miércoles, 29 de julio de 2015

DESENCARNACIÓN: PROCESO DE TRANSICIÓN



A fin de cuentas, ¿Dios perdona?


El amor de Dios es para siempre.” (Salmo 136)

Introducción
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En charlas que proferimos, a veces, insistíamos en preguntar al público: “¿Dios perdona?”, sólo para ver como las personas reaccionarían delante de tan curiosa pregunta. Invariablemente la mayoría decía sí; nosotros afirmábamos que no, esperando un poco para medir la reacción (pura maldad, diría un amigo, pero si fuera, era con mucho amor. risas), después explicábamos el por qué de pensar yo así.

Sólo después de un largo y un buen tiempo es que llegamos a la conclusión de que Dios jamás perdona, por cuanto a él no se le puede “ofender”, sirviéndonos de esa palabra, aún no en el diccionario, pero utilizada en otra parte por filósofos y estudiosos bíblicos.

Realmente, para Dios ofenderse, sería preciso que existiera un ser que Le correspondiera en elevación y poder, lo que, ciertamente, sabemos no existe. Además Él tendría que Amargarse con alguna cosa que Le hiciéramos; pero, obviamente, que en el vocabulario divino no hay esa palabra, que, de hecho, no se concilia con amor incondicional; ya que “El amor de Dios es para siempre” (Salmo 136), afirmación que, repetidas veces, es recitada por los hebreos, en la grande plegaria de acción de gracias por ocasión de la Pascua.

Por otro lado, de las personas que dijeron sí las poquísimas que no entendieron nuestra explicación, aún no se dieron cuenta del amor infinito que Dios nutre por cada una de sus criaturas, de forma que Él no nos ve sino como niños que “no saben lo que hacen” (Lc 26,34), usando esa expresión de Jesús.

No se extrañe, querido lector, digamos que encontramos apoyo bíblico para justificar esa creencia nuestra de que Dios no perdona y no hay por qué perdonar:

Jo 35,6-8: “¿Si usted pecara, que mal estará haciendo a Dios? ¿Si usted amontona crímenes, que daños está causando a él? Y si usted es justo, Qué es lo que está dando a él? ¿Qué es lo que él recibe de su mano? Su maldad sólo puede afectar a otro hombre igual a usted. Su justicia sólo alcanza a otro ser humano como usted”.

Creemos que Jo estaba completamente seguro, pues nuestras acciones, sean buenas o malas, sólo alcanzan a alguien como nosotros, jamás a Dios. Además, es oportuno recordar, que es el prójimo, a quien ofendemos, que nos dará su perdón y no Dios, que nada tiene que ver con la historia. Sin embargo, eso no significa que no hayamos infringido la Ley de Amor, con la cual, un día, aunque transcurran algunos siglos, habremos de armonizarnos.

Como se ve el perdón

Para entender como, generalmente, se ve el perdón divino es necesario hacer una simple comparación. Tal vez el ejemplo pueda no ser el ideal, pero a falta de, en el momento, conseguir elaborar uno mejor, lo presentamos:

Raul, el farmacéutico de la pequeña ciudad de Lagoa Azul, aún preocupado con la noticia recibida, despierta medio somnoliento, después de una noche apenas dormida. Su problema era: como iría a conseguir el dinero para reformar el local que le fue ofrecido, al punto más comercial de lo que lo tenía, una vez que, para cambiar su farmacia para allá, habría que hacer una reforma, buscando adaptándolo a las exigencias legales.

Al desayuno, conversando con la esposa, ella le sugirió como alternativa viable que cogiera un préstamo bancario. Era algo que había pensado, pero no había dicho nada, receloso de no tener el apoyo de su esposa para eso.

