INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Las imperfecciones morales y los obsesores.
2.- Libre albedrío
3.- Pensamiento y enfermedades
4.- Manifestación de los espíritus
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LAS IMPERFECCIONES MORALES Y LOS OBSESORES
Las imperfecciones morales del obcecado son, a menudo, un obstáculo para
su libertad.
He aquí un ejemplo notable que puede servir de instrucción para todos:
Hacía ya algunos años que varias hermanas eran víctimas de pillajes muy
desagradables. Dispersados sin cesar sus vestidos por todos los rincones de la casa,
hasta por el tejado, cortados, rotos y acribillados de agujeros, por más que tuviesen
buen cuidado de encerrarlos bajo llave. Estas señoras, relegadas en una pequeña localidad de provincia, nunca habían oído hablar de Espiritismo. Naturalmente su primer pensamiento fue que eran el blanco de burlas de mal género; pero esta persistencia y las precauciones que tomaban les quitaron esta idea.
Después de mucho tiempo, con motivo de algunas indicaciones, creyeron oportuno dirigirse a nosotros para conocer la causa de estas desgracias y los medios de remediarlas si era posible. La causa no era dudosa; el remedio era más difícil. El Espíritu que se manifestaba por actos semejantes era evidentemente malévolo. Se mostró en la evocación de una grande perversidad e inaccesible a todo buen sentimiento. La oración pareció, sin embargo, ejercer una influencia saludable; pero después de algún tiempo de descanso, el pillaje empezó de nuevo. Aquí está el consejo que con este motivo dio un Espíritu superior.
"Lo mejor que pueden hacer estas señoras es rogar a sus Espíritus protectores que no las abandonen; no tengo otro consejo mejor para darles; que examinen su conciencia para confesarse a sí mismas y ver si han practicado siempre el amor del prójimo y la caridad; no quiero decir la caridad que da y distribuye, sino la caridad de la lengua; porque desgraciadamente ellas no saben retener la suya, y no justifican, por sus actos piadosos, el deseo que tienen de quedar libres del que les atormenta. Les gusta mucho decir mal del prójimo, y el Espíritu que les obceca se venga, porque le hicieron padecer mucho cuando vivía. Que repasen su memoria y verán muy pronto con quién tienen que habérselas.
"Sin embargo, si consiguen mejorarse, sus ángeles guardianes se les acercarán, y su sola presencia bastará para echar fuera al Espíritu malo que se ha apoderado de una de ellas sobre todo, porque su ángel de la guarda ha tenido que alejarse en vista de los actos reprensibles o de los pensamientos malos. Lo que les falta son fervientes oraciones por los que sufren, y sobre todo la práctica de las virtudes impuestas por Dios a cada uno, según su condición".
Sobre la observación que hicimos de que estas palabras nos parecían un poco severas, y que quizá sería necesario endulzarlas para transmitirlas, el Espíritu añadió:
"Yo debo decir lo que he dicho y del modo como lo digo, porque las personas en
cuestión tienen la costumbre de creer que no hacen mal con la lengua, y hacen mucho.
Por esto es menester impresionar su Espíritu de manera que sea para ellos una
advertencia formal".
De esto se desprende una enseñanza de una gran importancia, y es que las
imperfecciones morales dan lugar a los Espíritus obsesores, y que el medio más seguro de desembarazarse de ellos es el atraer a los buenos por la práctica del bien.
Los Espíritus buenos tienen, sin duda, más poder que los malos, y su voluntad basta para alejarlos; pero no asisten sino a los que les secundan por los esfuerzos que hacen para mejorarse; de otro modo se alejan y dejan el campo libre a los Espíritus malos que vienen a ser de este modo, en ciertos casos, instrumentos de castigo, porque los buenos les dejan obrar con este fin.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
ALLAN KARDEC
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LIBRE ALBEDRÍO
David Grossvater
Sobre el libre albedrío han tratado muchas escuelas filosóficas; unos niegan su existencia rotundamente, basándose en su concepción materialista de las fuerzas universales, achacando todo, a la lucha por la vida y a fenómenos netamente físicos.
Otros lo niegan; en parte basándose en su concepción religiosa. Lo achacan a una mano invisible, que mueve ciertas palancas que inclinan la balanza personal humana, hacia el azar o la suerte, también hacia la predestinación perentoria, como analizan ciertos teólogos, a la acción de Judas contra Jesús.
