domingo, 22 de junio de 2025

Evolución del espírita

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La verdadera desgracia

2.-  El Arado

3.- Motivos de resignación.

4.- Evolución del espírita

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                        LA VERDADERA DESGRACIA

24. Todos hablan de la desgracia, todo el mundo la ha experimentado y cree conocer su carácter múltiple. Yo vengo a deciros que casi todos se engañaban, y la desgracia real de ninguna manera es lo que los hombres, es decir, los desgraciados, suponen. Ellos la ven en la miseria, en el hogar sin fuego, en el acreedor que apremia, en la cuna sin el ángel que sonreía en ella, en las lágrimas, en el féretro que se sigue con la frente descubierta y el corazón destrozado, en la angustia de la traición, en el orgullo del menesteroso que quisiera revestirse con la púrpura y que apenas oculta su desnudez bajo los harapos de la vanidad; todo esto, y aun muchas otras cosas, se llama desgracia en el lenguaje humano. Si, ésa es la desgracia para los que no ven más que el presente; pero la verdadera desgracia consiste antes en las consecuencias de una cosa, que en la cosa misma.

Decidme si el acontecimiento más feliz por el momento, pero que tiene consecuencias funestas, no es, en realidad, más desgraciado que aquél que en un principio causa una viva contrariedad y acaba por producir un bien. Decidme si el huracán que destroza vuestros árboles, pero que purifica el aire disipando los miasmas insalubres que hubiesen causado la muerte, no es más bien una felicidad que una desgracia.

Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.

Voy a revelaros la desgracia bajo una nueva forma, bajo la forma bella y florida que acogéis y deseáis con todas las fuerzas de vuestras almas engañadas. La desgracia es la alegría, es el placer, el ruido, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad, que acallan la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento y que aturden al hombre sobre el porvenir; la desgracia es el opio del olvido que vosotros llamáis con todos vuestros deseos.

¡Esperad, vosotros los que lloráis! ¡Temblad, vosotros los que reis, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios, no se esquiva el destino; y las pruebas más temibles que la jauría desencadenada por el hambre, acechan vuestro reposo engañador para sumergiros de repente en la agonía de la verdadera desgracia, de la que sorprende el alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo.

Que el Espiritismo os aclare, pues, y coloque en su verdadero puesto la verdad y el error tan extrañamente desfigurados por vuestra ceguera. Entonces obraréis como los bravos soldados, que lejos de huir del peligro, prefieren las luchas de los combates comprometidos a la paz que no puede darles ni gloria ni ascensos. ¿Qué le importa al soldado perder su armas en la reyerta, sus bagajes y sus vestidos, con tal que salga vencedor y con gloria? ¿Qué le importa al que tiene fe en el porvenir, dejar sobre el campo de batalla de la vida su fortuna y su envoltura carnal, con tal que su alma entre radiante en el reino celeste? (Delfina de Girardin. París, 1861).

Evangelio según el Espiritismo Cap V, 24

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             EL ARADO

                               

"Y Jesús le dijo: Nadie que echa mano del arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios." — (Lucas, 9:62.)

Aquí vemos a Jesús utilizar en la edificación del Reino Divino uno de los más bellos símbolos.

Efectivamente, si lo desease, el Maestro crearía otras imágenes. Podría reportarse a las leyes del mundo, a los deberes sociales, a los textos de la profecía, pero prefiere fijar la enseñanza en bases más simples, tan simples como un sencillo arado.  El arado es la herramienta de todos los tiempos. Es pesado, demanda esfuerzo de colaboración entre el hombre y la máquina, provoca sudor y cuidado y, sobre todo, hiere la tierra para que produzca. Construye la cuna de las sementeras y, a su paso, el terreno cede para que la lluvia, el sol y los abonos sean convenientemente aprovechados.

Es necesario, pues, que el discípulo sincero tome  las lecciones  del Divino Cultivador, abrazándose al arado de la responsabilidad, en la lucha edificante, sin retirar de él las manos evitando de ese modo perjuicios graves a la "tierra de sí mismo".

