INQUIETUDES ESPIRITAS
1.- Cuando el Espiritismo llega.
2,. Espiritismo: el gran desconocido
3.- El Universo es infinito
4.- La toma de conciencia y el estado de necesidad
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CUANDO EL ESPIRITISMO LLEGA ....
( Página psicografiada de Vianna de Carvalho)
Cuando el ser humano descubre al Espiritismo es tomado de especial alegría de vivir, pasa a comprender las razones lógicas de su existencia, los mecanismos que trabajan por su felicidad y prueba gran euforia emocional.
Cuando el Espiritismo penetra la mente y el sentimiento del ser humano, se le opera una mejor transformación intelecto-moral que le propone radical alteración en el comportamiento, que ansía la conquista de metas elevadas y liberadoras.
Cuando el individuo mantiene los primeros contactos con la Doctrina Espírita se halla ante un mundo maravilloso, rico de bendiciones que pretende disfrutar, permitiéndose fascinarse por las propuestas iluminativas de que es objeto.
Cuando el Espiritismo encuentra abrigo en el individuo, pronto se le despiertan los conceptos de responsabilidad, coraje y fidelidad a la nueva conquista.
No obstante, no todos alteran la conducta convencional a la que acostumbraron. Luego del entusiasmo exagerado sucede el convencionalismo del conocimiento sin la práctica diaria, aguardando recoger conveniencias y soluciones a los problemas aflictivos, sin cualquier esfuerzo por la transformación moral.
Sin habituarse al correcto estudio de los postulados espíritas y reflexionando sobre ellos, se detienen en las informaciones exteriores que recogen, no siempre verdaderas, tornándose sólo beneficiarios de los “milagros” que esperan sucederles a partir del momento de su adhesión.
Con el paso del tiempo y la asistencia a las reuniones, se acomodan al nuevo ritualismo de la participación sin realizaciones edificantes, o se entregan a la parte de la asistencia social tratando de “negociar” con Dios el futuro espiritual por el bien y la caridad que creen realizar.
El conocimiento del Espiritismo de forma natural y consciente despierta los valores ennoblecidos de la responsabilidad y del coraje, indispensables a la existencia dichosa.
Todo conocimiento noble libera el ser humano de la ignorancia, le presenta a la realidad libre de los formalismos y de las ilusiones, en su más hermoso y significativo aspecto, por anhelar la conquista de los valores legítimos que deben ser cultivados.
El hombre libre de la superstición y de los complejos mecanismos de la tradición de la fe impuesta se redescubre y se regocija por comprender que es el autor de lo que le suceda, a excepción del nacimiento y de la desencarnación, aunque esa, depende mucho de su comportamiento durante la vida física, pudiendo anticiparla o postergarla.
Adquiere la responsabilidad moral por las acciones, ya no se poya en los “bastones psicológicos” que traslada a los demás los fracasos que les suceden y que dan lugar a sufrimientos y sus inevitables consecuencias.
Comprende que una excelente filosofía no basta para proporcionarle una existencia feliz, sino la experiencia de sus enseñanzas, que se vuelven responsables por lo que le pase en el área de su comportamiento moral.
Es común que tales adeptos precipitados, luego de un tiempo, se presenten decepcionados y tristes, informando que esperaban mucho más del Espiritismo y que se encontraron con personas confusas y perversas, insensatas y desequilibradas en su Movimiento.
De la alegría exagerada pasan a la crítica contumaz, a la maledicencia, a la exasperación.
A fin de cuentas, tal responsabilidad no pertenece al Espiritismo, sino de aquellos que lo visitan livianamente y no incorporan a su vida espiritual las excepcionales enseñanzas que constituyen la sana doctrina.
Así como esos neófitos no se preocuparon por conseguir la auto iluminación, lo mismo sucede a otros adeptos que o precedieron, acostumbrados al ocio espiritual, a la liviandad religiosa que siempre espera recibir sin cualquier preocupación por aportar.
