miércoles, 9 de octubre de 2024

Litigios

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-Allan Kardec: La dimensión moral de un hombre

2.- De la oración por los muertos y por los Espíritus que sufren

3.- Cuando me amé de verdad

4.- Litigios

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   ALLAN KARDEC: LA DIMENSIÓN MORAL DE UN HOMBRE

                                     

Hipólito León Denizard Rivail, mejor conocido como Allan Kardec, nació en Lión, Francia el 03 de Octubre de 1804. Tanto su padre Jean Baptiste Rivail, abogado y juez de la comunidad, como su madre Jeanne Lousie Duhamel provenían de distinguidas familias francesas, por lo que la vida del joven va a desarrollarse en un ambiente pudiente y confortable, que no fue obstáculo para desarrollar la importante labor de dar a conocer de manera organizada la doctrina Espírita.

Su niñez transcurre con normalidad. Realiza sus primeros años de instrucción académica en su ciudad natal. Cuando tenía 10 años fue enviado a estudiar a Suiza en el prestigioso Colegio de Iverdon, bajo la supervisión de Juan Enrique Pestalozzi, considerado el pedagogo más famoso de la época, fama que lo obligaba en muchas ocasiones a ausentarse dejando a cargo de la clase al mejor de sus discípulos, el joven Rivail, a quién nombró oficialmente como “submaestre” antes de haber alcanzado los 15 años de edad.

En el año 1819, Rivail regresa a Francia para continuar sus estudios, llevaba como equipaje un amplio bagaje intelectual que le servirá de norte para consagrarse de manera definitiva a la pedagogía, a la cual va a dedicar la mayor parte de su vida. Su enfoque tanto en el tema educativo como religioso está determinado por las enseñanzas de Pestalozzi y por el pensamiento de Jean Jaques Rousseau.

Esta influencia intelectual la aplicará tanto a la educación como a la religión. A la educación: la importancia de la convivencia de los distintos sectores, el racionalismo y la compresión intelectual como método; a la religión: una actitud tolerante, profundamente creyente pero ajena a todo dogmatismo.

Con el propósito de difundir la educación, según lo aprendido en Iverdon, funda en principio una Escuela de Primer Grado y después, en 1826, el Instituto Rivail, que va a contar con la asistencia académica de la señorita Amelia Gabriela Boudet, quien con el correr del tiempo se convertiría en su esposa y en un apoyo fundamental para desarrollar su misión.

Para esta época, el inquieto joven ya conocía del magnetismo animal que algunos hombres de ciencia venían experimentando en Francia, y ya había publicado el Curso Práctico y Teórico de Aritmética según el Método de Pestalozzi. En el año 1828, preocupado por reformar la educación, escribe el Plan Propuesto para el Mejoramiento de la Educación Pública. En el mismo señala el atraso que presentaba la educación de su época y la necesidad de darle un giro al sistema educativo. Estaba formulando la teoría que sentaría las bases de lo que posteriormente se conocería como Pedagogía.

Corría el año 1834 cuando publicó libros pedagógicos, entre los que destacan: Curso de Cálculo Mental, Manual de los Exámenes para los Certificados de Capacidad, Catecismo Gramatical de la Lengua Francesa, etc. Para entonces, el reconocido profesor Rivail ya pertenecía a diferentes academias, sociedades e instituciones públicas de Francia. En 1850 la Ley Falloux significó un evidente atraso en la educación, ya que la misma favorecía a las escuelas de enseñanza católica. A partir de ese momento la intervención del clero se fue apropiando de los espacios educativos, el Estado dejó de ser laico y la enseñanza religiosa pasó a ser obligatoria.

Para pensadores liberales como Rivail esta situación resultaba inaceptable, por lo que coincidiendo además con una enfermedad de la vista que ameritaba reposo decide ausentarse de las actividades educativas.

Para este momento, en que Rivail se retira de las actividades académicas, se venían sucediendo algunos fenómenos interesantes, como los ruidos en casa de las hermanas Fox, a través de los cuales se daba respuesta a ciertas interrogantes.

Estos hechos causarían gran furor tanto en Europa como en América. A partir de estos fenómenos se creó una especie de alfabeto que permitió invitar a las entidades espirituales a mantener conversaciones; esto trajo como lógica consecuencia nuevos planteamientos con respecto a la muerte, la inmortalidad del alma y a mantener constantes comunicaciones con los espíritus.

