jueves, 2 de enero de 2025

La humildad de ser hombre

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¡¡ Tenemos que sanarnos !!

2.- Si quieres, puedes

3.- Fundamentalismo religioso

4.- El método de Allan Kardec

5.- La humildad de ser hombre

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              ¡¡ TENEMOS QUE SANARNOS !!

                                       

     

¿Cuánto tiempo quieres seguir sufriendo? ¿Cuánto tiempo seguirás lastimándote con hábitos dañinos? ¿Cuánto tiempo estarás intoxicado con tantos sentimientos negativos? ¿Cuánto tiempo permitirás que la ira te devore desde adentro?"

Sanar es limpiar toda esa carga morbosa que se ha acumulado en tu cuerpo físico. Y solo el amor es capaz de hacer este drenaje en las capas más íntimas de nuestro ser, porque el amor es armonía, es pureza, es vida generadora de vida.

Jesús de Nazaret nos mostró tres remedios muy eficaces para las enfermedades: el Perdón, la Fe y el Amor.

Con el Perdón te deshaces de las heridas y la culpa y de las vibraciones de energía que son dañinas para tu salud.

Con Fe reúnes fuerzas divinas capaces de apalancar la cura de las enfermedades más atroces.

Con el Amor te hundes en un estado de éxtasis tan profundo que ninguna enfermedad puede resistir.

El amor restaura, vigoriza, alegra, anima y fortalece ".

* José Carlos de Lucca / El Doctor Jesús *

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SI QUIERES, PUEDES

Nunca te entregues a la desesperanza, o al abandono.
No eres una piedra suelta en el lecho del río del destino, condenada a rodar incesantemente. Tienes una meta, que te aguarda y que alcanzarás.
Analízate mediante la reflexión, y descubre tus incalculables posibilidades de realización.
Afírmate en el bien, a fin de que su germen sea fecundo en ti y crezca. Serás lo que pienses y planifiques, pues de la mente y del sentimiento proceden los valores que se cultivan.
Tu estado natural es la salud. Las enfermedades son los accidentes de tránsito de las acciones negativas, que hacen posible tu rehabilitación. Es indispensable que prestes atención y cuidados a la conducta del vehículo carnal. Así, piensa en el bienestar, anhélalo , estimulándolo con realizaciones correctas.
Tu construcción es armoniosa. Los desequilibrios son problemas en la corriente eléctrica del sistema nervioso, causados por un cambio de tensión que las sensaciones cultivadas generan.
Mantén encendidos los interruptores de la vigilancia, a fin de que impidan los altos voltajes que pueden producirse.
En tu origen eres luz que avanza hacía la Gran Luz.
Sólo hay sombras porque aún no te dispusiste a movilizar los poderosos generadores de la energía adormecida en tu interior. Haz claridad con la chispa de la buena voluntad, dejándola crecer hasta que alcance toda la potencia de que es capaz.
El amor es tú camino, porque procede de Dios, que te creó. De ese modo, verticaliza tus aspiraciones y agiganta tus sentimientos en dirección a la Causalidad Primera.
Todo lo puedes, si quieres.
Todo lo lograrás, si te lo propones.
MOMENTOS DE SALUD y DE CONCIENCIA
DIVALDO FRANCO/ JUANA DE ÁNGELIS
"Conciencia y Evolución"

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FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO



El fundamentalismo es toda aquella expresión que hace visible un patrón dogmático-doctrinal el cual tiene un carácter absolutamente incuestionable, irrefutable, definitivo e infalible en la verdad expresada (" sana doctrina" ).

Con todo ello se cierra las puertas a todo diálogo plural que intente exponer unas verdades contrarías, anulando incluso toda posibilidad de comunión con los que albergan cosmovisiones diferenciadas.

El fundamentalismo en realidad NO se sostiene en premisas intelectuales-proposicionales, sino en cuestiones emotivas. ( sentimentalismo teológico). Se trata más bien de una característica mental-emocional.

El fundamentalismo cristiano sigue afanosamente las actitudes del pasado remoto. Los orígenes de las creencias dogmáticas es su mayor compromiso en defender, proclamar y hacerlas aplicables ( "La unica verdad") .

