acciones de un espíritu, en edad infantil, y cuando es adulto.

La naturaleza gradúa proporcionalmente el despertar del espíritu en su instrumento de carne, por medio de etapas conciliadoras y conocidas como son la infancia, juventud, madurez y vejez.

Existe la glándula del timo, que frena el crecimiento orgánico prematuro, evitando una acción demasiado violenta sobre el cerebro, todavía en formación.
La previsora y reguladora glándula del timo impide que el espíritu encarnado manifieste de golpe todo su potencial psíquico antes de los siete años y más allá de su resistencia como equipo carnal, en crecimiento. El timo, además de su función controladora del exceso psíquico, sobre el cuerpo inmaduro, frena los estímulos excesivos que fluyen del espíritu hacia el “doble etéreo” que también  se encuentra en la fase de desarrollo y absorción del “éter físico” del medio terrestre. De ahí parte el aforismo de que la criatura es inocente hasta los siete años de edad, pues no asume todavía la responsabilidad total del organismo y aún esta bajo el control del mundo espiritual. La maquina carnal hasta los siete años se encuentra en la etapa de experimentación y reajuste, a fin de encaminarse, en el futuro, con el equilibrio que su dueño le reclame.

Desde el nacimiento hasta los siete años, el espíritu no puede accionar con plenitud, y su instinto animal ejerce su fuerza creadora y trata de imponer su ascendencia vigorosa y primaria, se establece una lucha reñida entre el principio espiritual superior y las tendencias inferiores del mundo físico.

Los padres deben ejercer rigurosa vigilancia en los niños hasta los siete años, extirpándoles enérgicamente  las malas costumbres, impulsos dañinos, intentos autoritarios y todo aquello que pueda producir una estimulación negativa y que en el futuro pueda crear una barrera intraspasable para la corrección espiritual. Las criaturas no deben ser estimuladas ni aceptadas en sus reacciones e irascibilidades censurables, pues su espíritu domina con más rapidez los instintos primarios, si la corrección es oportuna y saludable los padres deben procurar rechazar cualquier “sentimentalismo” y no confundirlo con la precocidad.

Los padres para educar no deben llegar a los extremos de la crueldad a fin de no debilitar su autoridad, evitando que la rebeldía e indisciplina se posesione de sus hijos. Dios coloca al hijo bajo la tutela de los padres, a fin de que estos le dirijan por la senda del bien y les facilite la tarea, dando a aquel una organización débil y delicada, que le torna propicio a todas  las impresiones. Si  sucumben los padres en esta labor, deberán soportar los disgustos resultantes de esa caída y participarán de los sufrimientos del hijo en la vida futura, por no haber hecho lo que estaba a su alcance para que el hijo avance en el camino del bien.

Los hijos deben criarse con amor, sin dejarlos actuar libremente 
por el solo hecho de ser “graciosos”. A fin de formarles un 
carácter nítidamente estoico y leal, los padres deben fortificarlos desde la infancia y corregirles sus culpas, sin llegar al culto exagerado de la personalidad humana.

Es muy peligroso que los padres sentimentales,  piensen que sus 
hijos siempre tienen razón y que las pequeñeces del vecino sean censuradas.

Las contrariedades de la infancia fortifican el temperamento de 
la criatura, para que más tarde, pueda enfrentar las desventuras
de la vida humana. Si los miman y apoyan en sus caprichos, mas tarde esos jóvenes vivirán en eternos conflictos con sus relaciones
y también con la sociedad. Quien no aprende a dominar sus 
instintos primarios en la infancia, más difícil le será de adulto. 
Así como el jardinero corta los gajos inferiores de la buena planta,
los padres necesitan eliminar de sus hijos, desde la infancia, los estigmas que aparecen por la fuerza salvaje de la formación 
animal.

Los padres deben hacer una toma de conciencia de sus tremendas responsabilidades, pues si renuncian a su más sagrada tarea de despertar y desenvolver en sus hijos las cualidades cívicas y 
morales que constituyen el coronamiento de la educación integral, conocerán – mañana, o después – el sinsabor de verlos formar 
entre aquellos que se situan bajo las diversas modalidades de delincuencia, o con los que a través de las extravagancias de la tristemente famosa “juventud desviada”, manifiestan su cínico desprecio y su total repudio a las mejores conquistas de nuestra Civilización.

