INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La verdadera desgracia
2.- El Arado
3.- Motivos de resignación.
4.- Evolución del espírita
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LA VERDADERA DESGRACIA
24. Todos hablan de la desgracia, todo el mundo la ha experimentado y cree conocer su carácter múltiple. Yo vengo a deciros que casi todos se engañaban, y la desgracia real de ninguna manera es lo que los hombres, es decir, los desgraciados, suponen. Ellos la ven en la miseria, en el hogar sin fuego, en el acreedor que apremia, en la cuna sin el ángel que sonreía en ella, en las lágrimas, en el féretro que se sigue con la frente descubierta y el corazón destrozado, en la angustia de la traición, en el orgullo del menesteroso que quisiera revestirse con la púrpura y que apenas oculta su desnudez bajo los harapos de la vanidad; todo esto, y aun muchas otras cosas, se llama desgracia en el lenguaje humano. Si, ésa es la desgracia para los que no ven más que el presente; pero la verdadera desgracia consiste antes en las consecuencias de una cosa, que en la cosa misma.
Decidme si el acontecimiento más feliz por el momento, pero que tiene consecuencias funestas, no es, en realidad, más desgraciado que aquél que en un principio causa una viva contrariedad y acaba por producir un bien. Decidme si el huracán que destroza vuestros árboles, pero que purifica el aire disipando los miasmas insalubres que hubiesen causado la muerte, no es más bien una felicidad que una desgracia.
Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.
Voy a revelaros la desgracia bajo una nueva forma, bajo la forma bella y florida que acogéis y deseáis con todas las fuerzas de vuestras almas engañadas. La desgracia es la alegría, es el placer, el ruido, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad, que acallan la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento y que aturden al hombre sobre el porvenir; la desgracia es el opio del olvido que vosotros llamáis con todos vuestros deseos.
¡Esperad, vosotros los que lloráis! ¡Temblad, vosotros los que reis, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios, no se esquiva el destino; y las pruebas más temibles que la jauría desencadenada por el hambre, acechan vuestro reposo engañador para sumergiros de repente en la agonía de la verdadera desgracia, de la que sorprende el alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo.
Que el Espiritismo os aclare, pues, y coloque en su verdadero puesto la verdad y el error tan extrañamente desfigurados por vuestra ceguera. Entonces obraréis como los bravos soldados, que lejos de huir del peligro, prefieren las luchas de los combates comprometidos a la paz que no puede darles ni gloria ni ascensos. ¿Qué le importa al soldado perder su armas en la reyerta, sus bagajes y sus vestidos, con tal que salga vencedor y con gloria? ¿Qué le importa al que tiene fe en el porvenir, dejar sobre el campo de batalla de la vida su fortuna y su envoltura carnal, con tal que su alma entre radiante en el reino celeste? (Delfina de Girardin. París, 1861).
Evangelio según el Espiritismo Cap V, 24
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EL ARADO
"Y Jesús le dijo: Nadie que echa mano del arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios." — (Lucas, 9:62.)
Aquí
vemos a Jesús utilizar en la edificación del Reino Divino uno de los más bellos
símbolos.
Efectivamente,
si lo desease, el Maestro crearía otras imágenes. Podría reportarse a las leyes
del mundo, a los deberes sociales, a los textos de la profecía, pero prefiere
fijar la enseñanza en bases más simples, tan simples como un sencillo arado. El arado es la herramienta de todos los
tiempos. Es pesado, demanda esfuerzo de colaboración entre el hombre y la
máquina, provoca sudor y cuidado y, sobre todo, hiere la tierra para que
produzca. Construye la cuna de las sementeras y, a su paso, el terreno cede
para que la lluvia, el sol y los abonos sean convenientemente aprovechados.
Es
necesario, pues, que el discípulo sincero tome
las lecciones del Divino
Cultivador, abrazándose al arado de la responsabilidad, en la lucha edificante,
sin retirar de él las manos evitando de ese modo perjuicios graves a la
"tierra de sí mismo".
