INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Panteísmo
2.- El Centro de todas las Verdades Universales
3.- Los buenos médiums
4.-¿ Qué es la Caridad?
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PANTEÍSMO
. ¿Dios es un ser distinto, o bien, y según opinión de algunos, es el resultante de todas
las fuerzas y de todas las inteligencias del universo reunidas?
«Si así fuese. Dios no existiría; porque sería efecto y no causa, y no puede ser a la vez la una y el otro.
»Dios existe, no podéis dudarlo, y esto es lo esencial. Creedme, no paséis más allá; no os extraviéis en un laberinto del que no podríais salir. Esto no os haría mejores. sino quizá un poco más orgullosos; porque creeríais saber mucho, no sabiendo nada en realidad. Dejad, pues, a un lado todos esos sistemas, porque demasiadas cosas tenéis que más directamente os incumben, empezando por vosotros mismos. Estudiad vuestras propias imperfecciones, a fin de emanciparos de ellas, y más útil os será que querer penetrar lo impenetrable».
. ¿Qué ha de pensarse de la opinión según la cual todos los cuerpos de la naturaleza,
todos los seres y todos los mundos del universo son parte de la Divinidad, constituyendo en conjunto la misma Divinidad? O de otro modo, ¿ qué ha de pensarse de la doctrina panteísta?
«No pudiendo el hombre hacerse Dios, quiere ser, por lo menos, una parte de Dios».
. Los que profesan esta doctrina pretenden encontrar en ella la demostración de
algunos de los atributos de Dios. Siendo infinitos los mundos, Dios es por la misma razón, infinito; no existiendo en ninguna parte el vacío o la nada. Dios está en todas partes; estando Dios en todas partes,. porque todo es parte integrante suya, da una razón de ser inteligente a todos los fenómenos de la naturaleza. ¿Qué puede oponerse a este raciocinio?
«La razón; reflexionad detenidamente, y no os será difícil reconocer el absurdo».
- El Libro de los Espíritus -
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EL CENTRO DE TODAS LAS VERDADES UNIVERSALES
" EN EL CENTRO DE LAS VERDADES UNIVERSALES ESTA EL CONOCIMIENTO DE LA VIDA ESPIRITUAL" ( Comunicado mediúmnico )
Seamos benditos del Todopoderoso: Vuestro guía Demeure me ha permitido que os dirija unas palabras en torno a la VERDAD. Perdonar los errores o falta de dicción que pueda cometer en mi exposición.
La VERDAD; queridos hermanos, ha sido siempre combatida, tergiversada y en ocasiones ocultada, porque ha sido y es el escudo, el dique, la fortaleza donde se han estrellado la maldad, el egoísmo y la sinrazón. La Verdad ha sido, en fin, el temor que han tenido los que mal piensan, los que tienen ideas torcidas y quienes realizan actos reprobables. Por otro lado, la Verdad ha sido la antorcha lumínica que en los horizontes ha iluminado de una manera perfecta y precisa el camino a las humanidades y ha sido también el báculo en el que se han sostenido las Santas Religiones. La Verdad, en una palabra, es atributo Divino y, por consiguiente, SANTA.
Por ello, queridos hermanos, la Verdad debe regir y guiar todos vuestros pensamientos y vuestras acciones.
En el centro de las verdades universales está el conocimiento de la vida espiritual o Ciencia del Espíritu, sin mistificaciones, sin preámbulos falsos ni pantomimas ridículas. Esta Ciencia, estudiada, catalogada, razonada y asimilada convenientemente por hombres rectos y de buena voluntad, cambiará la trayectoria peligrosa que ha tomado la humanidad.
Los materialistas han sido en todas las épocas los mayores enemigos de lo espiritual, porque no conciben que exista esa llama eterna que progresa y se engrandece practicando el bien, la abnegación, el sacrificio, la virtud y el amor.
