domingo, 5 de noviembre de 2023

El lenguaje de los Espíritus

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La Doctrina Espírita

2.-Sentir a Dios sin verle

3.-La beneficencia

4.- El lenguaje de los Espíritus

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                              LA DOCTRINA ESPÍRITA

 Muchas veces hemos dicho  y la doctrina espirita lo afirma también, que “Todos los caminos llegan a Dios si el hombre es un verdadero hombre de bien” esto es una gran verdad, y meditando sobre esta realidad, podemos comprender que encierra también una comprensión   y forma de entender las cosas,  el hombre de bien, llegará a Dios,  todos llegaremos, pero puede hacerlo más o menos tarde. Entre varias distancias el camino recto es el más corto. Si no nos preocupamos de aprender las enseñanzas del Maestro, caeremos muchas veces, tendremos muchos tropiezos y los obstáculos nos harán ir más despacio, las heridas que nos causaran los tropiezos, necesitaran de tiempo para cicatrizar y de  un tiempo de convalecencia para poder seguir de nuevo adelante.

La doctrina espirita, la gran esclarecedora nos ofrece luz y esclarecimiento, ella cuenta con un manual de instrucciones muy valioso,  que nos lo ofrecieron los espíritus luminosos, en nombre del Creador, del Señor de la Vida, de Dios,  ellos al no estar interesados por las cosas materiales, y si por esclarecer y ayudar a sus hermanos más pequeños,  nos dieron muchas y valiosas enseñanzas, que para nosotros deben ser muy valiosas y muy tenidas en cuenta, ya que nos facilitan todo lujo de detalles, para poder trazar el camino recto.

Muchos hermanos se piensan que  no  hacen ningún mal porque no ofenden a nadie, no se complican la vida, siguen su curso sin fijarse en nadie, se olvidan de que no hacer el bien al prójimo ya es un mal. Que no consiste en seguir subiendo peldaños sin mirar atrás, si Dios nuestro Padre nos mandó a nuestro hermano Mayor para indicarnos el camino, nosotros hemos de procurar enseñarlo, y ayudar a los que vienen por detrás, con humildad y desinterés.

Muchos son los hermanos materialistas que solo piensan en sí mismos, la vida con su maravilloso mundo, es para algunos un paraíso donde no carecen de nada,  se dedican a vivirla egoístamente, cierran las puertas al exterior, y se convierten en fanáticos de su bienestar, gozan de todo lo mejor, trabajan sin esfuerzo, y contemplan con alegría que nada ni nadie les hacen sombra, mientras tanto no hacen nada,  para merecerlo, se creen que se lo merecen todo, y un día al otro lado de la vida, cuando llaman a las puertas del Cielo nadie hay para atenderles, no tienen amigos, ni nadie que hable a su favor, gritan desesperados esperando que alguien les abra la puerta, y no consiguen nada más que escucharse  a sí mismos, porque  como hicieron oídos sordos a los lamentos y a las necesidades de sus hermanos en la tierra, no pueden escuchar otras voces que no sean las suyas.

Son los poderosos que  solo dan lo que cae de la mesa, y que devoran los perros, son  hermanos con gran poder adquisitivo que se justifican ante la sociedad, con las limosnas sin sacrificio, callan así su conciencia, y bien sabemos que hay que ayudar al pobre en su necesidad. ¡De que le vale al que está enfermo y no tiene ganas de comer, un trozo de pan, le es más necesaria la medicina para  calmar su dolor! Estos hermanos, lejos de crear empleo, y complicarse la vida, en ver la manera de poder ofrecerlo, se dedican a dar dinero, del que les sobra y no se complican, no ven su vasto imperio y las posibilidades que cuentan para  ofrecer un trabajo digno a los que están en inacción, que la limosna remunerada sirve para el momento, y que es mejor curar la enfermedad desde su raíz, ofreciendo el trabajo digno, para no padecer más por ese malestar. Si ellos han sido favorecidos con poder y dinero, no es para encerrarlo en las arcas, y ser dominados por la avaricia, es necesario que ellos creen bienestar para los necesitados, son tesoros ofrecidos por Dios para ese menester.

