INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Desencarnación = Proceso de transición.
2.- A tener en cuenta en las reuniones mediúmnicas (9)
3.- Los demonios, según el Espiritismo
4.- A tener en cuenta en las reuniones mediúmnicas (10)
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DESENCARNACIÓN = PROCESO DE TRANSICIÓN
Fernando A. Moreira
La muerte es la cesación de la vida orgánica. La desencarnación es la liberación del Espíritu inmortal.
Periodo de transición, en su cambio de plano.
"La muerte es hereditaria" y cuando el cuerpo muere, el Espíritu está listo para liberarse, porque "no es la partida del Espíritu que causa la muerte del cuerpo; ésta es la que determina la partida del Espíritu"
Pero éste, no siempre está en condiciones de hacerlo. En algunos casos, la muerte biológica sucede, pero el Espíritu no se desprende, no se libera, queda preso al cuerpo físico, este continúa encarnado, porque "no todos los que mueren desencarnan".
Nos dijo, cierta vez, un suicida: “No estoy muerto”.
Y agregaba: “Sin embargo, siento los gusanos que me roen”.’
Ahora indudablemente, los gusanos no le roían el periespíritu, ni menos el Espíritu; le roían apenas el cuerpo. Era solo la visión de lo que le pasaba al cuerpo, el cual todavía se conservaba conectado al periespíritu, lo que le causaba la ilusión, que él tomaba por realidad".
La reencarnación no es un proceso punitivo, pero si educativo, pues es escuela, es prisión, es hospital.
Para alcanzar la perfección, la felicidad y la plenitud, es necesario renovarse, en la experiencia de la materia densa.
Habiendo escogido el camino del progreso, evolucionando, y realizando su reforma íntima, o al contrario, estancado, con la garantía de que, por mínimo que sea, siempre se evoluciona en alguna cosa, inexorablemente sobrevienen a la muerte, que es el final del cuerpo físico, así como "la evolución es la finalidad del Espíritu” y uno de los objetivos de la reencarnación.
El otro es trabajar para el Universo, como el Universo trabaja para nosotros, tal es el secreto del destino", " el Espíritu debe de soportar la parte que le corresponde, en la obra de la creación, concurriendo a la obra general, que él mismo adelanta"; esto último es alcanzado consciente o inconscientemente por el Espíritu.
La reestructuración o no de su periespíritu, va a depender de haber alcanzado ambos objetivos, lo que trae influencias importantes en el proceso desencarnatório.
Cuanto más depurado esté, más fácil se vuelve su desconexión gradual, porque "los lazos se desatan, no se quiebran."
Dos factores son secuencias de la muerte, ocurriendo paralelamente y vinculados a sus circunstancias y al grado evolutivo del Espíritu desencarnante: el desprendimiento del cuerpo físico y la perturbación del Espíritu.
Léon Denis, señala que deberíamos llorar a la hora de la reencarnación, porque es un momento de intenso sufrimiento para el Espíritu, y reírnos a la hora de la muerte, cuando el Espíritu se libera, ya que la encarnación es su encarcelamiento fluídico y la desencarnación una liberación.
Esto, es importante citar, si el Espíritu cumplió los objetivos de la encarnación, porque si no lo hizo, serán dos lamentos, uno al encarnar y el otro al desencarnar, por la influencia que su conducta, proyectará en la desencarnación.
El desprendimiento.
Al reencarnar, el Espíritu se conecta al cuerpo, a través de su periespíritu, al cual se une, molécula a molécula, átomo a átomo y al desencarnar, inversamente se desprende, también, átomo a átomo, molécula a molécula.
El principio vital es "el interruptor de la vida", mientras que el fluido vital, es la electricidad que carga nuestras baterías.
El fluido cósmico animalizado; al ser desconectado de aquél, disipa la vida, cesa y sobreviene la muerte. La cual se da por agotamiento del fluido vital, por la quiebra orgánica súbita (muerte violenta), quedando impotente para transmitir el movimiento de la vida.
