INQUIETUDES ESPÍRITAS
1,. Reencarnaciones iniciales
2.- Aprendamos a perdonar
3.- El principal escollo de los médiums principiantes
4.- La fatalidad y los presentimientos
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El mundo animal y el vegetal están formados de los mismos elementos constitutivos en el sentido material.
El elemento espiritual y el elemento material son dos principios constitutivos del Universo. El elemento espiritual es individualizado, es el de los Espíritus. El elemento material individualizado constituye los diversos cuerpos de la naturaleza, orgánicos e inorgánicos.
Todos los fenómenos de la naturaleza pueden ser explicados por las leyes naturales. Las leyes físicas, químicas y biológicas que nos dan el mecanismo de la vida, del microscopio celular o sobre la magnitud del microcosmos.
Estas leyes, que son automáticas, son regidas por la ley Universal. Esta ley omnipresente, la llamamos Dios. Siendo perfecta, ha de ser inmutable, pues solo lo imperfecto sufre cambios buscando el perfeccionamiento progresivo. Por eso al ser inmutable la Ley Universal, se concibe su acción constante y uniforme.
Por la regularidad y constancia de la ley Universal, concluimos que no hubo un momento de la creación. Dios irradia constantemente y proyecta centellas divinas o principios espirituales que proviniendo de un ser perfecto solo podrán tener un destino: la evolución, infinita rumbo a la perfección.
Dios crea siempre. Un ser perfecto, omnipresente e inmutable, Ley universal omnisciente no tienen un grafico de creación o un momento para crear, más si una acción creativa constante y eterna.
La encarnación primera por tanto fue para nosotros, hoy seres humanos, hace incontables millones de años, cuando las centellas divinas se sumergían en la dimensión física uniéndose a las expresiones de la organización material.
El espíritu durmió en los átomos y pasó el gran sueño por el reino mineral, soñó en las organizaciones vegetales, se agito por las especies animales, para despertar en la especie humana, rumbo a la conciencia superior en seres futuros.
Todo sirve, todo se encadena en la naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó por ser átomo.
La distancia entre minerales, vegetales y animales es simplemente consecuencia del mayor o menor camino recorrido en el camino evolutivo del ser.
El origen de la vida, si recordamos las condiciones existentes antes de su aparición, vemos que la edad calculada según varios métodos, es de cuatro billones y medio de años. El examen de los fósiles y otros materiales muestran que la vida ha existido hace dos billones de años atrás, lo que significa que hubo una espera o un trabajo de dos billones de años para que tras el nacimiento del planeta, este estuviese adecuado para recibir a los primeros seres vivos en la concepción de la vida biológica.
La Tierra en sus fases primitivas se presenta a temperaturas incandescentes y llegó hasta los 2ooo grados centígrados de temperatura, al lado de continuas descargas eléctricas. En determinada época comenzó el enfriamiento, que continuó por millones de años. Durante ese proceso, los materiales más pesados, pasaron a ocupar la región más central de la Tierra, concentrándose en su núcleo, y los más leves permanecieron por encima, formando la parte externa.
La Tierra fue sufriendo modificaciones acentuadas en su aspecto, por los movimientos de rotación y traslación, además del enfriamiento. Las fuerzas de la atracción del Sol estabilizaron la órbita del planeta. El movimiento de rotación determinó el achatamiento de los polos. El nacimiento de la luna, hija de la Tierra, pasó a ser un ancla magnética, actuando en el equilibrio del movimiento de traslación terrestre.
El satélite de la Tierra influenciaría por intermedio de su luz polarizada (indirecta), el despertar de la vida y la reproducción de los futuros seres vivos. En todo ese proceso admitimos la presencia de una fuerza mayor, o Ley, como un impulso determinista para orientar en el sentido de la organización creciente del orbe..
Los océanos, generados en parte por las erupciones volcánicas, de rocas fundidas y en parte por las colosales lluvias motivadas por la evaporación continua, se salaron por la descomposición de las sales minerales de las rocas descompuestas por las altas temperaturas.