El amor reciproco entre los miembros de la familia es esencial 
para que ella pueda cumplir las nobles finalidades que le están cometidas. “ En el ambiente domestico, el corazón maternal debe 
ser el exponente divino de toda la comprensión espiritual y de 
todos los sacrificios por la paz de la familia. Dentro de esa esfera 
de trabajo, en la más santificada tarea de renuncia personal, la mujer cristiana enciende la verdadera luz para el camino de los 
hijos a través de la vida”.

“El trabajo de la mujer es siempre la misión de amor, 
extendiéndose al infinito”

Él espirita debe comprender su gran papel en la Humanidad; comprender que, cuando producen un  cuerpo, el alma  que en la encarna viene del espacio para progresar; enterarse de sus 
deberes y poner todo el amor en aproximar a Dios ese alma; Tal 
es la misión que se le es encomendada y cuya recompensa 
recibiera; si fielmente se cumple. El cuidado, la educación que se 
le dé auxiliaran su perfeccionamiento y su bienestar futuro.

Recordemos que a cada padre preguntara Dios: ¿que hiciste del 
hijo confiado a tu cuidado?  Si por culpa vuestra   se conservó atrasado, tendréis como castigo, verle entre los espíritus 
sufridores, cuando de vosotros dependía que fuese dichoso.”

Las Madres han de hacerse merecedoras de los gozos divinos que Dios conjugó a la maternidad, enseñando a sus hijos que están en
la Tierra a perfeccionarse, amar y bendecir, eliminando por 
medio de la educación  los malos principios innatos de existencias anteriores, pues esos principios se entretienen y desenvuelven por una culposa debilidad, o por descuido. Siendo así, más tarde, el corazón ulcerado por la ingratitud de esos hijos, será para ellas, 
ya en esta vida, un comienzo de expiación..

Los padres deben vigilar a sus hijos con el fin de ayudarles a aprender a vencer la faz  imperativa del instinto animal.

Es muy peligroso que los padres se sientan atraídos por el encanto
de sus bebés, pues de esa forma, pasan a tiranizar el ambiente de la vida hogareña, bajo la visión contemplativa de los adultos. 
Los hijos necesitan de las experiencias y disciplinas impuestas por sus padres, en la fase infantil, a fin de frenar las manifestaciones instintivas que se traen de  otra existencia y que comienza a
                            manifestarse desde la cuna.

                            No  dudemos que el amor de los padres                             desenvuelve las sublimes cualidades                                 del espíritu, pero la severidad y la                                     autoridad paterna, sin otros                                                 sentimentalismos peligrosos

                            
La función principal de los padres, durante la infancia de sus 
hijos, es reprimir con el cariño que les sea posible, los actos de obstinación, brutalidad, despotismo y malas tendencias.

Los niños deben ser correctos en el hogar, pero disciplinados 
para poder sobrevivir ante el contacto de la instintividad de sus compañeros desorientados, que se parecen a manadas de 
animales incontrolables ante los primeros impulsos de la rebeldía.

Los instintos mal corregidos en una criatura, se excitan por los estímulos energéticos, violentos y obstinados de otras criaturas rebeldes. Les noticias de los diarios demuestran que muchos 
jóvenes, aparentemente inofensivos o pacíficos, hasta cierta edad, después se vuelven delincuentes por el simple hecho de alternar o convivir con compañeros de malos instintos. Y esto es casi siempre, por falta de vigilancia y falta de severidad de algunos padres, que encantados por la configuración carnal de sus hijos consanguíneos, le dieron rienda suelta a toda clase de caprichos, rebeldías y violencias

Los malos instintos de los hijos, pueden aceptarse o corregirse, dependiendo exclusivamente del comportamiento de los padres, y estos cuando ejercen una acción correctiva sobre los hijos casi siempre lo hacen por irritación o venganza, y no por necesidad de educar al espíritu encarnado. Muchos dejan a los hijos bajo el cuidado de los abuelos, parientes o amigos, mientras aprovechan 
la vida placenteramente aunque todo eso resulte en perjuicio de sus hijos en base a una mala educación. Otros internan a sus hijos en colegios particulares, o instituciones religiosas,proporcionándoles
la educación moral y cívica, pero olvidan que no basta el barniz social y la cultura del mundo profano, puesto que carecen del 
cariño y del amor que le da vida al corazón.

