INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Historia de la Civilización a la luz del Espiritismo
2.- Responsabilidad y conocimiento de tu hijo
3.- Orgullo ( 1ª Parte)
4.- Espejo del alma
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HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN A LA LUZ DEL ESPIRITISMO
LA VENIDA DE JESÚS
EL PESEBRE
El pesebre señalaba el punto inicial de las enseñanzas salvadoras de Cristo, como expresando que la humildad representa la llave de todas las virtudes. Comenzaba la era definitiva de la mayoría de edad espiritual de la humanidad terrestre, al tiempo que Jesús, con Su ejemplo divino, entregaría el código de fraternidad y amor a todos los corazones.
Inútilmente los escritores materialistas de todos los tiempos habían vulgarizado el gran acontecimiento, ironizando sobre los altos fenómenos mediúmnicos que le precedieron. Las figuras de Simeón, Ana Isabel, Juan Bautista, José, así como la sublime persona de María, han sido muchas veces objeto de observaciones injustas y maliciosas. Pero la realidad es que sólo con la ayuda de aquellos mensajeros de la Buena Nueva, portadores de la contribución de fervor, creencia y vida, podría Jesús lanzar en la Tierra los fundamentos de la verdad inamovible.
CRISTO Y LOS ESENIOS
Muchos siglos después de Su ejemplo incomprendido, hay quien Le ve entre los esenios, aprendiendo sus doctrinas, antes de su labor mesiánica de amor y redención. Las mismas esferas más próximas a la Tierra, que por fuerza de las circunstancias se acercan más a las controversias de los hombres que al sincero aprendizaje de los espíritus estudiosos y desprendidos del orbe, reflejan las opiniones contradictorias de la humanidad, con respecto al Salvador de todas las criaturas.
El Maestro, sin embargo, a pesar de la elevada cultura de las escuelas esenias, no necesitó de su contribución. Desde sus primeros días en la Tierra, se mostró tal cual era, con la superioridad que el planeta Le conocía desde los lejanos tiempos de su principio.
CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS DE ISRAEL
Nada podemos decir de más de Su divino apostolado de lo que la cultura evan-gélica presentó en todos los siglos posteriores a Su venida a la Tierra, reafirmando que Su enseñanza de amor y humildad fue única en todos los tiempos de la humanidad.
De Él afirmaron los profetas de Israel, mucho tiempo antes del pesebre y del calvario: “Se levantará como un arbusto verde, viviendo en la ingratitud de un suelo árido, donde no habrá gracia ni belleza. Cargado de oprobios y despreciado por los hombres, todos le volverán la cara. Cubierto de ignominia, no merecerá ninguna consideración. Él cargará el fardo pesado de nuestras culpas y sufrimientos, tomando sobre sí todos nuestros dolores. Creeréis ver en Su figura un hombre doblado por el peso de la cólera de Dios, pero serán nuestro s pecados los que Le cubrirán de llagas sangrantes y Sus heridas serán nuestra redención. Somos un inmenso rebaño desgarra-do, pero para reunirnos en el camino de Dios, Él sufrirá el peso de nuestras iniquidades. Humillado y herido, no expresará la menor queja, dejándose conducir como un cordero al sacrificio. Su tumba será como la de un malvado y su muerte como la de un impío. Pero, desde el momento en que ofrezca Su vida, verá nacer la posteridad y los intereses de Dios han de prosperar en Sus manos”.
LA GRAN ENSEÑANZA
Sí, el mundo era un inmenso rebaño desgarrado. Cada pueblo hacía de la religión una nueva fuente de vanidad, resaltando que muchos cultos religiosos de Oriente derivaban hacia el terreno disoluto de la inmoralidad, pero Cristo venía a traer al mundo los fundamentos eternos de la verdad y el amor. Su palabra, mansa y generosa, reunía a todos los infortunados y a todos los pecadores. Escogió los ambientes más pobres y humildes para vivir la intensidad de sus enseñanzas sublimes, mostrando a los hombres que la verdad no necesitaba el escenario suntuoso de los areópagos, los foros o los templos para hacerse oír en su misteriosa belleza.
Sus sermones, en la plaza pública, se dirigían a los seres más desprotegidos y abandonados, como para demostrar que Su palabra venía a reunir a todas las criaturas en la misma vibración de fraternidad y en el mismo camino luminoso del amor. Com-batió pacíficamente todas las violencias oficiales del judaísmo, renovando la ley anti-gua con la doctrina del esclarecimiento, la tolerancia y el perdón.
