INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La cuestión del suicidio ( 1 )
2.- Luz interior ( comunicado)
3- La cuestión del suicidio ( 2 )
4.- Médiums videntes
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LA CUESTIÓN DEL SUICIDIO
( 1 )
Tanto en la cultura cristiana como en la cultura espírita, el suicidio es presentado en general como un acto reprensible, culpable y condenable, puesto que representa una agresión contra la vida; es de alguna manera un crimen contra uno mismo.
Hace mucho tiempo, la Iglesia católica marcaba su reprobación negando a los suicidas la sepultura cristiana, pero hoy en día, el clero juzga de manera diferente, teniendo en cuenta la angustia de personas que sufren depresiones o patologías psicológicas.
Si bien en El Libro de los Espíritus, la condena al suicidio no tiene apelación, atenuando en ciertos casos la responsabilidad del suicida, debemos como en todas las cosas, reestudiar y afinar los principios que no están erigidos en dogmas, sino que deben ser reconsiderados a partir de una comprensión más cuidadosa de la naturaleza humana en todos sus aspectos psicológicos y afectivos. Y más allá de los desórdenes psicológicos a ser tomados en cuenta, hay igualmente otro elemento determinante sobre el que es preciso detenerse, y es el de la responsabilidad compartida.
En primer lugar, desde un punto de vista psicológico, ¿debe considerarse la depresión, por ejemplo, como una debilidad resultante de la mala voluntad del sujeto (tesis antigua), o como una enfermedad real? Hoy somos de la tesis de una patología psíquica, lo cual minimiza entonces la parte de responsabilidad de la persona cuando se suicida. En el concepto antiguo no se veían las cosas, sino desde el ángulo del libre albedrío, pero con los avances de la psicología moderna, se ha comprendido mejor que, cuando el espíritu humano es oscurecido por sus propios tormentos, sean o no justificados, ya no hay realmente el uso de la libertad.
Sin embargo, ya en El Libro de los Espíritus, aunque el suicidio fuera considerado bajo el ángulo de la falta, esa falta era minimizada cuando, por ejemplo, “Hay a veces una suerte de extravío que tiende a la locura”. Entonces, ya estaban evocados los grados de culpabilidad personal según las diferentes circunstancias. Además de este aspecto psicológico, el suicidio plantea muy a menudo la cuestión de una responsabilidad externa a la del suicida, responsabilidad de una tercera persona o de varias.
Se observa con frecuencia que, cuando una persona vive grandes sinsabores vinculados a su medio de vida (pérdida del trabajo, desempleo y por tanto disminución o ausencia de ingresos), surgen en cascada consecuencias imprevistas como el abandono de los más cercanos, el divorcio, la pérdida del alojamiento, etc., hasta el punto de que a partir de una situación perfectamente normal, una persona puede encontrarse de la noche a la mañana desconocida por todos, abandonada, porque ya no representa nada socialmente. He aquí una de las causas, muy frecuentes, de numerosos suicidios, donde entonces necesitamos plantear el asunto de una responsabilidad a varios niveles, la de una sociedad que ya no tiene la capacidad de asegurar el futuro de sus ciudadanos, y a veces, la de un cónyuge o de una familia que abandona a la persona que, antes, aseguraba los ingresos que permiten vivir.
( continuará ...... )
Tomado del blog de Zona Espirita
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LA LUZ INTERIOR
( comunicado)
- Somos luces, aunque aún lejos de brillar; sin embargo, algún día brillaremos de sabiduría y de amor al Creador, y todo ese destino que nos aguarda dependerá de nosotros el llegar antes o después.
En realidad, esta idea se adentra mucho a nuestra realidad, al menos en lo espiritual pues para poder alcanzar esa dicha tenemos que tener experiencias y comprender situaciones, en fin, ser más sabios, pues esa luz que los espíritus más sabios son capaces de crear, es por su bondad y sabiduría. El Maestro Jesús, tiene mucha luz, pues Él es nuestro Hermano Mayor, nuestro Guía.
Ese será nuestro destino, ser dichosos, pero antes deberemos mejorar en todos los aspectos y gracias al Padre, tenemos todas las herramientas y la más necesaria es el cuerpo físico. Algunos pueden pensar que el espíritu podría progresar sin el cuerpo físico, sin sufrir, pues muchas veces se sufre demasiado, se podría pensar así, pero la realidad es que a través de la materia del cuerpo físico es la manera de poder evolucionar más rápidamente. Es así como por medio de las experiencias a través de los múltiples cuerpos diferentes, vamos comprendiendo a los demás y a nosotros mismos.
¿ Quien puede ayudar al semejante cuando no comprende qué es la ayuda; y esto se aprende con la experiencia. Un Espíritu evoluciona más rápido con la experiencia. ¿Y por qué el sufrimiento?. Esa sería otra pregunta, pero la respuesta sería que el sufrimiento existe porque no aprendemos con el Amor, no aprendemos con el bien, erramos constantemente, hacemos daño a los demás y a nosotros mismos, pues cuando el amor, cuando el bien, están lejos, el sufrimiento es su sustituto.
En la Vida todo tiene una explicación, todo tiene un por qué, y todos los Espíritus han pasado por miles y miles de experiencias, y han sufrido miles y miles de situaciones, por eso, ahora son Espíritus más elevados y sabios, han trabajado arduamente y han comprendido que con el Amor al Creador y con el bien a nuestros hermanos, se evoluciona, se aprende.
Por eso, cultivemos nuestra propia luz y eso es con el pensamiento sano, con la Caridad, haciendo el bien y confiando en Dios, soportando nuestras pruebas con resignación, es así como poco a poco vamos creciendo en la espiritualidad y en nuestro interior.
