martes, 2 de abril de 2013

La Reencarnación:Instrumento de la Justicia Divina(2ª)



........CONTINUACIÓN  DEL ANTERIOR



        Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.

El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual que da la forma a los elementos celulares; está fuertemente radicado en la sangre. En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus nuevas experiencias y solamente a los siete años de vida común, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico de equilibrio al cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos fija las actividades en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.

Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atiende a las tareas que le competen en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne, para la producción de valores divinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo la maquina orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.

Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas marinas respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar, constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en el hombre encarnado, se encuentra el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.

Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sagrada cuyos valores precisamos preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas. Si nos ofrecen el cuerpo de servicio para nuevas experiencias de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la luz de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son, compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento y auxilio efectivo. Sin ese entendimiento de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales.

En general, la reencarnación sistemática es siempre un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes.

Pormenores anatómicos imperfectos, circunstancias adversas, ambientes hostiles, constituyen, en la mayoría de las veces, las mejores oportunidades de aprendizaje y redención, para aquellos que renacen. Por eso el mapa de pruebas útiles, es organizado con antelación, tal como sucede en el cuaderno del alumno en las escuelas comunes. Es como la vuelta de nuevo a la escuela con el propósito de adquirir nuevos valores. Para realizarlo, el espíritu reencarnado a de someterse a las reglas del establecimiento educacional, renunciando, en cierto modo, a la gran libertad que se dispone en el plano espiritual.

La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertos condiciones educativas, más semejante imperativo no suprime en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas. Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.

El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las santas oportunidades que le son conferidas.

Todo plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental el bien y la ascensión; y toda alma que reencarna en el círculo planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.

La reencarnación significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más perfectos de las esferas sublimadas, proceden inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento embrionario, el futuro cuerpo del hombre no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al regresar a la esfera densa , es indispensable recapitular todas las experiencias vividas en el largo drama de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por breves días u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.

Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta no pasa de la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la perdida de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje de los claros espacios para la región oscura, la descendida para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el ser va a quedar sujeto a necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, QUE al entrar en este mundo tenebroso, es fácil de concebirse.

La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespíritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progresivamente más pesado, hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye un involucro carnal, un cuerpo humano.

El periespíritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma sobre la materia. De hay emanan las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino imperfecta grosera copia del periespíritu.

Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, eL Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo invaden poco a poco. Sus facultades se van velando unas después de otra la mayoría desaparecen, la conciencia queda adormecida, y el Espíritu como que es sepultado en opresiva crisálida.
Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene que preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos es que recupera el uso de sus facultades, sin embargo limitadas aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.

Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está para los encarnados: es un proceso ineludible, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.
La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.
De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse.

La mayoría de los que retornan a la existencia corporal en la esfera del globo, son magnetizados por los benefactores espirituales, que organizan para ellos nuevas tareas redentoras.

Muchos encarnan en estado de inconsciencia.

Los procesos de la reencarnación son operaciones graduales:

Se inician con la concepción y se completan con el nacimiento.”

La unión del alma con el cuerpo se efectúa por medio del periespíritu (envoltorio fluídico) que servirá para conexionar el espíritu y la materia.

Mediante un mecanismo complejo el periespíritu es reducido, condensado y se asimila a las moléculas materiales del cuerpo en formación, ajustándose progresivamente a su desarrollo.

Al nacer las reminiscencias del pasado pueden manifestarse con tendencias instintivas, simpatías inexplicables y súbitas, bajo la forma de recuerdos e impresiones.

Incontables personas se han sorprendido frente a los recuerdos de las vidas pasadas, en los que se sumergían inconscientemente, sufriendo en las evocaciones los estados característicos de los personajes que antes animaron.

