INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Habrá un solo rebaño y un solo pastor
2.- Desencarnación : Proceso de transición
3.- No creáis a todo espíritu.
4.- El hábito de sentirnos ofendidos
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HABRÁ UN SOLO REBAÑO Y UN SOLO PASTOR
“Y habrá un rebaño, y un pastor”
“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellos también debo traer, y
oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”- (San Juan, 10:16).
. Con estas palabras, Jesús anuncia claramente que un día los hombres se fusionarán en
una única creencia. Pero, ¿ cómo se llevará a cabo tal unificación? Parece algo difícil, si se piensa en las diferencias que existe entre las religiones, el antagonismo que mantienen entre sus respectivos adeptos, su obstinación en considerarse detentores exclusivos de la verdad. Todas desean mucho la unidad, pero se envanecen pensando que ella será en su beneficio, y ninguna, además, intenta hacer una concesión a sus creencias.
Sin embargo, la unidad se logrará en religión como tiende a realizarse en los órdenes social,
político y comercial mediante la caída de la barreras que separan a los pueblos y por la asimilación de los hábitos, las costumbres y el uso de la lengua. Los pueblos del mundo entero fraternizan ya, como las gentes de las provincias de un mismo país. Se intuye esta unidad, se la desea, y ella será lograda por la fuerza de las cosas, porque devendrá una necesidad para solidificar los lazos fraternales entre las naciones. Se la obtendrá por el desarrollo de la razón humana, que hará ver la puerilidad de tales disidencias. Por el progreso de las ciencias, que cada día corrigen los errores materiales sobre los cuales se apoyan, al tiempo que, poco a poco, vayan separando las piedras carcomidas que aún afectan a sus cimientos. Si la ciencia derriba en las regiones lo que es obra del hombre y fruto de su ignorancia con respecto a las leyes de la Naturaleza, no puede, en cambio, destruir, a pesar de la opinión de algunos, lo que es obra de Dios y lo que constituye la verdad eterna: al allanar el terreno de lo falso, prepara el camino hacia la unidad.
Para alcanzar la unidad, las religiones deberán reencontrarse en un terreno neutral, aunque
común a todas. Para ello, todas deberán realizar concesiones y sacrificios más o menos importantes, de acuerdo con la multiplicidad de sus dogmas particulares. Pero, en virtud del principio de inmutabilidad que todas profesan, la iniciativa para las concesiones no podría provenir del campo oficial. En vez de tomar su punto de partida en las altas esferas, lo tomarán en los últimos peldaños mediante la iniciativa individual. Desde hace algún tiempo se opera un movimiento de descentralización que va adquiriendo una fuerza arrolladora. Del principio de inmutabilidad, que las religiones consideraron hasta hoy como una égida conservadora, devendrá un elemento destructor, ya que al inmovilizarse los cultos, al tiempo que la sociedad avanza, ellos se verán desbordados y más tarde absorbidos por la corriente de las ideas progresivas. La inmovilidad, en vez de ser una fuerza, se convierte en una causa de debilidad y ruina para quien no sigue el movimiento general. Rompe la unidad, porque quienes desean ir hacia adelante se separan de los que se obstinan en quedarse atrás.
En el estado actual de la opinión y los conocimientos, la religión que deberá unir un día a
todos los hombres, bajo una misma bandera, será la que satisfaga mejor a la razón y a las legítimas aspiraciones del corazón y del espíritu. La que no pueda ser desmentida en ningún aspecto por la ciencia positiva; la cual, en vez de inmovilizarse, siga a la Humanidad en su marcha progresiva sin dejarse aventajar; la que no sea exclusiva ni intolerante; la que emancipe a la inteligencia aceptando sólo la fe razonada; aquella cuyo código de moral sea el más puro, el más racional, el más armonioso con las necesidades sociales, el más adecuado para establecer sobre la Tierra el reino del bien, por la práctica de la caridad y de la fraternidad universales.
EL GÉNESIS
ALLAN KARDEC
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DESENCARNACIÓN : PROCESO DE
TRANSICIÓN
La muerte es la cesación de la vida orgánica. La desencarnación es la liberación del Espíritu inmortal.
Periodo de transición, en su cambio de plano.
