INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Lindos casos de Chico Xavier: Difícil infancia
2.- La oración
3.- La ventaja de vivir mucho
4.- ¿ La Reencarnación supone un castigo para el Espíritu?
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LINDOS CASOS DE CHICO XAVIER: DIFÍCIL INFANCIA
(Imagen de una escena de la película de Chico Xavier)
La oración
Un dialogo misterioso se establece entre el alma sufriente y la potencia evocada. El alma expone sus angustias y sus desfallecimientos; implora socorro, apoyo, indulgencia. Y entonces, en el santuario de la conciencia, una voz secreta responde, la voz de Aquel del cual provienen toda fuerza para las luchas de este mundo, todo bálsamo para nuestras heridas, toda luz para nuestras incertidumbres.
La oración es una elevación por encima de las cosas terrenas, una ardiente invocación, un transporte, un batir de alas hacia regiones que no turban los murmullos y las agitaciones del mundo material, y donde el Ser obtiene las inspiraciones que le son necesarias. Cuanto más poderoso es su transporte, cuanto más sincera es su invocación, más distintas y más claras se revelan en él las armonías, las voces y las grandezas de los mundos superiores.
Es como una ventana que se abre hacia lo invisible, hacia lo infinito, y por donde el Ser percibe mil impresiones consoladoras y sublimes, se impregna con bellas emociones y se embriaga y se sumerge en ellas como en un baño fluidico regenerador.
En estas conversaciones del alma con la Potencia suprema, el lenguaje no debe ser preparado ni fijado de antemano; debe variar según las necesidades y el estado de espíritu del ser humano. Es un grito, una queja, un acto de adoración, un inventario moral hecho ante los ojos de Dios, o una simple idea, un recuerdo, una mirada alzada hacia los Cielos.
En la oración que dirige todos los días al Eterno, el hombre sensato no pide que su destino sea feliz; no pide que el dolor, las decepciones y los reveses sean apartados de él, ¡no! Lo que desea es conocer la ley para cumplirla mejor; lo que implora es la ayuda de lo Alto, a fin de soportar dignamente los malos días.
La oración del hombre sensato, hecha con recogimiento profundo, fuera de toda preocupación egoísta, despierta en él esa intuición del deber, ese sentimiento superior de lo verdadero, del bien y lo justo que le guían a través de las dificultades de la existencia y le mantienen en comunión íntima con la gran armonía universal.
Una de las ventajas de vivir mucho tiempo es poder ver cómo, en dos o tres generaciones, las costumbres se transforman y, aunque sea por líneas aparentemente torcidas, se produce un progreso.
Llegando a casi 83 años de esta encarnación, ni siquiera menciono los avances tecnológicos que me permitieron, por ejemplo, ver el teléfono como algo extraordinario que sólo poseían los muy ricos. O el telegrama, que, en caso de necesidad de comunicación urgente, llevaba a la gente a Correos para dictar, palabra por palabra, y enviar la noticia a un familiar que vivía en otra ciudad.
Mi padre, un modesto funcionario, tenía una radio en casa, un recurso tecnológico que no todo el mundo podía disfrutar. La gente se reunía, en su habitación, alrededor de ese enorme “Telefunken” para escuchar al reportero dando las noticias de la guerra, recibidas de las grandes agencias de noticias, vía teletipos, otro avance tecnológico que sólo tenían las grandes empresas internacionales.
Avances
Pero eso no es de lo que quiero hablar. Es uno de los avances que, en estas ocho décadas de vida, he podido presenciar en temas como la igualdad social, el respeto a la diversidad, el combate a los prejuicios en campos como la sexualidad, la religión, el género, la etnia, etc.
En mi ciudad había un club social para blancos y morenos. Esto se daba por sentado y nunca vi a una persona negra en el club al que iba. Probablemente, las normas estatutarias no lo prohibían expresamente, pero las costumbres hablaban más fuerte y fomentaban la segregación.
La orientación sexual de las personas, hoy respetada, dio lugar a expresiones despectivas, como "sexual invertido" y cosas peores, así como a discriminaciones explícitas e incluso legales.
