INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Relatos mediúmnicos del P. Germán
2.-Búsqueda de la Verdad
3.- Piedad filial
4.- Justicia y Progreso
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RELATOS MEDIÚMNICOS DEL PADRE GERMÁN
LO INVEROSIMIL
Es costumbre muy añeja en este mundo, creer que no es verdad todo aquello que se separa de nuestro modo de ser, y así cuando se lee la descripción de un crimen horrible, se dice: ¡ Jesús me valga !; ¡ Parece mentira que haya seres tan miserables !.... de igual manera cuando leemos relatos de acciones generosas, decimos moviendo la cabeza en señal de incredulidad: ¡ Qué inverosimilitud ! Esto es pintar como querer; no hay seres en este mundo tan fuertes y tan virtuosos, ¡ es imposible !.
Estas o parecidas frases hemos oído repetidas veces después de haber leído en las sesiones espiritistas artículos referentes a las memorias del Padre Germán, o haberse comunicado este por conducto de un médium parlante.
Últimamente se comunicó dicho espíritu y después se promovió discusión entre varios espiritistas, reconociendo que sus principios eran inmejorables, su moral sublime, tan sublime que rayaba en lo inverosímil.
Sin duda el espíritu estaba escuchando las opiniones de todos, transcurrieron algunos días y volvió a comunicarse el Padre Germán y de su magnífica comunicación, vamos a copiar la última parte, porque esta responde a las dudas que despiertan sus relatos negándoles la veracidad que legítimamente les corresponde, dijo así:
¿ Creeis amigos míos que un hombre no puede resistir a la tentación de la carne, que no puede luchar con sus propios defectos venciéndolos en la batalla?, escasos conocimientos tenéis de la vida, cuando negáis hechos naturales que se desenvuelven dentro de la sana lógica y en el terreno firme de la razón.
¿ No sabéis que cada espíritu se enamora de una virtud, mejor dicho, de una buena cualidad, porque la virtud se puede decir que es el conjunto de los buenos sentimientos del hombre?.
Todo ser, tenedlo entendido, le rinde culto a un ideal y llega a engrandecerse en el sentido de que su aspiración, que su deseo dominante le conduce. ¿ Creéis que no puede ser cierto que un alma encarnada en la Tierra tenga valor y poder para luchar con todas las seducciones que nos ofrece la vanidad y los falsos halagos del mundo?. Pues, ¿ qué diréis entonces de los hombres que sacrifican su vida en aras de un ideal político o religioso?, y recordad que son muchos los mártires que ha tenido la humanidad.
Antes de Cristo, en la época prehistórica, cuando aún vuestros historiadores no habían recopilado las memorias de las generaciones, un sin número de hombres inmolaron su vida en bien de su patria; en épocas posteriores, antes de la era cristiana, filósofos y guerreros murieron creyendo firmemente que con su sacrificio creaban una nueva civilización. Cristo, bien sabida es su historia, murió en el profundo convencimiento de que con su muerte haría una verdadera revolución en el orden moral y religioso de la Sociedad; y después de tantas heroicidades como han hecho los pueblos en el pasado, ¿ por qué ponéis en duda la firme voluntad de un hombre empeñado en su progreso y el de los demás?.
¿Sabéis por qué dudáis de la verdad de mis hechos?, porque os han sido referidos sencillamente, porque no he mezclado ninguno de mis actos ni el milagro ni el privilegio, como se ha supuesto en la historia de los reformadores de la humanidad, que la mayor parte de ellos, el vulgo los ha convertido en enviados de Dios, en profetas inspirados por el Espíritu Santo, llegando a tanto la aberración humana, que deificó a Cristo, cuando la vida de este estuvo dentro de todas las Leyes Naturales, muchas de ellas desconocidas entonces, combatidas ahora, pero que no por esto, ni la ignorancia de ayer, ni la incredulidad y petulancia de hoy, le quitan ni un ápice a la eterna verdad de la naturaleza que invariablemente armónica, desenvuelve la vida de los espíritus dentro de los límites proscritos por su adelanto moral e intelectual.
Leed la historia de todos los reformadores, y al leerla, descartad de ella todo lo fabuloso, milagroso y maravilloso; que como apéndice necesario lo ha aumentado la tradición y la leyenda, y despojados de los accesorios que les ha dado la ignorancia de los pueblos, los profetas, los mesías, los redentores de todas las épocas quedarán reducidos a simples hombres imperfectos, aunque si perfectibles.
