INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Pérdida de seres queridos
2.-¿ Todos reencarnamos?
3.- ¿Evocación del Espíritu de una persona despierta?
4.- La ingratitud
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"Aunque difícil, no es absolutamente imposible, porque si la evocación 'llega' , puede suceder que la persona se duerma; pero el Espíritu no puede comunicarse, como Espíritu, sino en los momentos en que su presencia no es necesaria
para la actividad inteligente del cuerpo."
Observación. - La experiencia nos prueba que la evocación hecha durante el
estado de vela puede provocar sueño, o al menos una absorción vecina del sueño,
pero este efecto no puede tener lugar sino por una voluntad muy enérgica y cuando existen lazos de simpatía entre las dos personas; de otro modo la evocación 'no tiene resultado'. En el mismo caso en que la evocación podría provocar el sueño, si el momento es inoportuno, no queriendo dormir, la persona opondrá resistencia, y si sucumbe, su Espíritu estará turbado y responderá difícilmente. Resulta de esto que el momento más favorable para la evocación de una persona viviente es el de su sueño natural, porque siendo libre, su Espíritu puede venir al que le llama de la misma manera que podría ir a otra parte. Cuando la evocación se hace con el consentimiento de la persona y esta procura dormirse con este objeto, puede suceder que esta preocupación retarde el sueño y turbe al Espíritu; por esto el sueño no forzado es el preferido.
La ingratitud es uno de los peores defectos del ser humano, que muchos no tratan de superar, piensan que todos tienen la obligación de ayudarlos. Cuando uno hace un favor no debe esperar nada a cambio, aunque duele, cuando esa persona a quien ayudaste no sea recíproca.
Hemos de procurar no ser ingratos, y la mejor manera es no tratar de agredir a nadie, sean los motivos que sean los que tengamos para hacerlo, En una ocasión Jesús “yendo a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces UNO de ellos, viendo que había sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro a tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los otros nueve, ¿ dónde están?, ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:11-19).
Muchas veces personas que son lo último de la tierra suelen ser más agradecidas que aquellas que se creen algo o que son merecedoras de cualquier dádiva. Jesús nos enseñó a ser agradecidos, pero a la vez nos hizo ver cómo suelen responder las personas ante nuestros buenos actos de amor y desprendimiento. Realmente todos hemos experimentado esa indiferencia e ingratitud de las personas que hemos servido— ¡y en alguna ocasión nosotros mismos hemos sido ingratos con otros y desagradecidos!
Hemos de hacer el bien sin mirar a quien y sin esperar nada a cambio, el bien hay que hacerlo por el bien mismo. Jesús por eso dijo: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced el bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los INGRATOS y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:35).
La mejor forma de hacerlo, es comenzando en ser agradecidos para con el Padre, Él nos ha concedido la vida, una hermosa oportunidad de poder crecer. ¿Cuántas personas se olvidan de agradecer a Dios por la vida, la salud, la familia, la salvación, los alimentos, y cosas como éstas. Generalmente los cristianos oran poco para agradecer a Dios por lo que tienen o reciben.
Los orgullosos dan por entendido que la gente tiene que darles cosas. Consciente o inconscientemente, piensan que tienen el derecho de recibir regalos, por eso no se admiran cuando reciben cosas buenas. Sus ojos están ciegos a todo lo bueno que el Padre celestial les da. En su orgullo ellos piensan, aun cuando no son conscientes de esto, que merecen recibir suficiente o más, que el suficiente alimento, ropa y todo lo demás que necesitan para su cuerpo y alma en esta vida. Pero si no tienen lo necesario, de repente se acuerdan de Dios y lo acusan de no darles lo que ellos esperan. Su actitud hacia Dios es como la de una persona que tiene un derecho legal sobre otra. La persona ingrata no comprende lo que es gracia cuando Dios le da lo que necesita.
¡Dios quiere cambiarnos para convertirnos en personas agradecidas! Dios puede hacer existir cosas que no existen, entre ellas la gratitud. Él formará en nosotros nuevas creaciones, corazones agradecidos que sean humildes, gozosos y amorosos. El agradecido quiere pagar de algún modo a los que han hecho buenas cosas por ellos y hacerlos felices. ¡Qué fulgor divino hay en el que es agradecido: el fulgor del reino de los cielos! Porque arriba le daremos gracias a Dios y lo adoraremos continuamente por todo lo bueno que Él ha hecho por nosotros. Pero sólo llegaremos allá si hemos aprendido a agradecer aquí.
Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de manera mecánica, es dejar la puerta del corazón abierta para recibir nuevas bendiciones por la generosidad ajena; pero la gratitud no significa “devolver el favor”, porque eso sería “pagar” una deuda, metalizar el desprendimiento y las muestras de afecto que son las formas más visibles del agradecimiento, para reconocer desde el fondo del corazón las múltiples expresiones de amor porque quien agradece “lo pequeño”, recibe también “lo grande”, porque entre la persona que da y la que recibe, se establece una comunión de sentimientos que se entrelazan y enriquecen la personalidad de ambas.
Agradezcamos a Dios el día y todos los recursos que disponemos para desarrollarlo, agradezcamos la oportunidad de poder convivir con hermanos a nuestro alrededor que nos ofrecen la oportunidad de examinar nuestra conducta, sea con acciones buenas y malas, si ellos no estuvieran nosotros no podríamos saber cómo nos comportaríamos en cualquier situación, todo lo que nos viene, hemos de aceptarlo, porque representa la oportunidad de poner en examen nuestro espíritu; ante una acción mala, responder con una acción buena, y esa debe ser nuestra actitud frente a las ingratitudes, por agradecimiento a Dios y a los hombres que se cruzan en nuestro camino, pues ellos nos muestran por nuestra forma de proceder nuestro grado de orgullo, el cual debemos superar para poder ser agradecidos.
- Mercedes Cruz-
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