LA PALABRA DIVINA
No nos compete proporcionar una nueva interpretación de las palabras eternas de Cristo, en los Evangelios. Dicha interpretación está realizada por casi todas las escuelas religiosas del mundo, debiendo sólo sus comunidades y adeptos observar la enseñanza inmortal, aplicándola a sí mismos en el mecanismo de la vida de relación, de manera que se produzca la renovación general siguiendo el sublime ejemplo, ya que si el pesebre y la cruz constituyen una enseñanza inolvidable, mucho más deben representar para nosotros, los ejemplos del Divino Maestro, en Su trato con las vicisitudes de la vida terrestre.
De sus enseñanzas inolvidables se desprenden consecuencias para todas las áreas de la existencia planetaria, en el sentido de renovar los elementos sociales y políticos de la humanidad, mediante la transformación moral de los hombres dentro de una nueva era de justicia económica y concordia universal. Puede parecer que las conquistas del verdadero Cristianismo todavía sean remotas, observando las doctrinas imperialistas de la actualidad, pero hay que reconocer que han transcurrido dos mil años desde la palabra divina.
Dos mil años en que los hombres se han destrozado en Su nombre, inventando banderas de separación y destrucción. Han incendiado y se han aniquilado en el nombre de Sus enseñanzas de perdón y amor, masacrando esperanzas en todos los corazones. De todas formas, el siglo presente7 debe señalar una transformación visceral en la vida humana. El dolor completará las obras generosas de la verdad cristiana, porque los hombres han rechazado el amor en su marcha hacia el progreso.
EL CREPÚSCULO DE UNA CIVILIZACIÓN
Se viene formando, hace mucho tiempo, una nube de humos, en los horizontes de la Tierra, llena de industrias de muerte y destrucción. Todos los países están convocados a conferir los valores de la madurez espiritual de la humanidad, vertidos en el planeta hace dos milenios. El progreso científico de los pueblos y sus más nobles y generosas conquistas están llamados al banquete de la matanza y la ambición, mientras la política del mundo se siente maniatada ante los dolorosos fenómenos del siglo actual, se realizan en el espacio nuevas actividades de trabajo, porque la dirección de la Tierra está en las manos misericordiosas y augustas del Cordero.
EL EJEMPLO DE CRISTO
Sin referirnos a los problemas de la política transitoria del mundo, acordémonos que la enseñanza de Cristo quedó para siempre en la Tierra, como un tesoro para todos los infortunados y desvalidos. Su palabra construyó la fe en las almas humanas, haciéndolas entrever sus gloriosos destinos. Es necesario volver a ver la creencia y la esperanza reuniéndose en nuevas catacumbas romanas para levantar el sentido cristiano de la civilización de la humanidad.
Muchas veces vamos a encontrar la divina palabra en los corazones humildes y afligidos, cantando el himno maravilloso de los bienaventurados. Y, para cerrar este capítulo, recordando la influencia del Divino Maestro en todos los corazones sufridores de la Tierra, recordemos el episodio del monje de Manila que, acusado de intentar la libertad de su patria contra el yugo de los españoles, es condenado a muerte y conducido al cadalso.
En el instante del suplicio, dice sollozando desesperadamente el pobre condenado:
–¿Cómo es posible que muera así, siendo inocente? ¿Dónde está la justicia? ¿Qué hice para merecer tan horrendo suplicio?
Pero un compañero corre a su lado y le dice al oído:
–¡Jesús también era inocente!...
Ante los ojos de la víctima pasa entonces una claridad de misteriosa belleza. Se secan sus lágrimas y la serenidad vuelve a su semblante pálido, y cuando el verdugo le pide perdón, antes de apretar el siniestro tornillo, le responde resignado:
–Hijo mío, no sólo te perdono sino que te ruego que cumplas con tu deber.
Del libro "A camino de la luz "
Historia de la civilización a la luz del Espiritismo.
Francisco Candido Xavier. Por el espíritu Emmanuel.
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RESPONSABILIDAD Y CONOCIMIENTO DE TU HIJO
No hay ángeles, ni demonios, únicamente criaturas que mucho se han perfeccionado o se descarriaron, pero que siguen siendo seres humanos. Las almas o espíritus designados para animar los cuerpos físicos de nuestros hijos son seres en evolución, como nosotros mismos, y por alguna razón estamos ligados a ellos por ciertos vínculos o compromisos.
