miércoles, 17 de septiembre de 2014

Los Velatorios

       

 Actitudes durante los “Velatorios”. -


Los llamados velatorios, en realidad son costumbres largamente arraigadas en cada pueblo que se llevan a cabo y se interpreta según la tradición social o las creencias religiosas de cada lugar. Este viene a ser como una despedida del fallecido, al cual se le muestra el respeto y el cariño debidos, como prueba póstuma de nuestra consideración.
Hay pueblos de otras culturas extrañas a la judeo-cristiana que es la tradicionalmente mantenida por los países occidentales, que en lugar de lutos, plañideras y duelos, por el contrario organizan una auténtica fiesta celebrando que el muerto ya dejó de padecer por las cosas de este mundo, lo cual manifiesta una actitud coherente con la creencia verdadera en otra vida mejor en el “mas allá”.
Los velatorios manifiestan un deseo de cuidar el cadáver del finado a modo de homenaje y despedida, con la intención de no dejarlo solo después de la muerte. Sin embargo precisamente esa pretendida soledad que se trata de evitar, normalmente le es mas necesaria y beneficiosa que el hecho de no dejar solo el cadáver, que sin embargo de todos modos tras el sepelio quedará solo y abandonado para siempre, aunque queden personas en este mundo que después visiten su tumba y dejen flores, o en el mejor de los casos alguna oración rutinaria aunque bien intencionada.
El fallecido, tras su último aliento en este mundo, atraviesa un periodo de turbación o sueño mas o menos prolongado y finalmente “ despierta” o resucita en ese nuevo estado de vida o “más allá”. Tras ese despertar necesita de un tiempo de “acople” y desenvolvimiento que lógicamente consigue mas fácilmente en la medida que le es facilitado no perturbándole con pensamientos deprimentes o conversaciones ajenas a ese momento tan trascendente e importante para él, así como con lloros y lamentos que le atraen constantemente hacia sus despojos, y no le dejan despertar con lucidez y alejarse del ambiente físico que ya no le corresponde.
Por otra parte, las oraciones que salen del corazón de las personas presentes ante el cadáver, acompañadas de auténticos sentimientos de paz y deseos de bien para el que se ha ido, le facilitan realmente el tránsito a la dimensión espiritual que les corresponde.
Por esto debemos evitar esas reuniones sociales que se dan en los mortuorios con motivo del fallecimiento como costumbre y tradición, que se han convertido en un acto social de obligado compromiso y asistencia para  “ cumplir” o “quedar bien”, en las más de las ocasiones, hablando sin mayor reparo de cosas intrascendentes, negocios, deportes, etc, que nada tienen que ver con la experiencia trascendente que en esos momentos está viviendo el Ser que se ha ido de este mundo. Tampoco debemos dejarnos llevar por actitudes negativas como gritos, lloros o incluso blasfemias contra Dios , al que a veces consideramos injusto por haberse llevado a esa persona, o a quien se trata de ofender con una actitud rebelde, dudando de su bondad o incluso de su existencia cuando llegan estos duros momentos.
Muchas personas, apenadas más que por el que se ha ido, por ellas mismas, dicen en una actitud egoísta e inconsciente: “¿Cómo será mi vida sin él?”, en vez de decir más correctamente: “ Espero que sus amigos que están en el más allá lo hayan recibido como él se merece” , o “ Te voy a seguir amando siempre hasta el día en que nos reencontremos”.
Estas actitudes mentales y emocionales negativas, tienen además el efecto añadido de que atraen a espíritus de baja condición que acuden por afinidad y curiosidad a este desbarajuste psíquico que de este modo se suele crear, participando del mismo, con el consiguiente perjuicio al recién desencarnado que se puede ver acosado y turbado por estos “invitados” indeseables.
Es preferible dejar al fallecido solo,fuera de toda perturbación psíquica y mental, en una sala aparte y fuera de las miradas de los curiosos y apartado de los pensamientos y comentarios inapropiados de los que en torno a él se reúnen. Mientras tanto se le deja en este proceso y alejado de ese ambiente social y familiar nefasto , según consejo de Emmanuel, elevado Ser espiritual que tanto nos ha enseñado a través de la mediumnidad de Chico Xavier, el cadáver no debiera estar menos de tres días solo , en cámara frigorífica si fuese necesario, hasta el momento del entierro o la cremación y mientras, se le puede ayudar con oraciones sinceras y despojadas de nostalgias, así como con buenos pensamientos y deseos de adaptación en su nueva vida. Pensemos que antes o después nos volveremos a encontrar con él y que deberemos asumir la responsabilidad de estas actitudes negativas y perjudiciales que normalmente se cometen por ignorancia.