Meditemos en  tantas  oportunidades perdidas, en las lluvias de misericordia que cayeron sobre nosotros y que se fueron sin ningún aprovechamiento para nuestro espíritu, en el sol del amor que nos viene vivificando hace muchos milenios, en los abonos preciosos que hemos rechazado, por preferir la ociosidad y la indiferencia.

Examinemos todo esto y reflexionemos en el símbolo de Jesús.

Un arado promete servicio, disciplina, aflicción y cansancio; no obstante, no se debe olvidar que, después de él, llegan las siembras y cosechas, panes en el plato y graneros guarnecidos.

( Camino,Verdad y Vida )

Comentario:.-   Una vez más se pone  aquí de manifiesto que  la misión principal que en general tenemos todos en la vida, es  trabajar  en la siembra y desarrollo de valores espirituales, para nuestro bien y el bien de los demás.  Y este es el Reino de Dios, o mejor dicho,  aquí es en donde comienza el  Reino de Dios en la Tierra. Este  es un trabajo que   necesita ser hecho  con  plena consciencia, con empeño, con firmeza, con ilusión, y sin mirar atrás deteniéndonos muchas veces ante las ilusiones  vanas de la vida, con  una  imaginación desbordante que nos cuenta la historia ficticia de lo que tal vez pudo haber sido  pero que  no fue ni  lo será jamás.

La mano en el arado viene a  significar  cuando nos ponemos “ manos a la obra”; el ponernos a trabajar con determinación y seriedad, en un trabajo que no siempre  supone  un esfuerzo físico, sino  que muchas veces lo suele ser de esfuerzo y hasta sacrificio  moral, mental y espiritual, pues es un trabajo de vencer nuestros propios defectos espirituales y de darnos a los demás cuanto nos sea posible.

   El  mirar atrás  en la senda de esta importante labor  que tenemos todos que desempeñar en la vida, cada uno según su medida,  su capacidad y  sus circunstancias,  puede   venir a significar que nosotros mismos muchas veces somos el mayor obstáculo que encontramos para nuestra autorrealización, por comodismo o cuando  paralizamos nuestra labor, desanimados  ante nuestros fallos, errores y caídas; cuando parece que nos faltan las fuerzas para levantarnos de nuevo con ánimo y no perder más el tiempo.  También ese mirar atrás lo es cuando en este camino de crecimiento  y desarrollo espiritual, nos dejamos llevar por la pereza  espiritual o por  la atracción de  las cosas materiales,  y luego nos desanimamos con nosotros mismos y aflojamos el paso   de  nuestra ilusión y empeño, porque como en un espejismo falso y negativo, creemos que estamos solos en medio del difícil  desierto de la vida. Y eso es un gran  error, porque debemos tener muy en cuenta que  jamás estamos solos; Dios nunca deja desamparados a sus hijos, aunque a veces nuestra falta de fe así nos lo haga creer; `porque siempre tenemos cerca amigos espirituales  ( y a veces también  enemigos, dependiendo ello de nuestra sintonía  vibratoria, mental y espiritual que, según sea, los atrae o los rechaza). Y estos seres que en buena sintonía nos acompañan e inspiran en cada instante, nos hacen tener siempre presente en cada circunstancia, cual es el camino correcto, o en donde nos hemos equivocado por ser tercos y no haber sabido escuchar sus voces en el fondo de nuestras conciencias.

No se puede servir a dos señores, tal como indicó Jesús:  A Dios y al mundo. Estamos en el mundo, pero solo como aves de paso. Sabemos que en realidad no pertenecemos al mundo terreno sino al  mundo espiritual que es nuestra verdadera Patria s la que todos regresamos al final de nuestras existencias en la materia. Por eso, ante la disyuntiva que esta vida nos presenta tantas veces, sepamos qué camino escoger siempre, poniendo la mano en el arado del trabajo espiritual,  sin relentizar  nuestra labor, y sin volver la vista  hacia las ilusiones efímeras de este mundo, pues recordemos que ya el Señor nos advirtió que los obreros somos pocos y la mies es mucha.

   Vivimos actualmente en unos momentos críticos de cambio de ciclo planetario en los que no podemos perder ya más tiempo; por lo tanto tenemos claro el camino y la postura a tomar firmemente: ! Sin flaquezas y con determinación vamos a trabajar  todos en la viña del Señor ¡.