En esos lugares, no son esclarecidos propiamente en su contextura ”psicofísica”, sino solo reprimidos por una disciplina “estándar” o 
de grupo, casi siempre aplicada por preceptores coléricos  o comúnmente frustrados en su propio hogar.

Las estadísticas probaron siempre que hay más jóvenes violentos y rebeldes entre los educados en las instituciones, de cualquier tipo 
que sean que en aquellos que fueron educados por padres amorosos, pero severos y exceptuados de sentimentalismos perjudiciales para sus retoños. Es obvio que en las agrupaciones estudiantiles, tanto se mezcla lo bueno como lo malo de los niños resultando una mezcla inferior, llena de sentimientos y pasiones opuestas.

El equipo familiar en el mundo no siempre es un jardín de flores. A veces, es una espina de preocupaciones y de angustias, reclamando sacrificios. Con todo, aunque necesitemos  de firmeza en las 
actitudes para el control de la afectividad que nos es propia, jamás conseguiremos sanar las heridas de nuestro ambiente particular 
con el látigo de la violencia o con el emplasto de la dejadez.

Nada es  más importante, en materia de educación que preparar a los hijos para que se tornen libres, pero responsables, seguros y conscientes de la utilidad de las leyes y normas disciplinares, sin cuya  observación la vida en sociedad sería imposible, obteniendo 
de ellos una adhesión espontánea y un consentimiento pleno a las mismas.

Afirma la Psicología moderna que la educación infantil es perfectamente posible sin el uso del pescozón, golpes, zurras, gritos e insultos, siempre que sé de al niño el amor, la atención, el respeto y la protección que él necesita, merecen y debe recibir.

“Cuando Jesús nos recomendó no despreciar a los pequeños, esperaba de nosotros no  solamente medidas providenciales alusivas al pan y a la vestimenta. No basta  alimentar minúsculas bocas hambrientas o abrigar cuerpecitos helados. Es imprescindible el abrigo moral que asegure al espíritu renaciente el clima de trabajo necesario para su sublimación.

No siempre los hijos se muestran propensos a seguir los ejemplos paternos. Esto es porque, espiritualmente, cada uno de nosotros es hijo de sí mismo, es decir, actúa y reactúa de acuerdo al grado de evolución  que haya alcanzado a través de las sucesivas vidas. Y puede ocurrir, como nos enseña Allan Kardec, que entre los miembros afines de cierta familia uno u otro desentone de los demás, visto que la influencia de algunos años bajo el mismo techo y las mismas técnicas educativas pueden no ser suficientes para modificarle los gustos, las tendencias, el temperamento y otros aspectos de su personalidad.

Forman familia los espíritus que la analogía de los gustos, la identidad del progreso y la afección inducen a reunirse. Esos mismos espíritus, en sus migraciones terrenas, se buscan para agruparse, como lo hacen en el espacio, originándose de ahí las familias unidas y homogéneas. Mas, como no les cumple trabajar apenas para sí, permite Dios que espíritus menos adelantados encarnen entre ellos, a fin de recibir consejos y buenos ejemplos por el bien de su progreso. Por lo tanto hemos de acogerlos, como hermanos; auxiliarlos, y después, en el mundo de los Espíritus, la familia se felicitara por haber salvado a algunos náufragos que, a su vez, podrán salvar a otros.”