"La muerte es hereditaria" y cuando el cuerpo muere, el Espíritu está listo para liberarse, porque "no es la partida del Espíritu que causa la muerte del cuerpo; ésta es la que determina la partida del Espíritu"
Pero éste, no siempre está en condiciones de hacerlo. En algunos casos, la muerte biológica sucede, pero el Espíritu no se desprende, no se libera, queda preso al cuerpo físico, este continúa encarnado, porque "no todos los que mueren desencarnan".
Nos dijo, cierta vez, un suicida: “No estoy muerto”.
Y agregaba: “Sin embargo, siento los gusanos que me roen”.’
Ahora indudablemente, los gusanos no le roían el periespíritu, ni menos el Espíritu; le roían apenas el cuerpo. Era solo la visión de lo que le pasaba al cuerpo, el cual todavía se conservaba conectado al periespíritu, lo que le causaba la ilusión, que él tomaba por realidad".
La reencarnación no es un proceso punitivo, pero si educativo, pues es escuela, es prisión, es hospital.
Para alcanzar la perfección, la felicidad y la plenitud, es necesario renovarse, en la experiencia de la materia densa.
Habiendo escogido el camino del progreso, evolucionando, y realizando su reforma íntima, o al contrario, estancado, con la garantía de que, por mínimo que sea, siempre se evoluciona en alguna cosa, inexorablemente sobrevienen a la muerte, que es el final del cuerpo físico, así como "la evolución es la finalidad del Espíritu” y uno de los objetivos de la reencarnación.
El otro es trabajar para el Universo, como el Universo trabaja para nosotros, tal es el secreto del destino", " el Espíritu debe de soportar la parte que corresponde, en la obra de la creación, concurriendo a la obra general, que él mismo adelanta"; esto último es alcanzado conciente o inconscientemente por el Espíritu.
La reestructuración o no de su periespíritu, va a depender en haber alcanzado ambos objetivos, lo que trae influencias importantes en proceso desencarnatório.
Cuanto más depurado esté, más fácil se vuelve su desconexión gradual, porque "los lazos se desatan, no se quiebran."
Dos factores son secuencias a la muerte, ocurriendo paralelamente y vinculados a sus circunstancias y al grado evolutivo del Espíritu desencarnante: el desprendimiento del cuerpo físico y la perturbación del Espíritu.
Léon Denis, señala que deberíamos llorar a la hora de la reencarnación, que es un momento de intenso sufrimiento para el Espíritu, y reírnos a la hora de la muerte, cuando el Espíritu se libera, ya que encarnación es su encarcelamiento fluídico y la desencarnación una liberación.
Esto, es importante citar, si el Espíritu cumplió los objetivos de la encarnación, porque si no lo hizo, serán dos lamentos, uno al encarnar y el otro al desencarnar, por la influencia que su conducta, proyectará en la desencarnación.
El desprendimiento.
Al reencarnar, el Espíritu se conecta al cuerpo, a través de su periespíritu, el cual se une, molécula a molécula, átomo a átomo y al desencarnar, inversamente se desprende, también, átomo a átomo, molécula a molécula.
El principio vital es "el interruptor de la vida", mientras que el fluido vital, es la electricidad que carga nuestras baterías.
El fluido cósmico animalizado; al ser desconectado de aquél, disipa la vida, cesa y sobreviene la muerte. La cual se da por agotamiento del fluido vital, por la quiebra orgánica súbita (muerte violenta), quedando impotente para transmitir el movimiento de la vida.
Esta fuga energética del cuerpo físico y del periespíritu, que se encontraban de ella impregnados, desde el primer instante de la concepción, se realiza de forma suave o abrupta, de acuerdo con su distribución, que es peculiar a cada ser, a cada órgano, a cada célula; hay en los centros vitales o de fuerza, mayor actividad vital y puntos de conexión con mayor densidad entre el Espíritu-periespíritu y el cuerpo físico; de estos lo que tiene más fuerte esta unión con el Espíritu, vía periespíritu, es el centro coronario o regente que, por el mismo hecho, es el último que se desconecta, deshaciéndose las conexiones Espíritu-periespíritu-glándula pineal, la "glándula de la vida espiritual".
El rompimiento de estos lazos fluídico-magnéticos que componen el cordón fluídico o de plata, representa el sello de la desencarnación, iniciándose por las extremidades y terminando, como dijimos, en el cerebro.