Tenemos todo para aprender; tenemos escritos en donde se nos enseña a ser mejores; tenemos el Evangelio de Jesús y otras creencias que son buenas, así que podemos mejorar y el Padre nos da todo el tiempo que necesitemos, nos da todo lo que nos hace falta, tenemos todo para ser más elevados y solo necesitamos una última cosa: el deseo de mejorar.
- Rafael- Espíritu -
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LA CUESTIÓN DEL SUICIDIO
( 2 )
La Responsabilidad Personal y el Libre Albedrío
Teniendo en cuenta un gesto efectuado, muy a menudo, en un grave estado de desamparo, es entonces muy difícil medir la amplitud de una responsabilidad, en función de un libre albedrío, forzosamente alterado en su capacidad de juicio. Una persona puede, con razón o sin ella, sentirse perseguida, malquerida o abandonada, y encontrarse en una forma de patología psicológica más o menos grave que, en ciertos casos, será calificada de enfermedad.
Lo mismo vale, en particular, para la depresión, cuando el sujeto está obnubilado por un terrible sentimiento de vacío, que se convierte en verdadero dolor. Entonces, la libertad se encuentra reducida a poca cosa, y el libre albedrío, que se considera representa la capacidad de juzgar una situación para hacer una elección, ya no tiene su plena expresión.
El libre albedrío es un principio general eminentemente kardecista, y por tanto, vinculado a la ética espírita. Si bien, cada ser humano tiene en lo profundo de sí mismo una intuición fundamental que le hace diferenciar el bien del mal, sin embargo, no por ello está convencido en las primeras fases de su evolución palingenésica, cuando cegado a veces por una idea superior que tiene de sí mismo, aún no ha aprendido a considerar a su prójimo de otra manera que no sea esclavo a su merced, o como individuo que puede hacerle favores, reconocerlo, admirarlo o enviarle la imagen que él espera del otro.
En los primeros estadios de la evolución, la ausencia de consideración al prójimo corresponde al egoísmo y el orgullo del que no tiene miramientos más que para su propia persona y sus propios intereses, dentro de una ausencia o insuficiencia de moral, la moral que es el comienzo de un reconocimiento del otro, y que puede convertirse en amor por el otro.
Antes de llegar a esta noción, el individuo aprende primero a descubrirse a sí mismo, y luego, a reconocer a los demás, pero, durante sus primeras vidas, le ocurre con frecuencia, que es sólo un mal espíritu imbuido de sí mismo, que desprecia o que detesta a los demás, cualesquiera que sean.
Es lo que muchas veces hemos comprobado durante la difícil liberación de espíritus endurecidos, desprovistos de toda moral, desprovistos de todo sentimiento, que en lo profundo de su alma, siguen siendo el dominador o el criminal que fueron en vida. En este estadio, el libre albedrío es apenas perceptible, pues el espíritu que se complace con el mal, difícilmente vislumbra que pueda existir una noción de bien, noción que él mismo nunca ha experimentado, noción que le es extraña, noción que le haría renunciar a la elevada opinión que tiene de sí mismo. Y es esta noción la que, en ciertos casos particulares, descubre en forma brutal, cuando por la liberación espírita, se encuentra impulsado hacia una luz deslumbradora que él rechaza.
Luego, contra su voluntad, se ve obligado a reconocerse tal y como es, mientras se le impone una noción de bien y amor que se le envía y entonces, por primera vez, es llamado a medir conscientemente las nociones de bien y mal, frente a sus fechorías, sus crímenes o sus exacciones. En ese preciso momento, puede decirse que la noción de libre albedrío se impone más, y se ampliará en el curso de la evolución, volviéndose en cierta forma, proporcional al avance del espíritu.
Luego, si por el contrario, hablamos de los espíritus superiores, el libre albedrío que indica la capacidad de elección, se va a convertir casi en un concepto insuficiente, pues el espíritu vuelto inteligente y amoroso, elegirá primero las buenas direcciones morales, sin siquiera haberse planteado la pregunta.
Cuando el amor se convierte en la dirección y el sentido de una vida, ya no hay más elección, esa es una determinación que se impone por sí misma, y que trasciende al libre albedrío para convertirse, ya no en la alternativa de una embarazosa elección que consulta a la moral, sino en una verdadera libertad, cuando el ser se ha convertido totalmente en él mismo. Se hablará entonces del grado de libertad proporcional a la convicción y al impulso sin reservas de un sentimiento.
Así, la libertad trasciende y sobrepasa al libre albedrío, cuando el espíritu ha alcanzado ese estadio que, en El Libro de los Espíritus, fue calificado de espíritu superior.
( Continúa..... )
Tomado del blog Zona Espírita-
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MÉDIUMS VIDENTES
Los médiums videntes están dotados de la facultad de ver a los Espíritus. Los hay que gozan de esta facultad en estado normal, estando enteramente despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un estado de sonambulismo, o próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente; casi siempre es efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, ser sin contradicción, una especie de mediumnidad, pero esto no constituye, propiamente hablando, los médiums videntes.
Hemos explicado este fenómeno en el capítulo VI, de las “Manifestaciones visuales”.
El médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero en realidad es el alma la que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede ver a los Espíritus como quien tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos. Espíritus que fueron ciegos nos
han dicho que en vida tenían por el alma la percepción de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la negra obscuridad.
168. Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus.
Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo aparecen, ya sea para indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. ç
Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando los médiums videntes.
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse, cumplir sus misiones.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC
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