Para seguir conquistando el terreno de las creencias dogmáticas del pasado antiguo, establece "un total repudio a todo cambio intelectual" que se produzca en el tiempo, repudiando todas las metodologías de las ciencias bíblicas.

El fundamentalismo establece un rechazo a todo el aparato científico-crítico del texto bíblico, asumiendo que si se ofrece la alternativa a estos medios de investigación con todos los datos que éstas vías ofrecen, la Biblia queda en segundo plano como verdadera autoridad religiosa, incluso se mutila la Biblia, de tal modo que se invalida su mensaje.

EL fundamentalismo afirma que el texto bíblico es la norma máxima de autoridad, y no solo esto, sino que es la única fuente de autoridad para toda investigación teológica la cual ( la Biblia ), está totalmente libre de TODO error, y más aun, de toda contradicción.

Revelación y Biblia para el fundamentalismo es una sinonimia. El concepto de inerrancia bíblica para el fundamentalismo es tan esencial que de ello depende toda confianza que se establezca con el mismo Dios. El fundamentalismo dice: "si el texto bíblico contiene errores y contradicciones, toda confianza en Dios sería inútil".

Por consiguiente, para el fundamentalismo, el texto bíblico ofrece absolutamente una infalibilidad e inerrancia de datos tanto en el sentido científico como histórico, de lo contrario la Biblia dejaría de ser la "palabra de Dios" , y por lo tanto la confianza en Dios en base al texto bíblico se haría imposible.

Se necesita de veracidad científica-histórica contenida en la Biblia para expresar una verdadera entrega de fe relacional hacia Dios. Así para el fundamentalismo los datos comprobatorios científicos-históricos contenidos en Biblia, se hace absolutamente necesarios para una verdadera expresión de fe.

Sin comprobación de datos proposicionales científicos-históricos que en la Biblia se hacen visibles, la fe cristiana NO se podría hacer operativa.

Al hacer visible datos proposicionales científicos-históricos, ( positivismo científico) el fundamentalismo afirma que absolutamente todo lo que expresa la Biblia es información histórica-factual, (negando que la Biblia es teológica), que todos los datos científicos deben, y de tal manera así lo son, corroborados por la Biblia como que en ella misma ( Biblia), ofrece datos científicos totalmente  fiables. Es la propuesta de la teología fundamentalista.

(Un texto de Miguel Carbonell).

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             EL MÉTODO DE ALLAN KARDEC

                                                                    


El método ( pedagógico y de investigación ) de Kardec pasó a ser el de la Doctrina misma, y en su propia sencillez lleva implícita la garantía de su eficiencia. Podemos compendiarlo así:

1º) Elección de colaboradores mediúmnicos insospechables, tanto en su aspecto moral cuanto en lo que se refiere a la pureza de sus facultades y de la asistencia espiritual que recibían;

2º) análisis riguroso de las comunicaciones, desde el punto de vista lógico, así como su cotejo con las verdades científicas demostradas, descartándose todo material que no pudiera ser justificado lógicamente;

3º) contralor de las entidades espirituales comunicantes, por medio de la coherencia de sus comunicaciones y del tenor de su lenguaje, y

4º) consenso universal, vale decir, concordancia de varias comunicaciones, obtenidas por médiums diferentes, en forma simultánea y en lugares diversos, acerca de un mismo tema.

Apoyado en tales principios, escudado con rigor en ese criterio, Kardec pudo poner por obra la difícil tarea de reunir la serie de informaciones que le permitieron organizar El Libro de los Espíritus. E interesa recordar que ese mismo criterio había sido enseñado en parte por  el apóstol Pablo en su Primera Epístola a los Corintios. De suerte que las raíces del método kardeciano están ya en el Nuevo Testamento. 