Consideramos ambos conceptos plagados de errores.
El espíritu tiene libre albedrío, pero condicionado a una responsabilidad plena, sobre todas sus acciones, luego ya no es tan libre el espíritu, cuando depende de las consecuencias de sus pasos.
No hay pues, fatalidad, ni predestinación, ni azar, ni suerte, cuando el espíritu es el dueño de sus propios pasos. Cuando carga con las consecuencias, tanto del mal como del bien que realiza.
Lo anterior demuestra, que por encima del libre albedrío, existen leyes universales que lo controlan automáticamente, cercenando su libertad, cuando va en detrimento de la armonía universal, y estas leyes Universales, están actuando dentro del propio espíritu, como en todas las cosas del Universo.
Cada acción mala, se añade, se adjunta a las huellas morbosas ya existentes y hasta los instintos mismos se exacerban, potenciándose y creando una alarma general.
Esos instintos se pelean por obtener el control total, creándose un descontrol completo, hundiéndose en una especie de tremedal, del cual solo puede salir, por esfuerzos propios.
Ese ser, en esas condiciones, creadas por el mal uso del Libre Albedrío, vuelve por sus pasos, tratando de lograr la regeneración.
Así ese espíritu, obrando en su libre albedrío, empieza jornadas dando marcha atrás y por medio de vidas laboriosas, llenas de sacrificios constructivos, va deslastrando su alma hacia un camino de progreso ascendente.
De modo pues, que el libre albedrío es amplio e irrestricto, pero condicionado a la responsabilidad personal. Lo que se siembra se cosecha, y lo que se es y será, depende de lo que se haga con ese albedrío.
Vemos que en el Universo, no hay policías que lo lleven y traigan a uno y nos coloquen en orden de faltas cometidas; no, el alma misma es la que arrastra al espíritu, a los lugares que la afinidad le atrae.
Es esta alma, la que condiciona las vidas sucesivas al espíritu, este jamás puede desligarse de ella, y es la que carga el peso y marca la pauta del camino a seguir.
No existe pues, castigo ni perdón, no hay una expiación propiamente dicha. Sólo se ven consecuencias de nuestras propias actuaciones, que tienen su nido y morada en nuestra alma, y desde allí germinan, como lógicas reacciones de nuestros hechos. De nuestro mal uso del libre albedrío.
Tomado del libro: “Por Los Fueros Del Espíritu”
Adaptación Oswaldo E. Porras Dorta,
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PENSAMIENTO Y ENFERMEDADES
La conciencia del ser humano se expande por todo su organismo por medio de las variadas expresiones de capacidad vibratoria de los elementos que lo constituyen.
De ese modo, operando en la armonía conjunta, cada célula es portadora de la condensación de la conciencia individual, en cuyas tramas delicadas se imprimen las necesidades evolutivas del ser humano.
Trabajadas por los comandos del periespiritu ellas resultan de la condensación de ondas específicas que conducen los contenidos morales encargados de producir los órganos y los diversos mecanismos constitutivos del individuo.
Por tanto, la célula es, en si misma, la materialización del molde energético por el modelo organizador biológico.
Cuando ocurre la separación molecular de cada una, por medio del fenómeno de la muerte física, no se produce la aniquilación o la desintegración de aquel que la constituía, permaneciendo como parte integrante del conjunto ordenador. Como consecuencia, cada una posee registros especiales que se encargan de sincronizarse en un conjunto armónico total. Ese tipo de registro puede ser considerado como una forma de conciencia embrionaria que conduce y preserva informaciones sobre los acontecimientos de los cuales participa.
De esa forma, el periespiritu también está constituido por el conjunto de esas conciencias celulares que forman la conciencia global encargada de transmitir al espíritu las memorias, las conquistas y realizaciones de cada experiencia reencarnatoria y de todas ellas reunidas, siempre alteradas conforme a las transformaciones naturales de la etapa vivenciada.
Los pensamientos que se originan en el ser espiritual, a medida que se transfieren hacia las áreas de la sensación, de la emoción de la acción, imprimen sus contenidos en las referidas células de energía que los ejecutan en la forma física, estableciendo los resultados conforme a la calidad de la onda mental.
Debido al tenor vibratorio de cada emisión pensante, la carga estimula a la conciencia celular que se siente más fortalecida, generando salud o se desarmoniza, produciendo la enfermedad. Aunque se desestructure la célula física, en el proceso de desorganización se libera la de naturaleza energética, que influenciará a los futuros mecanismos de equilibrio o desajustes del ser humano.