Las aguas calientes y después templadas formaron el caldo adecuado para el surgimiento de la vida.
Por causa de su tamaño, la Tierra ejerció fuerza gravitacional suficiente para mantener presos los gases que quedaron girando a su alrededor y que, de otro modo, habrían escapado al espacio. Estos gases eran en esa época diferentes de los encontrados hoy, actualmente, en la atmósfera del planeta.
Según evidencias científicas, la antigua atmósfera estaba compuesta de vapor de agua, hidrogeno, metano y armoniaco. Las combinaciones de estos elementos existentes en la atmósfera, estimulados por las abundantes descargas eléctricas, generaron los primeros aminoácidos.
Todos los seres vivos, desde el virus y las amebas hasta los de constitución superior, son constituidos de proteínas. Las proteínas son moléculas gigantes que son resultantes de la combinación de cien a tres mil aminoácidos. Si imaginamos una proteína con un muro de ladrillos, cada ladrillo corresponde a un aminoácido. A medida que las moléculas de aminoácidos, durante millones de años se acumulaban en los océanos, algunas reaccionaban químicamente formando moléculas mayores y más complejas.
A medida que los compuestos minerales o gases primitivos fueron obrando internamente, pasaron a ser capaces de asimilar una energía o fluido llamado vital, no existente en los minerales más solamente en las composiciones orgánicas.
La energía vital o fluido vital existente en todo el universo, da a los seres vivos, o confiere a la materia orgánica el atributo de la vida o principio vital.
Es intangible, no ha podido ser definida, parece activa en el ser vivo, y extinguido en el ser muerto.
La química pude descomponer los cuerpos inorgánicos, ha podido descomponer los orgánicos; pero nunca ha llegado a reconstruir ni una hoja muerta, lo cual prueba que hay en los cuerpos orgánicos algo que los otros no tienen.
Hay cuatro elementos: el oxigeno el hidrogeno el azoe y el carbono, que combinándose, sin el principio vital forman minerales o cuerpos inorgánicos, sin vida. El principio vital modificando la contextura molecular de un cuerpo, le da propiedades particulares, y en lugar de una molécula mineral, se tiene una molécula orgánica.
Los principios espirituales iniciales, expresión de la Ley Cósmica Universal, Dios, pasaron a sumergirse, o reencarnarse, en la materia animada por el principio vital.
El fluido vital, estableció el hilo dimensional necesario para la fijación de la estructura espiritual a la estructura física.
Los primeros seres vivos, surgidos de los minerales, eran cristalizables, como los virus, intercambiando poco con el medio externo. Enseguida surgieron los primeros seres unicelulares realmente libres, que se multiplican prodigiosamente en la temperatura templada de los océanos; las amebas y las bacterias primitivas. Estos seres rudimentarios solo revelan un sentido: el tacto, que dio origen a todos los otros en función del perfeccionamiento de los organismos superiores. Los seres iniciales se movían a lo largo de las aguas, donde encontraron el oxigeno para la vida, pues en la tierra firme todavía no existía este gas en proporción suficiente para su desenvolvimiento.
Los reinos vegetal y mineral parecían confundidos en las profundidades oceánicas. No existían formas definidas.
Las primeras bacterias pasan a labrar los minerales en la construcción del suelo, preparando el surgimiento de los vegetales.
Colonias de protozoarios, surgen de la asociación de amebas. Colonias estas que se constituyen en las primeras sociedades vivas.
Trabajo extraído del libro:
Reencarnación y evolución de las Especies
De Ricardo di Bernardi
Adaptación: Oswaldo. Porras Dorta
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APRENDAMOS A PERDONAR
Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden tener como pruebas ( infalibles)de la inferioridad de los Espíritus, todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exageradas o afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala , aun poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritu, sin tener nada de insólito. hemos visto médiums de tal modo engañados, que median la superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una superioridad real.
Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que se presenta, del que se podrá desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues que éste hace pagar caros sus servicios. Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianímica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, aunque fuese malo, contando poderlo despedir en seguida. Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le llamasen porque no podía escribir, no ha sido tan dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias materiales, y las crueles decepciones por creerse bastantes fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego, abiertamente malvado , después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia del subyugado, para echarle a su voluntad.
EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC
LA FATALIDAD Y LOS PRESENTIMIENTOS
(Instrucciones dadas por el Espíritu San Luis)
Un corresponsal escribe lo siguiente en la revista:
«En el mes de septiembre último, una embarcación menor, que hacía la travesía de Dunkerque a Ostende, fue sorprendida por un temporal durante la noche; el pequeño barco naufragó, y de las ocho personas que lo ocupaban, cuatro perecieron; las otras cuatro, entre las cuales me encontraba yo, consiguieron mantenerse sobre la quilla. Permanecimos toda la noche en esa horrible posición, sin otra perspectiva que la muerte, que nos parecía inevitable y de la cual sentimos todas las angustias. Al amanecer, el viento nos había empujado hacia la costa, y pudimos alcanzar la tierra a nado.
«¿Por qué en ese peligro, igual para todos, sólo cuatro personas han sucumbido? Notad que, por mi parte, es la sexta o la séptima vez que escapo de un peligro tan inminente, y más o menos en las mismas circunstancias. Soy realmente llevado a creer que una mano invisible me protege. ¿Qué he hecho para esto? No sé gran cosa, no tengo importancia ni utilidad en este mundo y no me jacto de valer más que los otros; lejos de eso: había entre las víctimas del accidente un digno eclesiástico –modelo de virtudes evangélicas– y una venerable hermana de la congregación de San Vicente de Paúl, que iban a cumplir una santa misión de caridad cristiana. La fatalidad parece desempeñar un gran papel en mi destino. ¿No estarían allí los Espíritus para alguna cosa? ¿Sería posible obtener de ellos una explicación al respecto, preguntándoles, por ejemplo, si son ellos los que provocan o desvían los peligros que nos amenazan?...»
De conformidad con el deseo de nuestro corresponsal, dirigimos las siguientes preguntas al Espíritu san Luis, que consiente en comunicarse con nosotros todas las veces que hay instrucciones útiles para dar.
1. –Cuando un peligro inminente amenaza a alguien, ¿es un Espíritu el que dirige el peligro? Y cuando la persona escapa del mismo, ¿es otro Espíritu el que lo desvía? 76
Respuesta. –Cuando un Espíritu se encarna, elige una prueba; al elegirla se traza una especie de destino que no puede impedir más, una vez que a la misma se ha sometido; hablo de las pruebas físicas. Al conservar su libre albedrío sobre el bien y el mal, el Espíritu es siempre dueño de soportar o de rechazar la prueba; un Espíritu bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda, pero no puede influir en él adueñándose de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir, inferior, mostrándole y exagerándole un peligro físico, puede hacerlo vacilar y asustarlo, pero la voluntad del Espíritu encarnado no queda por ello menos libre de toda traba.
2. –Cuando un hombre está a punto de perecer por accidente, parece que el libre albedrío no interviene en nada. Por lo tanto, interrogo si es un Espíritu malo el que provoca este accidente, siendo de cierto modo su agente; y, en el caso en que escape del peligro, pregunto si un Espíritu bueno ha venido en su ayuda.
Respuesta: El Espíritu bueno o el Espíritu malo no pueden sino sugerir pensamientos buenos o malos, según su naturaleza. El accidente está marcado en el destino del hombre. Cuando tu existencia ha sido puesta en peligro, es una advertencia que tú mismo has deseado, a fin de desviarte del mal y de volverte mejor. Cuando escapas de ese peligro, todavía bajo la influencia del mismo, piensas de manera más o menos firme en volverte mejor, según la acción más o menos firme de los Espíritus buenos. Al sobrevenir el Espíritu malo (digo malo sobrentendiendo el mal que aún hay en él), piensas que escaparás del mismo modo a otros peligros y dejas nuevamente desencadenar tus pasiones.