En el año 1955, Rivail es invitado a participar en algunas reuniones donde tiene la oportunidad de presenciar el fenómeno de las mesas giratorias, así como algunos ensayos de escritura mediumnímica. La continuidad de las comunicaciones y las respuestas dadas a los temas propuestos lo convencen de la existencia de una manifestación inteligente que no provenía de las mesas ni de los participantes, ya que de acuerdo a las preguntas formuladas las respuestas sobrepasaban el nivel intelectual de los instrumentos o médium que facilitaban la comunicación.

Dándose cuenta de la trascendencia del nuevo descubrimiento y de la repercusión del mismo en las creencias existentes, acomete la investigación de los nuevos fenómenos con la rigurosa seriedad que lo caracterizaba. Aplicando el método de la lógica y la experimentación, se da a la tarea de preguntar a los espíritus sobre temas y principios filosóficos, psicológicos, de la naturaleza humana y del mundo. Coleccionó y contrastó las respuestas obtenidas y comenzó a sacar conclusiones que servirían de base filosófica para dar coherencia a la doctrina espírita, a la cual, según le fue revelado, tenía la misión de dar a conocer a la humanidad.

En enero de 1858 comienza a circular bajo su dirección “La Revista Espiritista”. En abril del mismo año funda la primera institución espiritista del mundo con el nombre de “Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas”. Para entonces, por recomendación de los espíritus, ya utilizaba el seudónimo de Allan Kardec, que fuera su nombre en una vida anterior como sacerdote druida en las Galias.

La publicación de su magna obra: El Libro de los Espíritus, marca el inicio de una serie de obras de vital importancia para la comprensión de la doctrina espírita: Instrucción Práctica sobre las Manifestaciones Espiritistas, ¿Qué es el Espiritismo? El Libro de los Mediums, El Espiritismo en su más simple expresión, El Evangelio según el Espiritismo, El Cielo y el Infierno y La Génesis. El 09 de octubre de 1861, producto de la intolerancia religiosa, se llevó a cabo un auto de fe en España quemando las obras de este genial hombre en una plaza de Barcelona. Este hecho contribuyó a propagar con más fuerza las ideas espiritistas.

El 31 de Marzo de 1869, Allan Kardec deja su envoltura material.

Al año siguiente se inaugura un dolmen como monumento funerario en honor al insigne maestro lyonés, en el que se pueden leer: Allan Kardec, Fundador de la Filosofía Espírita “Nacer, morir y renacer una vez más y progresar siempre. Tal es la ley”.

La doctrina espiritista trascendió las fronteras de Francia de la mano de un hombre que cumplió con el histórico compromiso espiritual que le fuera asignado. La obra de Kardec es imperecedera por la claridad y lógica de sus postulados. La fuerza de la verdad que la caracteriza ha permitido que el Espiritismo se consolide como una filosofía y doctrina de vida.
Extractado de: Allan Kardec “La Dimensión Moral de un Hombre” de Daniel Guerra Iñiguez.

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DE LA ORACIÓN POR LOS MUERTOS Y POR LOS ESPÍRITUS QUE SUFREN



La oración es solicitada por los espíritus que sufren; les es útil, porque viendo que uno se acuerda de ellos, se sienten menos abandonados y son menos desgraciados. Pero la oración tiene sobre ellos una acción más directa; aumenta su ánimo, les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la reparación y puede desviarles del pensamiento del mal; en este sentido es como puede aligerarse y aun abreviarse sus sufrimientos. (Véase Cielo e Infierno, 2da. parte: Ejemplos).

19. Ciertas personas no admiten la oración por los muertos, porque en su creencia sólo hay para el alma dos alternativas: ser salvada o condenada a las penas eternas, y en uno y otro caso la oración sería inútil. Sin discutir el valor de esta creencia, admitamos por un instante la realidad de las penas eternas e irremisibles, y que nuestras oraciones sean impotentes para ponerlas un término. Nosotros preguntamos si, en esta hipótesis, es lógico, caritativo y  cristiano desechar la oración por los réprobos. Estas oraciones, por impotentes que sean para salvarle, ¿no son para ellos una señal de piedad que puede aliviar sus sufrimientos?; en la Tierra, cuando un hombre está condenado para siempre, aun cuando no tenga ninguna esperanza de obtener gracia, ¿se prohíbe a una persona caritativa que vaya a sostener sus cadenas para aligerarle de su peso? Cuando alguno es atacado por un mal incurable, porque no ofrece ninguna esperanza de curación, ¿ha de abandonársele sin ningún consuelo? 