Resuelto, va al Banco y se dirige a la dirección, exponiendo que necesitaba de una cierta cuantía, que, aunque no fuera muy alta, necesitaría de unos seis meses para pagar. Como tenía buen concepto en la institución, no hubo problema alguno y su préstamo fue aprobado. Pasa el tiempo, Raul ahora estaba con su farmacia bien localizada y las ventas iban, de cierta forma, muy bien; sin embargo, aún no había conseguido el dinero para pagar al banco, pues lo que estaba reservando para eso acabó siendo gasto con gastos hospitalarios; su esposa hubo pasado por serios problemas de salud, pero ahora ella estaba bien. Se vence el plazo, y Raul aún no fue al banco; el pobre estaba avergonzado de no haber podido cumplir lo acordado. Y así, escondido detrás de esa vergüenza, pasan tres meses del vencimiento, cuando recibe una carta del banco invitándolo a regularizar la situación.
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Como no había otro modo, medio sin ganas, fue al banco, dirigiéndose a la dirección. El gerente apretó el “santo” de Raul, que más avergonzado quedó, pero aún encontró un resto de coraje para decir al gerente: “Querido mío, usted me conoce muy bien, sabe perfectamente que nunca dejé de honrar mis compromisos; fue por cuenta de un imprevisto que no pude pagar el préstamo; sin embargo, me gustaría que, teniendo en consideración que soy buen cliente en esa institución, usted perdonara esa deuda”.

El gerente sólo faltó caerse de la silla, delante de tan inusitado pedido, y como no podía atenderlo, propuso a Raul que pagara la cuantía, aumentada por los intereses legales, en prestaciones, que él podía escoger cual sería el valor que tenía condiciones de pagar mensualmente y ahí, sí, él, dentro de las atribuciones de gerente, podría atenderlo.

Raul, mentalmente, calculó y dijo al gerente que podría pagar un cierto tanto por mes, lo que fue aceptado, sin mayores problemas. Realmente, nuestro personaje Raul cumplió ese nuevo acuerdo, pagando toda la deuda con el banco.

Lo que quieren, en relación a Dios, es exactamente lo que Raul pidió al gerente, o sea, que simplemente le perdonara la deuda. Ahora, el gerente, jamás podría hacer eso, incluso por cuestión de justicia, pues tendría que hacerlo a todos los clientes y, ahí, adiós banco... En lo que toca a Dios, el hecho sería, como mínimo, un verdadero “adiós” a la ley de amor y a la ley de causa y efecto (Justicia). Sin embargo, como el gerente del banco conocía bien a su deudor, le hizo la propuesta de recibirla a lo largo de un determinado tiempo y en consonancia con la capacidad económica de Raul. Eso para Raul fue la tabla de salvación.

De la misma forma, “Dios jamás nos perdonará” las faltas que cometamos contra la Ley de Amor; pero de modo alguno dejará de darnos oportunidad de, en “suaves prestaciones”, buscar armonizarnos con ella. Entonces, si quieren admitir que Dios perdona, tal es posible solamente si entendemos ese perdón como siendo dándonos Él nuevas oportunidades para quitar nuestros débitos.

Sirve eso de aviso a los que quieren el “cielo” por gracia, pues tendrán desagradables sorpresas, cuando sea la vuelta a la patria espiritual.

El punto de vista del Espiritismo

En el Espiritismo tenemos como verdad la “Ley de Causa y Efecto” (que nosotros consideramos como principio áureo de justicia), la cual, como sabemos, forma parte del rol de sus principios fundamentales, que “exige” del infractor la reparación de todo aquello que hizo infringiendo la Ley de Amor. En la reparación, la misericordia divina nos proporciona “pagar” por el amor, haciendo el bien a los otros, o “sufrir en la propia piel” el mal practicado, buscando, en ese caso, darnos mejores condiciones de evaluar la extensión de las consecuencias de nuestro acto, y, con eso, no practicarlo más en el futuro.

En la Revista Espírita, junio de 1859, encontramos algo bien interesante. Se trata del relato de la sesión realizada el 25 de marzo en la Sociedad Espírita de París, en la cual fueron hechas varias preguntas al Espíritu San Luis. De entre ellas destacamos esta: “¿Los blancos se reencarnan, algunas veces, en cuerpos negros?”