El Movimiento Espírita no es el Espiritismo. El primero está constituido por buenos y malos individuos, conocedores e ignorantes de las verdades del mundo espiritual activos u ociosos, que deberían integrarse de cuerpo y alma al servicio de renovación interior y de la divulgación por el ejemplo. Sin embargo, para ello es necesario el coraje de la fe, esa robustez de ánimo que afronta las dificultades de manera lúcida y clara, sin temor y espíritu de acción, para removerles los obstáculos y alcanzar los niveles más elevados de armonía y bienestar.
En muchos, que permanecen en la irresponsabilidad del comportamiento y en la falta de coraje para afrontar las consecuencias de su conversión al Espiritismo, que se demoran en la ambigüedad, en la incertidumbre que no intentan aclarar por recelo a los impositivos de la fidelidad personal a la doctrina, se instalan las justificaciones infantiles para seguir sin cambios, esperando a que los Espíritus realicen las tareas que les corresponden.
Otros, aún adictos a la conducta de la inutilidad, esperan tener resueltos todos los problemas de salud, de familia y económicos, y se sorprenden cuando son convocados a los fenómenos existenciales de las enfermedades, los desafíos domésticos y financieros, sociales y profesionales, que deseaban que no les sucedieran por su adhesión al Espiritismo…
Solamente la mente insensata puede elaborar concepto de tal magnitud: basta adherirse a una doctrina feliz para que todo le suceda de modo especial y magnífico desde este momento.
El Espiritismo proporciona la comprensión de factores existenciales, de los compromisos que corresponde a cada uno, del esfuerzo que debe ser empeñado en la construcción del futuro propio. Elucida las situaciones dolorosas, explica sus causas y ofrece los instrumentos para erradicarlos, con la consecuente construcción de los días felices del porvenir.
He ahí porque se impone, luego de su adhesión a sus postulados, a la par de la responsabilidad de la conducta, el coraje para los cambios interiores que deben ocurrir a lo largo del tiempo, con la vigilancia indispensable a la producción de factores elevados para el desarrollo intelecto-moral que aguarda el candidato a sus filas.
Tomando como modelo la conducta de Jesús, el Espiritismo lo regresa sin la mistificación de las fábulas con la que lo envolvieron en el tiempo, real y compañero de todos los momentos, que enseña siempre por el ejemplo que revisten sus palabras.
El espírita sincero, que se vuelve a descubrir a través del conocimiento doctrinario, se transforma en cristiano verdadero, según los modelos establecidos por el Maestro galileo.
No se permite excusas infantiles tras los fracasos, se levanta de sus errores y recomienza las actividades tantas veces le sucedan, tiene el coraje para auto afrontarse, liberándose de los enemigos externos para vencer a aquellos de naturaleza interna, siempre dispuesto a servir y amar.
Evocando los mártires del Cristianismo primitivo, enfrenta los valores decadentes de la ética y de la moral, graves problemas sociales y morales, que le exigen sacrificio para una existencia honorable y sin acuerdos con la indignidad, la traición y el futuro ratificado.
Se vuelve más intitulado como portador de comportamiento excéntrico porque tiene el coraje de mantener la vida sana, se mantiene digno en todas las circunstancias, responsable por los pensamientos, palabras, acciones, incomprendido y no pocas veces perseguido, aunque en los sitios donde trabaja doctrinariamente, por la conducta enfermiza de los acostumbrados a la liviandad y al ocio.
No cabe duda de que la adhesión al Espiritismo impone la consciencia de responsabilidad y del coraje para transformar en espírita verdadero a aquel que le sienta sublime atracción.
Vianna de Carvalho - ( Espíritu )
(Página psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, el 10 de agosto de 2009, en la ciudad de Rio de Janeiro.)
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ESPIRITISMO: EL GRAN DESCONOCIDO
"Todos hablan de Espiritismo, bien o mal. Pero pocos lo conocen, En general lo consideran como una secta religiosa corriente, llena de supersticiones."
" Durante mucho tiempo fue considerado con pavor por los religiosos, que veían en él una creación diabólica para perdición de las almas."
" Leer un libro espiritista era pecado mortal. Médicos ilustres llegaron a calificar el Espiritismo como fábrica de locos ".
" Hoy la situación ha cambiado. Existen sociedades de médicos espiritistas y las investigaciones de los fenómenos mediúmnicos invaden las mayores Universidades del Mundo.
