INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Curaciones
3.- Mediumnidad: Definiciones
4.- Estudio del fenómeno psicográfico
¡ FELIZ NOCHE BUENA !
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CURACIONES
A medida
que los nuevos paradigmas con respecto al ser humano, como realidad espiritual
que es, sustentados en hechos comprobados, surgen valiosas terapias en
las áreas alternativas, persiguiendo la liberación del sufrimiento, la angustia
del miedo y los desequilibrios de todo orden..
Felizmente, todas
ellas tienen como meta la conquista de un ser integral que supere
los límites y las acciones que renacen de su pasado espiritual, profundizando
la sonda de la investigación de las causas profundas que yacen en el ser,
viajero de innumerables existencias corporales, en las que se
comprometió ante su conciencia y la conciencia cósmica.
Mientras no se
identifique el error y se tome conciencia de ello, asumiendo el
compromiso de reparación por el amor, por el bien, permanente en él tras los
factores de perturbación o la degeneración, tan difícil de superar..
La curación real
solo ocurrirá de lo interior hacia lo exterior, de lo más íntimo hacia el
cuerpo físico.
En este sentido
la curación tiene inicio cuando el paciente se ama a sí mismo y pasa a amar a
su prójimo.
El proceso de
recuperación tiene su curso cuando este individuo consciente se libera de las
pasiones primitivas, elevando la mente y el corazón a los nobles ideales
mediante las luchas por el auto perfeccionamiento.
Incluso en el
área de las terapias académicas tradicionales, la curación orgánica, psíquica o
emocional, siempre se presenta susceptible de recaída en caso de que no haya un
profundo cambio de hábitos mentales y de comportamiento de la persona, que,
entonces, permanecerá vulnerable, sin defensas inmunológicas.
La
psico-neuro-inmunología demuestra que cada uno es en el área de la salud, aquello
que piensa y cuanto se hace a sí mismo.
Así, la curación
es un proceso profundo de integración de la persona, en los programas
superiores de la vida.
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Toda curación
procede de Dios. Como Dios es Amor, he aquí que el amor es esencial en el
mecanismo de la salud.
El amor siempre
está abierto a la compasión. No se puede ser compasivo olvidándose de la
solidaridad.
De ese modo, curar o
curarse, es una forma de contribuir con el bienestar del prójimo.
La solidaridad
abarca todos los seres sensibles, inclusive a la Naturaleza, en sus variadas
manifestaciones.
En esa amplitud
del sentimiento, surge la necesidad de la integración de cada uno en el
organismo general, sin pérdida de la individualidad.
Curar, es participar
con el elevado sentimiento de comprensión de las debilidades ajenas.
Esa comprensión
se expresa como tolerancia, que ayuda sin reprochar y sin revolver heridas.
Curar es tolerar
todo y a todos, avanzando rumbo a la paz.
La paz resulta
del equilibrio entre la razón y el sentimiento, entre lo que se hace y cómo se
hace, pero siempre edificando.
Y para
conseguirlo, es indispensable orar.
Curar, por tanto,
es sumergirse en el océano de la oración, de donde proceden la inspiración y el
valor para proseguir en el esfuerzo del crecimiento espiritual.
Las curaciones
verdaderas, resultan de la decisión superior de encontrarse y localizarse cada
cual en el contexto del equilibrio que rige en el Universo.
No siempre será
la curtación, la falta de enfermedad o la ausencia del miedo, pero se
caracterizará por la confianza y por la acción ennoblecedora que superarán los
obstáculos, liberando al ser del primitivismo en el que aun se demora,
expresado en las heridas que porta, estigmas de las reencarnaciones infelices.
Curar es
liberarse del ego inferior y aliarse al yo profundo espiritual, su realidad
legítima.
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Siempre que Jesús
curaba, envolvía al paciente en sucesivas ondas de amor.. Y por saberlo nuevo,
necesitado de nuevos y continuos viajes carnales para iluminarse, le
recomendaba conciso: No vuelvas a pecar, para que no te acontezca algo
peor.