Emmanuel, ese amoroso y lucido mentor del mundo espiritual nos dice a través del médium Cándido Xavier, que pasada la época infantil, acreedora de toda vigilancia y cariño por parte de las energías paternales, los procesos de educación moral, que forman el carácter, se tornan más difíciles, y, alcanzada la mayoría de edad, si la educación no se ha hecho en el hogar, entonces, solo el proceso violento de las pruebas rudas puede renovar el pensamiento y la concepción de las criaturas, porque el alma reencarnada habrá retomado  todo su patrimonio nocivo del pretérito y reincidirá en las mismas caídas, si les faltó la luz interior de los sagrados principios educativos. He aquí porque el hogar es tan importante para la edificación del hombre, y porque tan profunda es la misión de la mujer ante las leyes divinas.

No todos los padres están en condiciones de cuidar, personalmente, de la formación moral de los hijos, porque las peleas, las discordias, las quejas mutuas, incluso los escándalos y los malos ejemplos de una vida desarreglada y disoluta les quitan toda la autoridad.

Entonces lo que les compete hacer en beneficio de la prole es valerse del auxilio de la iglesia a que pertenezcan, encaminándolos a las aulas de evangelización administradas en sus templos.

Los padres deben de darse cuenta de la seria responsabilidad que les pesa sobre los hombros, de indicar a los hijos el camino que conduce a Dios, si ellos tomaran verdadera conciencia de ello, no olvidarían ese deber, no consentirían que la Religión fuese sustituida simplemente por un apuro mundano, que, en ultimo análisis, no pasa de ser un paganismo refinado, como ya dijo alguien.

“¿De que vale al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? "

Cualquiera que sea la religión: Católica, Evangélica, Espirita, etc.; se debe cuidar que las luces del Evangelio iluminen los pasos, de los niños, para que no se hundan en los abismos del error y del crimen, y alcancen el ambicionado puerto de la felicidad.

“Debe nutrirse el corazón infantil con la creencia, con la bondad, con la esperanza y con la fe en Dios. Actuar contrariamente a esas normas es abrir para el pecador de ayer la misma puerta larga hacia los excesos de toda clase. Los padres, espiritistas deben comprender esa característica de sus obligaciones sagradas entendiendo que el hogar no se hace para la contemplación egoísta de la especie, sino para santuario en donde, a veces, se exige la renuncia y el sacrificio de una existencia entera”.

Otra cuestión muy importante para el niño es, su educación del sentimiento social. Todos los errores de la infancia, todos los trazos defectuosos del carácter, todas las dificultades de relacionarse tienen por origen una falta de sentimiento social; lo dijo, un notable psicólogo. En los Derechos del Niño encontramos esta preciosa recomendación: “el niño será educado en el sentimiento de que sus mejores cualidades deben ser puestas al servicio de sus semejantes”

Los padres deben dedicar especial atención a este aspecto de la formación de sus hijos, que es el más difícil de todos, pero también el de mayor relevancia, pues se dirige a la mayor llaga de la Humanidad: el egoísmo.

Los padres deben ayudar a desenvolver en el niño el deseo de ser útil al prójimo, la capacidad de entender a los semejantes y de condolerse por sus desdichas:

1° Estimulando el gusto por ayudar.

2º Confiándoles tareas de “cuidar”

3º Cultivándole el hábito de compartir sus pertenencias.

4º Exigiéndole el respeto a la propiedad ajena.

5° Formando su corazón para la práctica de la Caridad.

6° Enseñándole  a orar

7° Haciéndole comprender que su derecho termina donde  
   comienza el del semejante.

8° Enseñándole a ser tolerante, para que aprenda a
   disculpar las flaquezas ajenas.

9° Enseñándole a valorar las cosas y el servicio que
   prestan aquellos que nos asisten.

10° Enseñándole a dar el testimonio personal de su alegría al repartir lo que posee con otros, de su satisfacción en poder prestar colaboración en obras filantrópicas o a favor del bien común, de su cordialidad en el trato con los subalternos y de su acatamiento a la persona, a los bienes y a las prerrogativas del prójimo, pues con tales gestos estará introduciendo en su alma sentimientos idénticos, a la misma vez que la educación del niño se hace, por encima de todo, por la imitación de los buenos ejemplos.

El egoísmo es la fuente de todos   los vicios, como la caridad lo es de todas las virtudes. Destruir uno, es desenvolver la otra, tal debe ser el objetivo de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su felicidad en este mundo, como en el futuro.