" No se puede negar que la cosa es seria, pero definir el Espiritismo no es fácil. Porque nadie lo conoce, nadie cree que es necesario estudiarlo; casi todos creen que se aprende la Doctrina oyendo a los espíritus.
" Sin embargo el Espiritismo es una doctrina moderna, perfectamente estructurada por un pensador, escritor y pedagogo francés, hombre de letras y ciencias, famoso por su cultura y sus trabajos científicos, y que firmó sus obras espiritistas con el pseudónimo de Allan Kardec. Saber esto ya es saber algo al respecto, pero está muy lejos de ser todo. Es una doctrina compleja que abarca todo el campo del conocimiento.
- J. Herculano Pires- "Curso dinámico de Espiritismo, el gran desconocido"
EL UNIVERSO ES INFINITO
¿Los soles, los planetas, los satélites, las galaxias parecen haber sido creados para simple deleite de los ojos humanos? ¿Antes de la existencia de la Tierra para quién brillaban las estrellas que matizan el espacio?
¡Durante mucho tiempo el desconocimiento fue nuestro patrimonio! Hoy día, la Astronomía, que es la ciencia que se ocupa del estudio de los astros del cosmos, especialmente de las leyes que rigen su movimiento, comparte con otras áreas de investigación sus técnicas experimentales y objetos de estudio, de entre los cuales cabe destacar la climatología planetaria, la física nuclear, la electrónica, la astronáutica y un largo etc., proporcionando avances para las sociedades.
Sin embargo, el estudio científico de los planetas echa por tierra cuestiones metafísicas y conjeturas porque, lejos de ser inaccesible a las verdades, tiene a su alcance un horizonte que brilla con limpia claridad, donde la ciencia tiene por objeto encontrar las verdades eternas. Es pues, cohesionando la parte filosófica y moral del Espiritismo con la ciencia cuando podemos contestar a esas cuestiones de manera global, ya que para hablar de la infinitud del Universo es necesario considerar el todo y no la parte, esa unión, pues, modifica los conceptos erróneos que poseíamos del Universo.
La Doctrina Espírita ofrece un campo neutral en que se puede conciliar el materialismo y la espiritualidad, enseñándonos que si no los interrelacionamos es de escasa utilidad para el progreso humano, mostrándonos que hay una relación simbiótica entre los seres y los espíritus, que escapa a las percepciones más groseras. Debemos resaltar que el sentimiento de la vida espiritual está todavía en estado de intuición en gran parte de la Humanidad, siendo presentido por una multitud de personas; muchas aún no se dan cuenta de la importancia de saber qué función tiene el Universo. Existen dos aspectos fundamentales que obligatoriamente no se deben desprestigiar en esa investigación, la física de los planetas y el nivel moral e intelectual de ellos, defendiendo ardientemente el estandarte de nuestra filosofía. ¿Cómo empezó todo? En el libro El Génesis, que pertenece a la Codificación Espírita, encontramos que la materia cósmica primitiva, encerraba elementos fluídicos y vitales de todos los sistemas que desarrollan su magnificencia ante la eternidad. ¡Es la madre fecunda y generadora eterna! En la profundidad de los hornos estelares bajo una fusión nuclear se crearon los planetas con masas de materia condensada y no solidificada, separadas de la masa central por la acción de la fuerza centrífuga y adoptaron en virtud de las leyes del movimiento, la forma esferoidal, más o menos elíptica, según el grado de fluidez que haya conservado.
Las sustancias generadoras, fuente del origen de las esferas siderales, no han desaparecido en nuestros días, ni muerto su poder, ya que siguen formando continuamente nuevos mundos, dando vida a nuevas creaciones y recibiendo continuamente los principios reconstituidos de los mundos que desaparecen.
La materia cósmica primitiva está sometida a las leyes que aseguran la estabilidad y al principio vital universal que forman generaciones espontáneas en cada globo, a medida que se van manifestando las condiciones necesarias de existencia en cada mundo. En su origen, los mundos no fueron creados en su plenitud y madurez de vida. El poder supremo nunca se contradice y, como todas las demás cosas, el Universo nació niño. Sometida a las leyes y con el impulso inicial inherente a su propia formación, la materia cósmica primitiva dio nacimiento en sucesivas etapas a: torbellinos, aglomeraciones de fluidos difusos, cúmulos de materia nebulosa, que se multiplicaron y dividieron hasta el infinito, para dar nacimiento en las regiones inconmensurables de toda la extensión Universal a diversos centros de creación.