No hubo divorcio debido a la poderosa influencia de la Iglesia. Sólo en la década de 1970 se superó el mandamiento de la indisolubilidad del matrimonio, después de años de lucha por parte de políticos más progresistas, como, por ejemplo, el senador Nelson Carneiro, autor de la enmienda constitucional permisiva al divorcio. Algunas parejas se divorciaron, pero las que iniciaron una nueva unión fueron catalogadas como “convivientes”, sin protección legal ni siquiera para sus hijos, registrados como “ilegítimos”. Bajo el punto de vista religioso, adoptado socialmente, la pareja viviría en pecado por el resto de sus vidas.
Prejuicios desacreditados
Por supuesto, los prejuicios persisten. Pero su combate los exhibe más y, con eso, nos hacen creer que estamos retrocediendo. Lo cierto, sin embargo, es que vivimos momentos revolucionarios, de avances fantásticos en la lucha contra las desigualdades y los prejuicios, considerados ayer como normales e incluso como expresiones de “moralidad”.
Cuando veo a mujeres asumiendo roles importantes en los campos de la política, la justicia, las artes y las ciencias, me transporto mentalmente a tiempos en los que esto era simplemente impensable. En el Poder Judicial no había espacio para la presencia femenina. En corporaciones militares o policiales su presencia sería inimaginable. En el Ministerio Público, al que ingresé en 1975, aunque no había prohibición legal, las mujeres que buscaban ingreso terminaban siendo eliminadas. Mi clase fue la última compuesta exclusivamente por hombres en mi estado. Sólo en el siguiente concurso fueron admitidas dos o tres mujeres.
Cuando veo a un hombre negro en la Academia Brasileña de Letras, del tamaño de Gilberto Gil, y enciendo la televisión, me encuentro con mujeres negras inteligentes y agudas como reporteras o comentaristas políticas y económicas muy competentes, me doy cuenta de cuán prejuiciosa ha sido la sociedad. con ellos y con ellas, y cuánto hemos avanzado en tan pocas décadas.
Sombras y luces
Como suele decir mi amigo y destacado escritor espírita Jon Aizpúrua, negar el progreso de nuestro tiempo es como contemplar el árbol sin ver el bosque. Y, hablando de bosque, también en el ámbito del medio ambiente, vivimos tiempos de extraordinarios avances en la conciencia.
Los hábitos no se pueden cambiar sin cambiar previamente los patrones de conciencia. Y es en este campo donde estamos avanzando rápidamente. Los resultados concretos suelen tardar en llegar. Pero la ley del progreso, a la que el espiritismo está explícitamente alineado, desde su origen, es abrumadora y no puede ser detenida.
El pesimismo al que muchos, incluidos los espíritas, se dejan llevar, deriva precisamente de la capacidad que hemos desarrollado para exigir de nosotros mismos y de la sociedad más de lo que exigíamos antes. La capacidad de indignarnos ante las injusticias que ayer teníamos miedo de afrontar.
Quizás me queden algunos años de vida, pero cuando tenga que partir, saldré con el espíritu sintiéndome pleno, agradecido por las diversas experiencias que me ha brindado esta encarnación, confirmando la idea de que vivir es progresar indefinidamente. Sólo podremos evaluar la luz que, gradualmente, se derrama sobre el mundo, cuando miremos hacia atrás y recordemos cuánta sombra ya hemos sofocado, de una generación a otra.
. Milton Rubens Medrán Moreira-
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¿ LA REENCARNACIÓN SUPONE UN CASTIGO PARA EL ESPÍRITU ?
felicidad es proporcional al progreso realizado. No obstante, como actúa en virtud de su libre albedrío, puede por negligencia o mala voluntad retardar su adelanto; prolonga, por consiguiente, la duración de sus encarnaciones materiales, que entonces se convertirán en un castigo, dado que por sus faltas permanece en las categorías inferiores, obligado a recomenzar la misma tarea. Así pues, del Espíritu
depende abreviar, por medio del trabajo de purificación realizado sobre sí mismo, la duración del período de las encarnaciones
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