Al igual que los dirigentes del estado necesitan aplicar bien las leyes, para que el país funcione,  los hombres necesitamos aplicar bien las leyes de Dios, para no equivocarnos, no podemos pasar por alto aquello que no nos interesa ver, hemos de ser honestos y decirnos la verdad, cada uno de nosotros tenemos unos deberes que no podemos pasar por alto, y estos deberes no solo están en nuestra familia, en nuestro mundo, también los tenemos para con el exterior, para la vida que se  desarrolla a nuestro alrededor, por eso es menester no cerrar la puerta y mantener la ventana abierta, para ver las posibilidades de ser útil, de servir a la causa de Cristo, no podemos decirnos sus discípulos haciendo oídos sordos a sus enseñanzas, ella deben estar vivas en nosotros, tan vivas que deben reflejarse cada día más en nuestra forma de actuar, pensemos que hay muchos hermanos que van por camino equivocado, y al igual que  cuando alguien nos pregunta por la dirección de una calle, y procuramos orientarle, podemos ayudar a los que nadan en el fango, sin llegar a alcanzar la orilla, indicándoles  el mejor camino para hacerlo.

Sigamos manteniendo vivo en nosotros el deseo de superarnos, de lograr ser mejores personas, pero no  queramos solo para nosotros la dicha de ese logro, sigamos ayudando, socorriendo,  ejerciendo el bien en todo momento, pensando que no solo la luz se hizo para nosotros, los demás también cuentan para Dios, y si todos somos hermanos también han de contar para nosotros.

 Merchita

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            SENTIR A DIOS SIN VERLE                              


Tal y como nos describe Eben Alexander en su libro “La prueba del cielo” y su experiencia cercana a la muerte, el momento de la desencarnación no es, en general, traumático: él lo describe como estar en un túnel negro y al mismo tiempo lleno de luz. Aunque parezca que haya contradicción, no la hay en absoluto; creo que no hay mejor forma de expresar la presencia de Dios, sin verle, en esos momentos decisivos para el ser humano. La luz se produce en el espíritu al sentir Su presencia, mientras que el periespíritu, al ser semimaterial, queda en la oscuridad; sin embargo, sabe que Dios está en él y con él.
Se tiene miedo a la muerte porque se la considera eso, muerte, es decir, el final de todo; la oscuridad total; la nada; y eso en el mejor de los casos, pues en nuestra cultura, alimentada por las diversas religiones, la muerte es considerada como la entrada en un mundo de tinieblas en donde nos esperan crueles castigos, a causa de nuestros pecados. Pero la muerte no es eso, porque la muerte no existe: es un tránsito; es dormirse en nuestro mundo material y despertar en el mundo espiritual.
Ciertamente que ese despertar puede ser traumático, y aun doloroso; pero no es al “despertarse”, viene dado en el momento de “dormirse”. Vivimos a lo largo de nuestra existencia apegados al materialismo. Nuestro objetivo es la consecución de todo lo que pueda dar satisfacción a nuestros sentidos y que nunca conseguimos del todo, porque siempre queda algo más por alcanzar. El deseo no se agota, y así vamos cargando el alma o espíritu con la ambición más desmesurada; ambición por poseer dinero, riquezas; ambición de poder (político, religioso)…
¡Ah, el Poder! Y no somos felices porque la realidad es que nada de eso proporciona felicidad. Dios nos ha colocado en un hermoso planeta lleno de luz, en donde podríamos encontrar, con solo mirar su belleza, Paz y Sosiego para el alma y reposo para el cuerpo; pero no lo vemos porque estamos inmersos en una carrera desenfrenada para alcanzar una meta que tan solo es un espejismo, y cuando llega el momento de la partida, nos damos cuenta de que nada de lo que poseemos nos los podemos llevar, y nos aferramos a la vida porque nos aterroriza la idea de tener que dejarlo aquí; que otros gozarán de lo que es nuestro, de nuestras riquezas, y así, el espíritu entra en un estado de ansiedad y angustia que es lo que impide que el tránsito sea, como ya se ha dicho, sereno y tranquilo: dormir en Paz y despertare a la Luz.
Sabemos lo que está bien y lo que está mal: tenemos libre albedrío y, de acuerdo con nuestra conciencia, deberíamos ser conscientes de cómo actuar, porque utilizarlo mal, tanto para con los demás como para nosotros mismos, va sumiendo a nuestro espíritu en un pozo del que es muy difícil escapar.
Sería bueno que todos reflexionáramos acerca de ello, e ir preparándonos para lo ineludible; despojando al alma de todo materialismo excesivo; deseando solo lo necesario y rechazando lo superfluo; y, llegado el momento, transitaremos por el túnel tranquilos, sintiendo que Dios está en nosotros y con nosotros.
Mª Luisa Escrich (Amor, Paz y Caridad)

