INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Voluntad y fe.
2.- Los pactos con los malos espíritus
3- Educación cultural del médium
4- Preludio del regreso a la vida corporal
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VOLUNTAD Y FE
La voluntad sostenida por la fe es, por lo tanto, la mejor fuerza motriz para dirigir las fuerzas psíquicas del ser y proyectarlas hacia un objetivo sublime. El hombre debe, en fin, comprender que todas las fuerzas del Universo, tanto físicas como morales, en él se reflejan; su voluntad puede comandar a unas y otras, que se manifiestan en su consciencia.
Aprender a armonizarlas, trabajar para desarrollarlas en vidas sucesivas, tal es la ley de su destino. Bajo este punto de vista, recordemos que tenemos una obra admirable que cumplir. Ésta consiste en crear en nosotros una personalidad siempre más radiante y, para ello, tenemos el tiempo sin límites, el camino sin final y la vida eterna en la acción perpetua.
Sin embargo, lo que algunos no pueden comprender por las facultades intelectuales, otros pueden sentir por el corazón, por la necesidad de expansión y el amor que en ellos es innato, pues, la verdad, acabamos de decirlo, está al alcance de los sencillos y de los puros; de todos aquellos que, en el recogimiento y en silencio, al abrigo de las tempestades, del mundo, del conflicto de las pasiones y de los intereses, saben interrogar a las profundidades de la consciencia y entrar en relación con el mundo superior, foco de toda luz, de toda sabiduría, fuente de todas las grandes revelaciones.
Cada estrella que brilla en el cielo nos enseña una lección; cada tumba que se cava en la tierra fría nos da un aviso. La existencia pasa como una sombra, pero la vida celeste es infinita. En cambio, nuestras vidas humanas, por muy cortas que sean, pueden ser fecundas para nuestro progreso; pese a su carácter precario, ellas forman los materiales con cuyo auxilio se edifican nuestros destinos; ellas son como piedras que componen el inmenso edificio del futuro del alma. Esforcémonos, por tanto, en pulir esas piedras, tallarlas y esculpirlas, para con ellas construir un monumento de líneas puras, de formas grandiosas y armoniosas.
( Autoría desconocida)
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549 – ¿Hay algo de cierto en los pactos con los Espíritus malos?
– No; no existen tales pactos, sino una naturaleza mala que simpatiza con los Espíritus malos. Por ejemplo: quieres atormentar a tu vecino y no sabes como hacerlo; entonces te atraes a los Espíritus inferiores que, como tú, sólo quieren el mal, y para ayudarte quieren que tú les sirvas a sus malos propósitos. Pero no se sigue de aquí que tu vecino no pueda librarse de ellos por medio de una conjuración contraria y por su voluntad.
El que quiere cometer una mala acción, por este mero hecho atrae Espíritus malos que le ayudan, y se ve obligado entonces a servirlos como ellos lo hacen respecto de él; porque también lo necesitan para el mal que desean hacer. En esto únicamente consiste el pacto.
La dependencia en que a veces está el hombre de los Espíritus inferiores, proviene de que se entrega a los malos pensamientos que le sugieren y no de estipulaciones entre ellos y él. El pacto, en el sentido vulgar de la palabra, es la alegoría de una naturaleza mala que simpatiza con Espíritus malhechores.
550 – ¿Qué sentido tienen las leyendas fantásticas según las cuales ciertos individuos habrían vendido su alma a Satanás, para obtener ciertos favores?
– Todas las fábulas contienen una enseñanza y un sentido moral;vuestro error consiste en tomarlas al pié de la letra. Esa es una alegoría que se puede explicar así: El que llama en su ayuda a los Espíritus para lograr de ellos los dones de la fortuna, o cualquier otro favor, murmura en contra de la Providencia. Renuncia a la misión que recibió y a las pruebas que debe soportar en este mundo y sufrirá las consecuencias de ello en la vida futura. Esto no quiere decir que su alma esté para siempre consagrada a la infelicidad. Pero, como quiera que en lugar de liberarse de la materia, se ha engolfado más y más en ella, lo que gozó en la Tierra no lo disfrutará en el mundo de los Espíritus, hasta que lo haya rescatado en nuevas pruebas, tal vez mayores y más penosas. Por su amor a los goces materiales se pone bajo la dependencia de los Espíritus impuros. Así, hay entre éstos y él un pacto tácito que lo conduce a la perdición, pero que siempre puede romper fácilmente con la asistencia de los buenos Espíritus, si tiene para ello una firme voluntad.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.
330 – ¿Los Espíritus
conocen la época en que se reencarnarán?
– La presienten, como el ciego siente el fuego a que se aproxima.
Saben que deben volver
a tomar un cuerpo, como sabéis vosotros,que habéis de morir un día, sin saber
cuando sucederá. (166)
– ¿Es, pues, la reencarnación
una necesidad de la vida espírita, como la muerte lo es de la vida corporal?
– Así es, verdaderamente.
331 – ¿Todos los
Espíritus se preocupan por su reencarnación?
– Los hay que ni siquiera piensan en ella, ni la comprenden, lo que
depende de su naturaleza más o menos avanzada. Para algunos es un castigo
la incertidumbre en que están de su futuro.