Es así, que muchos han sido víctimas de variados órdenes, perturbándose, sin conseguir establecer los límites entre los hechos de una y otra existencia: la del pasado que retorna vigorosa y la del presente, que se va sometiendo al impositivo de la otra.
La lucha por la sobrevivencia, el periodo de la infancia, el olvido del pasado son condiciones exclusivas de la vida en la Tierra y esenciales para la adquisición de ciertos valores.
Allan Kardec dice: el hombre se constituye de una realidad triple: espíritu, periespíritu y materia. El espíritu es eterno; el periespíritu es una formación “espirito-material”, “semi-espiritual”, “semi-material”; ese periespíritu esta encargado de modelar la forma, ese periespíritu es la forma, es el centro de la entelequia como enseña Aristóteles.
Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericordia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.
La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia resulta de nuestra actitud de comportamiento. Dios no nos hizo a unos dichosos, a otros desdichados; no, nos ha creado simples e ignorantes, para que consiguiéramos nuestras experiencias, adquiriéramos nuestras capacidades evolutivas, y la ciencia moderna lo puede probar. Esta es una información que tiene 120 años.
Y ahora la cámara Kirlian, viene a probar que la materia es un conjunto de energía; pero esa energía no es material, es la energía que hace la materia y cuando la materia se disgrega la energía desaparece. Es decir que tenemos un espíritu; que ese espíritu no es esclavo de la carne., la carne si es esclava del espíritu; que nosotros estamos construyendo lo que es necesario para nuestra evolución.
La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XX, es el mas notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.
El Espiritismo nos saca el miedo, porque somos lo que somos y no lo que aparentamos. Sin embargo, hay mucha gente que finge una cosa que no es; cuando se pone un traje de 200 dólares, muy caro, la persona cambia de personalidad, el se engaña a si mismo, porque intrínsicamente es el mismo.
El Espiritismo nos viene a decir que nosotros tenemos una programación interior para libertarnos del miedo. Con el conocimiento espirita aprendemos primero a conocernos: porque es muy común entre las criaturas humanas decir: yo miro a una persona, y la conozco, la percibo todos los errores y defectos; porque nosotros transferimos de nuestro YO las imperfecciones hacia los demás. El Espiritismo nos enseña a conocernos, ¿quien soy?, ¿porque esto en la Tierra?, ¿para que?, ¿Qué hacer para ser feliz? Y si ustedes desearen respuestas para estas preguntas, léanlas en “El Libro de los Espíritus”, el más completo tratado de dialéctica espiritualista, publicado por Allan Kardec. “El Libro de los Espíritus” explica todo el origen del hombre, hasta las leyes morales, la Justicia Divina; 
Después, el Espiritismo mata el temor a la muerte, porque todos nosotros tenemos un poco de recelo de la muerte, cuando somos jóvenes nos hacemos materialistas, es porque tenemos la idea de que vamos a vivir mucho; pero cuando llega la edad nos declinan las fuerzas; cuando llega la enfermedad, la muerte es una constante amargura, y gustaría que la vida continuara.
El espiritismo nos enseña a matar la muerte, porque la muerte es solamente un cambio de posición. La vida continua, y la prueba se tienen cuando vuelven los llamados “muertos”. El Espiritismo nos da una actitud optimista; si hoy es noche, voy a trabajar para mi gran día; si hoy es un día bello, voy a continuar trabajando para un día eterno. El Espiritismo nos hace comprender que el infortunio resulta de nuestras actitudes; entonces voy a cambiar de actitudes para el bien y seré feliz. Y por fin, el Espiritismo es el Consolador, como prometió Jesús: “Yo os mandare El Consolador, el Espíritu de Verdad, que enseñara todas las cosas que yo dije, repitiendo, y que dirá cosas nuevas. Cuando El Consolador vuelva ya no tendréis mas sufrimientos”. El Consolador son las voces, la añoranza que sentimos de nuestros seres queridos que partieron de la Tierra, no tiene justificación porque ellos salieron del cuerpo, pero no desaparecieron de la vida. La madre que ama continua junto al hijo querido; la viuda sentirá en esos momentos de reflexión, de meditación, la presencia del ser amado; el niño huérfano escuchara la voz de la madre; la madre llena de desesperación sentirá la presencia del hijo.
Esta es la prueba fundamental de la vida; tener la certeza de que la vida continua, es tener la certidumbre de que vivir es amar, vivir es evolucionar; y delante del mundo lleno de dolores y que todos nosotros hacemos un rol de reclamaciones, de desesperaciones, el Espiritismo nos enseña a valorar la vida; nos dice que el cuerpo es una bendición, mismo un cuerpo marcado, amputado, desesperado, señalado por los dolores, es una bendición de Dios; porque el vaso no es importante, mas importante es el contenido; y el contenido es el alma. Por lo tanto, el mensaje del Espiritismo es optimista; es un mensaje científico, basado en la supervivencia del alma, en la reencarnación, es una acritud cristiana de la caridad trascendental, no de la limosna; de la caridad espiritual, de la caridad del amor, de la caridad de la solidaridad humana, de una caridad que da dignidad al hombre, para que el pueda decir un día: “¡Dios mío, cuantas venturas siente mi alma, porque creo, porque se, porque siento!”