Pensad que entre los réprobos puede encontrarse una persona a quien habéis amado, un amigo, quizá un padre, una madre o un hijo, y porque, según vosotros, no podrían esperar gracia, ¿rehusaríais darle un vaso de agua para calmar su sed, un bálsamo para curar sus llagas? ¿No haréis por él lo que haríais por un presidiario? No; esto no sería cristiano. Una creencia que seca el corazón no puede aliarse con la de un Dios que coloca la caridad en el primer lugar de los deberes el amor al prójimo.

La no eternidad de las penas no implica la negación de una penalidad temporal, porque Dios, en su justicia, no puede confundir el bien con el mal; así, pues, negar en este caso la eficacia de la oración, sería negar la eficacia del consuelo, de la reanimación y de los buenos consejos; seria negar la fuerza que logramos de la asistencia moral de los que nos quieren bien.

20. Otros se fundan en una razón más espaciosa, en la inmutabilidad de los decretos divinos, y dicen: Dios no puede cambiar sus decisiones por la demanda de sus criaturas pues sin esto nada habría estable en el mundo. El hombre, pues, nada tiene que pedir a Dios; sólo tiene que someterse y adorarle.

En esta idea hay una falsa aplicación de la inmutabilidad de la ley divina, o más bien ignorancia de la ley en lo que concierne a la penalidad futura. Esta ley la han revelado los espíritus del Señor, hoy que el hombre está en disposición de comprender lo que tocante a la fe es conforme o contrario a los atributos divinos.

Según el dogma de la eternidad absoluta de las penas, no se le toman en cuenta al culpable ni sus pesares, ni su arrepentimiento; para él todo deseo de mejorarse es superfluo, puesto que está condenado al mal perpetuamente. Si está condenado por un tiempo de-terminado, la pena cesará cuando el tiempo haya expirado; pero ¿ quien dice que, a ejemplo de muchos de los condenados de la tierra, a su salida de la cárcel no será tan malo como antes? En el primer caso, sería mantener en el dolor del castigo a un hombre que se volviera bueno; en el segundo, agraciar al que continuase culpable. La ley de Dios es más previsora que esto; siempre justa, equitativa y misericordiosa, no fija duración de la pena, cualquiera que sea; se resume de este modo:

21. "El hombre sufre siempre la consecuencia de sus faltas; no hay una sola infracción a la ley de Dios que no tenga su castigo.

"La severidad del castigo es proporcionada a la gravedad de la falta.
"La duración del castigo por cualquier falta que sea, es indeterminada; está subordinada al arrepentimiento del culpable y a su vuelta al bien"; la pena dura tanto como la obstinación en el mal; sería perpetua si la obstinación fuera perpetua; es de corta duración si el arrepentimiento es pronto.

"Desde el momento en que el culpable pide miserícordia, Dios lo oye y le envía la esperanza. Pero el simple remordimiento de haber hecho mal no basta; falta la reparación; por esto el culpable está sometido a nuevas pruebas, en las cuales puede, siempre por su voluntad, hacer el bien y reparar el mal que ha hecho.

"El hombre, de este modo, es constantemente árbitro de su propia suerte; puede abreviar su suplicio o prolongarlo indefinidamente; su felicidad o su desgracia dependen de su voluntad en hacer bien".

Tal es la ley; ley "inmutable" y conforme a la bondad y a la justicia de Dios.

El espíritu culpable y desgraciado puede, de este modo, salvarse a sí mismo; la ley de Dios le dice con qué condición puede hacerlo. Lo que más a menudo le falta es voluntad, fuerza y valor; si con nuestras oraciones le inspiramos, si le sostenemos y le animamos, y si con nuestros consejos le damos las luces que le faltan, "en lugar de solicitar a Dios que derogue su ley, venimos a ser los instrumentos para la ejecución de su ley de amor y de caridad", de la cual participamos nosotros mismos, dando una prueba de caridad.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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        CUANDO ME AMÉ DE VERDAD

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme.. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.
Charles Chaplin-

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                                                     LITIGIOS:


Por instinto, la criatura es agresiva, y cuando no logra exteriorizar esa violencia cae en mecanismos de fuga, de depresión, de amargura. Herencia de las etapas inferiores de la evolución, la agresividad debe ser canalizada para poder adquirir valores morales, intelectuales, artísticos, profesionales. La conquista de la razón proporciona la transmutación de la agresividad y permite que se establezca el predominio de la naturaleza espiritual, en detrimento de la animal, en el ser humano. Cuando el individuo no logra o no desea modificarse y alterar el comportamiento rumbo al equilibrio y el progreso, elige el litigio como forma de satisfacción personal, de exaltación al ego. Se torna sumamente agresivo, envidioso, celoso y trabaja en oposición al proceso natural de la evolución.