Esta fuga energética del cuerpo físico y del periespíritu, que se encontraban de ella impregnados, desde el primer instante de la concepción, se realiza de forma suave o abrupta, de acuerdo con su distribución, que es peculiar a cada ser, a cada órgano, a cada célula; hay en los centros vitales o de fuerza, mayor actividad vital y puntos de conexión con mayor densidad entre el Espíritu-periespíritu y el cuerpo físico; de estos lo que tiene más fuerte esta unión con el Espíritu, vía periespíritu, es el centro coronario o regente que, por el mismo hecho, es el último que se desconecta, deshaciéndose las conexiones Espíritu-periespíritu-glándula pineal, la "glándula de la vida espiritual".
El rompimiento de estos lazos fluídico-magnéticos que componen el cordón fluídico o de plata, representa el sello de la desencarnación, iniciándose por las extremidades y terminando, como dijimos, en el cerebro.
La naturaleza de las demás conexiones de los centros vitales, varían de acuerdo con cada ser, dependiendo de la evolución del Espíritu, modelador y estructurador del periespíritu y por lo tanto de sus conexiones con la materia densa, a través de los centros vitales controladores y sus órganos súbditos y qué servicio prestó al comandante de sus acciones; el Espíritu.
Así el desprendimiento sucede de forma lenta (envejecimiento natural, enfermedades crónicas, etc.) por agotamiento del fluido vital, o de forma abrupta (muerte violenta: accidentes, desastres, asesinatos, suicidios) por injuria grave, determinando la incapacidad funcional orgánica definitiva.
En los primeros, la desconexión ya se venía haciendo cuando ocurrió la muerte y en los últimos, la muerte corresponde al inicio del proceso desencarnatório; equivale a decir que el período muerte-liberación, genéricamente, es mayor en estos.
En los Espíritus evolucionados, ocurre que el momento de la muerte, corresponde al de la liberación, pero, al contrario, ciertos Espíritus que tienen su periespíritu todavía muy densificado, quedan presos todavía al cuerpo, después de la muerte.
"El Espiritismo, por los hechos cuya observación él faculta, da a conocer los fenómenos que acompañan esta separación, que, a veces, es rápida, fácil, suave e insensible, en otros es lenta, laboriosa, horriblemente penosa, conforme el estado moral del Espíritu, y puede durar meses enteros”, y hasta años.
La perturbación.
La conciencia es del Espíritu y después de la muerte corporal, él pasa por un período variable de perturbación, de acuerdo con el estado moral del alma, "fruto de sus construcciones mentales, emocionales y volitivas" y el género o circunstancias de la muerte, para volver a readquirirla.
El Espíritu purificado se desprende de los tenues lazos que lo prendían al cuerpo físico, tomando entonces conciencia de si mismo, de su vuelta al mundo espiritual y de la memoria del pasado, que es también del Espíritu y a los pocos va retornando del inconsciente, situado en el periespíritu; este "libro misterioso, cerrado a nuestra vista, durante la vida terrena, se abre en el espacio”.
El espíritu adelantado, recorre a la voluntad sus páginas. En estos casos la sensación es de alivio, como quien despertó de una intervención quirúrgica y obtuvo el alta, curado; no es pues, ni penoso, ni duradero; es un despertar, pues a la "vida en la carne es el sueño del alma; es el sueño triste o alegre."
En aquellos Espíritus que no aprovecharon el retorno a la vida corporal, para su evolución, estancados en la escala del progreso, el desencarne será un proceso extremamente doloroso, "tétrico, aterrador, ansioso (...) como una horrenda pesadilla", demorada. y la perturbación espiritual que le seguirá, será muy intensa y prolongada,
Muchas veces, se recuerdan hasta de la última encarnación y algo de las otras.
En la muerte violenta, situación no esperada en la mayoría de las veces por el Espíritu, su concientización de la muerte y consecuente pasaje a la vida espiritual, es difícil y demorada, tanto más prolongada cuanto menor la evolución espiritual.
En la Espiritualidad.
La espiritualidad no está parada, ni contemplativa, al contrario, trabaja incesantemente y "Espíritus evolucionados, con fuertes vínculos con la caridad", se incumben de la tarea de la desencarnación, ayudando en las desconexiones de los lazos que unen el Espíritu al cuerpo físico, bajo influjo del pensamiento divino.
Espíritus amigos y familiares, ya desencarnados, colaboran en esta tarea.
