sábado, 6 de octubre de 2012

LEY DE DESTRUCCIÓN






EL sufrimiento es una ley de  nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades, bajo todos los climas, el hombre ha sufrido 
y también ha llorado. A pesar del progreso moral alcanzado,millares de seres se inclinan 
aún bajo el peso del dolor.

  El rico, como el pobre, sufre en su carne y en su corazón. Y desde todos los diversos puntos del planeta, la lamentación humana sube hacia el espacio. Aun en el seno de 
la abundancia, un sentimiento de abrogación, una vaga tristeza se apodera de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es irrealizable en la tierra y que solo luce 
con fugitivos relámpagos.

El hombre alimentado por la filosofía de la Espíritus sabe a donde va y conoce el porqué 
de sus males y la razón de ser del sufrimiento. Él entrevé el alborear de una nueva vida. 
Para medir los bienes y los males de la existencia; para saber lo que son la felicidad y 
la desdicha verdadera, hay que elevarse por encima del círculo estrecho de la vida terrena. El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera en ella nos permite medir las consecuencias de mis actos y su influencia sobre nuestro porvenir.

   No se puede juzgar una cosa sin ver todo lo que de ella se deduce y por eso 
nadie comprenderá la vida si no se conoce su finalidad y sus leyes. Los padecimientos, 
al purificar el alma, preparan su elevación y su felicidad, en tanto que los goces de 
este mundo, las riquezas y las pasiones la debilitan y le proporcionan en la otra vida 
amargas decepciones.

Los que sufren en su alma y en su cuerpo, los que son abrumados en la adversidad 
pueden levantar sus ojos al cielo, y esperar están pagando su deuda al destino y 
están conquistando su libertad. Los que se complacen en la sensualidad están forjando 
sus propias cadenas, acumulan nuevas responsabilidades que pesaran enormemente 
sobre sus días

El dolor, bajo sus formas múltiples, es el remedio supremo para las imperfecciones y 
para los achaques del alma. Sin él, no hay curación posible. Las operaciones dolorosas devuelben la salud y agilidad a nuestro cuerpo, el sufrimiento las humillaciones, la tristeza,
 la ruina nos sacuden el Espíritu debemos soportarlas con paciencia, de ello ha de  
brotar nuestra salud moral.

Solo la ignorancia de las leyes universales nos hace aceptar nuestros males con disgusto.
 Si comprendiésemos todos lo necesarios que son esos males para nuestro adelanto, 
si supiéramos saborear su amargura no nos parecerían una pesada carga. Todos odiamos 
el dolor, solo comprendemos su utilidad después que hemos abandonado el mundo 
donde el dolor ejerce su imperio.

En nuestra ceguera, maldecimos nuestras existencias oscuras, monótonas y dolorosas, 
solo cuando hemos discernido el verdadero sentido de la vida, comprendemos que 
esas vidas son preciosas e indispensables para dominar a los espíritus soberbios, 
para someterlos a esa disciplina moral, sin la cual no hay progreso alguno.

Exentos de males y preocupaciones, libres en nuestras acciones nos dejaríamos llevar 
por los arrebatos de nuestras pasiones, y por los impulsos de nuestro carácter. Lejos
 de trabajar en nuestro mejoramiento no haríamos más que añadir nuevas faltas a 
nuestras faltas pasadas, en tanto que, comprimidos por el sufrimiento en 
existencias humildes, nos acostumbramos a la paciencia y a la reflexión, nos proporcionamos esa única calma de pensamientos que nos permite oír la voz de lo Alto,
 la voz de la razón

En el crisol del dolor es donde se forman las almas grandes. Habiendo dado un repaso 
breve a lo que es el sufrimiento y la causa que lo provoca en nuestras vidas, vamos a 
hacer un estudio a la ley de destrucción donde el desespero, el dolor y el sufrimiento dañan a muchas vidas al mismo tiempo, son desgracias que afectan de una forma generalizada a muchos hombres a la vez y donde los seres inocentes sucumben a un mismo tiempo, 
siendo lamento para sus seres queridos o allegados que suelen murmurar! Como 
Dios consiente que estas desgracias ocurran ¡

Jesús en los instantes dolorosos aconsejó a sus discípulos, que se mantuvieran (los 
que estuvieran en el bien conducidos) en las alturas espirituales, sin abandonar 
la cooperación elevada que el Señor ejemplificó en la tierra; que hay consolidemos 
su posición de colaborador fiel, invencible, en la paz y en la esperanza, convencido de 
que, después del paso de los hombres de turbación portadores de destrozos y lagrimas, 
son los hijos del trabajo los que siembran la alegría, de nuevo y reconstruyen el edificio de
 la vida.