He ahí la respuesta:
, cuando, por ejemplo, un señor maltrató a un esclavo, él puede pedir para sí, por expiación, vivir en un cuerpo de un negro para sufrir, a su turno, todos los sufrimientos que hizo sentir y, por ese medio, avanzar y alcanzar el perdón de Dios. (KARDEC, 1993y, p. 163.) (negrita nuestra)

De eso, queda bien claro que el “perdón de Dios” solamente es concedido si el infractor se dispone a notar el mal que practicó; sin embargo, eso es bien simbólico, por cuanto la propia ley divina es la que fue alcanzada y no, propiamente, Dios.

Veamos en El Evangelio según el Espiritismo, en el capítulo V – Bien-aventurados los afligidos, un tramo del comentario de Kardec, sobre las causas actuales de nuestras aflicciones:

La ley humana alcanza ciertas faltas y las castiga. Puede, entonces, el condenado reconocer que sufre la consecuencia de lo que hizo. Pero la ley no alcanza, ni puede alcanzar todas las faltas; incide especialmente sobre las que traen perjuicio a la sociedad y no sobre las que sólo perjudican a los que las cometen. Dios, sin embargo, quiere que todas sus criaturas progresen y, por lo tanto, no deja impune cualquiera desvío del camino recto. No hay falta alguna, por más leve que sea, ninguna infracción de su ley, que no acarree forzosas e inevitables consecuencias, más o menos deplorables.” (La negrita es nuestra) (Continúa en la próxima edición.)

Autor: Paulo da Silva Neto Sobrinho

Referências bibliográficas:
BRAGA, K. F. Alvorada de Bênçãos. 2012.
KARDEC, A. Revista Espírita 1859. Araras, SP: IDE, 1993e.
KARDEC, A. O Céu e o Inferno. Rio de Janeiro: FEB, 2007d.
KARDEC, A. O Evangelho segundo o Espiritismo. Rio de Janeiro: FEB, 2007c.
XAVIER, F. C. e VIEIRA,W. O Espírito da Verdade. Rio de Janeiro: FEB, 2006.


REDACCIÓN MOMENTO ESPÍRITA.
Ni castigo, ni perdón.

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DESENCARNACIÓN: PROCESO DE      TRANSICIÓN.

  La muerte es la cesación de la vida orgánica; la desencarnación es la liberación del Espíritu inmortal, periodo de transición, en su cambio de plano. “La muerte es hereditaria” (1) y cuando el cuerpo muere, el Espíritu está listo para librarse, porque “no es la partida del Espíritu la que causa la muerte del cuerpo; esta es la que determina la partida del Espíritu;” (2) pero este, no siempre está en condiciones de hacerlo. En este caso, la muerte biológica ocurre, pero el Espíritu no se desprende, no se libera, queda preso al cuerpo físico, esto es, continúa encarnado, porque “no todos los que mueren desencarnan.” (3)

Nos dijo, cierta vez un suicida: `No estoy muerto. Y añadía: `No obstante siento los gusanos comiéndome.´ Ahora, indudablemente, los gusanos no le comían el periespíritu y aun menos el Espíritu; le roían sólo el cuerpo. (…) Era antes la visión de lo que pasaba con el cuerpo, al cual aun lo conserva ligado al periespíritu, lo que le causaba la ilusión, que él tomaba por realidad.” (4)

La reencarnación no es un proceso punitivo, sino educativo, pues aquí “es escuela, es prisión, es hospital”; para alcanzar la perfección, la felicidad y la plenitud, es necesario renovarse en la experiencia de la materia densa… Habiendo escogido el camino del progreso, evolucionado, y así realiza su reforma íntima o, al contrario estacionado, con la excepción que, por mínimo que sea, siempre se evoluciona alguna cosa, inexorablemente sobreviene la muerte (Fig. 1), que es la fatalidad del cuerpo físico, así como “la evolución es la fatalidad del Espíritu” (5), uno de los objetivos de la reencarnación. (4); u otro es “trabajar para el Universo, como el Universo trabaja para nosotros, tal es el secreto del destino” (6), “es por el Espíritu en condiciones de soportar la parte que le toca en la obra de la creación (…) y concurriendo para la obra general, él mismo se adelanta.” (4) (FIG. 1); este último es alcanzado consciente o inconsciente por el Espíritu.

