INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Espiritismo: Una nueva ciencia (1ª parte)
2.- Glándula Pineal y pérdida de conciencia del reencarnante
3.- Abusos en la Mediumnidad
4.- Obras básicas que conforman la Doctrina Espírita
***********************************
ESPIRITISMO: UNA NUEVA CIENCIA ( 1ª Parte)
Fue en el centro de los Estados Unidos, en 1849, cuando las manifestaciones espiritistas llamaron por vez primera la atención pública. Se oían golpes en varias habitaciones, los muebles cambiaban de sitio, las mesas se agitaban, todo bajo el impulso de una fuerza invisible. Habiéndosele ocurrido a uno de los espectadores combinar las letras del alfabeto con el número de los golpes, se estableció una especie de telegrafía espiritual y se pudo conversar con la fuerza oculta. Dijo ser el alma de una persona conocida entrando en detalles muy precisos sobre la identidad, la vida y la muerte de dicha persona. Otras almas fueron evocadas y respondieron con igual precisión. Todas decían estar revestidas de un cuerpo fluídico invisible a nuestros sentidos aunque a pesar de esto, material.
Las manifestaciones se multiplicaron con rapidez, invadiendo progresivamente todos los Estados Unidos. Tanto se preocupaba de ellas la opinión, que ciertos sabios creyendo ver en esto una causa de perturbación para la razón y la tranquilidad pública, resolvieron observarlas de cerca a fin de demostrar su absurdo. El juez Edmonds, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Nueva York y presidente del Senado, y el profesor de Química Mapes, de la Academia Nacional, fueron llamados a dar su dictamen sobre la realidad y el carácter de los fenómenos espiritistas. Pues bien, sus conclusiones, formuladas después de un examen riguroso, en obras importantes fueron que tales fenómenos eran reales y no podían ser atribuidos más que a la intervención de los espíritus.
El movimiento se propagó hasta el punto que, en 1852 una petición firmada por 15.000 nombres fue dirigida al Congreso de Washington, para obtener la proclamación oficial de la realidad de los fenómenos.
Un célebre sabio, Robert Hare, profesor en la universidad de Pensilvania, se puso abiertamente de parte de los espiritistas publicando una obra que establecía científicamente la intervención de los espíritus.
Si bien en los Estados Unidos los adeptos se contaban por millones, fue en Inglaterra donde las manifestaciones espiritistas se sometieron a un análisis más metódico. Muchos sabios ingleses han estudiado los fenómenos con perseverante y minuciosa atención, y de ellos proceden los testimonios más formales.
En 1869, la Sociedad Dialéctica de Londres -uno de los grupos científicos más autorizados- nombra una comisión de treinta y tres miembros, sabios, letrados, magistrados, todos ellos destacadas personalidades de las ciencias y de las letras que habrían de examinar y destruir para siempre esos fenómenos espiritistas que según decía el manifiesto no son más que producto de la imaginación.
Después de 18 meses de experiencias y de estudios, el informe indicaba no solamente los movimientos de las mesas y los golpes, mencionaba también apariciones de manos y de formas que no pertenecían a ningún ser humano, y que parecían vivas por su acción y su movilidad. Los asistentes cogían y tocaban algunas veces estas manos, convencidos de que eran auténticas. Uno de los treinta y tres, Alfred Russel Wallace, prosiguió sus investigaciones y consignó sus resultados en una obra que tuvo gran resonancia.
Si en Inglaterra, los sabios de renombre adheridos a la causa se contaban por decenas, en Francia es más difícil encontrar académicos espiritistas. No obstante hay brillantes excepciones como Camilo Flammarión o el Dr. Paul Gibier, discípulo favorito de Pasteur.
El también francés, Allan Kardec, después de haber estudiado diez años por el método positivo , después de haber recogido los testimonios y las noticias que le llegaban de todos los puntos del globo, coordinó este conjunto de hechos, dedujo los principios generales y compuso todo un cuerpo de doctrina contenido en cinco volúmenes.
Allan Kardec fundó la Revue Spirite, que llegó a ser el órgano, lazo de unión de los espiritistas del mundo entero, en la que se puede seguir la evolución lenta, progresiva, de esta revelación moral y científica. En la obra de Allan Kardec encontramos la compilación de las enseñanzas de los espíritus en un número considerable de grupos.
