jueves, 23 de mayo de 2024

Alienígenas, UFO y Espiritismo

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La maledicencia

2.- Emociones: ¿La bondad mejora nuestra salud?

3.- Evocaciones particulares

4.- Alienígenas, UFO y Espiritismo

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LA MALEDICENCIA

Mercedes Cruz Reyes     

     

                                                                             


          

La maledicencia no tiene que ver con la verdad ni con la mentira, sino con la aviesa manera de contarlas.

Nunca se vio contienda que no fuese procedida de murmuraciones inferiores. Es hábito antiguo de la liviandad procurar la ingratitud, la miseria moral, el orgullo, la vanidad y todos  los flagelos que arruinan almas en este mundo para organizar las conversaciones de la sombra, donde el bien, el amor y la verdad son sofocados con malicia.

Desde tiempos inmemorables la maledicencia ha sido un mal ejercido en todas partes. Desde el momento que están juntas dos personas, se genera una conversación y en la mayoría de las ocasiones  es para emitir juicios, hablar de los demás esto es una práctica muy común. Aunque no se tengan argumentos, o pocos conocimientos sobre el asunto que están tratando  o de la persona que están hablando,   muchas personas  rencorosas y frustradas  se sienten aliviadas  hablando mal de los demás.

El diccionario de la real academia  de la lengua española, define la maledicencia como la acción o habito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo.

El hombre tiene  un órgano minúsculo que es la lengua – lámina diminuta envainada en la boca.

Instrumento sublime, creado para loar e instruir, ayudar  e incentivar el bien, en cambio ¡cuántas veces el hombre se vale de ella para censurar, flagelar, perturbar, herir!…

Si el hombre consiguiera dominarla, educarla la podría transformar en timón de paz y amor en el barco de su vida.

“La muerte y la vida están en poder de la lengua...” Proverbios 18:21

Con la lengua, podemos definir nuestra vida. Todo lo que sucede en nuestra vida pasa por nuestra lengua. La Bendición o la maldición, la muerte o la vida. La Biblia es muy clara cuando nos dice arriba que la vida y la muerte están en el poder de la lengua. Infelizmente muy pocos creyentes la utilizan bien, produciendo vida. Y muchos se destruyen a sí mismos, a su familia y a otros utilizando mal a su lengua. Algunos no saben de la gravedad de esta palabra, otros sabiendo, actúan sin el temor de Dios, hablando tonterías, maldiciones, palabras de derrota y piensan que esto no trae ningún problema.

La maledicencia es el ejercicio de denigrar, de manchar de negro la vida del otro. Es la forma de consuelo más siniestra. La manera más zafia de elevar la propia estima. En estos tiempos de libertad, vivimos su dictadura.

Las tres formas más corrientes de ejercer la maledicencia son la calumnia, el chisme, la envidia, analicemos por separado estas faltas tan comunes entre los hombres.

Cuando queremos causar un daño y hacemos una acusación falsa sobre alguien calumniamos.

El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o en muchos casos a una institución.

La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro. Envidia es avinagrarse porque alguien la está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc.

Para poder reflexionar sobre el asunto analizaremos una historia, es la de un sabio que fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”.

Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física.

De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo

Los libros sagrados de las principales religiones tales como la Biblia, condenan la maledicencia veamos algunos apartados al respecto:

- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).

- Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano... (Santiago 4:11).

- Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31).

- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).

La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros. Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos. Otras veces el “error” es premeditado. Existen artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr bolas contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes. También hay los que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes, (¿no sabes la última?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado posiblemente por un gran complejo de inferioridad.

Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. Lo grave es que increíblemente se usa el chisme contra personas consideradas amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende.

Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas; si hasta hay programas de televisión y personas que viven de eso.

¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros o de nuestros jefes no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos? ¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de las carencias de éste o de aquél para no tener que afrontar las propias? ¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades?

Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible. ¿Se acuerdan del juego del teléfono malogrado? Después de pasar por varias personas el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida.

El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble, si preguntamos a un chismoso de donde ha sacado esas expresiones, responderá: “lo escuché”, “me dijeron”, “se comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar.

Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos practicado.

Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera.

La estructura del chisme lo conforman: el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad. Instituciones como la nuestra se convierten en verdaderos campos de espionaje entre sus trabajadores, la inseguridad se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan, compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre vidrios.

El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él.

En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.

Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo. En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales.

¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chismecillo, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático?

La primera cosa que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas. El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18).

Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí?

Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la multitud de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: "Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,1-2).

Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas.

Si queremos vivir una vida más significativa, debemos buscar la forma de dejar de “interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos. Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellos. Si vemos algo con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa nos molesta de aquellos que conviven a nuestro alrededor, debemos ir directamente a él y hablarle claramente demostrando nuestros argumentos. ¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad!

 

Este artículo ha sido extraído de Internet  y de  apartados de diversos libros espiritas, como  “Religión de los Espíritus” de Chico Xavier,  y  Viña de Luz.


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EMOCIONES: ¿LA BONDAD MEJORA NUESTRA SALUD?


                                                                       


“He visto que la base de un cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico, algo que no se había hecho nunca” Dr. Richard Davidson

La deshumanización y el materialismo instalado en la sociedad actual han llevado a la comprensión de las emociones, en lo que se refiere a su origen, a un enfoque sistemáticamente equivocado. Con frecuencia se suele argumentar que se trata de fenómenos sociales derivados de la educación, la cultura y el medio ambiente donde se desarrollan las personas, que se ven influenciadas por sus sistemas de creencias, para desarrollar unas u otras.

El problema viene respecto al origen de las mismas, pues a pesar de proceder de la mente humana, son procesadas junto al pensamiento, de tal forma que hay quien afirma que las emociones son el mismo pensamiento tipificado en una u otra categoría que lo distingue. Y también es preciso diferenciar claramente la emoción del sentimiento. Para ello recurramos a la cita de Juana de Ángelis en el libro psicografiado por Divaldo P. Franco «Encuentro con La Paz y la Salud». 

«Los sentimientos son vivencias percibidas a través de una emoción de manera consciente. La emoción es un efecto espontáneo del organismo ante cualquier acontecimiento, produciendo descargas de adrenalina al torrente sanguíneo. La emoción produce el sentimiento (júbilo, descontento, etc.). La emoción funciona automáticamente sin conciencia, mientras que los sentimientos son percepciones conscientes de lo que ocurre».

En esta cita encontramos la relación directa entre emoción, salud y bienestar celular derivada de los procesos bioquímicos que se producen en el cerebro a raíz de los procesos emocionales que experimentamos, y que la ciencia viene a confirmar a través de investigaciones como las que hoy exponemos aquí.

Las emociones perturbadoras han sido fuente y origen de numerosas patologías mentales estudiadas por el psicoanálisis y la psicología; sin embargo, es curioso observar que hasta hace bien poco no existía ningún estudio profundo acerca de las influencias de las emociones positivas en la mente humana, en lo que atañe al funcionamiento del cerebro y las neuronas (células cerebrales).

Esto sorprendió profundamente al Dr. Richard Davidson (*) cuando, decidido a estudiar este campo de investigación, consultó la Biblioteca del Congreso Norteamericano y le informaron que emociones como la ternura, la gentileza o la bondad no son objeto de estudio de la medicina ni de la biología, sino de la sociología o la psicología social, al estar catalogadas como “fenómenos sociales” y no “fenómenos biológicos”.

Estimulado por el extraordinario éxito de sus investigaciones anteriores acerca del cerebro y la influencia de la meditación en el cambio celular, el  ADN y la plasticidad cerebral, Davidson inició un nuevo experimento sobre la influencia que las emociones positivas tienen en la mente y el cerebro humano, para confirmar que no son un fenómeno social y sí un fenómeno biológico capaz de modificar la estructura celular de nuestro cerebro, la bioquímica cerebral y la propia expresión del ADN de nuestras neuronas.

“Descubrí que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, y me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan solo dos horas” R.D.

El experimento fue realizado con dos grupos de voluntarios, por un lado niños y por otro adultos, a los que sometió a diversos tipos de experiencias emocionales basadas en las reacciones a las tres emociones antes mencionadas, ternura, gentileza y bondad. La definición de cada una de ellas fue así: La ternura fue conceptuada como la disposición de aliviar el sufrimiento de aquellos a los que apreciamos o tenemos un vínculo afectivo. La gentileza fue definida como el impulso de ayudar a personas a las que no conocemos y precisan de ayuda en un momento determinado (por ejemplo, ceder un asiento a una persona mayor en un autobús). Y la bondad (equivalente a compasión) se conceptuó como el impulso de ayudar y paliar el dolor de todas las personas, aunque no sean de nuestro agrado o incluso puedan ser contrarias a nosotros. No confundir con la empatía.

“Hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento. Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes” R.D.