Las nebulosas son regiones del medio interestelar constituidas por gases y polvo, tienen importancia cosmológica porque son los lugares donde nacen las estrellas por fenómenos de condensación y agregación de la materia, aunque, en otras ocasiones son compuestas por los restos de estrellas que han muerto. Las galaxias son sistemas masivos de estrellas, nubes de gas, planetas, polvo y quizás materia oscura y energía oscura que se mantienen agrupadas por su mutua atracción gravitatoria.
Los cosmólogos denominaron que nuestro Sistema Solar se encuentra dentro de la galaxia conocida como la Vía Láctea, que es una galaxia elíptica. A pesar de sus gigantescas proporciones y la vastedad de su imperio, ocupa un lugar poco apreciable en el Universo, representando apenas un punto insignificante e inapreciable en la inmensidad de las creaciones siderales, sólo es una entre miles.
Nuestro astro rey posee una superficie luminosa móvil, ardiente, ondulante, foco permanente de electricidad, que sostiene por atracción recíproca los demás mundos del sistema y a él debemos directa e indirectamente todas las transformaciones vitales sobre nuestro planeta. El Sol, cuya dominación asegura la estabilidad, la regularidad y la armonía de los mundos planetarios, no es más que una unidad insignificante y la humilde compañera de multitud de otras no menos esplendidas. Siendo un tipo general en el orden uranográfico, muy probablemente, los millones de astros son otros tantos centros de magníficos sistemas, algunos semejantes al nuestro, algunos inferiores, otros superiores, otros en formación o decrepitación, manifestando vida en mundos todavía desconocidos. Los astrofísicos definen los planetas como cuerpos celestes que giran alrededor de una estrella, no poseen luz propia, sino que reflejan la luz solar, cada planeta posee una configuración propia. De acuerdo al ítem 56 de El Libro de los Espíritus, observamos infinidad de modelos planetarios, sin embargo, los mundos se enlazan por similitudes, demostrando que en la naturaleza nada está aislado e inútilmente creado, los planetas tienen un origen ígneo y obedecen a las leyes inmutables de la creación.
Desde 2006 no se considera Plutón como planeta y se pueden dividir los ocho conocidos en dos grupos: los planetas interiores, rocosos y densos, llamados telúricos y los planetas exteriores, gaseosos y helados, llamados jovianos. No se destaca nuestro planeta azul por su proximidad ni por su alejamiento, no presentando acentuada relevancia frente a los demás mundos del Sistema Solar. Analizando el terreno, los valles, las montañas, la variación calórica, los estados de electricidad, del magnetismo y el número de satélites, desde este punto de vista, la Tierra no se distingue en modo alguno de los demás planetas. Al emprender el estudio de la posición de la Tierra en el Sistema Solar, vemos que nuestro hogar no disfruta de privilegio y podemos combatir así el argumento de aquellos que, en nombre de su posición, se equivocan lastimosamente cuando quieren abolir la doctrina de la pluralidad de los mundos habitados.
Sería mucha soberbia considerar que Dios construyó un Universo infinito solamente para que nosotros vivamos en él. Las enseñanzas espíritas nos ayudan a despojarnos de la añeja ilusión de considerarnos los únicos privilegiados. El Universo es infinito, el espacio es infinito y el tiempo es relativo. Hay una relación directa entre la cantidad infinita de planetas y los tiempos diversos e incompatibles que existen. Más allá de los mundos materiales, en el mundo espiritual la eternidad reemplaza las sucesiones efímeras, pues el Universo es inmensidad sin límites y eternidad sin fin: esas son las dos grandes propiedades de la naturaleza universal.