Hay momentos para las aclaraciones y las disensiones en niveles elevados de discordancia. No a cualquier hora, ni por cualquier motivo. ¡Ten cuidado contigo! deja que te invada y te envuelva la energía divina, a fin de que puedas superar la tentación de contender o debilitarte ante los perseguidores contumaces, los litigantes de la inutilidad. Herencia de la naturaleza animal que predomina en el ser humano, la tendencia a la discusión, a competir, a la desavenencia, se transforma poco a poco en agresiva y sórdida, con esa característica del primitivismo del cual no se liberó.

 Muchas veces, disentir es una actitud saludable cuando no se está de acuerdo por una u otra razón.

Entre tanto, transformar la discrepancia en un motivo de litigio es injustificable, sólo comprensible porque se trata de un remanente de la inferioridad moral de la personalidad del opositor. Con el fin de mantener su punto de vista, el litigante generalmente, urde mecanismos de violencia y recurre a la calumnia, a la infamia, a la agresión injustificable. Vestigio de las fases iniciales de la evolución en la lucha por la vida, el ser racional permanece, cuando se encuentra así, en actitud de autodefensa en razón de la inseguridad que posee, y se inclina por la agresividad, por el litigio perturbador en el cual el ego predomina y se satisface. A medida que el adversario ve el triunfo del otro, de aquel a quien combate, se torna más despiadado, y recurre a actitudes de desmoralización ante la imposibilidad de superarlo a través de los valores del espíritu.

Ayer se utilizaba la emboscada, el duelo o el combate físico para satisfacer las pasiones inferiores. Hoy, guardadas las proporciones, aún se valen de recursos equivalentes, en forma solapada, con el pretexto de defender nobles ideales, para librarse de los peligrosos enemigos que son aquellos a los cuales se combate. Los litigios son reminiscencias del pasado, señales para la identificación del atraso en que permanece un gran número de miembros de la sociedad humana. No te extrañe, en el ideal al que te entregas, la presencia del opositor, del desafío para litigar. Esos compañeros no están luchando por la Causa que dicen defender, sino que trabajan estimulados por la envidia, por la falta de respeto, por el amor propio herido. Al sentirse disminuidos, se exaltan, exhiben y esgrimen las armas de la arrogancia, de la crueldad, y anhelan el sufrimiento, la ruina, la caída del otro, aquel que ha sido elegido para que sea derrotado. De ninguna manera les des espacio en tus sentimientos.

Quien se dispone a una tarea ennoblecedora se equipa de coraje, para enfrentar las consecuencias de la decisión y de la acción. Por consiguiente, ignora a aquellos que pretenden crucificarte, aunque aparezcan enmascarados como benefactores, como defensores de la verdad -la verdad de ellos... Guarda silencio y prosigue. Rectifica lo que consideres equivocado, dudoso, incorrecto, y haz lo mejor que esté a tu alcance. 

Siempre habrá razones para los litigantes. Viven emocionalmente de las polémicas que sostienen. Se sienten afines, los unos con los otros, hasta el momento en que surge la desavenencia, puesto que no logran vivir sin imponerse, sin llamar la atención, sin el alimento de la presunción... La muerte que tomará tu cuerpo los buscará también a ellos, y pasarán, olvidados o recordados solamente por aquellos con los cuales mantuvieron afinidad. Más allá del velo de sombras del cuerpo, ellos cambiarán su forma de pensar, de entender, de comportarse, y se recuperarán.

Jesús no transitó por el mundo sin sufrir su presencia. A cada paso los enfrentaba o era desafiado por los litigantes. Allan Kardec también los encontró en aquellos que decían ser afiliados a la Doctrina de la que él era el Codificador. Todos los hombres y mujeres de Bien sufrieron su acción, su oposición. Sé tú aquel que no litiga, pero haz el bien; aquel que no contesta, pero permanece con firmeza en el ideal hasta el fin de la existencia física.

Despierte y Sea Feliz
Espíritu Juana de Angelis
Médium Divaldo Pereira Franco


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