viernes, 28 de febrero de 2014

EL HOMBRE ANTE LA VIDA


                                   EL HOMBRE ANTE LA VIDA


               

En el crepúsculo de la civilización, mientras nos encaminamos hacia la alborada de nuevos milenios, el hombre que ha madurado su capacidad de razonar supera las fronteras de la inteligencia común, y en su interior despiertan ciertos interrogantes que encienden su corazón.
¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿Dónde está la estación terminal de nuestros destinos?
En los bordes de la senda que transita se alzan los oscuros restos de los ídolos que ha adorado y, mientras sensaciones de abatimiento se asoman a su alma enfermiza, el anhelo de una vida superior sacude lo más profundo de su ser, como un brasero ardiente de ideal bajo la espesa capa de cenizas del desengaño.
Recurre a la sabiduría y examina el microcosmos en el que sueña.
Reconoce la estrechez del círculo en el que vive.
Observa las minúsculas dimensiones del Hogar Cósmico en el que se desenvuelve.
Descubre que el Sol, fuente de luz de su opaca residencia planetaria, tiene un volumen 1.300.000 veces mayor que el de ella.
Aprende que la Luna, insignificante satélite de su morada, está a más de 380.000 kilómetros del mundo que le sirve de cuna.
Los planetas vecinos evolucionan muy lejos, en el espacio ilimitado.
Entre ellos se destaca Marte, que dista de nosotros unos 56.000.000 de kilómetros en la época de su mayor aproximación.
Extiende las investigaciones más allá del Sol y analiza otros centros de vida.
Sirio, con su grandeza, lo hace aparecer deslucido.
Polux la imponente estrella de los Gemelos, lo eclipsa en majestad.
Capela es 5.800 veces mayor.
Antares exhibe un volumen superior aún.
Canopus tiene un brillo ochenta veces más intenso que el del Sol.
Fascinado, se da cuenta de que no existe el vacío, que la vida es patrimonio de la gota de agua, así como también es la esencia de los inconmensurables sistemas siderales. Y asombrado ante el esplendor del Universo, cuando emprende la difícil tarea de
descubrirse así mismo, el hombre vuelve su pensamiento hacia el suelo al que está imantado y reclama al amor, para que responda a la soberanía cósmica vibrando dentro de la misma nota de grandeza, aunque en el ambiente en el que vive, el amor es todavía como una planta milagrosa en la que están asomando tiernos brotes.
Circunscrito al reducido núcleo consanguíneo al que se adapta, o cuando toma parte en un equipo de intereses comunes pasajeros en el que provisoriamente se incluye, padece las zozobras de la envidia, la codicia, el egoísmo, el dolor... No sabe dar si no recibe, no logra ayudar sin protestar y al mostrarse exigente para con los demás, soporta de parte de ellos los golpes siempre renovados de la incomprensión y la discordia, con escasas
posibilidades de auxiliar y de auxiliarse.
Ha vislumbrado a la Majestad Divina en los Cielos y reconoce en sí mismo la pobreza infinita de la Tierra.
Tiene el cerebro inflamado de gloria y el corazón invadido por la sombra.
Se enorgullece ante los espectáculos magníficos de lo Alto y padece las miserias de aquí abajo.
Desea comunicar a los demás cuanto ha aprendido y comprendido al contemplar la vida ilimitada, pero no encuentra oídos que lo entiendan.
Advierte que en la Tierra, el Amor es aún tan escaso como la alegría que pueden proporcionar los oasis cercados.
Y cuando corta el eslabón que lo sujeta a la miserable familia humana, el hombre que abre los ojos a la grandeza de la Creación, deambula por el mundo como un viajero incomprendido y desubicado, como un peregrino que no tiene patria ni hogar,sintiéndose al mismo tiempo como un infinitesimal grano de polvo dentro de los Dominios Celestiales.
Sin embargo, en ese hombre se está ampliando la acústica del alma y a pesar de los sufrimientos que lo afligen, las Inteligencias Superiores están edificando sobre él los 
cimientos espirituales de la Humanidad Nueva.
Francisco Cândido Xavier

