viernes, 15 de julio de 2011

El dinero


Porque el amor al dinero es la raiz de toda especie de males; y en esa codicia, algunos se desviaron de la fe y se traspasaron a si mismos con muchos dolores”
Pablo ( Timotéo, 6:10)

Pablo no nos dice que el dinero en si mismo sea flagelo de la Humanidad.
Varias veces vemos al Maestro en contacto con el asunto, contribuyendo para que nuestra comprensión se dilate. Recibiendo ciertas sugerencias del pueblo que le presenta determinada moneda de la época, con la esfinge del emperador romano, recomienda que el hombre dé al Cesar lo que es del Cesar, ejemplificando el respeto a las construcciones constructivas convencionales. En una de sus mas lindas parábolas emplea el símbolo de una dracma perdida. En los movimientos del templo aprecia el óbolo pequeñito de la viuda.
El dinero no significa un mal. Mientras tanto el apóstol de los gentiles nos esclarece que el amor al dinero es la raíz de toda especie de males. El hombre no puede ser condenado por sus expresiones financieras, mas sí por el mal uso de semejantes recursos materiales, por cuanto es por la obsesión de la posesión que el orgullo y la ociosidad, dos fantasmas del infortunio humano, se instalan en las almas obligándolas a los desvíos de la luz eterna.
El dinero que viene a las manos por los caminos rectos, que solo tu conciencia puede analizar a la claridad divina, es un amigo que busca tu orientación saludable y el consejo humanitario. Responderás a Dios por las directrices que le dieres y ¡ ay de ti si materializas esa fuerza benéfica en el sombrío edificio de la iniquidad¡.

Este capítulo nos esclarece sobre la importancia del dinero y de los bienes materiales. Ellos son un instrumento que en si mismo no es ni bueno ni malo: depende del apego que se le otorga y de la clase de uso que se le dé.
Jesús dijo que era mas difícil que un rico entrase en el Reino de los Cielos, que el que un camello entrase por el ojo de una aguja, pues El conocía muy bien el atraso moral humano que facilitaba el apego a las posesiones materiales, con lo que conlleva de avaricia, orgullo y egoísmo.
El dinero lícitamente conseguido viene a ser un préstamo que Dios nos hace para que lo administremos bien, y por ello también es una grave responsabilidad y una difícil prueba por la que todos antes o después pasaremos o hemos pasado ya. Por este motivo, los espíritus atrasancuanto pueden esta clase de prueba cual es una vida de riquezas, pues ellos intuyen lo que les supone esta clase de vida humanamente deseable, pero que espiritualmente les puede suponer un fracaso debido a que conocen sus defectos morales pendientes de superar aún, cual es la pereza, el orgullo, la vanidad y el mal empleo egoísta de unos bienes cuya administración les corresponde en la vida, pero que saben que no son de ellos porque al final aquí se los tendrán que dejar algún día y solo se llevarán las consecuencias de su administración y empleo bueno o malo. Otro peligro que encierra la prueba de la riqueza es cuando cegados precisamente por el egoísmo, el ser humano aspira a ella para llevar una vida de lujos y desenfrenos , ignorando mientras tanto el sufrimiento de los pobres, así como el entrar en el estado del “dolce far niente” u holgazanería, huyendo del trabajo, cuando el trabajo es una ley natural y no un castigo como ciertas religiones interpretan; el trabajo conlleva movimiento y acción, física o mental, o sea la vida y el progreso, mientras la inactividad voluntaria es precisamente lo antinatural, la muerte espiritual, mental y hasta física del ser humano.
Tanto con lo mucho como con lo poco, cuando el dinero se emplea en el socorro y bienestar de los demás, el mérito no está en la cantidad invertida sino en el esfuerzo que supone a veces dar no de lo que sobre sino de lo que hace falta para uno mismo. Acordémonos de la parábola del óbolo de la viuda.
Ahora sabemos claro cual es el camino: la generosidad, el desinterés y la caridad. Pero hemos de analizarnos cada uno internamente y comprobar el grado de apego, de orgullo o la avaricia que aún tenemos por los bienes materiales, así como el grado de amor y caridad de que seríamos capaces de tener realmente si nos viésemos con los bolsillos repletos debido al trabajo, a una herencia , a un “golpe de fortuna”, o si hubiésemos nacido enuna cuna más rica.
Después de esta vida sabemos que nada material nos vamos a llevar con nosotros, tan solo el recuerdo de lo bueno o malo que hayamos hecho y la satisfacción por la misión bien cumplida o la tristeza y el arrepentimiento por el mal empleo de la vida terrenal. Tampoco nos podemos excusar con que solo podemos socorrer a nuestros hijos en lo material, pues a ellos les debemos ayudar en todo sentido como nuestro prójimo más cercano que son, que por algo y no por casualidad han venido a esta vida como nuestros hijos, pero sin olvidarnos de que los demás seres humanos que hay en el mundo también son espíritus hermanos, hijos del mismo Padre y que muchos de ellos están sufriendo la dura prueba humana de la pobreza. No nos podríamos quedar cruzados de brazos o indiferentes ante el sufrimiento de un ser querido hermano nuestro, pues bien, si sabemos que al final todos los espíritus somos seres queridos por el Padre y que estamos llamados a ser algún día UNO en el Amor con El , quien tenga ahora recursos económicos para socorrer al que sufre por la carencia de lo material más básico, que empiece ya a actuar por eso en consecuencia.
Sabemos que es difícil para todos la prueba de la riqueza , aunque humanamente sea deseable, ( miremos hacia nuestro interior en un alarde de sinceridad con nosotros mismos) . Así mismo , comprendemos también que puede ser muy dura tanto humanamente como espiritualmente la prueba de una vida de miseria. En cualquier caso no nos cabe sino orar mucho por los unos y por los otros, recordando que Dios no nos pone pruebas más difíciles o duras de lo que somos capaces de soportar y de superar y precisamente solo aquellas que necesitamos para nuestra evolución y mejora.

José Luis Martín


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