Partís de un principio falso, muy falso, habéis divinizado a un reducido número de hombres, y habéis infamado al resto de la humanidad, negándole virtudes que quizá la mayoría posee; que están en germen, y espera el momento propicio para dejar la estrecha célula en que viven, y de larvas informes, convertirse en pintadas mariposas.
Entre los grandes perjuicios que han causado las religiones, sin negarles por esto los beneficios que han reportado a las civilizaciones, el mayor sin duda ha sido darle un tinte milagroso a los efectos naturales de las causas motoras de la vida, el sustituir los dioses del Paganismo con los santos del Catolicismo; ha sido la perdición de la humanidad porque lo justo y lo razonable ha perdido su veracidad, y lo absurdo, lo erróneo, lo que está desprovisto de sentido común, ha tomado carta de naturaleza en una sociedad que se cree inferior a su origen divino.
Ya os lo he dicho muchas veces y os lo repetiré siempre que tenga ocasión, cuando la mediumnidad esté más extendida, caerán todos los castillos de naipes que ha levantado la superstición y el fanatismo, y se verán los santos tal cual son. Por santo fui yo aclamado en mi última encarnación; aún hay altares en la Tierra, con mi estatua, aún la fuente de la salud mana entre ruinas y sencillos pastores que al conducir su ganado, se sientan en las peñas, que según la tradición me sirvieron de asiento, y al sentarse hacen la señal de la cruz invocando mi ayuda para que su rebaño, bebiendo el agua milagrosa se salve de toda enfermedad.
Yo en tanto, aprovechando la combinación de múltiples circunstancias he podido deciros en el error que vive la grey romana, creyendo en mi santidad, y lo mismo que yo he conseguido, conseguirán mañana otros espíritus, y el clero católico con sus serafines y legiones, quedará reducido a la nada, completamente a la nada, y muchos de sus santos os inspirarán profunda compasión, porque los veis desposeídos no solo de sus celestes vestiduras, sino errantes, frenéticos, sin brújula, sin estrella polar que les guíe al puerto de la vida; y en cambio muchos seres que han pasado desapercibidos en el mundo, viviendo en la mayor miseria, muriendo en un completo abandono, vendrán a daros lecciones de moral, de resignación, de esperanza, de fe cristiana; serán vuestros mentores, vuestros amigos, vuestros guías o espíritus protectores, que con sus paternales consejos os ayudarán a sostener el peso de vuestra cruz, como hoy felizmente, me sucede respecto a vosotros. No fui santo, estuve muy lejos de la santidad, pero tuve afán de progresar y la moral que veis en mis acciones no es inventada por mí, es la moral universal, es la ley del progreso. ¿ Por qué encontráis inverosimilitud en mis actos, cuando entre vosotros hay espíritus capaces de hacer mucho más de lo que yo hice?; y no por virtud, precisamente, sino por egoísmo, como en gran parte lo hice yo; pero egoísmo noble, no el egoísmo mezquino de la tierra, de atesorar riquezas o alcanzar honores. No, egoísmo de mayor progreso, de mejor vida en mundos regenerados. ¡ Vivir !; ¡ amar !; ¡ sentir!; ¡ comprender !; ¡ penetrar en los santuarios de la ciencia !..... Todo esto y mucho más ambiciona el espíritu cuando se propone dar comienzo a su regeneración. En tales circunstancias me hallaba yo; había vivido muchos siglos rodando por las bibliotecas, había pasado muchas noches en los observatorios astronómicos pidiéndole a los astros noticias de Dios; había preguntado a las capas geológicas cómo se hizo habitable el planeta, había pedido a los fósiles el árbol genealógico de mis mayores; llegué a ser sabio, como se dice en la Tierra y mientras más sabía, más ignorante me encontraba, y llegué a comprender que debía emplear mi sabiduría, no en enriquecer museos ni en hacer prosélitos para esta o aquella escuela filosófica, pronunciando elocuentes discursos en Academias científicas; sino que debía empezar por educarme, moralizarme, refrenar mis pasiones, por saber cuales eran mis deberes y mis derechos que de muy antíguo me creía con derecho para juzgar sin imponerme el deber de juzgarme a mí mismo.
He aquí el secreto de mi última existencia.
- Padre Germán-(espíritu)-
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BÚSQUEDA DE LA VERDAD
La verdad como liberación del error y progreso evolutivo.
Es deber de todo ser humano que ha llegado a una mediana evolución, buscar la Luz de la Verdad. Mas, para encontrarla, necesario es estar poseído de un gran anhelo, y no de una mera curiosidad; necesario es buscarla con una mente clara, libre de preconceptos, libre de prejuicios y sectarismo; y un corazón limpio de ambiciones personales.
En la búsqueda de la Verdad, jamás pretendamos encontrar una verdad que se acomode a nuestras creencias, ya que de ese modo la mente no está libre para identificarla. Pues, la Verdad tiene múltiples aspectos, y cada cual irá comprendiendo aquellos aspectos de la Verdad que su capacidad intelectual pueda asimilar.
Ninguna religión ni filosofía puede satisfacer a todos, dado que nuestro conglomerado humano se halla en diversos estados de evolución mental y espiritual. La Verdad es Una, pero infinita en sus manifestaciones; y diversos son los aspectos conocidos y por conocer. Y cada cual percibirá y tan sólo aceptará aquellos aspectos de la Verdad que sea capaz de comprender, ya que su capacidad intelectiva y conceptual no podrá captar más allá de su desarrollo.
La Verdad es una sola; pero, los caminos y etapas para llegar a ella, son múltiples. Destellos de la Verdad han llegado en todas las épocas de la humanidad. Las enseñanzas contenidas en las antiguas escuelas filosóficas, así como las contenidas en los fundamentos de todas las religiones, ofrecen aspectos de la Verdad; aun cuando los convencionalismos y las pasiones, han ido velando y desnaturalizando; que, conjuntamente con los dogmatismos y los abusos de todas clases, han llevado a las gentes al escepticismo y a la indiferencia; contribuyendo con ello a la extensión de ese materialismo embrutecedor en que se mueve la sociedad actual. ¡Cuántos buscadores honestos, pero confusos y perplejos ante la aseveración de las teologías divergentes, han anhelado poseer la Verdad de la Vida!.
La Verdad no ha sido nunca privilegio ni propiedad exclusiva de ninguna religión, grupo o secta religiosa. Ha sido y será siempre de todo aquel que la busque con la mente libre de ideas preconcebidas, de prejuicios, de partidismos; con sana intención y corazón libre de ambiciones personales. Pues, a medida que el hombre avanza en su búsqueda y comienza a vislumbrarla, más siente en sí el ansia de acercarse a ella. Y a medida que va avanzando en el camino de la Verdad, más se conoce a sí mismo y el por qué de su existencia, y más claramente ve sus errores y por ende más se perfecciona y espiritualiza, único modo en que su mente podrá lograr contacto con la Divinidad, que es la Verdad Absoluta.
“CONOCERÉIS LA VERDAD Y LA VERDAD OS HARÁ LIBRES” -rezan las versiones actuales del Nuevo Testamento-, como palabras de aquel gran filósofo incomprendido, llamado Jesús de Nazaret, que vino a nuestro mundo en misión de enseñar a las gentes el camino de su propia felicidad, de enseñar una doctrina de Amor y Verdad; que vino a redimir a la humanidad corrupta, pero no con su sangre, sino con sus enseñanzas de amor para una vida armónica y feliz, con sus principios de una moral elevada y establecer la Religión Universal del Amor. Pero, los hombres, en su ceguera psíquica y afán de dominio, la han deformado.
Sebastian de Arauco.
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Piedad filial
1. Bien sabes los mandamientos. No hagas adulterios. No mates. No hurtes.
No digas falso testimonio. No hagas engaño. "Honra a tu padre y a tu madre".
(San Marcos, cap. X, v. 19; San Lucas, cap. XVIII, v. 20; San Mateo, cap. XIX.
El mandamiento: "Honra a tu padre y a tu madre", es una consecuencia de la
ley general de caridad y de amor al prójimo, porque no se puede amar al prójimo sin
amar a su padre y a su madre; pero la palabra "honra" encierra un deber más respecto a ellos: el de la piedad filial. Dios ha querido manifestar con esto que al amor es preciso añadir el respeto, las consideraciones, la sumisión y la condescendencia, lo que implica la obligación de cumplir respecto a ellos de una manera aun más rigurosa todo lo que la caridad manda con respecto al prójimo. Este deber se extiende naturalmente a las personas que están en lugar de los padres, y que por ello tienen tanto más mérito cuanto menos obligatoria es su abnegación. Dios castiga siempre de un modo riguroso toda violación de este mandamiento, (mediante la precisa, justísima e infalible Ley de Consecuencias, por la que recogemos inexorablemente el fruto de lo que antes hemos sembrado voluntariamente ).