La naturaleza de las demás conexiones de los centros vitales, varían de acuerdo con cada ser, dependiendo de la evolución del Espíritu, modelador y estructurador del periespíritu y por lo tanto de sus conexiones con la materia densa, a través de los centros vitales controladores y sus órganos súbditos y qué servicio prestó al comandante de sus acciones; el Espíritu.
Así el desprendimiento sucede de forma lenta (envejecimiento natural, enfermedades crónicas, etc.) por agotamiento del fluido vital, o de forma abrupta (muerte violenta: accidentes, desastres, asesinatos, suicidios) por injuria grave, determinando la incapacidad funcional orgánica definitiva.
En los primeros, la desconexión ya se venía haciendo cuando ocurrió la muerte y en los últimos, la muerte corresponde al inicio del proceso desencarnatório; equivale a decir que el período muerte-liberación, genéricamente, es mayor en estos.
En los Espíritus evolucionados, ocurre que el momento de la muerte, corresponde al de la liberación, pero, al contrario, ciertos Espíritus que tienen su periespíritu todavía muy densificado, quedan presos todavía al cuerpo, después de la muerte.
"El Espiritismo, por los hechos cuya observación él faculta, da a conocer los fenómenos que acompañan esta separación, que, a veces, es rápida, fácil, suave e insensible, en otros es lenta, laboriosa, horriblemente penosa, conforme el estado moral del Espíritu, y puede durar meses enteros”, y hasta años.
La perturbación.
La conciencia es del Espíritu y después de la muerte corporal, él pasa por un período variable de perturbación, de acuerdo con el estado moral del alma, "fruto de sus construcciones mentales, emocionales y volitivas" y el género o circunstancias de la muerte, para volver a readquirirla.
El Espíritu purificado se desprende de los tenues lazos que lo prendían al cuerpo físico, tomando entonces conciencia de si mismo, de su vuelta al mundo espiritual y de la memoria del pasado, que es también del Espíritu y a los pocos va retornando del inconsciente, situado en el periespíritu; este "libro misterioso, cerrado a nuestra vista, durante la vida terrena, se abre en el espacio”.
El espíritu adelantado, recorre a la voluntad sus páginas. En estos casos la sensación es de alivio, como quien despertó de una intervención quirúrgica y obtuvo el alta, curado; no es pues, ni penoso, ni duradero; es un despertar, pues a la "vida en la carne es el sueño del alma; es el sueño triste o alegre."
En aquellos Espíritus que no aprovecharon el retorno a la vida corporal, para su evolución, estancados en la escala del progreso, el desencarne será un proceso extremamente doloroso, "tétrico, aterrador, ansioso (...) como una horrenda pesadilla", demorada. y la perturbación espiritual que le seguirá, será muy intensa y prolongada,
Muchas veces, se recuerdan hasta de la última encarnación y algo de las otras.
En la muerte violenta, situación no esperada en la mayoría de las veces por el Espíritu, su concientización de la muerte y consecuente pasaje a la vida espiritual, es difícil y demorada, tanto más prolongada cuanto menor la evolución espiritual.
En la Espiritualidad.
La espiritualidad no está parada, ni contemplativa, al contrario, trabaja incesantemente y "Espíritus evolucionados, con fuertes vínculos con la caridad", se incumben de la tarea de la desencarnación, ayudando en las desconexiones de los lazos que unen el Espíritu al cuerpo físico, bajo influjo del pensamiento divino.
Espíritus amigos y familiares, ya desencarnados, colaboran en esta tarea.
Esta misma actuación, puede ser perjudicada por Espíritus enemigos, obsesores hasta, que tienen la finalidad de volver la desconexión más penosa, contribuyendo también para mayor perturbación del Espíritu desencarnante, su desafecto.
Destino de los componentes del hombre.
Después de la muerte, el cuerpo físico se desintegra, siguiendo las leyes físico-químicas, que también son divinas, nunca más volviendo a recomponerse, o destinarse a la resurrección, que estría desprovista de ninguna finalidad.
El fluido vital vuelve a su lugar de origen : el fluido cósmico o universal.
El periespíritu podrá presentar modificaciones en relación a su densidad; no se segmenta y no se sedimenta; se depura, volviéndose tanto más sutil cuanto mayor sea el progreso espiritual.
El Espíritu puede presentar modificaciones en relación a su estado moral reencarnatorio, porque si el "Espíritu evolucionó, todo lo demás se transforma", por pequeña que sea esta evolución, lo que no puede nunca suceder, es que retroceda.