Las enfermedades más graves son aquellas que se originan en el alma, expandiéndose por el organismo físico y transformándose en procesos degenerativos, infecciosos, produciendo dolores o se exteriorizan como conflictos que se convierten en trastornos psíquicos, cuya gravedad se encuentra en la razón de la causa productora.
El semillero del odio, de los celos, de la envidia, de la ira y de otros anestésicos del espíritu, produce virus y vibriones psíquicos que atacan al organismo propio así como al de aquel que, desprevenido, inspiró la producción de esas ondas desbastadoras que la mente produce y dirige conforme a su estructura moral. Al mismo tiempo, ideoplastia sustentadas por el pensamiento fijo en ideas perturbadoras y agresivas, contribuyen para que surjan toxinas que invaden el organismo desarticulándose la contextura vibratoria, enfermándolo y trabajando para matar sus defensas y los factores inmunológicos.
La conducta mental expresa el nivel de evolución en que se encuentra cada ser, encargándose de producir bienestar o malestar, salud o enfermedad, alegría o tristeza, resultando siempre de la faja vibratoria en la que permanece.
Esas conductas esdrújulas, en las que muchos se complacen, se transfieren de una existencia hacia otra, debido a la memoria y conciencia de la célula psíquica, que modelará la equivalente orgánica con la carga de energía que conduce. De esta forma, esa onda influenciará a la criatura desde su formación genética, alterándole su estructura de acuerdo con la calidad del mensaje de que sea portadora.
Las enfermedades del alma tienen un carácter psíquico y se encuentran en los pliegues de lamente desvariada, que se vincula a los estados aberrantes del comportamiento, cuando podría ser dirigida hacia las aspiraciones del equilibrio, de la razón, de la felicidad.
Los sentimiento viles abren campo a su instalación, tornándose de difícil diagnostico y deficiente tratamiento, improbable de otorgar resultados favorables a la salud.
Es por eso que, los desvaríos del sexo, los vicios de cualquier naturaleza, la irascibilidad, los estados pesimistas, se transforman en agentes vivos que se encargan de actuar conforme la dirección que reciben de la dinamo mental generadora de la cual proceden.
De la misma forma sucedería si fuesen cultivados otros sentimientos y preservados los valores éticos promotores del ser, que se encargarían de corresponder a la fuente productora con ondas de bienestar, de esperanza, de armonía, de felicidad…
Los cromosomas que se implantan en la estructura física mediante el núcleo de la célula en que se establecen, se mantienen en el Espíritu debido al citoplasma en el cual se fijan.
Son indestructibles, enviando sus mensajes a través del núcleo genético, al tiempo en que plasman las futuras formas en todos los seres, en el plano físico o espiritual.
Cuanto más penetra la investigación científica en la estructura de la forma, mejor verificará que la misma es una aglutinación de partículas cada vez menores hasta perderse en la energía que es el punto de partida hacia la materia.
Como el espíritu es energía pensante, principio inteligente del Universo, asimila las vibraciones más sutiles y las exterioriza mediante ondas mentales que toman cuerpo, tornándose parte integrante del conjunto en el que la vida física se manifiesta.
Al ser así, los vicios generadores de enfermedades del alma – que permanecen como depresión, tormentos íntimos, angustia, inseguridad y otros – cuando se produce la desencarnación del paciente, prosiguen imanados a los campos psíquicos en los cuales fueron generados, exigiendo un periodo correspondiente de cambio mental para ser diluidos y desaparecer.
El acontecimiento de la muerte biológica no facilita la liberación de los hábitos perversos y enfermizos que fueron cobijados durante largo periodo de la existencia física. De la misma forma que se fueron implantando lentamente y generando acondicionamientos que se transformaron en procesos perturbadores, la readaptación al equilibrio y la reconstrucción de las estructuras energéticas afectadas exigen el tiempo correspondiente, durante el cual son recompuestos los campos vibratorios que fueron dañados.
Eso es comprensible, porque las descargas producidas por los sentimientos viles producen toxinas de alto tenor hormonal que modifican los códigos del ADN, fijando en ellos el tipo de onda y su procedencia perturbadora. A medida que se repiten esas fijaciones a lo largo del tiempo, es mayor el daño causado a la estructura intima del mismo, imponiendo como proceso de reparación, desde el más allá, un cambio total de comportamiento, que se encarga de sustituir su doble hélice, que son los dos cordones entrelazados y formados por una sustancia química especifica.