La reestructuración o no de su periespíritu, va a depender en haber alcanzado ambos objetivos, con influencias importantes en la secuencia del proceso desencarnatorio. Cuanto más depurado esté más fácil se vuelve su desligamiento gradual, porque “los lazos se desatan, no se quiebran.”. (4)

Dos factores son consecuentes a la muerte (Fig.1), ocurriendo paralelamente y vinculados a sus circunstancias y al grado evolutivo del Espíritu desencarnante: 

.el desprendimiento del cuerpo físico.

.la perturbación del Espíritu.

León Denis señala que deberíamos llorar en la hora de la reencarnación, que es un momento de intenso sufrimiento para el Espíritu, y reírnos en la hora de la muerte, cuando el Espíritu se libera, ya que encarnación es su encarcelamiento fluídico y la desencarnación su liberación; esto es importante acentuar, si el Espíritu cumplió los objetivos de la encarnación, porque si no lo hizo, serán dos llantos, uno al encarnar y el otro al desencarnar, tal es la influencia que esta conducta proyectará en la desencarnación. El desprendimiento. Al reencarnar el Espíritu se liga al cuerpo, a través de su periespíritu, que a él se une, molécula a molécula, átomo a átomo y al desencarnar, inversamente se desprende, también, átomo a átomo, molécula a molécula.

El principio vital es ` “el interruptor de la vida”, (7) en cuanto que el fluido vital es la electricidad que cargar nuestras baterías, el fluido cósmico animalizado; al ser desligado aquel, la vida se desvanece, cesa y sobreviene la muerte (muerte natural), que se da por agotamiento del fluido vital o bien su presencia, por fallecimiento orgánico súbito (muerte violenta), quedando él impotente para transmitir el movimiento de la vida.

(8) Esta fuga energética del cuerpo físico y del periespíritu, que se encontraban de ella impregnados, desde el primer instante de la concepción, se realiza de forma suave o abrupta, (Fig.1) de acuerdo con su distribución, que es peculiar a cada ser, a cada órgano, a cada célula; hay en los centros vitales o de fuerza, mayor actividad vital y puntos de ligación con mayor densidad entre el Espíritu-periespíritu, es el centro coronario el regente que, por el hecho mismo, es el último que se desliga, deshaciéndose las conexiones Espíritus-periespíritu-glándula pineal, la “glándula de la vida espiritual”. La rotura de estos lazos fluídicos-magnéticos que compone el cordón fluídico o de plata, representa el sello de la desencarnación, iniciándose por las extremidades y terminando, como dijimos, en el cerebro.

La naturaleza de las demás uniones de los centros vitales, varían de acuerdo con cada ser, dependientes de la evolución del Espíritu, modulador y estructurador del periespíritu y por tanto de sus uniones con la materia densa, a través de los centros vitales controladores y sus órganos secundarios y qué servicio prestó al comandante de sus acciones_ el Espíritu. Así quien osó desequilibradamente el sexo, o practicó aborto, por ejemplo, tendrá sus uniones con el centro vital genésico difíciles de ser desligados; quien fue fumador empedernido, igualmente tendrá fuertes uniones fluídico-magnéticas con el centro cardíaco, retardando el proceso desencarnatorio, y de ahí en adelante.