(Mensaje psicografiado por el médium
Divaldo Pereira Franco, en el Centro Espírita Camino de Redención, en Salvador
Bahía-Brasil)
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ESPÍRITU
Y PERIESPÍRITU
José Aniorte Alcaraz
El Universo y nuestro mundo espiritual, todavía hoy,
a pesar de los grandes descubrimientos científicos realizados, continúa siendo
el gran desconocido. Hay muchas teorías sobre este tema, unas malintencionadas,
otras mantenidas por el orgullo de personas que se creen en posesión de toda la
sabiduría, siendo en realidad objeto de la ignorancia.
Yo, sin considerarme naturalmente, un maestro, después de
cincuenta y seis años de estudio, razonando, investigando y comprobando con
total independencia, tengo mi propia teoría, pues cada maestro tiene su librito; teoría que estoy dispuesto a
cambiar o rectificar, cuando encuentre otra más convincente.
Nos dice “El Libro de los Espíritus”: en el Universo todo se eslabona, todo efecto es la consecuencia
de una causa.
Nuestra evolución empieza en un átomo, pasa por el mineral, el vegetal, el
animal, el hombre y finalmente el arcángel. En el mismo libro se
pregunta: ¿ dónde
está la inteligencia?,
respuesta: en su
base, en el Universo; otra
pregunta: ¿ qué es
el Espíritu?,
respuesta: el principio
inteligente del Universo. Por consiguiente, si el Espíritu o principio inteligente,
tiene su origen en el Universo y reside en él, no puede estar durmiendo en el mineral o soñando en el vegetal.
El principio inteligente no duerme ni sueña, es una
partícula Divina, que está latente, esperando que la materia reúna las
condiciones óptimas necesarias para poder ser utilizada por el “Principio Inteligente”. Así es como el Espíritu
inmortal, se sirve de la materia animalizada, desde su estado más primitivo,
para empezar su evolución desde un átomo. Pasando por el largo y extenso
período de la vida animal, en este estado el alma está adormecida, no puede
imaginar su situación, no tiene idea de su existencia; no alcanza a comprender
la diferencia existente entre la vida y la muerte. Para ella sólo existe un
instinto, que sin duda puede ser inteligente, pues independiente de su
voluntad, se manifiesta según las necesidades, como pueden ser: la naturaleza
de las especies, el clima o la difícil situación a la que cada especie tiene
que sobrevivir.
En esta compleja y ardua situación, el alma se forma, se
ensaya y lentamente se prepara, hasta que al fin, comienza a sentir de forma
confusa, un impulso nuevo y desconocido; siente por primera vez la aspiración y
el deseo de individualizarse.
En esta circunstancia, es cuando se produce la gran
metamorfosis, y el alma animal emprende un nuevo período, para convertirse en
alma humana. Todo esto realmente maravilloso, cuenta con la ayuda de los buenos
espíritus que están al servicio de Dios. Somos creados por Dios, y Él dirige
nuestro destino, hasta que nosotros estamos preparados para asumir la
responsabilidad y el control del mismo.
La materia en su estado primitivo, está dispersa por todo
el Universo, en realidad es el principio de todo, el principio de la vida. Con
sus continuas transformaciones, crea los elementos necesarios para la evolución
del Universo, siendo éste una creación de Dios.
En nuestro planeta la evolución de la materia, empieza en
un átomo como partícula organizada. Siguiendo el proceso de evolución nos
centramos en la materia inerte, emprendiendo su desarrollo en los elementos
minerales, que tras un laborioso proceso inconsciente, cuando aparece el
ambiente y el medio adecuados, atrae al principio vital, dándose la
transformación hacia la materia animada, que tras circunstancias mucho más
sofisticadas y el medio propicio para animalizarse, el principio inteligente
que espera la oportunidad para el comienzo de su evolución, utiliza la materia
orgánica, junto con el fluido vital, para el comienzo de la evolución animal.