Vemos estrellas no como son, sino como han sido, vemos pues el pasado. Podemos con ese conocimiento mantener la teoría de que el Universo existía mucho tiempo antes del nacimiento de la Tierra, desplegando su belleza en la vastedad de los cielos. Si no tenemos todavía la demostración científica de la presencia de seres vivos en otros mundos, nada prueba que no puedan existir con un organismo adaptado a las condiciones de esos mundos. De hecho, las entidades espirituales se han manifestado afirmando en múltiples ocasiones la veracidad de esta tesis. Ya no tenemos el mutismo, porque innumerables hermanos desencarnados han dejado sus experiencias y consejos, apartando definitivamente el asustador y tétrico silencio.
La simple mirada de la Naturaleza habla elocuentemente a nuestro favor. Tenemos abundancia de demostraciones semejantes por la inmensa variedad de ejemplares de la vida en la Tierra. Por simple observación, sabemos que el poder creador es infinito y que no podemos racionalmente oponer ningún obstáculo a la manifestación de la vida en el Universo. Apenas hemos penetrado los misterios que presiden a las funciones habituales de la vida, las propiedades físicas, la acción de la luz y electricidad, los efectos del calor y del magnetismo. ¿No sería negar la existencia de vida en otros planetas, restringir el poder de Dios a estrechas fronteras dentro de las cuales, la misma conciencia humana no se conforma a mantenerse circunscrita para siempre? ¿Estamos solos? La vida también ha evolucionado en muchos otros rincones del Universo, eso es lo que dicta la lógica y las comunicaciones espirituales.
Nos dijo el astrónomo y poeta de los cielos Camille Flammarion: «Debemos disuadirnos de la pretensión de poder juzgar el estado de habitación de los mundos, sería pues una pretensión muy cercana al ridículo afirmar que somos los únicos y el único fin de la creación». La intervención incesante del Autor supremo no es superflua, abstracta o estéril. Todos los mundos fueron creados para ser habitados. ¿Cómo puede cumplirse este axioma si no hay seres que habiten los mundos ni los conozcan? La única respuesta a esta cuestión es la idea de habitación que se une inmediatamente a la idea de habitabilidad.
Nos explican los Espíritus que los entes del Universo permanecen con la complejidad humana, independiente de algunas diferenciaciones y adaptaciones necesarias al medio del planeta más o menos avanzado a que pertenezca. Recomiendo, para un mayor entendimiento, la lectura de la Revista Espírita donde el espíritu de Bernard Pallissy explica que la superioridad del planeta Júpiter no lo es solamente en el estado moral e intelectual, sino también en el físico, comunicación, alimentación, forma corpórea y proceso del nacimiento, infancia y desencarnación. Además, indica que la principal ocupación de los espíritus de Júpiter es dar aliento a los espíritus que habitan mundos inferiores para que perseveren en la buena senda.
Los planetas no obedecen al mismo orden de evolución espiritual que su disposición en relación al Sol. Además, bajo el prisma de la ontología, el examen comparativo de los planetas establece que una gran diversidad debe reinar entre los habitantes de ellos; desde los mundos inferiores a los superiores habrá una correlación en el valor intelectual y moral. Siendo el Universo un imperio divino donde la vida se expresa en variadas formas, se desarrollan incansablemente millares de millares de naciones que conviven simultáneamente en la inmensidad del espacio, ayudándose mutuamente, revelándonos que cada uno está en un grado de evolución cuyas necesidades son distintas. Así, se lleva a cabo la creación universal, Dios ha creado siempre, continúa haciéndolo y por siempre lo hará. Ya es hora de quitarnos la venda de la incultura, por eso cualquier pensador actual es merecedor de comprender ese elocuente espectáculo.
El espacio que se extiende sobre nuestras cabezas no está desierto y silencioso, ya no es indiferente con sus adiamantadas constelaciones. ¡El Universo está poblado! Leyes eternas físicas y morales comandan su ejecución. A todos aquellos dudosos, subrayo que el Amor es la esencia del Universo y que las criaturas nacieron de la exhalación divina para amarse las unas a las otras. Dios es el principio y está en todas las partes, por su potencia, esencia y presencia. ¡La obra Divina es bella en su conjunto y perfecta en su fin! No estamos solos y sí interconectados, ya no es solamente la atracción física, los rayos del Sol, el calor, el magnetismo lo que reúne a todos los seres; no es solamente el principio de la verdad la que establece lazos indisolubles entre las humanidades estelares, todo el Universo infinito está bajo una ley general: la ley de familia.