El niño tiene que emprender un nuevo aprendizaje de la vida en las condiciones en que ha renacido. Tendrá, en fin, que readaptarse al medio en que ha venido a vivir, lo mismo que a las personas que le rodean como padres, hermanos, parientes, vecinos, amigos, etc., muchos de los cuales puede que incluso ya los conozca de vidas pasadas.
Es inevitable y necesario ese nuevo aprendizaje porque el recuerdo inconsciente del pasado se va borrando, para él, en el momento en que empieza a despertar en el cuerpo físico. La conciencia de un lado de la vida generalmente se conecta cuando se apaga la del otro lado. Es como si estuviésemos dotados de un interruptor con dos terminales. Al encender una lámpara, automáticamente apagas la otra. Para acordarte de tu pasado, es preciso desligarte del cuerpo físico, cuando duermes, por ejemplo, o cuando estás desmayado. En esos momentos la conciencia no está presente. A decir verdad, la conciencia no se apaga en un lado para encenderse en el otro, sino que únicamente se desplaza de uno al otro lado, o sea, va juntamente con el espíritu, que tiene la costumbre de desligarse parcial y temporalmente del cuerpo físico que le sirve de albergue y de instrumento.
No asumas, para ante el hijo que está por nacer, una actitud hostil, negativa, de rechazo o de desamor e indiferencia. Si se ha iniciado el proceso de gestación, sean cuales fueren las condiciones, alguna razón habrá para que aquel espíritu se haya aproximado para acoplarse al cuerpo físico en formación en el vientre de su futura madre.
La gestación de un cuerpo físico puede resultar de una aventura irresponsable, pero el espíritu que en él ha venido a habitar no resulta de un mero juego de imponderables y casualidades – es una criatura humana preexistente, que se prepara para una nueva pasantía en la carne. No lo despaches de vuelta, no empieces a agredirlo con pensamientos negativos de rechazo y desamor, no lo hostilices.
Sea cual fuere la situación, no es por casualidad que un espíritu se acerca a ti, en busca de la oportunidad del renacimiento.
El compromiso maternal y paternal, no pueden ser dejados de lado, Dios siempre te pedirá cuentas de los espíritus que dejo a tu cargo y por los cuales deberás responder frente a la tarea que te compete ante ellos.
Extraído del libro “Nuestros Hijos” de HERMÍNIO C. MIRANDA
¿Qué es el orgullo?
Es el elevado concepto que alguien se hace de sí mismo; es una especie de amor propio que nos inspira una idea exagerada de nuestro merito que nos incita a inculcarlo a otros; es un defecto del alma humana, invadiendo lo más intimo de la persona; es el vicio de la inteligencia, así como la humildad es su virtud. Como la inteligencia es la parte más noble del ser humano, su virtud es la mayor de todas las virtudes y su vicio es el peor de todos sus vicios.
El orgullo no encuentra hospedaje en una persona de inteligencia equilibrada; esta se rinde a la constatación de la verdad, que acabó con cualquier presunción. La realidad de nuestras propias limitaciones es el más eficaz de los convites a la humildad.
Es de los labios de los científicos y filósofos, esto es, de las personas realmente sabias que se recogen las más sorprendentes manifestaciones condenando cualquier tipo de orgullo. Una cultura que despertase el orgullo no sería una cultura con (mayúscula) – que se coloca ante la realidad con la intención de comprenderla – pues sería una cultura que presta culto a su propio ego.
El orgulloso no se preocupa de conocer la verdad, sino en ocupar una posición en la que pueda ser el centro la norma; libre de cualquier subordinado, pretende que todo este sujeto a sí mismo.
La afirmación de que el orgullo es el padre de todos los vicios no es un lugar común, repetido por el uso, sino una verdad que justifica esa afirmación.
El orgulloso posee todos los vicios:
Es egoísta. Coloca su persona en el centro de todo, sirviéndose de una inteligencia incensada por el orgullo para justificar este egoísmo suyo.
Es injusto De hecho, justicia significa respetar los derechos de los demás, mientras que el orgulloso solo reconoce un derecho; el suyo, que no le impone ninguna especie de obligación, pues él ignora la correlatividad de los términos y la dialéctica de las relaciones en la vida en sociedad.