El principio inteligente, desde su estado más primitivo,
empieza su larga e interminable carrera evolutiva en la escala animal, sin
pasar por la escala mineral o vegetal. A través de los tiempos, pasando por
distintas especies, sin conciencia de su existencia, sigue adelante por
un impulso divino que despierta en él un instinto primario, pero necesario para
sobrevivir en el ámbito que se encuentra. Este instinto, lentamente y a través
de los considerables periodos evolutivos, de especies diferentes, también se
transforma en una inteligencia animal, limitada; porque no puede saber ni
sentir la razón de su existencia, ni distinguir la vida de la muerte. Su
inteligencia instintiva, es el medio que posee de subsistencia.
Durante estos prolongados e incontables períodos, el alma
se está consolidando y preparando para el gran futuro que le espera.
No está dormida, sino aturdida, porque puede sentir pero
no tiene la capacidad de manifestar lo que siente, y paciente espera hasta
poder reunir las condiciones para hacerlo. Desde el primer momento que el alma
tiene contacto con la materia animalizada, lo hace envuelta en su cuerpo
astral, pues sería imposible que el principio inteligente, pudiera utilizar la
materia sin un cuerpo fluídico o intermediario.
El alma revestida de los fluidos más animalizados, de los
instintos más vulgares y primitivos, tiene que vivir y sentir, caminando
valientemente a través de los tiempos; ignorando su identidad pero conservando
en lo más íntimo de su ser, la partícula divina, que un día, cuando esté en
disposición para formar parte de la humanidad y asumir la responsabilidad de
sus actos, se individualizará, y conseguirá la elevación y redención de su Espíritu.
El alma del animal, con su inseparable cuerpo astral
compuesto de fluidos primitivos, tiene vida animal pero no vida
espiritual, sobrevive a la muerte sin tener consciencia de su existencia.
Recorre los largos caminos de su evolución, sin tener responsabilidad de ello.
El animal esté donde esté, continúa siendo animal, porque tiene unas
limitaciones que nunca podría superar por vía directa.
El alma animal no puede convertirse en alma humana, aunque
tenga latente en su interior, el principio divino del ángel. Para salir de esta
situación, tiene que pasar por la gran transformación.
Cuando llega el momento se produce el cambio, como la
completa metamorfosis de las mariposas; convirtiéndose el alma animal, en alma
humana. El alma animal, después de esta metamorfosis, se siente confundida,
como si acabara de nacer o despertara de una terrible pesadilla; no recuerda
nada pero lentamente, con recelo y por primera vez, siente el deseo incesante
de superarse para salir de la oscuridad y liberarse de la envoltura animal.
Desde este momento, aún tiene un período muy largo de
ensayos en la escala animal, para reafirmar su individualidad, recomponer su
cuerpo fluídico o periespíritu, despojándose gradualmente de todas las
impurezas animalizadas, que su mente espiritual, inconscientemente, ha tenido
que alimentar durante tanto tiempo vivido en el mundo inferior.
Una vez que rehace su estructura mental y fluídica, ya se
encuentra en condiciones para empezar un nuevo ciclo evolutivo como ser
pensante de la humanidad. Es preciso aclarar que en nuestro planeta, salvo
alguna excepción extraordinaria, el animal no tiene ninguna posibilidad de
alcanzar el estado de evolución que acabo de describir.
Este proceso es propio de otros mundos inferiores a éste;
en la Tierra, el animal siempre es animal. En “El Libro de los Espíritus” nos
dice: “hay
entre el alma de los irracionales y la humana tanta diferencia, como la
existente entre el alma del hombre y Dios”. Aquéllos que afirman que en un principio, la
vida en este planeta fue por generación espontánea, están diciendo algo muy
cierto, que ni ellos mismos comprenden el significado de lo que dicen.
Allan Kardec definió al periespíritu con una forma
vaporosa; él sabía en aquellos momentos, hace ciento cincuenta años, que tocar
este punto en profundidad, en lugar de conseguir instruir a los lectores, los
llevaría a la confusión. Hoy podemos afirmar que en su estado natural, podría
muy bien ser un cuerpo vaporoso, porque se compone de una combinación de
fluidos semi-materiales, extraídos o tomados del fluido Universal.
