lunes, 15 de noviembre de 2010

Un punto de Dios en el cerebro



Un frente avanzado de las ciencias,  actualmente, es constituido por el estudio del cerebro y de sus múltiples inteligencias. Se alcanzaron resultados relevantes, también para la religión y la espiritualidad. Se enfatiza tres tipos de inteligencia. La primera es la inteligencia intelectual. El famoso QI (Quociente de Inteligencia), al cual se dio tanta importancia en todo el siglo XX. Es la inteligencia analítica por la cual elaboramos conceptos y hacemos ciencia. Con ella organizamos el mundo y solucionamos problemas objetivos.

     La segunda es la inteligencia emocional,  (QE= Quociente Emocional) popularizada especialmente por el psicólogo y neurocientista emocional Daniel Cóleman,  Empíricamente mostró lo que era convicción de toda una tradición de pensadores, desde Platón, pasando por San Agustín y culminando en Freud: la estructura de base del ser humano no es razón (logos) mas es emoción (patéticos). Somos, primeramente, seres de pasión, empatía y compasión, y solo enseguida, de razón. Cuando combinamos QI con QE conseguimos movilizarnos a nosotros y a otros.

La tercera es la inteligencia espiritual. La prueba empírica de su existencia deriva de las investigaciones muy recientes, en los últimos 10 años, hechas por neurólogos, neuropsicologos, neurolinguistas y técnicos en magneto encefalografía (que estudian los campos magnéticos y eléctricos del cerebro). Según esos científicos, existen en nosotros, científicamente verificable, otro tipo de inteligencia, por la cual no solo captamos actos, ideas y emociones, más percibimos los contextos mayores de nuestra vida, totalidades significativas, y nos hace sentir injeridos en el Todo. Ella nos torna sensibles a valores, a cuestiones ligadas a Dios y a la transcendencia. Es llamada la inteligencia espiritual (QEs = Consciente espiritual), porque es propio de la espiritualidad captar totalidades y orientarse por visiones transcendentales.

Su base empírica reside en la bilogía de las neuronas. Se verifico científicamente que la experiencia unificadora se origina de oscilaciones neurales a 40 herz, especialmente localizada en los lóbulos temporales. Se desencadena, entonces, una experiencia de exaltación y de intensa alegría como si estuviésemos ante una Presencia viva.  O inversamente, siempre que se abordan temas religiosos, Dios o valores que conciernen el sentido profundo de las cosas, no superficialmente más si en un envolvimiento sincero, se produce igual excitación de 40 herz.

Por esa razón, neurobiólogos como Persinger, Ramachandran y la física cuántica Danah Zohar bautizaron esta región de los lóbulos temporales como el “punto de Dios”.

Si es así, podemos decir en términos de proceso evolutivo: el universo evolucionó, en billones de años, hasta producir en el cerebro el instrumento que capacita al ser humano percibir la Presencia de Dios, que siempre estaba allí sin embargo no percibido conscientemente. La existencia de ese “punto de Dios” representa una ventaja evolutiva de nuestra especie homo. La espiritualidad pertenece al humano y no es monopolio de las religiones. Antes, las religiones son una de las expresiones de ese “punto de Dios”.

Leonardo Boff

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