- Jose Luis Martín-
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Ahora ,amigos míos, elevemos al Cristo nuestros pensamientos de júbilo y gratitud, consagrándole las inolvidables emociones de nuestro adios.”

- André Luiz a través del médium Francisco Candido Xavier-

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DIFICULTADES EN EL DESARROLLO MEDIUMNICO.

“El médium perfecto sería, pues, aquél que no permitiera, por ningún descuido, el acceso a los malos Espíritus. Es una condición muy difícil de adoptar. Pero si la perfección absoluta no es dad al hombre, siempre le es posibles por sus esfuerzos, aproximarse a ella; y los Espíritus tienen en cuenta, sobre todo, los esfuerzos, la fuerza de voluntad y la perseverancia”.
“Por el hecho mismo que el médium no es perfecto, Espíritus livianos, embusteros y mentirosos puede mezclarse en sus comunicaciones, alterándole la pureza e induciendo al error al médium y a aquellos que lo requieren. Es el mayor escollo del Espiritismo, cuya gravedad no disimulamos.”
“Es posible evitarlo? Lo decimos alto y fuerte: Sí, el medio no es difícil, solo exige discernimiento.”
“Las buenas intenciones, la propia moralidad del médium, no siempre basta para evitar la intromisión de los Espíritus livianos, mentirosos y pseudos-sabios en las comunicaciones. Más allá de la fallas de su propio Espíritu, puede darle entrada por otras causas de los cuales es la debilidad de carácter y una confianza excesiva en la invariable superioridad de los Espíritus que con él se comunican.”
“Si no queremos se victimas de los Espíritus livianos, es necesario juzgarlos, y para eso tenemos un criterio infalible: el buen sentido y la razón.”

Allan Kardec

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LA FAMILIA COMO INSTRUMENTO DE REDENCIÓN ESPIRITUAL


“Reconcíliate con tu adversario – advirtió Cristo – mientras estás en el camino  con él.”