Conclusión
Un día, después de la muerte corporal, nosotros tendremos un decisivo encuentro marcado con nosotros mismos, en lo profundo de nuestra conciencia; atributo del Espíritu, donde fueron impresas por Dios sus leyes morales; ahí serán juzgados por ella, todos nuestros actos de la senda reencarnatoria, en el uso de nuestro libre albedrío y comparados con nuestros propósitos al reencarnar, escogidos o impuestos por la justicia divina, siempre de acuerdo con las aptitudes de cada uno; depende de nosotros, y sólo de nosotros, si este será el "día más feliz de nuestra existencia", momento de puro éxtasis o, "al contrario, el peor de ellos", o su momento más fatídico.
"Creemos que la educación para la desencarnación implica, la educación para la vida". para que consigamos la muerte de que nos habla Hernani Santana
-Fernando A. Moreira-
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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NO CREÁIS A TODO ESPÍRITU
Amados míos, no creáis a todo Espíritu; sino verificad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo. (San Juan, Primera epístola, 4:1.)
Los fenómenos espíritas, lejos de dar crédito a los falsos Cristos y a los falsos profetas, como algunas personas se complacen en manifestar, vienen, por el contrario, a darles el golpe definitivo.
No pidáis al espiritismo milagros ni prodigios, porque declara formalmente que no los produce.
Del mismo modo que la física, la química, la astronomía y la geología han revelado las leyes del mundo material, el espiritismo viene a revelar otras leyes que hasta ahora no se conocían: las que rigen las relaciones entre el mundo corporal y el mundo espiritual. Estas leyes, tanto como las de la ciencia, son leyes de la naturaleza.
Al darnos la explicación de un determinado orden de fenómenos, que eran incomprensibles hasta el día de hoy, el espiritismo destruye lo que aún permanecía en el dominio de lo maravilloso. Por lo tanto, aquel que se sintiera tentado de explotar los fenómenos espíritas para aprovecharse de ello, haciéndose pasar por un Mesías de Dios, no conseguiría abusar por mucho tiempo de la credulidad ajena, pues pronto sería desenmascarado.
Por otra parte, como ya se ha dicho, esos fenómenos por sí solos nada prueban. Una misión se demuestra por medio de efectos morales, lo que no le es dado producir a cualquiera. Ese es uno de los resultados del desarrollo de la ciencia espírita, pues esta, al investigar la causa de algunos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios.
Sólo están interesados en combatirla los que prefieren la oscuridad en vez de la luz. No obstante, la verdad es como el sol: disipa incluso las más densas tinieblas.
El espiritismo revela otra categoría mucho más peligrosa de falsos Cristos y falsos profetas, que no se encuentra entre los hombres sino entre los desencarnados: la de los Espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pseudosabios, que de la Tierra han pasado a la erraticidad, y adoptan nombres venerados. Así, con la máscara detrás de la cual se ocultan, intentan favorecer la aceptación de las más extravagantes y absurdas ideas.
Antes de que se conocieran las relaciones mediúmnicas, esos Espíritus ejercían su acción de un modo menos ostensible, a través de la inspiración, de la mediumnidad inconsciente, auditiva o parlante. Es considerable el número de los que en diversas épocas, pero sobre todo en estos últimos tiempos, se han presentado como alguno de los antiguos profetas, como Cristo, o como María, su madre, y también como Dios.
San Juan previene a los hombres en contra de ellos cuando dice: “Amados míos, no creáis a todo Espíritu, sino verificad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo”.
El espiritismo nos provee de los recursos para ponerlos a prueba, al enunciar las características por medio de las cuales se reconoce a los Espíritus buenos, características siempre morales, nunca materiales*. Así, para conocer la diferencia que existe entre los Espíritus buenos y los malos, es posible aplicar, principalmente, las siguientes palabras de Jesús: “Se conoce la calidad del árbol por su fruto; un árbol bueno no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos”. Se evalúa a los Espíritus por la calidad de sus obras, del mismo modo que se evalúa un árbol por la calidad de sus frutos.
*. – Acerca de la manera de diferenciar a los Espíritus, véase El libro de los médiums, capítulo XXIV y siguientes. (N. de Allan Kardec.)
Escrito por Allan Kardec
( Tomado de Zona Espírita )
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