Esta doctrina nace entonces -de la observación metódica y de rigurosos experimentos- pero no puede llegar a ser un sistema definitivo, inmutable, fuera y por encima de las futuras conquistas de la ciencia. Es el resultado de los conocimientos de dos mundos, de dos humanidades que se compenetran, pero ambas imperfectas, y ambas en marcha hacía la verdad y hacia lo desconocido.
Pero quién va a creer en una doctrina que se llama de los espíritus. Nuestra época, cansada de los desvaríos de la imaginación, de las teorías y de los sistemas preconcebidos, ha caído en el escepticismo. Para dar crédito a cualquier afirmación reclama pruebas. El razonamiento más lógico no le satisface. Se necesitan hechos, hechos sensibles, observados directamente para disipar la duda. Y esta duda se explica. Es la consecuencia fatal del abuso de las doctrinas erróneas con las que se ha arrullado a la Humanidad por espacio de siglos. Al instruirse el hombre, de crédulo se ha convertido en escéptico, y cada nueva teoría es acogida con desconfianza sino con hostilidad. La marcha de la ciencia, puede compararse a la ascensión de una montaña. A medida que el viajero trepa por las escabrosas pendientes, ve ensancharse el horizonte, los detalles del plano inferior se funden en un vasto conjunto, mientras que a lo lejos se descubren nuevas perspectivas. Cuanto más se eleva, tanto más majestad y amplitud requiere el espectáculo. Del mismo modo la ciencia, en su marcha incesante, descubre a cada paso dominios ignorados.
Todos sabemos cuán limitados son nuestros sentidos materiales. Si nuestra potencia visual no hubiese sido aumentada por los descubrimientos ópticos, ¿ qué sabríamos del Universo? Gradualmente, el campo de las observaciones se ha ensanchado. Gracias a la invención del telescopio, el hombre ha podido explorar los cielos y comparar el insignificante globo con los gigantes del espacio.
La invención del microscopio por su parte nos ha descubierto otro infinito. En todas partes, alrededor de nosotros, en los aires, en las aguas, invisibles para nuestros débiles ojos, millones de seres pululan y se agitan en magnífica consonancia.
La ciencia progresa y crece, y el pensamiento alentado, se eleva hacia nuevos horizontes. Pero que poco sabernos si lo comparamos con lo que nos queda por aprender.
Con lo que ignoramos de las leyes universales, dijo Faraday, se puede crear el Mundo. Las constantes y universales aspiraciones de la Humanidad pensante, el recuerdo y el respeto de los muertos, la idea innata de una justicia inmanente, el sentimiento de nuestra consciencia y de nuestras facultades intelectuales, la miserable incoherencia de los destinos terrestres comparada con el orden matemático que rige el universo, el inmenso vértigo del infinito y de la eternidad en las alturas de la noche constelada, y en el fondo de todas nuestras concepciones, la identidad permanente de nuestro “yo” a pesar de las variaciones y de las transformaciones perpetuas de la sustancia cerebral; todo concurre para darnos la convicción de la existencia de nuestra alma como entidad individual, de su sobrevivencia a la destrucción de nuestro organismo corporal y de su inmortalidad.
Pero la demostración científica aún no se ha logrado, y los fisiólogos enseñan que el pensamiento es una función del cerebro, que sin este no hay pensamiento y que todo en nosotros se extingue con la muerte del cuerpo. Hay flagrante contradicción entre las superiores aspiraciones de la Humanidad y las conclusiones de la llamada Ciencia positiva. Aunque raramente se le haga justicia y se testimonie el reconocimiento que merece, la verdad es que la Ciencia transformó el mundo. Están clavados sobre ella los cimientos de nuestra vida intelectual e incluso de nuestra vida material. Solamente la Ciencia nos puede esclarecer y conducir. Entonces, ¿A qué nos pueden llevar estos estudios sobre los problemas psíquicos? A demostrar que el alma existe y que no son quiméricas las esperanzas en la inmortalidad.
El materialismo es una hipótesis que ya no puede ser sustentada desde que se conoce en profundidad la materia. Ha dejado de ser el sólido punto de apoyo del materialista. Los cuerpos están constituidos de miles de átomos invisibles, que no se tocan y, se hallan en permanente movimiento unos alrededor de los otros. Esos átomos tremendamente pequeños son en sí mismos centros de fuerza. ¿Dónde está la materia? Ella desaparece bajo el influjo del dinamismo.
Sí, sin duda alguna nosotros pensamos por el cerebro, del mismo modo que vemos por los ojos y oímos por el sentido del oído. Pero no es nuestro cerebro el que piensa, de la misma forma que no son nuestros ojos los que ven. ¿Qué se diría de alguien que encomiase a un lapicero por los bellos poemas que escribe? El ojo es un órgano como igualmente lo es el cerebro.