Todos los que estudiáis esta Ciencia, los que de una manera razonada y objetiva escucháis las enseñanzas y consejos del más allá; los que tenéis en vuestro corazón el convencimiento firme de la existencia eterna del alma, tenéis, aunque no lo creáis, una mayor fe que los demás, porque estáis basados en una razón lógica, sustentados en un pedestal que, como divino, tiene que ser firme, y los vendavales no lo pueden destruir, y porque estáis apoyados en una Verdad Absoluta, ya que si no hay espíritu, no hay inteligencia; si no hay inteligencia, no hay soplo divino, que es la quinta esencia de Dios. Sí, hermanos, si no hay espíritu, no hay vida ni razón de vivir, de saber, de estudiar, de hacer el bien ni de progresar en pos de la Gran Verdad. El espíritu es ley Divina, es el soplo bendito de Dios, por el cual os habéis convertido en seres pensantes que investigáis lo que sois, de dónde venís y a dónde podéis ir. Es la Verdad absoluta porque la razón lógica de hoy y vuestra ciencia mañana lo aceptarán plenamente. No importa que todavía traten de desvirtuar su realidad, su eternidad y su dirección en todos los acontecimientos universales, porque muy pronto se generalizarán los estudios de las Leyes espirituales y su conocimiento abrirá las puertas a la propagación y aceptación de la comunicación espiritual, que es una Verdad emanada de Dios.
Por consiguiente, queridos hermanos, practicar el conocimiento de las Leyes espirituales con la mayor profundidad y objetividad, apoyándoos siempre en la inquebrantable fe de la razón. Ser siempre justos, no juzgar a nadie, porque ¿ quiénes sois vosotros para juzgar cuando habéis de ser todos juzgados? Que os falte tiempo en vuestra fugaz vida en el plano material, para bendecir la justicia infinita de Dios.
Amaos sinceramente los uno a los otros, porque eses es el emblema del verdadero cristiano. Uníos en todos los actos; en el dolor mas que en otras ocasiones. No importa que lloréis, no importa que el dolor invada vuestra alma; sufrirlo con abnegación y paciencia porque son los escalones que os conducirá a la verdadera felicidad, ya que todo conducen a Dios.
Perdonar si os he molestado con mis torpes palabras. Que Dios nos bendiga a todos.
Y conforme a las Leyes de Dios, porque en ellos tenéis todos las bases para vuestra perfección, vuestra purificación y vuestro consuelo. Si así lo hicierais, vuestro mundo se convertiría en un lugar privilegiado de paz, amor y armonía incomparables.
Tener esos códigos en vuestras manos siempre para que os sirvan de báculo en todas vuestras decisiones y para que cuando os halléis contritos, recordéis las sublimes frases que nos dictó, por orden de Dios, nuestro Maestro JESÚS. Si los cumplís fielmente, cuando lleguéis al tránsito veréis la luz de la razón con toda su magnitud, su poder y sabiduría y recordaréis con satisfacción los sinsabores y sacrificios, porque gracias a ellos habréis obtenido una gran recompensa.
No dejéis pasar los momentos de vuestra fugaz existencia en la tierra sin hacer el bien y alabar a Dios, Su Poder, Su Luz y Su bondad infinita. Deteneos a observar cómo Su obra lo abarca todo en infinidad de creaciones que el hombre aún no ha podido descubrir y admirar, pero que están allí a la espera de que las descubra.
Ser, hijos míos, ardientes discípulos del Maestro y saber que todo lo que pensamos y hacemos lo ve Dios con Su misericordia infinita. La grandeza de Sus obras, la magnitud de Sus creaciones y las radiaciones de Sus incomparables luces iluminan vuestros espíritus cuando en ellos se elaboran pensamientos nobles, desinteresados y llenos de amor; cuando vuestros corazones laten llenos de una fe inquebrantable os convierte en héroes; pero héroes para dignificar a Dios en todos los momentos de vuestra vida.
Amaos mucho los unos a los otros: Es un mandamiento del Padre Celestial. Sois hermanos de la familia universal y eterna. No sois hermanos, padres, hijos o amigos de una sola encarnación, sino que estáis unidos en virtud de muchos hechos y etapas que juntos habéis vivido.
Cuando estéis elevando en silencio esas plegaria al Altísimo (que todas son oídas), poner en ellas el entusiasmo místico y sublime de vuestro corazón, vuestro entendimiento y vuestra fe.
Saber que sois hijos de Dios y que como tales habéis de responder con vuestro proceder a Su amor, a Su obra, a Su justicia y a Sus Leyes. Ser siempre justos, mansos de corazón, no adular nunca y practicar la caridad en silencio para que tenga el mérito que el Padre desea y podáis recibir la recompensa a que seáis merecedores.
Comunicado tomado del libro "Desde La Otra Vida
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LOS BUENOS MÉDIUMS
Médiums formales: los que solo se sirven de su facultad para hacer el bien y para cosas verdaderamente útiles; creerían profanarla haciéndola servir para la satisfacción de los curiosos y de los indiferentes o para fruslerías.