 

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        La Beneficencia             

 

La misma palabra ya nos indica que esta tiene que ver con “beneficio”, un beneficio dado a los demás y por ende, a nosotros mismos, pues la Ley de Consecuencias nunca deja de funcionar, tanto en lo malo como en lo bueno. De lo que sembramos, eso mismo recogemos después.

La beneficencia se refiere a la caridad, y  muchas veces  se ha confundido el concepto de caridad con el de limosna. Dar limosna no siempre es caridad, pues cuando con este acto puede humillar a quien recibe nuestro donativo, o cuando se hace por quedar bien ante los demás o incluso por engañar a nuestra propia conciencia, para hacernos sentir bien por ello y hasta creernos merecedores de una recompensa futura, eso no es caridad, o si lo es resulta bastante desnaturalizada y con bastante menos valor que cuando conseguimos comprender y practicar la caridad en su pureza, con total altruismo y desinterés, haciendo el bien por el bien mismo.

Es tan simple y a veces tan complejo como cuando solo se quiere beneficiar  sin herir a nadie, y esto se hace por amor o por compasión, que es la puerta de entrada a la beneficiencia caritativa.

La beneficencia conlleva  desinterés, amor, altruismo y en definitiva, el Amor con mayúsculas;  un amor reflejo del Amor Divino al que todos tenemos acceso cuando logramos depurar nuestra alma de las cosas mundanas y de los egoísmos, pues cualquier  egoísmo, sea en la modalidad que sea, es el gran oponente de cualquier caridad o de  beneficencia para con el prójimo.

Sin embargo, todavía aún somos todos en general, muy egoístas en tantas ocasiones; aun cuando comprendemos estas cosas. ¡ Pero qué difícil es despojar el alma de las pasiones que nos atan a este mundo y no nos dejan libertad para actuar y ser como en el fondo quisiéramos, tal y como lo comprendemos ya ¡.   

 ¡ Cuanto camino nos queda todavía por andar y que pequeños somos todavía espiritualmente hablando!.

Nos falta Amor, deseos de practicar la beneficencia, disposición al bien y caridad, cuando hacemos discriminación en nuestras simpatías y atenciones hacia las personas que juzgamos con un nivel superior con respecto a otras, ya sea en lo moral, lo social, lo económico, lo cultural, etc. Por ello, aunque lo más fácil es dejarnos llevar por la ley de afinidad y por la admiración, simpatizándonos e inclinándonos para  ayudar o atender  mayormente a los que sintonizan con nosotros, debiéramos comprender que precisamente aquellos que sentimos más diferentes o alejados de nuestras posiciones, son precisamente aquellos que más necesitan de nuestra benevolencia y caridad, para recibir nuestro amor, debiéndolos mirar con simpatía, porque muchas veces cuando se les presta atención y cariño, descubrimos en ellos cualidades y valores de los que nosotros mismos carecemos.

Que cada uno sea caritativo y benevolente con el prójimo hasta donde realmente le sea posible, ( prójimo significa próximo e igual, o sea caritativo y benevolente comenzando con los más próximos e inmediatos.)

Que no juzguemos a nadie con severidad, porque de ese mismo modo seremos juzgados, al ver la paja en el ojo ajeno, tantas veces antes que la viga en el nuestro. Esto significa que debemos tapar sus defectos o errores, en vez de señalarlos y resaltarlos

 Que cuando demos algo material, lo hagamos del modo como nos indicó Jesús: que nuestra mano izquierda no conozca lo que hizo la derecha; esto es, sin ostentación de ninguna clase, de modo que a ser posible, solo Dios y nosotros conozcamos el hecho, que deberá pasar lo más desapercibido posible para los demás, y en especial para quien nuestra acción  beneficia de algún modo.