DERROTERO
DICTADO POR EL ESPÍRITU EMMANUEL

Aportación de Juan Carlos Mariani

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DOS PESOS Y  DOS MEDIDAS
“Bien aventurados los que tienen sed de justicia, porque serán saciados”. Esa afirmativa de Jesús nos hace pensar si podemos incluirnos en el número de los que tienen sed de justicia.
Según los diccionarios, justicia quiere decir conformidad  con derecho; virtud de dar a cada uno lo que es suyo. Jesús, sin embargo, se refirió a la justicia, recomendando que hiciésemos al prójimo lo que nos gustaría que el prójimo nos hiciese.
Todavía, nosotros, que tantas veces hemos cobrado  de la divinidad que sacie nuestra sed de justicia, si analizáramos profundamente, no estaríamos verdaderamente con sed de justicia, en el real sentido del término.
En la convivencia diaria, muchas veces nos sorprendemos actuando de forma injusta.
El trato con las personas que nos rodean es diferenciado conforme la posición social o financiera, de subalternidad o de autoridad, de la que cada uno está investido.
Si nos dirigimos a la sirvienta que limpia, por ejemplo, hablamos de determinada forma, en un tono de voz y atención distintas de los que empleamos para hablar con personas que ocupan cargos que, a nuestro ver, son más importantes.
Si la persona que nos procura está vestida con trajes elegantes, aun mismo que no sepamos de quien se trate, nuestra deferencia es inmediata. Más, si está envuelta en andrajos, es muy diferente nuestra atención.
Otro ejemplo, es cuando nuestro vehículo comienza a demostrar señales de que en breve tendrá el motor fundido. ¿Cuál es la primera idea que se nos viene a la mente?
Si fuésemos personas justas, ciertamente  haríamos una buena revisión reparando los daños, al ofrecerlo a alguien, en el caso de venta, diríamos la verdad al comprador.
Más lo que normalmente ocurre  es la idea  darle salida lo más rápido posible. Y quien lo compre que quede con el prejuicio, al final el mundo es de los expertos, pensamos. ¡Y nos decimos personas justas!
Si a la inversa acontece a nosotros, inmediatamente nos indignamos ante del que llamamos una gran deshonestidad. ¿Cómo puede alguien vender un vehículo  a punto de explotar el motor? ¡Qué injusticia!
Si observamos a los gobernantes corruptos sacar ventajas personales  con los recursos públicos, inmediatamente levantamos la voz y clamamos por  justicia.
¿Más cuántos  de nosotros compramos atestados falsos, para engañar al jefe y recibir el salario integral?
Utilizamos, en variados momentos,  dos pesos y dos medidas.  Y como nos conocemos sabemos porque actuamos de esa manera. Sabemos cuáles son  nuestras verdaderas intenciones.
Así, podemos preguntarnos: ¿será que tenemos en nosotros mismos sed de justicia? ¿O será que en los pesos y medidas solo pensamos en nosotros mismos?
La promesa de Cristo es real y se cumplirá cuando efectivamente tengamos sed de justicia, usando, como  justicia divina, un único peso y una única medida, con imparcialidad.
¡Piense en eso!
Los Espíritus Superiores recomiendan que en caso que tengamos dudas en cuanto al procedimiento que debemos adoptar para con el prójimo, que nos coloquemos en el lugar de este y hagamos exactamente lo que desearíamos que nos fuese hecho.
De esa forma, jamás nos equivocaremos, una vez que todos queremos lo mejor para nosotros mismos.
 Redacción del Momento espirita.   
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      ¡Alegría! 

Uno de los aspectos psicológicos que más interés nos ha despertado en los últimos años es la Depresión. Se estima que existan en Brasil por lo menos seis millones de deprimidos crónicos, sin hablar de los varios millones de deprimidos comunes. La Depresión es una falta de vitalidad, es una perdida de interés por las personas y por las cosas, es un estado de postración y desánimo delante de la vida, es un sentimiento de inutilidad e insignificancia de todo. La Fatiga es el nombre más común dado a nuestras depresiones existenciales. Es una forma de cansancio más agudo, físico y mental.
La Fatiga o Depresión es la pérdida de nuestra energía. Entenderemos mejor el cansancio vinculado 
al concepto de energía. La ausencia de energía es la incapacidad para la acción. En los momentos depresivos, la voluntad más clara es la de no hacer nada, es la incapacidad para vivir, para el contacto con el mundo en movimiento. Modernamente, uno de los mayores problemas que acometen al hombre es su incompetencia para luchar con su propia energía. Es la perdida abusiva continúa y excesiva de su energía. 
En la Fatiga hay dos polos: hay una pérdida, y por eso, se dice que la persona esta agotada, pero hay también un polo de saturación y de exceso. Exceso de preocupaciones, exteriorizado sobre todo a través de la ansiedad de nuestro cuerpo en busca del futuro: La prisa es una motivación excesiva de nuestro cuerpo en busca del futuro; es la voluntad de que el mundo haga ocurrir algo “para ver lo que va a pasar”; es la voluntad en el cuerpo de que el desconocimiento se vuelva conocido antes de la hora; es la tensión corporal para un peligro que pueda venir, la preparación del cuerpo para una lucha.