Todas las experiencias fueron sometidas a controles cerebrales mediante RSF (Resonancias Magnéticas), a seguimientos sobre la modificación bioquímica de las sustancias que exudaba el cerebro debido a las emociones, y a la propia modificación genética del ADN comparado de la neurona, antes y después.

Los resultados fueron tan extraordinarios que extrajo de ellos varias conclusiones. Una de ellas es el hecho de que las personas bondadosas, lejos de ser débiles o    ingenuas como la corriente social parece divulgar, son mucho más fuertes y resistentes en su capacidad neuronal, eliminando con más facilidad las toxinas que acumulan las neuronas procedentes del gasto energético y que provocan el envejecimiento celular. De tal forma que son más fuertes y resistentes a las enfermedades, al poseer un cerebro mucho más sano.

Confirmó que un cerebro sano debe tener como base la bondad de la persona, intentando esforzarse en adquirir este hábito, liberándose así de las neurosis y psicosis que afectan a tantos millones de personas en el mundo que padecen enfermedades mentales. Esto está al alcance de todo el mundo, y no hay que poseer características específicas para conseguirlo.

Pudo demostrarse que las emociones no son producto de la educación o las creencias, aunque sin duda estas últimas influyen en el desarrollo emocional de las personas, pero se constató que se trata de un fenómeno biológico que se procesa mediante su origen mental, siendo este de carácter especial cuando los pensamientos y las emociones se orientan hacia aspectos positivos del comportamiento humano.

Sin duda, el hombre no es un predador egoísta y desarrollado para la competencia salvaje que impone la sociedad materialista de consumo actual, sino que posee en su interior las capacidades emocionales y mentales propias de su “condición humana”, que son otorgadas por el alma inmortal, ya que tanto la mente como el cerebro no son más que meros instrumentos al servicio del alma humana.

“Una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento” R.D.

Podemos afirmar entonces que aquellas grandes enseñanzas sobre la vida buena, la ética de la virtud y el comportamiento bondadoso respecto a nuestros semejantes ya no son únicamente actitudes de comportamiento que afectan al alma humana, sino que también mejoran la salud mental, el bienestar psicológico y el equilibrio emocional. Además, la aplicación de la regla de oro “haz a los demás lo que quieras que se te haga”, supone una pauta de actuación que eleva al hombre a su aspecto más humano y le ayuda en su progreso espiritual que, a fin de cuentas, es el objetivo principal de la vida humana.

Realizo a continuación un paralelismo de la actitud que la bondad puede suponer para el ser humano, al citar una máxima de Jesús que nos invita a reflexionar.

«Bienaventurados los mansos y pacificadores, ellos heredarán la tierra y serán llamados hijos de Dios» S. Mateo Cap. 5 

A través de esta bienaventuranza, el Maestro convierte en Ley la dulzura, la bondad, la mansedumbre, la afabilidad y la paciencia. Además, la herencia a la que hace referencia es, por un lado, la que se deriva de esa actitud: Paz interior, al otorgar más importancia  a los bienes del cielo que a los de la Tierra. Y por otro, el ser llamados hijos de Dios no es más que la garantía de que se les hará justicia, heredando el derecho de formar parte de la nueva humanidad cuando el estado de la Tierra haya sido transformado convirtiéndose en un mundo feliz mediante la expulsión de los perversos.(Evangelio según El Espiritismo – Cap.IX)

Que la neurociencia y la biología confirmen los beneficios de estas emociones positivas sobre el organismo biológico no hace más que evidenciar y justificar una realidad mayor: la mente como instrumento del espíritu inmortal es la que dirige su proceso biológico-psicológico, y, si somos capaces de consolidar hábitos mentales saludables como la adquisición de la compasión y la bondad, estos nos acompañarán continuamente, proporcionando felicidad y paz interior, además de salud y armonía.

El principio inteligente es eterno e inmutable, acumula de forma milenaria en su inconsciente profundo sus cualidades mentales y emocionales y las arrastra vida tras vida, creciendo y progresando, ampliando su inteligencia y su conquista de las cualidades superiores del alma, entre las cuales la bondad destaca por ser la expresión genuina del progreso espiritual, por alcanzar el desarrollo del amor en acción.