Las ciencias psíquicas están en apariencia muy retrasadas en relación con las ciencias físicas. La Astronomía tuvo su Newton, la Biología su Darwin, la Psicología a Ptolomeus o a Freud. Todo lo que podemos hacer actualmente es recoger observaciones, coordinarlas y ayudar al desarrollo de la nueva ciencia.
Como decía Allan Kardec el Espiritismo será científico o no será nada.
La religión del futuro será científica, estará fundada en el conocimiento del psiquismo y de la espiritualidad. Esta religión de la Ciencia tendrá sobre las otras una ventaja considerable: la unidad. Actualmente un judío o un protestante no admiten el culto de la Virgen y de los santos, un musulmán abomina del perro cristiano, un budista repudia los dogmas de Occidente. Ninguna de estas divisiones podría existir en una religión fundada sobre la solución general de los problemas psíquicos.
Estamos sin embargo lejos de llegar a las cuestiones de teorías o de dogmas. Lo que importa por encima de todo es saber si en verdad los fenómenos existen evitando la pérdida de tiempo y el ridículo del que procura la causa de lo que no existe. Constatemos desde luego los hechos. Las teorías vendrán más tarde.
Pero no podemos hablar de hechos sin prevenirnos y ponernos en guardia contra la incredulidad y por qué no contra la credulidad desmedida.
Comencemos por los incrédulos:
Decía Lemierre:
Algunos toman su corto horizonte como el límite del mundo. Creer que todo se sabe es un error profundo.
Un gran número de hombres sufre de verdadera miopía intelectual, y según la imagen precisa de Lemierre no ven más allá de su corto horizonte. Ignoran que en el fondo de la explicación de todos los fenómenos de la naturaleza está lo desconocido y pretenden juzgar la insondable organización del Universo.
Recurramos a la Historia e ilustrémonos con algunos de esos ejemplos:
Sócrates bebe la cicuta por haberse liberado de las supersticiones de su tiempo. Anaxágoras es perseguido por tener la osadía de enseñar que el Sol es mayor que el Peloponeso. Y es que la búsqueda de la verdad avanza a pasos lentos, pero las pasiones humanas y los ciegos intereses dominadores permanecen inalterables.
Cuenta Camilo Flammarion una sesión en la Academia de las Ciencias, en la que el físico Du Moncel presentó el fonógrafo de Édison a la docta asamblea. Hecha la presentación conecta el aparato, del cual se deja oír una frase que en él había registrada. De pronto un académico se rebela contra la audacia del innovador, se precipita sobre el representante de Edison y lo agarra por el pescuezo gritando: ¡Miserable! Nosotros no seremos engañados por un ventrílocuo!
Nuestros sentidos nos engañan de un modo absoluto.
Vemos el sol, la luna, las estrellas girar en torno nuestro: es falso.
Sentimos la tierra inmóvil: es falso.
Vemos el Sol levantarse por encima del horizonte: él está debajo del horizonte.
Tocamos cuerpos sólidos, no hay cuerpos verdaderamente sólidos, en ellos es mayor el vacío.
Escuchamos sonidos armoniosos: pero son producto de ondas en el aire en sí mismas silenciosas.
Admiramos los efectos de la luz y de los colores que llevan a nuestros ojos a vivir el espléndido espectáculo de la naturaleza: en realidad no hay ni luz ni colores sino únicamente movimientos etéreos oscuros que influenciando nuestro nervio óptico nos provocan sensaciones luminosas.
Nos quemarnos un pie en el fuego: pero es en nuestro cerebro donde reside la sensación de la quemadura.
Hablamos de calor y de frío: aunque no hay en el universo ni calor ni frío, solamente movimiento.
Como vemos nuestros sentidos nos engañan. Sensación y realidad son cosas distintas.
( Continúa en la siguiente publicación- 2ª parte)
*********************************
GLÁNDULA PINNEAL Y PÉRDIDA DE
CONCIENCIA DEL REENCARNANTE
En el intervalo que media de la concepción al nacimiento, ¿ goza el Espíritu de todas sus facultades?