¿Y no es precisamente en el círculo  acongojante de la familia  que estamos en el camino con aquel que nuestra insensatez convirtió en adversario?
El Espiritismo coloca, pues, bajo perspectivas enteramente renovada y hasta inesperada, más allá  de creativa y realista, la difícil y hasta ahora inexplicable problemática del inter-relacionamiento familiar. Si un miembro  de nuestra familia tiene dificultad en aceptarnos, en entendernos, en amarnos, podemos estar seguros de que tales dificultades fueron creadas por nosotros mismos en un relacionamiento anterior  en el que nuestras pasiones ignoraron el buen sentido.
-¿Y la repulsión instintiva que se experimenta por algunas personas, donde se origina? Preguntó Kardec a sus instructores (LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, pregunta 389)
- Son espíritus antipáticos que se adivina y reconocen, sin hablarse.
El punto de encuentro de muchas de esas antipatías, que necesitan del toque mágico del amor  y del entendimiento, es la familia consanguínea, célula de un organismo más amplio que es la familia espiritual, que a su vez, es la célula de la institución infinitamente más vasta que es la familia mundial, y finalmente, universal.
La Doctrina considera la institución del casamiento como instrumento del “progreso en la marcha de la humanidad” y, reversamente, la abolición del casamiento como “una regresión a la vida de los animales”. (cuestiones 695 y 696, del LIBRO DE LOS ESPÍRITUS)
Al las cuestiones indicadas, Kardec acrecentó que – “El estado de naturaleza es el de la unión libre y fortuita  de los sexos. El casamiento constituye  uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas, porque establece la solidaridad fraterna y se observa entre todos los pueblos, si bien que en condiciones diversas”.
En lo que, una vez más, están de acuerdo estudiosos del problema desde el punto de vista científico, formuladores y divulgadores de la Doctrina Espirita.
Esto nos lleva a la delicada cuestión del divorcio, reconocido como una de las principales causas disgregadoras del casamiento, y, por extensión, de la familia.
El problema de la indisolubilidad del casamiento fue abordado por los Espíritus, de manera bastante resumida, en la Cuestión 697. Preguntado sobre si “Está en la ley de la Naturaleza, o solamente en la ley humana la indisolubilidad absoluta del casamiento”, respondiendo de la siguiente forma:
- Es una ley contraria a la Naturaleza. Más los hombres pueden modificar sus leyes; solo las de la Naturaleza son inmutables.
¿Qué quiso decir exactamente con eso?
En primer lugar, conviene llamar la atención para el hecho de que la respuesta fue dada en el contexto de una pregunta específica sobre la indisolubilidad absoluta. Realmente, la ley natural o divina no impone inapelablemente un tipo rigido de unión, aun mismo porque el libre albedrio es principio fundamental, derecho inalienable del ser humano. “Sin el libre albedrio – consta enfáticamente en la Cuestión (843  de EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS – el hombre seria una maquina”.
La ley natural, por consiguiente, no iría a trazar limites arbitrarios a las opciones humanas, encadenando hombre y mujeres a un severo régimen de esclavitud, que podría conducir a situaciones calamitosas en términos evolutivos, resultando en agravamiento de los conflictos, en lugar de resolverlos, o por lo menos atenuarlos.
Además, como venimos recordando repetidamente, el Espiritismo no se propone dictar reglas de procedimiento específico para cada situación de la vida. lo que ofrece son principios generales, es una estructura básica, montada sobre la permanencia  y estabilidad de verdades testadas y aprobadas por la experiencia de muchos milenios .
Que dentro de ese espacio se esmere  la criatura humana en el ejercicio pleno de su libre albedrio y decida lo que mejor le conviene, ante el conjunto de circunstancias en que se encuentre.
El casamiento es compromiso espiritual previamente negociado y aceptado, aun que no siempre aceptado de buen agrado por las partes que lo componen. Son muchos, sino la mayoría, los que se unen en la expectativa de muchos años de turbulencia  y malentendidos porque están en debito  con el compañero  que acogen, precisamente  para que se concilien se ajusten, se pacifiquen y se amen o, por lo menos, se respeten y estimen.
Sumergidos, sin embargo, en la carne, los buenos propósitos del deudor, que programó para si mismo un régimen de tolerancia y autocontrol, pueden fallar. Como también puede exorbitar de su deseable moderación el compañero que viene para recibir la reparación, y en lugar de recoger con serenidad  lo que le es debido (y antaño le fue negado) en atención, apoyo, seguridad y afecto, asume la actitud del tirano arbitrario que, más allá de exigir con intransigencia  lo debido, humilla, oprime  y odia al compañero que, al fin de cuentas, están haciendo lo posible, dentro de sus limitaciones, para cumplir su compromiso. En esos casos, el proceso de ajuste – que será siempre algo difícil mas podrá desarrollarse en un clima de mutua comprensión – se convierte en venganza irracional.
En una situación de esas, más frecuentes de lo que podríamos suponer, la indisolubilidad absoluta  a que se refiere la Codificación, sería, de hecho, una ley antinatural. Si uno de los compañeros de la unión, programada con el objetivo de promover una rectificación de comportamiento, se sirvió insensatamente de su facultad de libre elección, optando por el odio y la venganza, cuando podría simplemente  recoger lo que le es debido por un deudor dispuesto a pagar, sería injusto que la ley recusase  este derecho de rechazar el compromiso asumido, modificar sus términos, o aplazar la ejecución, asumiendo todas las responsabilidades provenientes de sus actos, como de hecho siempre fué .