Honrar a su padre y a su madre no es sólo respetar-les; es también asistirles en
sus necesidades, procurarles el descanso en su vejez y rodearles de solicitud como lo
han hecho con nosotros en nuestra infancia.
Sobre todo con respecto a los padres sin recursos es como se demuestra la verdadera piedad filial. ¿Cumplen, acaso, este mandamiento aquellos que creen hacer un gran esfuerzo dándoles lo justo para que no se mueran de hambre, cuando ellos no se privan de nada, relegándoles en la peor habitación de la casa por no dejarles en la calle, cuando ellos reservan para sí lo mejor y más cómodo? Gracias aun si no lo hacen de mal grado y no les obliguen a comprar el tiempo que les queda de vida, cargándoles(( con las fatigas domésticas. ¿Está bien que los padres viejos y débiles sean los servidores de los hijos jóvenes y fuertes? ¿Acaso su madre les regateó su leche cuando estaban en la cuna? ¿Ha escaseado sus vigilias cuando estaban enfermos, y sus pasos para procurarles aquello que les faltaba? No; no es sólo lo estrictamente necesario lo que los hijos deben a sus padres pobres; deben también darles las pequeñas dulzuras de lo superfluo, los agasajos, los cuidados exquisitos que sólo son el interés de lo que ellos han recibido y el pago de una deuda sagrada. Esta es la verdadera piedad filial aceptada por Dios.
Desgraciado, pues, aquél que olvida lo que debe a los que le han sostenido en su debilidad, a los que con la vida material le dieron la vida moral, a los que muchas veces se impusieron duras privaciones para asegurar su bienestar; desgraciado el ingrato, porque será castigado con la ingratitud y el abandono; será herido en sus más caros afectos, "algunas veces desde la vida presente", y más ciertamente en otra existencia, en la que sufrirá lo que ha hecho sufrir a los otros.
Es verdad que ciertos padres olvidan sus deberes y no son para sus hijos lo que deben ser; pero a Dios corresponde castigarlos y no a sus hijos; éstos no deben reprocharles, porque ellos mismos han merecido que así sucediera. Si la caridad eleva a ley el devolver bien por mal, ser indulgente con las imperfecciones de otro, no maldecir a su prójimo, olvidar y perdonar los agravios, y hasta amar a los enemigos, ¡cuánto mayor es esta obligación con respecto a los padres! Los hijos, pues, deben tomar por regla de conducta para con estos últimos, todos los preceptos de Jesús concernientes al prójimo, y decir que todo proceder vituperable con los extraños, lo es más con los allegados, y lo que sólo puede ser una falta en el primer caso, puede llegar a ser un crimen en el segundo, porque entonces a la falta de caridad se agrega la ingratitud.
4. Dios dijo: "Honra a tu padre y a tu madre para que seas de larga vida sobre la Tierra, que el Señor tu Dios te dará". ¿Por qué, pues, promete como recompensa la vida en la Tierra y no la vida celeste? La explicación está en esas palabras: "Que Dios te dará", suprimidas en la fórmula moderna del Decálogo, lo que desnaturaliza el sentido.
Para comprender estas palabras, es menester referirse a la situación y a las ideas de los hebreos en la época en que fueron dichas; éstos no comprendían aún la vida futura, porque su vida no se extendía más allá de la vida corporal; debían, pues, conmoverse más por lo que veían, y por esto Dios les habla en un lenguaje a sus alcances, y como a los niños, les da en perspectiva lo que puede satisfacerles. Entonces estaban en el desierto; la tierra que Dios les "dará" era la Tierra Prometida, objeto de sus aspiraciones; no deseaban nada más, y Dios les dijo que vivirían mucho tiempo en ella, es decir, que la poseerían mucho tiempo si observaban sus mandamientos.
Mas al advenimiento de Jesús, sus ideas estaban más desarrolladas; habiendo llegado el momento de darles un pasto menos grosero, les inició en la vida espiritual diciéndoles: "Mi reino no es de este mundo; allí, y no en la tierra, recibiréis la recompensa de vuestras buenas obras". En estas palabras, la tierra prometida material se transforma en patria celeste; así es que cuando les recuerda la observancia del mandamiento "Honra a tu padre y a tu madre", no les promete la tierra; sino el cielo.
El evangelio según el espiritismo. Allan Kardec.
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