En la Fatiga hay un máximo y un mínimo, las tensiones y preocupaciones y su correspondiente futuro, que es la depresión, en mayor o menor grado. Todos nosotros poseemos una energía de vida, una energía personal, que nos mueve a la acción y que posibilita estar presentes a la realidad viva de la existencia, volviéndonos aptos para la relación con el mundo. Cuando, eventualmente, debido a algunos factores, perdemos contacto con esa energía individual, nos sentimos deprimidos y fatigados.
¿Y cuál es el nombre de esta Energía Vital que, si es perdida constantemente y no es recuperada, nos hace caer en la fatiga? ¿Cuál es el nombre de esta energía individual que nos fue dada de gracia, de presente, que nos es innata, y cuya pérdida nos conduce a un estado de sufrimiento?
Algunos la llaman Paz, Vida Interior, Armonía, Amor, Entusiasmo, Motivación, Equilibrio, Sentimiento, Espontaneidad, Simplicidad y Naturalidad. Pero, hay un nombre que congrega a todos estos aspectos, un nombre que es la síntesis de todos estos modos de estar. Esta energía nuestra vital se llama Alegría. La Alegría es nuestra energía de vida y, si la perdemos constantemente, y no sabemos recuperarla, esto nos hace caer en la fatiga.
Todas las personas fatigadas presentan algo en común: están tristes, perdieron la alegría de vivir, la alegría de estar en la existencia, la alegría de saborear el movimiento del mundo. Algunos dirán: “¡Pero nosotros estamos alegres o no, de acuerdo con las circunstancias, de acuerdo con los acontecimientos!” Ahí está.
En una sociedad competitiva, transferimos para los otros la determinación de nuestra energía vital, es invitarnos ingenuamente para el camino depresivo, ¡es entregar nuestra alma al diablo!
La Alegría es un proceso personal, inalienable e intransferible. Cada uno de nosotros es el único responsable por la administración de su propia energía. Y la Alegría no cae del cielo, no es algo que ocurra por acaso. Ella tiene que ser plantada, abonada, regada, tratada y cogida.
Y nuevamente plantada, abonada, regada, tratada y cogida. La Alegría nace de la integral disposición íntima delante de la vida. Ella no nos es dada por nadie, ella ya es nuestra, es un don de la vida. Somos nosotros mismos viviendo. Es ella nuestro sí a la vida. La alegría no es simplemente la risa – la sonrisa es apenas un fruto de ella. La alegría es un proceso íntimo de contacto con el Universo. ¿Pero, como podemos evitar la perdida de nuestra energía vital? ¿Cómo podemos recuperarla después de haberla perdido?
En todos los temas de la serie Desenvolvimiento Comportamental, del primero al último, nosotros sólo tratamos de este asunto – el único tema de este mensaje es el tema de la Alegría. Cuando hablamos del miedo de perder y en la voluntad de ganar y que el miedo de perder nos hace tristes por la posibilidad de la pérdida y la voluntad de ganar despierta nuestra alegría por la posibilidad de ganar.
Cuando señalamos las posturas de la víctima y del héroe es porque son comportamientos vitales que nos llevarán a la depresión. Cuando decimos que nos conviene perdonarnos por el pasado, es porque la culpa es una tristeza por el error y el autoperdón es la recuperación de la alegría. Y si la envidia es la tristeza en nosotros mismos por no ser como los otros, la autocomparación es el mecanismo para devolvernos la energía, la alegría perdida. Pero somos muy expertos en la perdida de nuestra alegría.
Son muchos juegos elaborados los que aprendemos en la relación humana, responsables por la perdida de nuestra energía vital. Uno de los juegos es el Juego de la Razón. Consiste en nuestra relación con las otras personas con el objetivo de tener la razón: “¡Yo tengo razón. Usted no tiene razón. Yo es que tengo razón!”. Como si la cosa más importante para nosotros fuese tener razón. Es la disputa constantemente para ver quien es el mejor, el más inteligente, el más entendido, el más seguro, el más experto.