Así pues, la ciencia viene en apoyo de la espiritualidad, demostrándonos que el ser humano no es una máquina biológica, psicológica y social, sino que mediante su voluntad y su trabajo puede modificar su conducta, de forma que cuando orienta sus esfuerzos hacia el bien y las emociones superiores del alma, encuentra el bienestar físico, psicológico y el equilibrio espiritual que tanto le identifica con su auténtica naturaleza, la de un ser en progreso constante rumbo a la plenitud y la realización integral.

  Antonio Lledó Flor Amor, Paz y Caridad

(*) El Dr. Richard Davidson, fundador del Instituto de Investigación de Mentes Saludables es psiquiatra, psicólogo y genetista, autor del libro: “El perfil emocional de tu cerebro”

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   EVOCACIONES PARTICULARES

                                 ¡Mamá, estoy aquí! 

Hace algunos meses atrás la señora ... había visto desencarnar a su única hija de catorce años, objeto de toda su ternura y muy digna de sus lamentos por las cualidades que prometían hacer de ella una mujer cabal. Esta joven había sucumbido a una larga y dolorosa enfermedad. La madre, inconsolable ante esta pérdida, veía que su salud se alteraba a cada día y repetía sin cesar que pronto ella iría a reunirse con su hija. Informada de la posibilidad de comunicarse con los seres del Más Allá, la señora ... resolvió buscar, en una conversación con su hija, un alivio a su pena. Una dama de su conocimiento era médium; pero al ser una y otra poco experimentadas para semejantes evocaciones, sobre todo en una circunstancia tan solemne, me pidieron para que yo asistiera a la misma.                                                                    Éramos tres: la madre, la médium y yo. He aquí el resultado de esta primera sesión.                           LA MADRE –En el nombre de Dios Todopoderoso, Espíritu Julie ..., mi hija querida, te ruego que vengas si Dios lo permite.                                                                                                                    JULIE –¡Mamá, estoy aquí!                                                                                                                      LA MADRE –¿Sos realmente vos, hija mía, que me responde? ¿Cómo puedo saber que sos vos?    JULIE –Lili. (Era un sobrenombre familiar dado a la joven en su infancia; no era conocido ni por la médium ni por mí, puesto que desde varios años sólo se la llamaba por su nombre de Julie. Ante esta señal, la identidad era evidente; la madre no pudo dominar su emoción y estalló en sollozos.)         JULIE –¡Mamá! ¿Por qué te afligís? Soy feliz, muy feliz; no sufro más y te veo siempre.                     LA MADRE –Pero yo no te veo. ¿Dónde estás?                                                                                JULIE –Aquí, a tu lado, mi mano está sobre la señora ... (la médium) para hacerla escribir lo que te digo. Mirá mi escritura. (En efecto, la escritura era la de su hija.)                                                           LA MADRE –Vos decís: mi mano; ¿Entonces tenés un cuerpo?                                                       JULIE –No tengo más ese cuerpo que me hacía sufrir tanto; pero tengo su apariencia. ¿No estás contenta de que yo no sufra más, ya que puedo conversar con vos?                                                        LA MADRE –Entonces, ¿si te viera, te reconocería?                                                                          JULIE –Sí, sin duda, y a menudo ya me viste en tus sueños.                                                                        LA MADRE –Realmente, te vi en mis sueños, pero creí que era un efecto de mi imaginación, un recuerdo.                                                                                                                                               JULIE –No; era yo la que siempre estaba con vos, buscando consolarte; fui yo que te inspiré la idea de evocarme. Tengo muchas cosas para decirte. Desconfiá del señor ...; él no es sincero. (Ese señor, conocido únicamente por la madre y nombrado tan espontáneamente, era una nueva prueba de la identidad del Espíritu que se manifestaba.)                                                                                               LA MADRE –¿Qué puede, pues, hacer contra mí el señor ...?                                                          JULIE –No puedo decírtelo; esto me está vedado. Solamente puedo advertirte que desconfíes de él.     LA MADRE –¿Estás entre los ángeles?                                                                                             JULIE –¡Oh, todavía no! No soy lo bastante perfecta.                                                                             LA MADRE –Sin embargo, no te conocí ningún defecto; eras buena, dulce, amorosa y benévola para con todo el mundo; ¿esto no es suficiente? JULIE –Para vos, mamá querida, yo no tenía ningún defecto; ¡y me lo creía, porque frecuentemente me lo decías! Pero ahora veo lo que me falta para ser perfecta.   LA MADRE –¿Cómo vas a adquirir las cualidades que te faltan?                                                      JULIE –En nuevas existencias que serán cada vez más felices.                                                               LA MADRE –¿Será en la Tierra que tendrás esas nuevas existencias?                                              JULIE –No lo sé.                                                                                                                                       LA MADRE –Puesto que no habías hecho mal alguno durante tu vida, ¿por qué sufriste tanto?      JULIE –¡Pruebas! ¡Pruebas! Las he soportado con paciencia por mi confianza en Dios; soy muy feliz hoy. ¡Hasta pronto, mamá querida! 