La ley divina no tolera la violencia que un compañero se disponga a practicar sobre el otro. Por otra parte, la deuda no es tanta  con el individuo perjudicado como con la propia ley divina no respetada. En el momento en que arruinamos o asesinamos a alguien, cometemos, claro, un delito personal de mayor gravedad. Es preciso recordar, con todo, que la victima también se encuentra envuelta con la ley, que, paradójicamente, irá a exhibir la reparación de la falta cometida, no para vengarla, más si  para desalentar al culpable, mostrándole que cada gesto negativo crea su matriz de reparación. Cristo fue enfático y preciso  al ligar siempre el error al dolor del rescate. “Ve y no peques más, para que no te acontezca cosa peor”, dijo él.
 No hay sufrimiento inocente, ni cobranza injusta o indebida. El que debe paga y el que está siendo cobrado es porque debe. Así la propia víctima  de un acto criminal es también un ser endeudado ante la ley, por alguna razón concreta anterior, aunque ignorada. Si, en lugar de reconciliarse,  ella se venga, estará reabriendo su cuenta  con nuevo debito, en vez de saldarla.
La ley natural, no prescribe la indisolubilidad mandataria y absoluta del casamiento,  como caracterizó Kardec en su pregunta. Consecuentemente, la ley humana no debe ser más realista de lo que otra que le es superior; debe ser flexible, abriendo espacio para las opciones individuales del libre albedrio.
Eso, con todo, está lejos de significar una actitud de complacencia o de estimulo a la separación de los casados con dificultad. El divorcio es admisible, en situaciones de grave conflicto, en los cuales la separación legal asume la condición de mal menor, en comparación con opciones potencialmente más graves que proyectan amenazadoras tragedias y aflicciones imprevisibles: suicidios, asesinatos, y otros conflictos que destruyen familia y acarrean nuevos y pesados compromisos, en vez de resolver los que ya trajeron del pasado  por auto-herencia.
Conviene, por tanto, atentar para todos los aspectos  de la cuestión y no ceder precipitadamente al primer impulso pasional o solicitación del comodismo o del egoísmo. Dificultades de relación son de esperarse en la gran mayoría de las uniones que se procesan en nuestro mundo, aún muy imperfecto. No debe ser despreciado el importante aspecto de que el casamiento fue combinado y aceptado  con la necesaria anticipación, precisamente para neutralizar diferencias y dificultades que persisten entre dos o más Espíritus.
Lo que la ley divina prescribe para el casamiento es el amor, en su más amplia y completa connotación, en el cual el sexo es apenas la expresión física de una profunda y serena sintonía espiritual. Estas uniones, con todo, son aun la excepción y no la norma. Ocurre entre aquellos, que, en la expresión de Jesus, Dios juntó, en la inmutable perfección de sus leyes. Que nadie los separe, mismo porque, llegada  a esa fase  de sabiduría, entendimiento y serenidad, los Espíritus poco se preocupan que los vínculos  matrimoniales sean indisolubles o no en términos humanos, dado que, para ellos rige la ley divina que ya los unió por el vínculo supremo del amor.
En suma, rehusar ante una situación de desarmonía en el casamiento con un conyuge difícil o por problemas aparentemente insolubles, es gesto de flaqueza y cobardía  de graves implicaciones. Somos colocados en situaciones de esas precisamente para resolver conflictos emocionales que nos  interceptan el paso en los caminos evolutivos. Estaremos rechazando exactamente el remedio prescrito para curar malezas persistentes que se arrastran, algunas veces, por siglos o milenios adheridos a nuestra estructura espiritual.
La separación y el divorcio constituyen, así, actitudes que no deben ser asumidas antes de un profundo análisis y de demorada meditación, que nos lleven a la plena consciencia de las responsabilidades asumidas.
Como escribió Pablo con admirable lucidez y poder de síntesis.
-“Todo me es licito, más no todo me conviene”.
El espiritismo no es doctrina del no y si de la responsabilidad, Vivir es escoger, es optar, es decidir.  Y la elección es siempre libre dentro de un rango relativamente amplia de alternativas. La siembra,  acostumbramos a decir, es libre; la cosecha es la que es siempre obligatoria
Es en el contexto de la familia donde viene a desaguar un volumen incalculable de consecuencias más o menos penosas resultantes de desaciertos anteriores, de decisiones tomadas en contra de las leyes flexibles y, al mismo tiempo, severas, que regulan el universo ético en el que nos desenvolvemos.
Para que un día podamos disfrutar el privilegio de vivir en comunidades felices y armoniosas, aquí en el mundo póstumo, hemos de aceptar, aunque a regañadientes, las reglas del yugo  de la vida. El trabajo de la reconciliación con espíritus que perjudicamos  con el descontrol de nuestras pasiones, nunca es fácil y, por eso,  el comodismo nos relentiza para el adelantamiento en las luchas y renuncias por donde pasa  el camino de la victoria
Como foro natural de complejos problemas humanos y núcleo inevitable de las experiencias rectificadoras que nos incumbe llevar a buen término, la familia es instrumento de redención individual y, por extensión, del equilibrio social.
No precisaría de ninguna otra razón para ser estudiada con seriedad y preservada con firmeza en sus estructuras  y en sus propósitos educativos.

Por Deolindo Amorim y Hermínio C. Miranda.
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