Es la supremacía de la discusión sobre la Reflexión. Es el perder-ganar en la relación humana. Este mecanismo mina nuestras energías en la relación y, al final, uno tiene razón o los dos tienen razón y 
no llegan a nada – están tristes y frustrados. Otro juego, ya reflejado en este mensaje, es el juego de la infelicidad, es el Juego de la Víctima. Eso ocurre cuando transformamos nuestra vida en un muro de lamentaciones, cuando usamos la tristeza como forma de manipulación del ambiente, cuando cambiamos nuestra Alegría por la locura del control.
Finalmente, un tercer juego, responsable por la perdida de nuestra motivación vital, es el Juego de la Renuncia. Este juego consiste en soltar las cosas que nos son importantes, que son abonos para nuestra alegría interior, a favor de alguien y en nombre del amor, para después, deprimidos, decir:“¡Si no fuese por ti, si no hubiese hecho esto por ti, yo sería feliz! ¡Tú eres el culpable por yo no estar bien!” En el juego de la renuncia hay una incapacidad de decirse No Hay un deseo omnipotente de decir siempre Sí, aun que sea falso.
Hay un deseo de parecer siempre bueno, incluso no siendo verdadero. Existe una gran diferencia entre el Amor y el favor. En el Amor, hacemos para los otros lo que nosotros podemos y queremos hacer, sacando alegría del propio acto de querer y de hacer, pues estamos realizando nuestra opción. La donación, en este caso, nace dentro de nosotros, como desbordamiento, expresando nuestra manera de estar en aquel momento.
Es un acto de devoción. El favor, por otro lado, ocurre cuando hacemos o dejamos de hacer algo, nos sacrificamos. Es cuando nos matamos para satisfacer a alguien, cuando la opinión de alguien es más importante que la nuestra al determinar lo que queremos y lo que podemos. Sacrificarse es volverse sagrado para el otro. A través del sacrificio, transformamos el acto espontáneo de Amor en una obligación, para ser adorados por aquellos a favor de los cuales renunciamos.
El sacrificio es el mayor de todos los apegos, porque en su interior hay un deseo camuflado de comprar el corazón del otro. Cuando obramos por Amor, jamás alguien será ingrato con nosotros en nuestra vida, pues en el Amor verdadero no hay espacio para la ingratitud. Pero en el amor falso de la renuncia, está siempre la figura de la ingratitud. Llamamos ingrata a aquella persona a quien prestamos un favor y que, en la hora de cobrar, no nos quiere pagar. Ingratos para nosotros han sido aquellos que no se vendieron, que no se prostituyeron a nuestro favor.
La renuncia, que se pretendía constituir en Amor, es una distorsión cultural. Se cree en el amor como si fuese una protección, como sustitución al otro, el grado de sacrificio como prueba del grado de amor, como si el amor tuviese grados. Dice Milbert Newman en su libro “Sea Usted Mismo Su Mejor Amigo”: “Usted puede ver claramente la diferencia entre Amor y lo que aparentemente es amor en las relaciones entre padres e hijos. Los padres siempre afirman que están obrando por amor a los hijos. Pero es fácil ver que no lo están, por el modo como el niño reacciona.
Ella se siente culpable, porque lo que obtiene no fue por Amor, sino por abnegación. Nadie en verdad quiere los frutos del sacrificio de otra persona. El sacrificio es uno de los peores tipos de comodismo, es alimentar aquella parte de usted que se siente sin valor. Nadie se beneficia con eso, lo que no quiere decir que usted no pueda a veces decidir desistir de las cosas. Pero esta es una elección que usted hace y es hecha por amor. Es hecho por amor a sí mismo y no por auto-aversión.”
 Aquí termina la cita del texto. Existen muchos preconceptos relativamente a la Alegría, relativamente al amor a sí misma.
La única cosa real en nuestras relaciones, que caracterizan el Amor, es la Alegría. Lo que caracteriza la felicidad conjunta es la comunión de la Alegría. La Alegría es la manifestación en cada uno de nosotros del plano humano de la armonía Cósmica, de la armonía Divina. Cuando perdemos nuestra Alegría, aunque sea en nombre del amor, no estamos de hecho en estado de Amor.