Meditemos
en tantas oportunidades perdidas, en las lluvias de
misericordia que cayeron sobre nosotros y que se fueron sin ningún
aprovechamiento para nuestro espíritu, en el sol del amor que nos viene vivificando
hace muchos milenios, en los abonos preciosos que hemos rechazado, por preferir
la ociosidad y la indiferencia.
Examinemos
todo esto y reflexionemos en el símbolo de Jesús.
Un arado promete servicio, disciplina, aflicción y cansancio; no obstante, no se debe olvidar que, después de él, llegan las siembras y cosechas, panes en el plato y graneros guarnecidos.
( Camino,Verdad y Vida )
Comentario:.- Una vez más se pone aquí de manifiesto que la misión principal que en general tenemos
todos en la vida, es trabajar en la siembra y desarrollo de valores
espirituales, para nuestro bien y el bien de los demás. Y este es el Reino de Dios, o mejor
dicho, aquí es en donde comienza el Reino de Dios en la Tierra. Este es un trabajo que necesita ser hecho con
plena consciencia, con empeño, con firmeza, con ilusión, y sin mirar
atrás deteniéndonos muchas veces ante las ilusiones vanas de la vida, con una imaginación
desbordante que nos cuenta la historia ficticia de lo que tal vez pudo haber
sido pero que no fue ni
lo será jamás.
La
mano en el arado viene a significar cuando nos ponemos “ manos a la obra”; el
ponernos a trabajar con determinación y seriedad, en un trabajo que no siempre supone
un esfuerzo físico, sino que
muchas veces lo suele ser de esfuerzo y hasta sacrificio moral, mental y espiritual, pues es un
trabajo de vencer nuestros propios defectos espirituales y de darnos a los
demás cuanto nos sea posible.
El
mirar atrás en la senda de esta
importante labor que tenemos todos que
desempeñar en la vida, cada uno según su medida, su capacidad y sus circunstancias, puede
venir a significar que nosotros mismos muchas veces somos el mayor
obstáculo que encontramos para nuestra autorrealización, por comodismo o
cuando paralizamos nuestra labor, desanimados ante nuestros fallos, errores y caídas;
cuando parece que nos faltan las fuerzas para levantarnos de nuevo con ánimo y
no perder más el tiempo. También ese
mirar atrás lo es cuando en este camino de crecimiento y desarrollo espiritual, nos dejamos llevar
por la pereza espiritual o por la atracción de las cosas materiales, y luego nos desanimamos con nosotros mismos y
aflojamos el paso de nuestra ilusión y empeño, porque como en un
espejismo falso y negativo, creemos que estamos solos en medio del difícil desierto de la vida. Y eso es un gran error, porque debemos tener muy en cuenta
que jamás estamos solos; Dios nunca deja
desamparados a sus hijos, aunque a veces nuestra falta de fe así nos lo haga
creer; `porque siempre tenemos cerca amigos espirituales ( y a veces también
enemigos, dependiendo ello de nuestra
sintonía vibratoria, mental y espiritual
que, según sea, los atrae o los rechaza). Y estos seres que en buena sintonía nos acompañan
e inspiran en cada instante, nos hacen tener siempre presente en cada
circunstancia, cual es el camino correcto, o en donde nos hemos equivocado por
ser tercos y no haber sabido escuchar sus voces en el fondo de nuestras
conciencias.
No
se puede servir a dos señores, tal como indicó Jesús: A Dios y al mundo. Estamos en el mundo, pero solo como aves de paso. Sabemos que en realidad no pertenecemos al mundo terreno
sino al mundo espiritual que es nuestra
verdadera Patria s la que todos regresamos al final de nuestras existencias en la materia. Por eso, ante la disyuntiva que esta vida nos presenta
tantas veces, sepamos qué camino escoger siempre, poniendo la mano en el arado
del trabajo espiritual, sin
relentizar nuestra labor, y sin volver la vista hacia las ilusiones efímeras de este mundo,
pues recordemos que ya el Señor nos advirtió que los obreros somos pocos y la
mies es mucha.
