Son de conocimiento general los beneficios que la educación puede traer a los indivíduos y para la sociedad.
No se cansan los datos estadísticos de probarnos que la escolaridad de un pueblo está vinculada a su salud, a su expectativa de vida y a su bienestar.
Todos los estudios en el área comprueban que a cada año de estudio, de instrucción al que un indivíduo se somete, corresponde a una proporción en sus ganancias salariales médias.
Personas más instruidas, con más estudios, tienen condiciones de mejores opciones para hacer más claramente sus elecciones y tomar efectivamente elo lema de su vida.
No es por otro motivo que hay un fenómeno mundial donde cada vez más las personas se escolarizan. En cada década es mayor el número de personas que elige la instrucción como prioridad en su planteamiento de vida.
Se busca con entusiasmo el enriquecimiento de la mente, la investigación cultural, haciéndose con que las capacidades intelectuales sean incentivadas hasta la extenuación.
Padres matriculan a sus hijos en escuelas de idiomas, en clases de refuerzo escolar. Jóvenes recién salidos de la facultad que buscan la pos graduación, cursos de perfeccionamiento, de complementación de la formación.
No obstante esa preocupación con el intelecto, justa y adecuada, pocos son quienes buscan otra educación.
Todavía, educar la mente e intelectualizarla, era progreso y conquista valiosa el educar el corazón y una tarea desde siempre deseada.
Sabemos muy bien como buscar la mejor escuela, cómo trazar el mejor plan de carrera, como invertir en la formación intelectual.
Y nos olvidamos de cómo hacer que el corazón aprenda valores nobles, como hacer que el alma se ejercite en las virtudes del bien y de lo bello.
Somos incentivados para ser más inteligentes. Pocas veces nos preocupamos en ser más bondadosos.
Buscamos ser tecnicamente los más preparados en nuestra profesión. Pero no nos preocupamos en ser moralmente lo más íntegros de nuestra sociedad.
* * *
Vivimos en función de la instrucción del intelecto y olvidamos educar los sentimientos.
Como consecuencia somos una sociedad altamente tecnológica y progresista,pero moralmente comprometida y abandonada.
Si hoy, los políticos se permiten la corrupción y el desvío de su compromiso público, es por la falta de valores morales consistentes.
Si tantos se muestran intolerantes con su prójimo, llegando a los límites de la violencia física y verbal, es porque les falta la educación del alma.
En esos días de intensa conquista intelectual, es urgente que iniciemos con el mismo empeño el proceso de educar nuestra alma.
Analizar los valores que hoy tenemos, para sustituirlos por otros mejores y más saludables.
Nuestra sociedad será más justa, pacífica y noble, cuando cada uno de nosotros inicie el progreso individual y urgente de educar el alma, con la misma energía que hasta hoy tenemos empeñada en la educación de nuestro intelecto.
Redacción de Momento Espírita.
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“La duración del sufrimiento se basa en el tiempo necesario para que se mejore.”
- Allan Kardec-
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