Así el desprendimiento ocurre de forma lenta (envejecimiento natural, dolencias crónicas, etc.) por estacionamiento del fluido vital, o de forma abrupta (muerte violenta: accidentes, desastres, asesinatos, suicidios) por injuria grave, determinando la incapacidad funcional orgánica definitiva. (FIG. 1); en los primeros, el desligamiento ya venía haciéndose cuando ocurrió la muerte y en los últimos, la muerte corresponde al inicio del proceso desencarnatorio; equivale a decir que el periodo muerte-liberación, genéricamente, es mayor en estos. Con los Espíritus evolucionados ocurre que el momento de la muerte corresponde al de la liberación, pero, al contrario, ciertos Espíritus que tienen su periespíritu aun muy densificado, quedan presos aun al cuerpo, después de la muerte.

El Espiritismo, por los hechos cuya observación él faculta, da a conocer los fenómenos que acompañan esta separación, que a veces, es rápida, fácil, suave e insensible, al paso que de otras es lenta, laboriosa, horriblemente penosa, conforme el estado moral del Espíritu, y puede duras meses”, (2) y hasta años.
                                  
                            La perturbación

La conciencia es del Espíritu y después de la muerte corporal, el pasa por un periodo variable de perturbación, de acuerdo con el estado moral del alma, “fruto de sus construcciones mentales, emocionales y de voluntad” (9) y el género o circunstancias de la muerte, para volver a readquirirla.

El Espíritu purificado se deshace de los tenues lazos que lo prendían al cuerpo físico, tomando entonces conciencia de sí mismo, vuelve al mundo espiritual y a la memoria del pasado, que es también del Espíritu y en breve va volviendo del inconsciente, situado en el periespíritu (8); este “libro misterioso, cerrado a nuestra vista, durante la vida terrena, se abre en el espacio. El espíritu adelantado recorre a voluntad las páginas (…).” (6) En estos casos la sensación es de alivio, como quien despertó de una intervención quirúrgica y obtuvo el alta, curado; no es pues, ni penosa, ni duradera; es un despertar, pues la “vida en la carne es el sueño del alma”; es el sueño triste o alegre.” (6)

En aquellos Espíritus que no aprovecharon el retorno a la vida corporal, para su evolución, estacionados en la escala del progreso, la desencarnación será un proceso extremamente doloroso, “tétrico, aterrador, ansioso (…) cual horrenda pesadilla” (10), demorado y la perturbación espiritual que seguirá, será mucho más intensa y prolongada; muchas veces, mal se acuerdan hasta de la última encarnación y mucho menos de las otras, es una concesión más de la bondad y de la misericordia divina, pero un día lo harán, pues tendrá que “entrar en el conocimiento de su estado, antes de ser llevadas para el medio cósmico adecuado a su grado de luz y densidad.” (6)

En la muerte violenta, situación no esperada en la mayoría de las veces por el Espíritu, su concienciación de la muerte y consecuentemente pasaje a la vida espiritual es difícil y demorada, tanto más prolongada cuanto menor es la evolución espiritual.

                                      En la Espiritualidad

La espiritualidad no está parada, ni contemplativa, al contrario, trabaja incesantemente y “Los Espíritus evolucionados, con fuertes vínculos con la caridad”, (11) se responsabilizan de la tarea de la desencarnación, ayudando en los desligamientos de los lazos que unen el Espíritu al cuerpo físico, bajo influjo del pensamiento divino. Espíritus amigos y familiares, ya desencarnados, colaboran en esta tarea. Esta misma actuación, puede ser perjudicada por Espíritus enemigos, obsesores, que tienen la finalidad de volver el desligamiento más penoso, contribuyendo también para una mayor perturbación del Espíritu desencarnante, su enemigo.

                     Destino de los componentes del hombre.

Después de la muerte, el cuerpo físico se desintegra, siguiendo las leyes físicos-químicas, que también son divinas, y nunca más se vuelve a recomponer, o es destinado a la resurección, por lo que estaría  desprovista de ninguna  finalidad.

El fluido vital vuelve a su lugar de origen_ el fluido cósmico o universal.

El periespíritu podrá presentar modificaciones en relación a su densidad; no se segmenta y no se sedimenta; se depura, volviéndose tanto más sutil cuanto mayor fuera el progreso espiritual.

