INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Mundos Primitivos
2.- La beneficencia
3.- Nuestra lucha
4.- Las Memorias de Amalia
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En estos mundos, la vida transcurre por lo general en una lucha continua por la sobrevivencia entre los hombres que los habitan y los animales y el medio ambiente. Las personas que viven en estos mundos son por lo general hombres de las cavernas y los espíritus que se ven forzados a encarnar allí son espíritus que prácticamente comienzan su ciclo evolutivo en la materia. Cada espíritu, según su grado de adelanto espiritual, está obligado a tomar cuerpo para progresar en un mundo más o menos perfeccionado. Esto, además de ser lógico, es también necesario, pues es precisamente el trabajo y la lucha por la sobrevivencia y por crearse una existencia más cómoda en el ambiente en que se vive, el medio del que se vale nuestro espíritu para desenvolver esos atributos que trae latentes en sí mismo, como sabiduría, voluntad, etc.
Sebastián de Arauco.
La beneficencia
No hay mayor alegría para el espíritu evolucionado que la de hacer el bien a sus semejantes.
El espíritu imperfecto siente de vez en cuando esa sensación de alegría y regocijo, cuando participa en las empresas a favor de sus semejantes, ya que todos sabemos que Es un deber de todo cristiano dilatar la generosidad en el ejercicio de la beneficencia sin muchas interrogaciones ni exigencias.
Para que nuestros corazones estén con regocijo, no tenemos que tener en él, remordimiento por no haber hecho el bien que podríamos haber hecho, ni por la indiferencia que hemos prestado a aquel que vino a llamar a nuestra puerta.
Hemos de aprovechar el tiempo y ayudar, pues la oportunidad pasa y ya es un tiempo irreparable.
Fuera de la caridad no hay salvación, la verdadera alegría reside en la caridad, en el bien practicado en pos de nuestros semejantes.
Por eso cuando un pobre se acerque a nosotros, cuando un enfermo quejicoso reclame un servicio, cuando un vecino ofuscado irrumpa en nuestro camino, lejos de amonestarle, aprovechemos la oportunidad de nuestra sonrisa gentil, de nuestra palabra amiga, de la audición comprensiva, de nuestro interés por el dolor ajeno, de la paciencia fraternal…
Con el pretexto de no querer compactar con las sombras, no desdeñemos la ocasión de hacer el bien, recordemos que hay más fiesta en el Cielo por la entrada de uno malo convertido al bien, que por la entrada de cien justos, entonces procuremos acercarnos a esos hermanos infelices, exteriorizando todo nuestro amor, y el día que logremos hacerles cambiar, desistir de sus malas obras sentiremos el regocijo de la beneficencia, del bien que hemos realizado.
Seamos generosos con los que han sucumbido en la lucha contra sus pasiones y han sido arrastrados por el mal; seamos generosos para con los pecadores, los criminales y los duros de corazón, ya que no sabemos por las fases que han pasado y todo lo que han tenido que soportar para llegar al punto en que están, por eso a los que languidecen ante sus sufrimientos y aislamiento es que debemos procurar hacer el bien, y un día cuando les veamos fortalecidos sentiremos en nuestro interior la alegría y satisfacción que causa el bien hecho.
Dios nos da para que aprendamos a distribuir. El Señor agradece la bondad que podamos ejercer con la poca cosa que podamos entregar en el servicio del bien de los que sufren, como también por la palabra de ánimo que podamos grabar en los corazones torturados que nos solicitan fuerzas y esperanza.
La beneficencia se expresa mediante el anonimato de las acciones dignificantes, para que su práctica no reciba el premio de la gratitud del beneficiado ni el reconocimiento del grupo social, ofreciendo mecanismos de exaltación de la persona, que siente regocijo con los homenajes, dificultando al “Yo” superior que pueda lograr la plenitud con Dios, por haber disfrutado de la recompensa del orgullo y de la vanidad a través de la glorificación de los hechos.
… Tengamos cuidado en no practicar las buenas obras delante de los hombres, ocultando con sabiduría en la naturalidad los momentos de beneficencia y de amor que sean ofrecidos con relación a quien sufre.