El Espíritu para nosotros es inmaterial, no tiene forma,
lo podemos sentir, pero no lo vemos. Es tan sensible que para poder dirigir
nuestro cuerpo o tener contacto con él, es imprescindible disponer de un cuerpo
intermediario y semimaterial, como es el periespíritu.
Cuando el Espíritu reencarna para una nueva existencia, lo
hace a través de su cuerpo astral; se protege con él y no llega a tener
contacto directo con su cuerpo físico. La unión del Espíritu con el cuerpo se
efectúa por medio de su envoltura fluídica. Por su naturaleza sutil, el
periespíritu sirve de unión entre el Espíritu y la materia.
El alma queda unida al germen por este mediador fluídico,
que se va adaptando y estrechando lentamente, siguiendo las fases progresivas
de la gestación, hasta completar la formación del cuerpo físico.
Desde la concepción hasta el nacimiento, la unión se lleva
a cabo con cierta lentitud, molécula a molécula; bajo el flujo creciente de los
elementos materiales y la fuerza vital que es facilitada por los movimientos
vibratorios del periespíritu infantil, que se reduce al mismo tiempo que la
conciencia del alma queda adormecida.
Durante el periodo de gestación, el periespíritu se
impregna de fluido vital, para convertirse en el regulador de la energía que
necesitan los elementos materiales del cuerpo en formación. La individualidad y
la memoria del Espíritu, se conservan y a su debido tiempo, se manifiestan en
el plano físico.
Cuando se completa la vida uterina, se produce el
nacimiento, siendo en este momento cuando el Espíritu, a través del
periespíritu toma el control de su cuerpo. El periodo de crecimiento será
largo, durante el cual el Espíritu tiene que modelar su nueva envoltura y hacer
de ella un instrumento capaz de manifestar sus cualidades y sentimientos.
Durante el sueño, en el transcurso de la vida infantil, el
Espíritu recibe la ayuda espiritual necesaria, para recuperar fuerzas y seguir
el curso de su nueva reencarnación. Durante su estancia en el plano espiritual,
el Espíritu, para manifestarse lo hace con su cuerpo fluídico; sin él sólo
sería una especie de ser invisible.
El Espíritu nunca puede separarse de su cuerpo astral, con
él se convierte en un ser real, reflejando la imagen del Espíritu; es el
archivo de sus memorias, es además una especie de conciencia que a través de su
imagen, recuerda al Espíritu los aciertos o desatinos que ha practicado con su
forma de vida.
Cuando el Espíritu está en el plano físico, fácilmente
puede engañarse a sí mismo y engañar a los demás, porque un espíritu malévolo,
puede tener un cuerpo bello, proporcionando una apariencia falsa de la
realidad.
Cuando después de la muerte se regresa al mundo de la
verdad, donde cada uno se sitúa en el lugar que le corresponde, donde no
existen los favores, ni las influencias, pero sí existe el cielo y el infierno
que llevamos con nosotros, como creación propia, encontrándonos allí atrapados
por un mundo de sombras o un mundo de luz, según la imagen que predomine con
más fuerza en nuestra mente.
En esta situación es cuando podemos contemplar el
verdadero aspecto del Espíritu, que según la conducta seguida en el plano
físico, volverá con un cuerpo más luminoso o menos, o con un cuerpo plagado de
heridas, envuelto por las sombras, implorando una ayuda que nadie le puede dar,
porque sólo él a través de su arrepentimiento, la podrá obtener.
El mundo espiritual “superior” aún continúa siendo para
nosotros el gran desconocido, pero el mundo incorpóreo más cercano a nosotros,
podemos decir que es muy semejante al nuestro. No obstante, existe una parte
completamente diferente; el Más Allá es un mundo de sentimientos, y nuestra
humanidad, se desenvuelve entre pasiones y sensaciones.
Los espíritus “comunes” viven entre nosotros, y tienen un
cuerpo tan semejante al nuestro, que algunos se confunden y en determinadas
circunstancias, piensan que aún tienen el mismo cuerpo que tenían antes de
morir. Estos espíritus están en todas partes, en nuestra casa, en el campo, en
las ciudades, en los medios de transporte, en lugares de ocio...