3. –La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de nuestra existencia, ¿aún sería, pues, el efecto de nuestro libre albedrío?
Respuesta. –Tú mismo has elegido tu prueba: cuanto más ruda sea y mejor la soportes, más te elevas. Aquellos que pasan su existencia en la abundancia y en la satisfacción humana son Espíritus débiles que permanecen estacionarios. De esta manera, el número de desafortunados aventaja en mucho al de los felices de este mundo, teniendo en cuenta que los Espíritus buscan en su mayoría la prueba que les será más fructífera. Ellos perciben muy bien la futilidad de vuestras grandezas y de vuestros goces. Además, la existencia más feliz es siempre agitada, siempre movida, aunque no sea por la ausencia del dolor.
4. –Entendemos perfectamente esta doctrina, pero eso no nos explica si ciertos Espíritus tienen una acción directa sobre la causa material del accidente. Supongamos que en el momento en que un hombre pasa por un puente, éste se derrumbe. ¿Quién ha llevado al hombre a pasar por ese puente?
Respuesta. –Cuando un hombre pasa por un puente que debe romperse, no es un Espíritu el que lo lleva a pasar por ese puente: es el instinto de su destino el que lo conduce.
5. – ¿Quién ha hecho romper el puente?
Respuesta. –Las circunstancias naturales. La materia tiene en sí misma las causas de su destrucción. En el caso tratado, el Espíritu, teniendo necesidad de recurrir a un elemento extraño a su naturaleza para mover fuerzas materiales, más bien ha de recurrir a la intuición espiritual. De este modo, si ese puente debía romperse, ya que el agua había desunido las piedras que lo componen y el óxido había corroído las cadenas que lo suspenden, el Espíritu –decía– insinuará más bien al hombre para pasar por ese puente, en lugar de hacer romper otro bajo sus pasos. Además, tenéis una prueba material que os adelantaré: cualquier accidente sucede siempre naturalmente, es decir, que las causas que se vinculan unas a otras, lo conducen insensiblemente.
6. –Tomemos otro caso en el que la destrucción de la materia no sea la causa del accidente. Un hombre mal intencionado me da un tiro; la bala me roza, pero no me alcanza. ¿La habría desviado un Espíritu benévolo?
Respuesta. No.
7. – ¿Pueden los Espíritus advertirnos directamente de un peligro?
He aquí un hecho que parecería confirmarlo: Una mujer salía de su casa y seguía por el bulevar. Una voz íntima le dijo: Detente, vuelve a tu casa. Ella titubea. La misma voz se hace escuchar varias veces; entonces, ella volvió sobre sus pasos; pero, cambiando de parecer, se dijo: ¿Qué he de hacer en mi casa? Seguiré; sin duda, es un efecto de mi imaginación. Entonces ella continuó su camino. A algunos pasos de allí, una viga que se desprendió de una casa la golpea en la cabeza y la deja caída sin conocimiento. ¿Qué era esa voz? ¿No era un presentimiento de lo que iba a suceder a esa mujer?
Respuesta. Era la voz del instinto; además, ningún presentimiento tiene tales caracteres: son siempre vagos.
8. – ¿Qué entendéis por la voz del instinto?
Respuesta. Entiendo que el Espíritu, antes de encarnarse, tiene conocimiento de todas las fases de su existencia; cuando éstas tienen un carácter saliente, conserva una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, al despertarse cuando el momento se aproxima, se vuelve presentimiento.
Nota – Las explicaciones precedentes se relacionan con la fatalidad de los acontecimientos materiales. La fatalidad moral está tratada de una manera completa en El Libro de los Espíritus.
(De la Revista Espirita de 1958)
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