No es posible unir Amor y dolor. Mucha renuncia en la relación humana proviene del miedo de ser llamados egoístas. Este miedo nos hace salir de nuestros límites, de nuestros espacios de tiempo y darnos más allá de nuestras propias condiciones. Hay una confusión generalizada sobre lo que es el Egoísmo.
Siempre nos llamó la atención el hecho de que si alguien nos llama egoístas es porque esa persona está buscando alguna cosa para ella. Es siempre el intento de sustraernos algo a favor de ella, es siempre una forma de controlar nuestra vida. y hay aun en esto una distorsión religiosa. ¡La Biblia dice: “Ama a tú prójimo como a ti mismo”, y no en vez de ti mismo!
Hacer las cosas que nos hacen felices es exactamente lo opuesto del egoísmo. Significa satisfacernos en nuestra totalidad, incluyendo nuestros sentimientos, nuestras uniones y responsabilidades para con los otros. Si no aprendemos esto, nunca nos importará de verdad las otras personas. Si no nos amamos, si no nos respetamos, si no cuidamos de nosotros mismos, ¿de dónde vamos a sacar el amor por alguien? Como máximo vamos a hacer cosas para satisfacer a las otras personas.
El mayor de todos los egoísmos es cuando queremos a alguien para nosotros, cuando queremos que las personas piensen, sientan y obren relativamente a nosotros, de la manera que deseamos. Es muy fácil dar las propias cosas, del propio tiempo, del propio espacio, de las propias necesidades, para ser adorados, amados y halagados por los otros, para que hablen bien a nuestro respecto.
Las personas que no se aman pueden adorar a otras porque adorar es relacionarse con el otro sintiéndose inferior a él. Las personas que no se aman pueden gustarles otras, porque gustar es relacionarse con el otro de manera censurable, sintiéndose inferior a él y usándolo para llenar un vacío interior. Pero no pueden amar, porque el Amor es el testimonio del ser completo, vivo, trasbordados en nosotros. Si nada tenemos, nada podemos dar.
Perdemos la Alegría cuando, a través de estos juegos, nos apartamos del presente y nos envolvemos con el fantasma del pasado o con el fantasma del futuro, en lo que pasó o en el miedo de lo que vendrá.
Todas las veces que salimos de la base sólida y real del ahora, sin coraje de lanzar lo que quedó atrás y con miedo de que nos puede ocurrir en el futuro, perdemos nuestro estado de danzar y hacemos crónica la vida en el estado de lucha.
Nuestro vacío interior pierde la fertilidad de una vida plena y se transforma en el sentimiento de aislamiento y de soledad. La fiesta del encuentro con lo que nos cerca, se transforma en una prisión y vivir pasa a ser un peso y no un juego.
La Culpa y el pasado sólo se resuelven a través del perdón y, el miedo al futuro, a través de la Esperanza. Perdonándonos por lo que ya paso y a través de la Esperanza, dejando el futuro entregado al propio futuro, dejando el futuro para cuando sea presente, dejando lo desconocido para cuando sea conocido, renacerá en nosotros la lucidez humana y alegres cantaremos y danzaremos la rueda de la vida.
La Alegría es un proceso de comunión con las otras personas, una sensación íntima y armónica de formar parte de un todo. Es una manera calmada e inocente de ver el mundo, como sabíamos hacer en nuestra infancia. La Alegría es cuando no medimos la vida por el tiempo, sino por la cualidad o intensidad de ella.
Es cuando nos volvemos simples como los árboles y las estrellas; cuando dejamos la vida fluir en sí misma y en nosotros, peregrinos de la gratitud; cuando acogemos la existencia como un mundo de loor; cuando estamos en Estado de Gracia y hallamos gracia en todo lo que existe.
¡Danos, Señor, la alegría de los pájaros y de los niños, para que podamos jugar y cantar en lo que tiene de gratis la vida! .

Antonio Roberto Soares - psicólogo y rosacruz

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