INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La Reencarnación
2.- En las fronteras de otro mundo (3)
3.- ¿ Existen los Espíritus? (3)
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La fuerza psíquica
Los magnetizadores del pasado siglo admitían la existencia en el organismo humano de un fluido que llamaban magnético, cuyo origen está en el fluido universal que lo anima todo, modificado por la naturaleza del hombre; este fluido puede ser emitido al exterior bajo el imperio de la voluntad e invadir otros cuerpos vivos o inertes.
El fluido en cuestión es el mismo que preside a todos los fenómenos de la vida; en el acto de magnetizar a un enfermo hay un verdadero contagio de vida; y la primera condición que ha de tener un magnetizador es una excelente salud.
Algunos modernos hipnotizadores sostienen la misma opinión.
«Mis hipnotizados -dice el doctor Sánchez Herrero- cobran bienestar y fuerza a costa de mi fatiga y extremo cansancio. Ya sé que esto parece cuentos de vieja, pero yo sólo digo en su apoyo al lector: experimenta, estudia y no me juzgues hasta después».
En ideas parecidas está fundada la Gerokómica, que, según el doctor Hufeland, «consiste en proporcionar nuevas fuerzas, en rejuvenecer una persona achacosa y gastada, manteniéndola dentro de la atmósfera vital de otra persona que se halle en todo el vigor de la juventud».
Los efluvios vitales o magnéticos puede ponerlos de manifiesto la placa fotográfica, y, según el doctor Baraduc, cada hombre está rodeado de una nube fluídica que se modifica con sus sentimientos y pensamientos.
El doctor Barety ha consagrado un voluminoso libro al estudio de lo que él llama fuerza néurica radiante, que tiene por asiento el sistema nervioso y puede irradiar fuera de los límites del cuerpo.
Un sabio alemán, Reinchenbach, llama a este fluido od o fuerza ódica. Dice que hay personas sensitivas que, en la oscuridad, pueden percibir como el od se desprende del cuerpo del hombre y del de los animales, que se hacen para ellas perceptibles en forma de vapores luminosos.
El doctor Luys comunicó a la Sociedad de Biología experimentos suyos, hechos sobre sujetos dormidos por medio del imán, y que han dado resultados parecidos a los descritos.
«La mayor parte de los sonámbulos -dice el magnetizador Deleuze- ven un fluido luminoso que rodea a su magnetizador y sale con más fuerza de la cabeza y las manos».
El fluido magnético se acumula en gran cantidad en el agua, que lo absorbe con mucha facilidad. De aquí el que los baños prolongados y los climas húmedos los debiliten. Son curiosos los experimentos del célebre magnetizador La Fontaine, que regó con agua sola o con agua magnetizada diferentes plantas, notando en el segundo caso un crecimiento más rápido y mayor lozanía.
Esta fuerza es probablemente idéntica a la que pierden los médiums de efectos físicos, después de una larga sesión.
«Después de haber sido testigo del penoso estado de postración en que algunos experimentos han dejado a Mr. Home (el médium), tendido en el suelo, pálido y sin voz, apenas puedo dudar de que la emisión de la fuerza psíquica no vaya acompañada de un consumo proporcional de fuerza vital». William Crookes.
El Dr. P. Gibier, dice:
«He tenido ocasión de ver varias veces en sujetos bien dotados el desprendimiento de esta fuerza y su condensación en pleno día. Yo caracterizaría su aspecto comparándolo al estado vesicular que precede al estado líquido del gas ácido carbónico».
La fuerza magnética, ódica, psíquica, no se halla limitada por el cuerpo, sino que forma una atmósfera fluídica alrededor de él. Probablemente se debe a esto el fenómeno de pensar de pronto en una persona que encontramos, un momento después, y el fenómeno de que una persona que vemos por vez primera nos sea simpática o antipática.