Médiums modestos: los que no se hacen ningún mérito de las comunicaciones que reciben por buenas que sean; se consideran como extraños a ellas y no se creen al abrigo de las mixtificaciones.
Lejos de huir de los consejos desinteresados, los solicitan.
Médiums desinteresados: los que comprenden que el verdadero médium tiene una misión que cumplir, y debe, cuando sea necesario, sacrificar sus gustos, sus costumbres, sus placeres, su tiempo y aun sus intereses materiales al bien de los otros.
Médiums seguros: los que además de la facilidad de ejecución merecen la mayor confianza por su propio carácter, la naturaleza elevada de los Espíritus por quienes están asistidos, y
que son los menos expuestos a ser engañados. Veremos más adelante que esta seguridad no depende de ningún modo de los nombres más o menos respetables que toman los Espíritus.
198. Todas estas variedades de médiums presentan grados infinitos en su intensidad; hay muchos de estos que no constituyen propiamente hablando más que matices, pero no dejan de ser el hecho de aptitudes especiales. Se concibe que debe ser bastante raro que la facultad de un médium se halle rigurosamente circunscrita a un solo género; el mismo médium puede, sin duda, tener muchas aptitudes, pero siempre hay una que domina, y es la que se debe procurar cultivar si es útil. Es un mal grave el esforzarse en el desarrollo de una facultad cuando no se posee; es preciso cultivar todas aquellas cuyo germen se reconoce en sí mismo; pero buscar las otras es, desde luego, perder el tiempo, y en segundo lugar perder, quizá, o seguramente debilitar aquellas de que se está dotado.
Cuando el principio, el germen de una facultad existe, se manifiesta siempre por señales nada equívocas. Encerrándose en su especialidad, puede el médium descollar y obtener cosas grandes y hermosas; ocupándose todo no obtendrá nada bueno.
Observad de paso que el deseo de extender indefinidamente el círculo de sus facultades es una pretensión orgullosa que los Espíritus no dejan nunca impune; los buenos abandonan siempre al presuntuoso que viene a ser así un juguete de los Espíritus mentirosos.
Desgraciadamente no es raro el ver médiums que no están contentos de los dones que han recibido, y aspiran, por amor propio o ambición, a poseer facultades excepcionales propias para hacerlas notables; esta pretensión les quita la cualidad más preciosa: la de los médiums seguros.
SÓCRATES
199. El estudio de la especialidad de los médiums es necesario no sólo para éstos, sino también para el evocador. Según la naturaleza del Espíritu que se desea llamar y las preguntas que se le quieren dirigir, conviene elegir el médium más apto para la cosa; dirigirse al primero que viene es exponerse a respuestas incompletas o erróneas.
Pongamos una comparación en los hechos usuales. No se confiará una redacción ni una simple copia al primero que llega porque sabe escribir. Un músico quiere hacer ejecutar un trozo de canto de su composición; tiene a su disposición muchos cantantes, todos hábiles; sin embargo no los tomará al azar; elegirá por intérprete suyo aquel cuya voz, la expresión, en una palabra, todas las cualidades, respondan mejor a la naturaleza de la pieza. Los Espíritus hacen lo mismo respecto de los médiums, y nosotros debemos hacer como los Espíritus. Es de observar, además, que las diferencias que presenta la mediumnidad, y a las cuales se podrían todavía añadir otras, no están siempre en relación con el carácter del médium; así, por ejemplo, un médium naturalmente alegre y jovial puede tener habitualmente comunicaciones graves, aun severas, y viceversa; esto es también una prueba evidente que él obra bajo el impulso de una influencia extraña. Volveremos sobre este objeto en el capítulo que trata de la Influencia moral del médium. EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.
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¿ QUÉ ES LA CARIDAD ?

Es un sentimiento íntimo, profundo y grande, que emana del amor fraternal elevado a su grado más culminante.
Es una manifestación espontánea de ternura que, brotando de lo más recóndito del alma, irradia como una blanca llama en torno de los seres a quienes presta auxilio, comunicándoles calor, vida, alegría y alumbrando su senda con celeste claridad.
Es el supremo goce del espíritu emancipado ya de las miserias terrenales; es la ambrosía que liban los ángeles en su mansión de gloria y que en la cárcel que llamamos tierra apenas conocemos sus pobres moradores.