Hoy en día, como en otros tiempos siguen apareciendo desgracias y destrucciones 
muy lamentables, el hombre duda de Dios y de su existencia la falta de conocimientos 
les hace dudar y hablar así, los venenos mortíferos son inoculados por la política
inconsciente en las masas populares.

La bajada a la tierra esta repleta de neblinas tremendas. Los lugares santos permanecen 
llenos de tinieblas abominables. Algunos hombres caminan al siniestro clarear de incendios. Se abona el suelo con sangre y lagrimas para la sembradura  del porvenir, todos 
juzgamos con arreglo a lo que sabemos y los espiritas no podemos juzgar a la ligera 
estos desastres sabemos que no suceden porque si, es la medicina para el ayer defectuoso 
la que hoy nos ere el corazón, ella nos sana de las impurezas del pasado, donde sin 
control ni medida nos hicimos un gran daño con nuestra mala conducta y malos hechos y hoy luchamos en nuestra propia batalla con el único fin de conseguir un progreso que nos proporcionara un día la libertad, libertad que hoy esta mermada por las sombras y no
 puede elevarse porque está adherida al débito fructuoso y lucha incansablemente 
por liberarse de ese ayer nefasto, haciendo un hoy sacrificado y difícil para alcanzar 
un mañana mas libre y tranquilo.

Dios castiga a la humanidad con calamidades destructoras para hacerla adelantar con 
más rapidez. Lo que llamamos destrucción, no es más que una transformación, cuyo 
objeto es renovar y mejorar al hombre, por eso es preciso que todo sea destruido para 
que renazca y sea regenerado.

La destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, así adquieren 
en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección. Es preciso ver el fin de las 
cosas para apreciar los resultados, muchas calamidades a consecuencia del perjuicio 
que ocasionan son necesarias a veces para hacer que se establezca más prontamente 
un orden de cosas mejores y en algunos años. Lo que hubiese exigido muchos siglos.

Dios emplea otros medios para el mejoramiento de la humanidad, como es el 
conocimiento del bien y del mal pero  el hombre no los aprovecha y por ello es 
preciso castigarle en su orgullo y hacerle comprender su debilidad. Durante la vida,
 el hombre lo refiere todo al cuerpo, pero después de la muerte piensa de distinto modo,
 la vida del cuerpo es poca cosa.

Un siglo de nuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que 
llamamos de algunos mese o días no son nada: son una enseñanza que nos aprovecha en 
el porvenir. El Espíritu es el mundo real, preexistente y sobreviviente a todo. Los 
espíritus son los hijos de Dios y objeto de toda su predilección, los cuerpos son 
solo disfraces  que sirven al Espíritu para aparecer en el mundo. En las grandes 
calamidades que diezman a los hombres, resulta lo que en un ejercito que, durante la 
guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus 
soldados que de sus vestidos.

Si le damos importancia a ese vestido es porque no vemos y miramos esa vida en 
relación con el infinito.

Si pudiéramos  elevarnos con el pensamiento, esas calamidades no nos parecerían más 
que huracanes pasajeros en el destino del mundo, pues a pesar de los males que 
ocasionan cambian el estado de una comarca y el bien que de ello resulta, no es 
apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras.

Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre ocasión de ejercer su 
inteligencia de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y le pone 
en condición de desplegar sus sentimientos de abnegación, de desinterés, y de amor
 al prójimo, si no esta dominado por el egoísmo.

Al hombre le es dado evitar las calamidades por una parte pues muchas son consecuencia 
de su imprevisión y a medida que adquieren conocimientos y experiencia, pueden evitarlas, es decir, si sabe buscar sus causas. Pero los males que afligen a la humanidad los
 hay generales que pertenecen a los secretos de la Providencia y cuyos efectos afectan más o menos a todos los individuos. A estos el hombre no puede oponer más que resignación a 
la voluntad de Dios; pero estos mismos males aún pueden ser agravados más por la 
incuria humana.

El espiritismo nos explica perfectamente la causa de los sufrimientos individuales, 
como consecuencias inmediatas de las faltas cometidas en la existencia presente o 
expiación del pasado. Pero dado que nadie ha de ser responsable más que de sus 
propias faltas, nos son menos explicables las desgracias colectivas que abrazan a 
las aglomeraciones de individuos como a veces a toda una familia, ciudad o nación, 
raza, desgracias que comprenden así a los buenos como a los malos, a los inocentes como a los culpables.

Cada hombre reúne tres caracteres; el de individuo o ser en sí mismo, el de miembro 
de familia y el de ciudadano. Bajo cada una de estas fases puede ser, criminal o virtuoso,
 es decir, puede ser virtuosa como padre de familia y criminal al mismo tiempo 
como ciudadano y viceversa y de aquí las situaciones especiales en que se encuentra en 
sus existencias sucesivas.