- José Luis Martín-

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                MOTIVOS DE RESIGNACIÓN

   

                       12. .Con estas palabras, "Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán   consolados"  , Jesús indica al mismo tiempo la compensación que espera a los que sufren, y la resignación que hace bendecir el sufrimiento como preludio de la curación.                                                                                                                                                                        

  Estas palabras también pueden traducirse de este modo: Vosotros debéis consideraros felices sufriendo, porque vuestros dolores son deudas de vuestras faltas pasadas, y esos dolores sufridos con paciencia en la tierra os ahorran siglos de sufrimientos en la vida futura. Debéis, pues, teneros por felices, viendo que Dios reduce vuestra deuda, permitiéndoos que la paguéis ahora, lo que os asegurará la tranquilidad para el porvenir.

       El hombre que sufre se parece a un deudor que debe una fuerte cantidad y a quien su acreedor dice: "Si hoy mismo me pagáis la centésima parte, os perdono el resto; quedaréis libre; si no la hacéis, os perseguiré hasta que hayáis pagado el último céntimo". ¿No sería feliz el deudor, aun cuando sufriese toda clase de privaciones para librarse, pagando solamente la centésima parte de lo que debe? En vez de quejarse de su acreedor, ¿no le daría las gracias?

   Tal es el sentido de estas palabras: "Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados"; son felices porque pagan la deuda, y después de pagar, quedaron libres. Pero si pagando por un lado, se contraen nuevas deudas por el otro, nunca se llegará al saldo. Cada nueva falta aumenta la deuda, porque no hay una sola, cualquiera que sea, que no lleve consigo su castigo forzoso, inevitable; si no es hoy, será mañana, y si no en esta vida, será en otra. Entre estas faltas debería ponerse en primer lugar el defecto de sumisión a la voluntad de Dios; pues si en las aflicciones se murmura o si no se aceptan con resignación y como cosa que ha debido merecerse, si se acusa a Dios de injusto, se contrae una deuda nueva que hace perder el beneficio que podría esperarse del sufrimiento; por esto será preciso empezar de nuevo, absolutamente como si a un acreedor que os atormenta, le dais cantidades a cuenta, y cada vez le pedís prestado de nuevo.

      A su entrada en el mundo de los espíritus, el hombre es semejante también al obrero que se presenta el día de la paga. A los unos les dice el amo: "Aquí tenéis el precio de vuestros jornales"; a los otros, a los felices de la tierra, a los que hayan vivido en la ociosidad, a los que hayan cifrado su felicidad en la satisfacción del amor propio y los goces mundanos, dirá:

"Nada hay para vosotros, porque ya habéis recibido vuestro salario en la tierra. Iros y empezad de nuevo vuestra tarea".

13. El hombre puede aliviar o aumentar las amarguras de sus pruebas según el modo como considere la vida terrestre. Sufre tanto más cuanto más larga ve la duración del sufrimiento; así, pues, el que se coloca en el punto de vista de la vida espiritual, abraza de una sola ojeada la vida corporal; la ve como un punto en el infinito, comprende su corta duración, y dice que ese momento penoso pasa muy pronto; la certeza de un porvenir próximo más feliz le sostiene y le anima, y en lugar de quejarse, da gracias al cielo por los dolores que le hacen adelantar. Para el que sólo ve la vida corporal, por el contrario, ésta le parece interminable, y el dolor pesa sobre él con toda su fuerza. Es resultado de ese modo de considerar la vida el disminuir la importancia de las cosas de este mundo, conducir al hombre a moderar sus deseos y a contentarse con su posición sin envidiar la de los otros; atenuando la impresión moral de los reveses y de los desengaños que experimenta, adquiere una calma y una resignación tan útiles a la salud del cuerpo como a la del alma; mientras que con la envidia, los celos y la ambición, él mismo se pone voluntariamente en el tormento y aumenta de este modo las miserias y las angustias de su corta existencia.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC

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EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITA

                                                                    