Sin embargo, no es posible confundir el sistema doctrinario con los métodos de investigación científica de los fenómenos espíritas. En el trato mediúmnico, la premisa de la existencia del Espíritu y de la posibilidad de la comunicación ya está afirmada, y lo que importa allí es  comprobar la legitimidad del mensaje. En la indagación científica todo se halla aún por descubrir y probar. Las investigaciones de la ciencia pueden variar hasta lo infinito en lo que atañe a procedimientos y métodos, de acuerdo con el enfoque de cada investigador. Pero las sesiones mediúmnicas no podrían sustraerse al método kardeciano, por cuanto se ha comprobado en la práctica –hace más de un siglo- como que es el único realmente eficaz y que procede, según hemos visto, de las reuniones mediúmnicas de la era apostólica.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS.* 14
ALLAN KARDEC

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LA HUMILDAD DE SER HOMBRE



POR JOSE SANCHEZ JIMENEZ

  

La vida es el gran maestro del hombre, y como gran maestro, pone a disposición de todos sus discípulos, su inagotable capacidad de sabiduría.


 De ella recibimos cada día, cada momento, una lección para nuestro aprendizaje en el gran oficio de ser hombre humilde.


Se extienden estas lecciones a todos los órdenes de la vida, pero principalmente, son las lecciones de observación, de percepción, de sensibilidad. Y, no podemos sacar buen provecho de ellas si no somos buenos y atentos observadores, perceptores y sensibles a todo cuanto nos rodea. Porque, si no observamos, no percibimos, y si no percibimos no sentimos, y sin sentimiento, la vida no tendría sentido.


Queda bien probado este hecho, no ya en el sentimiento que posee todo ser humano, por ser un ser racional, sino en el profundo sentimiento que existe en todo ser irracional o animal por feroz que éste sea. Es decir, que el sentimiento es fundamento primordial para el progreso humano.


Por eso, las lecciones más importantes que nos hace aprender el sabio maestro que es la vida, primero que ninguna, son las del sentimiento, porque es la que más falta nos hace para nuestra completa y mejor formación como hombres.

Para desgracia de todos, son éstas las lecciones menos asimiladas, menos percibidas por la generalidad de los hombres; son las que pasan constantemente junto a nosotros sin fijar en ellas los ojos de la sensibilidad que son los que recogen con mayor exactitud las realidades de la vida.


Por el contrario, las lecciones captadas con los ojos de la cara, con los ojos materiales, dejan mayor impresión en nosotros y somos arrastrados por ellas porque éstas suelen ser de mayor agrado a los apetitos, deseos o pasiones del cuerpo.


Por otra parte también recibimos en la vida las llamadas lecciones intelectuales y técnicas. Para mi concepto, éstas son el complemento de las anteriores. No obstante las anteponemos a ellas en la creencia de que las lecciones intelectuales son las principales y más importantes para el progreso del hombre.


Si como progreso entendemos solamente los conocimientos que se adquieren por el estudio de las ciencias y las artes, desde luego que sí; pero, si el conocimiento de la ciencia lo entendemos como complemento del progreso del hombre que ya de por sí es ciencia, sabiduría y entendimiento en su forma espiritual según la elevación adquirida por cada cual, llegaremos a la lógica conclusión de que el hombre progresa porque es causa y no efecto de la ciencia; porque es espíritu antes que materia.


Soy de los convencidos de que en el fondo de cada ser humano existe una gran porción de bondad, de predisposición a lo bueno, a lo razonable, a lo justo, ya que el ser esencial es el espíritu y éste procede de la inmaculada fuente del bien; pero al mismo tiempo, también lo estoy de que la mayoría de los seres humanos hacemos poco aprecio, poco uso de esas virtudes, porque tenemos la creencia de que no son agradables, que no satisfacen las necesidades del cuerpo.


Esta creencia es el producto de un error, y, como todas las cosas, tiene su causa en el desconocimiento de los placeres espirituales, producidos por la admiración de las cosas con los ojos del espíritu, que son los que nos trasmiten dichos placeres a través del sistema nervioso que es conductor de los placeres espirituales y materiales a la vez; pero en esta transmisión nos cabe a cada cual la obligación de distinguir estas sensaciones, estos placeres, porque el cuerpo material precisa y siente necesidades y placeres totalmente distintos a los placeres y necesidades del espíritu.


Por conducto del sistema nervioso, nos damos cuenta de la necesidad de comer, beber, dormir; sentimos el frío, el calor, el dolor y las sensaciones de agrado o desagrado que percibimos por el paladar, el olfato o la vista. De todas estas sensaciones rechazamos las que no nos agradan y nos quedamos con las que nos agradan.


