INQUIETUDES ESPIRITAS
1.- Mediumnidad natural
2- El cuerpo de Jesús
3- Análisis imparcial y necesario de los textos
4- El perdón
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MEDIUMNIDAD NATURAL
161. "Médiums involuntarios o naturales" No tienen ninguna conciencia de su poder y muchas veces lo anómalo que ocurre a su alrededor no les parece extraordinario; forma parte de sí mismos, como las personas que están dotadas de la doble vista y no lo saben. Estos sujetos son dignos de observación y deben recogerse y estudiarse los hechos de este género que vengan a nuestra noticia; éstos se manifiestan en cualquier edad y a menudo en niños muy jóvenes. (Véase más arriba capítulo V, "Manifestaciones espontáneas").
Esta facultad no es indicio de un estado patológico. Si el que la posee sufre es porque siente algo raro en sí; los medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica pero nunca es causa. No hay inquietud de salud a no ser que el sujeto que ha llegado a ser médium facultativo, abuse de la facultad, entonces emitiría demasiado fluido vital y por consecuencia debilitaría sus órganos.
162. Las torturas morales y corporales, a las que la ciencia ha sometido algunas veces a seres débiles y delicados con el fin de asegurarse, si había estafas, es inicuo; estos "experimentos", hechos muchas veces con malevolencia, son dañinos a los organismos sensitivos, resultando graves desórdenes corporales; hacer tales pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no tiene necesidad de estos medios; quien está familiarizado con esta especie de fenómenos sabe que pertenecen al orden moral más que al orden físico, y que en vano se buscaría la solución en nuestras ciencias exactas.
Estos fenómenos corresponden al orden moral y se debe evitar con un cuidado escrupuloso todo lo que pueda sobrexcitar la imaginación.
El miedo puede provocar accidentes, como casos de locuras y epilepsias que tienen su origen en los cuentos de hechiceros y brujerías con el cuento del diablo. Quienes difunden tales ideas: "pueden matar", el peligro es para el sujeto y los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida de demonios. Esta funesta creencia ha causado actos de atrocidad en los tiempos de ignorancia. Con un poco de discernimiento, hubieran pensado que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Si querían deshacerse del diablo debían matarlo a él y no al cuerpo que lo albergaba. La Doctrina Espiritista, ilustrándonos sobre la causa de estos fenómenos, destruye esa idea y es un deber de moralidad y humanidad combatir esas ideas si existen.
Cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, debemos dejarla seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que la humanidad; la Providencia, tiene sus miras y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; (1) pero en todos los casos es lo que debe hacerse. En el Cáp. V., de las "Manifestaciones físicas espontáneas" dimos algunos consejos, dijimos que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber lo que quiere.
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(1) Uno de los hechos más extraordinarios de esta naturaleza, por la variedad y rareza de los fenómenos, es el que tuvo lugar en 1852, en el Palatinado (Baviera rhenana) en Bergzabern cerca de Wissemburgo. Es más notable como que casi reunía en el mismo sujeto, todos los géneros de manifestaciones espontáneas: barahúnda hasta quebrantar la casa, trastorno de los muebles, objetos lanzados lejos por una mano invisible, visiones y apariciones, sonambulismo, éxtasis, catalepsia, atracción eléctrica, gritos y sonidos aéreos, instrumentos tocando sin contacto, comunicaciones inteligentes, etc., y no es de menos importancia, la prueba de estos hechos, durante cerca de dos años, por innumerables testigos oculares dignos de fe por su saber y su posición social. La relación auténtica de esto se publicó, en aquella época, en muchos diarios alemanes y notablemente en una obrita hoy día agotado y muy raro. Se encontrará la traducción completa de esta obrita en la "Revista Espiritista" de 1858, con los comentarios y explicaciones necesarias. Según nuestro conocimiento es la sola publicación francesa que se ha hecho de dicha obrita. Además del interés admirable que se desprende de estos fenómenos, son eminentemente instructivos al punto de vista del estudio práctico del Espiritismo.
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Los seres invisibles que producen estos efectos son, generalmente, Espíritus de un orden inferior y se pueden dominar por el ascendiente moral que es preciso intentar adquirir. Para obtener este ascendiente debemos hacer pasar al sujeto del estado de "médium natural" al de "médium facultativo". Así se produce un efecto análogo al del sonambulismo. El sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso. Lo mismo en la facultad medianímica. En lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue fácilmente y siempre sin peligro, debemos excitar al médium a producirlos por su voluntad, imponiéndose al Espíritu y por este medio llega a dominarle y de un dominador algunas veces tiránico le hace un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto; nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu es niño solo de cuerpo y tiene una vida anterior a su encarnación actual, que puede darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores. La moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismos.
Allan Kardec- El libro de los mediums
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EL CUERPO DE JESÚS
. La desaparición del cuerpo de Jesús después de su muerte ha sido objeto de numerosos comentarios; los cuatro evangelistas dan testimonio del hecho, y hablan de las mujeres que se presentaron en el sepulcro al tercer día y ya no encontraron el cadáver. Algunos consideraron a esta desaparición un hecho milagroso, otros supusieron un rapto clandestino.