Vivimos actualmente en unos momentos críticos de cambio de ciclo planetario en los que no podemos perder ya más tiempo; por lo tanto tenemos claro el camino y la postura a tomar firmemente: ! Sin flaquezas y con determinación vamos a trabajar todos en la viña del Señor ¡.
- José Luis Martín-
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MOTIVOS DE RESIGNACIÓN
12. .Con estas palabras, "Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados" , Jesús indica al mismo tiempo la compensación que espera a los que sufren, y la resignación que hace bendecir el sufrimiento como preludio de la curación.
Estas palabras también pueden traducirse de este modo: Vosotros debéis consideraros felices sufriendo, porque vuestros dolores son deudas de vuestras faltas pasadas, y esos dolores sufridos con paciencia en la tierra os ahorran siglos de sufrimientos en la vida futura. Debéis, pues, teneros por felices, viendo que Dios reduce vuestra deuda, permitiéndoos que la paguéis ahora, lo que os asegurará la tranquilidad para el porvenir.
El hombre que sufre se parece a un deudor que debe una fuerte cantidad y a quien su acreedor dice: "Si hoy mismo me pagáis la centésima parte, os perdono el resto; quedaréis libre; si no la hacéis, os perseguiré hasta que hayáis pagado el último céntimo". ¿No sería feliz el deudor, aun cuando sufriese toda clase de privaciones para librarse, pagando solamente la centésima parte de lo que debe? En vez de quejarse de su acreedor, ¿no le daría las gracias?
Tal es el sentido de estas palabras: "Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados"; son felices porque pagan la deuda, y después de pagar, quedaron libres. Pero si pagando por un lado, se contraen nuevas deudas por el otro, nunca se llegará al saldo. Cada nueva falta aumenta la deuda, porque no hay una sola, cualquiera que sea, que no lleve consigo su castigo forzoso, inevitable; si no es hoy, será mañana, y si no en esta vida, será en otra. Entre estas faltas debería ponerse en primer lugar el defecto de sumisión a la voluntad de Dios; pues si en las aflicciones se murmura o si no se aceptan con resignación y como cosa que ha debido merecerse, si se acusa a Dios de injusto, se contrae una deuda nueva que hace perder el beneficio que podría esperarse del sufrimiento; por esto será preciso empezar de nuevo, absolutamente como si a un acreedor que os atormenta, le dais cantidades a cuenta, y cada vez le pedís prestado de nuevo.
A su entrada en
el mundo de los espíritus, el hombre es semejante también al obrero que se
presenta el día de la paga. A los unos les dice el amo: "Aquí tenéis
el precio de vuestros jornales"; a los otros, a los felices de la
tierra, a los que hayan vivido en la ociosidad, a los que hayan cifrado su
felicidad en la satisfacción del amor propio y los goces mundanos, dirá:
"Nada
hay para vosotros, porque ya habéis recibido vuestro salario en la tierra. Iros
y empezad de nuevo vuestra tarea".
13. El hombre puede aliviar o aumentar las amarguras de sus pruebas según
el modo como considere la vida terrestre. Sufre tanto más cuanto más larga
ve la duración del sufrimiento; así, pues, el que se coloca en el punto de
vista de la vida espiritual, abraza de una sola ojeada la vida corporal;
la ve como un punto en el infinito, comprende su corta duración, y dice
que ese momento penoso pasa muy pronto; la certeza de un porvenir próximo
más feliz le sostiene y le anima, y en lugar de quejarse, da gracias al
cielo por los dolores que le hacen adelantar. Para el que sólo ve la
vida corporal, por el contrario, ésta le parece interminable, y el dolor
pesa sobre él con toda su fuerza. Es resultado de ese modo de considerar
la vida el disminuir la importancia de las cosas de este mundo, conducir al
hombre a moderar sus deseos y a contentarse con su posición sin envidiar la de
los otros; atenuando la impresión moral de los reveses y de los desengaños
que experimenta, adquiere una calma y una resignación tan útiles a la salud del
cuerpo como a la del alma; mientras que con la envidia, los celos y la
ambición, él mismo se pone voluntariamente en el tormento y aumenta de
este modo las miserias y las angustias de su corta existencia.
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC
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