Cláudia Bernardes de Carvalho-San Martín de Valdeiglesias (Madrid).
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LA TOMA DE CONCIENCIA Y EL ESTADO DE NECESIDAD
De entre los atributos que imprimen la figura del Ser Supremo, nos encontramos con la Sabiduría, la Justicia y la Bondad.
La conjugación de estos tres predicados conlleva a la plasmación de Sus ideas en un acto de realización sublime, cuyo soplo divino gesta la aparición del espíritu sencillo e ignorante. Así, nos vemos compelidos a desarrollar nuestra actividad en un océano ilimitado en la inmensidad del universo.
Cuando observamos a nuestro alrededor, percibimos que todo lo que nos envuelve se encuadra en un dualismo del que no podemos escapar. La noche y el día; el frío y el calor; el sueño y la vigilia. En toda la naturaleza se observan concatenaciones de valores opuestos cuya persistencia en unos ahora, y en otros después, desembocan al movimiento, al cambio, al progreso.
Asimismo acontece con las ideas del Bien y del Mal, que reposan a uno y otro extremo de una balanza en constante movimiento, pues dependiendo de su mayor o menor relevancia la decantan hacia un lado o a otro.
La existencia del mal es una obviedad y su análisis ha sido objeto de estudio en todas las corrientes filosóficas de todos los tiempos. Igualmente a nosotros nos es preciso adentrarnos en las causas de ese mal; ubicar su origen, su procedencia, su dirección, saber dónde está ubicado, de dónde ha venido y hacia dónde se dirige.
Muchas son las corrientes del pensamiento que atestiguan que ante la magnanimidad del Ser Supremo, señalan a éste como el origen de la existencia del mal, pues es Él quien todo lo crea. Sin embargo, nuestra creencia espiritual, nos indica que de los atributos divinos no puede surgir ni una sola circunstancia que denote la presencia del mal. Entonces sólo nos cabría pensar en que el mal como atributo, podría recaer sobre un “ser especial”, que comúnmente se le otorga el nombre de Satanás en otras corrientes espirituales.
Aquí existirían dos opciones a dilucidar. La primera sería situar a ese ser maléfico en el mismo nivel de superioridad que Dios. Si bien, Kardec afirma que “esta hipótesis es inconciliable con la unidad que revela el orden universal”.(1)
La segunda hipótesis, nos haría pensar en un ser subordinado a la Figura Divina, aunque ello implicaría que su creación obedecería a la voluntad de Dios, cuestión que descartamos en atención a que pondríamos en tela de juicio la bondad de Dios “(…) ya que habría dado vida al espíritu del mal”.(2)
Los diferentes males que asolan la humanidad en general, y a los espíritus encarnados en particular, pueden o no depender de su propia voluntad. Los segundos serían todos aquellos que escapan a las riendas libres de actuación de todo ser pensante. Así, tendríamos el caso de las catástrofes naturales.
A lo largo de la evolución histórica de la humanidad, vamos observando como en el empeño de salvaguardar la propia existencia, el ser ha ido estableciendo mecanismos preventivos unos, de defensa otros y paliativos los últimos, a fin y efecto de contrarrestar todas y cada una de las consecuencias que determinados acontecimientos naturales pudieran afligir al hombre. En un claro ejercicio de su intelecto ha ido materializando vías tendentes a paliar o suprimir en la medida de lo posible las consecuencias de ese mal, en principio no generado por el espíritu a título individual.
Como consecuencia de ello, es extraíble la conclusión que determinadas circunstancias adversas han conllevando al desarrollo de la inteligencia y por ende a evitar estados de ociosidad, pereza o estancamiento.
El espíritu trabaja con la intención de salvar óbices en cumplimiento de su instinto de conservación, siendo incitado a salvaguardar igualmente la vida de cuantos le rodean y recaigan sentimientos de amor, provocando el estímulo de sus facultades psíquicas y morales que a lo largo de las experiencias carnales va desarrollando.
La acumulación de experiencias reencarnatorias conjugadas con el libre albedrío, suponen que el ser reencarnado camina sobre una estrecha tabla y que cualquier paso en falso le conllevaría a una forzosa caída.