De acuerdo con otra opinión, Jesús nunca habría poseído un cuerpo carnal, sino un cuerpo fluídico: durante toda su vida habría sido una aparición tangible, una especie de agénere. Su nacimiento, su muerte y todos los actos materiales de su vida habrían sido aparentes. Su cuerpo, de regreso al estado fluídico, pudo desaparecer del sepulcro y, con ese mismo cuerpo, apareció después de su muerte.
Un hecho similar no es totalmente imposible, de acuerdo con lo que hoy sabe sobre las propiedades de los fluidos. Pero sería un hecho excepcional y opuesto al carácter de los agéneres
El problema es saber si tal hipótesis es admisible y si es confirmada o negada por los hechos.
. La permanencia de Jesús en la Tierra comprende dos períodos: el que precedió y el que siguió a su muerte. En el primer período, desde el momento de la concepción hasta el instante del nacimiento, todo es absolutamente normal. Desde su nacimiento hasta su muerte, todo, en sus actos, en su lenguaje y en las diversas circunstancias de su vida presenta los caracteres inequívocos de la corporeidad.
Los fenómenos de orden psíquico que se producen en Jesús son naturales y no
presentan características anormales, ya que se explican por las propiedades del periespíritu y se encuentran en diferentes grados en otros individuos. Después de su muerte, por el contrario, todo en Él revela la naturaleza de un ser fluídico. La diferencia entre ambos estados es tan marcada, que no es posible confundirlos.
El cuerpo carnal presenta las propiedades inherentes a la materia propiamente dicha y éstas, difieren esencialmente de las de los fluidos etéreos. La desorganización del cuerpo carnal se opera por la ruptura de la cohesión molecular. Un instrumento cortante que penetre en el cuerpo material, separa los tejidos. Si son alcanzados los órganos esenciales a la vida, su funcionamiento se detiene y sobreviene la muerte, esto es, la muerte del cuerpo. Esta cohesión no existe en los cuerpos fluídicos, la vida no reposa sobre el funcionamiento de órganos especiales y no pueden producirse desórdenes análogos. Un instrumento punzante penetra en el cuerpo fluídico como a través del vapor y no ocasiona ninguna lesión. Por ese motivo esas clases de cuerpos no pueden morir, como tampoco a los seres fluídicos llamados agéneres los podrá afectar la muerte
Después del suplicio de Jesús, su cuerpo permaneció allí, inerte y sin vida, fue enterrado como era costumbre y todos pudieren verlo y tocarlo. Después de su resurrección, cuando quiere dejar la Tierra, no muere. Su cuerpo se eleva, se desvanece y desaparece sin dejar huellas, prueba evidente de que ese cuerpo era de naturaleza distinta del que expiró en la cruz, de lo que se deduce que si Jesús murió, debió poseer un cuerpo carnal.
Debido a sus propiedades materiales, el cuerpo carnal es el asiento de las sensaciones y los dolores físicos que repercuten en el centro sensitivo o espíritu. El cuerpo no sufre, sino el espíritu, que es el que recibe la repercusión de las lesiones o alteraciones de los tejidos orgánicos. En un cuerpo privado de espíritu, no existen sensaciones. Por la misma razón, el espíritu, al no poseer un cuerpo material, no puede sentir los sufrimientos que son el resultado de la alteración de la materia.
De donde es preciso concluir que si Jesús sufrió materialmente -de lo cual no hay duda-, es porque poseía un cuerpo material de naturaleza análoga a la del hombre común.
. A los hechos materiales se agregan las consideraciones de orden moral de la mayor importancia.
Si Jesús hubiese sido durante toda su vida un ser fluídico, no habría conocido ningún dolor ni ninguna de las necesidades del cuerpo. Imaginar que ha sido así, es quitarle todo el mérito a la vida de privaciones y sufrimientos que él eligió como ejemplo de resignación. Si todo en él hubiera sido aparente, todos los actos de su vida: el anuncio reiterado de su muerte, la escena dolorosa en el Monte de los Olivos, su pedido a Dios para que apartara el cáliz de sus labios, su pasión, su agonía, todo, hasta sus últimas palabras en el momento de ofrendar el espíritu, hubiesen sido vanos simulacros para confundir sobre su verdadera naturaleza y hacer creer en el sacrificio ilusorio de su vida, es decir, sería una farsa indigna de un hombre honesto y simple, y, ¡ cuánto más de un Ser tan superior! En una palabra, hubiera abusado de la buena fe de sus contemporáneos y de la posteridad.
Estas son las deducciones que surgen de tal doctrina y no son admisibles porque lo disminuyen moralmente en lugar de elevarlo.Jesús tuvo, como todos, un cuerpo carnal y un cuerpo fluídico. Los fenómenos materiales y los fenómenos psíquicos que marcaron su vida así lo prueban.
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