Es necesario que el hombre aprenda a ejercer piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es bueno y agradable ante Dios.

La lucha en familia es problema fundamental de la redención del hombre en la Tierra. ¿Cómo seremos benefactores de cien o mil personas, si aun no aprendimos a  servir cinco o diez  criaturas? Esta es una indagación lógica que se extiende a todos  los discípulos sinceros del Cristianismo.

Buen predicador y mal servidor son dos títulos que no se mezclan.

El apóstol aconseja el ejercicio de la piedad en el centro de las actividades domesticas, entretanto, no alude a la piedad que llora sin coraje ante los enigmas aflictivos, sino aquella que conoce las zonas neurálgicas de la casa y se esfuerza por eliminarlas, aguardando la decisión divina a su tiempo.

Se conoce a numerosos hermanos que se sienten solos, espiritualmente, entre los que se le agregaron al circulo personal, a través de los lazos consanguíneos, entregándose, por eso, al lamentable desánimo.

Es imprescindible, sin embargo, examinar la transitoriedad de las ligazones corporales, ponderando que no existen uniones casuales en el hogar terreno. Mientras, preponderan ahí, las pruebas salvadoras o regeneradoras. Nadie desprecie, por tanto, ese campo sagrado de servicio por más que se sienta agobiado por la incomprensión. Caería en falta grave al olvidar las infinitas posibilidades de trabajo iluminativo.

Es imposible auxiliar al mundo, cuando aun no conseguimos ser útiles ni siquiera a una casa pequeña – aquella en la que la Voluntad del Padre nos situó, a titulo precario.

Antes de la gran proyección personal en la obra colectiva, el discípulo debe aprender a cooperar, a favor de los familiares, en el día de hoy, convencido de que semejante esfuerzo representa realización esencial.

El asumir compromisos en la paternidad y en la maternidad constituye engrandecimiento del espíritu, siempre que el hombre y la mujer  comprendan su carácter divino.

El evangelio habla a las inteligencias y corazones que se muestran susceptibles de recibirle.

Los padres del Mundo, admitidos a las asambleas de Jesús, necesitan comprender la complejidad y grandeza del trabajo que les asiste. Es natural que se interesen por el mundo, por los acontecimientos vulgares; sin embargo es imprescindible no perder de vista el hogar que es el mundo esencial, en donde se debe atender a los designios divinos en lo tocante a los servicios más importantes que les fueron conferidos. Los hijos son las obras preciosas que el Señor les confía en sus manos, solicitándoles cooperación amorosa y eficiente.

Recibir encargos de ese tenor es alcanzar nobles títulos de confianza, por eso, criar a los hijos y perfeccionarlos no es servicio fácil. La mayoría de los padres humanos viven desviados a través de variados modos, sea por los excesos de ternura, o por una demasiada exigencia, pero a la luz del Evangelio todos se encuentran en el rumbo de la nueva Era, comprendiendo que, si para ser padre o madre son necesarios profundas dotes de amor, al frente de esas cualidades debe brillar el divino don del equilibrio, pues el hijo descuidado, ocioso o perverso es el padre inconsciente de mañana, y el hombre inferior que no disfrutará de la felicidad doméstica.
La felicidad es la primera aspiración del ser humano. Nadie jamás dejó de procurarla, soñando tenerla como primer objetivo de su existencia. La inmensa mayoría espera encontrarla, claro está, en el matrimonio. Natural es que así sea, pues es propósito de la sabiduría divina que el hombre y la mujer, siendo uno complemento del otro, se unan íntimamente para alcanzar la plenitud de la vida.

Tal es el sentido de las Escrituras, cuando preceptúan: “ Dejará el hombre a su padre y a su madre, sé unirá a su mujer, y serán ambos una sola carne”.

Siendo unánime la expectativa de la felicidad en el matrimonio, varias son las razones que llevan a las criaturas a contraerlo. Por eso, mientras unos recogen, en la vida conyugal, harta cosecha de alegrías, placeres y bienestar, otros, por el contrario, solo encuentran en ella angustias, frustraciones y sufrimientos.

