FACULDADES MORALES E
INTELECTUALES
En el hombre, sus cualidades morales, buenas o malas, son las del Espíritu que estuviese encarnado en él; cuanto más puro es ese Espíritu, más propenso es el hombre de bien. Resulta de ahí que el hombre de bien es la reencarnación de un Espíritu que ya conquistó durante las otras encarnaciones, buenas cualidades, y el hombre vicioso es la de un espíritu todavía imperfecto.
Los Espíritus de aspecto barbudos y livianos ( algunos les llaman duendes), cuando están encarnados, normalmente son torpes, estirados y algunas veces malvados.
Los Espíritus no tienen pasiones extrañas a la humanidad; si así fuese, nosotros también las tendríamos.
El Espíritu que posee buenas cualidades morales y es inteligente, cuando está encarnado, seguramente es él mismo una razón del grado a que haya llegado, pues el hombre no tiene en sí dos Espíritus.
Existen hombres inteligentes que parecen revelar que un Espíritu superior está encarnado en ellos, pero al mismo tiempo son profundamente viciosos. Y es que el Espíritu que encarna cada uno de esos hombres, aún no es suficientemente puro y el hombre dece a la influencia de otros Espíritus aún peores. El Espíritu progresa en una marcha ascendente insensible, pero el progreso no se realiza simultáneamente en todos los sentidos; en un periodo, él puede avanzar en ciencia y en otro en moralidad.
Como ya vimos, en un hombre encarnado hay un único Espíritu, por tanto, no se debe creer que existen dos o más Espíritus encarnados en un mismo hombre, esto es absurdo. El Espíritu debe tener todas las aptitudes. Para progresar necesita de una voluntad única. Si el hombre fuese un conjunto de Espíritus, esa voluntad no existiría y él no tendría individualidad, pues en su muerte todos esos Espíritus serían como un bando de pájaros escapando de la jaúla. El hombre se queja muchas veces por no comprender algunas cosas, pero es curioso ver como él multiplica las dificultades, cuando tiene en sus manos una explicación muy simple y natural. Eso es aún, tomar el efecto por la causa: hacer con el hombre lo que los paganos hacían con Dios. Ellos creían en tantos dioses como fenómenos del Universo. Pdro entre ellos, las personas sensatas no veían en esos fenómenos nada más que los efectos, teniendo por causa un Dios Único.
NOTA DE ALLAN KARDEC: El mundo físico y el mundo moral nos ofrecen, al respecto, numerosos puntos de comparación. Se creyó en la multiplicidad de la materia, encuanto el examen se detenía en la apariencia de los fenómenos; hoy, se comprende que esos fenómenos tan variados pueden no ser más que modificaciones de una materia elemental y única. Las diversas facultades son manifestaciones de una misma causa que es el alma, como los diferentes sonidos de un órgano son producto de una especie de aire y no de tantas especies de aire cuantos sonidos hubiesen. De ese sistema resultaría que cuando un hombre pierde o adquiere ciertas aptitudes, ciertas tendencias, eso significaría que otros tantos Espíritus lo poseerían o dejarían, lo que lo volvería un ser múltiple, sin individualidad y consecuentemente sin responsabilidad. Esto, además de contradicho por los tan numerosos ejemplos de manifestaciones en que los Espíritus prueban su personalidad y su identidad.
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RESUMEN (SÍNTESIS DE EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, B. Godoy Paiva)
Las cualidades morales, buenas o malas, del hombre, son las del Espíritu en él encarnado. Cuanto más puro es ese Espíritu, tanto más propenso al bien es el hombre. El hombre vicioso es la encarnación de un Espíritu imperfecto; por eso el carácter de los individuos en que encarnan los Espíritus desajustados y livianos no es raro que sea de criaturas malvadas. El Espíritu siempre progresa en insensible marcha ascendente, pero el progreso no se efectúa simultáneamente en todos los sentidos. Durante un periodo de su existencia, él se adelanta en ciencia; durante otro en moralidad.
Estudio con base en El Libro de los Espíritus, Libro Segundo, de 361 à 366.
Obra codificada por Allan Kardec
Trabajo de: Elio Mollo
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LA CODIFICACIÓN ESPÍRITA
Muchos espíritas dicen que no disponen de tiempo para estudiar los libros doctrinarios. Entienden que basta escuchar a los guías en las sesiones mediúmnicas para aprender y progresar espiritualmente. A veces, sin embargo, esos mismos guías no tienen conocimiento, son espíritus tan ignorantes como sus propios protegidos. Recordemos la enseñanza del Evangelio “si un ciego guía a otro ciego, ambos van a caer al barranco”.
Sabemos que vivimos en un mundo en fase de transición evolutiva, en el que proliferan espíritus agitados por nuevas ideas, deseosos de transmitirnos sus “revelaciones personales”. Debemos tener sumo cuidado, pues la responsabilidad espiritual es el mayor compromiso que tenemos adquirido en la existencia terrenal. Todos somos conscientes de la gran obra que se encuentra a nuestra disposición, y que solo la espiritualidad es capaz de haber desarrollado: “La Codificación”. Tenemos aquí un manantial donde todos debemos beber una y otra vez, siempre que tengamos necesidad de saber.
Nos dice el espíritu de Emmanuel en “DERROTERO”, obra psicografiada por Francisco C. Xavier: “Seguramente con el Libro de los Espíritus las conclusiones filosóficas han alterado tu visión del mundo. Ahora admites la inmortalidad del ser”. Efectivamente, nuestro despertar nos induce a hacerles llegar a aquellos que conviven con nosotros, que se encuentran a nuestro lado, el “descubrimiento”. Porque hemos encontrado explicación para tantas y tantas incógnitas que nuestra mente albergaba, esclareciendo así las sombras de nuestras preguntas sin respuestas. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? y ¿Por qué estamos en la Tierra? Pasar por el “Libro de los Espíritus” sin analizarlo detalladamente sería desaprovechar el conocimiento filosófico que nos es necesario para nuestra formación. Debemos estudiarlo detenidamente para hallar en él una de las bases de nuestro progreso. Y progresando nosotros haremos progresar a nuestros seres queridos con el ejemplo.
Las instituciones espíritas deben convertirse en casas de formación, aplicando cursos, además de las reuniones públicas evangélicas y doctrinarias. Nos dice el espíritu de Joana de Angelis que los Centros Espíritas son “células cristianas” que esparcidas sobre la Tierra sirven de Hospitales para el alma y donde se imparte conocimiento y saber. Es aquí precisamente donde la mediumnidad debe ser estudiada, analizada y desarrollada.
“El Libro de los médiums”, la base científica del Espiritismo, nos hace comprender los problemas de la mediumnidad, sus consecuencias y sus soluciones. Debemos profundizar sobre esta materia de forma muy especial, pues todos sabemos de las necesidades que nuestros hermanos tienen del auxilio mediúmnico, por encontrarse muchos de ellos con problemas psicológicos que solo a través del tratamiento espiritual les rescatará de patologías psíquicas, que la medicina oficial no lograr reparar. Recordemos que los existencialistas franceses de los años 30/40 del siglo pasado lo llamaron “la angustia de vivir”.
Una dedicación especial sobre este tema, nos dará una dimensión necesaria de entendimiento para comprender el animismo, la obsesión y la fascinación, circunstancias por las que se pueden caminar al encontrarnos inmersos en el Mundo Espiritual. Debemos cultivar nuestro huerto para alcanzar la cosecha del saber, pero de casi nada nos serviría sino supiésemos aplicarlos cristianamente. Los Espíritus en diferentes países y con la intervención de diferentes médiums, nos legaron a través de sus instrucciones, que son “las voces del cielo” “El Evangelio según el Espiritismo”, que viene a iluminarnos. Esta obra es para uso de todos; cada uno puede sacar de la misma los medios para imitar la moral de Cristo. Además encontraremos en ella las aplicaciones que nos conciernen más especialmente.
Gracias a las comunicaciones establecidas, de una manera permanente entre los hombres y el mundo invisible, la ley evangélica, enseñada por los mismos espíritus, ya no será letra muerta, porque todos la comprenderemos y nos veremos inducidos incesantemente por los consejos de los guías espirituales a ponerlas en práctica. Se ha reunido en esta maravillosa obra, un código de moral universal sin distinción de culto. Muchos puntos del Evangelio, de la Biblia y de los autores sagrados en general, no son suficientemente claros de entender. En gran parte la razón consiste en la dificultad que presenta la lectura del Evangelio. La forma alegórica y el misticismo intencional del lenguaje, hacen que la mayor parte lo lean por conciencia y por deber, como leen las oraciones, sin comprenderlas, es decir, sin fruto.
Los preceptos morales confundidos en la masa de otras narraciones pasan inadvertidos, siendo entonces imposible atender al conjunto y haciendo de él una lectura y una meditación separadas. El Espiritismo arroja luz viva sobre los misterios del pasado. Estudiando “El cielo y el infierno”, vemos que Kardec reafirma el carácter científico del Espiritismo, como ciencia de observación. La doctrina enfrenta el problema de las penas y recompensas futuras a la luz de la Historia, estableciendo comparaciones entre las idealizaciones del cielo y el infierno en las religiones anteriores y en las religiones cristianas, revelando raíces históricas, antropológicas de esas idealizaciones y denunciando los absurdos dogmas cristianos.
La comparación del infierno pagano con el infierno cristiano es uno de los más eficaces trabajos sobre mitología comparada que se conocen. La mitología cristiana se muestra más grosera y cruel que la pagana. Ello sería suficiente para justificar el Renacimiento. Por tanto vemos que “El cielo y el infierno” tiene mucho que enseñar, no solo a los espíritas, sino también, a las inteligencias que pierden su tiempo combatiendo al Espiritismo, como los griegos y romanos combatieron al Cristianismo. Las penas y recompensas después de la muerte emergen del ámbito oscuro de las supersticiones y del misticismo dogmático hacía la luz del análisis y de la investigación científica. Si los teólogos – que pretenden ser algo más que hombres, como afirmó Descartes – pudiesen tener la humildad suficiente para consultar “El cielo y el infierno”, encontrarían en sus páginas la solución a sus más angustiantes problemas.
Alfred Russel Wallace, explorador, geógrafo, antropólogo y biólogo británico, que comenzó a estudiar el Espiritismo en el verano de 1865, después de revisar la literatura y de repetir los fenómenos qu presenció en varias sesiones, y a pesar de que su defensa daño su reputación, dijo: “El Espiritismo es una ciencia experimental que nos ofrece la única base de la verdadera filosofía y de una pura religión. El ha abolido los términos sobrenatural y milagroso, ampliando la esfera de las leyes y del dominio de la Naturaleza y, por tal motivo, descubre y explica lo que hay de real en las supersticiones y en los supuestos milagros de todas las edades”.
Efectivamente, Kardec trata el problema de la Revelación Espírita, en “La Génesis”, señalando que no se trata de algo que tenga características misteriosas, sino de un proceso de investigación. Nadie puede revelar lo que no sabe o lo que no descubrió. Una revelación debe descubrir los secretos de un misterio para que este se convierta en un hecho.
Si la revelación no coincidiera con lo real, no pasaría de una elaboración humana. Si fuera atribuida a Dios, quedaría probado que tal atribución es gratuita. Kardec nos propone la tesis de la revelación continua, permanente, recordando que todas las ciencias se ajustan a un proceso de revelación de los secretos de la Naturaleza. El Espiritismo está inserto en ese proceso y presta una contribución tanto más valiosa, puesto que su objeto no ha sido tratado anteriormente por ninguna otra ciencia. Todas las ciencias conocidas hasta entonces, se aplicaban a las investigaciones materiales. El problema espiritual había quedado a cargo de las religiones, las que fracasaron totalmente en este sentido, puesto que nada han aportado al conocimiento real. La ciencia espírita vino a suplir esa grave deficiencia cultural, mostrando la posibilidad de la investigación científica del campo espiritual.
El Espiritismo dio origen a las hoy llamadas investigaciones de lo paranormal. La antigua Parapsicología alemana, la Ciencia Psíquica inglesa, la Metapsíquica de Richet en Francia y la parapsicología actual nacieron de las entrañas de la Ciencia Espírita y confirman, en nuestro siglo, su plena validez. Más a pesar de todo eso, el Espiritismo y particularmente la Ciencia Espírita, fueron considerados ilusorios. Pero transcurrido el tiempo, hoy las ciencias cuentan en sus programas con la investigación de lo paranormal, comprobando objetivamente la existencia real del Espíritu y de toda la grandiosa fenomenología espírita.
Recordemos que la Doctrina Espírita es el resultado de la enseñanza concordante y colectiva de los Espíritus.
Juan Miguel Fernández Muñoz.
Presidente de la Asoc. de Estudios Espíritas de Madrid
Extraído de la revista “El Ángel del bien”
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EDUCACIÓN MEDIÚMNICA
El ejercicio de la
médiumnidad requiere disciplina, equilibrio, perseverancia y sintonía.
La disciplina, moral y
mental, creará hábitos saludables que atraerán a los Espíritus Superiores
interesados en el intercambio entre las dos esferas de la Vida, facilitando ese
menester.
El equilibrio, la
prudencia en las actitudes durante la absorción de los fluidos y la posterior
comunión psíquica con los desencarnados, auxiliarán de manera eficaz a filtrar
el pensamiento y exteriorizarlo.
La perseverancia en la
labor producirá un clima de armonía en el propio médium, que obtendrá de ese
modo las credenciales para el servicio del bien junto a los Obreros de la Vida
Más Elevada, alcanzando resultados gratificantes.
La sintonía será
consecuencia de los elementos citados, porque está constituida por el acuerdo
pleno entre el agente y el perceptor en torno a la tarea relevante.
Transitoria y fugaz, la
facultad mediúmnica necesita, para ser ejercida, de la intervención de los
Espíritus, pues de lo contrario se deteriora o desaparece.
Cuánto más se trabaja,
más fáciles resultan los registros cuyas informaciones proceden del Más Allá.
Las disposiciones morales
del médium son de vital importancia para las tareas difíciles que éste debe
realizar por exigencia de la reencarnación.
En la labor mediúmnica no
basta con anhelar el bien ; es necesario ejecutar acciones ennoblecedoras.
No basta con hacerlo
durante los instantes de ese menester delicado; es necesario un comportamiento
natural como instrumento de la Vida.
Por tratarse- la
mediumnidad- del recurso valioso de quien se encuentra " en el medio
" , en la condición de instrumento, es imprescindible que el intermediario
tomé conciencia en favor de los resultados satisfactorios.
La educación del médium -
mediante la coordinación de actitudes, la corrección de fallas de cualquier
naturaleza , la eliminación de ruidos extraños, exteriores y molestias , el
equilibrio y el control del pensamiento- constituye la técnica que resultará
eficaz para obtener una sintonía apropiada.
En ese sentido, la
evangelización espírita es urgente, para evitar la vinculación con prácticas y
superaciones absolutamente dispensables.
Los requisitos morales
son, pues, los que responden por los resultados favorables o no en la tarea mediúmnica.
Con sabiduría, Jesús
recomendó a sus discípulos, portadores de mediúmnidad:
"- Curad enfermos,
expulsad demonios, dad de gracia lo que de gracia recibisteis."
Está orientación no da
margen alguno a la evasión del deber ni a la complicidad con el error ; no
permite la indolencia ni la colecta de beneficios materiales o morales como
consecuencia de la práctica mediúmnica.
El galardón del que sirve
es la alegría de servir.
Dona las horas de que
dispones para el ejercicio de la mediúmnidad noble: habla , escribe , enseña,
aplica pases, magnetiza el agua pura, ora en favor de tu prójimo, interviene
con bondad y optimismo en los paisajes enfermos de quién te busca, ayuda,
evangeliza a los Espíritus perturbados y ,sobre todo, vive la lección del bien
mediante el ejercicio de la caridad, pues el médium sin caridad puede ser
comparado con un cadáver de apariencia agradable que, pese a ello, va camino a
la descomposición.
Divaldo Franco.- Por el Espíritu Juana de
Ángelis
(Momentos de Mediúmnidad)
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