El Espíritu puede presentar modificaciones en relación a su estado moral reencarnatorio, porque el “Espíritu evoluciona, todo lo más se transforma”, por menor que sea esta misma evolución, a veces, mínima, lo que no puede nunca ocurrir, es retrogradar.

                                               Conclusión

Un día, después de la muerte corporal, nosotros tendremos un decisivo encuentro marcado con nosotros mismos, en lo recóndito de nuestra conciencia, atributo del Espíritu, donde fueron impresas por Dios sus leyes morales (4); ahí serán juzgados por ella, todos nuestros actos de la senda reencarnatoria, en el uso de nuestro libre albedrío y comparados con nuestros propósitos al reencarnar, escogidos o impuestos por la justicia divina, siempre de acuerdo con las aptitudes de cada uno; depende de nosotros, y sólo de nosotros, sí este será el “día más feliz de nuestra existencia”, momento de puro éxtasis o, “al contrario, el peor de ellos”, su momento más fatídico.

Creemos que la educación para la desencarnación se implica en la educación para la vida”. (9), para que consigamos la muerte de que nos habla Hernani Santana: (12)
¡La muerte (...) es la libertad!
Es el vuelo augusto para la luz divina,
¡Bajo las bendiciones de la paz de la eternidad!
Es buen comienzo de una nueva edad,
Pasado mañana hermosa y peregrina,
De nuestra real y gran felicidad.”

Fernando A. Moreira

(Trabajo publicado en la Revista Internacional de Espiritismo – Mayo 2001)

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La felicidad no depende de lo que nos falta, sino del buen uso que hacemos de lo que tenemos. 

Thomas Hardy

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LA PRUEBA DE LA RIQUEZA  ANTE  UNA NUEVA VIDA. 