Y es que para formar un hogar tranquilo y feliz no basta con que los cónyuges se hayan unido por necesidad de amor y compañerismo, por el anhelo de darse enteramente a alguien o por el deseo de poseer un hogar e hijos, razones estas que ofrecen las mayores probabilidades de fortuna en las relaciones de la pareja. El matrimonio es algo muy complejo y su éxito depende de una serie de factores, y se sabe que la felicidad conyugal depende de que marido y mujer fusionen armoniosamente sus personalidades, tornándose como una sola persona..
Trabajo realizado por (Merchita)

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EL NOTABLE CASO DE GÉRARD CROISET

Gérard Croiset nació en 1909 al norte de Holanda. Hijo de comediante, tuvo una niñez difícil: a los ocho años fue enviado a una casa de padres adoptivos y fue criado sucesivamente en seis hogares. Fue desdichado, con mala salud y mal educado. Se refugió en la fantasía. A los once años regresó a vivir con su madre. Muy joven Gérard Croiset se enteró de su capacidad de descubrir los hechos por venir. A los seis años se sentía diferente.
Se le evitaba pues era considerado como extraño, con sus sueños premonitorios y sus relámpagos de clarividencia. Para gran asombro de su maestro de primaria que lo consideraba “un pequeño estúpido chiflado”, declaró un día: “Puedo ver lo que ocurre a kilómetros. Sé, señor, por qué usted no vino a clase ayer. Estaba viendo a una joven rubia que llevaba un vestido adornado de una rosa roja. Usted se va a casar con ella”. En efecto, el maestro había tenido una licencia para ir a hacer la petición de mano a su novia que tenía una rosa roja prendida sobre su vestido y que vivía en una ciudad vecina.

Croiset ejerció diferentes oficios: empleado de oficina, representante, tendero. El encuentro decisivo con el profesor Willem Tenhaeff Croiset seguía teniendo visiones, como la de la futura invasión de Holanda por los nazis, sin comprender que se trataba de una guerra, pues a menudo tenía dificultades de interpretación.

En 1945 asistió a una conferencia del profesor Tenhaeff, director del Instituto de Parapsicología de la Universidad de Utrecht. Comprendió entonces que sus facultades podían dar un sentido a su vida y le ofreció sus servicios. Tenhaeff le hizo pasar numerosas pruebas y pronto se dio cuenta de que era un sujeto notable.

La búsqueda de niños desaparecidos

Croiset logró señalados éxitos en la búsqueda de niños desaparecidos. Convertido en padre de cinco hijos, decía: “¿Qué puede haber más importante en el mundo que encontrar a un niño perdido?” Muy pronto la policía  holandesa recurrió a él. He aquí dos casos relatados en la obra La clarividencia probada de J. H. Pollack:

El niño de Utrecht «Un niño de siete años desapareció el 21 de febrero de 1951. La policía no encontró rastro de él. Tres días más tarde, Croiset fue llamado por la maestra del niño perdido, la señorita H. M., de Utrecht.

Veo claramente al niño”, dijo con tristeza el vidente. “Veo un cuartel y un campo de tiro. Hay hierba por todas partes. En la hierba hay una pequeña colina. También veo agua en este lugar. El niño cayó en esa agua y se ahogó. Es allí donde se encuentra actualmente. Su cuerpo será encontrado por un hombre en un barco pequeño. Este hombre lleva una gorra con una banda de color. Cuando ustedes van de Enschede a Utrecht, está a la izquierda de la carretera”.

El 5 de marzo fue encontrado el cadáver cerca del campo de tiro y del cuartel, por un patrón del servicio encargado de limpiar el canal, que llevaba una gorra con una banda de color. En su impresión global el vidente había combinado el pasado, el presente y el futuro. El pasado: el niño cayó al agua. El presente: el niño está allí actualmente. El futuro: el niño será encontrado por un hombre que lleva una gorra con una banda de color. Hablando de esta predicción del porvenir, Croiset hizo notar: Yo no envié al marinero a donde encontraría al niño. Simplemente dije: “¡Este hombre que lleva una gorra con una banda de color irá allí y encontrará al muchacho!”»