Más o menos conforme al punto en que se halle de esa fase, por cuanto que todavía no está encarnado, sino solamente ligado. A partir del instante de la concepción, comienza el espíritu a sentirse perturbado, lo que le advierte que le llegó el momento de comenzar nueva existencia corpórea. Esta perturbación crece, hasta el nacimiento. En este intervalo, su estado es casi idéntico al de un encarnado durante el sueño. A medida que el nacimiento se aproxima, sus ideas se apagan, así como el recuerdo del pasado, del cual deja de tener consciencia en la condición de hombre, cuando entra entra en la vida. Ese recuerdo, sin embargo, le vuelve poco a poco en su estado de Espíritu.
- El Libro de los Espíritus- Allan Kardec- cuestión 351-
La época de la pérdida de la consciencia durante la gestación, por parte del Espíritu reencarnante, varía en términos de tiempo de acuerdo con la evolución de la entidad. Este fenómeno de pérdida de consciencia está ligado, en parte, a su miniaturización, que podrá ser tan intensa, que llegue a los límites mínimos de la célula huevo, en caso de reencarnación compulsoria, o hasta el tamaño del útero. En los casos de entidades espirituales con cuerpo espiritual menos denso, la miniaturización no se hace tan intensa y ese factor de pérdida de conciencia actúa menos expresivamente.
La glándula Pineal o Epífisis, situada en la caja craneana del feto, e íntimamente relacionada con el cerebro, tiene también un papel fundamental en el fenómeno de la pérdida de consciencia del Espíritu.
La glándula Pineal fue bastante conocida en los pueblos antiguos, lo que se desprende por las diversas descripciones de la misma desde remotas eras.
Descartés hizo detallada descripción de la Pineal, atribuyendo a esta glándula un papel relevante conocido hasta nuestros días; para él, el alma era el huésped misterioso de la glándula Pineal. Otro científico, Levdig, se expresó de forma semejante, al decir que la glándula Pineal sería el órgano responsable del sexto sentido.
Los estudios efectuados en embriones de lagartos, descubrieron un órgano, que fue considerado como ojo pineal o tercer ojo, tenido por muchos científicos como existente en animales fósiles. Según el Dr.Jorge A. dos Santos en la obra: Palingenésis, la gran ley, podríamos pensar que el ojo pineal en vez de ser un elemento regresivo u órgano vestigial, con tendencia a la desaparición, fuese, por el contrario, un órgano en desarrollo. El llamado tercer ojo, por mutación y transformaciones evolutivas. pasó gradualmente a dar origen a la glándula Pineal.
El ojo pineal de los lagartos, marca uno de los estados de evolución donde la espiritualidad individual poco expresiva en las especies inferiores, comienza a revelarse.
La pineal puede ser considerada como el órgano donde el espíritu se expresa más directamente en el cuerpo biológico. Antes de la existencia de los vegetales o animales más simples, en vez de individualización de energía espiritual, tendremos un " Sincicio Energético" (alma grupo de las especies). Así, sin embargo, cada cambio de hierba sea una individualidad, por ejemplo, todo el césped se expresa por este sinsicio energético, y no como conjunto de espíritus autónomos.
En torno al 3º y 4º mes de vida intra-uterina, la glándula Pineal ya presenta células y tejido de sustentación, alcanzando 2 mm de diámetro. Durante este periodo, por regla, es cuando el Espíritu reencarnante empieza a perder la consciencia, alcanzando rápidamente la total inconsciencia. En la pineal, las expansiones energéticas del psicosoma (periespíritu), se prenden más profundamente, siendo por esto llamada la glándula de la vida espiritual por los reencarnacionistas.
A medida que el desarrollo de la Pineal se efectúa, cada vez se acentúa más la unión con las energías espirituales que impulsan el desarrollo fetal modelado por las matrices periespirituales.
Las modificaciones que suceden en la glándula Pineal, son observables hasta los dos años de edad. De ahí hasta los 6 o 7 años, las transformaciones son muy lentas. En exactamente durante este periodo, cuando la reencarnación podría considerarse definitiva, pues el Espíritu pasa a tener fijación completa al organismo biológico, y principalmente a la Pineal.
La sabiduría divina o ley universal, determinó por las líneas evolutivas que hasta los 6 o 7 años de edad, el Espíritu pueda recibir de los padres las expresiones superiores de buena conducta moral, sin reaccionar intensamente. Como el Espíritu no es todavía señor de su nuevo cerebro, hay por tanto, en el periodo que va desde la concepción hasta los 7 años, oportunidades para ser grabadas en el cerebro nuevo, buenos conceptos y ejemplos éticos que serán repasados en los archivos periespirituales, dando nuevo impulso evolutivo al Espíritu.