Que cuando demos de lo material, no sea de lo que nos sobra, sino incluso de lo que nos falta a nosotros mismos, aunque esto resulta muy difícil de llevar a la práctica, pues muchas veces  los intereses materiales, personales  o familiares hacen contrapunto con lo que  en el fondo nos dicta la conciencia en cuanto a como nos debiéramos de entregar a los demás, o cual debería ser la medida de nuestra generosidad.

 No debemos olvidar que cuando nacemos en este mundo no venimos con nada material salvo el propio cuerpo y que cuando nos vayamos  de aquí, lo haremos también  sin llevarnos nada, salvo la conciencia de los propios actos de la vida, por  tanto debemos considerar las cosas materiales  que poseemos, entre las que se incluye el dinero,  como un préstamo que nos hizo Dios para que lo administremos, beneficiando con él a otros hermanos que lo puedan necesitar más que nosotros mismos y que moralmente tienen tanto derecho a él como nosotros. Cuando regresemos al mundo espiritual, solo llevaremos como equipaje valioso, la conciencia del Amor dado y con lo bien actuado con estas cosas materiales que vamos a dejar en la Tierra porque ya no nos pertenecerán más, ni tan siquiera nuestro propio cuerpo físico.

Y sobre todo, que Dios nos de lucidez y fuerza para ser capaces de actuar según los dictados de nuestro corazón y nuestra conciencia, que en el camino de este conocimiento espiritual verdadero, conforme avanzamos más en él, esta cada vez crece más y se hace mayor, haciéndose también mayor  en cuanto a la dimensión y trascendencia de nuestros actos, y por lo tanto  en cuanto a nuestra responsabilidad espiritual ante el Padre.

Ya por último, propongo tras estas consideraciones, que todos nos marquemos unos objetivos y unas metas: Vamos a esforzarnos más en conquistar y en depurar, aspectos como la generosidad, el altruismo, la humildad y en definitiva, la Caridad.

. Jose Luis Martín-

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   EL LENGUAJE DE LOS ESPÍRITUS

"El lenguaje de los Espíritus está siempre de acuerdo con su nivel de evolución".(Allan Kardec)

Afianzados en la sabiduría de esta sentencia, presentamos algunas observaciones que habrán de auxiliar al estudioso, en el reconocimiento de la calidad de los Espíritus, advirtiendo que empleamos las denominaciones de "Espíritus Superiores" y "Espíritus Inferiores", por la comodidad de las expresiones, pero no como categorías absolutas o definitivas, y siempre referidas al nivel moral e intelectual de los seres. Nivel que en el decurso de las vidas sucesivas habrán de superar continuamente.

- Los Espíritus Superiores siempre utilizan un lenguaje lleno de bondad, cordialidad, sencillez y modestia. No predican odio ni venganza. No se vanaglorian ni hacen ostentación. Predican la  humildad y el perdón.

- Los Espíritus Superiores solo hablan de lo que saben. Se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que no conocen.

- Los Espíritus inferiores hablan de todo.

- Los mensajes de los Espíritus Superiores son de síntesis, Dicen mucho en pocas palabras.

- Los Espíritus inferiores  se pierden en redundancias e incoherencias.

- Los Espíritus Superiores jamás dan órdenes; solo aconsejan y educan.

- Los Espíritus inferiores son autoritarios y déspotas.

- Los Espíritus Superiores siempre apelan a la razón.

- Los Espíritus inferiores quieren que se les crea y siga ciegamente.

- Los Espíritus Superiores no adulan, pero reconocen los méritos de todos.

- Los Espíritus inferiores elogian desmedidamente, alentando el orgullo y la vanidad.

- Los Espíritus Superiores son prudentes y reservados en los asuntos íntimos o personales.

- Los Espíritus inferiores muestran su frivolidad en actos de adivinación del porvenir, y entrometimientos en asuntos domésticos de las personas.

- El lenguaje de los Espíritus  Superiores siempre coincide en el fondo, al margen de las distintas épocas, lugares y circunstancias, por su alto sentido moral e intelectual. Los Espíritus Superiores presentan siempre una versión similar de Dios, del Universo, de la vida espiritual, de la superioridad moral, aun cuando esas concepciones estén matizadas por la especificidad de cada uno.

Asimismo ocurre entre los Espíritus inferiores, pero en sentido inverso.

- Jon Aizpúrua-

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