La riqueza, aunque humanamente deseable, es una prueba difícil para el caminar evolutivo del Ser, y por ella todos tendremos que pasar alguna vez , o tal vez ya la hemos pasado anteriormente. La cuestión es si la hemos aprovechado correctamente desde un punto de vista espiritual, o mas bien nos ha servido para contraer nuevas deudas para el futuro.
Su gran peligro reside en que suele hacer que el Ser humano se incline hacia el materialismo, la holgazanería, la pereza espiritual y sobre todo ese gran monstruo moral que es el egoísmo . Todas estas posiciones equivocadas nos atan a las cosas materiales de este mundo con tan fuertes lazos que ni siquiera la muerte nos libera de ellas
Es de tener en cuenta que , como cualquier herramienta o utensilio material, la riqueza por si misma no es mala ni buena, por lo que también tiene su aspecto positivo, y este es que también es un medio que facilita el estudio, la investigación y la cultura, que son factores positivos para la evolución del Ser. La riqueza es un instrumento que se puede considerar como una herramienta para la evolución, difícil de manejar pero que empleada en aliviar las carencias y necesidades de lo esencial en los demás, puede resultar por ello un poderoso medio evolutivo.
La riqueza viene a ser como un arma de doble hoja, porque si facilita la vida, por otra parte también es una carga que la oprime cuando en determinados momento de la vida llama a la conciencia alertando de su responsabilidad y quita el sosiego al alma.
Deberíamos comprender todos, que los bienes materiales y las riquezas que poseemos, vienen a ser solamente una apariencia, porque antes de existir nosotros en este mundo, muchos otros también creyeron entonces ser dueños de las mismas, y sin embargo las tuvieron que abandonar un día con la muerte, tal y como antes o después nos sucederá también a nosotros.
Hay que comprender que las únicas adquisiciones verdaderas que nos llevaremos de esta vida y que valoraremos realmente después de la muerte, serán las buenas obras y lo que hayamos desarrollado a nivel intelectual y moral.
Para triunfar en la prueba de la riqueza es necesario saber liberarse de la esclavitud que causa el dinero, considerando que este es solamente un medio y nunca como un fin en sí mismo.
Una vez meditado y comprendido este asunto, tal vez debiéramos comenzar por querer liberarnos de las cosas materiales que tenemos y son superfluas, de modo gradual, como solo de modo gradual se puede conquistar la perfección, por lo que al mismo tiempo debiéramos autoexaminarnos con frecuencia para detectar nuestros defectos y fallos morales, y así poder ir gradualmente liberándonos de ellos; al tiempo podemos adoptar algún ideal para llevar a cabo o participar en una noble causa, en pro de los demás; siempre de modo altruista y desinteresado. Así nos libertaríamos de la esclavitud de lo superfluo y de la vida frenética que suelen llevar las personas que viven con esta prueba.
La felicidad no reside en la riqueza, aunque a veces aparente lo contrario, ni en los medios materiales y físicos, que pueden aparentar que otorgan felicidad, pero una felicidad falsa porque resulta hueca y efímera . La felicidad verdadera cada uno puede hallarla, experimentarla y gozarla según la cantidad de Amor que damos y recibimos, porque para ser realmente felices solamente lo podemos ser en la medida en que sepamos hacer felices a los demás.
Los ricos suelen tener mucho apego a sus bienes materiales, y de este apego nacen las envidias , los celos y la prepotencia del orgullo que roban la paz y la tranquilidad a quien los padece.
La riqueza en sí misma , como se dijo al principio, no es ni mala ni buena; eso depende del uso y empleo que se le otorgue y precisamente ahí está el peligro, en que la riqueza puede motivar fácilmente el orgullo , el egoísmo y la dureza de corazón. El mayor peligro que ofrece esta situación humana es que la persona rica, por el hecho de serlo, se convierta en un Ser egoísta y orgulloso.
El rico que vive solo, puede ser un egoísta, pensando solamente en sí mismo y en sus riquezas. En realidad, muchas veces bajo la apariencia de riqueza y poder humano, se suele ocultar un Ser moralmente muy pobre, porque vive internamente aislado como un enfermo psíquico o un psicópata inconsciente de su propia condición, por lo que en el fondo, difícilmente estas personas son felices en lo mas profundo de su alma, debido a su estado de egoísmo que los mantiene en continua des armonía, siendo esta situación fruto de una gran pobreza psíquica y moral.
Una cosa es ser dueño de bienes materiales sin permitir que su posesión suponga una exacerbación del egoismo , la vanidad y el orgullo, y otra bien distinta es ser esclavo de los mismos, por eso el rico en el mas amplio sentido de la palabra , debiera estar por encima de su fortuna y bienes materiales, siendo generoso y altruista con los demás, sin posturas absurdas de orgullo y sin faltar a la dignidad de cualquier semejante menos favorecido por la fortuna. Si la persona rica sabe invertir su fortuna para hacer bien a otros menos favorecidos, creando puestos de trabajo para que otros puedan ganarse el pan de cada día y vivir dignamente, o bien poner su fortuna al servicio de entidades benéficas para auxiliar a los que nada tienen, entonces sí que se puede decir que esa riqueza en sus manos ha sido una bendición de Dios para él y para los demás, por lo que la prueba de la riqueza aunque difícil, para él supondrá un gran paso en su evolución espiritual, pues de sus bienes materiales nada se llevará al más allá, pero las acciones de bien que haya hecho con ellos en su vida y las bendiciones de aquellos que favoreció, serán entonces su mayor riqueza con la que contará después de esta vida y que nadie le arrebatará.
No olvidemos que como espíritus que somos todos, no somos dueños de nada material; si acaso solamente meros administradores de lo que Dios confió a nuestras manos, y de cuyo uso tendremos que responder después de esta vida.

- Jose Luis Martín-

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Los hombres que no saben, trabajan por conquistar riquezas y poder, pero estos duran a lo sumo una sola vida, y por tanto son irreales .Hay bienes mas grandes que esos, que son mas grandes y perdurables; y una vez descubiertos, se extingue para siempre el deseo por los otros”
-Krishnamurti-

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¿Como lidiar nuestros Problemas?