332 – ¿Puede el
Espíritu apresurar o retardar el momento de su encarnación?
– Puede apresurarlo, solicitándolo con sus votos y puede también
retardarlo, si retrocede ante las pruebas, pues entre los Espíritus
también existen cobardes e indiferentes. Pero no lo hacen impunemente,
pues sufren como el que retrocede ante un remedio saludable que puede
curarle.
333 – Si un Espíritu
se considera bastante feliz en una condición mediana entre Espíritus
errantes y si no ambicionase más, ¿podría prolongar indefinidamente
semejante estado?
– Indefinidamente no, pues el progreso es una necesidad que tarde o
temprano experimenta el Espíritu. Todos deben elevarse: este es su
destino.
334 – La unión del
alma a tal o cual cuerpo, ¿está predestinada, o sólo se hace la elección en el
último instante?
– El Espíritu está designado con antelación. Escogiendo la prueba que
quiere sufrir, el Espíritu solicita encarnarse, y Dios, que lo sabe y ve
todo, sabe y ve con anticipación que tal alma se unirá a tal cuerpo.
335 – ¿Tiene el
Espíritu el derecho de escoger el cuerpo en el que se va a encarnar, o
solamente el del género de vida que le debe servir de prueba?
– Puede también elegir el cuerpo; porque las imperfecciones de éste son
pruebas que ayudan a su progreso, si vence los obstáculos que en él
encuentra, pero la elección no depende siempre de él. Puede pedirla.
– ¿Podría el Espíritu, en el último momento, rechazar el cuerpo escogido
por él?
– Si lo rechazase, sufriría siempre más que aquel que ninguna prueba
hubiese intentado.
336 – ¿Podría suceder
que un niño que hubiera de nacer, no encontrase Espíritu que quisiera
encarnarse en él?
– Dios proveería entonces. Cuando el niño debe nacer para vivir, tiene
siempre predestinada un alma, pues nada ha sido creado sin una finalidad.
337 – ¿La unión del
Espíritu con determinado cuerpo puede ser impuesta por Dios?
– Puede ser impuesta, lo mismo que las diferentes pruebas, sobre todo cuando
el Espíritu no está aún apto para hacer una elección con conocimiento de
causa. Como expiación, el Espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo
de cierto niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el mundo, podría llegar a ser un instrumento de
castigo para él.
338 – Si aconteciese
que varios Espíritus se presentasen para el mismo cuerpo que ha de nacer,
¿ qué decidiría entre ellos?
– Varios pueden pedirlo; en este caso Dios juzga cual de ellos es más
capaz para desempeñar la misión a la que está destinado el niño. Pero ya
dije que el Espíritu está designado antes del momento en que se debe unir
al cuerpo.
339 – ¿El momento de
la encarnación está acompañado de una turbación semejante a la que tiene
lugar en la desencarnación?
– Mucho mayor y sobre todo más prolongada. Al morir, el Espíritu sale
de la esclavitud, al nacer entra en ella.
340 – ¿El instante en
que el Espíritu ha de encarnarse es un momento solemne para él? ¿Realiza
este acto como cosa grave e importante?
– Viene a ser como un viajero que se embarca para una
travesía peligrosa y no sabe si hallará la muerte en medio de las olas
que afronta.
El viajero que embarca
sabe a qué peligros se expone, pero ignora si naufragará. Así sucede con
el Espíritu: conoce la clase de pruebas a que se somete, pero ignora si
sucumbirá.
Del mismo modo que la muerte del cuerpo es una especie de
renacimiento para el Espíritu, la reencarnación es una especie de muerte,
o mejor de destierro y clausura. Deja el mundo de los Espíritus por el
corporal, como el hombre deja el mundo corporal por el de los Espíritus.
El Espíritu sabe que reencarnará, como el hombre que morirá; pero como
éste, no tiene conciencia de ello sino en el último momento, cuando le ha
llegado la hora.
Entonces, en ese momento supremo, la turbación se apodera de él, como del
hombre que agoniza y esa turbación persiste hasta que la nueva
existencia esté nítidamente formada. Los preludios de la reencarnación son
una especie de agonía para el Espíritu.
341 – La incertidumbre
en la que se encuentra el Espíritu sobre la eventualidad del éxito de las
pruebas que va a soportar en la vida, ¿es para él una causa de ansiedad antes de la encarnación?
– Ansiedad muy grande, puesto que las pruebas de su
existencia retardarán o acelerarán su progreso, según las soporte bien o
mal.
342 – En el momento de
la reencarnación, ¿está acompañado el Espíritu de otros Espíritus amigos
que asisten a su partida del mundo espírita, como lo vienen a recibir
cuando regresa?
– Eso depende de la esfera en que habita el Espíritu. Si está en las
esferas donde reina el afecto, los Espíritus que lo aman lo acompañan
hasta el último momento, le animan y con frecuencia le siguen durante la
vida.
343 – Los Espíritus
amigos que nos siguen durante la vida ¿son los que a veces vemos en sueños, que
nos demuestran afecto y que se nos presentan bajo formas desconocidas?
– Con mucha frecuencia son ellos que vienen a visitaros como vosotros
vais a ver al prisionero.
EL
LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC
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