En un principio el Espiritismo, apareció bajo un carácter estrictamente fenoménico. En aquellos momentos, era más importante dar, que hacer pensar a la humanidad, acerca de la existencia o no del denominado mundo de los muertos.
El espiritista de aquella época, era más bien un curioso que buscaba el fenómeno por simple distracción, ignorante a todas luces de la importancia y responsabilidad que una manifestación espiritual tiene. Acorde con esta actitud, los individuos que asistían a dichas sesiones, no tenían conciencia de que junto al fenómeno, se intentaba crear una responsabilidad y una nueva actuación moral en aquellos que eran capaces de comunicarse con el “Más Allá”.
El siguiente paso sería el decisivo, se hacía necesaria una orientación y un camino a seguir, por ello llegó a la tierra el codificador.
Al mismo tiempo, que se marcaban pautas de conducta y se daban respuestas a las múltiples preguntas que el hombre se hacía a través de las leyes espirituales: Reencarnación, Causa y Efecto, etc.; la codificación, venía a configurarse como una nueva revelación de los planos espirituales, capaz de comprometer al hombre que siguiera sus enseñanzas, a un cambio profundo en su fuero interno y en sus actuaciones de cara a los demás.
Una vez la codificación fue concluida y dada a conocer por el mundo; aquellos que asistían a las sesiones de Espiritismo por simple curiosidad y que no quisieron aceptar el nuevo mensaje, fueron poco a poco distanciándose de aquellos otros que con una mentalidad más abierta, supieron analizar y aceptar como propias las nuevas ideas que la codificación aportaba. Estos últimos intentaron llevar un cambio a sus vidas, asesorados por los espíritus de luz con los que se comunicaban y guiados por el nuevo código moral que, desde lo Alto, acababa de derramarse sobre la tierra, para la renovación del hombre.
A partir de este momento, aquél que quería ser Espiritista, se debía de comprometer en conciencia, a una nueva actitud moral; esto, quizás disminuía el número de adeptos, pero sin embargo beneficiaba a la doctrina, porque se estaba seguro de una mayor calidad que cantidad.
Pese a todo, si el Espiritismo no ha alcanzado todavía objetivos de grandeza, no podemos caer en el error de achacar esto a la mala imagen y propaganda que de él se ha hecho. Hemos de reconocer, que en este sentido, los Espiritistas tenemos también gran parte de culpa; puesto que muchas veces hemos contribuido a empañar el mensaje de la doctrina con nuestra actuación personal, al no haber intentado en nosotros esa renovación moral que es la base de la codificación.
Por ello, es necesaria una reactivación; reactivación que contemple aspectos tan importantes como: una mentalidad más abierta, una mayor adaptación a los tiempos y circunstancias que hoy vivimos, un olvido de los prejuicios sociales así como de todo aquello que pueda limitarnos a divulgar ampliamente la doctrina.
Y sobre todo, es necesario basar esa renovación en un ofrecimiento sincero y sencillo hacia los demás, en un respeto hacia las otras ideas o corrientes que puedan tener los que vengan a escucharnos y por último en un olvido de vanidades y orgullos para incorporar en nosotros permanentemente el patrón de la humildad.
Aspectos muy importantes de la nueva situación sería, el intentar ponernos al corriente de las necesidades espirituales que esta sociedad tiene, para de esta forma poder dar a todo aquel que se nos acerque, lo que más le pueda servir para su realización espiritual; no caigamos en el error de ofrecer aquello que nosotros no podemos dar, intentemos ponernos en el lugar de los demás, para de esa forma practicar mejor la caridad.
El espírita debe ser consciente de cuál es su misión y responsabilidad: estamos llamados a ser la luz de una humanidad en crisis, y esto, solamente lo podremos realizar, si primero hemos conseguido internamente la paz que, queremos y tenemos la obligación de dar a los demás.
Así pues, podemos concluir diciendo que a lo largo del tiempo, se han ido observando cambios en la actitud del espírita, estas modificaciones han sido motivadas por multitud de circunstancias: sociales, de mentalidad, espirituales, etc...
No obstante, siempre y cuando hayan servido para una mayor comprensión y análisis de las verdades divinas y del desarrollo del Amor en el hombre, es obvio, que dichas modificaciones han sido altamente beneficiosas.

Tomado del Congreso Nacional de Espiritismo 1981
Publicación De La Asociación Parapsicològica
Villenense

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