Los verdaderos males de los que sufre el espíritu, son sin duda gestados por sí mismo, por sus vicios en el amplio concepto del término. La voz de la conciencia es la que indica en cada momento cuándo y dónde debe pisar sobre seguro, es el registro donde queda instaurada la Ley de Dios, es el mejor libro Espírita abierto.
“Si el hombre actuase conforme a las leyes Divinas evitaría los males más agudos y viviría feliz sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío y por eso sufre las consecuencias que merece”.(3)
Sin embargo, junto a todo mal reside un remedio. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el hombre siente la necesidad de cambiar. Es precisamente este estado de necesidad en el que se sumerge el espíritu, reencarnado o en la erraticidad, lo que forzosamente lo empuja a su adelantamiento intelectual, psíquico y moral. La necesidad es la fiel compañera que le hace caminar firmemente y adoptar las mejores resoluciones una vez se haya precipitado en el angustioso abismo de sus errores y excesos.
Para el materialismo el mal y el dolor es una constante universal que siempre ha recaído en la humanidad. Determinadas corrientes religiosas, personifican el mal y el dolor en un ser superior al espíritu reencarnado, amo y señor de lúgubres lugares donde residen aquéllas almas que han contravenido las leyes o dogmas de la correspondiente doctrina; mientras que raros elegidos son aptos para residir en determinados paraísos en los que reina la felicidad.
Para el creyente de determinados movimientos religiosos, la separación definitiva de los seres que se aman con posterioridad a la desencarnación es tan perpetua como la de cualquier corriente materialista.
Sin embargo, el Espiritismo enseña el carácter transitorio del mal, en atención a la propia voluntad del sufridor, teniendo presente que a más tardar este mal desaparecerá cuando resurja aquel estado de necesidad, y que la referida voluntad podrá ponerse en práctica y actuar gracias a la Ley de Justicia que recae sobre la Reencarnación.
Necesario es que el ser pensante se adelante con respecto a las condiciones adversas que le afligen ocasionadas por sus propios errores. La toma de conciencia para establecer nuevos rumbos es el centro y motivo principal de la experiencia en la vestidura carnal. No únicamente es la expiación por la que se sufre, no únicamente es la prueba por la que se aprende, sino que el tiempo reencarnatorio también sirve para la concientización a fin de que el ser reencarnado logre acortar su proceso expiatorio.
La Ley de Acción y Reacción es sabia, justa y bondadosa. La Ley de la Reencarnación es el claro ejemplo de la nueva oportunidad concedida de forma satisfecha y envuelta con la Paciencia y la Confianza del Creador. Éste permanece paciente observando cómo nuestro espíritu deudor evoluciona gracias al movimiento inevitable de la balanza del Bien y del Mal cuyo vaivén provocamos a nuestra voluntad.
Nuestra voluntad pondrá en marcha todos los mecanismos aptos para que acontezca aquél estado de concientización. Caso de que no ocurra, nos veríamos abocados a la espera, surgimiento o resurgimiento de ese inevitable estado de necesidad, exponente de la Ley del Progreso.
Gracias a la bondadosa Dádiva Divina, la Ley de Causa y Efecto permite al reencarnado moldear las características intrínsecas del dolor que se encuadran en su estipulada vivencia expiatoria. Así, toda expiación resulta maleable en atención al trabajo y al esfuerzo de su sufriente. Éste no queda castigado en una sentencia proveniente de la aplicación de la ley del talión. Mas al contrario, dependiendo del rumbo que adopte en su marcha expiatoria podrá observar cómo se aminora la dureza de la prueba, mutando aquellas circunstancias a su alrededor, desapareciendo unas o surgiendo otras indicándole en consecuencia que sigue el camino correcto de su recuperación anímica, facilitándole por ello la labor, como respuesta a su toma de conciencia.
Mientras el ser no se concientice ni cambie su casa mental, las durezas de las pruebas y expiaciones continuarán su curso hasta que sea necesario, o hasta que aparezca irremediablemente ese estado de necesidad.