Para los educadores en general, es la gran oportunidad de sembrar, regar y abonar en el terreno propicio, donde los factores del pasado, adormecidos por la inmadurez de la Pineal, no interfieren significativamente, perjudicando la preparación de la siembra.
- Ricardo di Bernardi- ( de su obra Gestación. sublime intercambio )-
***********************************
ABUSOS DE LA MEDIUMNIDAD
El fraude y la superchería es uno de los primeros a señalar.
Los fraudes pueden ser conscientes o inconscientes; en este último caso, son
provocados o por la acción de espíritus malos o por sugestiones que ejercen
sobre el médium, los experimentadores o algunos de los presentes en la reunión.
Los fraudes conscientes provienen, o bien de falsos médiums o de médiums
verdaderos, pero desleales, que han convertido sus facultades en fuente de
provecho material.
Desconociendo la nobleza y la importancia de su misión y de sus preciosas
cualidades, los convierten en un medio de explotación, de modo que cuando el fenómeno no
se presenta, no dudan en simularlos por medio de toda clase de artificios.
Esos médiums los hay también en todas partes, son sujetos burlones a quienes no
les importa divertirse a costa del vulgo ignorante, pero que más tarde o más
temprano se descubren así mismos.
Hay otros para quien el Espiritismo no es más que un simple comercio, y se las
ingenian para imitar las manifestaciones que les pueden dar mayor ganancia.
Algunos han sido descubiertos en plena sesión, y no pocos han sido motivo de
procesos famosos, que burlándose de la buena fe de quienes los consultaban, no
vacilaron en profanar los sentimientos más sagrados, lanzando sospechas e incertidumbres sobre una ciencia y una doctrina que pueden ser un medio de
regeneración.
Perdieron con frecuencia el sentimiento de su responsabilidad; pero la vida de
ultratumba les reserva sorpresas nada agradables. El mal que estos embaucadores
han hecho a la verdad es verdaderamente incalculable.
Sus groseras maquinaciones han alejado a no pocos sabios del estudio serio del
Espiritismo. Así, el deber de todo hombre honrado es desenmascararles y
condenarles. El desprecio en este mundo, el remordimiento y la vergüenza en el
otro, he aquí lo que les espera. Ya sabemos que todo se paga, y que el mal
acaba por caer siempre sobre el mismo que lo ha causado. No hay nada más vil y miserable que negociar con lo dolores del prójimo, fingiendo por dinero a los
amigos, a los seres queridos y que lloramos porque se fueron de este mundo,
haciendo de la misma muerte un objeto de falsificaciones y de la más vergonzosa
especulación.
Mas no se puede hacer al espiritismo responsable de tales procedimientos. El
abuso o la falsificación de una cosa no prejuzgan contra la cosa misma.
Los fraudes inconscientes tienen su explicación por la sugestión y los médiums
son muy sensibles a la acción sugestiva, lo mismo de los vivos que de los
difuntos. Los espíritus cuando se manifiestan influencian con su estado de
ánimo al médium y a veces de una forma considerable. El buen médium a veces
siente la sugestión de mentir pero la rechazan; otros en cambio caen en un momento de debilidad y ya nadie cree en ellos.
Es importante examinar y analizar todas las cosas con el más frio juicio, con
gran circunspección y admitir únicamente aquello que se presenta con el más
absoluto carácter de autenticidad.
Por su propia naturaleza la mediúmnidad es una cosa variable, móvil,
intermitente. No estando los espíritus bajo las órdenes de nadie, jamás se
puede saber por adelantado el éxito de las sesiones. El médium puede sentirse
enfermo, o indispuesto: también hallarse mal constituida la asistencia desde el
punto de vista psíquico. Por otro lado, la asistencia de los espíritus
elevados, siempre se avendrá mal con la imposición de tarifas en la práctica
del espiritismo.
La mejor garantía de sinceridad que puede presentar un médium es el desinterés,
como es también el medio más seguro para obtener protección de lo alto.
Comerciar con la mediúmnidad es disponer de una cosa de la cual no se es dueño;
es abusar de la buena voluntad de los muertos, sujetarles a una empresa que no
es digna de ellos, es desviar el espiritismo de su fin providencial.
El ejercicio de la mediúmnidad ha de ser en todo tiempo y ocasión un acto grave
y religioso, despojado de todo carácter mercantil y de todo aquello que lo puede
rebajar o desmerecer.
Trabajo realizado por Merchita
Extraído del libro de León Denis (En lo invisible)
******************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario