domingo, 17 de noviembre de 2024

-El doble aspecto iniciático de las religiones


 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-¿ Es lógica la adopción por parejas homosexuales ?

2.- Pensamiento de Kardec sobre el Espiritismo

3.- Leyes de la comunicación espírita

4.-El doble aspecto iniciático de las religiones


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¿ES LÓGICA LA ADOPCIÓN POR 

PAREJAS HOMOSEXUALES?

                     
            Raul Teixeira responde: 
“ El amor no tiene sexo. ¿ Cómo podemos imaginar que es preferible para una criatura el ser criada en la calle, a la interperie, sometida a todo tipo de vejación, a ser criada, nutrida y bendecida por un hogar de matrimonio homosexual?. Mucha gente asevera que el niño corre riesgos. ¿Pero cómo?. Nosotros estamos acompañando a los niños corriendo riesgos en las casas de sus padres heterosexuales todos los días. Otros afirman que el niño criado por homosexuales podrá adoptar la misma postura, la misma orientación sexual, lo que también es falso.

. La mayoría de los homosexuales del mundo proceden de hogares heterosexuales. Entonces tendremos que concluir que son los padres heterosexuales los que  forman a los homosexuales. Luego no debemos entrar en esa discusión que es  tonta y preconceptuosa,  Aquel que tiene amor para dar, que lo dé.”
Amemos a nuestros hijos, sin pensar si llegaron a nuestros brazos por la descendencia física o no, como encargo bendito con que el Cielo nos los presentó. Finalizamos con Emmanuel: “Recuerda que, en última instancia, sea cual sea nuestra posición en los equipos familiares de la Tierra, somos, por encima de todo, hijos de Dios”.
                                  - Revista Verdad y Luz-

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PENSAMIENTO DE KARDEC SOBRE EL ESPIRITISMO :


El Espiritismo es, sin contradicción, el más 

poderoso elemento de moralización, porque 

mina por la base el egoísmo y el orgullo,

facultando un punto de apoyo a la moral.

Allan Kardec


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LEYES DE LA COMUNICACIÓN ESPÍRITA


Sabemos que todo vibra e irradia en el Universo porque todo es fuerza, luz y vida. Penetra a la Naturaleza, en sus menores átomos, una energía infinita – origen de todos los fenómenos. Idénticamente, cada Espíritu, libre o encarnado, posee, conforme a su nivel de adelantamiento y de pureza, una irradiación cada vez más rápida, intensa  luminosa.
La ley de las atracciones y correspondencias rige todas las cosas; las vibraciones, atrayendo vibraciones similares, aproximan y vinculan a las almas, los corazones, los pensamientos.
Nuestros malos deseos y concupiscencias crean en torno a nosotros una atmósfera fluídica impura, propicia a la acción de las influencias del mismo orden, al paso que las nobles aspiraciones atraen las saludables vibraciones, las irradiaciones de las esferas superiores.
Tal es el principio de la evolución; reside en la capacidad, que posee el indivíduo, de asimilar las fuerzas misteriosas de la Naturaleza, para elevarse, mediante  su auxílio, y ascender gradualmente hasta la causa de las causas, la Fuente inexorable de la que procede toda la vida.
La escala ascensional comporta planos sucesivos y superpuestos; en cada uno de ellos los seres son dotados del mismo estado vibratorio, de medios análogos de percepción que les permiten reconocerse mutuamente, al paso que se  conservan invisibles y muchas veces  hasta irreconocibles, los seres de los planos superiores, en consecuencia de su estado vibratorio más acelerado y de sus condiciones de vida más sutiles y más perfectas.
Es lo que a los Espíritus acontece,entre sí, según sus diferentes grados de purificación, y a nosotros mismos en relación a ellos. Por lo tanto, tal como se puede ampliar el campo de la visión humana con el auxilio de los instrumentos de la óptica, también se puede aumentar o reducir la suma de las vibraciones, de suerte que alcancen un estado intermedio en el que los modos de existencia de dos planos distintos, se combinen y entren en correspondencia.
Para comunicar con nosotros, deberá el Espíritu amortiguar la intensidad de sus vibraciones al mismo tiempo que activará las nuestras. En eso, el hombre puede ayudarle voluntariamente; el punto a alcanzar constituye para él el estado de mediumnidad.
Sabemos que la mediumnidad, en el mayor número de sus aplicaciones, es la propiedad que tienen algunos de entre nosotros, de exteriorizar en grados diversos, desprendiéndose del envoltorio carnal, imprimiendo más amplitud a sus vibraciones psíquicas. Por su parte, el Espíritu liberado por la muerte, se impregna de materia sutil y atenúa sus radiaciones propias, a fin de ponerse al unísono con el médium.
Aquí se hacen necesarios unos números explicativos. Admitamos, a ejemplo de algunos sabios, que sean de 1.000 por segundo las vibraciones normales del cerebro humano, En estado de "Trance", o de desprendimiento, la cubierta fluídica del médium vibra con mayor intensidad, y sus radiaciones alcanzan la cifra de 1.500 por segundo. Si el Espíritu, libre en el espacio, vibra en razón de 2.000 en el mismo lapso de tiempo, le sería posible, mediante una materialización parcial, bajar ese número a 1.500. Los dos organismos vibran entonces simpáticamente; pueden establecerse relaciones y el dictado del Espíritu será percibido y transmitido por el médium en trance sonambúlico.
Es esa armonización de las ondas vibratorias la que imprime a  veces al fenómeno de las incorporaciones, tamaña precisión y nitidez. En los otros estados de mediumnidad, el pensamiento del Espíritu se podrá comunicar  igualmente mediante las vibraciones correspondientes, puesto que menos intensas que las vibraciones iniciales, del mismo modo que una nota musical se repite, de octava en octava, desde la clave más alta a la más baja de la vibración armónica.
En el hombre, la inteligencia y el desarrollo del cerebro, se hallan en íntima correlación; la una no se puede manifestar sin el otro. A medida que el ser se eleva en la escala humana, del más salvaje al más civilizado, la frente se hace prominente, el cráneo se amplía, al mismo tiempo que se expande la inteligencia. Cuando el desarrollo exterior alcanzó el apogeo, el pensamiento aumentó la energía interna del cerebro, multiplicando las circunvoluciones y los surcos, diseñando estrías, formando protuberancias. Hace del cerebro un mundo maravilloso y complicado, hasta tal punto, que el examen de ese órgano, aun vibrante por las impresiones de la vida que acaba de escaparse, es uno de los más atrayentes espectáculos para el fisiologista.
Tenemos en eso, una prueba de que el pensamiento trabaja y perfecciona el cerebro, porque hay una íntima relación entre ellos. Uno es un admirable instrumento, el teclado, que el otro maneja, haciéndole desgranar todas las armonías de la inteligencia y del sentimiento. ¿ Como puede ejercer el pensamiento su acciòn sobre la materia cerebral?. Por el movimiento. El pensamiento imprime a las moléculas del cerebro movimientos vibratorios de variada intensidad.
Vemos que todo en la Naturaleza se resume en vibraciones, perceptibles para nosotros en cuanto que estén en armonía con nuestro propio organismo, pero que se nos escapan cuando son muy rápidas o demasiado lentas. Nuestra capacidad de visión y de audición es limitadísima; pero, más allá del límite que nos acota, las fuerzas de la Naturaleza continúan vibrando con vertiginosa rapidez, sin que percibamos cosa alguna.
Pues bien: exactamente como los sonidos y la luz, los sentimientos y los pensamientos se producen por vibraciones que se propagan por el espacio con intensidades diferentes. Los pensamientos de cólera y de odio, las eternas súplicas de amor, el lamento del desgraciado, los gritos de pasión, los impulsos del entusiasmo, van,  por la inmensidad de lo externo, relatándonos a todos la historia de cada uno y la historia de la Humanidad. Las vibraciones de los cerebros pensantes, de hombres o de Espíritus, se cruzan y se entrecruzan hasta el infinito, sin confundirse jamás. En torno a nosotros, por todas partes, en la atmósfera. ruedan y pasan como torrentes incesantes, flujos de ideas, ondas de pensamientos, que impresionan a los sensitivos y son muchas veces causa de perturbación y error en las manifestaciones.
Decimos: hombres o Espíritus. En efecto, el cerebro humano emite bajo forma de vibraciones y el cerebro fluídico del Espíritu proyecta bajo forma de ondas más extensas, de radiaciones que vibran con un más  largo y poderoso ritmo, por eso es que las moléculas fluídicas, más flexibles, más maleables que los átomos del cerebro físico, obedecen mejor a la acción de la voluntad. 
Entretanto, esos cerebros humanos y espirituales, encierran las mismas energías. Al paso que, sin embargo, en nuestro cerebro mortal esas energías dormitan o vibran débilmente, en los Espíritus alcanzan el máximo de intensidad. Una comparación nos hará com`prender mejor este fenómeno.
Encuentra el profesor Ch. Drawbarn esa comparación en un bloque de hielo, en el que se hallan contenidas en estado latente todas las potencialidades que mantienen unidos a los cristales de que se compone. Sometiendo ese bloque a la acción del calor, se desprenden fuerzas que irán creciendo, hasta que transformado el hielo en estado de vapor, haya readquirido y manifestado todas las energías que encierra. Se podría comparar nuestro cerebro a ese bloque de hielo, debilmente vibratorio, bajo la acción estricta del calor, al paso que el del Espíritu será el vapor vuelto invisible, porque vibra e irradia con demasiada rapidez para que pueda ser percibido por nuestros sentidos.
La diferencia de los estados se complica con la variedad de las impresiones. Bajo la influencia de los sentimientos que los animan, desde la calma del estudio a las tempestades de la pasión, las almas y los cerebros vibran en grados diversos, obedeciendo a velocidades diferentes; la armonía no se puede establecer entre ellas sino cuando se igualan sus ondas vibratorias, como acontece con los diapasones idénticos o con las placas telefónicas. Un cerebro de lentas y débiles excitaciones no se puede armonizar con otros cuyos átomos son animados por un movimiento vertiginoso.
En las comunicaciones espíritas la dificultad, por tanto, consiste en armonizar vibraciones y pensamientos diferentes. Y en la combinación de las fuerzas psíquicas y de los pensamientos entre los médiums y los experimentadores, de un lado, y entre estos y los Espíritus de otro, es donde reside enteramente la ley de las manifestaciones.
Son favorables las condiciones de experimentación cuando el médium y los asistentes constituyen un grupo armónico, esto es, cuando p iensan y vibran al unísono. En caso contrario, los pensamientos emitidos y las fuerzas exteriorizadas se entorpecen y anulan recíprocamente. El médium, en medio de esas corrientes contrarias, experimenta una opresión, un mal estar indefinible;  incluso a veces se siente como paralizado, derrotado. Será necesaria una poderosa intervención oculta para  producir el más mínimo fenómeno.
Incluso cuando es completa la armonía entre las fuerzas emanadas de los asistentes, y los pensamientos convergen hacia un objetivo único, una u otra forma de dificultad se presenta. Esa unión de fuerzas y de voluntades puede ser suficiente para provocar tanto efectos físicos  como fenómenos intelectuales, que después son atribuidos a la intervención de personalidades invisibles. Es prudente y de buen sentido, admitir, por consiguiente, esa intervención, cuando queda establecida por hechos rigurosos.
Muchas personas se admiran y  y vacilan ante las primeras dificultades que encuentran en sus intentos de comunicación con los Espíritus.  Y preguntan por qué es tan rara, tan poco concluyente la intervención de estos y por qué no está la Humanidad entera familiarizada con un hecho de tal magnitud.
Otras, prosiguiendo las investigaciones, obtienen pruebas satisfactorias y se tornan adeptas convencidas. Sin embargo, objetan aún que los seres amados que tienen en el Espacio, parientes y amigos fallecidos, a pesar de sus vehementes deseos y reiteradas solicitudes, nunca les dieron el menor testimonio de su presencia, y ese fracaso les deja unos restos de duda y de desagradable incertidumbre. Era ese el sentimiento que el propio Sr. Flammarión exponía en una publicación reciente.
Entonces, todo experimentador esclarecido fácilmente a sí mismo, tratará de explicar la razón de tales milagros. Vuestros deseos de comunicar con determinado Espíritu y el igual deseo por parte de este, no bastan solamente por sí mismos; es preciso que todavía otras condiciones se coincidan, determinadas por la ley de las vibraciones.
Vuestro amigo invisible escucha los llamados que le dirigís y procura responderos. Sabe que para comunicar con vosotros, es preciso que vuestro cerebro físico y el cerebro fluídico de él, vibren al unísono. Ahí surge una primera dificultad. Su pensamiento irradia con demasiada velocidad como para que lo podáis percibir. Será entonces su primer cuidado imprimir a sus vibraciones un movimiento más lento. Para eso un estudio mas o menos prolongado se hará preciso, variando las probabilidades de éxito conforme a las aptitudes y experiencias del operador.
Si falla el intento, toda comunicación directa se torna imposible y él tendrá que confiar a un Espíritu más poderoso o más hábil la transmisión de sus  dictados. Es lo que frecuentemente acontece en las manifestaciones. Suponer que recibís el pensamiento directo de vuestro amigo, y entre tanto, él no os llega sino gracias al auxilio de un intermediario espiritual. De ahí ciertas inexactitudes u oscuridades, atribuibles al transmisor, que os dejan perplejos, al paso que la comunicación, en su conjunto, presenta todos los caracteres de la autenticidad.
En la hipótesis de que vuestro amigo del otro mundo disponga de los poderes necesarios, le será preciso buscar a un médium cuyo cerebro, por sus movimiento vibratorios, sea susceptible de poderse armonizar con el suyo. Hay, por lo tanto, tan gran variedad entre los cerebros como entre las voces o las fisonomías; identidad absoluta no existe. El Espíritu será forzado a contentarse con el instrumento menos impropio al resultado que se propone. Hallado ese instrumento, se aplica a desarrollar las cualidades receptivas. Podrá conseguir el deseado éxito en poco tiempo; algunas veces, por eso, serán necesarios meses y años, para conducir al médium  al requerido grado de sensibilidad.
O bien podeis ser vosotros mismos ese médijum, ese sensitivo. Si sois conscientes de vuestras facultades, si os prestais a la acción del Espíritu, alcanzaréis ciertamente el fin deseado. Para eso se requiere, al mismo tiempo, paciencia, perseverancia, continuidad y regularidad de esfuerzos. ¿ Poseeis acaso esas cualidades?. ¿ Vuestra fuerza de voluntad será siempre igual e inquebrantable?. Si procedeis de modo incoherente, hoy con ardor, mañana tibios, de tal modo que las vibraciones de vuestro cerebro varíen en considerables proporciones, no os admiréis por la diferencia y hasta la nulidad de los resultados.
Puede suceder que, sintiéndose impotente para activar en grado suficiente, en el estado de vigilia, las vibraciones de vuestro cerebro, recurra vuestro amigo invisible al "trance", y por el sueño os procure volver al inconsciente. Entonces vuestro periesíritu se exterioriza; sus irradiaciones aumentan, se dilatan; la transmisión se hace posible; exprimís el pensamiento del Espíritu. Con todo, al despèrtar, no conservareis recuerdo alguno de lo ocurrido, y solamente por los demás conoceréis lo que salió de vuestros labios.
Todos esos fenómenos son regidos por leyes rigurosas; cualesquiera que sean vuestras facultades, vuestros deseos, si no podeis satisfacer sus exigencias, vuestros padres y amigos fallecidos y todas las legiones invisibles, en balde actuarán sobre vosotros. Ocurre todavía, que encontrareis desconocidos, hombres o mujeres, que la casualidad parece colocar en vuestro camino. Nada saben de esas cosas. La ciencia del más allá del túmulo puede ser para ellos letra muerta; entre tanto, poseen un organismo que vibra armoniosamente con el pensamiento  de vuestros parientes, de vuestro hermano o madre, y por su intermedio estos pueden  mantener con vosotros conversaciones expansivas.
Podré, a título de ejemplo, citar el siguiente caso: mi padre fallecido hacía quince años, nunca se había podido comunicar en el seno del grupo cuyos trabajos dirigió por mucho tiempo, poor ninguno de los médiums que le sucedieron. Solamente uno de ellos había podido entrever como una vaga e indistinta sombra. Había perdido toda esperanza de conversar con él, cuando una noche en Marsella, por ocasión de una visita de despedida hecha a una familia amiga, llega una señora, que no aparecía desde hacía más de un año, y tras los cumplidos habituales, toma asiento a nuestro lado. En medio de nuestra conversación, ella cae en un sueño espontáneo y , con gran sorpresa para mí, el Espíritu de mi padre, que ella jamás había conocido, se manifiesta por su intermedio, dándome las más irrecusables pruebas de identidad y, en una tierna efusión, describe las sensaciones, las emociones que había experimentado desde el momento de la separación.
Del conjunto de estudios sobre las vibraciones armónicas de los cerebros, resulta una comprobación: Por la orientación y persistencia de nuestros pensamientos podemos modificar las influencias que nos rodean y entrar en relación con inteligencias y fuerzas similares. Ese caso no es únicamente exacto respecto a los sensitivos y los médiums; también se da con todo ser pensante. Las influencias del Más Allá pueden irradiar sobre nosotros sin que haya comunicación consciente con los seres que lo pueblan. No es necesario creer en la existencia del mundo de los Espíritus y querer conocerlo, para experimentar los efectos. La ley de las atracciones es ineludible, todo hombre le está sometido. Por eso la censura que dirigen a los espíritas, acusándonos de atraer exclusivamente, en virtud de sus prácticas, a las fuerzas malignas del Universo, es insostenible ante los hechos.

Depende del hombre recibir las más diversas inspiraciones, desde las sublimes hasta las groseras. Nuestro estado mental es como una brecha por donde amigos o enemigos, pueden penetrar en nosotros. Los sensuales atraen Espíritus sensuales que se asocian a sus actos y deseos y les aumentan la intensidad; los criminales atraen a los violentos que los empujan cada vez más lejos en la práctica del mal. El inventor es auxiliado por investigadores del Más Allá. El orador tiene la percepción de imágenes que fijará en arrobos de elocuencia propios para emocionar a las multitudes. El pensador, el músico, el poeta, recibirán las vibraciones de las esferas en las que lo verdadero y lo bello constituyen un objeto de culto; almas superiores y poderosas les transfundirán las opulencias de la inspiración, el soplo divino que acaricia las frentes soñadoras y produce las maravillas del genio, del talento.

Así, de uno a otro plano, responde el Espíritu a las solicitudes del Espíritu. Todos los planos espirituales se ligan entre sí. Los instintos de odio, de depravación y crueldad, atraen a los Espíritus del abismo. La frivolidad atrae a los Espíritus livianos, pero la plegaria del hombre de bien, la súplica por él dirigida a los Espíritus celestes, se eleva y repercute nota a nota, en la gama ascensional, hasta las más elevadas esferas, al mismo tiempo que e las regiones profundas del Infinito, descienden sobre él las ondas vibratorias, los efluvios del pensamiento eterno, que lo penetran de una corriente de vida y de energía. El Universo entero vibra bajo el pensamiento de Dios.

                  - Léon Denis – En lo Invisible -


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  EL DOBLE ASPECTO INICIÁTICO DE LAS                                 RELIGIONES

    Todas las grandes religiones han tenido dos aspectos: el uno aparente y el otro oculto.- En éste está el espíritu; en aquél, la forma o la letra. Bajo el símbolo material, se disimula el sentido profundo. El brahmanismo en la India, el hermetismo en Egipto, el politeísmo griego, el mismo cristianismo en su origen presentan este doble aspecto. Juzgarlos por su lado exterior y vulgar es juzgar el valor moral de un hombre por sus vestidos. Para conocerlos, es preciso penetrar el pensamiento íntimo que los inspira y forma su razón de ser; del seno de los mitos y de los dogmas, es preciso extraer el principio generador que les comunica la fuerza y la vida. Entonces se descubre la doctrina única, superior, inmutable, de la cual las religiones humanas no son más que adaptaciones imperfectas y transitorias, proporcionadas a las necesidades de los tiempos y de los medios.

    Se tiene en nuestra época una concepción del universo absolutamente exterior y  material. La ciencia moderna, en sus investigaciones, se ha limitado a acumular el mayor número de hechos, y luego a deducir de ellos las leyes. Ha obtenido así maravillosos resultados; pero, por este procedimiento, el reconocimiento de los principios superiores, de las causas primordiales y de la verdad continuará siendo por siempre inaccesible. Las causas secundarias mismas se escapan. El dominio invisible de la vida es más vasto que el que es abarcado por nuestros sentidos; en aquél reinan las causas de las cuales sólo vemos los efectos. La antigüedad tenía una manera completamente diferente de ver y de proceder.


    Los sabios del Oriente y de Grecia no desdeñaban el observar la naturaleza exterior;pero es, sobre todo, en el estudio del alma, de sus potencias íntimas, donde descubrían los principios eternos. El alma era para ellos como un libro donde se inscriben en caracteres misteriosos todas las realidades y todas las leyes. Por la concentración de las facultades, por el estudio meditativo y profundo de sí mismos se elevaban hasta la Causa sin duda, hasta el Principio de donde derivan todos los seres y las cosas. Las leyes innatas de la inteligencia les explicaban el orden y la armonía de la naturaleza, como el estudio del alma les daba la clave de los problemas de la vida.

    El alma -creían-, colocada entre dos mundos -el visible y el oculto, el material y el espiritual-, observándolos, penetrándolos a ambos, es el instrumento supremo del   conocimiento. Según su grado de adelanto y de pureza, refleja con más o menos   intensidad las radiaciones del hogar divino. La razón y la conciencia no guían solamente nuestros juicios y nuestros actos; son también los medios más seguros para adquirir y poseer la verdad.


    La vida entera de los iniciados estaba consagrada a estas investigaciones. No se   limitaban, como en nuestros días, a preparar a la juventud, con estudios anticipados,

insuficientes y mal dirigidos, para las luchas y los deberes de la existencia. Los adeptos eran escogidos, preparados desde la infancia para la carrera que debían seguir, y luego, llevados gradualmente hacia las cimas desde donde puede dominarse y juzgarse la vida. Los principios de la ciencia secreta les eran comunicados en una medida proporcionada al desenvolvimiento de su inteligencia y de sus cualidades morales. La iniciación era una refundición completa del carácter, un despertar de las facultades adormecidas. El adepto no participaba de los grandes misterios, es decir, de la revelación de las leyes superiores, sino cuando había sabido apagar en sí el fuego de las pasiones, reprimir los deseos impuros, orientar los transportes de su ser hacia el Bien y la Belleza. Entraba entonces en posesión de ciertos poderes sobre la naturaleza, y comunicaba con las potencias ocultas del universo.

Después de la Muerte- León Denis



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