Es un mundo que se agita alrededor nuestro, y se acerca a
nosotros por afinidad. Los hay de todas clases y en situaciones diferentes;
cada uno tiene sus dificultades y persigue su objetivo.
La apariencia del Espíritu cambia según el estado mental
en el que se encuentra. Su aspecto se refleja con claridad en su cuerpo astral,
y los fluidos que le recubren, causan malestar o bienestar cuando se aproximan
a nosotros.
La lectura de este libro no está dedicada a los analistas
ni a los científicos, sino a los humildes y necesitados que han vivido
engañados por los dogmatismos fanáticos de las religiones del pasado y del
presente.
Lo que escribo aquí no es un tema nuevo, ya se ha
publicado en otros libros, pero la actual publicación pretende ser más directa
y sencilla; comprensible para aquéllos que desconocen el tema por falta de
estudio, y puedan comprender con menos dificultad, esta verdad que es la única
realidad de nuestra vida. Todas las revelaciones nuevas, han sido rechazadas
sin mostrar algún interés por conocerlas, pero esta realidad tiene una
contestación lógica para todas las preguntas.
Mi querido lector, acepta estas enseñanzas que llegan
gratuitamente a tus manos, y nunca tendrás que hacerte preguntas, sin obtener
la respuesta adecuada.
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MEDIUMNIDAD: DEFINICIONES
La palabra médium significa, de acuerdo con su etimología latina, intermediario. Un médium es una persona que sirve de intermediario entre el mundo corporal y el mundo espiritual.
Mediumnidad es la facultad tenida por esa persona intermediaria que actúa como un puente que relaciona dos humanidades: la visible y la invisible.
La mediumnidad es una facultad humana, natural, no sobrenatural. La comunicación entre los mundos visible e invisible, es esa prerrogativa natural y se establece valiéndose de un médium, es decir, de una persona con determinada constitución psíquica, capaz de actuar dc intermediario. Nada hay de sobrenatural en los hechos mediúmnicos, por más que sus leyes escapen todavía a una plena comprensión y no hayan encontrado el lugar apropiado entre los conocimientos científicos.
En un sentido amplio, todos los seres humanos tenemos mediumnidad. Así lo confirma Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo:
" Toda persona que, en mayor o menor grado, siente la influencia de los espíritus, es un médium. Siendo esta facultad inherente al hombre, no constituye por tanto, un privilegio de determinados individuos. De ahí que haya pocos que no posean algunos rudimentos de ella. Es posible afirmar, por tanto, que todos los seres humanos, en mayor o menor medida, somos médiums."
Adoptando un criterio más restringido, se llama médium a quien muestra esa facultad de forma ostensible, bien caracterizada, evidenciando sus manifestaciones con cierta frecuencia e intensidad. Puede denominarse a esta como "mediumnidad dinámica" y emplear la expresión "mediumnidad estática" en aquella forma genérica, indefinida, de mediumnidad, caract4rizada por expresiones leves y circunstanciales, que pertenece, de modo general, a la naturaleza humana.
La mediumnidad es independiente del sexo, raza, edad, nivel cultural o económico de la persona, de su inteligencia o de su moralidad, e inclusive, de su creencia o no creencia en su facultad, ya que esta es específica del sistema nervioso; es una facultad psicobiológica, caracterizada por la descentralización de los principios constitutivos del médium, y en algunos casos, por distorsiones en el proceso de acoplamiento entre el espíritu, su envoltorio espiritual y el cuerpo físico.
De modo que la facultad del médium puede estar vinculada a las conductas desviadas que haya podido tener en el pasado, o por el contrario, a comportamientos sublimes, es evidente que ella no depende de las condiciones morales, y por eso encontramos médiums integrados en tareas idealistas, traduciendo ideas cristalinas, edificantes, y otros incurriendo en las más deplorables perversiones, dando cabida a expresiones turbias y desequilibradas, De modo que siendo la mediumnidad neutra por naturaleza, es su correcto empleo lo que le confiere un sentido moral.
- Jon Aizpurua- de su obra "Fundamentos del Espiritismo".
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