Por ello las enfermedades del alma solo se podrán recuperar cuando hubiere una transformación estructural del pensamiento, que se encargará de reconstruir nuevas bases súper sutiles, que se consubstanciaran en los futuros códigos del ADN, restableciendo la conciencia individual de las células y finalmente, integrando la conciencia del ser en el conjunto de la armonía de la Conciencia Cósmica.
Extraído por Merchita del libro “Días Gloriosos”
de Divaldo Pereira Franco dictado por el Espíritu Juana de Angelis.
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MANIFESTACIÓN DE LOS ESPÍRITUS
Los Espíritus se manifiestan
espontáneamente o por evocación. Se pueden evocar a todos los Espíritus,
lo mismo a los que animaron a hombres oscuros, como a los de los más ilustres
personajes, cualquiera que sea la época en la que hayan vivido; así los de
nuestros parientes y amigos como a los de nuestros enemigos, y obtener en
comunicaciones escritas o verbales, consejos, informaciones sobre
su situación en el más allá, de sus pensamientos respecto a nosotros,
así como las revelaciones que les son permitidas hacernos.
Los Espíritus son atraídos en razón de
su simpatía por la naturaleza moral del medio que los evoca.
Los Espíritus superiores se alegran en las
reuniones serias donde prevalece el amor al bien y el deseo
sincero de instruirse y mejorarse. Su presencia ahuyenta a
los Espíritus inferiores que encuentran, por el contrario, libre
acceso y pueden actuar con toda libertad entre las personas frívolas o
guiadas tan solo por la curiosidad y donde quiera que encuentren
malos instintos. Lejos de obtener de ellos buenas advertencias o
enseñanzas útiles, pues no se deben esperar sino futilidades, mentiras,
bromas pesadas o mistificaciones, porque con frecuencia usurpan nombres
venerables para mejor inducir en el error.
Es sumamente fácil distinguir los Espíritus buenos de los
malos. Pues, el leguaje de los Espíritus superiores es constantemente digno,
noble, inspirado por la más alta moralidad, libre de toda pasión inferior; sus
consejos exaltan la más pura sabiduría, y tienen siempre como objetivo
nuestro progreso y el bien de la Humanidad.
El de los Espíritus inferiores es, por el contrario,
inconsecuente, con frecuencia trivial y hasta grosero; si dicen a veces
cosas buenas y verdaderas;con más frecuencia las dicen falsas y absurdas
por malicia o por ignorancia. Se divierten con la credulidad y se
distraen a expensas de los que los interrogan, alardeando de su vanidad,
alimentando sus deseos con falsas esperanzas. En resumen, las
comunicaciones serias, en la total acepción de la palabra, sólo
se obtienen en los centros serios, en aquellos cuyos miembros están
unidos por una comunión de pensamientos para el bien.
La moral de los Espíritus superiores se resume,como la de Cristo,
en esta máxima evangélica: “Hacer a los demás lo que quisiéramos que a nosotros
se nos hiciese”; es decir, hacer el bien y no el mal. En
este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta,
hasta para sus menores acciones.
(Maifestaciones espíritas) RESUMEN DE LA DOCTRINA ESPÍRITA.
COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS.. Allan Kardec.
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Meditación
Naciste en el hogar que necesitabas,
Vestiste el cuerpo físico que merecías,
Vives donde Dios mejor te situó, de acuerdo con tu adelantamiento.
Posees los recursos financieros coherentes a tus necesidades, ni más, ni menos,
siendo lo justo para tus luchas terrenas.
Tu ambiente de trabajo es lo que elegiste espontáneamente para tú realización.
Tus parientes y amigos son las almas que atrajiste, con tu propia afinidad.
Por tanto, tu destino está constantemente bajo tu control.
Tú escoges, recoges, eliges, atraes, buscas, expulsas, modificas todo aquello
que te rodea la existencia.
Tus pensamientos y voluntad son la llave de tus actos y actitudes…
Son la fuente de atracción y repulsión en tu jornada vivida.
No te quejes ni te hagas la víctima, antes de todo, analiza y observa…
El cambio está en tus manos.
Busca el bien y vivirás mejor.
Aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar ahora y hacer un nuevo final.
Chico Xavier
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