Curso de Espiritismo por Salvador Martín ( Continuará)
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¿ EXISTEN LOS ESPÍRITUS ? ( 3 )
Si a estas preguntas:
¿Crees en Dios?
¿Crees que tienes un alma?
Porque, en definitiva, las manifestaciones espíritas no son otra cosa que efectos de las propiedades del alma.
Por lo tanto, si no queremos perder el tiempo con semejante interlocutor, tendremos que seguir un orden de ideas muy diferente.
En cambio, si la base es aceptada, no como una probabilidad, sino como algo probado e indiscutible, la existencia de los Espíritus se deduce de ahí con la mayor naturalidad.
Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse con el hombre, es decir, si puede intercambiar ideas con él.
¿Por qué no? ¿Qué es el hombre, sino un Espíritu aprisionado en un cuerpo?
¿Por qué un Espíritu libre no podría comunicarse con un Espíritu cautivo, de la misma manera que un hombre libre se comunica con el que está prisionero?
Dado que admitimos la supervivencia del alma, ¿será racional que no admitamos la supervivencia de los afectos?
Puesto que las almas se encuentran por todas partes, ¿no será natural que creamos que la de un ser que nos ha amado durante su vida se acerque a nosotros, desee comunicarse con nosotros, y se sirva para eso de los medios que estén a su disposición?
Mientras se hallaba vivo, ¿no ejercía una acción sobre la materia de su cuerpo?
¿No era él quien dirigía sus movimientos?
Así pues, ¿por qué causa no podría, después de su muerte, mediante un acuerdo con otro Espíritu que esté ligado a un cuerpo, valerse de ese cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, de la misma manera que un mudo puede servirse de una persona dotada de habla para darse a entender?
Dejemos de lado, por unos instantes, los hechos que a nuestro entender hacen indiscutible esa cuestión, y admitamos la comunicación de los Espíritus como una simple hipótesis.
Ahora solicitamos a los incrédulos que nos demuestren, no mediante una simple negación, ya que sus opiniones personales no pueden tomarse como ley, sino por medio de razones concluyentes, que eso no es posible.
Nos ubicamos en su propio terreno, y puesto que desean evaluar los hechos
espíritas con la ayuda de las leyes de la materia, les pedimos que extraigan de ese arsenal alguna demostración matemática, física, química, mecánica o fisiológica, y prueben, por a más b, siempre a partir del principio de la existencia y la supervivencia del alma:
1.º, que el ser pensante que existe en nosotros durante la vida, no debe pensar más después de la muerte;
2.º, que si continúa pensando, no debe pensar más en los que ha amado;
3.º, que si piensa en los que ha amado, ya no debe querer comunicarse con ellos;
4.º, que si puede estar en todas partes, no puede estar a nuestro lado;
5.º, que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6.º, que por medio de su envoltura fluídica no puede actuar sobre la materia inerte;
7.º, que si puede actuar sobre la materia inerte, no puede hacerlo sobre un ser animado;
8.º, que si puede actuar sobre un ser animado, no puede guiar su mano para hacer que escriba;
9.º, que si puede hacer que escriba, no puede responder sus preguntas, ni trasmitirle sus pensamientos.
Cuando los adversarios del espiritismo nos hayan demostrado que esto es imposible, por medio de razones tan patentes como las que empleó Galileo para demostrar que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas tienen fundamento.
Lamentablemente, hasta el día de hoy toda su argumentación se resume en estas palabras: No lo creo. Por consiguiente, es imposible.
Sin duda, nos replicarán que nos corresponde a nosotros probar la realidad de las manifestaciones. Pues bien, les damos esa prueba mediante los hechos y mediante el razonamiento.
Si no admiten ni una ni otra cosa, si niegan incluso lo que ven, a ellos les corresponde demostrar que nuestro razonamiento es falso y que los hechos son imposibles.
Bibliografía: El Libro de los Médiums, Nociones Preliminares, Primera Parte – Capítulo I
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