Salvo algunas excepciones puede admitirse como regla general que los que en una 
existencia están unidos en una empresa común ha vivido ya juntos trabajando en el logro
 de lo que hoy resultan y que volverán a encontrarse juntos en el porvenir hasta que hayan expiado su pasado, o cumplido la misión aceptada.

Gracias al espiritismo comprendemos la justicia de las pruebas que no derivan de los 
actos de la vida presente, pues nos decimos que son el pago de deudas pasadas. En 
las pruebas colectivas suele ser igual, el inocente de hoy puede ser el culpable del ayer y si 
es castigado individual o colectivamente, es porque lo merece. Además, hay faltas 
del individuo y del ciudadano como ya hemos dicho antes y las expiaciones del uno 
no absuelven al otro pues toda deuda ha de ser pagada hasta él ultimo óbolo.

Las virtudes de la vida publica no son las mismas que las de la vida privada y el que es 
un excelente ciudadano, puede ser un mal padre, y aquel que es un buen padre de 
familia probo y honrado en sus negocios puede ser un mal ciudadano, haber atizado el 
fuego de la discordia oprimido al débil y manchado sus manos, con crímenes a la sociedad.

Estas faltas colectivas son las que expían colectivamente los individuos que a ellos 
han concurrido, las cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del Talión, o 
tener ocasión de reparar el mal que han hecho probando  su amor a la cosa, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo.

A menudo se renace en la misma familia para reparar culpas reciprocas. Se renace en
 el mismo centro, en la misma nación, en la misma raza, ya por simpatía, para continuar 
con los elementos que se han elaborado y proseguir trabajos empezados y que la 
brevedad de la vida, o las circunstancias no permitieron concluir.

La reencarnación en el mismo centro es la causa del carácter distintivo de los pueblos y 
de las razas pues mejorándose progresivamente, conservan, sin embargo, el matiz 
primitivo, hasta que el progreso los transforma completamente.

Los franceses de hoy son los de la Edad Media los de los tiempos druidicos, son los exactores y las víctimas del feudalismo; los que esclavizaron a los pueblos y han luchado por emanciparse, los cuales se haya en la Francia transformada, donde unos expían en la humillación el orgullo de raza, los otros disfrutan del producto de su trabajo.

Cuando se piensa en los crímenes de aquellos tiempos en que no existía respeto a la vida de los hombres y al honor de las familias, en que el fanatismo levantaba hogueras en honor a la divinidad, cuando se piensa en todos los abusos del poder, en todas las injusticias que se cometían con mengua de los más sagrados derechos naturales.

No hay duda de que hay familias, ciudades, naciones, y razas culpables; porque dominadas por el orgullo, el egoísmo, la ambición y la codicia, van por el mal camino y hacen colectivamente lo que aisladamente un individuo. Se ve que una familia se enriquece a expensas de otra, que un pueblo subyuga a otro pueblo llevando la desolación y la ruina y que una raza quiere anonadar a otra. He aquí porque hay familias, pueblos, ciudades y razas sobre las que pesa la pena del talión.

Para el espiritismo, la solidaridad es un hecho que descansa en una ley universal de la naturaleza, que enlaza a todos los seres del pasado, del presente y del porvenir, a cuyas consecuencias nadie puede esquivarse. Cuando todos los hombres conozcan el espiritismo comprenderán la verdadera solidaridad y en consecuencia la fraternidad verdadera. Luchar contra la adversidad es un deber, sufrir sin reaccionar ante los males de la vida seria una cobardía. Las dificultades que han de vencer los hombres ejercitan y desarrollan su inteligencia. Sin embargo, cuando los esfuerzos son superfluos, cuando se interpone en el camino lo inevitable, llega para el hombre la hora de la resignación.

Ningún poder puede lograr apartar del hombre las consecuencias de su pasado. Solo un loco puede tratar de luchar contra la naturaleza inmutable de las cosas, en tanto que el Espíritu sensato encuentra en el padecimiento un medio de reconfortarse y de fortificar sus cualidades viriles. El alma intrépida acepta los males del destino pero, con el pensamiento, se eleva por encima de ellos y hace de los mismos un pedestal para alcanzar la virtud.

Las aflicciones más crueles y más profundas cuando son aceptadas con la sumisión que supone el consentimiento  de la razón y del corazon indica generalmente él término de nuestros males, el pago de la última fracción de nuestra deuda. El dolor reina siempre como soberano en el mundo, y, sin embargo, la voluntad divina ha graduado sus efectos.