Pues, exactamente igual ocurre con las sensaciones espirituales, las recibimos a través de los nervios, éstos nos las transmiten al corazón y  este las pasa al cerebro, que es el encargado, valiéndose de la inteligencia, que no tiene forma material, de transformarlas en acciones y obras. En la realización de esas obras y acciones está la parte directamente responsable del hombre. Por ellas, por las obras y acciones que realizamos, queda reflejado y comprobado quienes somos, porque con ellas demostramos si somos modestos u orgullosos; si somos sinceros o hipócritas; si leales o falsos; si tolerantes o intransigentes; si bondadosos o egoístas, virtudes y defectos adheridos al hombre como la sombra al cuerpo, y que le acusa como un severo fiscal que posee todas las pruebas acusatorias.


El hombre no quiere darse cuenta de este peso acusatorio, que, a través de los años de cada cual, se van acumulando y forman un pesado legajo en nuestra conciencia, cuyo peso no nos deja vivir tranquilamente, los que llamamos últimos días de nuestra vida porque los años juveniles los pasamos con más irresponsabilidad, por lo que cometemos mayores desaciertos, ya que todas las cosas las vemos de color de rosa y las basamos en ilusiones vanas.

Cuando los años han pasado sobre nosotros y vemos la vejez acercarse, es cuando nos quisiéramos descargar del peso de nuestros errores, del peso de nuestras culpas. Por esta razón es por lo que el resto de la existencia la pasamos intranquilamente, en la mayoría de los casos, deseando que la muerte nos alivie de dicho peso. El deseo de morir es el mayor error que podemos cometer en nuestra vida, ya que la muerte es continuación y no fin de la existencia, y con ella no descansamos, sino que continuamos la marcha emprendida hacia nuestra propia regeneración, nuestra propia elevación y salvación.

Para llegar al punto de salvación no hay otros medios y procedimientos más sencillos y prácticos que los imperecederos que el gran maestro Jesús enseñó en el sermón de la montaña: «Amaos los unos a los otros y no quieras para otro lo que no quieras para ti.


Son estas palabras sencillas, pero profundas y sabias. Por su sencillez pueden penetrar en todos los corazones y cerebros humanos, por su filosófica sabiduría son insustituibles como procedimiento de salvación y convivencia humana.


En todos los tiempos han aparecido muchas doctrinas filosóficas con los sanos propósitos de redención y emancipación de la sociedad, pero ninguna, hasta hoy, ha conseguido su propósito de imponerse, ni tampoco el de eliminar aquella fértil semilla sembrada en el huerto del olivo, sino que, por el contrario, se van eliminando unas a otras a medida que los hombres van comprobando sus fracasos, y. las reponen o cambian por otras que pronto terminan también por agotarse o desaparecer, y, así, de esta manera ininterrumpida y errónea van los hombres desgastando sus fuerzas físicas, morales y espirituales, sin conseguir un resultado positivo que libre a la humanidad del peligro de destrucción que sobre ella se cierne.


Tiene el hombre en sus manos el poderoso instrumento de salvación contra ese peligro, pero el hombre cierra los ojos y no quiere verlo; no quiere ver que ser hombre es cosa humilde; no quiere admitir que mientras no emplee el arma de la humildad y no el de la soberbia y el egoísmo no puede haber paz ni seguridad en los bienes ni en las almas; no quiere comprender ni conocer que lo más grande, sabio y poderoso es saber valorar la humildad de ser hombre ante Dios, ante los demás hombres y ante sí mismo.


Humildad ante Dios como prueba del conocimiento de su sabiduría, de su justicia, de su amor, de su infalibilidad, de su omnipotencia; humildad ante los demás hombres en prueba del reconocimiento de que todos somos hermanos eternos y como tales nos debemos un recíproco amor, sin el cual no existe la forma de convivencia humana de la que tanto se habla ahora; y, humildad ante uno mismo, como prueba de conformidad de nuestra condición de hombres, que reconocemos la soberanía de las LEYES DIVINAS y nos encontramos dispuestos a cumplirlas, como único medio de salvación y felicidad humana.

 

 

Tomado del Congreso Nacional de Espiritismo 1981

Publicación de La Asociación Parapsicològica

Villenense


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