Esta misma actuación, puede ser perjudicada por Espíritus enemigos, obsesores hasta, que tienen la finalidad de volver la desconexión más penosa, contribuyendo también para mayor perturbación del Espíritu desencarnante, su desafecto.
Destino de los componentes del hombre.
Después de la muerte, el cuerpo físico se desintegra, siguiendo las leyes físico-químicas, que también son divinas, nunca más volviendo a recomponerse, o destinarse a la resurrección, que seria desprovista de cualquier finalidad.
El fluido vital vuelve a su lugar de origen; el fluido cósmico o universal.
El periespíritu podrá presentar modificaciones en relación a su densidad; no se segmenta y no se sedimenta; se depura, volviéndose tanto más sutil cuanto mayor sea el progreso espiritual.
El Espíritu puede presentar modificaciones en relación a su estado moral reencarnatorio, porque el "Espíritu evolucionó, todo lo demás se transforma", por menor que sea esta evolución, lo que no puede nunca suceder, es retroceder.
Conclusión
Un día, después de la muerte corporal, nosotros tendremos un decisivo encuentro marcado con nosotros mismos, en los recónditos de nuestra conciencia; atributo del Espíritu, donde fueron impresos por Dios sus leyes morales; ahí serán juzgados por ella, todos nuestros actos de la senda reencarnatoria, en el uso de nuestro libre albedrío y comparados con nuestros propósitos al reencarnar, escogidos o impuestos por la justicia divina, siempre de acuerdo con las aptitudes de cada uno; depende de nosotros, y sólo de nosotros, si este será el "día más feliz de nuestra existencia", momento de puro éxtasis o, "al contrario, el peor de ellos", o su momento más fatídico.
"Creemos que la educación para el desencarne implica, la educación para la vida". para que consigamos la muerte de que nos habla Hernani Santanna
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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A TENER EN CUENTA EN LAS REUNIONES MEDIÚMNICAS (9)
Es necesario explicarle la razón de su sufrimiento actual antes de disminuir sus dolores, trayendo a colación el comportamiento incorrecto durante su existencia carnal, porque esto tiene un efecto semejante al de un ácido al quemar las fibras íntimas de la criatura sufridora.
Cuantas menos averiguaciones se hagan, será mejor, incluso no utilizando sistemáticamente la terminología espírita, ni tampoco insistiendo en insinuar que el comunicante adopte la actitud de oración, pues quién está viviendo sensaciones de desesperación no tiene la mínima condición para entender o asimilar conceptos y consejos con los que no está interesado.
El adoctrinador debe tener siempre presente que la finalidad del fenómeno de la psicofonía, prioritariamente, es el contacto del Espíritu sufridor con el fluido animalizado del médium para que ocurra lo que se llama el “choque anímico”.
Allan Kardec utilizó el término de fluido animal porque en la conexión periespiritual entre el comunicante y el médium, para que se produzca la psicofonía se produce una transferencia de elevada carga de energías animalizadas que son absorbidas por el desencarnado, produciéndole un choque energético que promueve su despertar a una realidad nueva de la que no se daba cuenta.
Eso es necesario porque en la desencarnación el ser inteligente se lleva consigo innumerables impresiones físicas y mentales que permanecen en su campo periespiritual después de la muerte biológica. De ahí el concepto doctrinario de que morir definitivamente es tener conciencia y familiaridad con el mundo que pasa a habitar.
Por eso el adoctrinador debe ser muy cauteloso en el momento de comunicar la situación en que se encuentra el Espíritu que está siendo atendido. Precipitar el conocimiento de su muerte biológica puede causarle un trauma emocional desestabilizador de consecuencias desagradables, tanto para él como para el médium que recibe las descargas psíquicas del sufridor.
Consideremos
a alguien que tuvo una muerte repentina ocurrida por una crisis cardiaca, sin
ningún conocimiento de la vida espiritual, ocurrido en un ambulatorio médico y
siendo atendido por una persona que le dice de repente:
 “Ya
está muerto”. Naturalmente, la reacción inmediata es la de incredulidad:
“¿Cómo puede haberme ocurrido esto?. ¡Yo estoy vivo y me dicen que ya he muerto!”.
Si el adoctrinador insiste en la idea de convencer al Espíritu podrá desencadenar el miedo, y a continuación el pánico patológico, no resultando de esta revelación nada positivo para el bienestar de la Entidad sufridora.
Sobre
este particular, la función de adoctrinador es el de un efecto preparatorio,
dejando a cargo de los Benefactores Espirituales la elección del momento
adecuado para conseguir que el desencarnado tome conocimiento de su nueva
realidad.
Esas Entidades saben el estado en que se encuentran, y actúan intencionadamente para perturbar el desarrollo del programa previamente establecido por los Instructores Espirituales.
De inmediato, es necesario hacerse una pregunta: “¿Por qué razón permiten los Mentores Espirituales esta intromisión, aparentemente inoportuna?”.
Simplemente para que aprendamos las lecciones derivadas de esa convivencia, y al mismo tiempo neutralizar la influencia maléfica de esas Entidades sobre los encarnados.
Mientras
permanecen enlazados a los médiums pierden fuerza, descargando una parte
considerable de las energías que antes dirigían hacia sus víctimas.
( Continúa...)
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LOS DEMONIOS, SEGÚN EL ESPIRITISMO
Según el Espiritismo, ni los ángeles ni los demonios son
seres aparte; la creación de los seres inteligentes es una. Unidos a cuerpos
materiales, ellos constituyen la Humanidad que puebla la Tierra y las otras
esferas habitadas; separados del cuerpo, constituyen el mundo espiritual o de
los Espíritus que pueblan los espacios. 
Dios los creó perfectibles; les dio como objetivo la
perfección, y la felicidad que de ella es consecuencia, pero no les dio la
perfección; quiso que la debiesen a su trabajo personal, a fin de que le
tuviesen el mérito. 
Desde el instante de su formación, evolucionan, sea en el
estado de encarnación, sea en el estado espiritual; llegando al apogeo, son
Espíritus puros, o ángeles según la denominación vulgar; de suerte que, desde
el embrión del ser inteligente hasta el ángel, hay una cadena ininterrumpida,
de la cual cada eslabón marca un grado en el progreso. 
De eso resulta que existen Espíritus en todos los grados de
adelanto moral e intelectual, según estén en lo alto, abajo, o en el medio de
la escala. 
Hay Espíritus, por consecuencia, en todos los grados de
saber y de ignorancia, de bondad y de maldad. 
En las clases inferiores, Existen los que están todavía
profundamente inclinados al mal, y que en él se complacen. Queriéndose, se les
puede llamar de demonios, porque son capaces de todas las acciones feas
atribuidas a estos últimos. 
Si el Espiritismo no les da ese nombre, es porque se junta
a la idea de seres distintos de la Humanidad, de una naturaleza esencialmente
perversa, botados al mal por la eternidad e incapaces de progresar en el bien. 
ALLAN KARDEC 
Del Libro: “El Cielo y el Infierno”
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A TENER EN CUENTA EN LAS REUNIONES MEDIÚMNICAS (10)
El adoctrinador debe estar prevenido a fin de no dejarse envolver por la táctica usual de esos Espíritus, que es la de provocar la discusión con el propósito de robar el tiempo disponible para la atención a los sufridores, y al mismo tiempo, perturbar el ambiente mediúmnico por medio de radiaciones desagradables que a todos irritan, provocando el mal generalizado. El tratamiento ideal en relación con un visitante de ese tipo es el de la amabilidad, pero siendo conciso, manteniendo la superioridad moral, demostrando no estar atemorizado por las amenazas que profieran, y no dejándose influenciar por la violencia del lenguaje vulgar y desafiante. Sobre todo hay que mantener una confianza sin límites en la protección de los Benefactores Espirituales.
Recordar que no se deben utilizar argumentos falsos para hacerles desistir de sus propósitos, sino llevarlos a una reflexión por medio de consideraciones y advertencias honestas y verdaderas.
Ningún pretexto justifica que el médium se deba sentir más seguro por la proximidad del adoctrinador, pues no es la fuerza física y sí la psíquica la que actúa con efectividad para controlar los impulsos de la Entidad comunicante, reflejados en el comportamiento del intermediario.
( FINAL )
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