Cuando los problemas nos visitan tenemos que seguir caminando con paciencia, enfrentándolos, pues nunca tenemos que ver los problemas como cosas muy graves, pues en verdad son lecciones, aprendizajes, y que cuando pasamos esos problemas somos un poco mas maduros.
En la vida siempre vamos a tener que lidiar con los problemas, entre tanto, cada uno de ellos nos hacen mas fuertes, y todos ellos son para nuestro bien, es cierto que algunos de esos problemas los provocamos por nuestra indisciplina, sin embargo, aun así, esos mismos problemas nos enseñaran a rectificar nuestros errores.
La vida es una bendita oportunidad para crecer, tenemos muchas existencias de experiencias y de pruebas, somos espíritus milenarios, y poco a poco llegaremos a ser espíritus puros, solo a través de nuestro esfuerzo lo lograremos antes o después pero nuestro destino es ser espíritus felices, es llegar a ser espíritus perfectos, aunque la perfección es un estado indefinido, pues siempre se aprende, siempre se crece.
Es por eso, que debemos estar en pensamiento con Dios, pues EL es todo amor, y nosotros somos parte de El, por lo tanto, debemos de comprender que solo el amor nos llevara hacia El, todo lo que no sea amor, nos alejara de El.
Aun estamos lejos de poder comprender el verdadero amor, solo el amor de madre es lo que mas se puede acercar a ese amor divino, el amor de una madre para con sus hijos, es el amor mas cercano, el dulce amor de Dios.
Es tan bello cuando nos acercamos a Dios, nuestro espíritu se ilumina de amor, se libera de las cadenas pesadas de la materia, pues hoy en día, el materialismo con sus fascinaciones hace que el espíritu le cueste romper esas cadenas, que se agarran fuertemente a la propia conciencia humana. Debemos intentar desembarazarnos de ese tirano metal que nos ancla a este mundo, por eso, el día a día, la oración, confiar en Dios, tener las enseñanzas del Divino Maestro siempre presente, hacer lo posible para esforzarnos a ver el amor de Dios a nuestro alrededor, haremos que las cadenas de nuestra propia conciencia se vayan rompiendo, se vayan debilitando y así ver que todos somos hermanos en Dios, y que todos algún día veremos y sentiremos la grandeza del Creador.
Jesús, el Divino Maestro, nos enseño sublimes enseñanzas, donde podemos observar, donde podemos percibir, como es Dios, como es todo amor, y que siempre nos da oportunidades para redimirnos, para crecer, siempre un espíritu por muy malvado que sea, en su interior también tiene la esencia de Dios, la semilla que mas tarde o mas temprano germinara, cuando comience a regarla con amor y con ganas de trabajar en el bien.
Tenemos valiosas enseñanzas, tenemos valiosas razones para cambiar hoy, mudar nuestra conducta, es normal que nos cueste ser mejores, pero un pequeño paso, un paso insignificante, ya es un gran salto para nuestro mejoramiento, nunca nos lamentemos de que no podemos avanzar, que no podemos cambiar, siempre podemos cambiar, siempre podemos mudar de conducta, siempre, solo que necesitamos tiempo, y debemos de esforzarnos una y otra vez, pero sin la menor duda, todos podemos vencer nuestras malas inclinaciones, todos podemos crecer hacia el bien.
Estemos siempre dispuestos a mejorar, estemos siempre dispuestos a cambiar y sin duda lo vamos a conseguir, de eso hay plena certeza, oremos al Padre cada día, cada momento, y notaremos que cada día somos mejores moralmente y seremos mas buenos. 
El esfuerzo es lo que vale, es lo que cuenta, es lo que nos hace crecer, el esfuerzo, pues el verdadero espirita, se reconoce por su esfuerzo en mejorar, por esforzarse en tener las enseñanzas de Jesús en el corazón, el evangelio en nuestra alma.


Espíritu Rafael - Mensaje de Mari Camen-España

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