El puente en proyecto
«He aquí un caso de precognición con desenlace feliz. A principios de 1962 desapareció un niño cerca de la pequeña aldea de Slikkerveer. Croiset fue llamado para ayudar:

Hay un gran puente cerca del lugar donde se encuentra el niño actualmente”.

—“Imposible, no hay puente en los alrededores”, se le respondió. Pero un oficial de policía hizo una investigación y descubrió que sobre un mapa estaba indicado un puente en proyecto. Se registró la zona correspondiente donde se encontró al niño sano y salvo. El puente aún no estaba construido; sin embargo, Croiset había tenido una imagen clara de él. Vio en el presente un puente que no existiría sino en el futuro.»

La experiencia de la silla vacía
Para probar la realidad de las videncias, el profesor Tenhaeff imaginó en 1947 el test de la silla. Se elegía al azar un número de silla antes de una reunión pública.
Croiset, informado de la elección, o designando él mismo un número, debía describir con exactitud el aspecto, la personalidad y las principales características de la persona que vendría a sentarse en esa silla, con frecuencia aun antes de que esa persona hubiera decidido asistir a esa reunión. He aquí un ejemplo escogido entre estas numerosas experiencias (extraído de la obra La clarividencia probada de J. H. Pollack):

«El 15 de octubre de 1952, el doctor Tenhaeff preparó un test de la silla que debía tener lugar cuatro días más tarde en Rotterdam. Eligió la silla número 18.
Croiset refunfuñó:
“— No veo nada.
— ¿Está seguro?
— Absolutamente”.
Eso despistó al profesor, pues hasta entonces Croiset había alcanzado resultados casi perfectos. Probó entonces otro número, la silla 3. El vidente sonrió:
“— Una mujer se sentará allí. Tiene cicatrices en el rostro. Veo que esas cicatrices provienen de un accidente de auto en Italia”.
La tarde de la reunión nevaba en Rotterdam. De los treinta convidados, faltaba una persona. ¿La silla vacía? La número 18 de la que Croiset dijo: “No veo nada”. Pero, en la silla 3 estaba sentada una mujer con una visible cicatriz en la cara. “Sí”, reconoció, “tuve un accidente de automóvil en Italia hace dos meses. Pero dígame, ¿cómo lo sabía usted?”
Después de la experiencia, el parapsicólogo confirmó la visión del clarividente por el testimonio del marido, neurólogo ».

Las visiones
Croiset pensaba en imágenes y no en palabras. Veía imágenes relacionadas con las personas. El desarrollo era muy rápido. El profesor Tenhaeff explicó: «Todo pasa como si se le impusiera un panorama de la vida de otra persona, a menudo con amplios episodios faltantes»
Cuando tenía dificultades para expresar en palabras lo que veía, Croiset dibujaba. En cuanto a la exactitud de sus dibujos, él respondía: «Mis dibujos siempre son correctos. Pero por supuesto, a veces cometo errores al tratar de interpretarlos. Ese es el papel del profesor Tenhaeff».
En una entrevista, (Un encuentro con G. Croiset por François Favre de Psi-Realetes, marzo de 1978), Gérard Croiset decía que sus visiones eran inmediatas, espontáneas «Yo digo, ahora o nunca». A la pregunta respecto a saber si sus actividades le planteaban problemas de ética, él respondió: «He encontrado varios homicidas, pero no siempre lo he dicho. Pues hay ciertos homicidas, no muchos, que no son malos: son víctimas de la sociedad… Trato de encontrar en cada ser humano la criatura de Dios… Soy un pasional: yo no “veo” sino cuando es verdaderamente necesario. Creo que uno puede cambiar la película de la vida, proyectarla o no. Una premonición no vale pues gran cosa, aunque realmente vea el futuro.
Si, “veo”, por ejemplo, una guerra nuclear, otros la consideran racionalmente y procuran evitarla. Rechazo hacer premoniciones porque la gente no siempre es lo bastante fuerte como para transformar lo que se les aparece como una fatalidad; demasiado a menudo es paralizada por sus emociones».

Gérard Croiset falleció en julio de 1980.
LE JOURNAL SPIRITE N° 86 OCTOBRE 2011
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