El hombre mundano llora y se lamenta a la vera del túmulo, esa puerta abierta sobre el infinito. Si estuviese familiarizado con las leyes divinas, seria al nacer cuando debería gemir. ¿El llanto del recién nacido no será un lamento del espíritu, ante las tristes perspectivas de la vida?
Las leyes inflexibles de la Naturaleza, o, antes, los efectos resultantes del pasado, deciden por la reencarnación. El Espíritu inferior, ignorante de esas leyes, poco cuidadoso de su futuro, sufre maquinalmente su suerte y viene a tomar su lugar en la tierra bajo el impulso de una fuerza que ni el mismo procura conocer. El Espíritu adelantado se inspira en los ejemplos que lo rodean en la vida fluidica, recoge los avisos de sus guías espirituales, pesa las condiciones buenas o malas de su reaparición en este mundo, prevé los obstáculos , las dificultades de la jornada, traza su programa y toma fuertes resoluciones con el propósito de ejecutarlas, solo vuelve a la carne cuando está seguro del apoyo de los invisibles, que lo deben auxiliar en su nueva tarea. En este caso, el Espíritu no sufre más exclusivamente el peso de la fatalidad. Su elección puede ejercerse en ciertos límites, de manera a acelerar su marcha.
Por eso, el espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella, su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas y los crímenes del pasado. De hay las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, el idiotismo, la perdida de la razón.
El abuso de las altas facultades, el orgullo y el egoísmo se expían por el renacimiento en organismos incompletos, en cuerpos disformes y sufridores. El espíritu acepta esa inmolación pasajera, porque, sus ojos, ella es el precio de la rehabilitación, el único medio de adquirir la modestia, la humildad. Concuerda en privarse momentáneamente de los talentos, de los conocimientos que aran su gloria, y desciende a un cuerpo impotente, dotados e órganos defectuosos, para tornarse un objeto de compasión y de zumbaría. Respetemos a los idiotas, a los enfermos, a los locos. ¡Que el dolor sea sagrado para nosotros!
En esos sepulcros de carne un Espíritu vela, sufre, y, en su tesitura intima, tiene conciencia de su miseria, de su degradación. Tememos por nuestros excesos, merecerles la suerte. Más, esos dones de la inteligencias, que el abandona para humillarse, el alma lo hallará después de la muerte, porque son propiedad suya, y jamás perderá lo que adquirió por sus esfuerzos. Los reencontrará y, con ellos, las cualidades, las virtudes nuevas cogidas en el sacrificio, y que aran su corona de luz en el seno de los espacios.
Así, todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluidica, más las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, quedemos ciertos de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos de que fueron la causa. Resígnate, pues, hombre, y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen manchas y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado rompedor, pero del que brotará el trigo dorado que hará tu felicidad.
Evita los desfallecimientos, porque te reconducirán al yugo de la materia, haciéndote contraer nuevas deudas que pesaran en tus vidas futuras. Seamos buenos, seamos virtuosos, con el fin de no dejarnos atrapar por el temible engranaje que se llama consecuencia de los actos. Huye de los placeres exorbitantes, de las discordias y de las vanas agitaciones de la multitud. No es en las discusiones estériles, en las rivalidades, en la codicia de las honras y bienes de fortuna que encontrarás la sabiduría, en contentamiento contigo mismo; y si, en el trabajo, en la practica de la claridad, en la meditación, en el estudio concentrado de cara a la Naturaleza, ese libro admirable que tiene la asignaturas de Dios. (León Denis - Después de la Muerte).
(Trabajo de Merchita)
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“ ¡ Si pudieseis, mis queridos amigos, tener por única ocupación el hacer felices a los demás!"

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"Es Caridad la que debéis procurar para la paz del corazón y el contentamiento del alma, como remedio para las aflicciones de la vida. ¡ Oh!, cuando esteis a punto de acusar a Dios, lanzad una mirada por debajo de vosotros; ver cuantas miserias a aliviar, que de pobres niños sin familia, cuantos viejos sin una mano amiga que les ampare y les cierre los ojos cuando la muerte los reclame!.
¡ Cuanto bien por hacer !
El Evangelio Según el Espiritismo, Cap.13, item 11 –  Adolfo, Obispo de Argel – Burdeos, 1861)



NOTA IMPORTANTE: Los lunes,miércoles y jueves a las 22,30 horas, pueden participar en el chat de la Federación Espírita Española.
Los viernes a las 23,00 horas se os invita a asistir a una conferencia en la misma sala.
  Los domingos a las 21,00 horas  tenemos  la clase de Estudio del Espiritismo por el "Grupo espírita Sin Fronteras".dirigido por Carlos Campetti-

    Y además recomiendo los Blogs: El espirita albaceteño.-  elespiritadealbacete.blogspot.com.es                                                
                                                          Albacete espírita:          espiritismoalbacete.blogspot.com.es
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