En presencia de semejantes hechos, ¿ quién osaría hablar de la nada después de la tumba, cuando la vida futura se nos revela –por así decirlo– tan palpable? Esta madre, minada por la tristeza, siente hoy una felicidad inefable al poder conversar con su hija; entre ellas no existe más la separación; sus almas se entrelazan y se expanden en el seno de una y de otra por el intercambio de sus pensamientos. A pesar del velo con el cual hemos rodeado este relato, no nos hubiéramos permitido publicarlo, si no estuviésemos formalmente autorizados para ello. 

 Nos decía esta madre: ¡Si todos los que han visto partir de la Tierra a sus afectos, pudiesen sentir el mismo consuelo que yo! 

Por nuestra parte, solamente agregaremos una palabra dirigida a los que niegan la existencia de los buenos Espíritus: les preguntaremos cómo podrían probar que esta joven, en Espíritu, era un demonio maléfico. 

Revista Espírita 1958 de Allan Kardec

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Alienígenas, UFO y Espiritismo


El término UFO es una abreviación de la expresión en inglés Unidentifiel Flying Object, lo que  traducido al español significa Objeto Volador No Identificado, mejor conocido popularmente como OVNI.  ¿Pero  finalmente, que son los UFOs?. Como su propio nombre indica, un UFO es un objeto o un ser, desconocido al ser humano, por tanto, extraterrestre, que está visitando nuestro planeta. Resumiendo, un alienígena, UFO u OVNI, es un ser de otro planeta que viene a la Tierra.
Sabiendo lo que son, surge ahora la pregunta: ¿ Qué es lo que los seres extraterrestres quieren con la Tierra y con los humanos?. Finalmente, nadie haría un viaje de millones de años luz, solo para hacer turismo, ¿no es cierto?. El presentador e investigador Luiz Ricardo Geddo, experto en el fenómeno OVNI dice lo siguiente sobre el interés de los seres extraterrestres por los seres humanos:
Ufo y espiritismo: Que dice la Doctrina  sobre los fenómenos extraterrestres? ¿ Cómo el Espiritismo  deja para la Ufología todo el tema de los seres extraterrestres?. ¿ Cual es la relación entre UFO y Espiritismo?
Como la Doctrina explica, existen diversos planetas al rededor de la galaxia y en otras frecuencias, y que son habitados por Espíritus en estado de mayor o menor evolución que la nuestra. Siendo así, las apariciones alienígenas son solamente visitas de Espíritus hermanos, a nuestro planeta, de la misma forma que un antropólogo podría querer visitar, caso de que tuviese una máquina del tiempo, el Egipto de la época de los faraones, para descubrir como fueron hechas las pirámides.
Vamos a analizar el tema a la luz del Espiritismo.
Pluralidad de  mundos habitados
– Este es uno de los principios básicos de la Doctrina Espírita, de acuerdo con lo cual, nada confiere a la Tierra el privilegio de ser la única residencia de seres racionales e inteligentes, porque es un pequeño globo casi imperceptible en la inmensidad del Universo.
En efecto, el hombre de la Tierra está lejos de ser, como supone, el primero en inteligencia, en bondad y en perfección. Sin embargo hay hombres que se tienen por espíritus muy fuertes y se imaginan que solo pertenecen a este pequeño globo que tiene el privilegio de contar con seres racionales. ¡Orgullo y vanidad!.
¡ Juzgan que Dios creó el Universo para ellos solos !
En realidad, Dios sabiamente pobló de seres vivos a la pluralidad de mundos, concurriendo todos ellos al objetivo final de la Providencia.
Creer que solo los haya  en el planeta que habitamos, sería dudar de la sabiduría de Dios, que no hizo nada inútil. Ciertamente, a esos mundos Él les debe de haber dado un destino además del de recrearnos la vista a los que poblamos la Tierra. Además nada hay, ni por la posición ni por el volumen, ni por la constitución física de la Tierra, que pueda inducir a la suposición de que ella goce del privilegio de ser la única habitada, con exclusión de tantos millares de millones de mundos semejantes.
Del Portal Espírita

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