Joanna de Ángelis nos indica que en la edad temprana se sitúa el momento en que empiezan a movilizarse los mecanismos de discernimiento y de actuación del ser humano para trabajar de conformidad con la Ley Divina. En efecto, “la experiencia del Bien y del Mal comienza en la infancia delante de las actitudes de los padres y de los demás familiares”4. Ello puede acontecer por un lado gracias a las directrices de comportamiento que los adultos ofrecen a los menores y, por otro lado, a los ejemplos de que puedan valerse los primeros frente a la cálida y atenta observación de los segundos.
Las correcciones comportamentales de los infantes, deben establecerse bajo el prisma seguro de estar obrando conforme al Bien. En caso contrario, la ausencia de explicaciones, respuestas o consecuencias adecuadas en el ánimo de corregir y educar pueden generar la incomprensión de lo suministrado y exigido al menor, interpretando éste dicha información o actuación requerida a cambio de la reprimenda como apta simplemente por el hecho de evitar sanciones futuras. En estos casos, puede surgir el sentimiento de culpabilidad del menor que tendrá como única vía de escape reacciones enmascaradas con el odio o por el resentimiento cuando se sienta ya liberado de la imposición del “ascendiente moral”, acarreando con posterioridad posibles episodios depresivos o de trastorno de la personalidad.
Ello indica que el Bien no se impone, que el Bien en ningún caso puede ser revestido de los caracteres de la represión. En razón de eso, continúa Joanna de Ángelis, “(…) se hace más difícil la asimilación e incorporación de los valores del Bien en un adulto aclimatado a la agresión, a las luchas, en las cuales predominó el Mal, tuvo su victoria, los resultados placenteros del ego, la vitalización de los comportamientos opresores, que generan héroes poderosos, pero que no escaparon de las áreas de los conflictos por donde continúan transitando”.(5)
Así, en edad adulta la tarea es doble y más lenta “porque tendrá que modificar las constricciones del ego y a través de la reflexión, de los ejercicios de meditación y evaluación de la conducta, sustituir los hábitos enraizados por nuevos comportamientos compensadores para el yo superior”.
Cuando quien pauta su existencia bajo los prismas de la negatividad, de la inquietud o de la enfermedad, bajo aspectos perturbadores y de insatisfacción, únicamente transmite desarmonía a su alrededor, enfermedad, depresión y alucinaciones crueles, pudiendo, en su declive y por falta de la toma de conciencia en la adopción del rumbo correcto, constituir psicopatologías de los más diversos grados y adentrarse igualmente en las áreas de la obsesión espiritual o de la auto.obsesión.
Aquí la toma de conciencia sugiere al ser sufriente ya en estos términos, el indemorable cambio de actitud mental hacia el encuentro con el Bien, antes de ser abocado al estado de necesidad del cambio, cuando cansado del mal busque remedio en el Bien, dilatando y retardando sus estadías carnales con ocasión de no haber movilizado los recursos que tienden a aminorar las duras pruebas.
Tales recursos reposan en la oscura conciencia del reencarnado, lugar que precisa ser iluminado por el Espiritismo como Consolador prometido por Jesús y que viene a traernos “el conocimiento de las cosas (…), el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios y el consuelo por la fe y la esperanza”.(6)
Tres estadios distintos nos ofrece la Doctrina Espírita entre los que nos podemos encontrar a título individual: el estadio del conocimiento doctrinario; una vez adquirido ese conocimiento aparece el estadio de la consolación de los dolores presentes ocasionados por pretéritas actuaciones; y finalmente el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios, esto es, al cambio o mudanza de nuestro vida mental a fin y efecto de que se vaya modificando nuestra vida comportamental.
Lógicamente el primer paso es conocer la Doctrina, el segundo paso y una vez conocida, nos ofrece el consuelo necesario a nuestras atribuladas vidas, y finalmente una vez consolados, nos incita a responder a ese llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios a fin de no generar nuevas deudas. Pues como así elucidó Chico Xavier, aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar ahora y hacer un nuevo fin.
Y usted, ¿En cuál de los tres estadios se encuentra?
Xavier Llobet
Centro Espírita Irene Solans, Lleida
Artículo publicado en el nº4 de la revista Actualidad Espiritista
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