Ofrezcamos nuestras manos, donemos las posibilidades a la beneficencia, y comprenderemos que el mal no merece consideración, porque, predestinados a la luz y a la verdad, sean cuales sean nuestras limitaciones de hoy, el tiempo y el trabajo en nombre del amor a Dios, nos conducirá a la felicidad verdadera donde mueren todas las aflicciones, practicando la beneficencia que también es caridad.
Trabajo realizado por Merchita
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NUESTRA LUCHA
Su lucha es consigo mismo y con nadie más; es a sí mismo a quien usted necesita vencer, o sea, vencer sus defectos, sus vicios o sus deseos, o sus pensamientos, etc....
El único mal a temer es aquel que todavía existe en nosotros.
- André Luiz-( Espíritu)
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LAS MEMORIAS DE AMALIA
Todas las religiones tienen la tendencia de inculcar el arrepentimiento y el acto de contrición; pero la equivocación de todos está en dar al hombre un plazo tan corto para arrepentirse.
No, no, hijos míos. El hombre no tiene un plazo para reconciliarse: el hombre tiene una eternidad; el hombre será. Y los mismos dardos y desengaños que va recibiendo en un sinnúmero de existencias le van enseñando el camino de su propia regeneración. Así es que, cuando el hombre, cansado ya de sufrir el peso de sus culpas, que consciente o inconscientemente pesan en su conciencia, dice: " ¡ No puedo más !, entonces, sin que nadie le juzgue, sin que nadie le castigue, él solo invoca su regeneración. Así me sucedió a mi después de haber malgastado tantas existencias, después de haber mal empleado un talento, después de haberme mofado, en fin, de todos aquellos seres que de buena fe acudían a mí para que los empapara con el rocío de mi inteligencia. Y no me servían de otra cosa más que de desprecio y de burla aquellos tesoros intelectuales que solo se conceden a los hombres para que hagan un buen uso de ellos. Yo, en aquella existencia, lo hice todo al revés. Ya en un buen número de encarnaciones, la poesía ha sido mi única compañera, y si de esa flor tan delicada hubiese hecho buen uso de ella en mi última existencia, no hubiera tenido que penetrar tantas y tantas veces en la morada de mi Padre.
¿ Es que encontré, al despertar mi espíritu, a los jueces que me recriminaron?. ¿ Es que hallé un tribunal que me juzgó?. No. Allí solo encontré el remordimiento de mis pequeñeces; allí solo vi reproducidas aquellas carcajadas de desdén y de desprecio que yo dirigía a un humilde pueblo.
Afortunadamente llegó la luz a mi pobre espíritu y comprendí la equivocación en que había vivido; y entonces, ¿Qué hacer?; ¿ A dónde dirigirme?; ¿ A quién llamar ¿ A quién pedir perdón?- ¡ Ah!, ¿ es que tendré que pedir perdón a ese mismo pueblo?. No.
Ese pueblo sigue a mi alrededor, me contempla y me perdona, porque, por regla general, los pequeños de la tierra son los grandes de espíritu; y estos, ya de cerca, ya de lejos, pedían mi regeneración, porque comprendían que si mi pobre espíritu llegaba a la reconciliación, podría dar a ese mismo pueblo toda la luz que un día por su jactancia y orgullo le había negado.
Así fue como ese mismo pueblo, tan sencillo y tan bueno, rodeó el espíritu del orgulloso poeta y puesto en forma de coro elevó una plegaria a lo infinito. Yo allí, como judío errante, en medio de tanta bondad, de tanto amor, hice ese examen de conciencia que solo se hace cuando el alma se da verdaderamente cuenta del tiempo que ha perdido. Entonces es cuando el acto de contrición es puramente verdad; entonces es cuando ya el espíritu no puede retroceder de lo que ha prometido; entonces es cuando aquel panorama de almas abnegadas y justas dejan al pobre pecador solo; es cuando viene el llanto que constituye el bautismo del alma-
. Mis memorias.- AMALIA DOMINGO SOLER
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