Es ingrato. Solo el recuerdo de cualquier dependencia, próxima o remota, ya lo hace sufrir y se libera de ella rechazándola; mientras que la gratitud envuelve el reconocimiento de que una mano extraña nos ayudó a ser lo que somos. Él es fruto solo de sí mismo, pues el orgullo no le permite compartir con otros sus merecimientos.
El no tiene religión. Quien no admite ninguna dependencia de Dios. ¿Cómo podría tolerar que su alma se vuelva agradecida al Creador? El sentimiento religioso se basa en el reconocimiento de que fuimos creados y de que existe un Dios que cuida de todo; sin embargo, el orgulloso, no precisó que lo ayudasen a nacer y tampoco precisa que lo ayuden a vivir: ¡Su orgullo cuidará de todo!
Es inmoral. Es incapaz de admitir vínculos morales para su comportamiento quien se juzga superior a las leyes. Sus actos no precisan respetar moral alguna, pero imponen a otras normas morales.
Es fanfarrón. Está siempre hablando de si, atribuyéndose elogios por hazañas jamás realizadas; expone como proezas actos que solamente su exagerada jactancia considera como tales.
Es prepotente, arrogante, insolente y violento. Y se podría señalar, no para demostrar que el orgullo es de hecho el padre de todos los vicios, sino porque el orgulloso realmente los posee todos, incluso el de presentarse con actitudes humildes y modestas.
Cuando el orgulloso habla de los otros, lo hace con desprecio y con sentimientos de compasión. Está claro que conversar contigo sobre ti y sobre los otros ya sería un acto excepcional; habitualmente evita la compañía de los demás, incapaces de comprenderlo, recogiéndose a meditar sobre su incomprendida grandeza.
Solamente el orgulloso es capaz de entender su ego y de dialogar con su orgullo, los otros son míseros mortales que merecen el desprecio, o si él quisiera ser benévolo, su compasión. Ya que lo quiere así, déjenlo solo; no lo perturben en la meditación sobre sus merecimientos. De eso se encargará la amarga soledad, que lo punirá por su orgullo. Cuando tuviere necesidad de los otros, no los encontrará. Es el castigo que se merece. Solo que, entonces, nos acusará a todos de ser orgullosos. Es muy cierto que los defectos de los demás son los nuestros vistos en los otros.
Pero, ¿será que esta meticulosa excavación hecha en el alma vivida del orgulloso estará realmente exenta de un secreto deseo de descubrir en él algo que existe dentro de nosotros mismos?
Está claro que el orgulloso hace mal en acusar a los otros de orgullo; pero, ¿Quién de nosotros estará totalmente inmune de un vicio que nació junto con el ser humano y que tal vez lo verá morir? Que no seamos totalmente víctimas de un vicio no significa que estemos totalmente exentos de el. Existen dos cosas irreales: un ser humano que sólo tenga vicios y por otro lado, un ser humano que solo tenga virtudes. 2Por detrás de la cortina del Yo” conservamos lamentable ceguera frente a la vida.8…)
En todo y en todas partes, nos apasionamos por nuestra propia imagen.
En los seres queridos, habitualmente nos amamos a nosotros mismos, porque, si demuestran puntos de vistas diferentes de los nuestros, aunque estos sean superiores a los principios que abrazamos, instintivamente disminuimos el cariño que les consagrábamos.
En las obras que hacemos del bien a que nos dedicamos, estimamos, por encima de todo, los métodos y procesos que se exteriorizan de nuestro modo de ser y entender, porque si el trabajo evoluciona o se perfecciona, reflejando el pensamiento de otras personalidades por encima de la nuestra, operamos casi sin percibirlo, con una disminución de nuestro interés en los trabajos iniciados.
Aceptamos la colaboración ajena, pero sentimos dificultades para ofrecer el concurso que nos compete. Si nos hallamos en una posición superior, donamos con alegría una fortuna al hermano necesitado que sigue con nosotros en condición de subalterno, a fin de contemplar con voluptuosidad nuestras cualidades nobles en el reconocimiento de largo curso al que se siente constreñido, pero rara vez concedemos una sonrisa de buena voluntad al compañero más rico o más fuerte, puesto por los designios divinos a nuestro frente.
En todos los pasos de la lucha humana, encontramos la virtud rodeada de vicios y el conocimiento dignificante casi sofocado por los espinos de la ignorancia, porque, infelizmente, cada uno de nosotros de modo general, vive buscando su propio “Yo”
Entre tanto, gracias a la Bondad de dios, el sufrimiento y la muerte nos sorprenden en la experiencia del cuerpo y más allá de ella, arrebatándonos a los vastos continentes de la meditación y de la humildad, donde aprenderemos, poco a poco, a buscar lo que pertenece a Jesucristo, a favor de nuestra verdadera felicidad, dentro de la gloria de vivir.