Es el puesto más alto en el progreso espiritual, pues el que posee esta virtud sublime no sólo está redimido, sino que puede redimir a un mundo.
Aquí, en nuestra pequeñez, no podemos comprender la caridad nada más que en sus rudimentarios actos; una insignificante moneda de cobre que pongamos en la mano del infeliz menesteroso, nos parece una acción brillantísima. Un donativo corto, un socorro, un consejo o una expresión de cariño, nos hacen creernos, cuando los prodigamos, unos gigantes del bien, unos mensajeros de Dios, que sembramos la dicha en los humanos y pensamos que somos buenos y merecemos recompensa.
¿Es esto caridad? No; la verdadera caridad es la que apareja el sacrificio, la abnegación y muchas veces las lágrimas del sufrimiento moral y material que causan los ajenos infortunios; aquélla que se practica sin recordar que existe el Ser Omnipotente; que no piensa en recibir galardones ni espera aquí ni allá compensación.
La caridad es la más alta expresión de Amor; es el heroísmo de este sentimiento santo; con el mismo cuidado aparta a la inocente mariposa de la viva lumbre, que separa al ciego del abismo, cura al infeliz leproso y ampara al desvalido huérfano, que da su vida por defender un pueblo víctima del egoísmo y vasallaje, como se inmola en un patíbulo afrentoso, para legar a un mundo un código de leyes redentoras.
La caridad es humilde, modestísima, como que ignora ella misma su valer. Ella no enumera los beneficios, no anota sus actos; ejerce, solamente ejerce su misión santa sin que le rinda el cansancio jamás, sin que el número de los que reclaman su amparo le cause espanto, porque le impele el fuego purísimo en que se inflama; brota de sí esa potente luz. La caridad no es deber, la caridad es Amor.
¿Queréis un ser más caritativo que la madre? Ese cuidado, ese desvelo, ese afán de consolar, acariciar, educar, dirigir, vigilar y hacer buenos, y felices a sus hijos; de dar su vida en beneficio de ellos, de sufrir los martirios más crueles, los odios, las vejaciones, venganzas, desprecios, hambre, sed, que muchas veces tales tormentos cuesta el ser madre, y esto a menudo por unos seres ingratos.
Tormentos que se sufren sin esperanza de gloria, sin pensar en laureles; prefiriendo su perdición eterna (si este absurdo fuera realidad) por hacer la dicha de esos pedazos de su alma.
Ahora bien: preguntadle a esa débil mujer, si tanto trabajo no la rinde, si tales dolores no abaten su energía, si no siente decaimiento y extenuación y anhela poner término a su misión penosa, y os mirará con asombrados ojos, sin comprender vuestro egoísmo, pues concebir no puede que se sienta de otro modo; y aun si el mismo Dios bajara y le ordenara no amar a sus hijos, tal vez se declararía en rebelión.
Pues bien; ese amor, esa caridad de las madres, es la caridad que sienten las almas verdaderamente superiores; no como ellas, para los hijos solos de su cuerpo, sino para todos los seres que pueblan los mundos y que hermanos son, pues son hijos de Dios. Por eso vuelvo a repetir que la caridad es el grado más culminante de amor fraternal.
¿Hay verdadero amor de hermanos en la Tierra? Sabido es que no impera éste en la humanidad; sólo hay ensayos de afecto, remedios de amores, vislumbres de hermanía, aleteos de ternura, amagos de compasión y átomos de caridad.
Necesitamos amar, pero amar con vivo sentimiento; sacudir el egoísmo, avasallar el orgullo, dominar la soberbia, crucificar la carne con el dominio de nuestras bastardas pasiones.
Si no podemos aún, trabajemos poco a poco y en silencio; no alardeemos; no esperemos recompensas por ninguna buena obra ejecutada; no nos creamos mejor que los demás citándonos como modelo de virtudes que solamente están en embrión.
Procuremos elevarnos en alas del bien hasta que irradiemos como soles de Amor; igual que irradia Jesús, nuestro hermano celestial; el que cumple la divina ley, el que purificado ya de toda mancha, con abnegación sin límite, guiado de fraternal ternura, nos lleva a las regiones de la dicha por medio de la ciencia, el Amor y la caridad.
LOLA BALDONI
Extraído de la revista “La luz del Porvenir”, número 57, editada en Villena el 1 de mayo de 1909.
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