La  Naturaleza se encamina hacia un orden de cosas menos feroces, menos violentas. El sufrimiento se atenúa, los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre permanentes en otros tiempos, casi han desaparecido. El hombre ha dominado a los elementos, ha aproximado  las distancias y ha conquistado la tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona y progresa.

Que grande es para el alma resignada el momento de su partida, después de una vida dolorosa, mira a su pasado, vuelven a ver una especie de penumbra  desprecios padecidos, lagrimas contenidas, gemidos ahogados los sufrimientos soportados estoicamente. Y siente soltarse con suavidad las trabas que la encadenaban a este mundo. Va a abandonar su cuerpo de barro, va a dejar muy lejos de sí todas las servidumbres materiales ha probado su abnegación, ha sacrificado, sus intereses a la verdad y al deber y ha bebido hasta el fin el cáliz purificador.

Ante este espectáculo; un jubilo celestial la penetra. Una ultima oración como un grito de alegría brota de las profundidades de su ser y sube hacia su Padre, hacia su Dueño. Los ecos del Espacio repiten ese grito de liberación al cual se juntan los acentos de los Espíritus que se aglomeran en multitud para recibirle.

Para elevarnos y progresar es para lo que nos reunimos y nos hemos esforzado en esta casa celeste, donde procuramos fermentar esa simiente que un día plantamos y que no debemos permitir que no de sus frutos y realice su camino para ello en estos momentos pensamos en Jesús nuestro Maestro y guía y, de pie sobre la tierra nuestro sostén, nuestra nodriza, nuestra madre, elevamos nuestra mirada hacia el infinito nos sentimos envueltos en la inmensa comunión de la vida; los efluvios del Alma universal nos penetra y hacen vibrar nuestros pensamientos y nuestros corazones; fuerzas poderosas nos sostienen, avivan en nosotros la existencia; por todas partes vemos radiar la bondad, el amor, la justicia; ¡oh Dios mío ¡ ¡ oh Padre nuestro! Fuente de toda sabiduría y de todo amor; Espíritu supremo cuyo nombre es luz; nosotros te ofrecemos nuestras alabanzas y nuestras aspiraciones; que ellas suban hasta ti como el perfume de las flores, como los embriagadores aromas de los bosques suben al cielo.

Ayúdanos a avanzar en la vía sagrada del conocimiento hacia una más alta comprensión de tus leyes a fin de queden nosotros se desarrollemos más simpatía, más amor para la gran familia humana. Nosotros sabemos que por medio de nuestro perfeccionamiento moral, que por medio de la realización, de la aplicación de la caridad y de la bondad a nuestro alrededor y en provecho de todos nos acercaremos a ti y mereceremos conocerte mejor, comunicarnos más íntimamente contigo en la gran armonía de los seres y de las cosas.

Ayúdanos a despojarnos de la vida material, a comprender, a sentir lo que es la vida superior, la vida infinita. Disipa la oscuridad que nos envuelve, deposita en nuestras almas una chispa del fuego Divino que reanima y abrasa a los Espíritus de las esferas Celestes.

¡Que tu dulce luz y con ella los sentimientos de concordia y de paz, se derrame sobre todos los seres!

¡Vibremos por la paz del mundo!

Oremos con fervor, para que la armonía sea en nosotros, que los espíritus tenebrosos no puedan retardar los trabajos por hacer en la casa que nos ha cobijado como seguidores del Maestro, que este nuevo año nos haga recaudadores de vienes celestes y nos permita desalojar de nuestro Espíritu imperfecciones que traban nuestro peregrinar en esta existencia.

Hermanos celestes, guía de este centro (hermano Felix) ayudadnos para que la obra sea concluida, que nuestra imperfección no entorpezca los planes trazados, para esta u casa, y los espíritus que en ella se alimentan como escuela, refugio, enfermería y de los trabajos que nosotros desconocemos pero que sin verlos somos conscientes que aquí se realizan y que nosotros no debemos entorpecer.

Padre de amor, ilumina al hombre para que luche por conseguir la paz  en el mundo, la esclavitud prodigada por toda la tierra  se extinguió, la paz puede lograrse, eliminando las guerras, sensibiliza los corazones de los dirigentes de los pueblos para que unificados un dia todos desdeñen las armas y los intereses que las producen y hacen que tantos hermanos nuestros sufran  pruebas tan dolorosas.
- Merche -


   "la vida es muy corta: perdone rápido, bese lento y ame intensamente". 

                     “La vida tal vez no sea la fiesta que esperábamos pero mientras estemos acá solo nos queda bailar”
“Amar es un aprendizaje. Convivir es una construcción”.




Y además recomiendo: el espirita albaceteño.-  elespiritadealbacete.blogspot.com
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