( Continúa ....)
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Cuando somos jóvenes, generalmente tenemos una buena relación con el espejo.
Paramos ante él y nos miramos de cuerpo entero y desde todos los ángulos.
Tenemos el coraje de observarnos y de enfrentar posibles desajustes físicos, y el futuro está a nuestro favor.
Somos más flexibles, desarmados, versátiles, y mas dispuestos a los cambios. Gustamos de cambiar opiniones y acatamos ideas nuevas con facilidad.
Nuestra alma, tanto como nuestro cuerpo, está en constante transformación. Estamos siempre buscando nuevos significados para las viejas ideas.
Con el paso del tiempo vamos evitando espejos que reflejen nuestro cuerpo por entero. Buscamos si acaso aquellos que reflejen solo del cuello hacia arriba.
Huímos de nuestra apariencia porque no nos gusta o porque aún deseamos ver reflejado aquel cuerpo joven de cabello abundante y piel lisa y brillante.
Y porque no nos gusta nuestra imagen huímos del espejo, como si eso resolviese nuestro problema.
Así también acontece con las cuestiones del alma´
Cuando somos jóvenes tenemos el coraje de reflexionar sobre nuestras actitudes, nos gusta aprender cosas nuevas y estamos dispuestos a enfrentar desafíos.
Buscamos respuestas para nuestras dudas y no tememos las críticas por entender que ellas nos ayudan a crecer.
Pero cuando las gorduras del comodismo se van acumulando en nuestra alma, comenzamos a huír de espejos que nos muestren tal como somos.
Las ideas se van cristalizando y ya no tenemos tanta disposición para reciclar nuestra memoria.
Nos posicionamos en un área de confort y nos dejamos llevar por las circunstancias, sin tantos esfuerzos.
Para muchos es como si una influencia paralizante les tomase por asalto.
Ya no se interesan más por el conocimiento ni por hacer nuevas amistades o cuidar un poco su cuerpo y su salud.
Olvidados de que la sabiduría no está en la espina dorsal ni en la piel joven o en una espesa cabellera, se entregan al desánimo como si estuviesen llegando al final de la línea.
No se dan cuenta de que en cuanto respiramos ya es tiempo de aprender a crecer, de hacer ejercicio y eliminar las gorduras indeseables.
En cuanto podemos contemplar el espejo físico, nos podemos observar y hacer esfuerzos para corregir lo que juzguemos necesario.
En cuanto la vida nos lo permite, debemos volver a mirar el espejo de la conciencia y ajustar lo que sea preciso, para que quedemos más bellos y más sabios.
Arreglar los pensamientos y reciclar las memorias infelices que teníamos archivadas en los rincones del ser.
Repensar conceptos, rehacer ideas, resisar actitudes y posturas.
Solo así anularemos el deseo constante de huír del espejo, de huír de nosotros mismos, fingiendo que somos felices enmascarando la realidad.
No luche contra la naturaleza, deseando asegurar el tiempo con las manos.
No deje que su sabiduría se esconda en las arrugas de la piel, ni pierda el brillo de los cabellos blancos.
La belleza de su alma es independiente del cuerpo físico.
Que su grandeza se refleje en su forma de pensar, sentir y actuar, y no en la imagen proyectada en el espejo.
Piense en eso y obsérvese de cuerpo y alma, por entero.
Acuérdese que solo a usted cabe la decisión de asumir la realidad y modificarla cuando y como se juzgue necesario.
¡ Piense en eso !
Es peor estar insatisfecho con el cuerpo y con la insatisfacción de la propia conciencia. Esa insatisfacción le roba la paz, la alegría, la voluntad de crecer y ser feliz. Por eso es importante recordar que usted puede modificar esa realidad cuando lo desee.
Basta invertir en su mejoría íntima aireando su mente, eliminando preconceptos y adquiriendo conocimientos que le traigan satisfacción y paz de conciencia.
¡ Piense en eso, pero piense ahora, antes de que sea tarde!
(Eliane de Pádua)
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"Enseñar no es herir. Es orientar al prójimo, amorosamente, para el reino de la comprensión y de la paz."
- Andre Luiz-

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